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Vida y Pensamiento Revista Teológica de la
Universidad Bíblica Latinoamericana Hablar de Dios desde las crisis del siglo XXI |
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Vida y
Pensamiento – Volumen 41, Número 1, pp. 11-43 – Primer Semestre Año 2021 |
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Tú que dices ser nuestro Dios… Reflexiones sobre imágenes de Dios en tiempos de crisis Inspirado por textos
de Huub Oosterhuis Arianne
van Andel |
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Vida y Pensamiento – Volumen 41, Número 1, pp. 11-43
– Primer Semestre Año 2021 |
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Tú que dices ser nuestro Dios Reflexiones sobre imágenes de Dios en tiempos de crisis Inspirado
por textos de Huub Oosterhuis Arianne van Andel Resumen: La autora explora
imágenes de Dios que pueden ser creíbles en tiempos de crisis, mediante la
traducción e interpretación crítica de tres canciones del teólogo y poeta
holandés Huub Oosterhuis. Partiendo desde la teología negativa, el artículo
explora una mirada fenomenológica a los gritos, suspiros y anhelos que
resuenan cuando las personas llaman a Dios en la cotidianidad. Propone
contemplar a Dios en el clamor por su ausencia, en experiencias de contraste
positivas, y en momentos de irrupción de luz frente a la oscuridad, cuando
inesperadamente se vislumbran posibilidades de futuro. Palabras
clave: Imágenes de Dios, poesía holandesa, hermenéutica, teología,
esperanza. Abstract: The author
explores God images that can be credible in times of crisis, through the
translation and interpretation of three songs of the Dutch theologian and
poet Huub Oosterhuis. Starting from the position of negative theology, the
author presents a phenomenological study of the sorrows, longings and
yearnings that resonate when people call on God in everyday life. She
suggests contemplating God in the clamour for His absence, in positive
experiences of contrast and in moments when light erupts in the darkness,
when unexpectedly future possibilities open up. Keywords: God Images, Dutch
Poetry, Hermeneutics, Theology, Hope. |
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No hay momentos en que me sienta más cerca y segura de Dios,
conmovida y consolada, que cuando escucho canciones de mi comunidad de fe de
aquellos años de niñez, con textos de Huub Oosterhuis (1933), un reconocido
teólogo de Holanda. Mis padres eran parte de un movimiento progresista de la
iglesia holandesa que se dejó inspirar fuertemente por la poesía de
Oosterhuis. Un exsacerdote jesuita con estudios de teología, filosofía y
literatura holandesa, quien fue el inspirador de un movimiento innovador de
una liturgia que traía los aires frescos del concilio Vaticano II y la
teología de la liberación. Junto con un equipo de teólogos/as y músicos,
inició una Ekklesia fuera de las instituciones eclesiales, donde
experimentaron con nuevas formas de celebración. Oosterhuis escribió cientos
de canciones y poemas, varios libros, traducciones de libros bíblicos, además
de ser impulsor de una revista sobre cultura, religión y política, y el
fundador de El Amor Nuevo, un centro de debates, reflexión y poesía en
Amsterdam. La Ekklesia, por otro lado, sigue funcionando y muchas de
sus canciones han sido integradas en Cancioneros tanto católicos como
protestantes. Los textos de Oosterhuis eran acompañados por la música de
talentosos compositores, y en mi casa escuchábamos y aprendíamos cada nueva
canción que salía. Como niña, escuchaba a mi padre practicar las melodías en
el piano antes de dormir, y yo misma cantaba los textos junto a mi madre en
grupos de canto en la comunidad. Los textos quedaron grabados en mi cabeza, y
después, durante mis estudios de teología, mis compañeros/as de estudio me
decían a veces, que yo leía a Oosterhuis en la Biblia y no al revés. Menciono
esta anécdota personal porque creo que, para muchas personas, nuestras
imágenes de Dios más enraizadas se forman sobre todo en esos años en que
somos niñas/os y absorbemos la espiritualidad y la fe de nuestros padres o
cuidadores. Dios, quizás, tiene que ver más con estas experiencias de
sustento, de consuelo, de acogida, que con una reflexión racional y crítica.
