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Vida y Pensamiento Revista Teológica de la
Universidad Bíblica Latinoamericana Vol. 40 No. 2 – Julio/Diciembre
2020 - San José, Costa Rica - ISSN
2215-602X Reflexiones teológico-pastorales en tiempos de pandemia |
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Discapacidad
y pandemia de corona virus Brenda Darke* pp. 37-52 |
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Resumen: La pandemia puede ayudarnos a
visibilizar las vidas de personas con discapacidad y mejorar nuestras
prácticas en las iglesias locales, facilitando su inclusión y participación
como miembros plenos del cuerpo de Cristo. Debemos investigar los conceptos,
a veces muy distorsionados, que tenemos acerca de la discapacidad y las
realidades que experimentan las personas que tienen una discapacidad severa.
Una lectura del texto de Lucas 14,12-14 nos muestra como Jesús enseñó un
nuevo y radical concepto de hospitalidad que se puede aplicar en nuestro
contexto actual. La familia con un miembro con discapacidad puede necesitar
apoyo pastoral y acompañamiento, especialmente en tiempos de coronavirus. Palabras
claves:
persona con discapacidad, vulnerabilidad, inclusión, hospitalidad, apoyo
pastoral. Abstract: The pandemic can help us to see more clearly the lives
of people with disabilities and improve our practices in local churches,
facilitating their inclusion and participation as full members of the body of
Christ. We need to investigate both the concepts of disability that we hold,
which may be very distorted, as well as the lived experience of people with
severe disability who are always vulnerable. A reading of the text from Luke 14,12-14 shows how Jesus
taught a new and radical concept of hospitality which we can apply in our own
context. It is the family of a person with disability who may need pastoral
support especially during this time of corona virus. Key words: person with disability, vulnerability, inclusion,
hospitality, pastoral support. Introducción Dentro de las experiencias durante
este tiempo de la pandemia, quiero señalar dos que al principio parecen ser
muy semejantes. La primera es un texto en el que su autora escribe en primera
persona. La segunda, aunque es una historia real, es contada a la autora. Su
nombre ha sido cambiado para proteger su identidad. -
Crónica de cuarentena: una experiencia temporal. No puedo salir. Me han explicado que
debo estar completamente aislada, que no debo moverme de este cuarto que
tiene mi cama y un baño privado. La ventana es pequeña, pero a las justas
logro ver el cielo y un poco del jardín. Me siento totalmente dependiente;
alguien tiene que cocinar para mí, poner los platos a mi alcance, y lavar
todo después. Esta persona tiene control de lo que puedo comer y beber. Es la
misma persona que va a la tienda, compra los alimentos y otras cosas
necesarias para la higiene personal, dejándolos para mí. Si siento necesidad
de algo, tengo que pedirle y esperar que tenga tiempo para salir y buscarlo.
Mi ropa está sucia mientras espero el día de mañana cuando va a ser lavada.
Nadie puede verme y, aunque al principio me mandaron mensajes, estoy segura
que, poco a poco, me van a olvidar. Estamos viviendo en tiempos de
pandemia y acabo de regresar a Costa Rica después de 4 meses fuera en un país
donde hubo muchos casos de coronavirus. Tuve que firmar una hoja oficial,
comprometiéndome mantener cuarentena durante 15 días. Me siento encarcelada y
dependiente. Estoy en mi propia casa, pero no puedo hacer las cosas normales
de la vida. Alguien tiene que cuidarme. No tengo la libertad para ir donde
quiero ni hacer lo que quiero hacer. Es una vida diferente y en ocasiones
me siento una persona invisible. Es algo que no había experimentado en toda
mi existencia. Nunca me he sentido tan dependiente siendo una persona adulta
y estando totalmente bien de salud. Sé que es algo temporal, en dos semanas
voy a poder empezar mi vida “normal” otra vez. No tengo ninguna limitación
física permanente, esto es algo que acepto por voluntad propia y para evitar
algún daño para los demás. Sé que puede ser mucho peor, como lo es en el caso
de una persona con discapacidad permanente. -
Crónica de una discapacidad, desde el nacimiento
hasta la fecha: una experiencia de toda una vida Felipe no puede salir de su casa solo,
no puede preparar su comida ni ponerse su ropa, ni conversar. Él nunca ha
podido hacer lo que quiere hacer, ni ayudar en su casa. Durante toda su vida
ha sido una persona totalmente dependiente. No puede ir al supermercado ni
escoger algo para su almuerzo. Alguien siempre tiene que darle de comer o
beber, de lo contrario moriría. Ni siquiera puede explicar sus gustos, aunque
si puede expresar su humor, si está feliz o triste, si se siente bien o está
con dolor. No puede moverse para ver el paisaje a través de su ventana. Su
vida ha sido siempre la de una persona “encarcelada”. Felizmente, alrededor
de él, tiene una familia que le cuida con todo el amor que puede. Felipe es una persona con discapacidad profunda.
