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Teología Práctica Latinoamericana Reflexiones para la praxis
cristiana en la iglesia, la sociedad y la cultura Vol. 1 No. 1 – Enero/Junio
2021 - San José, Costa Rica Praxis pastoral latinoamericana
en tiempos de pandemia por Covid-19 Estudios previos a la consulta de Teología
Práctica Latinoamericana organizada por la UBL en el año 2021 |
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Los
duelos del Covid-19 Acompañamiento Pastoral desde la Teología Práctica Edwin Mora Guevara |
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Resumen Una de las líneas de acción y de
investigación de la Teología Práctica es la Pastoral de la Salud. Resulta de
suma pertinencia en estos momentos en los que el mundo afronta enormes
pérdidas a causa de la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2. Esta situación global
produce muchas micro pérdidas como componentes de una macro perdida de casi
un millón y medio de personas fallecidas en el mundo a la hora de escribir
estas líneas, cifra que irá en aumento hasta poder controlar esta emergencia
sanitaria global. Estas micro y macro pérdidas producen duelos. Son los
duelos del COVID-19. Este artículo está escrito dirigido a Agentes de
Acompañamiento Pastoral, y en el mismo se trata la teoría del duelo, las
etapas que propuso Kübler-Ross, así como las tareas
necesarias que propone William Worden para
transitar por el mismo. Además, se brindan pautas para el acompañamiento
pastoral desde la Teología Práctica, para el trabajo con personas, familias,
y comunidades en cada etapa y tarea. Palabras claves: Duelo, micro pérdidas,
macro pérdida, pandemia, fases del duelo, tareas del duelo, Acompañamiento
Pastoral, Teología Práctica. Summary One of the lines of action
and research of Practical Theology is the Pastoral of Health. It is extremely
relevant at a time when the world is facing enormous losses from the
SARS-CoV-2 coronavirus pandemic. This global situation produces many
micro-losses as components of a macro-loss of almost one and a half million
people died in the world at the time of this writing, a figure that will
increase until this global health emergency can be controlled. These micro
and macro losses produce duels. They are the duels of COVID-19. This article
is written for Agents of Pastoral Accompaniment, and it deals with the theory
of grief, the stages proposed by Kübler-Ross, as well as the necessary tasks
proposed by William Worden to go through it. In addition, guidelines are
provided for pastoral accompaniment from Practical Theology, for working with
individuals, families, and communities at each stage and task. Palabras
claves: Grief, micro-loss, macro-loss, pandemic, phases of
mourning, tasks of mourning, Pastoral Accompaniment, Practical Theology. Los duelos del Covid-19 Acompañamiento
Pastoral desde la Teología Práctica Introducción
La Teología Práctica o Teología Pastoral tiene
muchas líneas de investigación y de acción. Uno de los campos más importantes
– a propósito de la pandemia que enfrentamos actualmente por la enfermedad
del COVID-19 – es sin duda la Pastoral de la Salud. La presentación de este
tema se enmarca en este campo que “tiene como objeto prolongar la acción
de Jesús con las personas enfermas, como expresión de la ternura de Dios
hacia quien sufre” (García Chamizo 2018, énfasis nuestro). La Pastoral de la Salud constituye un ministerio muy
pertinente. En la actualidad latinoamericana y caribeña, la promoción de la
salud desde las iglesias y Organizaciones Basadas en la Fe (OBFs), se hace cada vez más urgente, ante la realidad
social compleja, en donde se conjugan la enfermedad con las carencias, la
pobreza y el precario acceso de millones a los sistemas de salud. Además, es
hora ya de que las organizaciones basadas en la fe -tales como iglesias y
otras- den un salto cualitativo hermenéutico y dejen de interpretar la
enfermedad como consecuencia del pecado individual y la culpa, para avanzar
con voz profética a ver las implicaciones del pecado estructural (sistemas
injustos y sin alcance para todas las personas) y en lugar de culpa, hablemos
de responsabilidad. Según la
constitución de la Organización Mundial de la Salud (en adelante OMS), “La
salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no
solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” (OMS 2020). Esta
definición nos hace reflexionar en que podemos tener una dolencia, pero si
tenemos un acompañamiento integral que incluya los aspectos físicos,
mentales, sociales - y desde la Teología Práctica agregamos espirituales - a
esta definición de la OMS, tendremos un soporte integral. Habiendo enmarcado
nuestra reflexión en la Pastoral de la Salud como una línea de acción y de
investigación de la Teología Práctica, procedemos a entrar en el tema que nos
ocupa hoy: los duelos frente al Covid-19. Los duelos del Covid-19
En este momento la humanidad está inmersa lidiando
de una u otra forma con la realidad del COVID-19, una amenaza seria a la
salud pública a nivel pandémico, es decir, global. El primer reporte se dio el 31
de diciembre del 2019. “La Comisión Municipal de Salud de Wuhan (provincia de
Hubei, China) notifica un conglomerado de casos de neumonía en la
ciudad” (OMS 2020). A enero 5 del 2020, aún no se había detectado el agente
etiológico de este brote. En la actualidad, se conoce el agente etiológico
(el virus denominado SARS-CoV-2 ) y a nivel mundial se reportan hoy en día,
casi 62 millones de personas contagiadas y casi 1 millón y medio de muertes.
