|
|
|
|
Vida y Pensamiento Revista Teológica de la
Universidad Bíblica Latinoamericana Vol. 40 No. 2 – Julio/Diciembre
2020 - San José, Costa Rica - ISSN
2215-602X Reflexiones teológico-pastorales en tiempos de pandemia |
|
|
La
compasión en un mundo desigual y en tiempos de pandemia JUAN JOSÉ TAMAYO * pp. 81-100 |
|
|
La compasión en un mundo desigual y en
tiempos de pandemia Juan José Tamayo* Resumen:
El objetivo de este artículo es doble: a) poner en
valor la compasión, uno de los grandes valores ausente en los diferentes
ámbitos del saber y del quehacer humano, considerado estéril e innecesario y
calificado, incluso, de manifestación de la debilidad e impotencia de la
persona que lo practica; b) practicarla en todas las esferas de la vida,
individual y colectiva, personal y comunitaria, pública y privada, política y
económica, cultural y religiosa, y muy especialmente ahora con la pandemia
del coronavirus, que es previsible se alargue durante meses y tendrá
gravísimas consecuencias en todos los órdenes de la vida humana y de la
naturaleza. Palabras clave:
compasión, humanidad, pandemia, solidaridad, justicia. Abstract: The objective of this article is twofold: to value compassion,
one of the great values absent in the different fields of knowledge and human
endeavor, considered sterile and unnecessary and even qualified as a
manifestation of the weakness and impotence of the person who practices it.
To practice it in all spheres of life, individual and collective, personal
and community, public and private, political and economic, cultural and
religious, and especially now with the coronavirus pandemic, which is
expected to last for months and will have Very serious consequences in all
orders of human life and nature. Keywords: compassion, humanity, pandemic, solidarity, justice. 1.
Introducción • Vivimos en un mundo injusto y desigual Empiezo por una primera constatación:
vivimos en un mundo donde impera la injusticia estructural, avanza a pasos
agigantados la desigualdad y hay una pérdida de la compasión. Los progresos
tecnológicos no se corresponden con el progreso en los valores morales de
solidaridad, fraternidad-sororidad, justicia, igualdad y libertad, como
tampoco el crecimiento económico con la eliminación de la pobreza. Todo lo
contrario: a mayor progreso tecnológico y crecimiento económico, menor
solidaridad y compasión, justicia e igualdad. Las desigualdades se refuerzan a
través de las diferentes y cada vez más profundas brechas que se producen
hoy, entre las que cabe citar: -
la brecha económico-social entre ricos y pobres,
que desemboca en aporofobia (odio y
rechazo a las personas pobres); -
la patriarcal entre hombres y mujeres, que
desemboca en feminicidio; -
la colonial entre las superpotencias y la
pervivencia del colonialismo, que desemboca en el mantenimiento de la colonialidad; -
la ecológica, provocada por el modelo de
desarrollo científico-técnico depredador de la naturaleza, que convierte a
esta en mercancía y desemboca en ecocidio; -
la racista entre personas nativas y extranjeras,
que desemboca en xenofobia; -
la afectivo-sexual entre heterosexualidad y
LGTBIQ, que desemboca en el discurso del odio a las identidades
afectivo-sexuales que no responden al patrón de la heteronormatividad
y a la binariedad sexual: LGTBIfobia;
-
la intelectual entre conocimientos científicos y
saberes originarios, que da lugar a la injusticia cognitiva, que desemboca en
epistemicidio; -
la global entre el Norte y el Sur, que desemboca
