Vida  y

Pensamiento

Revista Teológica de la Universidad Bíblica Latinoamericana

Volumen 36 Número 2  -  Segundo Semestre 2016  -  San José, Costa Rica

La promesa de la herencia

 

 

 

 

Me miró y me dijo: ¿a qué te refieres con teologías feministas?

Presupuestos y método de las teologías feministas de la liberación latinoamericanas

 pp. 33-66

 

 

KAROLINE MORA BLANCO

 

 

 

Resumen: El presente artículo se preocupa por explicar de una manera concisa y sencilla lo que la autora entiende por teologías feministas de la liberación; desarrollando así una simple explicación de las diferentes presuposiciones de dichas teologías, así como una breve explicación del método teológico que estas teologías utilizan a la hora de hacer su reflexión.

Abstract: This article attempts to explain in a concise and simple way what the author understands by feminist liberation theologies. She develops a simple explanation of the different presuppositions of the different presuppositions of these theologies, as well as a brief explanation of the theological method that these theologies use when making their reflection.

Palabras claves: feminismo, teologías feministas de la liberación, método, premisas.

Keywords: feminism, feminist theologies of liberation, method, premises.

 

 

 

 

 

Introducción

Al comenzar mi caminar en el estudio de las ciencias teológicas fui acusada de convertirme en “feminista”; la acusación parecía implicar que era algo terrible que yo terminara haciendo una reflexión teológica desde una perspectiva feminista. El tiempo ha transcurrido y, aunque nunca me he definido como feminista (me resisto a caer en categorías), mi trabajo siempre ha tomado prestado o hecho referencia a estas teologías tan importantes. Sin embargo, hoy día sigo recibiendo comentarios sobre mi identificación con el feminismo y preguntas tales como ¿a qué te refieres con teologías feministas?

En este escrito deseo plantear de manera sencilla, comprensible para todos, incluso para quienes hace años u hoy en día se cuestionan mi cercanía con una teología feminista, lo que son estas teologías. ¿Por qué surgen? ¿Cómo funcionan? Lo primero que he de decir es que las teologías feministas en América Latina y el Caribe forman parte de las muchas teologías que nacieron a partir de la Teología de la Liberación, al verse inspiradas en la justicia de Dios y la reflexión desde la marginalización. Pero comencemos por entender algo básico antes de hablar de la reflexión teológica.

1.      ¿Qué es el feminismo?

El feminismo ha sido definido de muchas maneras, tanto por aquellas personas que están en contra como aquellas a favor de dichas teorías sociales y prácticas políticas. Muchas etiquetas han sido dadas a los movimientos feministas en un intento de satanizarlos o aminorarlos y estas etiquetas podrían hacernos creer que el feminismo es algo que en su esencia realmente no lo es. Si buscáramos el término en el diccionario de la Real Academia Española este se definiría como “una doctrina favorable a la mujer, a quien concede capacidad y derechos reservados antes a los hombres” o como un “movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres”[1]. Para los fines de este artículo no buscaremos entender el feminismo en relación con una división de géneros o con comparaciones necias entre mujeres y varones, ya que muchas han sido las ocasiones en que este tipo de definiciones se han prestado para mal entender el feminismo como una constante competencia en relación con los hombres. Sin embargo, este sencillo ejercicio de buscar el término en un diccionario nos ayuda a comprender mejor sobre el poco entendimiento que puede existir en relación con el tema y la facilidad que existe para mal entenderlo.

Para el propósito de este trabajo, entenderemos el feminismo como un movimiento que promueve la dignidad humana de las mujeres; es “una revolución en teoría y en práctica” ligada a la dignidad de las mujeres y dicha revolución se presenta en las dimensiones social, económica, cultural, política y religiosa[2]. La teóloga Schüssler Fiorenza lo presenta de una manera muy sencilla al decir que “El feminismo es la noción radical de que las mujeres son personas”[3].

Esta definición ubica al feminismo dentro de los movimientos y discursos democráticos radicales, que abogan por los derechos de todas las personas que son mu/jeres. Evoca recuerdos de luchas por la ciudadanía y por el poder de decisión en la sociedad y la religión. Según esta definición política del feminismo, los varones pueden promover el feminismo y las mu/jeres pueden ser antifeministas. El feminismo no vincula solo al género sino también a la raza, la clase, el imperialismo o la discriminación por edad. Se preocupa por la dominación masculina de élite, no sólo patriarcal sino también kyriarcal[4].

·      Hasta el momento hemos definido el feminismo a partir de autoras estadounidenses; una lo hace desde un análisis del feminismo en el tercer mundo, y la otra ha sido de gran influencia en nuestro continente. Sin embargo, nuestro interés es comprender mejor sobre el feminismo en América Latina y para ello uno de los textos que nos ayuda es el de la filósofa Francesca Gargallo, el cual busca recuperar las voces de las mujeres indígenas feministas, pensantes y críticas de América Latina. Importantes pasos que se destacan en su escrito y que corroboraremos en las teologías feministas son:

·      La epistemología debe cambiar, esto debido a que no se puede hacer conocimiento a partir de presupuestos que de antemano nos encierran dentro de paradigmas que han sido opresores (como el patriarcalismo o el racismo).

·      Es necesario reconocer la importancia de “considerar diferentes filosofías de lo femenino y no aceptar un solo tipo de universalidad”[5], lo que presupone que además de romper con los paradigmas que han sido impuestos por siglos, se debe reconocer que nuestro propio aprendizaje y construcción de conocimiento es uno entre muchos otros válidos.

·      La nueva epistemología debe crearse desde la cosmovisión de las mujeres (en el caso expuesto por Gargallo desde las mujeres indígenas) y no desde cosmovisiones impuestas que pueden analizar las realidades de las mujeres desde fuera conceptualizándolas y creando estadísticas que pretenden reflejar sus realidades.

Al mirar estos pasos señalados por Gargallo podemos reconocer que dentro de las corrientes llamadas feministas existen una variedad de paradigmas y herramientas (según el contexto) de análisis político, económico, filosófico y social que dan como resultado una diversidad de feminismos. Lo mismo aplica para las teologías feministas, las cuales según su interés y contexto pueden diferenciarse. Dentro de esta variedad de teologías feministas nos concentraremos en las teologías feministas del llamado tercer mundo, especialmente en las teologías feministas de la liberación latinoamericanas, las cuales no dejan de tener entre sus autoras similitudes y diferencias.

2.      Teologías feministas de la liberación

Susan Rakoczy[6] entiende las Teologías Feministas de la Liberación como parte de la revolución feminista en su dimensión religiosa, en donde se busca transformar el entendimiento que hay sobre Dios, sobre las mujeres y sobre los otros de una manera en que se refleje la total dignidad humana de las mujeres dentro de los discursos religiosos[7].