En la actualidad la lista de países más afectados son Estados Unidos, India,
Brasil, Rusia y Francia. En América Latina y el Caribe los tres países más
afectados son Brasil, Argentina, Colombia y México (RTVE.es 2021). Toda esta panorámica mundial causó que en la gran
mayoría de los países se entrara en cuarentena, en confinamiento domiciliar,
en restricciones y en la aplicación de medidas al libre tránsito de las
personas y mercancías, cierre de fronteras y protocolos de bio-seguridad, entre muchas otras. Poco a poco ante la urgencia primaria de evitar o
mermar los contagios, fuimos sufriendo lo que denominaremos micro pérdidas
(Roza 2020, 4). No estamos utilizando la palabra micro como
equivalente a pequeño sino como equivalente a componente, a parte de, es
decir, una serie de pérdidas que vamos teniendo sabiendo por supuesto que la
forma como las percibimos, determinará como las manejemos, pero que son
componentes, partes de una pérdida mayor ya sea esta presente
o futuro cercana; que está ligada a la posibilidad de la muerte propia
o de seres queridos, pero también, a un gran duelo mundial, global,
el macro duelo generado en el mundo por la pandemia actual y sus estragos
en muchas dimensiones de la vida humana tal como la experimentábamos hasta
antes del COVID-19. Quizás al principio no vimos estas micro pérdidas
como menoscabos frente a la amenaza a la vida, pero en el transcurso
de la cuarentena y el aislamiento, estas micro pérdidas toman caras
insospechadas, si no lidiamos con la ansiedad y estrés que genera el confinamiento.
En esa perspectiva, serían micro pérdidas: - el distanciamiento
social, el cambio en las formas de saludo, la pérdida de confianza en el
otro, el miedo al contagio, a la enfermedad y a la muerte, el cierre de
fronteras, la imposibilidad de viajar y de desplazarse, el no poder recibir
clases presenciales, los toques de queda, el confinamiento residencial, las
restricciones de circulación, la aceleración del teletrabajo, la reducción de
la jornada y el salario, o la pérdida del trabajo o congelamiento sin sueldo;
- las tiendas, negocios
y restaurantes cerrados o que quiebran definitivamente, la inmersión casi
forzosa al uso de las tecnologías y a las redes sociales, la posibilidad de
salir de casa; - el desajuste y ajuste
que supone un grupo de personas en espacios pequeños en donde varias personas
están en teletrabajo o en donde vivo solo, pero más solo que nunca; - los problemas para
recibir atención médica, los problemas entre las parejas que tras el roce del
confinamiento y entre familiares desatan con mayor intensidad los problemas
de las relaciones; - los problemas para
conseguir alimentos; - el cuido de los niños
en casa mientras se teletrabaja, el acompañamiento
en su educación, el cuido de los adultos mayores y el miedo a contagiarles; - el abandono de las
personas adultas mayores por sus familiares con la excusa de no contagiarles;
- los medios de
transporte limitados, el constante uso de gel alcohol, lavado más frecuente
de manos, el uso de mascarillas como un nuevo atuendo imprescindible, los nuevos
protocolos de bio-seguridad que cambian costumbres
internalizadas en las culturas, la pérdida del abrazo, la pérdida del beso de
saludo, las limitaciones en la sexualidad humana; - la pérdida del espacio
social de fiesta: la pérdida del espacio litúrgico comunitario y lo virtual
como nuevo espacio de manifestación de lo sagrado, de la espiritualidad, no
solo para el cristianismo sino para casi todas las religiones del mundo
(Flores 2020); - el internamiento de un
ser querido o amigo por COVID-19 sin la posibilidad de visitarlo y sin verlo
nunca más si fallece; - la muerte de un ser
querido (familiar o amigo) por el COVID-19 con funerales expeditos y con la
menor presencia posible, sin posibilidad alguna de despedirse, de hacer la
vela y otros rituales funerarios que ayudan a la certeza de la muerte de
nuestro ser querido; - la afectación
económica, el desabastecimiento, las noticias de los países más afectados y
