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Vida y Pensamiento Revista Teológica de la
Universidad Bíblica Latinoamericana Volumen 36 Número 2 - Segundo
Semestre 2016 - San José, Costa Rica La promesa de la
herencia |
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Creatividad teológica, peregrinaje y
voz profética* pp. 131-138 LUIS N. RIVERA PAGÁN |
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“Despierto en cada sueño con el sueño con que Alguien sueña
el mundo. Es
víspera de Dios. Está
uniendo en nosotros sus pedazos.” Los juegos peligrosos (1962) Olga Orozco A Justo L. González y Jorge Pixley Agradezco a la junta de directores, a la facultad y a la presidencia del
Seminario Evangélico de Puerto Rico la distinción que hoy me confieren al
otorgarme un Doctorado
Honoris Causa en Divinas Letras. Un saludo muy afectuoso a la clase graduanda
del 2016, que hoy culmina con éxito sus estudios, y también a mi clase
graduanda de 1966,
que hace 50 años celebramos con
alegría una ceremonia similar. Mis años de estudios en el Seminario fueron decisivos en mi formación
personal y profesional. Dos profesores fueron especialmente significativos. Con Justo González aprendí a estudiar con minuciosa atención las tradiciones teológicas. Fue en gran medida
por su inspiración que seguí estudios doctorales, primero en la
Universidad de Yale y luego en la de
Tubinga, Alemania, dedicándome a la investigación de la historia del
pensamiento cristiano. Esa etapa culminó en una disertación sobre los intensos debates doctrinales en el siglo
segundo, desde la perspectiva de uno de los más importantes teólogos de ese
momento, Ireneo de Lyon. Jorge Pixley, por su parte, me inculcó el
análisis cuidadoso y crítico
de las escrituras sagradas y las diversas corrientes exegéticas y
hermenéuticas, en complejo y desafiante diálogo con las penurias y los agravios de la realidad
latinoamericana y caribeña. Pixley dedicó más de tres décadas a la formación
bíblico/teológica de generaciones de seminaristas de Puerto Rico, México y Nicaragua,
además de dar múltiples conferencias y cursos por toda América Latina y el Caribe. Honrar honra, por
eso dedico esta
distinción que hoy
me otorga el Seminario Evangélico a esos
dos insignes profesores de la década de los sesenta. Esas experiencias como
estudiante de esta
institución tuvo varias consecuencias importantes en mi vida
personal y profesional. En primer lugar, tomar en serio la creatividad teológica
como una actividad de máxima excelencia académica. Todos mis escritos,
en sus múltiples temas – los debates
en el siglo
dieciséis sobre la conquista y cristianización de
América, los sustratos apocalípticos de los armamentos nucleares, los desafíos del ecumenismoenelsiglo veintiuno, las
convergencias entre la literatura y las religiosidades latinoamericanas y caribeñas, los
laberínticos esfuerzos en la España del siglo dieciséis por
traducir la Biblia
al castellano, los
diversos senderos de la teología protestante puertorriqueña, las
variadas perspectivas de las teologías de liberación, la descolonización de
la teología como pensamiento subalterno y transgresor, el diálogo entre las
voces teológicas y las culturas sociales, la voz profética como solidaridad con las comunidades oprimidas y
menospreciadas, las estrategias hermenéuticas en los conflictos entre Israel
y Palestina, los
lamentos y resistencias de la mujer
en las tragedias bélicas, los imperativos teológicos de las modernas oleadas migratorias, la crítica a la misoginia y a la homofobia como expresiones distintas pero concurrentes de exclusión, entre
otros asuntos – han
exigido un esfuerzo conceptual e intelectual intenso y riguroso. Como bien afirmó
el gran escritor cubano José
Lezama Lima en su
fascinante libro La expresión americana (1957): “Sólo
lo difícil es estimulante.” Ha sido una labor de creatividad teológica que se inició con un artículo publicado en 1965, en Puerto Rico Evangélico, en aquellos años la
