Ruth Vindas

Pastoral con rostro de niñeces migrantes

Resumen

La migración se ha convertido en una crisis mundial con graves afectaciones para todas las personas que se han visto forzadas a acogerse a la movilidad humana. En Latinoamérica, este fenómeno se ha agravado aún más en los últimos meses, poniendo en riesgo la vida de cientos de personas cada día. La niñez que migra, bien sea que viajen con acompañamiento de personas adultas o que lo hagan solos y solas, continúa siendo uno de los grupos más vulnerables. Por tal razón, este artículo se ha elaborado con el objetivo de motivar a las iglesias y Organizaciones Basadas en la Fe, principalmente, para que desarrollen algunas estrategias de acompañamiento pastoral que den contención y asistencia a estas niñeces en desventaja. Consideramos de importancia que este acompañamiento contenga un sustento bíblico- teológico y pastoral. Para ello, proponemos una relectura de dos textos bíblicos de Génesis en donde se narran las historias de Agar e Ismael como migrantes, frente al peligro del abandono, la injusticia y la muerte. Con algunos insumos que se rescatan de esta relectura del texto bíblico, se elabora una propuesta teológico- pastoral que permita tomar consciencia de la realidad de las niñeces migrantes en nuestros contextos latinoamericanos. Se pretende que, al tomar consciencia más plena de esta realidad, se promuevan espacios de acogida y de acompañamiento pastoral en forma integradora. Pese a que en este artículo no se abordan a profundidad cada una de estas áreas, se busca que, a partir de esta propuesta, haya una búsqueda más intencional de herramientas que permitan fortalecer el trabajo pastoral dirigido a las niñeces migrantes.

Palabras clave: niñeces, pastoral, acompañamiento, migración, protagonistas.

Ruth Vindas

Pastoral with the face of migrant childhoods

Summary

The Migration has become a global crisis with serious impacts for all people who have been forced to embrace human mobility. In Latin America, this phenomenon has worsened even more in recent months, putting the lives of hundreds of people at risk every day. Children who migrate, whether accompanied by adults or alone, continue to be one of the most vulnerable groups. For this reason, this article has been prepared with the objective of motivating churches and Faith-Based Organizations, mainly, to develop some strategies of pastoral accompaniment that provide containment and assistance to these disadvantaged children. We consider of importance that this accompaniment contains a biblical-theological and pastoral support. To this end, we propose a rereading of two biblical texts from Genesis where the stories of Hagar and Ishmael are narrated as migrants, facing the danger of abandonment, injustice, and death. With some inputs that are rescued from this re-reading of the biblical text, a theological-pastoral proposal is elaborated that allows us to become aware of the reality of migrant children in our Latin American contexts. It is intended that, by becoming more fully aware of this reality, spaces of welcome and pastoral accompaniment will be promoted in an integrative way. Although this article does not address each of these areas in depth, it is hoped that, based on this proposal, there will be a more intentional search for tools to strengthen the pastoral work directed to migrant children.

Keywords: children, pastoral, accompaniment, migration, protagonists.

Ruth Vindas

Pastoral con rostro de niñeces migrantes

— ¡Levántate!... ¡Eres tú, heroico niño, quien ha salvado a tu madre! (Serie animada Marco).[1]

 

Con la célebre frase anterior finaliza la serie “Marco”. Para quienes vimos esta serie animada allá por los años 1980 y 1990 y nos capturó la imaginación, aún guardamos en nuestra mente muchas de las imágenes presentadas en cada uno de sus capítulos. “Marco, de los Apeninos a los Alpes”, escrito por Edmundo de Amicis en 1886, narra la historia de un niño de 13 años que estuvo dispuesto a luchar contra cada obstáculo que se presentó en su camino, con tal de reencontrarse con su madre. Ella había migrado hacía dos años de Italia a Argentina en busca de mejores opciones para su familia. Este niño migrante se nos presenta en una lamentable condición, no sólo física, sino también material y emocional:

Consumido por la fatiga y el insomnio, roto y sucio, reprendido y maltratado de la mañana a la noche, el pobre muchacho se debilitaba cada día más, y se hubiese descorazonado por completo si el capataz no le hubiese dirigido de vez en cuando alguna palabra amable.

Muchas veces, en un rincón del carro, cuando no lo veían, lloraba metiendo la cara dentro de la bolsa; que ya no contenía más que harapos. Cada mañana se levantaba más débil y más desalentado, y contemplando el campo, ante la llanura sin fin e implacable, como un océano de tierra, se decía: «¡No llego a la noche, no llego a la noche, no llego a la noche! ¡Hoy me muero en el camino!».[2]

En este relato se refleja la dura situación económica, social, emocional y anímica que atravesaba el pueblo italiano a mediados del siglo XIX, misma que produjo una gran ola migratoria a principios de 1870. No obstante, continúa siendo una terrible realidad para miles de familias hoy en todo el mundo. En medio de estos procesos migratorios, las niñeces son de los grupos mayormente afectados. Bien sea que se trate de niños y niñas que viajan con su padre, madre u otra persona adulta responsable, bien sean niños y niñas que viajan sin compañía de una persona adulta, donde el riesgo que corren es aún mayor.

Lo cierto es que cuando se habla del tema de las migraciones y movilidad humana, generalmente se piensa más en personas adultas. Cuando se plantean programas de contención y apoyo social y desde los derechos humanos de personas migrantes, generalmente se plantean con la mente puesta en personas adultas. Se deja así invisibilizada la población de niñas y niños migrantes. Por eso consideramos de importancia hacer una propuesta de pastoral de acompañamiento para las niñeces en contextos de migración, bien sea porque estas niñeces se ven en la necesidad forzada de migrar o porque se quedan en sus países en ausencia de sus padres y/o madres, quienes se han visto en la necesidad de migrar. Cualquiera que sea el caso, necesitan un acompañamiento pastoral que les ayude a enfrentar esta realidad. En todo contexto de migración, las niñas y los niños se ven afectados muy directamente en su vida emocional, física, espiritual y social. Por lo tanto, la intención de este artículo es reflexionar sobre algunas herramientas que, desde la pastoral, pueden ayudar para que sus vidas no se vean tan gravemente afectadas sin que nadie les asista.

No obstante, para efectos de este artículo, el aporte se ofrecerá para las niñeces que son forzadas a salir de sus lugares natales. Desde esta perspectiva, consideramos que es nuestra responsabilidad, como comunidades eclesiales y organizaciones basadas en la fe, ofrecer propuestas pastorales para que estas niñeces tengan una vida digna y sana. Debemos promover iglesias y comunidades de base que puedan ver en los rostros de esta población las realidades de la movilidad humana y que se asuman estas poblaciones como agentes teológicos y pastorales de la misión de Dios.

Antes de comenzar las reflexiones, queremos hacer dos aclaraciones: La primera es sobre lo que entendemos por niños y niñas y también que, en adelante, en este artículo trabajaremos el concepto de niñeces. En cuanto a lo que entendemos como niños y niñas, tomamos como referencia lo establecido por la Convención de los Derechos del Niño (CDN) de 1989, donde se define como niño o niña a toda persona menor de 18 años.[3] Tanto la Comisión Internacional de Derechos Humanos (CIDH), como la Corte Interamericana han establecido que se aplicarán los derechos establecidos para la niñez, a todas las personas menores de 18 años. Por ello, en este artículo, la condición de niños y niñas migrantes sigue esta misma definición general.

En cuanto al concepto de “niñeces”, rescatamos con especial atención el aporte que ofrece la filósofa y escritora Olga Grau[4], cuando motiva a que no deberíamos hablar de niñez, sino de niñeces en el centro. Grau También remarca la importancia de nunca olvidar el carácter plural y múltiple que tiene la infancia y la adolescencia. Estamos muy de acuerdo con el pensamiento de la filósofa, ya que no solamente se trata de que cada niño y niña posee su propia historia, sino que son diversas las realidades, situaciones, edades y experiencias que los identifica, además de los contextos diversos en los que han crecido. Al respecto, también es importante tomar en cuenta la siguiente afirmación:

Si bien la infancia como categoría existe permanentemente en la estructura de todas las sociedades, en cada contexto en que se desarrolla el fenómeno de la infancia se identifican ciertas especificidades. La infancia no es homogénea. Al interior del grupo infantil se dan diferencias y desigualdades de género, de clase social o de origen étnico-nacional. En cada territorio y momento histórico han sido distintas las expresiones del fenómeno de la infancia y, con ello, el concepto mismo de infancia. En este sentido, este enfoque sociológico identifica distintas formas de ser niña o niño, es decir, se reconoce la existencia de diversas “infancias” lo que comprueba su construcción social.[5]

Por lo tanto, nos parece que, referirnos a niñeces es un aspecto muy acertado ya que nos permite tomar en cuenta la diversidad y especificidades de esta población.