En medio de sociedades patriarcales y machistas en donde la mujer ha sido entendida como un ser humano de categoría inferior al varón, las teologías feministas buscan reformar la corriente de conocimiento masculina, reivindicando su identidad que ha sido tan maltratada e introduciendo la experiencia propia sobre el mundo, la vida, la muerte y su interpretación sobre el actuar de Dios. Schüssler Fiorenza lo expone con la imagen de una visión del mundo y de la iglesia limitada a una única perspectiva, la de la elite de hombres blancos-occidentales, y la búsqueda por rectificar dicha visión con la incorporación de la mirada de las mujeres[8].

Los inicios de dichas teologías en América Latina están enmarcados entre los años 60s hasta los 80s. Durante estos años América Latina se vio inmersa en una serie de luchas sociales dentro   de las cuales hubo una gran participación de las mujeres. Ellas reclamaban sus derechos civiles y participaban de movimientos sociales y en política, esto mientras se veían enfrentadas con la pobreza y las dictaduras militares[9]. En el contexto religioso dio nacimiento la Teología de la Liberación, la cual se caracterizó por su radical opción por los pobres y la creación de Comunidades Eclesiales de Base. La metodología de dicha teología se basó en el Ver-Juzgar-Actuar requiriendo así de mediaciones socio-analíticas para “ver” la realidad, mediaciones hermenéuticas para “juzgarla” y mediaciones prácticas para “actuar” a favor de la transformación social.

La consciencia creada por la Teología de la Liberación y su metodología comenzó a resonar en otros contextos y grupos humanos que descubrían que dicha teología era relevante para sus propias experiencias, aunque no se encontraban directamente nombrados en ella. Rakoczy señala que hay dos aspectos de la teología de la liberación que son particularmente compatibles con las preocupaciones de las mujeres: su opción preferencial por los pobres y marginados, y el amor universal de Dios para todas las personas, ambos aspectos incluyen a las mujeres[10].

Sin embargo, a pesar de lo compatible que se creía podría ser la Teología de la Liberación con una teología feminista de la libera- ción, las mujeres pronto fueron conscientes de que en el discurso y la práctica de la Teología de la Liberación en Latinoamérica ellas no estaban realmente representadas y de esta manera, tiempo después de estar involucradas en las comunidades de base, las mujeres comenzaron a crear su propia teología. Según nos cuenta María José Rosado, el acceso a la teología para las mujeres no se dio sino hasta los años 80s[11].

Inspiradas en la Teología de la Liberación, las teólogas feministas partieron de la experiencia de opresión vivida por las mujeres del continente y siguiendo los pasos del método ver-juzgar-actuar, estas teologías comenzaron a buscar las causas de la opresión y discriminación que experimentaban. Es por esto que las teologías feministas analizan las formas en que el género ha sido cons- truido en nuestras sociedades[12], profundizando así en la ideología patriarcal y kyriarcal dirigiéndose hacia una praxis emancipadora.

Ivone Gebara lo expone en 3 contextos históricos de la siguiente manera[13]:

·      La irrupción de la historia en la vida de las mujeres: Con este primer contexto Gebara hace alusión a la consciencia histórica en la vida de millones de mujeres que las llevó a luchar por su liberación y a participar de diversos movimientos. Las mujeres comenzaron a tomar su lugar como agentes de la historia[14].

Podríamos imaginar esta irrupción de la historia con las mujeres que comenzaron comprometiéndose con la teología de la liberación y la opción por los pobres, mujeres que probablemente tuvieron un rol importante en el apoyo de las comunidades de base y quienes llegaron a distinguir su propia opresión no como “pobres”, pero como “mujeres” y de esta manera fueron conscientes de su rol en la historia y de su ausencia en los discursos teológicos del medio en el cual se encontraban.

·      El descubrimiento de las causas de las experiencias de las mujeres: el descubrimiento de las causas de la opresión vivida por las mujeres ha cambiado el entendimiento que las mujeres tenían de mismas, quienes ahora reconocen que su condición se debe a causas históricas [15].

En esta búsqueda por una explicación se comenzó a estudiar la ideología patriarcal[16] y kyriarcal[17] como la causante de la opresión sufrida por las mujeres a través de la historia, y el androcentrismo como una forma de comprender el mundo a partir de lo masculino como norma para todos los seres humanos, creando así de manera automática un entendimiento de la mujer como incompleta, o menos humana al no corresponder con la norma.

El ingreso a la fuerza laboral: el horizonte de las mujeres se expandió al no limitarse únicamente al espacio doméstico. De esta manera Dios se convierte en quien dirige los desafíos sociales, económicos y políticos de las mujeres. La imagen de Dios ya no es más la de un padre a quien se le debe sumisión y las formas de relacionarse cambian[18].

Dentro de las iglesias también se percibe este cambio, y las mujeres comienzan a tener un espacio en las juntas directivas  y posiciones activas en la configuración eclesial. Sin embargo, nuevamente se reconoce que las mujeres han sido “incorporadas dentro de procesos que no son suyos”[19] (traducción propia) y  la misma estructura social y eclesial continua siendo totalmente androcéntrica, por lo que se convierte en una lucha constante para que se les reconozca su valor a pesar del trabajo que realizan. Esto se hace aún más evidente al observar la prohibición explícita o implícita en relación con la ordenación de mujeres en la mayoría de iglesias en el continente latinoamericano.

3.      Premisas de las teologías feministas

Como hemos señalado, desde un comienzo las teologías feministas en Latinoamérica son muchas y muy diversas según los contextos y experiencias; sin embargo, ellas comparten entre sí algunas premisas básicas. Pilar Aquino señala que estas premisas se preocupan por las opciones antropológicas, filosóficas y políticas para la construcción de proyectos verdaderamente liberadores e igualitarios[20]. Estas premisas son:

3.1           Una antropología igualitaria que rompe con el androcentrismo

La teología por mucho tiempo se preocupó por definir a Dios y nunca por hacer explícito su entendimiento sobre el ser humano. Viéndose influenciada por las filosofías dualistas se ocupó por explicar “misterios” y “realidades espirituales”, preocupándose poco por el ser humano y sus realidades concretas. Sin embargo, dichas construcciones teológicas dualistas implicaban un entendimiento del ser humano, a pesar de no pretender entender mayor cosa sobre este, el dualismo automáticamente disminuyó al ser humano por su condición de cuerpo finito.

