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Vida y Pensamiento Revista Teológica de la
Universidad Bíblica Latinoamericana Vol. 40 No. 2 – Julio/Diciembre
2020 - San José, Costa Rica - ISSN
2215-602X Reflexiones teológico-pastorales en tiempos de pandemia |
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El camino a Emaús Un camino terapéutico en medio de la pandemia Covid 19 Neli Miranda pp. 127-154 |
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El
camino a Emaús Un camino terapéutico en medio de la pandemia Covid 19 Neli Miranda* Resumen:
Este artículo propone una
relectura del texto del “Camino a Emaús” (Lucas 24,13-35) como un camino
terapéutico en medio de la pandemia Covid 19.
Previo al abordaje del texto, se introduce el concepto de crisis desde el
campo de la salud mental, para señalar los múltiples efectos de la pandemia
en la vida humana. Se introduce también el modelo biopsicosocial y espiritual
para el abordaje de las experiencias humanas vividas en una crisis. A partir
de esta introducción, el trabajo se enfoca en las dimensiones psicológica y
espiritual, las cuales mediaron en el camino a Emaús. En el recorrido se
involucra a los caminantes en una relación terapéutica con Jesús resucitado,
el terapeuta del camino. Los
textos bíblicos citados han sido tomados de la versión Dios habla hoy (DHH)
de la Biblia. Las excepciones han sido anotadas con su propia versión. Palabras
clave:
pandemia, crisis, terapia, camino, espiritualidad cristiana. Abstract: This article reads the text of “The Road to Emmaus” (Luke 24,
13-35) as a therapeutic path among the current pandemic Covid
19. Prior to approaching the text, there is an introduction to the concept of
crisis, from the mental health field, in order to point out the multiple
effects of the pandemic on human life. There is also an introduction to the Biopsychosocial-spiritual
model to propose a holistic view of human experiences during a crisis. Then,
the article focuses on the psychological and spiritual dimensions, which will
mediate the experience on the road. There, the disciples are involved in a
therapeutic relationship with the Risen Jesus, the therapist on the road. Biblical texts quoted are taken
from the version “Dios Habla Hoy” (DHH). Exceptions
are specifically cited. Key words: pandemic, crisis, therapy, path, Christian spirituality. 1. Introducción El 11 de marzo del 2020 se hizo
oficial la crisis que empezaba a sitiar nuestro planeta. Este día la Organización Mundial de la
Salud (OMS) declaró como pandemia la enfermedad COVID 19. Este anuncio le dio
nombre al dolor que miles de personas venían ya padeciendo a causa de esta
enfermedad y sus múltiples efectos. Además, fue un presagio del inexorable
camino de sufrimiento que se abría ante los pueblos latinoamericanos. Los pueblos latinoamericanos conocemos
el dolor, el sufrimiento y la muerte. Conocemos de los virus sociales que
afectan nuestras comunidades y que atentan continuamente contra nuestros
sueños de una vida plena y abundante. Hoy, en medio de las muchas pandemias
que ya padecemos, enfrentamos esta nueva crisis que nos golpea fuertemente y
nos coloca frente a realidades desafiantes.
Los pueblos
latinoamericanos también conocemos de la fe y la esperanza que nacen de
nuestra espiritualidad cristiana y de nuestro caminar en compañía de Jesús.
Es aquí donde hoy buscamos consuelo, sabiduría y fortaleza para afrontar la
crisis actual. En el camino nos encontramos a Jesús, quien también enfrenta
el sufrimiento, el dolor y la muerte. Su grito de angustia se une al grito de
los pueblos que enfrentamos hoy la pandemia. Vendrán más gritos en el camino,
gritos angustia hasta llegar a la cruz. Luego vendrá el silencio del
sepulcro; y de este silencio saldrán buenas noticias, resurgirá la vida; porque
la última palabra le es arrebatada a la muerte, en un planeta donde la Ruah anida constantemente la vida. La injusticia de la cruz tiene como
respuesta la justicia divina. Dios levanta a Jesús de la muerte y sus
primeras acciones están encaminadas al encuentro con su comunidad, con los
suyos que sufren gran dolor. A unas las encuentra en el sepulcro; a otros,
encerrados y con miedo; y a otros, en el camino a Emaús, un camino que se
abre como experiencia sanadora y restauradora. Este es el camino que queremos caminar hoy,
el camino en donde Jesús resucitado viene a nuestro encuentro a fortalecer
nuestra fe, a darnos esperanza, y a llevarnos al hogar seguro en donde
compartiremos el pan con él. 2. La pandemia Covid 19:
La Crisis 2020 2.1
El anuncio de la crisis Mi alma está muy triste, hasta la
muerte…” (Mt 26,38 RV60). Este es un
grito humano… un grito de angustia ante el camino de dolor, sufrimiento y
muerte que se abre a nuestro paso. A finales del año 2019 empezaron a
surgir noticias acerca del brote de un nuevo Coronavirus en la ciudad de
Wuhan, China. El inicio del 2020 anunció la expansión de este virus hacia
otros países y la alarma empezó a crecer; el virus había viajado a países de
Europa y Norte América. Muy pronto llegó a países latinoamericanos. Así, el
23 de marzo se informó que todos los países de Latinoamérica tenían casos
confirmados de COVID 19. En abril se dio a conocer que el número de casos
había alcanzado un millón de personas alrededor del mundo; para mayo eran ya
4 millones. Así empezamos a asistir al anuncio diario del creciente número de
personas enfermas y fallecidas a causa del nuevo virus. Hoy mientras avanza el año 2020,
vivimos un escenario pandémico lleno de múltiples realidades. La pandemia no
sólo ha impactado el ámbito sanitario, sino también ha traído diversos
efectos que, en conjunto, producen mucho más dolor y sufrimiento que el mismo
virus. 2.2
La crisis Las realidades surgidas de la pandemia