El desarrollo de este articulo está divido en tres secciones: En la primera parte presentamos una visión generalizada desde lo social de las niñeces migrantes. En la segunda parte haremos una relectura bíblico- teológica de dos textos del Génesis. Desde aquí abordaremos el tema de la migración de niños y niñas desde la realidad que vivió el niño Ismael y su madre Agar como migrantes. En una tercera parte abordaremos una propuesta de pastoral de acompañamiento para las niñeces migrantes. En este apartado también brindaremos algunas recomendaciones de actividades que se pueden realizar como ejercicio práctico del acompañamiento. Además de las conclusiones generales del artículo.

Panorama general de las niñeces migrantes

En un informe de la UNICEF, que se refiere al tema de las niñeces en movimiento en América Latina y el Caribe, se ha establecido de forma muy clara la situación y cantidad de niñeces que se encuentran en proceso de migración:

Más que nunca, los niños, niñas y adolescentes se desplazan en América Latina y el Caribe. Una de cada cuatro personas que transitan por la región son niños, niñas y adolescentes. Muchos viajan con sus familias, mientras que otros lo hacen solos.[6]

Junto a la descripción de las condiciones en las que se desplazan las niñeces migrantes, este informe también presenta datos contundentes sobre el alto grado de migración forzada que padecen las niñeces en la región:

Las niñas, niños y adolescentes (NNA) suelen representar entre una quinta y una cuarta parte de las personas que se desplazan en la región: en 2019, los NNA de 0 a 17 años constituían el 19 por ciento de los migrantes en la región; en 2021, constituían aproximadamente el 26 por ciento de las personas desplazadas internacionalmente por la fuerza en las Américas.[7]

Es importante destacar que dentro de este grupo de niños y niñas que migran forzosamente en la región, muchos viajan en compañía de personas adultas, pero hay un alto porcentaje que viajan sin compañía. No obstante, todas estas niñeces se ven expuestas a enfrentar peligros y padecer traumas, los cuales marcarán sus vidas para siempre.

Niñeces que migran acompañadas

Los niños y niñas que viajan en compañía de personas adultas, se enfrentan a procesos que les provocan duelos, tristeza, ansiedad, aparte de las situaciones de hambre, cansancio, enfermedades y hasta el peligro de morir durante la travesía. Todo esto aunado a los peligros por la inseguridad geográfica de los caminos por los cuales deben transitar, a la fauna salvaje propia de los lugares de paso. Junto a ello, también se encuentra la presencia de personas que pueden provocarles daños físicos y emocionales a ellos y/o a sus padres con tal de dejarles continuar su peregrinaje. De manera que, aunque son niños y niñas que viajan en compañía, se ven expuestos a los peligros de la migración. Tanto en el paso por las peligrosas selvas del Darién entre Colombia y Panamá, así como en la frontera norte entre México y Estados Unidos, se sabe de familias que llevan a sus hijos pequeños, a veces bebés, durante miles de kilómetros, cruzando casi todo el continente, en busca de una vida mejor.[8] Muchos de estos casos han terminado con la muerte trágica de los menores.

Otro punto importante en cuanto a las niñeces que viajan acompañadas es que, en la mayoría de los casos, ellos y ellas no han sido tomados en cuenta para tomar la decisión de migrar. En algunos casos porque se trata de niños y niñas de corta edad. Pero se dan muchos casos de niñeces de edad escolar y adolescencia a los que sus padres no les toman opinión. Se asume que es una decisión que corresponde únicamente a los padres. Pero al no ser tomados y tomadas en cuenta, los procesos de la migración se vuelven aún peores, afectando mayormente el área emocional.

En este sentido, sería muy bueno tomar en cuenta que en el caso de las niñeces que participan en este proceso migratorio sean considerados como actores sociales. Para que esto sea posible, se les debería dar la oportunidad para que puedan desarrollar acciones e incidencia en su propia vida y en el entorno que habitan. Además, que sus opiniones sean atendidas por parte de sus padres o de las personas adultas que estén tomando decisiones sobre la vida de ellos y ellas. Este es un factor que no solamente debería tomarse en cuenta por parte de las familias de las niñeces, sino también por las instituciones, tanto de sus lugares de origen como de destino. Sin embargo, en la mayoría de los casos, estos son parámetros de difícil cumplimiento, porque “en general se les trata como un ‘objeto’ pasivo y receptor de las decisiones y protección adultas (adultismo), y no como un sujeto que sí actúa dentro del marco minoritario de poder que tiene para hacerlo”.[9] No obstante, en una propuesta pastoral de acompañamiento, este elemento es de vital importancia para la recuperación resiliente de las niñeces migrantes. Pero esto lo veremos en el apartado correspondiente.

Otro aspecto que es importante considerar con respecto a las niñeces migrantes es sobre los procesos de adaptación que tienen que enfrentar en los lugares de destino. No es sólo que los niños y niñas deben hacer un proceso inesperado de separación de sus entornos cotidianos. Al llegar a su lugar de destino, se ven forzados y forzadas a realizar nuevos aprendizajes sociales, nuevas amistades y en muchos casos hasta deben aprender un nuevo idioma y adquirir otras prácticas culturales. Además, deben enfrentarse a los estereotipos y xenofobia con las que, muy posiblemente, se van a topar en su lugar de llegada. Todo ello, sin considerar los problemas económicos que deberán enfrentar como familia en un lugar desconocido, mientras se van insertando poco a poco en su nuevo espacio y territorio de vida.[10]

Niñeces que migran solas

Los niños y niñas que se ven forzados a migrar en solitario, lo hacen por varias razones, aun cuando sean conscientes de los peligros y riesgos que eso genera en sus vidas. En algunos casos los menores no acompañados han perdido a sus padres debido a la violencia experimentada en sus lugares de origen, o a las condiciones del viaje. En otros, proceden de familias numerosas muy pobres en donde ellos y ellas, siendo muy jóvenes aún, se han visto en la necesidad de ser los sostenedores del hogar. Otros, porque el grado de violencia que enfrentan en sus países es tal, que deciden migrar para huir de dicha violencia. O bien, puede tratarse de niños y niñas que sus familias se deshicieron de ellos o ellas, o les embarcaron con la esperanza de que consiguieran un futuro mejor para todos. Como quiera que sea, son niñeces que se han visto confrontadas con las violencias tanto generalizadas como dirigidas.

En una investigación realizada para Save The Children, sobre las razones sociales, económicas, políticas y de seguridad que generan la migración forzada de las niñeces, se llegó a conclusiones alarmantes de la situación en la que se encuentra este grupo generacional en el denominado “Triángulo Norte de Centroamérica”:

La pobreza y la falta de oportunidades son los factores impulsores más citados en las zonas rurales. Si bien en las zonas urbanas las oportunidades educativas y laborales son más accesibles (aunque podrían ser inadecuadas), la violencia y la actividad delictiva ejercen una presión adicional sobre los niños y las niñas para que migren… Muchos niños y niñas de zonas urbanas que no pueden irse tienen solo dos alternativas viables para ganarse la vida (donde no existen oportunidades de educación superior de calidad): unirse a la pandilla para beneficiarse económicamente de actividades ilegales, como el tráfico de drogas, o tratar de aprender habilidades prácticas y profesionales, como la carpintería o la costura, para ganarse la vida legalmente.[11]

Como podemos ver, las razones que obligan a las niñeces a migrar son variadas y muy violentas. Lo más grave es que huir no les asegura el bienestar tampoco. En los procesos migratorios todas las personas se ven enfrentadas a muchos peligros y situaciones complejas y las niñeces no escapan de ello. Es más, son los grupos más vulnerables. En sus trayectos, estas niñeces corren el riesgo de sufrir de hambre, de frío, de padecer enfermedades sin tener a alguien que les cuide. Muchas veces también por temor a ser devueltos a sus lugares de origen, guardan silencio ante otras adversidades peores como el sufrir explotación sexual, y por el crimen organizado, a tener que soportar discriminaciones por los lugares que tienen que atravesar. Todas estas situaciones tan violentas les trae como consecuencia, además, problemas de salud mental y en toda su integridad humana.[12]

También tenemos la situación de los niños y las niñas que se quedan en sus países de origen pero que igualmente sufren por la partida de su padre o madre que migran con el propósito de encontrar mejores opciones para su familia. Estas niñeces sufren las secuelas de la ruptura familiar. También ellos y ellas necesitan contención y todo el apoyo para salir adelante. Muchas veces experimentan sentimientos de culpa o de rechazo. Se ven en la necesidad de ser cuidados por otras personas que no son sus padres. Estas situaciones que escapan de su control, les puede provocar también el sentimiento de abandono, o de tener que asumir responsabilidades que no les corresponde. Esta es una dinámica que muchas veces le toca enfrentar a niños y niñas mayores, deben asumir el cuido de sus hermanos o hermanas más chicos. En estos casos se les obliga a asumir roles paternos para los que no están preparados y preparadas.