Con la teología de la liberación se llega a tener una teología cuya antropología es totalmente explicita al tener como centro un sujeto. La opción por los pobres llevó a esta teología a definir y comprender al ser humano según las divisiones sociales. No solamente se comprende quien es este “pobre”, pero quien es opresor, quien es prójimo, quien es un buen samaritano, reconociendo de esta manera los valores humanos y su poder como agentes de la historia. De igual modo la teología feminista reconoce la gran importancia que hay en el reconocimiento del entendimiento que la teología tiene en su discurso sobre el ser humano y sobre este en relación con Dios. Pilar Aquino se refiere a esta importancia al decir que “Si la teología se refiere al sentido profundo de nuestras acciones, de nuestra vida y de nuestra muerte, tiene que ver, entonces, con el sentido de la existencia humana visto a la luz suprema de Dios”[21].

La teología feminista se ha preocupado por las desigualdades que existen en la sociedad entre grupos humanos, principalmente por las desigualdades de género, pero también por las desigualdades de raza, edad o clase social. Es por esto que la teología feminista tiene como una de sus premisas un entendimiento igualitario del ser humano sin importar su sexo, su cultura, su estado civil, etc.

¿Qué significa una antropología igualitaria? La resistencia que han encontrado las teologías feministas ha buscado desestimar sus aportes y difundir una falsa comprensión de ellos. Por este motivo vamos a clarificar lo que significa una antropología igualitaria. Esta antropología tiene su énfasis en la afirmación del derecho a la total humanidad de mujeres y hombres porque ambos se relacionan como personas con la misma realidad divina, y rechaza cualquier antropología subordicionista[22]. Por lo tanto, no debemos confundirnos con un entendimiento errado de “la igualdad de los sexos”. Hombres y mujeres somos diferentes, pero ninguno tiene más o menos derecho que el otro. Ambos somos imagen de Dios y aunque esta afirmación pareciera ser aceptada por todos y todas en un mundo moderno, en la práctica y en algunos discursos teológicos se continúa legitimando desde el génesis una superioridad masculina y su correspondiente sumisión femenina.

María Pilar Aquino caracteriza esta antropología igualitaria como:

·      Una antropología centrada en lo humano, partiendo de una visión humana y no una masculina como lo ha hecho por siglos el androcentrismo dentro de la teología[23].

·      Una antropología unitaria, la cual supera las afirmaciones dualistas afirmando la profunda unidad material y espiritual en el ser humano y la existencia de una sola historia dentro de la cual es restaurada la existencia humana y reconocido el rol de agentes de la historia tanto a hombres como a mujeres[24].

·      Una antropología realista, que asume la realidad humana con sus contingencias, conflictos, contradicciones, luchas y esperanzas. Esta antropología rechaza cualquier idealismo que oculta las dominaciones que experimentan las minorías, y por el contrario busca transformar dichas realidades[25].

·      Una antropología multi-dimensional, que no busca suprimir lo que es diferente sino más bien acepta el desafío y el misterio de nuestra diversidad humana, contraria a una antropología esencialista.[26]

3.2           La validez de la palabra y la experiencia femenina

Con las teologías de la liberación o teologías contextuales ya se ha avanzado en reconocer que la reflexión teológica la producen los y las creyentes, y esta producción se ve acompañada por los diversos elementos del contexto en las que nacen, que las influencian, así como les sirve de herramienta de análisis. Sin embargo, esto no sucede sin existir una resistencia y una lucha por hacer valer dichas producciones teológicas contextualizadas.

Como hemos señalado existe aceptación en que la teología la producen los y las creyentes, de este modo cualquier mujer podría tomar presupuestos, fuentes y tradicionales androcéntricas y crear una reflexión teológica más o menos aceptable en su sociedad. Sin embargo, la teología feminista se ha visto inmersa en esta lucha por el reconocimiento de las diversas voces y experiencias que aportan las mujeres como fuentes de la teología.

Por esto un presupuesto de dichas teologías es la afirmación de la total humanidad de las mujeres a través del uso de la palabra como un instrumento que les permite expresar el entendimiento de su identidad, apropiarse de sus realidades y contribuir con conocimiento nuevo para ayudar a entender mejor las diferencias humanas, hasta hace muy poco entendidas únicamente desde el pensamiento dominante occidental[27]. Aquino define este uso de la palabra como un:

·      Encontrar la propia identidad. Esto se da al no depender de los estereotipos occidentales de humanidad para preguntarse qué significa ser una mujer en América Latina como una persona con todos sus derechos[28].

·      Redefinir la humanidad. Negando un modelo abstracto de “hombre” que da a las mujeres una categoría de sub- humanos. Se busca un entendimiento de humanidad que valore lo que es diferente, que valore la individualidad y personalidad de cada ser humano[29].

·      Finalizar con la rivalidad de género. La teología feminista parte de los problemas y realidades de mujeres, realidades que comparten con otros hombres y mujeres oprimidos. Esta teología establece una perspectiva que no niega las expectativas de los compañeros teólogos pero que busca la plena humanidad y no niega derechos a los y las oprimidos[30].

3.3           El cuerpo y la sexualidad como fundamentales

En Latinoamérica la teología de la liberación nos ha introducido dentro de las teologías materialistas; sin embargo, ésta no ha tomado en cuenta el cuerpo. Para las teologías feministas el cuerpo se presenta como primordial, esto debido a que la construcción social desigual entre hombres y mujeres se ha justificado a través de las diferencias biológicas y preceptos divinos[31], y así el cuerpo femenino “muchas veces ha sido un punto de conflicto y de desencuentro con el cristianismo”[32]. La sexualidad, especialmente de las mujeres, ha sido abusada, mal entendida, demonizada, restringida y condicionada produciendo una experiencia culposa y sacrificial de la misma. Wanda Deifelt nos dice que:

Una descripción de la experiencia de las mujeres debe insistir en la realidad biológica del sexo femenino, como la menstruación, la maternidad o la lactancia. Debe conllevar un análisis de   los procesos  de  socialización  de  las mujeres con respecto a las diferencias biológicas, emocionales o intelectuales, en comparación con el sexo masculino (lo que la cultura nos enseña acerca de ser mujer).[33] (Traducción propia)

Pilar Aquino se refiere a la sexualidad como una fuente de liberación y la describe de la siguiente manera:

·      La sexualidad es parte de la vida humana, esta invade e influencia a las personas en todos los aspectos de sus vidas. La sexualidad incluye lo biológico, lo psicológico y lo espiritual y tiene un carácter relacional que debería de conducirnos hacia relaciones solidarias (Aquino 1993, 98). Nuestra cultura machista ha definido la sexualidad según los intereses de los hombres y por lo tanto es necesario que esta sea parte del proyecto emancipatorio (Aquino 1993, 99).

