Vida  y

Pensamiento

Revista Teológica de la Universidad Bíblica Latinoamericana

Vol. 40 No. 2 – Julio/Diciembre 2020 -  San José, Costa Rica  -  ISSN 2215-602X

Reflexiones teológico-pastorales

en tiempos de pandemia

 

 

 

 

Cuerpos, rituales y duelos:

Una perspectiva bíblica feminista

Violeta Rocha

 pp. 187-201

 

 

 

 

Cuerpos, rituales y duelos:

 

Una perspectiva bíblica feminista

 

 

Violeta Rocha*

 

 

Resumen: El mundo en general ha sido afectado por la irrupción del coronavirus, la normalidad que asumíamos en medio de situaciones políticas, sociales y económicas, se mostró de forma cruel y totalmente asimétrica, rompiendo cotidianidades e instaurando otras.  Las relaciones se viven en el día, y en estos meses las pérdidas han sido significativas, desde los niveles más cercanos hasta los más globales.  No hemos podido procesar las pérdidas, ni vivir los duelos, los rituales de despedida se han visto interrumpidos, de tal forma que se constituyen en desafíos para el quehacer bíblico-teológico-pastoral, para intentar avizorar otras formas de “construir” el mundo, en lo que se llama el tiempo postpandemia.  ¿Podemos pensar en los lamentos y duelo, no solamente desde una manifestación pública, sino crítica? ¿Ante el dolor de los demás y el propio, podremos retejer otras formas de convivencia en solidaridad?

Palabras claves: Ritos, duelo, cuerpos, público, solidaridad.

 

Abstract: The world in general has been affected by the outbreak of the coronavirus, the normality that we assumed in the midst of political, social and economic situations, was shown the world in a cruel and totally asymmetric way, breaking daily life and establishing others. Relationships are lived every day, and in these months the losses have been significant, from the closest to the most global levels. We have not been able to process the losses, or live the grief, the necessary rituals have been interrupted, in such a way that they constitute challenges for the biblical-theological-pastoral task, to try to envision other ways of “building” the world, in what is called the post-pandemic time. Can we think of the laments and mourning, not only from a public demonstration, but also from a critical one? Faced with the pain of others and our own, can we reimagine other forms of coexistence in solidarity?

Keywords: Rites, mourning, bodies, public, solidarity.

 

 

1. Introducción

 

Las razones que me han movido a abordar este tema, resultan obvias por el contexto que compartimos no sólo a nivel regional, continental sino global. Compartimos no solo las cuarentenas/confinamiento, sean obligatorias o no, coincidiendo con diferentes momentos de la historia, donde se han inventado procesos de cuarentena/confinamiento, ayuno, una organizada interrupción de los ritmos alimenticios, sexuales y hasta productivos de la vida. Se asume que estas “rupturas” deben activar un proceso de interrupción de la percepción y de los sentidos, y con suerte, podríamos decir, pueden generar una «metamorfosis»[1], otra forma de vivir.  Por lo menos, esto es lo que hemos escuchado, leído y hasta pronunciado, en no volver a la normalidad establecida, sino a algo distinto.

 

Compartimos también los muertos, los sufrimientos, las separaciones sin despedidas, los duelos también interrumpidos, y nos enfrentamos a la mortalidad de los cuerpos, las muertes prematuras, los feminicidios, la violencia sexual y racial, que aumentaron en la pandemia, poniendo al descubierto formas de opresión y la exposición de las disfunciones institucionales de las democracias neoliberales, que hacen visible las violencias del capitalismo.   Sayak Valencia, filósofa, escritora mexicana, contextualiza el trabajo de A. Mbembe, el filósofo camerunés que acuño el término “necropolítica” —basado en la biopolítica de Foucault— para decir que es la muerte y no la vida lo que hoy en día se encuentra en el centro de la biopolítica transformándola en necropolítica.  Ariadna Estévez dice “Si la biopolítica controla los procesos vitales, las exigencias capitalistas han transformado en mercancía la vida y todos los procesos asociados, tales como la muerte. En las sociedades hiperconsumistas los cuerpos se convierten en una mercancía, y su cuidado, conservación, libertad e integridad son productos relacionados” (Estévez, 2013).

 

Compartimos también los rituales, o la falta de ellos, entendiendo estos como “situaciones cargadas de simbolismo, relevante para las personas, que se han construido mediante nuestras interacciones e historia a lo largo de la vida” (Nichel Valenzuela, 2020).