sobrepasan nuestras capacidades de afrontamiento. Particularmente sobrepasan
nuestras capacidades cognitivas, a través de las cuales conocemos, entendemos
y procesamos los sucesos de nuestro alrededor. En este sentido, la magnitud
de la pandemia nos abruma de tal manera que se nos hace difícil manejar sus
diferentes efectos: el colapso en el sistema de salud, el confinamiento y
aislamiento social, la muerte de seres queridos, el incremento de la pobreza,
las emociones y conductas desbordadas, entre otros. No hay duda que
enfrentamos situaciones complejas, vivimos una crisis. El concepto de crisis nos acerca al
entendimiento de situaciones difíciles en la vida humana y la vida del
planeta. “El término crisis alude a un período o una situación de
dificultades o cambios bruscos, y puede referirse a contextos económicos,
sociales, religiosos, políticos, históricos, culturales, sanitarios y muchos
más.” (Roth y Manke 2018,
38). El presente trabajo propone un
acercamiento de crisis desde el área de la salud mental. Este enfoque, si
bien es cierto, se centra en el cuidado de la salud mental, abarca y se
extiende a las varias realidades humanas involucradas en una situación de
crisis. La aplicación del concepto de
crisis en esta área señala que, Una
“crisis” ocurre cuando una persona se enfrenta con una situación peligrosa u
otra seriamente estresante donde sus mecanismos habituales de resolución de
problemas no tienen éxito. Puede resultar la ansiedad, el miedo, la culpa y
vergüenza, sentimientos de impotencia o desesperanza, un sentido de
desorganización o enojo. (Ehrenreich 1999, 52). Dentro del área de atención a la salud
mental se manejan dos grandes tipos de crisis: las crisis del desarrollo o
evolutivas y las crisis circunstanciales (Fernández, 2016). Las crisis del
desarrollo o evolutivas son más o menos predecibles y se van dando con el
desarrollo de los diferentes momentos de la vida del ser humano; desde su
concepción y nacimiento hasta los últimos años de vida. Durante estas crisis,
si bien las personas necesitan apoyo, son situaciones que generalmente se van
superando sin mayores contratiempos. Las crisis circunstanciales o
situacionales no son muy frecuentes, pero tienen la característica de ser
repentinas o inesperadas, y dependen sobre todo de factores externos a la
persona. Abarcan situaciones de peligro en la vida, como los desastres
provocados por fenómenos naturales (terremotos, tornados, huracanes
tormentas, etc.); violencia social o intrafamiliar; divorcios, muertes de un
ser querido, tragedias de transportes, violaciones, guerras, y otras, como la
pandemia COVID 19 que vivimos hoy. La pandemia ha llegado como una crisis
inesperada, lo cual cobra mayor impacto en la población. Afecta individual,
familiar, comunitaria y globalmente; y toca todas nuestras dimensiones
humanas: física, mental, social y espiritual.
3. El ser humano, un ser biopsicosocial y espiritual ante la pandemia Covid
19 “Padre mío, si es posible, líbrame de
este trago amargo…” (Mt 26,39). La súplica de Jesús, es la súplica humana que
conoce del dolor; que lo siente y lo sufre en su cuerpo y en su alma/mente.
Ante el dolor surge la angustia y el grito por el auxilio divino. Los seres
humanos somos seres integrales, mas no unidimensionales; nos movemos en el
mundo a través de nuestras diferentes dimensiones – física, mental, social y
espiritual – las cuales, perfectamente coordinadas, posibilitan nuestra
existencia. Así pues, el abordaje de las experiencias humanas debe darse
desde un modelo que atienda y abarque estas diferentes dimensiones.
Actualmente, desde las ciencias de la salud se plantea el modelo
biopsicosocial y espiritual. Este modelo evolucionó desde un enfoque biologicista hacia uno bio-psico-social; y en los últimos años ha incluido la
dimensión espiritual (Lorenzo 2018).
Este enfoque permite atender y apoyar a las personas desde la
integración de sus diferentes dimensiones y, además, aprovechar todas sus
capacidades humanas para afrontar una crisis. A continuación, se presenta un breve
análisis de los diferentes impactos de la pandemia en la vida humana. Una vez
colocado este abordaje, podremos caminar con mayores luces el camino a Emaús.
3.1
Dimensión física La dimensión física comprende nuestro
cuerpo: células, órganos y sistemas que conforman nuestro organismo. El
cuerpo es hoy el principal destinatario de la pandemia y lo hace resentir de
muchas maneras. Así, nos enfrentamos a un virus que hace padecer nuestro
cuerpo y puede llevarlo a la muerte. Nuestros cuerpos sufren también otros
efectos derivados de la pandemia: hambre, confinamiento, hacinamiento y las
violencias intrafamiliares exacerbadas durante el confinamiento. En la
actualidad, millones de cuerpos han conocido ya el sufrimiento causado por el
nuevo virus; otros no lo resistieron y sus familias sufren su ausencia.
Mientras tanto, el virus sigue avanzando, tocando cuerpos que sufren en los
hospitales o en sus hogares. Ivoni Richter apunta “Nuestro cuerpo es el medio con el
cual vamos experimentando el mundo…” (2007, 7). Y esta experiencia está siendo
dolorosa hoy. 3.2
Dimensión psicológica La dimensión psicológica tiene
que ver con nuestra psiquis, nuestra mente, con nuestras funciones
cognitivas. Comprende “pensamientos,
emociones, percepciones, procesos de razonamiento, recuerdos y hasta las
actividades biológicas que mantienen el funcionamiento del cuerpo. (Feldman 2010, 5). A través de esta dimensión conocemos y
comprendemos el mundo, procesamos la información que nos llega, reaccionamos
y tomamos decisiones para responder a las situaciones diarias. En este sentido, la pandemia nos ha
colocado ante situaciones desconocidas, difíciles de comprender y abordar.