del propio; y muchas situaciones más, son todas micro pérdidas que conllevan
micro duelos, que podrían acrecentar otros duelos abiertos anterior al
COVID-19 y que cada quien los vivirá desde diferentes intensidades,
vulnerabilidades y sensibilidades. Lo que para uno representa un gran duelo, para otro
no lo es necesariamente. Por eso el duelo es algo muy personal, con el agravante que
ante una pandemia se hace colectivo, global, mundial. A todo ello hay que unir el apremio de tener que
actualizarse en el uso de la tecnología de un día para otro como para poder
seguir funcionando desde el confinamiento, si es que se cuenta con acceso a
la misma. Si no se cuenta con ello, todo se tornará más difícil
probablemente. Todas estas
medidas no son negativas por si mismas frente al mal mayor que es la pérdida
de la vida. Sabemos que permiten controlar o mitigar la epidemia. Causan
micro pérdidas y por lo tanto duelos, que cada quien las vive y afronta de
diferente forma. Los hemos denominado “los duelos del Covid-19”. Es necesario que quienes ofrecen acompañamiento
pastoral conozcan entonces los procesos de duelo, sus etapas, las reacciones
que las personas podrían manifestar en cada etapa y la resolución adecuada
del mismo, así como lineamientos sobre las acciones recomendadas desde el
área de la Teología Práctica y en específico de la Pastoral de la salud. Además,
es importante desarrollar la destreza de reconocer cuando una persona no está
resolviendo sus duelos en forma adecuada y saber qué hacer al respecto. Esta reflexión está destinada entonces a las
personas agentes de Acompañamiento Pastoral en estos micro y macro duelos.
Este acompañamiento se enmarca en una Teología Práctica transformadora, que
hace una relectura de la realidad - con el aporte de las ciencias sociales y
humanas - una relectura de la Biblia y de la Teología – con el aporte de las
Ciencias Bíblicas y Ciencias Teológicas - para luego volver a la realidad de
sufrimiento para transformarla. Todo ello desde una clara identidad
latinoamericana y caribeña liberadora basada en la equidad, la justicia, la
compasión, la solidaridad y el amor como valores constitutivos de toda su
propuesta y accionar. Dolor intenso
Pero ¿qué significa estar
en duelo? La palabra “duelo” (del latín dolus),
significa literalmente “dolor” (Fonnegra de
Jaramillo 1999). Estar en duelo es sentir dolor, en muchas ocasiones intenso.
Se trata de un camino por el dolor, un transitar que, aunque es una
experiencia universal, es muy personal. Este transitar depende de muchos
factores intrapersonales y externos a la persona que sufre. Se siente dolor
por la pérdida de alguien o de algo, o bien por la anticipación de esa
pérdida y el vínculo con el objeto de mi pérdida o con las personas que
pierdo, tendrán estrecha relación con la intensidad del dolor, por lo tanto,
del duelo. Ese sufrimiento se expresa en todas las dimensiones constitutivas
del ser humano: física, emocional, social, cultural, y espiritual (Mora
Guevara 2002). Los procesos
de duelo consisten entonces en la elaboración de las
pérdidas. Las continuas muertes o micro muertes, así como los “nacimientos”
son parte del devenir histórico humano, que además está sometido al cambio
constante. Ahora bien, ya hemos señalado que lo que para una
persona puede representar una pérdida significativa, para otra no. De manera
que la percepción del duelo, el vínculo con lo perdido y la resolución
adecuada o inadecuada del mismo está mediada por elementos subjetivos y por el proceso de
socialización-educación que brindará a cada persona pautas para reaccionar
frente al dolor de las pérdidas en la vida. El duelo es “la respuesta
emotiva y natural a la pérdida de alguien o de algo. Se manifiesta en el
proceso de reacciones que siguen a una separación (Fonnegra
de Jaramillo 1999, 3). Los procesos de duelo nos acompañan durante toda
nuestra vida, desde el nacimiento (primera ruptura) hasta la muerte (última
ruptura). Esta última ruptura cuando se da con relación a allegados y seres
queridos, se considera la más aguda y causante de dolor o de traumas.