En este artículo tomaré este punto de partida, desde la fenomenología de las
experiencias y sentires en la cotidianidad. La poesía de Oosterhuis, que tanto me marcó, transmite una imagen de
Dios que me sigue inspirando y conmoviendo. También, después de mucho
estudio, me sorprende la cercanía de estas imágenes a una teología
profundamente bíblica y fiel a sus raíces judías. Sé que poco del trabajo de
Oosterhuis ha sido traducido al castellano, y con el riesgo de que este
artículo represente una mirada particularmente holandesa, creo que vale la
pena compartir tres de sus textos, como motivación a una reflexión sobre
imágenes de Dios en estos tiempos de crisis. Lo hago para honrar a este gran
teólogo, que siempre sintió una fuerte solidaridad con Latinoamérica. Fue
presidente del Movimiento Holandés de Solidaridad con Chile, que apoyaba a
los exiliados chilenos en los años ’70, y me confesó durante una liturgia de
conmemoración en Amsterdam, a 40 años de la dictadura chilena, que su trabajo
fue muy inspirado por la teología de la liberación y la poesía de Pablo
Neruda. Confío entonces que sus textos también pueden resonar en el Sur del
mundo. La ausencia de Dios Quizás lo más importante que me ha enseñado la teología es que
hablar sobre Dios es riesgoso. Antes de compartir algunas imágenes de Dios
que me inspiran, a partir de los textos de Oosterhuis, inicio con una
sospecha frente a mucho lenguaje en que Dios aparece. Cuando digo a
desconocidos que soy teóloga, a menudo me dicen: “Entonces, ¿crees en Dios?”,
y suelo esquivar la respuesta diciendo: “Depende de lo que tú te imaginas
cuando dices Dios”. Deben ser los gajes del oficio, pero en muchas ocasiones
cuando las personas nombran a Dios, no logro escapar de una vocecita crítica
en mi cabeza. Sospecho de cada discurso sobre Dios que suena demasiado
teorético o seguro y que no se vincula con una experiencia concreta de vida.
Por definición, para mí, hablar sobre Dios se hace tanteando, balbuceando,
buscando. Me siento en este sentido interpelada por la teología negativa,
inspirada por Eckhart, quien decía que, básicamente, sólo podemos decir lo
que Dios NO es. Iniciaré con eso. En estos tiempos de incertidumbre, de
crisis eco-social y pandemia, han surgido nuevamente varios discursos sobre
Dios que me incomodan porque tratan de explicar o suavizar, las situaciones
de dolor y desesperanza que vivimos. “Tengamos confianza que Dios salvará
a nuestro hermano enfermo del Covid”. Vocecita: “Y si este hermano se
agrava, ¿entonces Dios no está con él?”. “El sufrimiento es una gran
escuela de Dios”. Vocecita: “De verdad, ¿creemos en un Dios que enseña a
través del dolor?”. “Pero Dios no va a permitir que el mundo se destruya
por el cambio climático”. Vocecita: “Y porque estaría permitiendo
entonces toda la destrucción que ya se está causando?” Un Dios que salva
vidas, algunas sí, y otras no, un Dios que enseña con dolor o castigo, un
Dios que resuelve los desastres que hemos creado como humanidad. No, no creo
en ese Dios. La pregunta sobre el sentido de hablar de Dios se hace muy presente
en las generaciones más jóvenes. Mi hijo mayor (13 años) encuentra difícil
creer en Dios, porque dice que “cree en la ciencia”. Para él, la historia del
Génesis no coincide con lo que se sabe de la evolución, y la idea que Dios
gobierna cielo y tierra es una fe que choca con explicaciones científicas del
inicio del mundo. En su sospecha, se representa la clásica discusión sobre fe
y razón: ¿Por qué se necesita a Dios, cuando –en estos tiempos– podemos
explicar lo que ocurre a partir de la ciencia?”. Además, ver a Dios en los
procesos de la historia o la naturaleza nos deja con muchas preguntas.