Así, nuestra estructura mental ajustada a la “normalidad”, se ha desconfigurado y se hace difícil entender y procesar lo
que pasa a nuestro alrededor. La presencia del virus trastoca el
orden de la vida humana: reta nuestros instintos básicos de sobrevivencia;
nos desafía con nuevas formas de conducta; carga nuestras rutinas de higiene;
exacerba la crisis económica; nos alarma con las estadísticas diarias del
avance de la enfermedad; nos golpea con el dolor del fallecimiento de
nuestros seres queridos, a quienes no podemos llorar y despedir con las
prácticas tradicionales de duelo. En fin, el virus nos coloca en el temido
escenario de la lucha entre la vida y la muerte; y hace surgir nuestras más
instintivas emociones: el miedo, la tristeza y el enojo. Las emociones son una respuesta
natural humana ante las situaciones diarias de la vida. “Son sentimientos que por lo general tienen
elementos fisiológicos y cognitivos y que influyen en el comportamiento.” (Feldman 2009, 313). Las emociones deben reconocerse,
valorarse y expresarse adecuadamente. De otra manera, traen como resultado el
surgimiento o exacerbamiento de psicopatologías o comportamientos
disfuncionales. La presencia de la pandemia y sus efectos producen miedo,
tristeza y enojo, los cuales se han traducido en casos de ansiedad, crisis de
angustia o ataques de pánico, depresión, duelos patológicos, trastorno de
estrés post traumático, o han derivado en comportamientos violentos o
suicidas. 3.3
Dimensión social o de relación Los humanos somos seres relacionales y
nuestra existencia no puede ser concebida sin la relación diaria, con muchas
o pocas personas. Nuestro desarrollo y nuestra misma existencia dependen de
la relación con otras personas y con nuestro medio ambiente. En este sentido,
la presencia de la pandemia y las medidas de distanciamiento físico y
confinamiento han abierto una brecha en la comunicación humana presencial.
Este impacto está siendo paliado por las diferentes tecnologías que permiten
la comunicación a distancia. Sin embargo, hay que considerar la brecha
tecnológica, la cual está marcada por las desigualdades culturales y
económicas presentes en nuestro medio. Así, “El acceso a las nuevas
tecnologías y al conocimiento e información está al alcance de aquellas
personas que tengan posibilidades materiales y las habilidades adecuadas para
comprarlas y usarlas.” (Moreira 2009, 9). Por ello, a pesar de la presencia
de la tecnología y las oportunidades de comunicación a distancia, hay muchas
personas viviendo no solo en aislamiento físico, sino también en aislamiento
social. Esa situación ha levantado y estimulado emociones como la tristeza,
el miedo y el enojo. 3.4
La dimensión espiritual La espiritualidad es una dimensión
esencial del ser humano que lo enfoca y dirige hacia lo trascendente, hacia
lo divino, hacia Dios. Esta dimensión
crea sentido de vida en las personas; dinamiza sus dimensiones física,
psicológica y socialmente y las fortalece, particularmente en tiempos
difíciles. Partiendo de nuestra espiritualidad cristiana, podemos advertir
que los pueblos latinoamericanos celebramos la Presencia Divina en nuestro
medio. Celebramos al Dios que nos une en comunidad de hermanas y hermanos,
que viven y anuncian su reino en este mundo. Celebramos también a Jesús
resucitado, en cuya compañía caminamos nuestra vida. Nuestra vida religiosa-espiritual es
abundante y rica, vivida en la individualidad y en la comunidad. Se vive en
espacios comunes, en espacios de relacionamiento físico, en el cara a cara,
en el apretón de manos, en el abrazo, en el compartir los alimentos. Estos
espacios de relacionamiento físico, están vedados hoy a causa de la pandemia.
Así, la comunidad vive un vacío, una ausencia difícil de mitigar. Los
hermanos y hermanas pasan por la crisis de no poder asistir al culto, a
cantar, a orar, a escuchar la palabra de Dios, a compartir el pan en
comunidad. El impacto pasa también por una sacudida a nuestra fe, a nuestras
concepciones de Dios. El sobrecogimiento experimentado ante
la pandemia desafía nuestra fe y nos lleva a cuestionamientos como ¿Por qué
Dios permite esto? ¿Dónde está Dios en medio de la pandemia? ¿Es un castigo
divino? ¿Será el fin del mundo? Y mientras lloramos hoy nuestras limitaciones
y surgen los cuestionamientos de fe, pensamos en el relacionamiento futuro de
nuestras comunidades ¿Cuándo volveremos a reunirnos? ¿Qué formas nuevas de
celebración tendremos que desarrollar? Este breve abordaje del múltiple
impacto de la pandemia en la vida humana, nos señalan los múltiples retos que
enfrentamos hoy. A su vez, estos retos
estimulan las diferentes capacidades humanas, con las cuales podemos salir
adelante. El presente trabajo enfoca las dimensiones psicológica y espiritual
en el camino a Emaús. Este camino ilumina estas dos dimensiones como dos
grandes dones otorgados a la humanidad. Estos dones le permiten caminar,
entender su realidad, buscar soluciones en medio de las crisis y encontrarse
con la presencia divina en el camino. 4. El Camino a Emaús. Un camino terapéutico ante la pandemia 4.1 Presentación del camino “Aquel mismo día, dos de los discípulos se
dirigían a un pueblo llamado Emaús…” (Lc 24,13). El texto del camino a Emaús es un
texto singular que ha acompañado a la comunidad de Jesús a través de los
siglos. Es un texto generoso que se
abre y se ofrece en varias posibilidades para iluminar nuestra
espiritualidad. Ha tenido lecturas catequéticas, litúrgicas, pedagógicas,
pastorales y otras. El presente aporte
propone una lectura con énfasis terapéutico, el cual apunta a ver este camino
como un proceso de sanación, de restauración de la salud y el bienestar que
se nos han escapado en medio de la crisis de la pandemia. El concepto de terapia, propio de los