Testimonios de niñeces migrantes

Queremos cerrar esta sección con los testimonios de algunos niños y niñas migrantes de Centroamérica. Estos testimonios son tomados de una investigación realizada para UNICEF. Se aclara que todos los nombres son ficticios.

Jennifer, de Honduras

La madre de Jennifer fue asesinada por una pandilla hace dos años y su padre se quedó en Honduras. Jennifer, de 10 años, viaja desde Honduras con sus tres hermanos. Ya en México, agarra un diario que ha hecho, que contiene imágenes que ella misma ha dibujado de su viaje. Jennifer es una de los muchos niños y niñas que han escapado de la violencia relacionada con las pandillas, la delincuencia organizada, la extorsión y la pobreza.

Kylie, de México

Kylie, de 15 años, de México, se llevó la camiseta de una competición de baile por los buenos recuerdos que le traía. “Mis amigas y yo íbamos caminando hacia la competición de baile y nos caímos en el barro”, cuenta Kylie. “La camiseta sigue manchada, pero me recuerda a mis amigas”. Kylie confiesa que le gustaría ser psicóloga porque sus amigas dicen que sabe escuchar. Mientras tanto, Kylie (y muchos otros como ella) debe hacer una travesía larga e incierta en la que se expone al peligro de la explotación, la violencia y los abusos.

Maylin, de Honduras

Maylin, de 15 años, llegó a México con otros migrantes hace tres meses, huyendo de los problemas de su país de origen, Honduras. “Cuando iba con la ‘caravana’, la menstruación era difícil de llevar porque no había privacidad”, asegura, pero añade que las niñas trataban de ayudarse unas a otras para encontrar privacidad cuando podían. Sujeta la jirafa de peluche que se llevó al viaje. “La parte a pie fue dura, pero conocí a gente de todo el mundo que tenía la misma esperanza que yo”, dice. “Eso fue muy bonito para mí”. Por desgracia, muchas mujeres y niños no acompañados carecen de protección y suelen viajar solos, lo que los convierte en presa fácil de traficantes, delincuentes, bandas organizadas, fuerzas de seguridad y otros que abusan de ellos, los explotan o incluso los matan.[13]

Estos testimonios de niños y niñas adolescentes demuestran las múltiples formas en que sus vidas se ven en peligro en los procesos migratorios. No siempre estas historias terminan bien. Es lamentable saber que la despreocupación por la niñez inicia en sus propios países de origen, los cuales no les asegura un bienestar integral para el desarrollo sano de sus vidas. Desde ahí se inicia la violencia hacia este grupo poblacional. Ahora bien, estas realidades que sufren las niñeces migrantes, no son propias y exclusivas de nuestra época. Las migraciones y la movilidad humana responden a una dinámica social y hasta, en alguna medida, natural, pues también incluye a los animales. Y de igual manera, esta práctica se ha dado por diversas razones, ya sea por desastres naturales, o por guerras, por hambrunas, por ir en busca de mejores opciones de vida y por la necesidad de encontrar mejores territorios, entre otras razones. Así que el problema no es la práctica de las migraciones. El problema radica más bien en las migraciones forzadas, es decir, cuando las personas se ven obligadas a abandonar sus territorios o lugares de origen por situaciones que están vinculadas principalmente a la violencia, la injusticia e inequidad social y económica.

Relectura bíblica y teológica desde las niñeces migrantes

Para desarrollar esta sección, nos apoyaremos en los textos bíblicos que se encuentran en los capítulos 16 y 21, 8-21 del libro de Génesis. El objetivo es hacer una relectura bíblica de estos textos desde la visión de las migraciones, sobre todo aquellas migraciones que implican a las niñeces. A partir de la relectura de estos textos vamos a identificar algunas claves importantes sobre el cuidado de las niñeces migrantes.

Para tener el contexto específico de la niñez migrante, comencemos con el texto sobre la expulsión de Agar e Ismael:

El niño Isaac creció y fue destetado. Ese mismo día, Abraham hizo un gran banquete. Pero Sara se dio cuenta de que el hijo que Agar la egipcia le había dado a Abraham se burlaba de su hijo Isaac. Por eso le dijo a Abraham:

—¡Echa de aquí a esa esclava y a su hijo! El hijo de esa esclava jamás tendrá parte en la herencia con mi hijo Isaac.

Este asunto angustió mucho a Abraham porque se trataba de su propio hijo. Pero Dios le dijo a Abraham: «No te angusties por el muchacho ni por la esclava. Hazle caso a Sara, porque tu descendencia se establecerá por medio de Isaac. Pero también del hijo de la esclava haré una gran nación, porque es hijo tuyo».

Al día siguiente, Abraham se levantó de madrugada, tomó un pan y un odre de agua, y se los dio a Agar, poniéndoselos sobre el hombro. Luego le entregó a su hijo y la despidió. Agar partió y anduvo errante por el desierto de Berseba. Cuando se acabó el agua del odre, puso al niño debajo de un arbusto y fue a sentarse sola a cierta distancia, pues pensaba: «No quiero ver morir al niño». En cuanto ella se sentó, comenzó a llorar desconsoladamente.

Cuando Dios oyó al niño sollozar, el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo y le dijo: «¿Qué te pasa, Agar? No temas, pues Dios ha escuchado los sollozos del niño. Levántate y tómalo de la mano, que yo haré de él una gran nación».

En ese momento Dios le abrió a Agar los ojos, y ella vio un pozo de agua. En seguida fue a llenar el odre y le dio de beber al niño. Dios acompañó al niño, y este fue creciendo; vivió en el desierto y se convirtió en un experto arquero; habitó en el desierto de Parán y su madre lo casó con una egipcia (Gn 21, 8-21).

El drama que presenta el texto anterior es más que elocuente. La infancia de Ismael se presenta en forma dramática con altos riesgos a su integridad humana, donde el abandono, la injusticia y la violencia reflejan el contraste entre la actitud de Abraham y Dios frente al niño. La forma como cada uno de ellos toma acciones ante las necesidades de este niño, que se encuentra en completa vulnerabilidad, nos arroja mucha luz y desafíos en cuanto a nuestro trato hacia las niñeces migrantes.

La relectura de ambos textos (Gn 16 y 21, 8-21), desde la perspectiva de las niñeces migrantes en nuestra realidad latinoamericana, nos permitirá destacar algunos puntos relevantes para la reflexión teológica y para la acción pastoral. En este proceso de relectura de los textos, también se tomará en cuenta la imagen de Dios que aparece como el protector de la vida y promotor de la justicia y el amor para todas las generaciones y en cualquier situación. Los personajes de Abrahán y Sara se analizarán como una representación de lo que es el comportamiento humano bajo algunas presiones sociales y culturales, pero también en la forma en que esas presiones les hacen tomar decisiones, ya sea a favor o en contra de la vida.

Agar e Ismael como víctimas de la injusticia social y cultural

Aunque para la reflexión sobre una relectura bíblica desde la perspectiva de las niñeces migrantes nos vamos a concentrar en el texto de Génesis 21, 8-21, hay algunos detalles del texto que son propios del contexto social en el que se dieron los eventos, por ejemplo, el tema de la esterilidad. Por esa razón, es importante tener ese contexto a partir del capítulo 16 del mismo libro, ya que, en el contexto de este texto, se puede observar que la esterilidad era asumida como una prueba o un castigo proveniente de Dios. Esto hacía que, como una forma de “lavarse” o de purificarse, las mujeres estériles podían recurrir a la adopción del hijo que su marido hubiese engendrado con su esclava.[14] Se tiene así que, lo que se narra en el texto de Génesis 16 sobre Agar, pudo haber sido una práctica común. No obstante, para efectos de este artículo, reiteramos que nuestra mirada será un ejercicio de relectura desde las migraciones, ya que, aunque esto fuese una costumbre en antaño, ni esta práctica ni lo ocurrido con Ismael, es algo que sea aceptado hoy en nuestras realidades sociales latinoamericanas y caribeñas. Mucho menos, cuando se trata de la vida de las niñeces. Dicho esto, procedemos a ver el texto en cuestión.

