Vida   y   Pensamiento

Revista Teológica de la Universidad Bíblica Latinoamericana

 

Hablar de Dios desde las crisis del siglo XXI

 

 

 

Vida y Pensamiento – Volumen 41, Número 1, pp. 5-10 – Primer Semestre Año 2021

 

 

 

 

 

 

 

 

Presentación

 

 

José Enrique Ramírez K.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vida y Pensamiento – Volumen 41, Número 1, pp. 5-10 – Primer Semestre Año 2021

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Presentación

La temática de la revista Vida y Pensamiento ha prestado atención a los desafíos actuales que se presentan en el ámbito de lo social, lo político, lo económico y lo cultural, así como a temáticas de frontera como la ecología y el género. Se han considerado estas temáticas como desafíos de y para la teología. La destrucción de la naturaleza, por ejemplo, evoca la fe en un Dios conservador del mundo. Las experiencias de los femicidios, las guerras y la migración, confrontan la fe con un Dios que, por el contrario, promueve la no violencia, la misericordia, la igualdad de género y la solidaridad. El sistema económico neoliberal, que confía en un mercado total y aumenta la brecha entre los pobres y ricos, contradice la fe en un Dios que se inclina por su gracia para con todas las personas de igual modo.

Las experiencias cotidianas de la mayoría de las personas en su lucha por sobrevivir, no se dan sin conflictos con las experiencias de Dios, que apunta al buen vivir de toda persona. En medio de esta pandemia es válido y relevante preguntar si este estado de confusión y ausencia de esperanza es el triunfo de una especie/expresión de ateísmo moderno. Por ello, consideramos necesario pensar de nuevo nuestras imágenes de Dios. La imagen sobrenatural de un Dios personal y trascendente, lejos de los problemas del mundo y de la humanidad, está en cuestión. ¿Existen otras imágenes de Dios que sean capaces de resistir estos desafíos y cuestiones? Se puede pensar en las teorías del panteísmo o del pan-en-teísmo, en experiencias místicas de Dios, en imágenes de Dios como principio del cosmos, como energía de vida o en Dios como metáfora para otorgar sentido y objetivo a la vida. En este número de Vida y Pensamiento abrimos un espacio para la reflexión sobre el tema de ¿Cómo podemos hablar sobre Dios de manera responsable y plausible de cara a las preguntas planteadas por esta crisis global? Una autora y cuatro autores nos guían en esta relevante incursión.

Arianne van Andel explora imágenes de Dios que pueden ser creíbles en tiempos de crisis. Propone contemplar a Dios en el clamor por su ausencia, en experiencias de contraste positivas, y en momentos de irrupción de luz frente a la oscuridad, cuando inesperadamente se vislumbran posibilidades de futuro. El clamor por Dios está agudamente presente en los rincones marginalizados en estos tiempos de pandemia y muerte. Dioses de oro, milagros y promesas existen suficientes: hay una proliferación de ofertas en Latinoamérica de “dinero fácil”, de posibilidades del “sueño americano” o de corrientes fundamentalistas que prometen la salvación. Citando a Ivone Gebara describe estos dioses como parte de una religión del mercado: “Es una religión sin religión, es decir, sin mutualidad, sin reciprocidad a largo alcance, sin misericordia efectiva y afectiva. Es una religión de lo inmediato, que reduce las cuestiones relativas al sentido de la existencia, del sufrimiento, de las frustraciones, a problemas casi técnicos, con soluciones aparentemente al alcance de todos. (…) Así, los dioses a imagen de cada una/o, y según las posibilidades de cada una/o, sirven para garantizar idealmente este sistema de protección de unos contra otros. (…) En el fondo, cada grupo tiene su dios, aunque el nombre genérico y único empleado sea Dios”.

Edesio Sánchez nos muestra cómo las imágenes que vienen a la mente son aquellas que acentúan la caracterización de Dios como un dios de poder: El Omnipotente, El Altísimo... Sin embargo, el contexto de origen de esas expresiones de omnipotencia es el de una situación de vulnerabilidad, de opresión. Se puede afirmar que muchas personas y comunidades se han apropiado, de modo tendencioso y peligroso, de esas concepciones de la divinidad para afirmar que las imágenes de un Dios Omnipotente, pantocrátor como característica fundamental de Dios. Y esta imagen de Dios ha sido adoptada por pueblos e imperios a través de la historia, que comparten un marcado sentido de superioridad, racismos de todo tipo, incluyendo el religioso, así como la práctica de la violencia. Citando a J. Tasin, el autor concluye diciendo que “La imagen de Dios hoy deriva del desencanto provocado por una iglesia que institucionalmente se ha servido de su poder, ha guardado silencio ante el atropello, la corrupción y la impunidad, y proferido un discurso prometedor de lluvias de oro y felicidades, que reclama a su vez ofrendas y diezmos a una población abrumada de carestías y pesares resultantes de la avaricia, el engaño y el cinismo de gobernantes asociados a corporaciones económicas y financieras”.