“El duelo por la muerte de un ser querido es el más agudo y el más difícil de
superar” (Martínez 2000, 73). El suceso de la muerte de un ser querido
también influye en la percepción del duelo de distintas formas. El tipo de
muerte también tiene relación con la intensidad con la que se experimente el
duelo. No es lo mismo una muerte trágica, que la que sigue a una enfermedad
que permitió la preparación emocional, y espiritual para iniciar la
elaboración del duelo de forma anticipada. De igual forma, el duelo
anticipado que hace la persona cuando se le ha anunciado la proximidad de su
muerte mediante la comunicación de un diagnóstico de difícil pronóstico
vital, puede tener esas mismas características señaladas anteriormente: esto
es, agudo y difícil. La edad de la persona que muere también influye en
la percepción del dolor de quienes le sobreviven, así como muchos otros
aspectos. No obstante, con la pandemia nos enfrentamos a un fenómeno
totalmente inédito e insólito para la gran mayoría: La muerte por pandemia
y la serie de micro pérdidas que conlleva el vivir en estado de pandemia,
representa una tipología diferente de duelo donde se conjuga lo agudo,
doloroso, trágico, repentino - sin posibilidad de rituales de elaboración del
duelo - ni de despedidas anteriores a la muerte, o sin posibilidad de asistir
a los funerales. Cada persona vive la intensidad del duelo de
diferente manera. “La intensidad de la pérdida será igual a la intensidad del
amor o de la afectividad que se tenga en lo que se está perdiendo o está
perdido” (Martínez 2000, 75). Cuanto más intensa sea nuestra relación
afectiva con alguien o con algo que perdimos, mayor será el dolor
experimentado ante la situación. Además, la manera de afrontar las pérdidas
inculcadas en el seno de la sociedad y de la familia influirán en la
intensidad del duelo. Frente a la muerte de un ser querido, la unidad y
los lazos de solidaridad de la familia serán fundamentales para afrontar el
duelo. Pero en el caso de muerte por pandemia, somos privados por razones
obvias de tener esta oportunidad, lo que puede dificultar mucho la resolución
del duelo. Si crecimos en una familia que se inserta en una cultura abierta a
tocar los temas sobre la muerte y el dolor y no evadirlos, la resolución del
duelo podría transitar mejor. De ahí la importancia de educar a la
sociedad a afrontar estos temas difíciles tales como la incertidumbre, el
sufrimiento y la muerte. El duelo por pandemia produce
una gran incertidumbre y si antes era de difícil manejo, con la pandemia y sus
pérdidas podría complicarse aún más creando, además, una real emergencia en
salud mental comunitaria. En esa perspectiva, se hace necesario que en
nuestras sociedades se reflexione más sobre el afrontamiento de las pérdidas
en la vida. Esto no significa llegar a ver las manifestaciones del
sufrimiento como algo normal ante las que nos debemos conformar. El dolor y
el sufrimiento siempre estarán para ser tenazmente combatidos y no para
acostumbrarnos al mismo. “La elaboración positiva de un duelo más que de
cualquier otro factor, depende del propio individuo, de su carácter,
edad, género, autoestima, estado económico, condición social... de todo su
patrimonio personal (Martínez 2000, 78). No obstante, la comunidad de fe o la
organización basada en la fe (OBF) puede brindar una gran contribución al
desarrollo de una desafiante pastoral de acompañamiento tanto individual como
colectivo a los procesos de duelo. El duelo, un camino que se transita paso a paso
La Dra. Elizabeth Kübler-Ross
(1978), mediante su trabajo de investigación con personas con enfermedades
terminales, identificó cinco grandes etapas por las que
atravesamos la mayoría de las personas cuando estamos en duelo. Aunque se
identifican en personas con enfermedad terminal, el aporte de Kübler-Ross se proyecta en el duelo por todo tipo de
pérdidas. Es importante mencionar que estas etapas no se presentan en
forma continua, sino durante el curso de la pérdida o después de la
misma. Además, no se manifiestan únicamente en la persona afectada, sino en
cada miembro de su familia o allegados, de forma e intensidad distinta.