en surcidio; -
la religiosa entre personas creyentes y no
creyentes, entre sistemas de creencias hegemónicos y contra-hegemónicos,
entre religiones ricas y religiones pobres; -
la digital entre quienes tenemos acceso a internet
y quienes se ven privados de dicho acceso, etc. • Situaciones dramáticas que exigen activar la
compasión Especialmente dramáticas son dos
situaciones de desigualdad e injusticia ecológica que estamos viviendo con
severidad durante las últimas décadas y una tercera, que estamos viviendo con
especial crudeza estos días: el covid19. Una es la crisis ecológica, que
constituye el principal desafío de la humanidad, con especial agravamiento en
la Amazonía en llamas, con focos de incendio que se triplicaron en agosto de
este año en comparación con el mismo mes de 2018 y el aumento del 278 % en
las alertas de salvaje deforestación. La selva amazónica, que es el pulmón de
la humanidad, se ha convertido en espacio de sobreexplotación, agro-negocio,
agro-tóxicos y entrega de riquezas naturales a las empresas multinacionales. Esta situación es objeto de
preocupación, e incluso de indignación del Papa Francisco, que defiende el
cuidado de la casa común como tarea de todos los seres humanos en su
encíclica Laudato Si’, inspirada en
el Cántico de las criaturas, de Francisco de Asís, que llama a la
tierra “madre y hermana nuestra”, que nos acoge entre sus manos, nos gobierna
y produce frutos con coloridas flores y hierba (n. 1). En ella presenta a San Francisco de
Asís como ejemplo de la “ecología integral, patrono de los ecologistas,
cristianos o no, modelo de atención a la creación y a los pobres, místico y
peregrino que vivió en armonía con Dios, el prójimo, la naturaleza y consigo
mismo. Así demostró que la preocupación por la naturaleza, la justicia con
los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior son inseparables
(n. 10). Como respuesta a la situación
dramática en que se encuentra la Amazonía, el Papa Francisco ha convocado el
Sínodo sobre “La Amazonía, nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología
integral”, definido como el nuevo Pentecostés para la Iglesia amazónica, las
iglesias locales y la Iglesia universal. Reconoce que “el futuro de la
Humanidad y de la Tierra está vinculado al futuro de la Amazonía; por primera
vez se manifiesta con tanta claridad que desafíos, conflictos y oportunidades
emergentes en un territorio, son la experiencia dramática del momento que
atraviesa la supervivencia del planeta Tierra y la convivencia de toda la
humanidad”. La segunda situación dramática es la
de millones de personas que llegan a las fronteras de los países más
favorecidos huyendo de la guerra, la miseria y los regímenes dictatoriales,
ponen en riesgo sus vida hasta perderlas, como las 30000 personas muertas en
el Mediterráneo en la última década, y cuando llegan a la frontera, son
rechazadas por las autoridades políticas preferentemente de Europa y Estados
Unidos e incluso muertas, incumpliendo y transgrediendo los derechos de
asilo, refugio y hospitalidad, reconocidos en la Declaración Universal de la
ONU de 1948. Tenemos grabadas en la memoria las
imágenes de las marchas de miles personas procedentes de países
centroamericanos hacia los Estados Unidos, a quienes no se les permite
entrar, peor aún, separan a los niños y las niñas de sus padres y madres.
Igualmente pudimos ver en vivo y en directo la falta de solidaridad de la
“bárbara Europa” con las personas migrantes del Open Arms.