Juan Carlos Valverde nos señala que la crisis ecológica es tanto el reflejo de una crisis antropológica, como también de una profunda crisis de nuestra imagen de Dios. El antropocentrismo se funda en una visión particular de Dios. Citando a Douglas Hall, Valverde señala que ser imago Dei ha servido para “simbolizar una concepción del humano que no solamente dejaba poco lugar para una comprensión positiva y simpática de lo no humano, sino que tendía a agravar la alienación entre lo humano y la naturaleza, exagerando el valor humano en detrimento del de otras criaturas”. Al haber sido creado según la imagen de un Dios soberano y omnipotente y providente – la especia humana poseería ciertas características del ser divino. Una imagen prometeica que le autoriza, además, a hacer todo lo que quiere. El magisterio de la Iglesia católica centra su atención en una relación especial y exclusiva entre Dios y el ser humano. El cosmos, la “materialidad”, juega un papel ambiguo o relativamente poco importante en la historia de la salvación, reservada ésta exclusivamente para el ser humano. El “mundo” no es, aparentemente, un fin en sí mismo, sino un medio para descubrir y llegar a Dios... no se habla claramente de una salvación conjunta, ser humano y mundo. 

Manuel Ortega busca demostrar que es posible, desde la teología negativa, articular un discurso teológico actual que rescate lo esencial de la tradición mística y que sea pertinente en el convulso mundo contemporáneo. Una “era secular” que se encuentra cubierta por las penumbras de un “eclipse de Dios”. Brota de este mundo contradictorio la experiencia de un Dios que se nos presenta como Misterio, una vivencia de lo Divino y un lenguaje teológico que se gesta en la “noche oscura de la injusticia” (G. Gutiérrez). Pero incluso en las soledades de la noche hay motivos teológicos suficientes para referirnos a esa honda experiencia de comunidad y amor, en que vivimos, percibimos y hablamos de Dios como intimidad amorosa, profunda y oscura (S. Galilea). Las contradicciones que forman el tejido mismo de un hablar paradójico acerca de Dios nos abisma en la perplejidad de su presencia, que es, al mismo tiempo, ausencia. Hacer teología, hablar de Dios desde las confusas circunstancias actuales, proponer nuevas metáforas del Misterio, debería ser, en definitiva, una tarea que se realice tomando en cuenta las contradicciones propias de la existencia, sin olvidar al mismo tiempo que, como dice Borges, “quizá la historia universal es la historia de unas cuantas metáforas”. 

Finalmente, Juan Esteban Londoño reflexiona sobre nuestro hablar de Dios desde los bordes del lenguaje: el silencio, la ausencia y la poesía. Pensar a Dios como Misterio nos lleva a trascender los límites del lenguaje. Debemos partir del hecho de que Dios es una palabra humana. También los atributos que le adjudicamos están situados y a veces limitados por nuestras categorías: como el uso de adjetivos masculinos que vinculan el poder de la divinidad con la cultura patriarcal. No todas nuestras expresiones sobre el Misterio hacen justicia a su desbordamiento, ni a todas las posibilidades de ser que lo definen. La teología mística nos enseña que el pensamiento y el lenguaje son insuficientes para hablar de lo divino, el límite de nuestro lenguaje para hablar de Dios nos conduce al silencio. Con todo, hay otro tipo de lenguaje, más originario, para referirse a lo sagrado. Es el lenguaje de la poesía, que constituye un modo privilegiado del decir, en la medida en que es capaz de permanecer en el ámbito del pensar y de res-guardar con su palabra lo sagrado. Nuestras palabras no pueden encerrar la trascendencia, ni siquiera la inmanencia. El silencio y el desierto nos llevan a pensar en imágenes que la teología en América Latina ha atendido poco: el silencio, la ausencia, el Dios que nos libera de nuestros propios conceptos de Dios. 

Invitamos a nuestras lectoras y lectores a disfrutar de este número.

José E. Ramírez K.

Editor

 

 

 

Vida y Pensamiento – Volumen 41, Número 1, pp. 5-10 – Primer Semestre Año 2021