Prácticamente, estas fases se manifiestan en todas las pérdidas de nuestra
vida (Mora Guevara 2002). Al respecto, es importante considerar que, quienes atraviesan por ellas no lo
hacen en un orden predeterminado, sino que el proceso permite un aprendizaje,
comprendiendo que es posible convivir con la pérdida y continuar con la
realidad en donde el ser fallecido no estará más (o la pérdida sufrida) y,
por ende, influirá en las diferentes dimensiones de la vida personal, estas
son: Psicológica, física, social y espiritual (Pérez Uribe y Atehortua Vélez 2016, 3). A continuación, se exponen estas etapas pues
consideramos que deben ser un conocimiento básico de toda persona agente de
pastoral de acompañamiento en el duelo. Negación o evasión
Esta etapa consiste en el “rechazo consciente o inconsciente
de los hechos o la realidad de la situación” (Pérez Uribe y Atehortua Vélez 2016, 3). La negación ante una pérdida
crucial es el mecanismo cognitivo cerebral que se activa al recibir la
noticia, y que tiene como fin el poder ir asimilando dicha información. Se
trata de un mecanismo de la persona para defenderse del impacto de las malas
noticias. Es un amortiguador ante las noticias no esperadas y
sorprendentes o amenazantes. La negación permite a la persona impactada por
una noticia de este tipo, acumular y con el tiempo movilizar “defensas menos
radicales” (Nolan y Bohner
1983, 479). Una persona en negación manifestará frases tales como: ¡Esto no
me pasa a mí!, ¡Esta pandemia no existe! ¡Esto es una simple gripe! ¡Las
vacunas son peligrosas, aunque cumplan todos los protocolos científicos
establecidos! ¡No necesito mascarillas!, entre muchas otras expresiones de
negación. En el ámbito de comportamiento, la persona puede
presentar una serie de conductas tales como no hacer caso de las medidas y
protocolos frente a la pandemia. Esto es, seguir como si nada pasara. La
negación por lo general es temporal y poco a poco es sustituida por una
aceptación parcial (Kübler-Ross 1978). Las personas
en estas circunstancias también pueden entrar en la “evitación”, que
es una forma sutil de negación. En este caso, se evade hablar de lo
que está sucediendo, y se cae en conductas de riesgo. La evitación puede ser
colectiva también, barrios enteros en donde la gente sigue en la calle como
si nada sucediera sin guardar las distancias ni usar mascarillas. Se niegan a
hablar del asunto, se conoce su gravedad intelectualmente, pero no atraviesan
los sentimientos y las acciones. En el caso de acompañar a una persona que ha perdido
algún familiar o amigo por el COVID-19, los y las agentes de acompañamiento
pastoral identificarán esta etapa, respetando el tiempo que la persona
necesite para asimilar la situación, antes de que pueda hablar sobre
la misma. Acompañarán con imágenes afirmativas y constructivas sobre Dios,
siempre partiendo de la espiritualidad de la persona. En esta etapa la confrontación no es recomendable. Podría producir ira y
alejamiento. Poco a poco la persona irá asumiendo la realidad. En este
proceso es de vital importancia que la persona se sienta acompañada, apoyada
y respetada. Cólera o enojo
Esta etapa se caracteriza por
mostrar “resentimiento hacia la persona que parte, causando dolor y
culpabilidad” (Pérez Uribe y Atehortua Vélez 2016,
3). Puede ser hacia la persona que muere, o bien en este caso hacia toda la
situación pandémica total. Hacia el gobierno, el sistema de salud, las
personas cuidadoras, familiares, iglesias, hacia Dios, entre otros. Una vez
que la negación y la evitación ya no pueden sostenerse, se sustituyen por
sentimientos de ira, rabia, cólera, envidia y resentimiento (Kübler-Ross 1978). Algunas personas que acompañemos
mostrarán abiertamente estos sentimientos a sus familiares, allegados o
cuidadores. Otras los encubren por miedo a perder el apoyo asistencial y
familiar. Estos sentimientos se expresarán encubiertamente mediante quejas
por todo, convirtiéndose en “persona difícil”. Ante estos pensamientos, sentimientos y conductas
hostiles la persona en duelo puede sentirse incómoda por esta reacción y
además sentirse culpable. Este sentimiento de culpa hace que muchas personas
consideren “la enfermedad como un castigo” (Nolan y
Bohner 1983, 483). De nuevo se presenta un
sentimiento encubierto. El sentimiento de culpa no es tanto por acciones en
el pasado, sino por la hostilidad que se está sintiendo. Los y las acompañantes pastorales estarán en la
disposición de escuchar a la persona, con el fin de que pueda expresar sus
sentimientos y disminuir la tensión emocional que provoca la ira. Colaborará
en revisar aquellas ideas distorsionadas sobre Dios (que le asignan como
responsable de la enfermedad y el sufrimiento humano), y sobre la culpa y la
enfermedad (Varone 1988). Brindará imágenes
constructivas sobre Dios. Ofrecerá soporte para que la persona maneje y