Hay miles de personas como él; viven todos sus días dependiendo de otras
personas. Son personas que nunca van a poder tomar sus propias decisiones.
Puede que Felipe tiene opiniones y deseos, pero siempre va a ser difícil
comunicarlos, mucho menos actuar para hacerlos realidad. ¿Cómo podemos
entender su vida? ¿Es algo que vale la pena? ¿Cuál es la razón de su vida?
¿Es posible entender el significado de una vida tan limitada? ¿Qué dice Dios
sobre la vida y el valor de personas como Felipe? Son seres humanos, son
parte de su creación, pero aparentemente no tienen capacidad para ser actores
en este mundo. ¡Tenemos tantas preguntas! Y no podemos preguntar a Felipe
porque él no nos podría responder, aunque sus ojos y su sonrisa son bastante
elocuentes. -
Pandemia; ahora nos toca vivir con limitaciones En este momento, todo el mundo está
viviendo vidas diferentes de aquello a lo que está acostumbrado. A través de
la lente de esta pandemia ¿sería posible aprender algo nuevo de la
experiencia de discapacidad de otros seres humanos en torno a nosotros?
¿Podríamos comprender mejor algo de las vidas de personas con discapacidad
profunda, como la de Felipe? Esta es
una oportunidad para ponernos en sus zapatos. Cuando durante estos días,
vivimos con ciertas limitaciones, ¿no sería posible identificarnos un poco
con Felipe? No debemos engañarnos; nuestra
situación es solo un pequeño reflejo de su vida. Es temporal y no implica
perder la libertad que eventualmente vamos a ganar otra vez. Él no tiene el
lujo de escoger cómo va a ser su vida, qué va a estudiar, qué trabajo buscar,
qué pareja tener. Las iglesias están cerradas solo por unos meses, él nunca
puede ir a la iglesia con facilidad, no puede salir cuando quiere. No puede
comunicarse con facilidad. -
Peligro de la doble vulnerabilidad Muchas de las personas con
discapacidad física permanente son más vulnerables durante esta pandemia. Hay
personas con su sistema inmunológico comprometido. Siempre han vivido con la
ayuda de medicamentos o terapias. Es
probable que, antes de la pandemia, han sobrevivido emergencias médicas y
tiempos en cuidados intensivos. También existe un grupo de personas con
discapacidad cognitiva que no van a poder entender las razones por las que
debemos mantener distancia social, ni por qué razón es tan importante lavarse
las manos con frecuencia. Son doblemente vulnerables. Además, hay cierto temor entre ellos y sus
familias. Si se enferman ¿van a ser atendidos en un hospital? ¿Se les dejará
morir? Este es un temor realmente palpable. Hemos visto en algunos países el
colapso de hospitales. Los médicos han tenido que tomar decisiones terribles
y escoger los pacientes que iban a tratar para salvarles la vida, dejando
otros sin el recurso a equipo especializado. Sabemos que los adultos mayores
corren mayor riesgo. Si ellos son a su vez padres de personas dependientes
¿qué va a pasar con sus seres queridos? -
La iglesia y las personas con discapacidad La discapacidad no es un tema que normalmente
incluimos en nuestras discusiones en la iglesia. Pasamos tiempo pensando en
temas de doctrina, en los sermones, en la escuela dominical, en la música y
en un sinfín de diferentes aspectos de la vida cristiana, pero solo
ocasionalmente (si es que del todo), pensamos en este grupo de personas.