 

La ritualidad de la vida cotidiana en estos tiempos, nos ha mostrado las dificultades de vivir como núcleo de aislamiento para evitar el contagio, y hemos visto el espacio cotidiano, como un territorio donde se experimentan distintos tipos de opresión y violencia de género.    A la precariedad de las realidades de género, clase, la raza, y la sexualidad, ahora se agregan otras segmentaciones de poder: los expuestos y los protegidos, quienes sufren violencia, las personas sin hogar y los que pueden aislarse en sus hogares, los que se preocupan y los que son atendidos.  Lo que nos lleva a reflexionar sobre nuevos sentidos de los diversos ritos cotidianos, que generen espacios de encuentro, cercanía física (cuando se pueda, o se reinvente) y emocional, pensando en forma colectiva en pro del bien-estar, hay que volver a la comunidad.

 

 

2. Relaciones entre los muertos y los vivos

 

Hemos también asistido, reflexionado y participado a distintas lecturas teológicas, bíblicas y pastorales de lo que acontece; desde la fe mantenemos también diferentes posiciones en relación a la pandemia y sus efectos.  Cómo vivimos las enfermedades en nuestros cuerpos, cómo asumimos las pérdidas de personas cercanas, y cómo percibimos las muertes en masa (basta con leer algunas estadísticas), qué mediaciones utilizamos para procesar, vivir el duelo, ante lo que algunos psicólogos llaman la “pérdida ambigua” (Boss 2020, 87), ante esa dinámica de que “el cuerpo está-no está”, “despedida se da-o no se da”, entre otros.

 

El cristianismo fundamentado en las creencias y las experiencias, lidió con estas realidades de los cuerpos, los rituales y el duelo.  Es más, esta relación entre los muertos y los vivos, se agencia en las distintas religiones.  Desde la prehistoria y las distintas civilizaciones, donde la muerte es considerada, como una experiencia colectiva.  Es colectiva en tanto, se despide, se le prepara para lo que “viene”, se consuela a la familia, se le respeta como ancestro, las comidas, otros símbolos, y por supuesto, otras acciones que distinguen a las distintas culturas y religiones.  ¡No deja de ser fascinante!

 

Las mujeres han ocupado un lugar central en la demostración pública del dolor y los lamentos, algunos estudios han señalado el poder de las mujeres, en estas acciones.  Ante códigos socio-culturales rígidos, las mujeres desarrollaron otro modo de expresión de sus opiniones y preocupaciones, a través de los lamentos rituales (Dunham, 2014).  El duelo de las mujeres se dirige a asuntos públicos que tienen importancia social, para persuadir, dar testimonio, usando el lenguaje político y judicial, para clamar por la verdad, justicia social, actitudes.  Este lamento ritual o estridente grito, expresa emociones relacionadas con el duelo, a través del enojo, vergüenza, alabanza, pena. Como discurso “actuado” (permitiéndome traducir así el término “performed speech acts”, se pretende llegar por las emociones a la audiencia.  Un ejemplo es la tragedia griega, como en la última escena de Las Troyana de Eurípides, las mujeres se lamentan de lo que ocurre en la ciudad, a través de sus pérdidas personales.

 

HÉCUBA: ¡Ay, desventurada de mí! Dejo mi país natal y a mi ciudad entregada a las llamas. Así, pies cansados por la vejez, dénse prisa a saludarla por última vez, aunque les cueste trabajo. ¡Oh dioses!... Pero, ¿qué dioses invoco? Antes, cuando los llamé, no me oyeron.

Precipitémonos, pues, en el fuego, pues será para mí lo más honroso perecer en él.

CORO: Tus males te hacen delirar. La gran ciudad, que ya no lo es, ha perecido; ya no existe Troya.

HÉCUBA: Troya resplandece, el fuego lo devora todo, la ciudad entera, las más altas murallas...

CORO: Y como el viento se lleva al humo, así pereció mi patria.

HÉCUBA: ¡Oh, patria, madre de mis hijos![2]

CORO: ¡Ay de mí!

HÉCUBA: ¡Oigan, hijos, reconozcan la voz de vuestra madre! 

CORO: ¿Llamas a los muertos con voz lúgubre?

HÉCUBA: Arrastrando por la tierra mis cansados miembros, e hiriéndola con ambas manos.

CORO: Ahora nos toca a nosotras hincar la rodilla, llamando a nuestros esposos desdichados, que moran el infierno.