ámbitos de la salud física y mental, viene de la palabra griega therapeia que significa tratamiento. Este tratamiento, entendido como proceso o
camino, lleva la acción de therapeuo o sea
curar o sanar. Este proceso involucra la relación entre una persona/personas
que viven un momento de crisis, y el acompañamiento de un/una therapon (terapeuta) que sirve, apoya y
encamina a las personas hacia la superación de dicha crisis. En el área de salud mental se utiliza el
concepto de psicoterapia, entendida como “Un procedimiento destinado a
aliviar el sufrimiento humano por medio de recursos psicológicos...” (Torales
y Brítez 2017, 158). La psicoterapia es un proceso
dinámico y participativo. Su objetivo es la salud y bienestar integral de las
personas que viven una situación de malestar y sufrimiento. Este proceso es
acompañado por una persona terapeuta, quien no es una figura directiva, sino
un asistente que apoya para que las personas clarifiquen su situación,
expresen sus sentimientos y generan desde sí mismas, las salidas hacia su
restauración. El concepto de therapeia
como una acción que da alivio al sufrimiento humano, no es ajeno a
nuestra espiritualidad cristiana. En los Evangelios encontramos el verbo therapeo, curar o sanar, el cual está
relacionado con la actividad sanadora/salvífica de Jesús. De acuerdo a Balz
y Schneider (1996), el término therapeuo
viene del ámbito griego y significa primordialmente servir, servir y cuidar a
los enfermos, dar un tratamiento médico; y luego, por evolución del concepto,
se entiende también como curar o devolverle la salud a una persona. En los Evangelios encontramos varias
veces la acción therapeuo, relacionada
con las prácticas sanadoras de Jesús, las cuales son entendidas como
milagros, como signos de la presencia del reinado de Dios en el mundo. Los
testimonios nos cuentan que las personas enfermas y angustiadas buscaban a
Jesús; él sentía compasión por ellas y actuaba en su favor. Jesús el therapon que, impone sus manos sobre las
personas, toma sus manos, las toca, o simplemente proclama las palabras de
sanidad. Estas breves consideraciones acerca de
los conceptos de terapia y terapeuta nos dan una base para apreciar el camino
a Emaús como un camino terapéutico. Este un camino de restauración que se
abre a los caminantes, Cleofás y su acompañante. Esta afligida pareja de
discípulos, recorren el camino en compañía de Jesús resucitado, su terapeuta,
su sanador. Él hace preguntas generadoras para clarificar su situación,
permite que expresen sus emociones, reinterpreta sus esperanzas, provoca insights, fortalece su resiliencia y les
restaura. El destino de los caminantes es Emaús, el hogar seguro. Sin
embargo, la experiencia les transformará de tal manera que su destino
original se convertirá en un punto de partida, hacia una vida comprometida
con su fe primordial. Es este el camino que queremos abordar
hoy como un modelo terapéutico, como un camino de sanación. Este camino se nos abre hoy a los
caminantes dolientes en medio de la pandemia. A nuestro encuentro viene Jesús
resucitado, quien conoce del dolor, sufrimiento y muerte. Él es quien conoce
también cómo emerger de la misma muerte; él es el sanador herido quien
acompaña a los caminantes de hoy. 4.2
La crisis en Jerusalén El camino a Emaús tiene como
antecedente la crisis sucedida en Jerusalén, la Jerusalén pandémica que mata
a los profetas y apedrea a los que le son enviados (Lc
13,34). Jesús, sus discípulos y discípulas habían venido a Jerusalén para
celebrar la fiesta de la Pascua. La Pascua era una gran celebración que
rememoraba la liberación del pueblo de la esclavitud en Egipto; pero también
era una oportunidad para reanimar sus expectativas de liberación ante la
presente ocupación extranjera, la pandemia romana. Algunas celebraciones
anteriores habían sido ya escenarios de levantamientos judíos, que Roma y su
ejército habían apagado brutalmente. Con todo, la expectativa judía seguía
latente y cada Pascua era una esperanza de liberación. En esta nueva Pascua, la figura de
Jesús había llegado a cobrar notoriedad en la escena político-religiosa. A su alrededor se habían creado fuertes
expectativas de liberación de la ocupación romana. Es muy probable que los
discípulos y discípulas que llegaron a Jerusalén, vinieran no sólo para
celebrar la Pascua, sino con la esperanza de ver a Jesús proclamado como el Rey
Mesías, el esperado Hijo de David. En la cena Pascual, la comunidad
recibió noticias que cambiaron el panorama de sus expectativas; Jesús anunció
su inminente arresto y ejecución. La inesperada noticia dejó a los discípulos
y discípulas sin tiempo para entender y afrontar la situación. Al terminar la
cena, la crisis llegó y Jesús fue arrestado ante el estupor inicial de sus
seguidores. Surgió el pánico y la confusión en la comunidad. Unos huyeron y
otros como Pedro, empezaron a actuar erráticamente. Fueron las mujeres
quienes siguen a Jesús hasta el último momento. Las experiencias del arresto, tortura
y crucifixión de Jesús dejaron un fuerte trauma en los miembros de la
comunidad. El término trauma nos viene del campo de la medicina; su
etimología procede del griego y significa herida. Desde el área de salud mental, un evento
traumático puede entenderse como “un acontecimiento que hiere nuestro sentido
de la seguridad y del bienestar… y
como el resultado de la exposición a un acontecimiento estresante inevitable
que sobrepasa los mecanismos de afrontamiento de la persona” (Janet 1919, en
Salvador 2009,5). En este sentido, las fuertes vivencias experimentadas por
la comunidad alrededor del asesinato de Jesús, dejaron fuertes heridas,
inestabilidad y múltiples duelos. Era
difícil recomponerse ante tal situación. Había dolor por la pérdida de un ser
querido de una forma tan violenta.