Recordemos que en el capítulo 16 de Génesis, cuando Agar quedó embarazada, huyó al desierto con Ismael en el vientre, porque recibía malos tratos por parte de Sara. En aquella ocasión fue por celos, ya que, según la versión de Sara, Agar la miraba con desprecio. Nos preguntamos: de haber sido cierta esta actitud de Agar ¿No estaría en toda razón de asumir tal comportamiento? ¿No era acaso una niña, extranjera, esclava, abusada por su señor por orden de su ama? Pero, además, aunque no se dan mayores detalles al respecto, se observa la situación adversa de Agar: “Y como Sarai la afligía, Agar huyó de su presencia” (Gn 16, 6). En todo caso, estos actos de agresión contra una migrante y esclava eran validados por Abrahán, ya que él permitió y autorizó a Sara para que ella decidiera sobre la vida de la esclava Agar.

Ahora bien, en este sentido hay otros elementos a considerar, específicamente en el caso de Sara. Ella también experimentaba una situación compleja, propia de su tiempo, ya que el peso social que ella cargaba, al ser estéril, era muy grande. Desde esta perspectiva, podríamos interpretar que solamente ella era la causante del dolor que padecía Agar. Sin embargo, debemos anotar que el actuar de Sara partía de su incapacidad de cumplir con el mandato social que, como mujer, le había sido asignado por la sociedad: la maternidad. Era una carga muy pesada para las mujeres de esa época no poder dar a luz. Se ve también reflejado el poder de la toma de decisiones según patrones socioculturales que afectaban en diferente medida la vida de todas las personas. En este punto cabe acotar que, aunque bajo condiciones diferentes, estos patrones socioculturales no han cambiado mucho en la actualidad.

Según el relato del capítulo 16 de Génesis, cuando Agar huye al desierto, tiene un encuentro con el ángel de Yahvé, quien “le dijo: Agar, sierva de Sarai, ¿de dónde vienes, y a dónde vas?” La respuesta de Agar fue contundente: “huyo de delante de Sarai mi señora” (v. 8). Esto refleja que Agar no escapa al desierto a poner en riesgo su vida por mero placer. Parece que su decisión fue repentina, provocada por una situación difícil, como quien es ahuyentada por el temor a sufrir mayores atropellos. Otro elemento importante es ¿por qué el Ángel le hizo esa pregunta? ¿Acaso no sabía lo que ocurría? ¿Acaso no sabía cuál sería la respuesta? Esto nos hace pensar que, a través del Ángel, Dios se interesa en abrir un espacio de diálogo con la joven. Vemos a Dios siempre prestando atención y presente en medio de las crisis.

Otro punto muy importante a destacar, es el cuidado de Dios hacia la vida de Agar. En esta época era un alivio tener el amparo del patronazgo, es decir, para las personas que se encontraban en condiciones de crisis, como en el caso de Agar, era sumamente importante tener a alguien con la capacidad de protegerlas.[15] Pero, si lo vemos desde “nuestros ojos contemporáneos”, por supuesto que esto lo consideramos un abuso. En la actualidad, la huida de Agar nos recuerda las múltiples razones que llevan a gran cantidad de adolescentes a optar por la migración aun cuando eso les cueste la vida

Cuando llegamos al capítulo 21 de Génesis, nos encontramos con el hecho que Ismael, aunque ya había sido reconocido por su padre Abraham como su hijo[16], fue marginado por tener una madre esclava y migrante, por lo tanto, fue considerado un hijo ilegítimo. En el contexto que describe Génesis 21, Isaac tenía tres años y su hermano Ismael tenía aproximadamente 17 años. De nuevo aparece en escena Sara para arremeter por segunda vez contra Agar y su hijo. “Y vio Sara que el hijo de Agar la egipcia, el cual esta le había dado a luz a Abraham, se burlaba de su hijo Isaac. Por tanto, dijo a Abraham: Echa a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo” (vv. 9-10). Ante la aparente “burla” de Ismael hacia Isaac, Sara exigió a Abraham la expulsión de Agar y su hijo Ismael. Resaltamos aquí “aparente burla” porque hay otra razón mayor para buscar deshacerse de Agar y su hijo: los beneficios de la herencia.

Nos vamos a detener un momento en este punto ya que es el motivo por el cual Ismael y su madre fueron desterrados. Nos referimos al versículo 9, en el cual aparece el verbo “de la discordia”, tsakjác, que significa “reír”. Según la Nueva Concordancia Strong Exhaustiva de la Biblia, este verbo puede interpretarse como “reírse a carcajadas”, ya sea de alegría, de regocijo o por una broma, pero también puede interpretarse como una risa de burla o deshonor.[17] Estas diferentes posibilidades de traducción también se reflejan en las diferentes interpretaciones de este texto en las versiones bíblicas. Por ejemplo, en las versiones de la Biblia Reina Valera (RV) y Dios Habla Hoy (DHH) aparece que Ismael se burlaba de Isaac, pero en la Biblia de Jerusalén (BJ) y en Biblia de América (BA) dice que Ismael jugaba con Isaac:

Y vio Sara que el hijo de Agar la egipcia, el cual esta le había dado a luz a Abraham, se burlaba de su hijo Isaac (RV).

Pero Sara vio que el hijo que Agar la egipcia le había dado a Abraham, se burlaba de Isaac.

Vio Sara al hijo que Agar la egipcia había dado a Abraham jugando con su hijo Isaac (BJ).

Sara vio que el hijo nacido a Abrahán de Agar, la egipcia, jugaba con Isaac (BA).

Frente a esta dificultad de interpretación, no se puede establecer lo que específicamente estaba ocurriendo entre Ismael e Isaac. Pero, lo que se puede comprender es que se trataba de una situación que involucraba la relación entre dos niños y que, por esa razón, no es muy complicado afirmar que era motivo suficiente para la reacción de Sara. Desde esta perspectiva, lo más probable es que su reacción está motivada por la herencia.

Frente a esto, es importante considerar algunos elementos fundamentales que tenían que ver con la herencia. Según la regla fundamental sobre este tema de la herencia, además de que sólo los hijos varones tenían derecho a ella, el hijo mayor o primogénito mantenía una posición privilegiada, independientemente si el hijo era de una esclava o de la esposa. Siempre era el primogénito el que heredaba una doble porción de los bienes del padre. Estas directrices para heredar los bienes familiares estaban establecidas en las leyes deuteronomistas:

Si un hombre tuviere dos mujeres, la una amada y la otra aborrecida, y la amada y la aborrecida le hubieren dado hijos, y el hijo primogénito fuere de la aborrecida; en el día que hiciere heredar a sus hijos lo que tuviere, no podrá dar el derecho de primogenitura al hijo de la amada con preferencia al hijo de la aborrecida, que es el primogénito; mas al hijo de la aborrecida reconocerá como primogénito, para darle el doble de lo que correspondiere a cada uno de los demás; porque él es el principio de su vigor, y suyo es el derecho de la primogenitura (Dt 21, 15-17).

Este código legal deuteronomista refleja la importancia que tenía la primogenitura con respecto a la herencia. Era una forma de asegurar que el padre no favoreciera al hijo de la mujer preferida, en detrimento del primogénito.[18]

Conociendo este panorama, podemos interpretar que, desde su interés por asegurar la herencia únicamente para su hijo Isaac, Sara utilizó la estrategia –por cierto, muy buena– de interpretar la situación del momento como una burla por parte de Ismael y no como un juego entre dos niños. Podríamos decir que no hubo en Sara un pensamiento y una visión objetiva de ver a un hermano mayor que, siendo adolescente, disfrutaba de un buen momento de celebración y alegría con su hermano pequeño. ¿Cómo leeríamos este relato de haber sido narrado por Ismael? Podemos preguntarnos también ¿Cuáles son los pretextos y justificaciones más argumentadas que provocan las injusticias hacia las niñeces migrantes en nuestros contextos latinoamericanos? De la misma forma como ocurrió con Ismael, cabe preguntarnos: ¿cuáles son los derechos de los que se están despojando a nuestras niñeces migrantes? ¿Qué historias tendrán que contar nuestros niños y niñas que se ven en la obligación de salir de sus territorios?