 

El dolor es el motor generador de los lamentos y el duelo, pónos y polúponos (mucho dolor) en griego, tiene control sobre el cuerpo, por eso el lamento-duelo es también gesto, grito, reclamo, catarsis. Mientras para los hombr

es, pónos refiere a la lucha agónica para alcanzar la victoria en las batallas.  Por ejemplo, en La Ilíada, en el personaje de Aquiles, pónos es el ejercicio físico de la batalla, y la metáfora misma de la guerra. En la antigüedad tardía, los rituales eran practicados en los ámbitos domésticos y públicos; las mujeres cristianas fueron las primeras prodigadoras de cuidados y especialistas de rituales de la familia.  Se destaca todo un performance en los ritos (a manera de liturgia); recitación, cantos, oración, ungir, tocar, gesticular, danza, colores, luz y fragancias, entre otros.

 

Aunque también encontramos restricciones para las expresiones rituales y funerarias exacerbadas, no solo antes del siglo I d.e.c. como son las Leyes de Solón (VI a.e.c.), que detalla esos comportamientos en los eventos funerarios.  En los siglos III y IV algunos padres de la iglesia, hacen referencia a estas acciones, romanas, presumiblemente cristianas, introduciendo el “criterio de vergüenza”, para describir cómo perciben estos eventos.[3]  Esto no deja de llamar la atención, desde la hermenéutica de la sospecha, pues esto se concibe como histeria femenina, y se asocia a lo pagano. Estos rituales de las mujeres contribuyeron a fijar la memoria, eso se puede entender, sobre todo en relación a los mártires y su memoria.  Peter Brown, en su libro “El cuto a los santos”, considera que estos cuidados de las mujeres en relación a los rituales, constituyeron una característica vital del cristianismo, ya que las familias daban un fuerte soporte, solidario, contribuyendo a ser communitas (interrelación social).

 

Kathleen Corley en su obra Maranatha. Ritos funerarios de las mujeres y los orígenes del cristianismo[4], señala que los relatos de las mujeres en el ciclo de la pasión y muerte de Jesús, no tienen oportunidad para el lamento. Es más, los lugares de sepultura son distintos. Esto llama poderosamente la atención, porque por alguna razón asumimos, al leer estos textos de la pasión y muerte, en los evangelios sinópticos, incluso Juan 20, 11-15, mencionan que María llora al no encontrar el cuerpo de Jesús.  Las mujeres de los evangelios no lloran, no se lamentan.  Si es en el proceso de la crucifixión, “observan o miran de lejos”, y cuando van muy de mañana a ungirle, tampoco hay llanto. Incluso en los apócrifos del Nuevo Testamento, como el Evangelio de Pedro, XII,50-57.

 

A la mañana del domingo, María la de Magdala, discípula del Señor- atemorizada a causa de los judíos, pues estaban rabiosos de ira, no había hecho en el sepulcro del Señor lo que solían hacer las mujeres por sus muertos queridos … tomó a sus amigas consigo y vino al sepulcro…Ya que no fue posible llorar y lamentarnos el día aquel en que crucificado, hagámoslo ahora al menos (junto al sepulcro).

 

Lo que si nos queda claro es que son discípulas, y que la tradición hasta hoy nos ha dejado su testimonio, como protagonistas de grandes emociones, que nos son presentadas en las distintas miradas de los evangelios.  Las emociones y entre ellas el miedo, la ausencia, la soledad, la compañía, el asombro, el coraje, todas estas formas de vivir el duelo, y caminar hacia ese cuerpo, al que quieren brindar algunos rituales.  Mercedes Navarro en su libro Morir de vida, Mc. 16,1-8: Exégesis y aproximación psicológica a un texto[5], nos llama la atención al uso de cuerpo y cadáver en dicho evangelio, “La distinción del narrador entre cuerpo y cadáver y la diferencia entre los sujetos a los que se atribuye cada uno de los términos remite a la cuestión narrativa y social de la identidad y la muerte de un sujeto”.[6]  Después del asesinato de Juan el Bautista, nos dice Mc. 6,29 “Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.”  En el caso de Jesús, en la lectura Marcana, José de Arimatea[7] se presenta ante Pilato, “para pedir el cuerpo de Jesús” (Mc.15,43). ¿A quién pertenece el cuerpo? Es decir, su cuerpo queda bajo la autoridad de Pilato (Estado), su cuerpo ha de quedar colgado, hasta que alguien lo baje y lo ponga en la fosa común, destinada a los malhechores, bandidos y subversivos.  Es el José de Arimatea Marcano, que realizará parte del ritual y duelo: comprar una sábana, envolverlo y colocarlo en un sepulcro excavado en la tierra, mientras las mujeres observan (Mc.15,42-47).