Había desesperanza por el rompimiento de sus expectativas
sociopolíticas y religiosas y por el rompimiento total de las creencias que
configuraban su vida. La imagen gloriosa de Jesús sentado en un trono como
rey, había cambiado a la imagen de Jesús humillado, torturado y sosteniéndose
de una cruz. 4.3
Diferentes reacciones ante la crisis “Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán
dispersadas…” (Mt 26,31 RVC). Estudios y experiencias de
intervención en crisis señalan que las personas afectadas por un evento
crítico, presentan efectos inmediatos, que pueden categorizarse en efectos
cognitivos, emocionales, conductuales y fisiológicos (Arón et al. 2005). Es importante señalar también los efectos
en la vida espiritual de las personas. Estos efectos impulsan las respuestas
humanas ante las crisis. Las respuestas humanas ante las crisis inesperadas
son variables. Dependen de varios factores que pasan por factores genéticos,
por experiencias tempranas en la familia nuclear, por condicionantes
culturales, por la visión de la vida y por vivencias espirituales entre
otros. En este sentido, la crisis en
Jerusalén trajo efectos inmediatos y provocó diferentes formas de
afrontamiento por parte de la comunidad. En cuanto a respuestas ante la
crisis, se observan por lo menos tres grupos en la comunidad más cercana: el
grupo de mujeres discípulas, lideradas por María Magdalena; el grupo de los
once apóstoles y la pareja de discípulos que escapan de Jerusalén hacia
Emaús. Estos últimos pertenecían a un grupo mayor de discípulos que habían
llegado también a Jerusalén para la celebración con Jesús. El relato de los
Evangelios remarca la presencia organizada de las mujeres, quienes acompañan
a Jesús hasta su sepultura. En su testimonio, Juan se ubica también al pie de
la cruz, acompañando a María, madre de Jesús, María Magdalena y María, esposa
de Cleofás. Los evangelistas cuentan también que José de Arimatea
y Nicodemo estuvieron presentes gestionando una sepultura digna para Jesús. Luego de sepultar a Jesús, las mujeres
prepararon perfumes y ungüentos para que, una vez pasado el día de reposo,
pudieran volver al sepulcro y preparar su cuerpo, de acuerdo a los rituales
judíos. Así el primer día de la semana, ellas están listas para volver al
sepulcro. El relato de Lucas 24 nos guía en la vivencia de los caminantes a
Emaús. Inicia con el relato lo que pasó en la comunidad el día de la resurrección
de Jesús. María magdalena, Juana, María madre de
Santiago, y las otras mujeres, fueron al sepulcro y encontraron la piedra
removida, entraron y no vieron el cuerpo de Jesús. De pronto dos hombres
vestidos de ropas brillantes aparecieron ante ellas y les dijeron “¿Por qué
buscan ustedes entre los muertos al que está vivo? No está aquí, sino que ha
resucitado.” (vv. 5-6). También les
recordaron que, desde Galilea, Jesús había anunciado que tendría que ser
entregado en manos de pecadores, que los crucificarían y que al tercer día
resucitaría. Las mujeres recordaron
entonces estas palabras. Al regresar
del sepulcro llevaron las buenas noticias a la comunidad, en donde Lucas
diferencia la presencia de los once y la de todos los demás. El testimonio lucano señala que a los
apóstoles (los once), les pareció una locura lo que las mujeres anunciaban y
no les creyeron. Ellas llevaban una
explicación de esas buenas noticias “Jesús había anunciado lo que iba a suceder”. Sin embargo, el grupo no escucha; hay
confusión, dificultad para pensar y para incorporar nueva información a la
mente. No hay capacidades cognitivas para apreciar el mensaje. Lucas añade
que Pedro fue corriendo al sepulcro, lo miró vacío y volvió admirado; no dice
nada más. Más tarde en el camino, Cleofás quien seguramente estaba presente
en el grupo aquella mañana, va a decir que las mujeres los asustaron con sus
noticias. Las reacciones de la comunidad de Jesús son propias del momento que
viven. El miedo, la tristeza, y el enojo crean confusión. Esta confusión
ciega la posibilidad de percibir lo que sucede, de analizar la situación y
reflexionar sobre ésta. En el grupo de los once hay una
sensación de parálisis, de estancamiento. Lo único que pueden hacer es
esconderse y resguardarse. Juan dice explícitamente que, al llegar la noche
de ese mismo día, el grupo de los once estaba escondido por miedo a las
autoridades judías (20,19). El sentimiento de miedo y la acción de esconderse
son respuestas esperadas ante una crisis. Esconderse bajo puertas cerradas es
un mecanismo que da seguridad ante la falta de fuerzas para enfrentar la
realidad. Allí llegará Jesús más tarde. Inmediatamente Lucas nos cuenta que
“aquel mismo día” dos de los discípulos dejaban Jerusalén y se encaminaban a
un pueblo llamado Emaús (24,13). Es
muy posible que, ante la crisis, algunos discípulos y discípulas habrían
abandonado ya Jerusalén y regresado a la seguridad de sus hogares. Jerusalén
se había convertido en un lugar de sufrimiento, muerte y peligro. Abandonar
Jerusalén y apartarse de la comunidad, era una forma de negar la realidad,
una respuesta primaria ante las crisis. San Lucas apunta que uno de los
discípulos se llama Cleofás. Es muy probable que el otro discípulo fuese
María su esposa (Jn 19,25), y que se dirigiesen a
un lugar seguro, a su hogar en Emaús. Es bueno saber que Jesús resucitado
estaba con su comunidad sin importar su respuesta a las crisis. Jesús está
con las mujeres que los buscan en el sepulcro, con los once que permanecen
encerrados y con los que tomaron el camino. De cualquier modo, la comunidad
angustiada es la destinataria de la presencia vivificante de Jesús
resucitado. 4.4
El inicio del camino “Se dirigían a un pueblo llamado
Emaús… Iban hablando de todo lo que había pasado. Mientras
conversaban y discutían, Jesús mismo se acercó y comenzó a caminar con ellos…
algo les impedía darse cuenta de quién
era. (Lc 24, 13-16). El inicio del camino es
marcado por el dolor, la desesperación y la confusión; sin embargo, allí en
el camino “El Señor está cerca, para salvar a los que tienen el corazón hecho
pedazos y han perdido la esperanza.” (Sal 34,18). Este camino se abre hoy
para quienes escapan del dolor de las muchas pérdidas que ha traído la
pandemia; para quienes caminan el camino de la confusión; para quienes han
perdido la esperanza. No es un camino
hacia la nada, sino un camino de encuentro con la Vida y consigo
misma/o. La pareja de discípulos viene hablando
por el camino, reviviendo una y otra vez todo lo que ha pasado en Jerusalén.