La tercera situación dramática es la pandemia
del coronavirus, que se está extendiendo por todos los países, regiones y
continentes sin distinción, mantiene confinada al día de hoy, a una tercera
parte de la humanidad, ha contaminado ya a casi millón y medio de personas en
todo el mundo y ha provocado, hasta el momento –la muerte de cerca de cien
mil personas. En España hemos superado las ciento cincuenta mil personas
contagiadas y las cerca de dieciséis mil muertas. Pero no podemos quedarnos
en las cifras frías, detrás de ellas hay vidas humanas perdidas en total
soledad y sin consuelo y familias destruidas que sufren tan irreparables pérdidas
sin ni siquiera posibilidad de una despedida en compañía. El covid19 no afecta a todas las
personas y grupos sociales por igual y con la misma intensidad. Es mucho más
agresiva con aquellos grupos humanos y las clases sociales que tienen una
especial vulnerabilidad, como afirma el científico social portugués Boaventura de Sousa Santos, entre los que cabe citar los
siguientes: las mujeres, las personas trabajadoras precarias e informales,
los trabajadores de la calle, las personas sin techo, las que habitan en las
periferias empobrecidas de las ciudades, la gente anciana, la que se
encuentra confinada en los campos de refugiados y refugiadas, las personas
inmigrantes sin papeles, las poblaciones desplazadas internamente, las
encarceladas, las discapacitadas, las comunidades minoritarias, en definitiva
las que, en palabra de Boaventura, están “Al Sur de
la cuarentena”. Estas y otras situaciones dramáticas
son razones más que suficientes para cambiar nuestro estilo de vida
insolidario y activar la compasión como principio eco-humano
fundamental, actitud ética y práctica liberadora cotidiana en nuestro mundo
desigual e injusto. 2. el principio-compasión Cuando escribo este artículo -10 de
abril, día de Viernes Santo en la liturgia cristiana- están contabilizados
más millón y medio de personas contagiadas en el mundo por el coronavirus,
cerca de cien mil personas muertas y en torno a trescientas mil recuperadas.
En España las cifras oficiales arrojan más de ciento cincuenta mil personas
contagiadas, cerca de dieciséis mil fallecidas y cincuenta y cinco mil
recuperadas. Esta pandemia es hoy el Viernes Santo que sufre la Humanidad.
Nuestra respuesta creo que se encuentra en la compasión como principio de
humanidad, actitud fundamental de Dios, opción radical de Jesús de Nazaret y
principio teológico. Esta es la modesta contribución que desde mi
confinamiento quiero hacer desde la memoria subversiva de Jesús de Nazaret,
el Crucificado, condenado a muerte por su compromiso solidario con las
víctimas del sistema político, económico y religioso injusto entonces
imperante. • La compasión es principio de humanidad La persona puede ser definida como ser
compasivo. Sin compasión, no hay humanidad, se cierne la impiedad, la
dureza de corazón, la cerrazón de mente y el bloqueo de la inteligencia. En
cuanto compasivo, el ser humano se siente solidario con la suerte del resto
de los seres humanos y de la Naturaleza, de forma que todo acto de homi-cidio y de eco-cidio se
convierte en sui-cidio: matar a otra persona o
destruir la naturaleza es matarse o destruirse a uno mismo. Caín, matando a
Abel, se está matando a sí mismo. Sin compasión, el ser humano se torna lobo
estepario que se guía por la ley de la selva. Sin compasión, no hay respeto
por la vida de l@s otr@s,
sino la guerra de todos contra todos. • La compasión, opción y actitud fundamental
de Dios ante el sufrimiento y la opresión La compasión es la opción y
la actitud fundamental de Dios, ejemplo de sensibilidad ante el sufrimiento
y la opresión. La palabra hebrea que se traduce por compasión es rahamin, derivada de rahem,
vientre, entrañas. En la antropología bíblica, vientre es el lugar de la
compasión y se le aplica a Dios capaz de actuar compasivamente desde sus
entrañas. Nos lo recuerda la tradición bíblica del Éxodo, que presenta a
Yahvé movido a compasión por los sufrimientos del pueblo hebreo y los gritos
de auxilio que llegan al cielo, y comprometido con la liberación de la
esclavitud de Egipto: “He visto la aflicción de mi
pueblo en Egipto, he escuchado el clamor ante sus opresores y conozco
sufrimientos (conocer= compartir, sufrir con). He bajado para librarlo de
la mano de los egipcios y para subirlos a de esta tierra a una tierra buena y
espaciosa, a una tierra que mana leche y miel... Así, pues, el clamor de los