·      La sexualidad es importante en la construcción de la identidad. Dado que todas las actividades que realizamos están marcadas por nuestra sexualidad es necesario tomar en cuenta esta dimensión para el proceso de liberación (Aquino 1993, 100).

3.4           Valorar los elementos de la vida diaria de las mujeres

Los estereotipos de género creados por el androcentrismo han sido interiorizados por los hombres y las mujeres de nuestras sociedades, describiendo a las mujeres como intuitivas, poco objetivas, emocionales, débiles y altruistas (por mencionar algunos estereotipos); los hombres por otro lado son descritos como racionales, competitivos, fuertes, etc. Esta internalización de estereotipos ha justificado la sumisión de un género sobre el otro, y ha desvalorizado a las mujeres por completo. Por este motivo uno de los presupuestos de las teologías feministas consiste en superar dicha internalización de los estereotipos androcéntricos que desvalorizan y oprimen a hombres y mujeres en la actualidad.

De lo que se trata es de leer, interpretar y verbalizar, desde una óptica nueva, la existencia cotidiana de las mujeres. Este cambio paradigmático quiere restituir a la mujer su fuerza, autoridad, liderazgo y sabiduría, como aspectos constitutivos de su identidad… estos aspectos son incorporados en la reflexión bíblica y teológica de las mujeres latinoamericanas y actúan como estructuras teóricas que sirven para dar nombre a lo que, desde su punto de vista, constituye la contribución de las mujeres en la transformación de las realidades opresivas[34].

Algunas características que Pilar Aquino señala como aportes de las mujeres latinoamericanas desde sus experiencias históricas son:

·      La originalidad. No se ha asimilado la imposición de valores, modelos y tareas que disminuyen la calidad humana de las mujeres, sino que existe una voluntad colectiva por crear y recrear la justicia y la vida, tejer la propia identidad sin las imposiciones androcéntricas.[35]

·      La resistencia. Ante la dominación en el continente, las mujeres se han opuesto al trato inhumano y la condena que simboliza el sistema socio-económico patriarcal y kyriarcal[36].

·      Creatividad. Es la forma de recrear el mundo en sus diversas dimensiones, recrear lo que por siglos ha sido negado. Se ha aportado a la “renovación del campo intelectual, las artes, la artesanía, la poesía, el canto popular, la pintura, la liturgia, la teología y hasta la milicia”[37].

·      La solidaridad. A diferencia de las instituciones patriarcales que excluyen a las masas de personas por razones de clase social, raza o género, la teología feminista conlleva una genuina compasión por aquellos y aquellas cuyas vidas están amenazadas[38].

·      La libertad. Hay una fuerte convicción de que las mujeres están llamadas a la vida y existe una fuerza que empuja a cumplir con el potencial que les ha sido negado. Por este motivo se resiste continuar por los senderos que llevan a la esclavitud[39].

·      La esperanza. Es una profunda fuerza espiritual que impulsa la lucha por la liberación con la seguridad de que Dios está del lado del oprimido y que a pesar del sufrimiento la vida triunfará sobre la muerte. Esta esperanza se vive en las acciones, actitudes y en el lenguaje diario como una anticipación de la justicia de Dios[40].

Estas son algunas de las premisas principales que comparten las teologías feministas de la liberación en Latinoamérica. A continuación veremos su método teológico.

4.      El método de las teologías feministas

Como ya hemos señalado las Teologías Feministas nacen como una de las muchas voces que surgen a partir de la teología de la liberación, y como tal sigue en su estado básico el método de dicha teología (Ver – Juzgar – Actuar). Sin embargo, el método de la teología de la liberación es re-leído a la luz de las opresiones experimentadas por las mujeres y se hace un uso de las ciencias sociales desde una perspectiva crítica ya que en las ciencias, como la filosofía, la sociología o psicología, también están presentes discursos androcéntricos y discriminatorios. De esta manera  las teologías feministas participan de momentos importantes y simultáneos de de-construcción y re-construcción en cada una de sus reflexiones.

4.1   Ver: mediaciones socio-analíticas

El observar la realidad, las experiencias de las mujeres en sus vidas diarias, seconvierteenel punto de partida para la reflexión teológica, y es sin sorpresa alguna que estas experiencias observadas reflejan dolor, abuso y exclusión. Es lo que Ivone Gebara señala como “el mal padecido, el mal soportado y no elegido, el mal presente en determinadas instituciones y estructuras culturales y sociales que lo favorecen.”[41]. Es también sin sorpresa que la observación de la realidad expresada desde las mujeres difiere en mucho de las realidades expresadas por muchos varones y transmitidas como “la realidad” para todos y todas.

Para entender y transformar estas realidades observadas es necesario recurrir a otras disciplinas que nos permitan analizar las causas y los sistemas que reproducen realidades opresivas. Pilar Aquino hace referencia a la importancia de la teoría feminista como un pilar que nos ayuda a interpretar la realidad observada y a comprender los sistemas opresivos hacia las mujeres; ella enfatiza la interdisciplinariedad que se demanda en la investigación feminista y en la teología hecha por mujeres, y nos recuerda que el uso de otras disciplinas debe realizarse desde el punto de vista latinoamericano[42]. En relación con la teoría feminista Ivone Gebara dice:

La teoría feminista hablaba del sexismo como actitud de discriminación con respecto al sexo femenino; de falocracia o androcracia para afirmar la “centralidad” del poder masculino; de patriarcalismo para indicar la existencia de un sistema que se sirve de la dominación de las mujeres por parte de los hombres con la intención de perpetuarse… El concepto de género aparece como uno de los últimos conceptos hermenéuticos introducidos por el feminismo occidental... La categoría de género incluye especialmente dos dimensiones interconectadas. La primera afirma que la realidad biológica del ser humano no basta para explicar el comportamiento diferenciado de lo masculino y lo femenino en la sociedad. Por eso el concepto de género se introduce para afirmar algo más amplio que el sexo. El género es un “producto social aprendido, representado, institucionalizado y transmitido de generación en generación”… El segundo aspecto está relacionado con la noción de poder. Se puede constatar que el poder está distribuido de modo desigual entre los dos sexos [43] (énfasis propio)

Esta interacción de poder, haciéndose valer de una supuesta superioridad biológica, ha encontrado éxito  introduciéndose en cada aspecto de la vida en nuestras sociedades como algo “natural” y por lo tanto se hace invisible o ausente para muchos y muchas. Es por esta razón que un aspecto importante en este ver la realidad es el dejar de observar lo masculino como normativo ya que esta normatividad de la realidad opresora ha justificado por siglos la violencia ejercida contra las mujeres. Ivone Gebara lo explica con la imagen de un “consenso” dentro del cual la sociedad puesta en acuerdo afirma acontecimientos o comportamientos “como algo normal, común o incluso como algo bueno, en los que el mal parece estar ausente. En estos acontecimientos no es fácil discernir la presencia del mal, aunque sospechemos que se encuentra en ellos.”[44]. Si buscáramos nombrar este consenso de lo masculino como norma, estaríamos refiriéndonos al androcentrismo el cual podríamos definir como el falso entendimiento de que lo masculino es la medida y que por lo tanto lo femenino es inferior, algo así como un tipo de ser humano deficiente[45].