Jesús se acerca y empieza a caminar con ellos; su acercamiento es gentil, los
alcanza y toma su paso, camina a su ritmo. No los abruma, no se presenta
desde el inicio como Jesús, ellos mismos irán reconociéndolo en el camino.
Ahora sus sentidos están velados y no pueden reconocerlo. El camino/la
terapia despejará sus sentidos. Desde el primer momento, el camino
marca las consideraciones de un/una terapeuta hacia las personas que sufren
una crisis. El delicado acercamiento de Jesús crea confianza en los
caminantes. Su vocación terapéutica lo lleva a hacer el camino junto a las
personas angustiadas. Así, hay posibilidad de entablar un diálogo en la misma
dimensión, en el mismo ritmo del pueblo. En este sentido, el camino de Emaús
se abre como una posibilidad de aprendizaje para el liderazgo pastoral que
acompaña hoy a las comunidades en medio de la pandemia. Es seguro que muchas
personas que se reunían en los templos, caminan hoy hacia Emaús, buscando un
hogar seguro. Allí debe de encontrárseles y acompañar su camino. 4.5
Una pregunta generadora Jesús les preguntó: — ¿De qué van
hablando ustedes por el camino? (Lc 24,17). ¿No es
cierto que los términos Coronavirus, pandemia, gobierno, hospitales,
medicina, enfermedad, dolor y muerte… son los temas nuestros de cada día hoy?
Hablar repetidamente de un evento doloroso puede extenderse por algún tiempo
luego de sucedido éste. Sobre todo, si el evento es permanente como el caso
de la pandemia por la cual atravesamos en la actualidad. Esta situación
organiza a su alrededor las pláticas nuestras de cada día. Lucas dice que la pareja de discípulos
conversaba y discutía por el camino; elaboraban una y otra vez lo sucedido
buscando respuestas. Seguramente Jesús
los habría escuchado; sin embargo, con gentileza se acerca a ellos y les pide
que le cuenten de qué van hablando, cuáles son sus preocupaciones. Jesús
entiende el dolor de los caminantes y la necesidad de expresar su dolor. ¿De
qué van hablando ustedes…? es la pregunta generadora de Jesús. A través de
ésta entabla una conexión (rapport) con los
caminantes. Este es un acercamiento necesario del/la terapeuta hacia las
personas que acompaña. De esta manera les hace saber que alguien les entiende
y se interesa en su dolor. Lucas anota que los caminantes se
detuvieron tristes (24,17). Su tristeza es señal del duelo que
experimentan. “La tristeza forma parte
de las emociones y abarca los sentimientos de soledad, apatía, autocompasión,
desconsuelo, melancolía, pesimismo y desánimo, entre otros.” (Cuervo e Izzedin, 2007, 36). Estos sentimientos se expresan en las
respuestas que los discípulos elaboran en el camino. Jesús pregunta y Cleofás responde —
¿Eres tú el único que ha estado alojado en Jerusalén y que no sabe lo que ha
pasado allí en estos días? La respuesta parece obvia, sin embargo, Jesús deja
que ellos mismos organicen y clarifiquen sus ideas. Así, él responde con otra
pregunta para que los caminantes sigan hablando — ¿Qué ha pasado? Cleofás y
el otro discípulo o discípula inician a contar una vez más lo sucedido. La
confianza del acompañante terapeuta y el aire del camino les ayudan a
organizar sus ideas, a expresar sus pensamientos y sentimientos, y a darle
nombre a su dolor. Inician hablando de Jesús de Nazaret, el ser amado a quien
han perdido, y con él, todas sus esperanzas.
Hablan de Jesús en tiempo pasado. Cuentan quién era Jesús, el impacto
de su presencia en medio del pueblo; la oposición de las autoridades judías y
su condena a muerte. Hablan de sus esperanzas rotas “Nosotros teníamos la
esperanza de que él sería el que había de liberar a la nación de Israel”
(24,21). Expresan dudas con respecto
al anuncio de la resurrección, cuentan que las mujeres de la comunidad los
han asustado con la noticia del sepulcro vacío. Tienen duda, nadie ha visto a
Jesús resucitado hasta ahora. Hablar abundante y continuamente de un
evento traumático es parte de las reacciones posteriores a una crisis. Es
también una forma de ir disminuyendo la ansiedad, de elaborar lo sucedido
hasta llegar a una clarificación. Jesús escucha con amor y paciencia a
quienes hablan en el camino. No les interrumpe hasta que la elaboración de su
pensamiento está completa. Esto les permite expresar ideas, sentimientos,
juicios y conclusiones acerca del evento. ¿De qué van hablando ustedes por el
camino hoy? Es una buena pregunta para quienes vamos hoy por el camino y
queremos expresar lo que sentimos y pensamos. Es importante hablar mientras
caminamos; elaborar nuestras ideas acerca de lo que acontece; hablar de los
seres queridos que se han ido; expresar nuestras dudas, temores y nuestras
esperanzas rotas. Es necesario entonces, propiciar espacios en los cuales
podamos hablar de lo que nos está pasando hoy. 4.6
En el camino, Jesús reinterpreta las esperanzas del pueblo “Nosotros teníamos la esperanza de que él sería el
que había de libertar a la nación de Israel. Pero ya hace tres días que pasó
todo eso…” (Lc 24,21). Los modelos de esperanza de la
humanidad del siglo XXI están colocados sobre modelos de vida que magnifican
el poder, la capacidad de expansión, el dominio, la acumulación de riquezas y
la opulencia; el uso y dominio de las tecnologías; el conocimiento, dominio y
extracción de la naturaleza; la existencia de una única forma de ser humano;
una única forma de espiritualidad y otros paradigmas propios de pensamientos
dominantes. Estos modelos de vida han sido trastocados por la pandemia Covid 19; muchas de sus formas de vida se han caído y no
responden más. Así, hoy mientras el sistema se protege a si mismo, sus
seguidores se han quedado sin esperanza. El brutal asesinato de Jesús y los
inesperados eventos a su alrededor colocaron a la comunidad en una situación
de vulnerabilidad; habían perdido las esperanzas. En el camino, la comunidad
representada por los dos caminantes, expresa sus pérdidas y aceptan sus
sentimientos. Asumen que Jesús se ha ido, y con él, todas sus esperanzas
individuales y nacionales de una liberación ante la ocupación romana. Jesús
escucha detenidamente y empieza a abrir caminos de entendimiento para
responder a la desesperanza de la comunidad. Basta ver los paradigmas de vida de la
época para encontrar el porqué de la desilusión de la comunidad de
Jesús. En la época de la pandemia de
la dominación romana, el pueblo judío había construido la imagen de un líder
redentor, descendiente del rey David. Él los libraría del yugo romano, les
devolvería la independencia soñada y las glorias que Israel había tenido en
tiempos del rey David. Este líder redentor era reconocido con el título de
Mesías (El Ungido), un término para designar a los reyes ungidos de Israel.