principal revista protestante puertorriqueña, titulado “Ágape y resistencia no-violenta en Martin Luther
King, hijo” y culmina cinco décadas después en la reciente publicación de los libros Ensayos teológicos desde el Caribe
(2013), Peregrinajes teológicos y
literarios (2013) y Essays
from the Margins (2014). Un segundo elemento prioritario de mi vida ha sido el constante
peregrinaje. La mayoría
de los ensayos
publicados en mis libros proceden de conferencias
previamente dictadas en México, Nicaragua,
Ecuador, Argentina, Chile, Guatemala, El
Salvador, Costa Rica, Brasil, Cuba, República Dominicana, Trinidad Tobago,
Jamaica, Barbados, Hungría, Checoslovaquia, Rusia, Suiza,
España, Alemania, India, Palestina, El Líbano, Malasia y los Estados Unidos. Es un peregrinaje que pretende
hacerle saber al mundo que en Puerto
Rico, la colonia más antigua del
mundo, como
nos llamó el eminente jurista José
Trías Monge, leemos, pensamos, hablamos, escribimos, dialogamos y
debatimos. En resumen, somos capaces de enunciar nuestra propia palabra. Ha
sido una romería continua que aspira a cultivar la memoria de un pueblo irredento, pero que se niega a
renunciar a su identidad propia. Como bien argumenta Eduardo Lalo,
en su laureada novela Simone (2011), la invisibilización de
Puerto Rico es
una de las
lacras más lamentables de
nuestra subordinación colonial. Pero mi vida no ha consistido solo
en escribir y dar conferencias en diversas partes de nuestro mundo
ancho y ajeno, como lo tildase el escritor peruano Ciro
Alegría. También
fui marcado de
manera indeleble por las
vigorosas voces proféticas que caracterizaron la década de los sesenta. Los biblistas latinoamericanos nos enseñaron que es
imposible leer cuidadosamente la Biblia sin
percibir en ella el predominio de la convocatoria
profética a la solidaridad con los menesterosos y marginados. “Abre tu boca en favor de quien
no tiene voz y en defensa de todos los desamparados… defiende la causa del desvalido y del pobre”
(Proverbios 31:8-9); “¡Haced justicia al oprimido y al
pobre, librad al débil y al indigente, rescátenlos del poder de los impíos!” (Salmo 82:3-4). Las frecuentes censuras en las sagradas escrituras se dirigen, en su
gran mayoría, contra
quienes usan el poder público – político, económico y religioso – para la injusticia y la opresión. Ejemplo destacado es el amargo juicio que emite el profeta
Miqueas (Miqueas 3:1-4), al increpar a los gobernantes de Israel: “Oíd ahora…
jefes de la
casa de Israel… que aborrecéis lo
bueno y amáis lo malo, que les quitáis su piel y su carne de sobre los
huesos; que coméis asimismo la
carne de mi
pueblo, y les desolláis su piel de sobre
ellos, y les quebrantáis los
huesos y los
rompéis como para el caldero, y como carnes
en olla. Entonces clamaréis a Yahvé, y
no os responderá; antes esconderá de vosotros su rostro...” ¿Qué ha significado esa voz profética para este puertorriqueño que estudió en el Seminario Evangélico, prosiguió el doctorado en Yale y Tubinga y concluyó su vida docente como catedrático en
el Seminario Teológico de Princeton? Primero, cerciorarme que
la Biblia versa
sobre un pueblo pequeño y marginado, como el nuestro, sujeto
continuamente a la avaricia
imperial de grandes potencias - Egipto,
Asiria, Babilonia, Persia, Macedonia, Roma – pero
cultivando siempre una profunda e irrenunciable esperanza de liberación. El pertenecer a una nación pequeña, a la merced de las ambiciones de dominio de
un imperio, pero sin
claudicar jamás el perenne sueño
de libertad, ha
sido uno de los elementos claves
de la voz profética. Es también un rasgo
distintivo de la historia de nuestra nación puertorriqueña. No pocas veces
en mis constantes peregrinajes me vienen
a la mente los versos de una de mis poetas
preferidas, la mexicana Rosario Castellanos, “Alguien, yo arrodillada: rasgué mis vestiduras Y colmé de cenizas mi cabeza. Lloro por esa patria que no he tenido