Jesús nos dio muchas instrucciones que hemos ignorado en la práctica
cotidiana. Ahora tenemos la oportunidad para pensar en sus mandamientos y su
ejemplo. Hoy es un buen momento para reflexionar sobre nuestras vidas en
sociedad, la iglesia y las comunidades cristianas. En la sociedad es normal
dar prioridad a nuestras familias y amistades, pero Jesús enseñó algo mucho
más radical. Cuando quieran dar una cena, dijo él, no inviten solamente a las
mismas personas de siempre, a sus familiares, amistades o personas
importantes. Inviten a quienes no tienen amigos ni recursos. ¡Invitan a las
personas con discapacidad! -
Lucas 14,12 -14 “También dijo Jesús al que lo había
invitado: Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus
hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos, a su
vez, te inviten y así seas recompensado. Más bien, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los
inválidos, a los cojos y a los ciegos entonces serás dichoso, pues, aunque
ellos no tienen con que recompensarte, serás recompensado
en la resurrección de los justos”. El contexto de este pasaje nos ubica
en una cena en la casa de alguien importante en aquella sociedad: “un notable
de los fariseos”. Era un día de descanso y Jesús ha actuado contra las normas
sociales y religiosas al sanar a un hombre. Después Jesús empezó a enseñar a
la gente sobre su egoísmo y conducta, comentando que no es bueno tratar de
tomar un lugar más alto que el que cada persona merece. Él estaba
confrontando a la gente sobre la importancia social y el sentido de
pertenencia de cada persona. ¿Debo yo tomar un lugar social que muestra mi
valor frente a los demás? ¿No es mejor dejar que el señor de la casa me
invite a tomar un lugar más cerca de él? Después Jesús introduce un
tema diferente; el tema de cómo podemos ser hospitalarios. Él suponía que
vamos a invitar a invitar a personas a comer y habló directamente al fariseo
que le invitó. Obviamente, había personas sin poder económico para dar una
cena. No obstante, dijo Jesús, hay que invitarles sin importar que ellas no
puedan devolvernos la invitación o no nos puedan “recompensar”. Tenemos aquí
un ejemplo de las enseñanzas de Jesús acerca de personas con discapacidad. En
estos versos Jesús habló de “pobres, inválidos, cojos y ciegos”, pero en nuestro
contexto podemos hablar de personas con discapacidad permanente. Era costumbre invitar a personas
conocidas y quienes estaban en capacidad de devolver la invitación. El
concepto de reciprocidad es algo
cotidiano también en nuestro medio. La norma social indica extender
invitaciones a personas de nuestra familia, amistades o posiblemente personas
con cierto poder e influencia. Jesús llama la atención sobre las personas que
parece tener menos estatus o
prestigio social. Debemos escuchar este llamado de atención y
ponerlo en práctica en nuestro contexto. Jesús habla de una práctica
diferente y en contra de las normas culturales, tanto de su época como de la
nuestra. Como en múltiples oportunidades, Jesús nos confronta con estándares
distintos. No es suficiente, dice él, invitar a nuestros allegados o personas
importantes e influyentes. Nuestras prioridades muestran nuestros intereses.
Jesús estaba señalando a las personas vulnerables que necesitan ayuda,
compasión y cariño. Es un mensaje de inclusión y aceptación. La cena de que
Jesús hablaba puede representar una cena (literalmente), o bien los
beneficios del Reino de Dios (Lucas 14,15-24). La comunidad de fe de la que
formamos parte, debe escuchar estas palabras de Jesús, especialmente en
nuestros tiempos. Preparar una cena e invitar a nuestros
amigos y familiares fuera de nuestra “burbuja” es algo que, en tiempos de
pandemia, no podemos hacer. Sin embargo, la enseñanza de Jesús nos hace
sentir un poco incómodos. ¿Qué significa invitar con quienes no tenemos
relación? Quizás, la pregunta debería ser ¿por qué no tengo relación con
nadie con discapacidad? -
Vivir con una discapacidad Antes de seguir debemos definir los
términos. Como hemos notado, la Biblia no habla de discapacidad sino usa