(Lillo-Botella 2014). A la imagen del Rey Mesías, subyacían modelos de vida
económicos, militares, sociales y religiosos que magnificaban la opulencia,
la grandeza, la arrogancia, el dominio territorial, las armas y la venganza
de los enemigos. Dentro de este modelo de vida, también tenía cabida la
expectativa del pueblo judío de regir sobre las otras naciones en el reinado
mesiánico. En este sentido, la desesperanza de la comunidad viene del
desmoronamiento de estos paradigmas de vida, sobre los cuales habían fincado
su futuro. Antes de su crucifixión y
resurrección, Jesús había hablado y enseñado de sí mismo a la comunidad. Les
enseñó un modelo de liderazgo de servicio y sacrificio. Les enseñó sobre los
valores esenciales de vida en el reino de Dios en contraste con los valores
imperialistas que promovían la dominación y opresión. Ahora, en el camino,
Jesús vuelve al tema. Habla del Mesías de Dios anunciado desde Moisés y los
profetas. La comunidad no comprende a este Mesías de la cruz. La cruz había
matado sus sueños: la pandemia de la dominación romana se había llevado sus
esperanzas. Ante esto, Jesús restaura sus esperanzas, les habla del Mesías
que transforma la cruz en vida. Jesús explica al Mesías de las Escrituras.
Éste, no es el mesías imperialista que se sienta en un trono para dominar al
mundo; no es un guerrero que extermina a sus enemigos: no tiene un plan
globalizante de dominio y poderío. Jesús habla del Mesías de Dios que
denuncia y resiste al poderío imperial, que se solidariza con los sufrientes
y corre su misma suerte. Él es Mesías que sufre la muerte, pero surge de ésta
con victoria. Él es quien camina ahora con su pueblo. Más tarde, los caminantes van a
reconocer que su corazón ardía mientras Jesús les hablaba por el camino. En
medio del camino sus esperanzas empezaron a renacer y la imagen de Jesús
empezó a tener un nuevo sentido. Allí empezaron a sentir la cálida presencia
de la Vida. Los sentimientos de desesperanza no son ajenos a nuestras propias
experiencias surgidas de la pandemia. Vivimos el desmoronamiento de nuestros
paradigmas de vida; vivimos tiempos de desilusión, de vacíos existenciales,
de crisis de fe. Así, nuestro camino
hoy debe detenerse un momento ante el reconocimiento de nuestras esperanzas
rotas, esas falsas esperanzas que nos han dado los paradigmas de vida del
siglo XXI. Nuestro camino debe ser iluminado por la reinterpretación de
nuestras formas de vida a la luz del Mesías de Dios. Es bueno saber que
nuestra espiritualidad nos lleva al encuentro con Jesús resucitado, quien
acompaña nuestros pasos y calienta nuestros corazones apagados con la Palabra
de Dios. 4.7 La comunidad como destino “Sin esperar más, se pusieron en camino y volvieron
a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once apóstoles y a sus
compañeros” (Lc 24,33). Esperamos el final de la pandemia,
tanto como esperamos nuestra llegada a Emaús, el hogar seguro en donde
podremos comer nuestro pan en paz. Sin embargo, antes de llegar a Emaús habrá
que hacer comunidad con el extraño que camina a nuestro lado. Habrá que
hablar de solidaridad, hospitalidad y de compartir nuestra mesa. Después de escuchar a Jesús y renovar
sus esperanzas, los caminantes sienten su corazón rebosante. El dolor y la
tristeza empiezan a transformarse en la alegría de compartir en
comunidad. Así Cleofas
y el otro discípulo, María su esposa, invitan al extraño a pasar a su casa y
le ruegan: “Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha
declinado…” (Lc 24,29). La invitación no es sólo
una súplica para que el terapeuta continúe con ellos; la invitación viene del
corazón de la vida judía, la hospitalidad. Las palabras de Jesús han traído a
la memoria sus principios y valores; les ha recordado que son la comunidad
que se relaciona en solidaridad con el otro y la otra. Así Jesús es invitado
a la mesa y a dar gracias por el pan. Él toma el pan en sus manos, da gracias
a Dios, lo parte y lo comparte con ellos. La elaboración de Lucas para
describir este momento, es la misma usada en la última cena pascual con la
comunidad. (22,19). De esta manera, el extraño se desvela antes sus
hospedadores. El hogar seguro de Emaús se convierte
en comunidad. Allí Jesús es reconocido como el Mesías de Dios, el Mesías que
camina con su pueblo, lo conforta, lo anima, le interpreta las Sagradas
Escrituras y comparte el pan. Ha llegado el momento del insight,
de la revelación que reciben los que ahora disfrutan de la paz del hogar. Mas
Jesús no se queda, no se adueña del momento; deja que los caminantes lleguen
a sus propias resoluciones y que tomen sus decisiones. La terapia ha llegado
al final. Es tarde y el día ha declinado pero
los ojos de los caminantes pueden ver como nunca; están listos para continuar
su vida. Podrían quedarse en la seguridad del hogar en Emaús, lejos de
Jerusalén. Podrían privatizar la experiencia y hacer de Emaús un santuario.