El sistema que se encuentra detrás de este “consenso” social es el Patriarcado cuya influencia no es la causa únicamente del sexismo, pero de muchos otros “ismos”. Entre ellos Rakoczy menciona el racismo, el colonialismo y el clasismo[46] y Schüssler añade a esta lista la discriminación por edad[47]. Es a causa de estos muchos “ismos” que Schüssler hace referencia al Kyriarcado en lugar de a el patriarcado, debido a que el kyriarcado es un sistema de dominación social, cultural y político en donde existe todo un sistema gradual de subyugaciones y dominaciones, siendo la principal la ejercida por la elite propietaria sobre otros hombres y mujeres[48].

Dentro de la observación de la realidad, no escapa la cooperación que existe por parte de la Iglesia dentro de este sistema patriarcal y kyriarcal, cuya estructura es la de una jerarquía masculina que sostiene la ideología patriarcal y la reproduce por medio de sus enseñanzas. Como un ejemplo de lo profundo que se encuentra el patriarcalismo dentro de la religión cristiana miremos las palabras de Ivone Gebara:

En el mismo movimiento de ocultación del mal femenino se sitúa la ocultación de la desvalorización del sacrificio femenino. Sabemos que el mal vivido por los hombres, especialmente el sufrimiento que han de soportar, puede ser redentor, mientras que el mal que viven las mujeres –y aquí me refiero al mal como sufrimiento, como renuncia de en favor de otro –apenas sirve para nada. Basta recordar que, en el cristianismo, el sacrificio que salva es fundamentalmente masculino… La sangre masculina es la única que tiene precio… La sangre femenina, por el contrario, es sucia, impura y peligrosa[49].

Hasta el momento se ha hecho referencia a ver la realidad críticamente, denunciando los sistemas opresores y las realidades dolorosas. Sin embargo las teologías feministas ven la necesidad de observar aún más, observar desde el interior, desde lo más íntimo y profundo de las realidades y las expresiones femeninas. Es necesaria una mirada que permita rescatar y resaltar los muchos valores y habilidades de las mujeres que parecieran muchas veces ser ignoradas y hasta despreciadas. Dentro de las premisas comentadas en la sección anterior se mencionó la originalidad, resistencia, creatividad, solidaridad, libertad y esperanza como algunos de los aportes de las mujeres. Sin embargo, estas son solamente algunas líneas que nos guían a re-evaluar la fortaleza y valor de las mujeres, pues no hay duda que en cada ejercicio de observación de la realidad se pueden encontrar acciones y gestos femeninos de gran valor que han sido ignorados, pero que deben ser rescatados. La mirada a la realidad debe ser consciente de no estacionarse en un primer momento en el que se comprende y se rechazan los sistemas opresores, sino que también busca observa críticamente aquello que es valioso y necesario de resaltar para que con estos elementos seamos capaces de transformar la realidad.

La palabra “escandalosa” de las mujeres, o el “escándalo” de su palabra, podrían entenderse como un anuncio de salvación, como un acontecimiento de redención, como un intento de restauración de la justicia en una estructura de violencia[50].

4.2   Juzgar: mediaciones hermenéuticas

Una vez que se ha analizado la realidad a partir de las experiencias personales y colectivas en compañía de algunas disciplinas que nos faciliten el entendimiento, se llega a un segundo momento en el cual se juzga la realidad analizada a la luz de la teología y la Biblia. En este juzgar e interpretar la realidad analizada, las teologías feministas se ven forzadas a realizar la tarea en medio de una tensión que las invita a ser creativas, para por un lado reconocer la complicidad de la religión cristiana, la tradición bíblica y la Iglesia en legitimar las estructuras patriarcales y kyriarcales; y por otro lado mostrar que la fe cristiana, la tradición y la Biblia no son intrínsecamente sexistas y que de hecho las mujeres pueden verse representadas en dicha fe. Nancy Cardoso en relación con el texto bíblico lo detalla de la siguiente manera:

Como tierra que pide ser arada, así es la Biblia para las mujeres. Biblia, tierra difícil, con partes endurecidas, a veces pantanosas… pero con innumerables lugares fértiles que pueden ser trabajados. Descubrir la fecundidad liberadora del texto bíblico es la tarea de mujeres y varones que creen que es posible recrear las relaciones sociales de género. Hay que trabajar la Biblia como se trabaja la tierra: con ahínco, determinación, sabiduría y placer[51].

Como bien lo narra Elsa Tamez, la Biblia había ya adquirido un nuevo significado con la teología de la liberación. Se había convertido en el texto que hablaba de justicia, amor y liberación de Dios hacia los pobres que sufrían y luchaban en la historia. Sin embargo, a pesar de esta situación nueva ante la Biblia y de que muchas personas comenzaban a mirarse dentro del proyecto de Dios, algunas mujeres con consciencia feminista comenzaron a preguntarse sobre los textos que repudiaban a las mujeres[52] o donde éstas parecían estar ausentes. Se comenzó a crear una consciencia sobre la interacción entre dos sociedades patriarcales, la primera es aquella sociedad en donde se escribieron los textos y la segunda es aquella sociedad en donde se leen e interpretan los mismos. De este modo se podía observar que algunos textos no hablaban tan mal de la mujer como lo hacían las interpretaciones clásicas. Por lo tanto las mujeres feministas crean una nueva manera de interpretar los textos bíblicos.

4.2.1 La hermenéutica de la sospecha

La hermenéutica de la sospecha es aplicada no únicamente al texto sagrado, pero también a las interpretaciones, tradiciones, traducciones y métodos de exegesis bíblica[53]. La teología feminista busca interpretar la Biblia bajo el entendimiento de que la revelación de Dios fue dada a seres humanos y articulada en el lenguaje humano, viéndose así afectada por la cultura que le recibió y siendo por tanto un instrumento tanto de opresión como de liberación[54].