israelitas ha llegado hasta mí y he visto la opresión con que los egipcios
los afligen. Ahora, pues, ve: yo te envío al faraón para que saques a mi
pueblo, los israelitas, de Egipto. Cuando hayas sacado al pueblo de Egipto
daréis culto a Dios en este monte” (Éx 3,7-12). La compasión está en la base de la
legislación hebrea que defiende los derechos de los huérfanos, las viudas y
los extranjeros, desatendidos en la práctica. Es el mensaje y la práctica de
los profetas y las profetisas de Israel/Palestina, para quienes la religión
verdadera no consiste en ofrecer sacrificios, sino en hacer el bien,
establecer el derecho y practicar la justicia. En la tradición profética uno
de los nombres de Dios es “Justicia”, como afirma el profeta Jeremías: “Este
es el nombre con el que lo llamarán: ‘Yahvé, nuestra Justicia” (Jr 23,6). • La compasión, opción fundamental de Jesús La compasión conforma el ser de
Jesús de Nazaret, su estilo de vida, su forma de pensar y de
vivir a Dios, su manera de entender al ser humano, su relación
con los demás, su modo de conocer, de creer, de esperar, de amar, su
lectura de las Escrituras, su actitud ante las víctimas, ante las personas
hambrientas (misereor super
turbas). En el trasfondo de la actuación de
Jesús aparece siempre el sufrimiento de las mayorías, de los empobrecidos, de
las personas discapacitadas, enfermas, privadas de dignidad. Ante ellas no
queda impasible, sino que se le remueven las entrañas. Jesús pone como ejemplo de persona compasiva, de “persona
cabal” (Sobrino) a un Samaritano, a quien convierte en sacramento del
prójimo, cuando los judíos ortodoxos lo consideraban enemigo y hereje. El
Samaritano, “movido a compasión”, atendió a la persona malherida, maltrecha,
a diferencia del sacerdote y del levita, que pasan de largo porque su
prioridad era la práctica cultual en el templo, ajena a la justicia. Siguiendo la mejor tradición
profética, Jesús contrapone la compasión a los sacrificios: -
“Misericordia quiero, que no sacrificio”
(Mateo 12,1-9, citando a Oseas 6,6), afirma en la respuesta a los fariseos
critican a los discípulos por arrancar espigas el sábado. -
Cuando los fariseos le echan en cara que coma con
publicanos y pecadores, Jesús les responde: “No necesitan de médico los que
están fuertes, sino los que están mal. Id, pues, a aprender lo que significa misericordia
quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino
a pecadores” (Mt 9,12-13). -
La práctica de la compasión para con los
empobrecidos y la crítica de quienes generan el empobrecimiento son la causa
principal de su destino final: la condena a muerte y la ejecución en la cruz.
-
La compasión es la virtud por excelencia
proclamada en el Sermón de la Montaña: “Bienaventurados los
misericordiosos...”. Felicidad y compasión son inseparables. Una persona es
feliz compartiendo y aliviando el dolor las personas que sufren. La falta de entrañas
de misericordia hace infelices a quienes no practican dicha virtud y a
quienes sufren. Las iglesias cristianas a lo largo de
su historia se han movido entre dos actitudes: la insensibilidad ante el
sufrimiento humano y la compasión con las víctimas. Hoy solo tendrá
credibilidad el cristianismo si, como el buen Samaritano, realiza prácticas
compasivas. A las notas tradicionales aplicadas a la Iglesia: una, santa,
católica, apostólica (los tradicionalistas añaden una quinta: romana, que no
forma parte del Credo), yo añadiría otras dos: samaritana y compasiva. •
La compasión, principio teológico Mientras escribía este artículo
consulté varios diccionarios teológicos y bíblicos y en ninguno de ellos he
encontrado las entradas “Compasión” y Misericordia[1]. Ha sido Jon Sobrino quien ha incorporado en
el discurso teológico el principio-misericordia (El
principio-misericordia. Bajar de la cruz a los pueblos crucificados, Sal Terrae, Santander 1992). Sin dejarse guiar por la
compasión, la teología pasa de largo inmisericordemente ante el sufrimiento
humano y se torna cómplice de él. La alternativa es, afirma Sobrino, una
teología como inteligencia y praxis del amor, de la justicia y de la
misericordia, que se hace cargo del dolor de las víctimas: una teología como
inteligencia de la com-pasión, que denuncia a los
victimarios y toma partido por las personas, los colectivos y la naturaleza
sufrientes que gritan de dolor. Sin embargo, la teología
tradicionalmente ha sido una disciplina sin entrañas de misericordia. Los
atributos que aplicaba a Dios eran la Omnipoten-cia,
la Omniscien-cia y la Providen-cia.