Sin embargo, el encuentro con Jesús resucitado y la terapia del camino ha
transformado su vida. Así, vuelven al camino, esta vez rumbo a Jerusalén:
“Sin esperar más, se pusieron en camino y volvieron a Jerusalén” (Lc 24,39). En Jerusalén la situación no ha
cambiado; el sistema que asesinó a Jesús sigue activo; pero ahora los
caminantes saben de la vida. Al llegar, se unen a la comunidad angustiada y
temerosa, a aquellos que todavía esperan la llegada de Jesús resucitado. Allí
comparten las buenas noticias. Ellos ya han caminado y compartido la mesa con
Jesús resucitado. No dudan más del testimonio de las mujeres. Lucas cuenta
que todavía estaban compartiendo las buenas noticias cuando Jesús llegó y los
saludo diciendo ¡Paz a ustedes! Los caminantes de hoy quieren llegar a Emaús,
al hogar seguro. Mientras caminan, precisan de la compañía terapéutica, de un
liderazgo pastoral que se interese por la comunidad, que escuche su dolor y
sus temores, que caliente sus corazones apagados, que reinterprete sus
esperanzas a la luz de Jesús, y que los guíe hacia la mesa de la comunidad.
Este liderazgo debe guiarles al hogar seguro para tener un espacio donde
compartir el pan, ver el rostro de Jesús, y prepararse para volver a la vida
y continuar la lucha. ¿Cuándo terminará la pandemia? ¿Qué nos
espera en la vida post pandemia? ¡No lo sabemos! Lo único que sabemos hoy es
que seguimos caminando y que nos aguarda en un encuentro con Jesús en Emaús.
Luego iremos al encuentro solidario con la comunidad para compartir las
buenas noticas de Vida y escuchar el gozoso saludo de Jesús ¡Paz a ustedes! 5. Una mirada final Hoy vivimos lo transitorio. Vivimos un
éxodo, entre muchos otros éxodos que hemos vivido como humanidad y otros que
vendrán. La pandemia Covid 19 nos ha enviado al
camino, a caminar nuevos senderos, a buscar la vida. La generación del éxodo
emprende el camino entre lágrimas e incertidumbre; camina, llora y aprende
hasta llegar al hogar seguro; allí podrá descansar y comer su pan en
seguridad. Después de un tiempo, vendrá un nuevo éxodo y otra generación
tendrá que salir al camino de nuevo. Nuestra
espiritualidad cristiana conoce de éxodos, de transformaciones, de llegadas,
de establecimientos… de y nuevos éxodos. El peregrinaje y lo transitorio han
sido parte de nuestras vivencias. La fascinación con lo permanente no ha sido
nuestra vocación; lo único permanente en nuestro peregrinaje ha sido la
presencia divina. Quienes caminamos hoy, tenemos la seguridad de caminar en
compañía de Jesús resucitado. Él es el Mesías de Dios quien ha vencido el
sistema anti vida de este mundo y quien le ha negado a la muerte la última
palabra. Él nos acompaña, nos anima e
inspira hasta llegar a Emaús; allí descansaremos, comeremos nuestro pan,
retomaremos fuerzas, y luego volveremos al camino. La pandemia Covid
19 es un éxodo más, un peregrinaje que nos lleva por nuevas rutas y nuevas
oportunidades de vida. Mientras tanto,
hoy nos unimos a los caminantes a Emaús para exclamar: ¡Quédate con nosotros,
porque se hace tarde, y el día ya ha declinado! Bibliografía Area-Moreira,
Manuel. Introducción a la tecnología educativa. España: Universidad de
La Laguna. 2009. Arón,
Ana María, Neva Milicic y
María Teresa Llanos, et al. Sin año. Manual
de intervención en crisis. Consultado 29 de junio, 2020. http://www.buentrato.cl/pdf/Manual_adultos.pdf Balz,
Horst y Gerhard Schneider. Diccionario Exegético del
Nuevo Testamento. Salamanca: Ediciones Sígueme. 1998. Cuervo
Martínez, Angela y Romina Izzedin.
“Tristeza, Depresión y Estrategias de Autorregulación en Niños”. Red de
Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal no.
2: 35-47 (2007). Ehrenreich, John. Enfrentando
el desastre. Una guía para la intervención psicosocial. New York:
Trabajadores en salud mental. 1999. Feldman,
Robert. Psicología con aplicaciones en países de habla hispana. México,
D.F.: McGraw Hill. 2010. Lilo-Botella,
Carles. Conquistadores y conquistados: relaciones de dominio en el mundo
romano. Madrid: Signifer Libros. 2014,
pp. 519-539. Lorenzo,
David. “La espiritualidad en la humanización de la asistencia sanitaria”. Revista
Iberoamericana de Bioética No. 8 (2018): 1-11. Richter,
Ivoni. El milagro de las manos: sanaciones y
exorcismo de Jesús en su contexto histórico-cultural. Estella:
Editorial Verbo Divino. 2012. Roth, Julia
y Albert Manke. “¿Qué crisis y que respuestas?”
Revista Nueva Sociedad, No. 273 (2018): 34-43. Salvador,
Mario. “El trauma psicológico: un proceso neurofisiológico con consecuencias
psicológicas”. Revista de Psicoterapia 20, no. 80 (2019): 5-16. Torales,
Julio y José Cantero. “Fundamentos de Psicoterapia”. Medicina y Clínica
Social 1, no. 2 (2017):157-183. • • • * Neli
Miranda, Presbítera de la Iglesia Episcopal de
Guatemala en la congregación de St. Alban en la
Antigua Guatemala. Es Docente universitaria de las áreas de Teología,
Psicología y Educación cristiana. nelimirandalopez@gmail.com |
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