¡Cuántas veces no se han legitimado barbaries históricas en nombre de Dios! y
¿cómo podemos ver a un Dios bueno en terremotos y huracanes? Mi hija (11
años) cree firmemente en el amor, la justicia, y la belleza, pero me pregunta
con toda sinceridad: “Si el amor, la justicia y la belleza ya tienen su
nombre, ¿porque entonces llamarlos también Dios?”. Aparte de la poesía de Oosterhuis, me dejo inspirar en este texto
por las reflexiones que nos dejó el teólogo ecuménico y hermeneuta holandés
Anton Houtepen[1]
en su contundente libro: Dios, una pregunta abierta. Perspectivas
teológicas en una cultura de agnosticismo.[2]
Aunque América Latina no vive una cultura agnóstica de la misma forma que
Europa, sí percibo que en las generaciones más jóvenes existe una crítica
creciente frente a (la idea de) Dios. Houtepen se pregunta por el sentido de
hablar de Dios, o de cómo hablar acerca de Dios con sentido en tiempos de
agnosticismo. Primero, él se despide de la imagen tradicional de un Dios
personal, todopoderoso, transcendental, quien determina todo lo que pasa en
el mundo. Comparte con el filósofo Leibniz la convicción de que uno no puede
alabar a un Dios que es honrado igual cuando ocurre una cosa, que cuando
sucede lo contrario, ya que al final, todo se declara igualmente “Su
voluntad”. Dios, así, se transforma en un déspota. O también, citando al
teólogo Karl Barth: “Si Dios está en todas partes, no está en ninguna”.[3]
Si seguimos creyendo en Dios, es porque somos testigos de que esa fe, o Dios
mismo, hace una diferencia transformadora en nuestra realidad. Sin embargo,
si aceptamos también las imágenes autoritarias y deterministas, sigue
habiendo preguntas para dudar acerca de este Dios. Houtepen sistematiza tres razonamientos detrás del escepticismo
sobre Dios que todavía encuentro vigente. Primero, designa al agnosticismo,
que dice que no se necesita a Dios para vivir el presente con alegría, como
algo “trivial”. ¿Porque creer en Dios, cuando puedes creer en la vida y el
amor? También existe el agnosticismo “resentido”, que está indignado por el daño
que han hecho las imágenes de Dios patriarcales, castigadoras y
controladoras. Es un agnosticismo de la liberación que se encuentra presente
en movimientos feministas o en personas que han sido dañadas por una fe de
pecado y culpa. En tercer lugar, señala el agnosticismo “racional”, que
encuentra en Dios una palabra innecesaria para designar proyecciones humanas
o explicar dimensiones del universo que todavía no entendemos.[4]
Es parte de una crisis de la metafísica, porque ya no es evidente que necesitemos
una fuerza axiológica o normativa que sostenga todo lo que existe. Según esta
percepción, Dios como “otra dimensión” de la realidad, no añade nada
necesario a nuestras percepciones científicas. Houtepen alude a la crítica de
Heidegger a Dios como una entidad ontológica, como Origen y Ser absoluto. Una
crítica que encontró su culminación en las ciencias naturales en la Europa
del siglo XVII y XVIII: “Para este Dios, que todavía debe llenar los vacíos
de nuestro conocimiento, no puedes (…) bailar, cantar, sacrificar u orar,
como planteó Heidegger”.[5] Y, finalmente, vinculado a todas estas razones, Houtepen dedica todo
un capítulo a la poderosa crítica respecto del pensar a Dios desde la
pregunta de la teodicea: si existiese Dios ¿por qué permite tanta guerra,
tanta muerte, tanta destrucción?[6]
Es una pregunta muy apremiante en el caos de las crisis que vivimos, y une de
alguna forma los tres agnosticismos anteriores. Primero, el sufrimiento nos
tienta a “vivir el día y no mirar más allá”, disfrutar de la vida lo que se
pueda, mientras dure. Segundo, nos hace rechazar esta imagen de Dios, que nos
culpa por lo que está sucediendo, ya que es suficiente el sufrimiento sin el
dolor de la culpa. Y tercero, nos hace cuestionar profundamente ese Dios que
tiene sus razones para lo que está sucediendo, aunque nosotros no las
entendamos. Es un Dios parche, que igual no cubre bien nuestras heridas. Además, existe otro desafío de parte de las ciencias humanas y la
psicología. La mayoría, si no todas nuestras imágenes de Dios, resultan ser
proyecciones de nuestros anhelos y deseos, como ya lo dijeron L. Feuerbach o
S. Freud. En nuestros tiempos, lo describe claramente R. Aslan en su libro Dios,
una historia humana.[7]
Dios parece una construcción de la mente humana que puede legitimar nuestras
jerarquías, darnos protección en tiempos de inseguridad y vida eterna después
de nuestra vida finita. Mientras nos ayuden y hagan bien, no hay mayor
problema con estas proyecciones; pero si nos dañan y empequeñecen más que
liberarnos y empoderarnos ¿cuál sería la motivación de seguir creyendo en un