canalice la hostilidad. En este proceso, estarán emocionalmente
preparados ante la posibilidad de ser también blanco del enojo, y comprender
las dificultades emocionales por las que pasa la persona. Se trata de darle
un giro positivo a las resistencias que nos manifiesta la persona y evitar
ser contestatario a su enojo. Es decir, permitir que el enojo se exprese,
fluya para que disminuya su carga emocional negativa, sin engancharse con el
mismo, ni tomarlo en el plano personal. Antes bien, es necesario mostrarse
como personas comprensivas, tolerantes y respetuosas. Negociación o pacto
Durante esta etapa, “se piensa
en lo que se pudo haber hecho diferente para evitar la pérdida” (Pérez Uribe
y Atehortua Vélez 2016, 3). Las personas en duelo
pretenden posponer el dolor o bien la muerte, ofreciendo una buena conducta a
cambio (Kübler-Ross 1978). “La mayoría de estas
negociaciones se hacen con Dios y suelen ser guardadas en secreto o solo
mencionadas de forma implícita” (Nolan y Bohner 1983, 484). Desde un punto de vista psicológico,
muchas de estas promesas podrían manifestar sentimientos de culpa. Algunas
promesas pueden ser: “Si Dios me deja vivir, si Dios me devuelve mi trabajo,
si Dios tal cosa… iré a la iglesia de nuevo” o bien, “Devuélveme mi trabajo,
mi salud, solo quiero ver a mis hijos e hijas graduarse en la universidad y
valerse por sí mismos o por sí mismas” (Nolan y Bohner 1983, 484). En esta etapa se busca a toda costa un
milagro que revierta la situación. Las personas acompañantes pastorales respetarán los
sentimientos religiosos de la persona y de su familia, así como sus
esperanzas. Le acompañarán en el sentido de no vaciar la esperanza de
realismo. No socavar las esperanzas. Es un equilibrio. Esto es, no
espiritualizar la pérdida cayendo en la esperanza de lo irreal, ni invocar
constantemente el realismo, cayendo en la desesperanza y desolación. La
persona acompañante, ayudará a las personas en duelo a construir y mantener
una relación con Dios centrada en el amor, la gracia y la obtención del
milagro de la paz emocional y espiritual para el afrontamiento de la
situación. Sentido de pérdida y depresión
En esta fase “se comprende la
certeza de la muerte, se rechaza visita de seres queridos, se siente
tristeza, miedo, incertidumbre frente al futuro (Pérez Uribe y Atehortua Vélez 2016, 3). La persona en duelo llega al
punto en el que no puede negar más la situación, por el aumento abrumador de
las manifestaciones de la misma. La negación, evasión, cólera y negociación,
son sustituidos por un profundo sentimiento de pérdida y depresión (Kübler-Ross 1978). La depresión que se presenta puede
ser reactiva a las pérdidas que va sufriendo. En este caso la persona
querrá comunicarse con los demás y verbalizar su tristeza. También puede tratarse de una depresión preparatoria
frente a alguna pérdida que se ve venir como la del trabajo, o bien de ambas.
La depresión preparatoria se da como antesala de la inminente pérdida. Se
trata de una depresión silenciosa, en la que la persona no desea verbalizar
sus sentimientos. Este silencio es difícil de aceptar para la familia que
desea animar a la persona en duelo. Los y las agentes de acompañamiento
pastoral deben respetar este silencio y ayudar a la familia a respetarlo
también. Las personas acompañantes pastorales estarán
dispuestas y atentas, a escuchar a la persona cuando desee hablar de sus
sentimientos de aflicción. Le brindarán gestos de apoyo, afecto, cariño y
respeto. Ofrecerán acompañarle en prácticas de espiritualidad tales como la
oración, la lectura de la Biblia, los sacramentos entre otras, siempre y
cuando la persona lo desee. Asumir o afrontar
En este paso del transitar, “se establece un acuerdo
con el acontecimiento trágico, se permite reflexionar acerca del sentido de
la vida” (Pérez Uribe y Atehortua Vélez 2016, 3).
Esta es una etapa que pareciera estar vacía de sentimientos (Kübler-Ross 1978). La persona en duelo no se siente ni
deprimida, ni ansiosa por la pérdida o la eminente pérdida. “la comunicación
pasa a ser más no verbal que verbal.” (Nolan y Bohner 1983, 484). Algunas veces las personas suelen
mantener la posibilidad de una reversión de la situación. “Es este rayo de
esperanza una forma de negación temporal y parcial” (Nolan
y Bohner 1983, 484), hasta que se llega a asumir la
situación de pérdida. Quienes acompañan el proceso de
afrontamiento lo harán desde el fortalecimiento de la paz espiritual y la
confianza en Dios. Mostrarán imágenes constructivas, afirmativas y asertivas
de Dios, como amigo, Madre - Padre incondicional, entre otras. Respetarán
profundamente las manifestaciones de fe de la persona y de sus familiares. La
escucha activa tiene un papel muy importante en todas estas etapas del duelo.
Tareas en el tránsito por el duelo
Fue William Worden (1997),
quien propuso cuatro tareas fundamentales para transitar por el duelo en su elaboración.