otras palabras normales de su contexto socio-cronológico. Sin embargo, este
texto del Evangelio de Lucas está hablando de personas que viven con una
discapacidad. La palabra “discapacidad” está relacionada con limitaciones. Es
un término técnico que en realidad no es negativo sino buscar dar
explicación. Describe la condición o experiencia de vivir que algunas
personas tienen. Nos informa del funcionamiento de los diferentes partes del
cuerpo. La Clasificación Internacional de funcionamiento, discapacidad y salud[1],
explica las diferentes formas de discapacidad y ayuda a entender cuales
apoyos y adaptaciones puede necesitar una persona. La discapacidad es algo que afecta a la
persona en forma individual y puede cambiar durante la vida, pero es claro
que no es una enfermedad y normalmente no se puede “curar”. Hay quienes gustan de esta palabra y usan
alternativamente “personas con capacidades diferentes”, pero esta expresión
no explica claramente la realidad. Es verdad que la persona tiene
capacidades, sin embargo, tienen que vivir todos sus días con las
limitaciones asociadas a su discapacidad. Discapacidad es una deficiencia
corporal o sensorial o cognitiva o mental/emocional que la persona tiene. Es
común que exista desde su nacimiento, pero todos podemos adquirirla en
cualquier momento de la vida, producto de una enfermedad, accidente o la edad
avanzada. Es importante recalcar que la
discapacidad no dice nada acerca del valor de la persona, no describe su
relación con Dios, no explica su estatus ni en este mundo ni en el Reino de
Dios. Todos somos creación de Dios, los que viven con una discapacidad y los
que todavía no la tienen. Dios invita a todos/as a ser parte de su familia. Hay un aspecto adicional que tenemos
que tomar en cuenta y es el factor social. Las personas con discapacidad
experimentan el impacto de su discapacidad en medio de la sociedad. Su
condición puede ser más o menos severa, dependiendo de las adaptaciones que
las personas sin discapacidad decidan hacer en su entorno social. Si la
iglesia tiene rampa para personas en silla de ruedas pueden entrar. Si la
iglesia cuenta con interpretación en Lesco, las
personas sordas van a sentirse incluidas. También depende
de las actitudes de los demás en la sociedad. Si nosotros, desde la niñez,
estamos acostumbrados a conversar con personas con discapacidad, tomar el bus
con ellas, jugar en el parque con ellas, incluirles en nuestras reuniones y
cultos en las iglesias, sería más fácil desarrollar buenas actitudes. Algunas
personas mantienen actitudes de miedo o de desprecio acerca de las personas
con discapacidad, muchas veces por falta de experiencia y conocimiento
personal. Jesús nos invita a cambiar nuestro estilo de vida y caminar en sus
pasos. Invitar a alguien a cenar en la casa es una buena manera para
conocerle mejor y eliminar nuestros prejuicios. Toda relación se facilita cuando
alguien tiene un nivel académico o experiencia de vida semejante al nuestro.
Mantener una amistad con alguien es especialmente difícil cuando se trata de
personas con discapacidad cognitiva ya que su conducta puede ser diferente y
a veces no conforme a nuestras normas sociales. ¿Qué pasa, por ejemplo, en su
iglesia si un joven con síndrome Down empieza a incomodarse durante el sermón
y pregunta en voz alta al pastor sobre el resultado del partido de futbol? o
¿Cómo sentimos cuando la chica con autismo, que nunca habla, pero grita,
empieza a hacer ruidos extraños? ¿Nos asustamos? ¿Somos flexibles con ellos?
O, para dar otro ejemplo, ¿cómo reaccionamos cuando alguien con epilepsia
colapsa en pleno culto con un ataque violento? ¿Sabemos lo que debemos y no
debemos hacer? -
Rol de la iglesia Desgraciadamente, podemos creer en
mitos acerca de las personas con discapacidad. Algunos de estos mitos son muy
poderosos y niegan que haya lugar en nuestras iglesias y en el Reino de Dios
para ellas. Algunos piensan que estas personas carecen de valor o no pueden
aportar nada en nuestras comunidades de fe. Podemos tener actitudes
discriminatorias que no se justifican desde la Biblia y la praxis de Jesús.