Las principales preocupaciones de la hermenéutica de la sospecha feminista son:

·      El lugar de la revelación divina

Para las mujeres en América Latina la Biblia tiene un lugar central en sus vidas. Sin embargo, no es a la luz de la Biblia que ellas enfrentan el día a día, sino que es a través de su experiencia de Dios en el día a día que se acercan a la Biblia. La acción salvífica y la revelación de Dios no se haya limitada al texto bíblico, el cual se encuentra condicionado por su contexto socio-histórico siendo así un texto androcéntrico y kyriarcal, sino que Dios continúa revelándose y salvando en los procesos históricos de liberación humana[55]. Dicho lo anterior, se entiende la revelación de Dios a través del marco de la “opción por los pobres” ya que este es “una garantía” del tema central de liberación y por lo tanto da luz sobre los muchos otros rostros que se encuentran en lucha[56]. De esta manera Pilar Aquino afirma:

… la revelación divina no se ha agotado en el marco de los escritos bíblicos… Está presente, de la misma forma, en las luchas liberadoras de la mujer y de todos los oprimidos… La tarea de la interpretación bíblica que realizan las mujeres toma en cuenta, pues, estas dimensiones. Al incorporarlas en la labor interpretativa, entiende que la experiencia actual de opresión-liberación de la mujer es criterio para discernir en la biblia y en la vida, dónde actúa Dios y cómo lo hace[57].

Sin embargo, esto no escapa de la sospecha de que leer la Biblia desde el punto de vista de los pobres no corresponde de manera automática a leer la Biblia desde el punto de vista de las mujeres. Por esto Aquino afirma que es necesario hacer explícitos los intereses de las mujeres pobres y oprimidas[58].

Por su lado Cardoso lo presenta de una manera aún más concreta al referirse al cuerpo como lugar mismo de revelación, evitando así caer en generalizaciones y categorizaciones socio-económicas; lo cual ha sido el riesgo del discurso de “los pobres”. La vida social, económica y política han sido espacios favorecidos de los varones, y entre ellos de un pequeño grupo, incluso al hablar de los “no privilegiados” como toda una categoría, se sobreponen las experiencias de algunas personas sobre las de otras.  Por eso Cardoso propone para una teología feminista observar la revelación de Dios desde el lugar en donde las mujeres llevan su historia, sus luchas, dolores y triunfos, esto es desde sus cuerpos que son “espacio de opresión y apropiación de la mujer”[59].

·      La autoridad bíblica

Tamez ha señalado un fenómeno muy común en relación con  la autoridad bíblica en el continente latinoamericano, esto es la discordancia que existe entre la firme convicción de las mujeres de que la Biblia es Palabra de Dios y las prácticas diarias de dichas mujeres en donde muestran su desacuerdo con los textos que les demanda sumisión ante los varones o una valoración inferior de sí mismas. Por este motivo el principio bíblico de autoridad debe ser reformulado[60].

Como ya se discutió en la sección anterior, la revelación de Dios se encuentra tanto en la Biblia como en la vida misma, en sus luchas y sus éxitos. Y esta revelación de Dios es mediada por la historia, la cultura y el lenguaje de quienes la expresan (sea revelación bíblica o extra-bíblica). En palabras de Cardoso:

La divinidad es un misterio inescrutable. Nuestros acercamientos a la divinidad son aproximaciones humanas, mediatizadas por la cultura y por nuestra historia cotidiana. Nadie puede definir el misterio y declarar la verdad absoluta. El texto tiene palabra de Dios pero no es la Palabra de Dios; porque la palabra de Dios trasciende el texto escrito[61] (énfasis propio).

En el proceso de reformular la autoridad bíblica para una teología feminista, se crean los procesos necesarios para criticar los textos patriarcales y para re-leer toda la Biblia desde un punto de vista en el cual no se excluye a las mujeres[62]. Dichos procesos de lectura bíblica requieren de esfuerzos conscientes para descubrir aspectos liberadores para las mujeres y aspectos que desde otras perspectivas no se habrían visto, lo cual es posible debido a la “sospecha ideológica” que se aplica tanto a la cultura que lee como al texto mismo[63]. El faro que alumbra estos procesos, y que ayuda a determinar la autoridad bíblica es “el espíritu liberador del evangelio” el cual es contrario a cualquier texto que justifique la discriminación de las mujeres y por lo tanto dichos textos “no pueden ser normativos”[64].

·      La ideología del texto: textos que infaman a las mujeres

Se ha reconocido la revelación divina en las experiencias cotidianas de las mujeres, y a la luz del día a día se ha vislumbrado el mensaje liberador que hay en la Biblia. Sin embargo, se continúa encontrando textos bíblicos que denigran a las mujeres y cuyo mensaje liberador no se encuentra. ¿Qué busca hacer la teología feminista con estos textos opresores? ¿Deben ser borrados de la biblia o acaso justificados?

Las teólogas feministas aprecian el texto bíblico, y no le restan ni le suman contenido al mismo. Lo respetan, y lo interpretan con las herramientas que les ayudan a descubrir el mensaje liberador que hay en él. Por lo tanto, cuando se ven enfrentadas con los textos que a pesar del uso de herramientas de interpretación no dejan de mostrar una connotación negativa hacia las mujeres, el paso liberador es justamente señalar la ideología patriarcal del autor, de la cultura y del momento histórico en el cual dicho texto fue elaborado[65] y denunciar de manera explícita la opresión que estos textos implican para las mujeres[66]. De esta manera no se niega su presencia e incluso su mensaje, pero se señala su ideología y por lo tanto se niega su relevancia para la vida en justicia y libertad que nos enseñan los evangelios.

·      La ideología de la tradición

Muchos textos que pesan sobre las mujeres no son opresivos por su contenido sino por las interpretaciones que a lo largo de la historia se han realizado sobre ellos. De esta manera se ha afirmado como “palabra de Dios” (que niega la dignidad de las mujeres) muchas interpretaciones que lo que reflejan es la ideología impuesta desde la cultura y filosofías de un momento histórico pasado o presente. Estas lecturas de ideología patriarcal y kyriarcal se han acumulado por siglos y fácilmente saltan a la memoria hoy día incluso antes de finalizar la lectura de un texto, llevándonos erróneamente a afirmar que la Biblia dice algo que realmente no dice.[67]

Es la influencia de las culturas greco-romana (donde la mujer se encontraba bajo el control del pater familias) y judía (donde únicamente los hombres eran parte del pacto por medio de la circuncisión) las que han dado forma a estas interpretaciones patriarcales de los textos. Añadido a esto la filosofía griega con su dualismo mente-cuerpo influenció a la teología patrística al relacionar al varón con la mente o espíritu y a la mujer con el cuerpo o lo material. Dentro de la lógica dualista el cuerpo era algo sin valor y deplorable, mientras que la mente o el espíritu era aquello que se acercaba a Dios, por lo tanto la teología patrística posicionó a la mujer en una categoría inferior e indeseada, la cual nunca alcanzaría a Dios.