 

Las realidades que nos muestran algunos textos bíblicos son cercanas a la muerte, de vida al límite, de cuerpos enfermos y vulnerados, y también de vida, la vida en Dios y ese Dios que acontece en la vida, en la esperanza; ambas experiencias son expresadas en la ritualidad de la vida cotidiana, y fuera de ella, abriéndose a lo inédito. 

 

 

3. Ante el dolor de los demás, la solidaridad no se confina

 

Uní estas dos frases “Ante el dolor de los demás” (2003), retomando el título de un libro de Susan Sontag, filósofa, novelista y guionista de cine, que nos coloca frente a los procesos de subjetivación y alteridad, al reconocer el sufrimiento humano, ante la tragedia, la guerra y el desastre, a través de las imágenes.  Si los cuerpos, rituales y duelo nos conectan con una memoria larga de la humanidad gestionando sus sufrimientos, se cita con frecuencia a Sontag con este pensamiento “Recordar es una acción ética, tiene un valor ético en y por sí mismo.  La memoria es, dolorosamente la única relación que podemos sostener con los muertos” (Sontag, 2004). El acto de recordar, es la única manera de conectarnos con quienes ya no están. Para algunas tradiciones religiosas y culturales, los que ya nos dejaron, se convierten en ancestras y ancestros. Creo que esta frase iluminadora de Sontag, encuentra acogida en la práctica de pueblos garífunas de Honduras, cuando expresan, ¡La solidaridad no se confina! ante una tarea que han asumido en esta pandemia de “hacer lo que saben hacer, cuidar y proteger la vida”, con los saberes ancestrales y la medicina que puedan tener al alcance.  Completando la frase de estos pueblos garífunas, en el cual las mujeres son principales protagonistas, encontramos también su resistencia “La solidaridad no se confina, llamamos a las comunidades en lucha a proteger y multiplicar las experiencias de salud que se oponen a este sistema de muerte” (Baptandier, 2002).

 

Tal vez debamos pensar un duelo público, porque nos ha tocado a todos y todas, los efectos de esta pandemia, aunque es seguro, que no de la misma forma.  Duelo público, por nuestros sistemas de salud y sus políticas, por tanta gente que pasa hambre, por desprotección en tantas áreas, por tanta muerte anticipada, por los feminicidios, la falta de solidaridad y empatía, por los dolores reprimidos, las lealtades impuestas, los odios que crecen, la lista es larga.  Hemos convivido con pérdidas, con lo que se nos arrebata o dejamos perder.  Lo que los antropólogos llaman la “mala muerte” y “buena muerte” (Baptandier, 2002), refiriéndose a como algunas sociedades determinan como buena muerte, donde hay ausencia de acontecimientos violentos, y se dan los procesos de despedida, gestión o manejo del cuerpo, y confortar a los que les quedan. La mala muerte, remite a circunstancias violentas, sospechosas, o disruptivas, que no pueden enfrentarse a través de las prácticas prescritas, o en donde el tratamiento del cuerpo no es adecuado. 

 

Cuando Carlos Gil Arbiol, biblista español, escribe su artículo “El impacto de la muerte de Jesús y sus primeras consecuencias”, cito “En el año 30, aproximadamente, de la era común, un varón galileo fue sentenciado a morir en la cruz, condena que los romanos reservaban a rebeldes y sediciosos, que habían desafiado el orden romano.  Fueron muchos, miles, los que sufrieron…” (Gil Arbiol 2017, 65). Mala muerte, ¿no?  En cuanto al impacto de esta muerte de Jesús, Gil Arbiol menciona dos elementos con los que quiero concluir, para animar esa posible reconfiguración de nuestro mundo.