nunca, La
patria que edifica la angustia en el desierto…” Segundo, la voz profética es implacable contra toda clase de discrimen,
marginación u opresión social, sea a causa de las penurias económicas, las
diversidades étnicas, raciales, culturales, religiosas o de género. Ejemplo destacado es el acerbo
juicio que Jeremías hace
de la conducta de Joaquín, rey
de Judá (Jeremías 22: 13-17): “¡Ay
del que edifica su casa sin justicia, y sus salas sin equidad, sirviéndose de
su prójimo de balde, y no dándole el salario de su trabajo!… Tus ojos y tu
corazón no son sino para tu avaricia, para derramar sangre inocente y para oprimir…” Y quienes se jactan de
pasar largas horas
en ayuno y devoción, no deben olvidar la amonestación de Isaías (58:6-7): “El ayuno que yo escogí, ¿no es más bien… soltar las cargas de opresión, dejar ir libres a los quebrantados y romper todo yugo? ¿No es que compartas tu pan con el hambriento, que a los pobres errantes albergues en casa…?” La voz profética destaca también aquellos cuyos derechos humanos son menoscabados. El profeta Jeremías en su vigorosa denuncia de quienes cumplían con las normas
cúlticas especificadas en los
textos sagrados hebreos, pero desligadas de
la solidaridad con
los excluidos, asevera: “No
fiéis en palabras de mentira, diciendo: ‘¡Templo de Jehová… es éste!’ Pero…
si en verdad practicáis la justicia… y no oprimís al extranjero, al huérfano
y a la viuda, ni en este lugar derramáis la sangre inocente… yo os haré
habitar… en la tierra que di a vuestros padres para siempre.” (Jeremías
7:4-7) Los extranjeros inmigrantes eran, y son todavía hoy, marginados por sus orígenes étnicos, raciales o culturales, las viudas y
sus hijos huérfanos por
vivir en una sociedad patriarcal y androcéntrica. La discusión actual en Puerto Rico sobre equidad de género involucra dos
asuntos distintos pero
íntimamente vinculados. El primero tiene que ver
con el pleno
respeto a los
derechos humanos de la mujer. Lograrlo exige desligarse de una
longeva tradición cultural de sumisión femenina. El patriarcado androcéntrico es un legado lamentable que debemos
superar. El segundo asunto, la
homofobia, se refiere al discrimen contra
las personas de diversa
identidad de género y orientación sexual. Su marginación social
es tan censurable como el racismo,
la xenofobia o la misoginia. La
inequidad y la iniquidad son hermanas gemelas. No es asunto únicamente de
una perspectiva académica. Requiere la inserción en la larga e inacabable historia de
las esperanzas y luchas de liberación de las comunidades marginadas y maltratadas. Se trata de lo
que la teología latinoamericana tildó de praxis, como matriz inseparable de la teoría. Es algo que hemos aprendido en el surgimiento vigoroso de teologías liberacionistas de múltiple cuño: latinoamericanas,
feministas, mujeristas, afroamericanas,
indígenas, tercermundistas, gais
y queer. Nos
topamos aquí con
un alegre carnaval de
la inteligencia de
la fe. O un concierto barroco, como lo llamaría el escritor cubano
Alejo Carpentier. Concluyo La creatividad teológica en diálogo con
la academia y la cultura, el peregrinaje por el mundo
ancho y ajeno para que la voz puertorriqueña se
reconozca y valore, la adhesión a
la voz profética. Todo esto lo aprendí en mis años
de estudio en el Seminario Evangélico de Puerto Rico. Con mucha gratitud en el corazón acepto este
reconocimiento que hoy se me otorga y felicito muy profundamente a la clase graduada
de 2016. ¡Muchas gracias y que Dios les bendiga! ¨¨¨ Luis Rivera Pagán, Doctor por la Universidad de Yale,
profesor jubilado de la Universidad de Puerto Rico y profesor Emérito del
Seminario Teológico de Princeton. |
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* Discurso de
aceptación del Doctorado Honoris Causa en Divinas Letras, conferido por el
Seminario Evangélico de Puerto Rico el 4 de junio de 2016.