Estas tareas se realizan naturalmente con el fin de no obstaculizar el propio
crecimiento como persona, familia o comunidad: Aceptar la pérdida
Esta tarea se dificulta en
situación de pandemia. Siempre hemos sabido de la importancia de que las
personas que experimentan la pérdida de un ser querido vean el cuerpo de
la persona una vez fallecida. “Que se despida del difunto, que constate
que es él y no otra persona” (Fonnegra de Jaramillo
1999, 7). En una situación habitual, esto ayudará a las personas a aceptar la
pérdida y a no caer en la negación de la misma. Pero en la muerte por
pandemia no se puede. Este es uno de los grandes desafíos para el
duelo por muerte por pandemia. El entierro tiene que ser en menos de 24
horas, no se puede ver el cuerpo, solo un miembro de la familia puede hacer
la despedida. Se recomienda hacer acciones simbólicas, páginas en
internet, álbumes con fotos, historiales de vida, entre otros que ayuden a la
familia a aceptar la pérdida. El proceso de aceptación es personal y nunca
puede ser forzado. Poco a poco la persona en duelo va a ir saliendo de la
negación frente a la pérdida. Experimentar el dolor por la pérdida
Se debe ayudar a las personas dolidas a permitirse
llorar y verbalizar sentimientos frente a la pérdida sufrida. Cuando la
persona dolida no experimenta el dolor de la pérdida lo encubre con euforia o
deseos de evasión manifiestos muchas veces en el deseo de viajar y en la
aparente ausencia de dolor por lo sucedido. Cualquier obstáculo a la
manifestación del dolor podría prolongar el transitar por el duelo y su
resolución. Adaptarse al nuevo ambiente sin la presencia de quien murió
o de lo que se perdió
El nuevo ambiente se da por la no-presencia de la
persona fallecida o de lo que se perdió (un empleo, la salud, una relación
entre otras). La persona en duelo en esta etapa debe construir nuevas formas
de vida. Esto se puede manifestar en el aceptar vivir sola o solo, hacer
cambios en la casa y tomar nuevas decisiones para aceptar los nuevos
desafíos. Se trata de una nueva configuración de sí mismo y de la relación
con otras personas y con su entorno. Recolocar emocionalmente la pérdida y continuar viviendo
Sölle
señala que el desafío es “no preguntarse ¿de dónde me viene esta tragedia?
sino ¿a dónde me puede guiar?” (1978, 80). En esta etapa la persona dolida
camina hacia la redefinición de su identidad. Los recuerdos de la persona
amada fallecida o de la pérdida significativa permanecerán con ella, pero no
serán obstáculo para su autocrecimiento y para
continuar con su vida. En esta etapa la persona acompañante pastoral puede
ayudar a la persona o personas en duelo a recolocar en su vida emocional la
pérdida sufrida, de manera que pueda continuar con su vida de una forma
satisfactoria. El duelo en la familia
Ante una situación pandémica que conlleva tantas
pérdidas, todo el sistema familiar y de allegados se verá afectado. Cada
persona de esos sistemas entrará en sus propios procesos de duelo, con
reacciones particulares y cada familia como grupo humano. El acompañamiento
pastoral a la familia se hace en forma grupal, mediante sesiones de dos horas
ya sea en forma presencial (con todas las medidas de bioseguridad y
distancia) o de manera virtual. Cuando en la familia o en el grupo una
persona o más están teniendo reacciones mayores a las habituales frente al
duelo, tales como depresión severa, importante ansiedad, pensamientos o
intentos suicidas, consumo de alcohol o sustancias psicoactivas entre otras,
la persona acompañante pastoral derivará a las personas a los y las
profesionales en Salud Mental (Psicólogos, Psiquiatras entre otros). Duelo en tiempos de coronavirus
Ahora bien, toda esta eficaz teoría sobre el duelo
se reinventa en relación a la abrumadora amenaza de una pandemia, situación
nunca vivida por la mayoría de nosotros y nosotras. El escenario no es
solamente el personal, el laboral, el familiar sino que es mundial. Se trata
de un duelo complejo porque está compuesto de demasiadas micro
pérdidas y que por la fácil expansión del agente viral causante de la
epidemia de COVID-19, nos tomó incrédulos, desprevenidos y nos dejó perplejos
y hasta paralizados. Se trata de una macro pérdida personal, familiar y
colectiva (comunitaria y social, mundial). El afrontamiento de los duelos en esta pandemia,
depende en gran parte de la personalidad y de lo estable o no que esté
nuestra personalidad a nivel personal. A nivel colectivo, depende de cuan
dispuestos estemos a compartir nuestros dolores y experiencias, expresándolos
en forma comunitaria. También depende de las experiencias previas de
afrontamiento y la resiliencia desarrollada frente a la adversidad en lo
personal y en lo social. Ahora bien, sobre la personalidad, existen muchas
definiciones como existen diferentes escuelas o enfoques psicológicos. La personalidad puede sintetizarse como el conjunto de características o
patrón de sentimientos, emociones y pensamientos ligados al comportamiento,
es decir, los pensamientos, sentimientos, actitudes, hábitos y la
conducta de cada individuo, que persiste a lo largo del tiempo frente a
distintas situaciones distinguiendo a un individuo de cualquier otro
haciéndolo diferente a los demás. La personalidad persiste en
el comportamiento de las personas congruentes a través del tiempo,
aun en distintas situaciones o momentos, otorgando algo único a cada
individuo que lo caracteriza como independiente y diferente (Aguilar Medina
2014). Cuán
fortalecida y equilibrada estaba nuestra personalidad o cuan desbordada o
desequilibrada se encontraba cuando se da la aparición en escena del
COVID-19, será un factor importante en nuestro afrontamiento a los duelos. Nuestra respuesta a los duelos también depende de
cómo se manejaron las crisis y duelos en nuestro entorno familiar. ¿Se
negó la pérdida? ¿Se vivió y se expresó, se permitió llorar, hablar de ello?