La iglesia es parte de la sociedad, tenemos un rol estratégico. Hay una lucha
para mantener este rol en nuestras sociedades, cada vez más sofisticadas e
individualistas. -
En tiempos de Pandemia La pandemia es un periodo que puede
cambiar nuestra idea del tiempo y de cómo pasan las horas y los días. Podemos
entender esto como una distorsión o como una oportunidad. Vivimos buscando el
reloj, pensando en nuestro horario, contando horas antes de una cita o el
almuerzo. Para algunos, este periodo cuando no hemos podido ir a la oficina,
la universidad o una reunión de amigos, ha alterado el marco normal de la
vida. Pero ¿qué de las vidas de aquellas personas con limitaciones severas,
que no pueden trabajar, no pueden moverse ni hablar? ¿implica esto que sus
vidas carecen de valor? El tiempo que pasan en sus camas o sillas de ruedas
¿es un tiempo “perdido”? John Swinton,
teólogo con experiencia con personas con trauma y con discapacidad cognitiva
severa, dice que el tiempo marca también la diferencia entre nosotros sin
discapacidad y el momento cuando adquirimos una discapacidad. En otras
palabras, es solamente el tiempo lo que nos separa de la experiencia de
discapacidad. Por razones de las medidas sanitarias tenemos que guardar tiempo
en nuestras casas, puede ser que estemos entrando en la dimensión de tiempo
que experimentan algunas personas con discapacidad. Esta es, sin duda, otra
oportunidad para crecer en nuestra capacidad para desarrollar empatía y
comprensión por otras personas. Si encontramos que el tiempo pasa más
lentamente, podemos reflexionar en las vidas de quienes no pueden moverse y
que tienen que pasar toda su vida en un mismo lugar. -
La hospitalidad Thomas E. Reynolds es un autor que
escribe sobre el tema de la hospitalidad y la inclusión de personas con
discapacidad. En su libro “Vulnerable Communion”,
él dice que Jesús inspiró a sus seguidores a ser hospitalarios. Desde
compartir panes y peces con multitudes hasta la última cena con sus
discípulos, podemos entender la importancia fundamental de comer juntos. El
acto de invitar alguien a una cena debe ser entendido como algo
potencialmente espiritual. Comer es necesario para la vida, pero comer con
otras personas es más que una necesidad. Se convierte en un acto comunal que
refuerza relaciones. La iglesia, en su responsabilidad misiológica,
debe ser más intencional invitando a las personas con discapacidad. Ellas
merecen un lugar en la mesa, y nosotros deben invitarles en una manera
apropiada. La invitación debe ser hecha con amor, con compasión y con los
brazos abiertos. -
¿Qué significa ser hospitalario en tiempos de
coronavirus? En esta emergencia no podemos invitar
personas a nuestra casa. Las iglesias tienen que obedecer los protocolos, sin
embargo, la iglesia debe ser hospitalaria. Veremos tres aspectos prácticos,
basados en experiencias concretas con personas con discapacidad y sus
familias. 1. En primer lugar ofrecer hospitalidad es una
muestra de inclusión. Dar hospitalidad implica un interés genuino en la
persona, es una señal importante de inclusión. Queremos invitar a las
personas con discapacidad para conocerlas mejor, y porque nos gustaría
escuchar algo de sus experiencias y sus vidas. Nuestro deseo es incluirles en
nuestro círculo de amigos. Invitar a alguien sin querer conversar con ella
sería absurdo. Invitamos para escucharlas. La cena no es lo más importante,
sino la oportunidad para entrar en diálogo y conocer algo de la experiencia
de vida de esta persona. Al no poder invitar alguien a nuestra
casa en estos tiempos de pandemia, podemos mostrar el mismo interés,
llamándoles o escribiendo mensajes. Para una persona con discapacidad, tener
alguien que le llama, que le pone mensajes personales o le muestra
preocupación, puede ayudarle a sentirse incluida. Lo importante es mantener
la comunicación. Frecuentemente, las personas con discapacidad se sienten
olvidadas. Ahora, con todas las limitaciones adicionales que tenemos, ellas
son personas invisibles. Las iglesias pueden tomar iniciativas para mantener
una comunicación intencional con estas personas. Podemos usar apps como Whatsapp o mensajes de teléfono para comunicarnos con las
familias todos los días. Es algo sencillo que no requiere tecnología
sofisticada ni experiencia. Es una manera fácil de incluir estas personas,
pero no es algo automático. Funciona mucho mejor cuando hemos establecido ya,
una relación amistosa. Es recomendable seguir ciertas reglas de juego como no
utilizar expresiones de dudoso significado ni entrar en temas políticos. En
el contexto de la iglesia, usamos frecuentemente textos bíblicos y mensajes
de ánimo. Lo importante es mostrar nuestro aprecio y respeto mutuo,
animándolas en la igualdad que tenemos en Cristo. De alguna manera, nuestra inclusión de
personas con discapacidad y sus familias revela que, por encima de su
condición, sus capacidades, su capacidad económica, edad o género; priva en
nosotros la persona y su sentido de dignidad. Cuando conocemos a una persona
con una discapacidad profunda o compleja, quizás alguien que no puede
conversar, entramos en un espacio de misterio. Tenemos la posibilidad de ver
lo esencial del ser humano, hecho semejante a Dios, en su imagen. No depende
de su nivel de funcionamiento, ni de sus dones, ni su familia. Depende solo
de la dignidad que Dios, creador, le ha dado. Esto puede constituirse en una
experiencia muy significativa para él y para su familia. Hay muchas familias
que todavía esconden a sus hijos por temor de lo que pueden pensar los demás.
Es una cruel realidad en la iglesia, cuando se condena o critica a una
familia con un miembro así y se les culpa por la discapacidad. Conocerles
mejor puede ser, por el contrario, un privilegio y bendición. 2. Invitar a una cena implica cuidar por su
bienestar, mostrar interés en su situación. ¿Tienen comida en su mesa?