Elsa Tamez llama a esta serie de interpretaciones mitos, ya que son ideologías que distorsionan la realidad y que se crean no a partir del contenido del texto sino a partir de las condiciones impuestas por una sociedad patriarcal elevándolas a la categoría de leyes divinas[68]. Las teologías feministas están llamadas a negar la autoridad de estas interpretaciones y a denunciar la ideología que hay detrás de ellas, así como las devastadoras implicaciones que estas han tenido en la vida de las mujeres y de la Iglesia.

Resumiendo, la hermenéutica de la sospecha participa de momentos importantes de de-construcción y de re-construcción a partir de la perspectiva feminista. Elsa Tamez habla de 3 habilidades que se requieren para hacer esta re-lectura bíblica: a) partir de la opresión y el sufrimiento de las mujeres pobres, b) tener una clara consciencia feminista y c) tomar distancia de las interpretaciones machistas y ganar cercanía con la realidad[69].

Los procesos de de-construcción se realizan al “tomar distancia” a la hora de leer la Biblia. Esto significa leer la Biblia como si fuera la primera vez y dejarse sorprender y conmocionar por textos como el que narra la violación de Tamar (2 Sam 13:1-22), así como deleitarse con textos tales como la comisión apostólica de Jesús a María Magdalena (Jn 20:17-18)[70]. Es leer la Biblia ignorando aquellas interpretaciones que automáticamente vienen a nuestras memorias[71]. Por su parte, los procesos de re-construcción se realizan al “ganar cercanía con la realidad”. Esto es traer la vida diaria, nuestra cotidianidad latinoamericana a la hora de leer la Biblia, llegar al texto con las preguntas que realmente nos interesan y no con argumentaciones abstractas[72].

4.3   Actuar: mediaciones prácticas

Siguiendo con el modelo metodológico del ver-juzgar-actuar de la teología de la liberación partimos de la praxis y las realidades concretas de las mujeres. En este último paso del método se regresa a la praxis para en ella llevar a cabo la verificación de las conclusiones a las que se ha llegado en el proceso de reflexión teológica. Esta etapa busca reflejar un cambio a la luz del evangelio para transformar la realidad. El proceso de ver y juzgar la realidad, la tradición y la biblia ha dado frutos hermosos en la teología feminista y como principal fruto ha resultado una nueva visión que es la que guía las prácticas diarias que ayudan a criticar y en lo posible erradicar las estructuras patriarcales y kyriarcales y buscar alternativas para un mundo libre de divisiones y violencia[73].

Si bien el método ver-juzgar-actuar no se finaliza nunca, la teología feminista continua creciendo, intentando cosas nuevas y cambiando según los contextos y las nuevas preocupaciones que surgen. A pesar de ello podríamos hablar de algunas pistas de acción, o prácticas a la luz de la nueva visión de las realidades que han aportado dichas teologías, entre estas pistas de acción se encuentran:

·      La Solidaridad

La solidaridad es un valor que une a las mujeres y hombres y que se expresa en actos de ayuda y comprensión. Es una preocupación por la hermandad. Ivone Gebara lo expone como “una participación común en la aflicción que nos invade o en la «mala noticia» que nos llega, y esto representa «algo» de salvación”[74]. Las acciones en solidaridad crean nuevas posibilidades de justicia y paz para la comunidad humana[75], son las acciones que surgen a partir de la preocupación y el interés por el otro, las cuales son posibles porque ya ha existido un primer movimiento de interés por el propio ser.

·      La Relacionalidad

Se entiende la realidad como una compleja red de conexiones, interdependencias y relaciones que existen entre todas las cosas. Ivone Gebara lo define como “realidad común a todos los seres humanos, a todas las especies, a todas las cosas relacionadas con un campo vital común”[76]. La relacionalidad se preocupa por la convivencia, y en medio de una sociedad intransigente se preocupa por la convivencia con aquello que es diferente, lo cual no es visto como una amenaza sino que es valorado y aceptado en una relación de respeto mutuo. Su centro es la vida en comunidad. La relacionalidad además de reconocer las redes de relaciones entre personas diversas, reconoce también la estrecha relación que hay entre las realidades de las personas y las causas sociales y culturales que en la dinámica de relaciones producen dichas realidades.

·      Responsabilidad creativa para transformar realidades

Rakoczy en su capítulo sobre una ética feminista comenta que “Una mujer libre, una mujer sanada, puede actuar de manera justa con el poder de afectar su propia vida y la vida de los otros, cerca o lejos”[77] (Traducción propia). La responsabilidad creativa es la libertad de actuar como personas en su total humanidad y por lo tanto responsables y capaces del bien. Actuar a partir de la dignidad humana que ha sido rescatada, así como del valor y poder que se posee como creación de Dios, imagen de Dios[78]. Practicar una responsabilidad creativa conlleva el dejar de lado lo que se nos ha dicho que es bueno hacer, y atreverse a usar el propio instinto y juicio para enfrentar la realidad y transformarla.

·      Desarrollo de nuevo conocimiento

El principal aporte al conocimiento que han aportado los movimientos feministas es la ruptura con los paradigmas androcéntricos. En la teología feminista se rompe también con un entendimiento de Dios y de lo religioso desde una perspectiva androcéntrica. De este modo la reflexión feminista ha creado una diversidad de estudios bíblicos que buscan redimir la mala imagen que por siglos la iglesia y la teología impusieron en las mujeres. De igual manera se ha creado un nuevo lenguaje, nuevas formas de hacer liturgia y una nueva visión de mundo. La teología feminista está comprometida con el desarrollo y la promoción de una nueva epistemología en beneficio de la transformación de la realidad.

De esta manera concluyo esta breve introducción a las teologías feministas latinoamericanas y de la liberación. Hice un rápido recorrido a través de la historia, los valores, el método y los aportes que las teologías feministas han integrado en nuestras realidades latinoamericanas con vistas a la transformación de la realidad actual. Es mi esperanza que este escrito le invite a conocer más estas teologías y a crear de igual manera una reflexión teológica responsable y preocupada por la salvación concreta de Dios en nuestras sociedades.

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Real Academia Española. (2001). Diccionario de la lengua española (22.aed.).

Consultado en http://www.rae.es/rae.html el día 18 de junio, 2014.