También es importante destacar que, en ambos eventos, Abraham actúo con total irresponsabilidad. Primero dejó que Sara abusara de Agar, obligándola a huir y, luego, aceptó la imposición de ella, nuevamente, de echarlos de la casa a una muerte segura en el desierto. Sara y Abraham no tomaron en cuenta los riesgos que sus actos implicaban para la vida del niño y de la madre, o, ¿es que podrían vivir mucho tiempo en el desierto dos personas con un trozo de pan y un odre con agua? Si reflexionamos estos hechos con las realidades de las niñeces migrantes, ¿no es esta la misma situación que están enfrentando hoy día tantos niños, niñas y adolescentes que son forzados a enfrentarse a condiciones inhumanas en sus travesías por desiertos, selvas y mares para encontrar una “solución” a sus condiciones de vida?

Imágenes del texto en favor de las niñeces migrantes

Es a partir de estos actos de crueldad manifestados por Abrahán y Sara que queremos hacer ahora una relectura de estos textos desde la perspectiva de las niñeces migrantes latinoamericanas y caribeñas de nuestro tiempo. Haremos una comparación entre estos dos personajes como representantes de los rostros de las injusticias y violaciones que se ejercen sobre la vida de niños, niñas y adolescentes migrantes. Frente a esto, se presenta a Dios como “el Dios que me ve”, el Roí. Se trata del Dios que miró y acompañó a Agar y a su hijo Ismael cuando por causas injustas fueron obligados a dejar su “espacio seguro” para enfrentarse a una realidad de muerte. Tal resulta ser la migración forzada que enfrentan nuestras niñeces latinoamericanas hoy. Quedan solas, sin comunidad, solamente protegidas por la intervención divina. Pero veamos con detenimiento estas imágenes de Dios

·     Imagen de Dios como sostenedor de la vida. En ambos momentos en que la vida de Agar y su hijo estuvieron en alto riesgo, fue Él quien salió en su rescate. En el primer momento de huida, Dios escucha las razones de aquella niña indefensa y le asegura la vida de ella y la de su hijo. A cambio Agar le da un nombre a este “Dios Roí que la ve” pero al que ella también logra ver. En un segundo momento, Cuando todo parece haber llegado a su fin, de nuevo Dios acude para sostener la vida de madre e hijo. De esta manera Dios nos invita hoy, igualmente, a sostener y cuidar de la vida de nuestros niños y niñas migrantes cuyas vidas están en riesgo en todo momento. Se trata de niños y niñas que al igual que Ismael, han sido despojados de su derecho a la vida por motivaciones injustas de los sistemas opresores de la actualidad. Bien sea que migren con sus familias o en solitario, en mayor o menor grado de peligros, abusos y violaciones, todos y todas tienen sus vidas pendientes de un hilo.

·     Imagen de las niñeces como sujetos activos en la historia. Según el pasaje, tanto para Sara como para Abraham, la única razón de la existencia de Ismael fue el temor a no tener descendencia. Ellos querían una descendencia que perpetuara su nombre. Al verse ancianos y sin posibilidad de tener hijos, la única opción fue utilizar a su esclava como vehículo de perpetuidad. Por eso se dio el abuso de Agar, una niña aún, que como vimos anteriormente era esclava y migrante, a la que no le quedaba otra opción que obedecer a sus amos. Con la llegada de Isaac, la presencia de Ismael ahora era un obstáculo. Tanto Agar como Ismael sólo fueron vistos como objetos, por eso los desecharon cuando ya no eran útiles a sus intereses. Sin embargo, en medio de sus conflictos de vida, Dios les dio a ambos un reconocimiento como sujetos de su propia historia. Dios reconoció la situación en la que estaban, pero no los dejó ahí, indefensos y en el olvido. Dios acudió en su auxilio, porque los vio, los escuchó y atendió su necesidad de vida. De igual manera, hoy tenemos el llamado a escuchar los gritos de auxilio de las personas migrantes y a tratarlas como sujetos y no como objetos de sistemas opresores ni simplemente como números para llenar las estadísticas. Hoy debemos asumir responsablemente el compromiso de atender a las poblaciones migrantes y, en especial, a la niñez invisibilizada e ignorada por muchos sectores. Debemos asumir la actitud divina de darles dignidad y contención en todo momento posible.

·     Imagen de una vida digna como símbolo de libertad. Las decisiones de Abraham y Sara los llevaron a cometer grandes injusticias hacia Agar e Ismael. Quisieron eliminar su problema poniendo en riesgo la vida de ambos. En medio de su situación adversa, Dios les rescató y les brindó la oportunidad de tener una vida digna y en libertad. De igual manera, él nos invita a luchar por una vida digna para tantos niños y niñas que, por su condición de migrantes, viven en condiciones precarias y de abandono. Las niñeces migrantes son víctimas de las decisiones egoístas de los sistemas que les oprimen, bien sea en sus países de origen, en los de tránsito o en los de llegada. En todas partes, quienes se ven en la obligación de migrar forzadamente, resultan víctimas de personas inescrupulosas y mezquinas que ven en esta población vulnerable oportunidades para tratarles como objetos para sus actos de crueldad. Pero el llamado de Dios hacia quienes nos llamamos sus hijos e hijas es de abrirles espacios de vida, de darles acogida y refugio seguro y de redimir sus vidas. Nos corresponde construir pastorales orientadas a promover la dignidad y libertad para las niñeces migrantes.

·     Imagen de Dios como un encuentro de salvación para las niñeces migrantes. Es muy impactante ver en el texto la imagen del Dios que va al encuentro salvador del niño. En el relato vemos a Ismael manipulado antojadizamente según los intereses de Sara y Abraham. Se buscaron razones para justificar la violencia y se emitieron juicios sobre él. Lo despojaron de su casa, de su herencia, del bienestar y la seguridad de la familia. Lo empujaron al abandono, a la muerte. No hubo ninguna posibilidad de vida para él estando con ellos. Aunque si bien es cierto que ambos niños, Isaac e Ismael, tienen el mismo valor ante los ojos de la divinidad, claramente uno de los dos se encuentra en desventaja ante los ojos humanos. Es una realidad actual de nuestros contextos latinoamericanos, nos encontramos con situaciones similares de injusticia hacia las niñeces migrantes. Basta con observar la gran cantidad de niñeces desventajadas por las sociedades materialistas manipuladas por el capitalismo, para comprender por qué se ven forzadas a vivir vidas migrantes. Por esos niños y niñas en desventajas es que debemos asumir la tarea de acompañarles con mejores opciones de vida, pues solo de esa forma, quienes tenemos la responsabilidad de construir pastorales, nos podremos considerar como agentes de salvación en el contexto latinoamericano y caribeño.

·     Imagen de Dios que hace protagonistas de la historia a las niñeces migrantes. Otra imagen que vemos en este texto es la de Dios que salió al encuentro del niño y lo hizo protagonista. Dios escuchó el llanto y los gritos del niño a punto de morir. Aquellos gritos que suplicaban por la vida, por justicia, por seguridad. Sus gritos fueron de denuncia ante la crueldad de quienes debieron ser sostenedores y que, por el contrario, se habían convertido en sus verdugos. Cuando Dios escuchó su llanto, le asistió en rescate y lo hizo protagonista de su propia historia. Este escuchar de Dios fue más bien una puesta de atención absoluta a la realidad del niño y su madre. Dios estaba al tanto de todos los signos de muerte que se estaban gestando en la soledad y agonía del desierto. Actualmente, en muchos caminos de nuestro territorio latinoamericano y caribeño, se escuchan los gritos de las niñeces migrantes pidiendo auxilio. Se requiere de oídos que se involucren en una escucha activa para ofrecer atención a ese grito suplicante por la vida. Nuestros niños y niñas migrantes tienen el derecho de construir y contar sus propias historias. En donde sea que estén, a donde quiera que vayan, son personas que igual muestran el rostro de Dios. El Dios del que habló Jesús en Mateo 24. Los niños y niñas migrantes es esa población que está hambrienta, desnuda, en riesgo de todo tipo y que debemos socorrer. Dios nos invita a devolverles su protagonismo.

Contrario a una actitud de abandono, Dios acompañó y cuidó de Ismael por el resto de su vida. Cuando estaba a punto de morir, Dios le dijo a Agar: “Levántate, alza al muchacho, y sostenlo con tu mano, porque yo haré de él una gran nación” (Gn 21, 18). Agar como su madre debía guiarlo hasta que ese niño lograra tener una vida estable y segura. Somos llamados y llamadas por Dios para abrir espacios de seguridad a nuestras niñeces, pues para muchas de ellas solo se pinta un futuro sin oportunidades, sin alternativas. Debemos trabajar para construir futuros dignos y significativos para nuestra niñez.