 

• Los testimonios, los seguidores no se desprendieron del recuerdo de la muerte de Jesús, a pesar de la resurrección.  Los testimonios son abrumadores, tanto en los datos sobre los ritos y celebraciones, como en los relatos de lo acontecido (muy vinculados a los ritos)” (Gil Arbiol 2017, 67).  Los ritos como explicación de la muerte, como profunda experiencia de solidaridad con ese destino trágico de Jesús.  ¡Memoria y experiencia! Por tal razón encuentro en los rituales esa posibilidad de manifestar el dolor y también nuestras protestas, ante los poderes que muchas definen quien debe vivir o quien morir.  Los rituales y el duelo nos ayudan a lidiar con la ausencia, una posibilidad inmensa para la memoria y la experiencia, así como para las acciones. “Reiterar el duelo y recordar la pérdida de un ser querido recupera y politiza las emociones.  También presenta el dolor de la pérdida en un espacio privado y familiar, en un espacio público, convierte la memoria en resistencia y denuncia” (Herrera Sánchez 2007, 127).  Es por eso, que el slogan feminista ¡Las queremos vivas! Remite a las mujeres en constante peligro, y también a no olvidar a las que ya no están.  En este tiempo de pandemia y confinamiento han aumentado los feminicidios, violencia sexual, embarazos de adolescentes.  Feministas argentinas decían recientemente “El feminismo no ha muerto. Están muertas las mujeres”.  Habrá que preguntarnos dónde la está la centralidad de nuestros testimonios de, y a qué nos empujan, en esas posibilidades de repensar nuestro mundo.

 

• Los afectos y experiencias corporales, el confinamiento, desconfinamiento,  el distanciamiento social, los rostros cubiertos y los descubiertos, las despedidas interrumpidas, nos ponen de frente a la realidad de los afectos y las experiencias corporales.  La dimensión de los afectos ha sido uno de los temas que se ha retomado en los últimos tiempos, el campo de las emociones, el despliegue de la ternura, suenan temáticas cercanas hoy.  Probablemente distintos enfoques, sin embargo, a mi manera de ver, están al centro de los evangelios.  Vivimos una crisis de la ritualidad, que nos hace repensar la interdependencia, la convivencia y los nuevos protocolos que han también incidido en las prácticas de la fe, demandando una nueva forma de conectarse. El libro “Emociones políticas: ¿Por qué el amor es importante para la justicia?  de Martha Nussbaum, filósofa estadounidense, apunta lo siguiente:  “Todas las sociedades están llenas de emociones, las democracias liberales no son ninguna excepción [están salpicadas] de un buen ramillete de emociones: ira, miedo, simpatía, asco, envidia, culpa, aflicción y múltiples formas de amor…emociones en relación a la nación, los objetivos de la nación, las instituciones y los dirigentes de esta, su geografía, y la percepción que se tiene sobre otros, con quienes se comparte un espacio público común” (Nusbaum 2014, 8).  La búsqueda de la justicia y la equidad, son una búsqueda desde esta perspectiva. Las emociones no están en oposición al conocimiento/razonamiento, es una falsa dicotomía, además se manifiestan ante algo, están relacionadas con algunas creencias, y tiene que ver con lo que nos importa y queremos que cambie. Las emociones pueden manifestarse proposicionalmente y también simbólicamente.  Encuentro que el movimiento de los Indignados/as, podría responder a este enfoque.

 

Por otro lado, David Bretton, antropólogo francés, en cuanto al cuerpo y las expresiones corporales, comentó en una de las Cátedras Alfonso Reyes, algunos elementos que nos desafían a repensar lo que vivimos y lo que habrá que reconstruir, en cuanto a los afectos y reencuentros.   Respecto al rostro, que nos identifica al mismo tiempo, dice que con el uso de la mascarilla el rostro se nos desfigura, porque el rostro es nuestra singularidad, lo que nos distingue.  El rostro en las relaciones sociales es lo que nos permite ser identificados, por lo que la situación que vivimos a causa de la pandemia, de alguna forma conduce a una desfiguración social.  El rostro es el lugar de la ética, del reconocimiento del otro, con la mascarilla no podemos reconocer al otro/a.  Autoriza las descortesías, la máscara es la que usa el bandido, al estar en una posición de anonimato, donde la transgresión es posible.  El rostro es muy importante en la conversación, aún en las pantallas podemos ver los rostros, y cómo resuenan nuestras palabras porque los rostros son reguladores de lo que sentimos.  Sí, es cierto las interacciones han cambiado, ¿cómo nos preparamos como comunidades de fe, y mismo las que no se sienten parte de esta, a lo que venga, en la reconstrucción de las relaciones?

 

Trabajar los afectos implicará también repensar nuestras políticas que acompañan la materialidad de los cuerpos, en el espacio público, desde las acciones que den espacio al duelo, e iniciativas para el debate y la acción social, en los desafíos de recomposición, apuntando siempre hacia la justicia social y la equidad.