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Karoline Mora Blanco, licenciada en Ciencias Teológicas de la UBL, es investigadora en el campo de las relaciones entre teología e identidades. karolinemorablanco@gmail.com

 

Recibido: 27 de julio de 2016

Aprobado: 24 de agosto de 2016

 

 

 

 



[1]   www.raer.es, “Feminismo”.

[2]   S. Rakoczy. In her name, 4.

[3]   E.S Fiorenza, “Poder, Diversidad y Religión”, 16.

[4]   E.S Fiorenza, “Poder, Diversidad y Religión”, 19.

[5]   F. G. Celentani. Feminismos desde Abya Yala, 18.

[6]   Susan es una teóloga norteamericana, que reside en África desde 1982 y quien se ha dedicado a enseñar y estudiar las teologías feministas desde el tercer mundo (teologías feministas asiáticas, africanas y latinoamericanas)

[7]   S. Rakoczy. In her name, 4.

[8] E.S. Fiorenza. The power of naming, xiii-xiv.

[9]   M.J. Rosado Nunes. “Women’s Voices”, 15.

[10] S. Rakoczy. In her name, 9.

[11] M.J. Rosado. “Women’s Voices”, 15.

[12] S. Rakoczy. In her name, 15.

[13] I. Gebara. “Women doing theology”, 52-55.

[14] I. Gebara. “Women doing theology,” 53-54.

[15] I. Gebara. “Women doing theology,”54.

[16] El patriarcado es una ideología en tanto que las ideas o representaciones de la realidad llegan a formar las estructuras sociales en sus dimensiones filosóficas, religiosas, económicas, jurídicas, etc.; y estas ideas se manifiestan en actitudes y formas de vivir (Clévenot, 1978, 44). Rakoczy explica que la unión de un prejuicio con el poder se convierte en una ideología. Por lo tanto, comprende el patriarcado como una ideología sexista con prejuicios en contra de la mujer. En esta ideología lo masculino es reconocido como la norma y por lo tanto la mujer es entendida como inferior en todos los sentidos: biológicamente, intelectualmente, antropológicamente y socialmente. (Rakoczy, 2004, 10).

[17] El kyriarcado por su parte es una ideología que a diferencia del patriarcado se construye bajo la norma del kyrios (del griego) o Señor. Es decir, es la ideología donde la norma es el varón, libre y propietario que domina y gobierna sobre los demás. Esta ideología se manifiesta bajo un sistema socio-político de dominación en la cual la elite educada y propietaria ejerce poder sobre las mujeres y hombres fuera de esta elite. (Rakoczy, 2004, 11)

[18] I. Gebara. “Women doing theology,”55

[19] M.J. Rosado. “Women’s Voices”, 22.

[20] M.P. Aquino. Our Cry for Life , 81.

[21] M.P Aquino. Nuestro clamor por la vida, 151.

[22] M.P. Aquino. Our Cry for Life, 84.

[23] M.P. Aquino. Our Cry for Life, 86.

[24] M.P. Aquino. Our Cry for Life, 87.

[25] M.P. Aquino. Our Cry for Life, 88.

[26] M.P. Aquino. Our Cry for Life, 89.

[27] M.P. Aquino. Our Cry for Life, 90.

[28] M.P. Aquino. Our Cry for Life, 93.

[29] M.P. Aquino. Our Cry for Life, 93.

[30] M.P. Aquino. Our Cry for Life, 95-96.

[31] Wanda Deifelt. “Feminist Methodology”, 198.

[32] Seibert, Ute. “Hacer teología feminista”.

[33] W. Deifelt. “Feminist Methodology”, 199.

[34] M.P. Aquino. Nuestro clamor por la vida, 179.

[35] M.P. Aquino. Our Cry for Life, 103.

[36] M.P. Aquino. Our Cry for Life, 104.

[37] M.P. Aquino. Nuestro clamor por la vida, 182.

[38] M.P. Aquino. Our Cry for Life, 105.

[39] M.P. Aquino. Our Cry for Life, 107.

[40] M.P. Aquino. Our Cry for Life, 107-108.

[41] Gebara. El rostro oculto del mal, 17.

[42] M.P. Aquino. Our Cry for Life, 115-116.

[43] I. Gebara. El rostro oculto del mal, 28-29.

[44] Ivone Gebara, El rostro oculto, 19.

[45] S. Rakoczy. In her name, 11.

[46] S. Rakoczy. In her name, 11.

[47] E.S Fiorenza, “Poder, Diversidad y Religión”, 19.

[48] E.S Fiorenza (ed.). The power or naming, 6.

[49] I. Gebara. El rostro oculto del mal, 24-25.

[50] I. Gebara. El rostro oculto del mal, 25.

[51] N. Cardoso. “Prostitutas-Madres-Mujeres”, 5.

[52] E. Tamez. “Women’s Rereading of the Bible”, 173-174.

[53] N. Cardoso. “Prostitutas-Madres-Mujeres”, 5.

[54] A.M. Tepedino. “The fruit of Passion and Compassion”, 165-166.

[55] M.P. Aquino. Our Cry for Life, 122.

[56] E. Tamez. “Women’s Rereading of the Bible”, 179.

[57] M.P. Aquino. Nuestro clamor por la vida, 206.

[58] M.P. Aquino. Our Cry for Life, 125.

[59] N. Cardoso. “Prostitutas-Madres-Mujeres”, 5.

[60] E. Tamez. “Women’s Rereading of the Bible”, 177.

[61] N. Cardoso. “Prostitutas-Madres-Mujeres”, 9.

[62] M.P. Our Cry for Life, 127.

[63] E. Tamez. “Women’s Rereading of the Bible”, 179-180.

[64] N. Cardoso. “Prostitutas-Madres-Mujeres”, 9.

[65] E. Tamez. “Women’s Rereading of the Bible”, 176.

[66] M.P. Aquino. Our Cry for Life, 127.

[67] S. Rakoczy. In her name, 31-32.

[68] E. Tamez. “Women’s Rereading of the Bible”, 176.

[69] E. Tamez. “Women’s Rereading of the Bible”, 178-79.

[70] S. Rakoczy. In her name, 177.

[71] E. Tamez. “Women’s Rereading of the Bible”, 178.

[72] S. Rakoczy. In her name, 177.

[73] M.P. Aquino. “Toward a share future of justice”, 20.

[74] I. Gebara. El rostro oculto del mal, 151.

[75] S. Rakoczy. In her name, 255.

[76] I. Gebara. El rostro oculto del mal, 171.

[77] S. Rakoczy. In her name, 255.

[78] S. Rakoczy. In her name, 257.