Lo definía como Motor inmóvil, Conocimiento de conocimiento, Causa sui,
Principio y fundamento de todas las cosas. Tal Dios es incapaz de sentir, de
amar, de sufrir, de compadecerse, se torna insensible al sufrimiento humano.
Esa imagen está más cerca del Dios de la teodicea y de los amigos de Job que
de Jesús de Nazaret y del Dios del éxodo “misericordioso y clemente, lento a
la ira y rico en amor y fidelidad” (Éx 34,6). 3. Historificación de la compasión En la primera parte del artículo hemos
mencionado la compasión e hicimos una descripción de las brechas que generan mayor
injusticia y desigualdad a nivel local y global en el mundo actual. En la
segunda parte mostré cómo la pandemia no afecta a todas las personas, grupos
humanos y clases sociales por igual y me referí a los que les afectaba de
manera más agresiva y violenta. En esta sección hablaré de la necesidad de historificar la compasión y traducirla social y
políticamente para que no se quede en un sentimiento vaporoso de pena o
lamento ineficaz. La compasión no puede quedarse
solo en el terreno individual, personal, no siquiera en el interpersonal e
intersubjetivo; debe historificarse,
contextualizarse en cada momento histórico y responder a las situaciones
cambiantes de la injusticia y del sufrimiento eco-humano, a los desafíos que
plantea la realidad en cada época de la historia y en cada encrucijada de la
vida. Ellacuría elaboró el método de historización de los conceptos teológicos y filosóficos,
que debe aplicarse también a la compasión para que no se quede en una actitud
de pena y lamento. He aquí algunos de los fenómenos que caracterizan el
contexto en que ha de historificarse y practicarse
la compasión a través de la lucha contra: -
el colonialismo, el neocolonialismo; -
el imperialismo y el supremacismo,
que mantienen a los pueblos del Sur global en situaciones de dependencia a
todos los niveles: cultural, económico, político, etc.; -
el modelo económico capitalista basado en la
ideología neoliberal, que fomenta la acumulación de la riqueza en manos de
unos pocos, crea una sima cada vez mayor entre ricos y pobres, excluye a 2/3
partes de la humanidad del bienestar y se muestra insensible al sufrimiento
de la naturaleza y de las mayorías populares; -
el patriarcado político y social, que limita los
derechos de las mujeres, y el patriarcado religioso, que no las reconoce como
sujetos; el patriarcado recurre sistemáticamente a la violencia contra las
mujeres en sus múltiples manifestaciones: simbólica, física, sexual, laboral,
doméstica, religiosa, laboral, familiar, siendo sus formas más extremas la
trata de personas, la prostitución y los feminicidios, que se producen por
odio a la vida de las mujeres; -
la depredación de la naturaleza por mor del modelo
de desarrollo científico técnico de la Modernidad, que convierte a la
naturaleza en bien sin dueño y en objeto de uso y abuso en beneficio de los
eco-cidas; -
la corrupción instalada en la cúpula de las
instituciones, de los gobiernos, de los Estados; -
el racismo y la xenofobia; -
las personas y colectivos desplazados, inmigrantes
y refugiados que claman justicia, acogida y hospitalidad y lo que encuentran
es rechazo, insolidaridad, sobre todo por ser pobres; -
el fundamentalismo en sus diferentes campos y
manifestaciones: religioso, político, económico, cultural, científico, etc.; -
el terrorismo por motivos religiosos, que mata en
nombre de Dios; -
la violencia del sistema, que Ellacuría
llamaba “violencia primera, originaria”; -
el epistemicidio:
destrucción de los conocimientos y saberes de los pueblos originarios. • Manifestaciones de compasión en tiempos de
pandemia La crisis sanitaria provocada por el
coronavirus está desembocando en una crisis económica y social, que requiere manifestaciones
concretas de compasión. Sin ser exhaustivo, propongo algunas en las que