¿Se dramatizó? ¿Se trivializó? ¿Cómo reaccionaron nuestras figuras
significativas ante la pérdida? Y también, ¿con cuáles redes de apoyo contamos?
¿Social? ¿Familiar? ¿Profesional? ¿Espiritual? ¿Eclesial? ¿Acompañamiento
pastoral? De todas las situaciones traumáticas que nos deja
esta pandemia la muerte de amigos o familiares es una de las más fuertes. Se
producen en un proceso de muerte por enfermedad, pero muy diferente al que en
una situación de no pandemia podríamos vivir, donde sabemos que la muerte es
esperada a no ser que se trate de una fatalidad, de un accidente. Cuando la
muerte es esperada por una enfermedad que se manifiesta, se da tiempo al
cierre de historias, a despedidas, a trámites legales, a la gestión de
emociones, al trámite de rencores y diferencias familiares, al trámite de
rituales funerarios que nos ayudan a elaborar el duelo. Pero la muerte por
COVID-19 o por cualquier otra situación pandémica, combina la muerte por
enfermedad con la muerte inesperada y trágica sin derecho a la despedida, ni
al funeral digno de toda persona. Es decir, el evento traumático es mayor, la
carga traumática es más grande. Se da en medio de un escenario abrumador,
incomprensible muchas veces, con sentimientos devastadores, dolor agudo y
traumático, con sentimientos de ira muy fuertes, culpabilización
y rememoración dolorosa en sueños y vigilia, sin la posibilidad de los
rituales del duelo. Si las micro pérdidas y la macro pérdida (la de
familiares o amigos) no se manejan de forma adecuada, pudiendo expresarlos,
comentarlos, trabajarlos con los Acompañamientos pastorales asertivos y
transformadores, con los profesionales de Psicología y Salud Mental,
estaremos afrontando además de esta pandemia, una enorme crisis de Salud
Mental. Conclusión
El conocimiento sobre los procesos emocionales por
los que pasa la persona que padece en duelo y las familias, frente a las
micro muertes y a la muerte misma, por parte de las personas agentes de
Acompañamiento pastoral, es de gran importancia en la tarea de brindar
soporte. Es decir, es de vital importancia conocer las etapas y tareas de
elaboración del duelo con el fin de aportar elementos en su resolución, desde
la espiritualidad. Los soportes médico, emocional, social y espiritual
a quienes enfrentan la vivencia de la enfermedad o la muerte de un ser
querido frente al COVID 19, tienen como propósito la búsqueda de la
calidad en la vida de quienes están en duelo. Cada persona transitará por los caminos del duelo de
forma diferente. Lo importante será contribuir con nuestra acción pastoral a
eso, a transitar. Desde el acompañamiento pastoral será muy importante
estar con las personas escuchándolas activamente, posibilitando la expresión
de sus sentimientos, animándolas a encontrar de nuevo sentido y horizonte,
siendo signos de esperanza, fortaleciendo la fe en el Dios de gracia y amor
incondicional; toda esta tarea con el propósito de “prolongar la acción de
Jesús con la persona en duelo, como expresión de la ternura de Dios hacia
la persona sufriente (García Chamizo 2018, énfasis nuestro). Referencias
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Paidós. Edwin
Mora Guevara.
Costarricense, Metodista, Doctor en Psicología, Master en Drogodependencias,
Master en Ciencias Teológicas (UBL); Licenciado en Teología, (SBL);
Licenciado en Ciencias de la Educación; Licenciado en Psicología (UC);
Bachiller en Música Sacra, Ex- Rector de la UBL, actualmente Vicerrector
académico de la Universidad Bíblica Latinoamericana. Áreas de enseñanza:
Psicología pastoral, Liturgia, Pastoral, Investigación, Consejería Pastoral. Correo electrónico: e.mora@ubl.ac.cr |
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