¿Tienen alguien a su lado? ¿Viven en pobreza? El texto bíblico habla de
personas con discapacidad junto a personas pobres que no pueden invitar a
otras a cenar porque no tienen lo suficiente ni para ellos mismos. No es
diferente del contexto social de hoy. A pesar de los avances médicos,
educacionales, legales y sociales, la mayoría de personas con discapacidad
viven en pobreza. Ahora bien, muchos de los familiares
de estas personas deben quedarse en casa para cuidarles sin poder conseguir
un trabajo por ello ni poder salir. Esta situación les pone en riesgo de ser
mucho más pobres que antes. La pandemia está
afectándoles de una forma más drástica y están sufriendo hambre y escasez.
Jesús nos enseñó a ofrecer hospitalidad como expresión de su compasión. Era
una manera de compartir las
riquezas de quienes tienen con quienes no las tienen. Podemos hacer algo y
organizar donaciones para ofrecer alimentos a los más necesitados. Esta buena
práctica debe ser reforzada durante la pandemia. Se puede ayudar a solucionar
el problema si todas las personas de las iglesias ofrecen algo. 3. Finalmente podemos ofrecer apoyo espiritual.
La amistad que provoca la preparación de una cena para compartir con otros,
también abarca un cuidado pastoral. Al no poder seguir con las reuniones de
apoyo pastoral usuales, se ha optado por pequeñas reuniones virtuales de
oración, con la participación de 4 personas en cada grupo. Este número dar
oportunidad para cada persona expresarse. Al hacerlo todos nos beneficiamos,
tanto las personas con discapacidad permanente como quienes no la tienen.
Podemos apreciar a las personas con discapacidad por sus capacidades y por lo
que ellas pueden llevar a la cena. Este es un punto importante que debemos
recalcar. Estamos acostumbrados a pensar que nosotros, sin discapacidad,
vamos a “salvar” o ayudar unilateralmente a los otros y otras, las personas
con discapacidad. Nuestro concepto de ellos es de personas sumamente
vulnerables y pasivos. Es cierto que algunas personas son dependientes
físicamente o con discapacidades cognitivas profunda que van a requerir
siempre de alguna forma de ayuda. Sin embargo, este no quiere decir que no
puedan pensar, que no pueden orar o realizar grandes cosas. La gran mayoría
de personas con discapacidad tiene capacidades mucho más obvias. No debemos
olvidar que ellas pueden trabajar o emplear sus habilidades, si tienen las
condiciones y adaptaciones necesarias. Hay artistas sin brazos, músicos sin
vista, abogados en sillas de ruedas, pastores sordos y atletas con todo tipo
de discapacidad. Tenemos que celebrar la vida de estas personas y reconocer
que ellos pueden llevar mucho a la mesa, aunque quizás no pueden preparar la
cena sin apoyo. Al final… Entonces, cuando terminemos este
tiempo de pandemia e invitamos a personas con discapacidad a cenar con
nosotros, debemos recordar que estamos invitándoles a entrar en el Reino de
Dios. Nuestra acción debe ser la evidencia de la presencia de Dios en nuestras
vidas. Debemos estar dispuestos a incluir a las personas más vulnerables en
el mundo. “Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera,
sino con hechos y de verdad” (I Jn 3,18). Bibliografía Darke,
Brenda. Un Camino Compartido: Hacia la plena Inclusión de la persona con
discapacidad en las Iglesias. Lima: Ediciones Puma. 2012. Reynolds, Thomas E. Vulnerable
Communion: A theology of Disability and Hospitality. Grand Rapids (MI):
Brazos Press. 2008. Swinton, John. Becoming friends
of Time: Disability, Timefullness, and Gentle
Discipleship. London: SCM Press.
2017. • • • * Brenda
Alice Darke, tiene una maestría
en educación especial, con énfasis en alumnos con discapacidad
cognitiva, severa y múltiple. Graduada de la Universidad de Southampton
en 1973. Ha enseñado en escuelas especiales en Londres y Rugby durante 7
años. Ha realizado estudios sobre teología y discapacidad en Oxford
Centre for Mission Studies, 2001. brenda@letraviva.com |
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[1] https://www.paho.org/hq/index.php?option=com_content&view=article&id=3562:2010-clasificacion-internacional-funcionamiento-discapacidad-salud-cif&Itemid=2561&lang=es