coinciden los diferentes colectivos sociales, abiertas a las sugerencias y
aportaciones de las lectoras y lectores de este artículo: -
Crítica del modelo neoliberal, que, según el papa
Francisco, promueve “una economía de la exclusión y la inequidad”, considera
al ser humano como un bien de consumo de usar y tirar, practica la cultura
del “descarte” y convierte a las personas excluidas en “desechos y
sobrantes”. -
Legalización de las personas migrantes sin
papeles, que en este momento son las que, por su situación de precariedad,
corren más riesgos de contagio, reconocerles los derechos civiles, políticos,
educativos, sanitarios, sociales y culturales sin discriminación de ningún
tipo. -
Creación sin demora de la renta básica universal.
El Papa Francisco ha defendido en la Carta dirigida a los Movimientos Sociales
“un salario universal para las personas trabajadoras informales,
independientes o de la economía popular”, que “no tienen un salario estable
para resistir en este momento que las cuarentenas se les hacen
insoportables”. -
Solidaridad interregional entre las diferentes
comunidades autónomas de nuestro país y entre los países que forman la Unión
Europea para que el nombre de “Unión” no se quede solo en una palabra vacía
de contenido, sino que se convierta en realidad y se traduzca en apoyo a los
países que están sufriendo de manera más aguda la pandemia y cuyas
consecuencias están siendo dramática y más que lo serán cuando salgamos de
ella. -
Máxima protección de todas las personas que
trabajan en residencias de personas mayores y centros sanitarios, que son
ejemplo de entrega y dedicación incondicionales en situaciones de peligro
para su salud y su vida. -
Respuesta rápida y eficaz de los gobiernos y
refuerzo de las medidas de prevención, protección y reparación de las mujeres
ante el incremento de las denuncias de violencia de género durante el
confinamiento doméstico, que pone todavía más en riesgo su integridad física
y psíquica y su vida, así como las de sus hijos e hijas. -
Protección especial de las personas con problemas
psicológicos y psiquiátricos (depresión, angustia, culpabilidad, demencias…). -
Contención en el consumo, austeridad solidaria y
compartida para que todas las personas tengan cubiertas las necesidades
básicas y vivan con dignidad. -
Solidaridad con el dolor de las víctimas y
acompañamiento a las familias que han perdido a sus seres queridos. -
Intensificación de los lazos de convivencia y
solidaridad vecinales, con atención a las personas más vulnerables por edad,
enfermedad, discapacidad, soledad, indigencia, etc. -
Colaboración y difusión de cuantas iniciativas
culturales y sociales contribuyan al bienestar de la ciudadanía en estos días
de aislamiento. Por parte de las religiones: -
Poner todos sus recursos institucionales y
personales al servicio de la ciudadanía: locales, centros sanitarios,
profesionales, medios económicos: es el mejor ejemplo del compartir que
pueden ofrecer. -
Convertir los espacios religiosos en “hospitales
de campaña” al servicio de las personas contagiadas y de las personas
profesionales de la salud. -
Huir de los mensajes fatalistas y de las
interpretaciones que presentan la pandemia como “castigo divino”, transmitir
esperanza, generar confianza y acompañar a las familias en el dolor por la
pérdida de los seres queridos de quienes no pueden despedirse por las medidas
de confinamiento. -
Practicar el cuidado con las personas, los
colectivos y las clases sociales más vulnerables, valor y virtud comunes a
las diferentes éticas, religiosas y laicas. -
Cumplir de manera estricta las normas de
confinamiento dando ejemplo de civismo, renunciando a la celebración de
actividades religiosas con asistencia de público y priorizando las prácticas
de fraternidad-sororidad presentes en todas las religiones. 4. No
hay compasión sin justicia Tras los análisis anteriores sobre la