En cuanto a la irresponsabilidad de Abrahán, comprendemos que él actuó de la forma que se esperaba según su época. No obstante, esto no es impedimento para realizar una relectura que nos permita tomar conciencia de nuestras realidades hoy. En este sentido, es conveniente destacar que, “según nuestra mirada”, una conducta como la que se describe en el texto por parte de Abraham y Sara, simplemente no es ética, pues es contraria a la vida y la justicia. Sin embargo, a través de este texto y la relectura del mismo que hemos propuesto, se nos presenta un gran desafío pastoral, pues es un llamado a que como comunidades de fe reflejemos el rostro de Dios y su justicia. Dios escucha y pide que nos pongamos en acción. Como el Dios tierno que cuidó de Ismael, él nos invita a actuar con ternura en estos tiempos de crisis migratoria, especialmente hacia nuestras niñeces. Por tal razón, en el siguiente apartado, planteamos algunas estrategias que pueden servir de base para una propuesta pastoral para las niñeces migrantes de nuestros contextos.

Fundamentos para el ejercicio de una Pastoral para las niñeces migrantes

Tras haber realizado la relectura del texto de Génesis 21, 8-21 desde los ojos de los grupos y de las personas migrantes, consideramos válido hacerle algunas preguntas pastorales al texto desde nuestras realidades específicas latinoamericanas y caribeñas. Actualmente, tenemos la oportunidad de volver a leer los textos de Génesis desde la declaratoria de los derechos humanos y en armonía con los valores del reino de Dios propuestos por Jesús de Nazaret. Por esa razón, poniendo en el centro a las niñeces migrantes, queremos proponer algunos parámetros o estrategias que podrían guiarnos hacia el ejercicio de una pastoral de acompañamiento a niños y niñas en condición de movilidad humana.

Desafíos actuales para la vida de las niñeces migrantes

Actualmente las niñeces latinoamericanas y caribeñas en condición de migrantes, se encuentran padeciendo muchas injusticias sociales, carentes de espacios propicios para una vida digna y segura. Primero, porque no deberían ser migrantes en riesgo. Como lo comentamos al inicio de este artículo, el problema no es que se practique la migración, el problema son las causas por las que migran tantas personas en la actualidad. En el caso de las niñeces, el mayor problema radica en que, en sus países de origen, no cuentan con las condiciones necesarias ni las oportunidades para crecer y tener una vida con dignidad. Por esa razón, lo más común es observar cómo se quebrantan y olvidan los derechos de estas niñeces, mientras que muy pocas personas se interesen por su situación.

En nuestro continente latinoamericano y caribeño hay multitudes de niños, niñas y adolescentes que se enfrentan a la migración forzada. Se ven ante la obligación de movilizarse de sus territorios, porque donde están sufren injusticias, abandono, violencia y abusos, lo cual nos recuerda los abusos que también sufrió Ismael. Podemos escuchar sus sollozos y sus gritos desgarradores esperando a alguien que acuda en su ayuda. Podemos actuar como Sara y Abraham, o podemos ser las personas que acuden en su defensa, cuidado, sostenimiento y protección, tal como lo hizo Dios, el Roí que ve y actúa por la vida de los niños, niñas y adolescentes migrantes:

Los pueblos y las personas a menudo migran para florecer, y eso no es malo. La perversión ocurre cuando éstos logran el poder de dominación y lo utilizan sobre otros pueblos o residentes que comparten el mismo lugar, sean nativos, o foráneos. Todos, pueblos y personas, tienen derecho a inmigrar, pero no a oprimir y discriminar. El hecho de que Israel haya sido extranjero y maltratado era una experiencia fundante y orientadora en el trato con los extranjeros que habitaban en su medio. Las leyes que prohíben el mal trato al extranjero surgieron seguramente porque había menosprecio y maltrato, por eso el pueblo de Israel deberá recordar su condición de extranjero en Egipto, y aún en Canaán. El recuerdo de la identidad de extranjero y su experiencia marca los límites en el ejercicio del poder y permite la relación igualitaria.[19]

Latinoamérica y El Caribe lloran por ver morir a sus niñeces en los caminos, en las fronteras, en los desiertos, en los ríos, en los barcos. Latinoamérica y El Caribe lloran al igual que Agar, al ver a los niños y niñas que son violentados, abusados, tomados como mulas (transporte humano) para el tráfico, cuando son tratados como objetos de diversión en esos desiertos de la soledad, del miedo, del sufrimiento que desgarra sus vidas.

Latinoamérica y El Caribe, al igual que Agar, pueden escuchar la voz de Dios que pregunta “¿Qué tienes?”. Dios escucha las voces sufrientes de nuestros niños y niñas migrantes en cualquier lugar donde se encuentren. Debemos ser entonces esas fuentes de agua de vida que se abren para recuperar y saciar la vida de todas las personas, pero especialmente de las niñeces que sufren por su condición de migrantes. Es así como nuestros niños y niñas pueden experimentar en sus vidas a “Dios Roí, que les ve”. Dios con rostro de mujeres y hombres en plena disposición de abrir espacios para nuevos procesos de transformación en estos contextos de sufrimiento y de anti-vida. Así podrán crecer nuestras niñeces y desarrollarse de tal manera que puedan ser protagonistas de sus propias historias.

Las migraciones se van acrecentando cada vez más. Las luchas por la vida se vuelven cada vez más intensas y sofocantes. Pero si consideramos que, como humanidad, todos y todas somos responsables de las causas injustas que están provocando este fenómeno mundial, entonces, debemos tomar consciencia de nuestra responsabilidad para promover cambios hacia sociedades más justas. En este sentido las iglesias y el cristianismo en general tienen un desafío ético y pastoral fundamental: ser promotores de espacios sanos y seguros para todas las personas que sufren por ser migrantes, especialmente aquellas personas que, por su niñez o juventud temprana, necesitan el apoyo de estas instituciones.

Muchas personas que se han visto forzadas a migrar, viven en soledad en medio de los grupos con los que viajan. Por esa razón, consideramos de gran importancia abrir y fortalecer esos espacios pastorales en las diversas comunidades de fe y así intervenir asertivamente en el tema de las niñeces migrantes. Desde el cristianismo y las diversas comunidades de fe, esta problemática no debe abordarse solamente desde lo trascendente o abstracto, sino desde el desafío que implica ir hacia la acción y la praxis del amor cristiano.

Niñeces protagonistas de sus propias historias

Dios interviene por encima de las estructuras injustas, aunque estas sean legalmente aceptadas. Para Dios la persona está por encima de la ley o las conductas “socialmente legitimadas”. Por tal razón, una pastoral para las niñeces migrantes debe comprometerse en la construcción de sociedades que promuevan y fortalezcan los procesos sociales orientados a que niños, niñas y adolescentes puedan crecer sanamente y en seguridad, deben ser pastorales que les acompañen en sus dificultades y que les capaciten en las habilidades necesarias para que puedan dar un giro a sus vidas, para que puedan iniciar un nuevo capítulo en sus propias historias de vida. Se trata de crear pastorales afectivas y prácticas, donde las niñeces que, al haber vivido la difícil experiencia de la migración, puedan armarse del valor suficiente para superar la violencia y el dolor generado por esta experiencia migratoria.

Por lo tanto, una pastoral de acompañamiento para estos niños y niñas, debe ir más allá de los discursos. Cada experiencia pastoral y pedagógica que se proponga desde la fe para acompañar y educar en estos procesos, debe orientarse a la búsqueda de todo gesto de salvación aquí y ahora. Debe abrirse de tal manera que los niños, niñas y adolescentes desarrollen la autoconfianza, la autoestima, la esperanza de vivir la vida con dignidad. Es necesario abrir espacios para la resiliencia y que, a pesar de las experiencias vividas en su proceso migratorio, puedan levantarse y superar las barreras de los maltratos y las violencias. Es necesario levantar el estandarte que les dirija hacia una nueva experiencia de vida y de dar y recibir ternura en todas sus formas.[20] En consecuencia, es importante que, en todas las acciones pastorales, en cada una de sus reflexiones teológicas y actividades que se propongan, se debe tomar en cuenta la necesidad de alcanzar el propósito de equipar con herramientas resilientes y de empoderamiento a estos niños, niñas y adolescentes.