 

 

Bibliografía:

 

Baptandier BrigitteDe la malemort en quelques pays d’AsieBulletin de l’École française d’Extrême-Orient, Année 2002, 89, p. 377-380. Consultado el 15.5.2020 https://www.persee.fr/docAsPDF/befeo_0336-1519_2002_num_89_1_3583.pdf

Boss, Pauline. Como aprender a vivir con un duelo no terminado. S.l.: Gedisa Editorial, 2008.

Corley, Kathleen. Maranatha. Ritos funerarios de las mujeres y los orígenes del cristianismo.  Estella (Navarra): Editorial Verbo Divino, 2011.

Dunham, Olivia. Private speech, public pain, the power of women´s laments in ancient Greek poetry and tragedy. CrissCross, Vol. 1 (2014), Iss. 1, Art. 2, p. 1-6. Consultado el 1.3.2020  https://core.ac.uk/download/pdf/59253307.pdf

Estévez, Ariadna. (2013). Capitalismo gore. Frontera norte, 25 (50), Jul/Dic 2013, p. 229-233. Consultado el 25.9.2020. http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0187-73722013000200011&lng=es&tlng=es.

Nichel Valenzuela, Fabian. Ritos sociales en tiempos de pandemia. Consultado el 7.5.2020. https://www.larazon.cl/2020/05/07/por-fabian-nichel-valenzuela-ritos-sociales-en-tiempos-de-pandemia/

Gil Arbiol, Carlos. “El impacto de la muerte de Jesús y sus primeras consecuencias”, en: Así vivían los primeros cristianos. Evolución de las prácticas y de las creencias en el cristianismo de los orígenes. Rafael Aguirre (editor). Estella (Navarra). Editorial Verbo Divino. 2017.

Herrera Sánchez, Sonia. “Cuando las heridas hablan.  La representación del feminicidio en Ciudad Juárez en el cine desde las epistemologías feministas”. Tesis Doctoral. Universidad Autónoma de Barcelona.2007.

Navarro, Mercedes. Morir de vida. Mc.16,1-8: Exégesis y aproximación psicológica a un texto. Estella (Navarra). Editorial Verbo Divino. 2011.

Nusbaum, Martha. “Las emociones políticas: ¿Por qué el amor es importante para la justicia?”. Buenos Aires: Paidós. 2014. Disponible también en: https://jpgenrgb.files.wordpress.com/2018/06/sontag_ante_el_dolor_de_los_demas.pdf

Sontag, Susan. Ante el dolor de los demás. Madrid: Santillana Ediciones. 2004.  https://jpgenrgb.files.wordpress.com/2018/06/sontag_ante_el_dolor_de_los_demas.pdf

https://www.pikaramagazine.com/2020/07/desde-el-pueblo-garifuna-construimos-una-alternativa-de-salud-y-vida-digna-que-desafia-al-sistema-actual/

 

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* Violeta Rocha, doctora en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional (Costa Rica), profesora de Nuevo Testamento, teóloga feminista nicaragüense. Actualmente colabora en varias instituciones de formación teológica.

viole43@hotmail.com

 

 

 



[1] Ciertos idiomas del chamanismo amerindio llaman a este proceso «para detener el mundo». 

[2] Se evoca aquí a Raquel en la profecía de Jeremías, “Así ha dicho Yahvé: Voz fue oída en Ramá, llanto y lloro amargo; Raquel que lamenta por sus hijos, y no quiso ser consolada acerca de sus hijos” (Jr 31,15), y su relectura en Mt 2,18.

[3] Basilio de Cesarea, critica el danzar y cantar de las mujeres en las ceremonias de los mártires.  Kathleen Corley, lo atribuye a las ceremonias de segundo entierro, cuando ponían los restos en los osarios.

[4] Kathleen Corley. Maranatha. Ritos funerarios de las mujeres y los orígenes del cristianismo.  Estella (Navarra): Editorial Verbo Divino, 2011.

[5] Mercedes Navarro. Morir de vida. Mc.16,1-8: Exégesis y aproximación psicológica a un texto. Estella (Navarra). Editorial Verbo Divino. 2011.

[6] Ibid., p. 46.

[7] Esto resulta interesante porque en Mc.15,1 se dice que todo el Sanedrín estuvo de acuerdo de apresar, encarcelar y ejecutar a Jesús, y José de Arimatea era miembro. Algunos exégetas problematizan este hecho.