compasión como principio, actitud y virtud a recuperar en el espacio público,
propongo a continuación el siguiente dodecálogo. 1. No hay compasión sin reconocimiento de la
dignidad de los seres humanos. La compasión debe traducirse en
indignación por la negación de la dignidad de las personas más vulnerables,
de las clases sociales explotadas, de los grupos humanos discriminados y de
los pueblos oprimidos, y en defensa de la dignidad de quienes se ven privados
de ella. 2. No hay compasión sin igualdad y justicia
de género. La compasión implica luchar contra las desigualdades de
género, etnia, cultura, religión, clase y las discriminaciones en función de las
identidades sexuales, y por la construcción de una sociedad igualitaria, no
clónica, de hombres y mujeres, pero no conforme a igualdad con las conductas
patriarcales, sino buscando otros modos alternativos de identidades plurales. 3. No hay compasión sin la inserción del ser
humano en la naturaleza, el reconocimiento de nuestra eco-dependencia y el
cuidado de la tierra. Los seres humanos dependemos de los bienes de la
naturaleza y nuestra vida se sustenta sobre la biodiversidad. En legítima correspondencia
y justicia ecológica, estamos impelidos a “cuidar la comunidad de vida con
entendimiento, compasión y amor” (Carta de la Tierra). Es necesario tener
compasión con la naturaleza para combatir el sufrimiento eco-humano: el
grito de los pueblos oprimidos y el grito de la tierra son inseparables. -
Los seres humanos y la naturaleza formamos un continuum;
somos parte de la naturaleza; somos naturaleza consciente, pero sin
que la consciencia nos convierta en seres superiores y se torne en instrumento
de depredación de la naturaleza. -
“El modelo occidental –afirma Yayo Herrero- se ha
construido sobre el dominio del Hombre sobre la naturaleza y del Hombre sobre
las mujeres y “legitima la cultura del dominio violenta sobre la naturaleza y
los cuerpos”. Las relaciones entre los
seres humanos y la naturaleza no pueden ser de sujeto dominador a objeto
dominado, sino de sujeto a sujeto. -
Deben reconocerse la dignidad y los derechos de la
naturaleza, respetar a la Madre Tierra: es una de las manifestaciones de la
compasión, que bien puede calificarse de “compasión ecológica”. Ejemplos
de prácticas compasivas con la naturaleza son los pueblos originarios, los
movimientos ecologistas y, dentro de dichos movimientos, personalidades como Wangari Mathai, activista
política y ecologista keniana; Vandana Shiva, ecofeminista india; Chico Mendes,
sindicalista y activista ambiental brasileño asesinado por su compromiso en
la defensa de la tierra; Berta Cáceres, ecologista hondureña, asesinada por
haber denunciado la explotación de la tierra por lo megaproyectos de las
empresas multinacionales. Muchas personas ecologistas han pagado su práctica
compasiva con la vida y se han convertido en “mártires” por mor de la defensa
de la dignidad de la Tierra. 4. No hay compasión sin defensa de los
derechos humanos, pero, no en abstracto, declarativamente o con un
discurso falsamente universalista. No solo los derechos individuales, que el
neoliberalismo reduce a uno solo: el derecho de propiedad, sino los derechos
sociales, ecológicos, emergentes, los derechos de los pueblos, los derechos
de las personas a quienes se les niega, etc. 5. No hay compasión sin hospitalidad,
alteridad, projimidad, con las personas
refugiadas, desplazadas, migrantes que huyen de la guerra y de la pobreza y
buscan condiciones de vida digna. 6. No hay compasión sin fomento de los
valores comunitarios. Por eso, la compasión debe ser la alternativa al
individualismo, la endogamia, el corporativismo y traducirse en solidaridad,
fraternidad-sororidad, com-partir, convivir. 7. La práctica de la compasión lleva a
“destronarnos del centro de nuestro mundo” y colocar el cosmos y la vida en
el centro. En la encíclica Laudato Si’.