Asegurar una vida digna y en libertad

La dignidad y la libertad son dos valores que muchas veces se quedan en el camino que recorren las personas migrantes. Los niños, niñas y adolescentes viven estas experiencias desgarradoras, sobre todo si viajan sin compañía de personas adultas. Como pastoral de acompañamiento, es esencial que se les ayude a recuperar las pérdidas que generan estas experiencias junto a todas las otras que hayan sufrido. Al igual que lo hizo Dios con Ismael y Agar, la comunidad cristiana debe salir al encuentro de las niñeces migrantes y, a través de sus acciones pastorales, constituirse en su símbolo de esperanza. En estas pastorales se debe tener presente que, aunque todas las personas podemos ser migrantes, lo que realmente importa es podamos serlo “en libertad”. Tenemos derecho a movilizarnos libremente. Para las niñeces migrantes, estos espacios de libertad deben ser abiertos con el gesto de la ternura. Este gesto es fundamental, pues la ternura es un camino pastoral y profético que busca sanar las heridas de la violencia y que, a su vez, denuncia las estructuras injustas y opresoras que perpetúan la violencia interpersonal y sistémica.[21]

En estos procesos, la recuperación de la imagen del Dios tierno y protector resulta ser de mucha valía. En medio de esta experiencia migrante los niños y niñas pueden experimentar a un Dios tierno que no soporta la injusticia. Por eso es un Dios que también nos confronta y nos desafía a ser reflejo de su ternura y justicia como portadores y portadoras de su imagen. La forma en atender, consolar, confortar, sostener y escuchar las voces y las experiencias de las niñeces migrantes, será una estrategia especial para ayudarles a recuperar su propia dignidad, valía y libertad. Esta actitud pastoral permitirá que las niñeces migrantes puedan encontrar nuevos propósitos de vida, nuevas esperanzas y nuevas formas de experimentar la fe.

Por lo tanto, desde una pastoral de acompañamiento a las niñeces migrantes, es necesario que se les ayude a reorganizar su mundo en los nuevos espacios en los que deberán insertarse. Es necesario que el proceso de acompañamiento se desarrolle con un verdadero compromiso hacia estos niños, niñas y adolescentes. Un elemento importante es el de abrir espacios en los que estas niñeces se sientan en libertad de poder expresar sus sentimientos, sus pensamientos y emociones. Se debe tomar en cuenta y en serio sus sentimientos y lo que necesiten decir. Este tipo de pastorales deben crear un ambiente donde las niñeces migrantes sientan realmente que sí tienen voz y que pueden expresarla de la manera en que cada uno y cada una se sienta en condición de hacer. Recordemos el caso del texto bíblico que hemos analizado, donde Ismael expresó sus sentimientos de temor, angustia y soledad con gritos. Nuestras niñeces migrantes lo pueden hacer en espacios de diálogo, en momentos de juegos, en espacios artísticos o en una conversación privada, pero siempre se debe tener en cuenta que lo fundamental es que se sientan seguras, que se sientan respetadas y que la comunicación con ellas refleje comprensión y ternura.

Una comunidad cuidadora y sanadora

Como parte de este proceso de cuidado y sanidad para las niñeces migrantes, queremos resaltar dos elementos que, en particular, consideramos importantes. Uno es el que está relacionado con los procesos de duelo y el otro se refiere específicamente al tema de los derechos humanos de las niñeces en condición migrante. Analicemos brevemente cada uno de estos aspectos.

Al enfrentarse a una situación y proceso de migración, a las niñeces se les provoca una desorganización de su mundo. Esto provoca que se tengan que enfrentar a un proceso de duelo por la pérdida de su familia, de sus amigos, de su entorno, de su dinámica de vida cotidiana y hasta de su cambio de estatus social. Antes eran niñas y niños propios de su entorno, ahora son niños y niñas migrantes. Todo este desorden provocado por su condición de migrante, tiene efectos múltiples que se manifiestan de diferentes maneras, tales como sentimiento de tristeza, de soledad y de culpa, inclusive, en algunos casos se presentan estados ansiosos y/o estados de tensión, nerviosismo, irritabilidad e insomnio. Todos estos síntomas estarían relacionados con el sentimiento de pérdida que las niñeces migrantes sufren luego de partir de sus hogares y contextos, asimismo, estos efectos estarán presente durante el recorrido migratorio y, de igual forma, es un duelo que estará presente por mucho tiempo en el lugar de destino. En este sentido, y sobre la base de las reflexiones que hemos realizado hasta el momento, podemos plantear algunas recomendaciones que consideramos pertinentes para contribuir a un acompañamiento más asertivo para los procesos de duelo de las niñeces migrantes.[22]

En primer lugar, es fundamental tener en cuenta que, quienes acompañan a esta población migrante, no siempre cuentan con una visión completa de cómo las niñeces comprenden la situación. Por lo tanto, lo mejor que se puede hacer es ofrecerles mensajes claros sobre la posición de la persona adulta que les acompaña pastoralmente y su función. Además, en estas situaciones, el proceso de escucha activa es primordial. Por medio de este acto es más fácil investigar y comprender sin emitir juicios, los relatos que cuentan de sus experiencias migratorias. Se trata más bien de tomar en cuenta y validar los sentimientos que puedan estar experimentando y ofrecerles la ayuda sin minimizar nada de lo que están narrando. Para estas niñeces es muy importante sentir que realmente se les escucha y que cuentan con toda la comprensión del caso.

Asimismo, es muy importante tener presente que una escucha activa debe saber identificar aspectos que se encuentran más allá de lo que dicen solamente las palabras. Este acto de escucha activa implica poner atención en los gestos, sentimientos transmitidos, las formas en que se transmite o se expresa lo que se narra, las pausas al contar los sucesos. Esto es muy importante ya que quien narra o cuenta su historia se dará cuenta que le están escuchando con atención. Se trata también de aprender a escuchar con empatía, dándole valor a lo que la otra persona cuenta. La persona que sabe escuchar no juzga, solamente pregunta cuando considera que es necesario para aclarar las ideas que se encuentra detrás de la narración. Asimismo, una persona que sabe escuchar activamente y con empatía no juzga, sino ofrece una retroalimentación amorosa.

Por otra parte, para las niñeces migrantes será muy importante saber que cuentan con espacios en los que pueden contar sin ningún temor sus historias. Incluso, hasta las más traumáticas situaciones pueden llegar a ser socializadas y aceptadas cuando se les da oportunidad de hacerlo. Para lograr que las niñeces puedan contar sus experiencias de migración, por muy complejas y traumáticas que estas sean, se pueden utilizar diversas metodologías, a través de las cuales se les facilita expresar con mayor claridad sus experiencias, como, por ejemplo, representaciones teatrales, narrativas o, inclusive, usar diversos tipos de arte para que puedan expresar lo que realmente sienten y lo que piensan de su situación.

El juego de roles, el arte y la fantasía pueden resultarles útiles para representar el trauma. También es de vital importancia considerar, en medio de estas crisis, la necesidad de hacerles ver que lo que hayan pasado no fue su culpa, de tal manera que puedan comprender que son víctimas de un sistema que les ha hecho vivir tales experiencias. Esto también les permitirá iniciar y trabajar sus procesos de duelo, resiliencia y empoderamiento. Además, a través de estas dinámicas de trabajo pastoral, las cuales deben ser apropiadas para sus edades, las niñeces migrantes pueden aprender la importancia del respeto a su situación y, asimismo, les puede motivar a trabajar en el autocuidado.

Otro elemento fundamental, que se requiere como parte del acompañamiento de las niñeces migrantes, es el reconocimiento de sus derechos humanos. Aunque muchas personas saben que hay derechos para las personas migrantes, generalmente, como ocurre con tantos otros derechos humanos, no se llevan a la práctica cuando no hay personas que los defiendan y exijan. Es común que, en cuestión de los derechos de las personas migrantes, y sobre todo en los que se refieren a las niñeces, las mismas personas migrantes los desconocen o no saben cómo exigirlos y aplicarlos. Por esa razón, es muy importante una pastoral de la niñez migrante que se encargue de rescatar estos derechos, comunicarlos y llevarlos a la práctica. Esto implica que es indispensable contar con esta información y trasladarla de una manera clara y sencilla, para que las niñeces migrantes puedan comprenderla. Procurar la aplicación de los derechos humanos debe ser entones un ejercicio fundamental de una pastoral para las niñeces migrantes.

Las estrategias e ideas que hemos planteado hasta aquí, así como las relecturas bíblicas que hicimos, son la base para una pastoral de las niñeces migrantes que contemplarse de una manera inclusiva y no discriminatoria. Deben contener un enfoque participativo de manera que involucre a los niños, niñas y adolescentes en la toma de decisiones que les compete o afecta directamente. Es de primordial importancia que los derechos humanos que se derivan de estos procesos de acompañamiento pastoral sean ejercidos con la sensibilidad al género de las niñeces, según corresponda y así dignificar a cada persona. Esto asegurará que las comunidades acompañantes sean realmente cuidadoras y sanadoras en contextos de injusticia social generados por las migraciones forzadas de las niñeces latinoamericanas y caribeñas.