Sobre el cuidado de la casa común, Francisco hace una crítica severa del
antropocentrismo moderno y de la equivocada interpretación antropocéntrica
del relato de la Creación del Génesis. 8. No hay compasión sin reconocimiento del pluriverso cultural, étnico, religioso y de la
biodiversidad. La compasión debe llevar al diálogo entre las diferentes
tradiciones culturales, religiosas, étnicas, filosóficas, espirituales y
morales. Ninguna religión tiene el monopolio de la salvación. Ninguna cultura
tiene la interpretación exclusiva de la realidad. Ninguna filosofía tiene el
monopolio de la verdad. Ninguna cosmovisión tiene el conocimiento completo
del cosmos. Coincido con Raimon Panikkar en que
“sin diálogo el ser humano se asfixia, las religiones se anquilosan y el
mundo se colapsa”. 9. No hay compasión sin una espiritualidad
liberadora. La espiritualidad es una de las dimensiones fundamentales
del ser humano, que constituye el alimento de la compasión; una
espiritualidad que nos libere del miedo, del odio, del egoísmo, de la
prepotencia. 10. No hay
compasión sin práctica de la justicia a través de la participación en los movimientos sociales que
luchan por otro mundo posible, más eco-humano, justo, igualitario y
respetuoso de las diferencias. “El siglo XXI –afirma Adela Cortina- es (yo
diría mejor, tiene que ser) el siglo de la justicia y de la compasión, el
siglo que tiene que acabar con la aporofobia
(=rechazo al pobre)”. Ejemplo de síntesis armónica entre justicia y compasión
es la filósofa francesa Simone Weil (1909-1943),
que vincula la mística con la exigencia de justicia y yo defino como
“intelectual compasiva”. 11. No es posible la compasión sin el
reconocimiento de nuestros límites, de nuestra vulnerabilidad y fragilidad,
incertidumbre radical, indefensión, mortalidad, inherentes a la condición
humana. ¡No somos dioses! 12. La compasión implica ser sensibles al
sufrimiento de las personas dolientes, aliviarlo y luchar contra las
causas. Termino con la referencia a tres
grandes figuras que tuvieron la compasión como principio ético, como
referencia fundamental de su vida, su mensaje y su práctica, coinciden en la
necesidad de aliviar el sufrimiento eco-humano y de luchar contra sus
causantes. Epicuro, Jesús de Nazaret y Marcuse coinciden en que
la compasión es principio de humanidad, y su práctica constituye una
exigencia fundamental del ser humano. Concluyo con la apelación a la
compasión que Herbert Marcuse (1898-19780) hizo a Jürgen
Habermas (1929) poco antes de morir. Ambos
filósofos de la Escuela de Frankfurt se preguntaban en sus frecuentes
encuentros cómo explicar la base normativa de la teoría crítica. Marcuse solo
respondió a esa pregunta dos días antes de morir, estando en el hospital
acompañado por Habermas: -
“¿Sabes? —le dijo—. Ahora ya sé en qué se fundan
nuestros juicios de valor más elementales: en la compasión, en nuestro
sentimiento por el dolor de los otros” Marcuse dixit. • • • * Juan José Tamayo, Director de la Cátedra
de Teología y Ciencias de las Religiones “Ignacio Ellacuría”,
de la Universidad Carlos III de Madrid. juanjotamayo@gmail.com |
|
[1] Otros principios: principio-esperanza, principio-liberación,
principio-Tierra, principio-género, principio-decolonialidad,
principio-responsabilidad, principio-solidaridad.