Conclusión

No hay duda de que las migraciones se han convertido en un grave problema social. Insistimos, no por el hecho de migrar, ya que este es un derecho de toda persona y grupo humano. No obstante, lo que sí se ha convertido en un problema de grandes dimensiones, son las causas que están provocando que poblaciones enteras se vean forzadas a migrar. El otro problema es la casi nula sensibilidad de la mayoría de los Estados, tanto los expulsores que son muy responsables de este fenómeno, así como de los de tránsito y los receptores, que son los que deben elaborar políticas más adecuadas y orientadas a respetar plenamente los derechos humanos.

En este artículo se ha planteado un panorama muy general sobre la condición de las niñeces migrantes. También realizamos una breve relectura de los textos de Génesis 16 y 21, 8-21, sobre la historia de migrantes de Agar e Ismael. Esto se hizo con el afán de realizar desde este análisis bíblico y teológico, una observación de nuestra realidad actual y, a partir de ellas, plantear algunas estrategias pastorales relacionadas con las niñeces migrantes. Se analizó acerca de las injusticias que padecen las personas migrantes, especialmente las niñeces, y que contribuyen en gran medida a que la movilidad humana se de en condiciones que van en contra de la vida y de la dignidad humana y que, por lo tanto, se constituyen en factores que posibilitan la injusticia social. Por esa razón, nos pareció muy pertinente la propuesta de una pastoral de acompañamiento a las niñeces migrantes, la cual pueda desarrollarse en contextos eclesiales, comunitarios y de organizaciones basadas en la fe. Sobre todo, debe ser una pastoral que haga un llamado a las personas cristianas para que sean cuidadoras de los niños, niñas y adolescentes migrantes, ya que estas personas se constituyen en los grupos humanos más vulnerables en esta condición migrante.

Sabemos que este ejercicio pastoral específico, no es sencillo, pero sí es profundamente necesario y urgente. Por eso no podemos hacernos de oídos sordos ante tal realidad, sino, por el contrario, debemos asumir el desafío que esta problemática migratoria nos plantea. Por esa razón, en el centro de nuestra propuesta pastoral está la necesidad no solo de trabajar con toda la intención de potenciar imágenes asertivas de un Dios que se preocupa por la vida, sino sobre todo de generar procesos de cuidado y recuperación de los traumas que eventos como el de la migración causan en la vida de todas las personas, especialmente de las niñeces migrantes. Todo esto, dentro del marco de los derechos humanos y del ejercicio del amor tierno y misericordioso que nos enseña el maestro de Galilea.

Finalmente, cerramos este artículo con las palabras de este canto que nos plantea mucho para continuar reflexionando.

Esos niños de la frontera traen

Autor: James Hart Brumm, 2014

Esos niños de la frontera traen exigencias, angustia, enfermedades, agotan nuestros escasos recursos y hacen interminables súplicas. ¿Por qué rezaríamos “Ven, Jesús” y acogeríamos a alguien que es como aquellos a los que rechazaríamos: también un extranjero exiliado?

Crece la población de los albergues para pobres, los mendigos sin lavar, sin alimentar, sucios e inoportunos se agolpan en los caminos y acampan en el prado. ¿Debemos seguir rezando “Ven, Jesús” cuando sabemos que esto es cierto: cómo los que se agolpan en las colas de la asistencia social, ¿este niño también es un sintecho?

Vemos a nuestro mundo entender mal la familia: abusar de la moral con madres solteras (¡qué pecado!), sin padres que podamos ver. ¿Nos atrevemos a rezar: “Ven, Jesús”? Si bien él es dulce, suave y nuevo, ¿no es él también fruto contaminado y pútrido de padres solteros?

Todo lo que hacemos en nuestro día a día puede contradecir, confundir la gloria que Dios nos presenta, pero la gracia seguirá abundando. ¡Mirad! ¡Cada día es Navidad! Cada día, el Amor atraviesa los muros que construimos con miedos y reglas y Jesús viene de nuevo.

Bibliografía

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Castañer, Analia. Migración resiliente: Herramientas de rescate emocional para niñas, niños y adolescentes migrantes. México: ODI y UNICEF, 2017. https://www.unicef.org/mexico/media/1266/file/VCEMigraciónResiliente_mar2018.pdf.

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UNICEF, ed. Convención sobre los derechos del niño. Madrid: UNICEF Comité Español, 1989.

Sobre la autora

Licenciada en Ciencias Teológicas de la UBL. Docente de Teología Práctica con énfasis en Educación Cristiana en esta misma institución. Coordinadora de la Pastoral Estudiantil. Diplomado en Escritura y Edición de Textos y Diplomado en Crianza con Ternura de la Universidad del Centro Educativo Latinoamericano de Argentina. Maestría en Derechos Humanos y Educación para la Paz en la Universidad Nacional de Costa Rica. Pastora de la Denominación Bautista y Misionera Asociada de Ministerios Internacionales.

Correo de la autora: r.vindas@ubl.ac.cr

Artículo aprobado el 25 de septiembre 2023

Artículo recibido el 18 de agosto de 2023



[1]           Texto tomado de la serie animada Marco. Esta serie está basada en el relato “De los Apeninos a los Andes”, de la novela de Edmundo de Amicis Corazón: diario de un niño, Ediciones Huracán (La Habana, Cuba: Editorial Arte y Literatura, 2018).

[2]           Edmundo De Amicis, “De los Apeninos a los Andes”, en Corazón: diario de un niño, Ediciones Huracán (La Habana, Cuba: Editorial Arte y Literatura, 2018), 241.

[3]           Cf. UNICEF, ed., Convención sobre los derechos del niño (Madrid: UNICEF Comité Español, 1989), art. 1.

[4]           Cf. Olga Grau y Patricia Muñoz, “Niñez al centro”, Ponencias en Youtube, Congreso futuro, 6 de diciembre de 2022.

[5]           Iskra Pavez Soto, “¿Quién decide la migración infantil? Niñez y poder en familias peruanas transnacionales”, Rayuela–Revista Iberoamericana sobre Niñez y Juventud en Lucha por sus Derechos 3, no 5 (2012): 105.

[6]           Rachel Marcus et al., Niñez en movimiento en América Latina y el Caribe: Revisión de evidencia (Panamá: UNICEF LACRO, 2023), 2.

[7]           Marcus et al., 12.

[8]           Cf. Marcus et al., 12–15.

[9]           Pavez Soto, “¿Quién decide la migración infantil?”, 105.

[10]          Cf. TSF, “¿Por qué migran los menores? Consecuencias negativas de la migración.”, Asociación de Psicoterapia Sistémica Transcultural, Terapias Sin Fronteras (blog), 20 de diciembre de 2018.

[11]          Olivia Bueno y Lucy Hovil, “¿Debería quedarme o debería irme?” (Save The Children, 2022), 13.

[12]          Cf. Analia Castañer, Migración resiliente: Herramientas de rescate emocional para niñas, niños y adolescentes migrantes (México: ODI y UNICEF, 2017).

[13]          Tanya Bindra y Christine Nesbitt, “Relatos de esperanza en las rutas migratorias: Familias migrantes de Centroamérica comparten sus sueños”, Ensayos fotográficos, UNICEF para la infancia, 2019.

[14]          Cf. Roland De Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento, Sección de Sagrada Escritura 63 (Barcelona: Herder, 1976).

[15]          Cf. De Vaux.

[16]          El reconocimiento de Ismael como hijo de Abraham se encuentra en Génesis 17, 25-26.

[17]          Cf. James Strong, Diccionario Strong de Palabras Originales del Antiguo y Nuevo Testamento, Nueva Concordancia Strong Exhaustiva (Nashville, TN: Caribe, 2002), 378, palabra 6711.

[18]          Cf. De Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento.

[19]          Elsa Tamez, “Migración y desarraigo en la Biblia”, Vida y Pensamiento 24, no 1 (15 de junio de 2004): 71.

[20]          Sobre el tema de la ternura como experiencia de vida que hace posible darla y recibirla, consultar la colección de aportes de: Harold Segura y Anna Grellert, eds., Ternura, la revolución pendiente: Esbozos pastorales para una teología de la ternura (Barcelona: Editorial Clie, 2018).

[21]          Cf. Harold Segura y Anna Grellert, “Presentación”, en Ternura, la revolución pendiente: Esbozos pastorales para una teología de la ternura, ed. Harold Segura y Anna Grellert (Barcelona: Editorial Clie, 2018), 8.

[22]          Cf. Castañer, Migración resiliente.