Dios auto creado, que nos entrampa? La teología ha tomado en serio estas
reflexiones, y quiero destacar al menos dos propuestas frente a la idea de
Dios como proyección. Primero, hay algunos teólogos reformados que expresan con vehemencia
que el Dios del cristianismo no es el Dios que nos imaginamos como seres
humanos, o que se adapta a nuestra cultura. Karl Barth, gran vocero de este
corriente, hace una distinción entre toda religión resultante de proyecciones
humanas y la fe cristiana. Advierte que en la tradición cristiana no buscamos
a Dios, sino que Dios nos buscó y vino a nosotros/as, en Jesucristo. El Dios
de Israel no es el “Dios de los filósofos”, omnipotente, lejano, impulsor de
leyes naturales. Es un Dios “totalmente Otro”, que encontramos en Jesús,
rompiendo con todas nuestras imágenes e ideas de lo que es dios. Oosterhuis
escribe en esta misma línea: “Había tiempos en los que se contaba y cantaba la historia
bíblica, y también, más tarde, tiempos en que se plasmaban los textos,
‘divinidad en abundancia’, dioses y diosas en cuyo nombre se gobernaba el
mundo y se oprimieron tres cuartas partes del planeta. En contraposición a
todas estas ‘divinidades’, la Biblia da testimonio que Éste de Abraham, Isaac
y Jacob[8]
no era opresor, sino liberador; que ese Dios de Israel es un No-Dios; que es
completamente no-imaginable, innombrablemente “diferente’”.[9] El Dios de Jesús no necesita alabanzas, al contrario: “No todo el
que me dice: «Señor, Señor», entrará en el reino de los cielos, sino el que
hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt. 7:21). Justamente
por la encarnación, tenemos otra manera de honrar al Dios transcendente,
viviendo en las huellas de Jesús. Esta interpretación, contracultural, fue llevada
a la práctica por teólogos como Bonhoeffer, quien propuso vivir etsi Deus
non daretur (“como si Dios no existiese”).[10]
Desde su experiencia dice que la vida cristiana no depende de cuanto hablemos
de Dios, y que a veces es mejor callar y simplemente actuar. Algo que el
mismo Bonhoeffer hizo en su lucha contra el nazismo en la Segunda Guerra
Mundial. Aunque esta crítica a la religión fue necesaria y valiente en
tiempos en que una corriente de iglesias legitimaba el fascismo, obviamente
pone al cristianismo en una posición exclusiva y podría dificultar, en
nuestros tiempos, el diálogo interreligioso. Otra posición se desarrolla en el libro de la pastora canadiense
Gretta Vosper, titulado Con o sin Dios. Porque la manera en que vivimos es
más importante de lo que creemos.[11]
Ella se esfuerza por hacer visible todo lo que ya no creemos y que muchas
veces no nos atrevemos a expresar. Dice que hay un “elefante blanco” en
nuestras comunidades, una verdad que todos conocemos, pero que no queremos
admitir: “Es tiempo de reconocer que nosotros, la iglesia, todos
nosotros, (…) hemos creado lo que llamamos cristianismo. Primero creamos el
concepto de Dios. Después creamos el concepto de Cristo. Creamos la imagen de
Jesús que la iglesia ha traspasado por los años. (…) Lo creamos todo”.[12]
Ella nos invita a admitir que nuestra narrativa sobre Dios es una
construcción y que al final, es mucho más importante como vivimos los valores
que encontramos en los evangelios, que poner tanta importancia en la
existencia o no de Dios. De otra forma, Ronald Dworkin, filósofo y
catedrático de derecho, afirma en su libro Religión sin Dios, que la
religión es algo más profundo que Dios y que, al final, la diferencia entre
ateos y teístas puede ser tratada desde la autonomía ética y los valores
morales sin necesidad de hablar de Dios.[13]
Dada mi inclinación hacia la teología negativa, y a la luz de muchas
imágenes de Dios que me resultan difíciles, me atraen estas propuestas.
También estoy a favor de sincerarnos sobre lo que creemos realmente frente a
“lo que hay que creer”. Sin embargo, hay una resistencia en mí a dejar ir a
Dios, más aún en estos tiempos de crisis. Consciente de todas las preguntas y
argumentos que muestran a Dios como una idea humana, creo que vale la pena
seguir buscando a Dios, especialmente al Dios de Jesús. Primero, porque tengo
la impresión de que las imágenes dañinas de Dios que hemos heredado, sólo
dejan de perseguirnos si las transformamos desde dentro, reemplazándolas por
imágenes más sanadoras. Y segundo, porque las imágenes de Dios que conocí en
los poemas de Oosterhuis, que surgen de las narrativas de la propia tradición
judeocristiana, parecen ir más allá de los dilemas que he descrito. Asumo
para esto un enfoque fenomenológico sobre nuestra relación concreta con Dios
y las potencias sanadoras del “hablar de” o “con Él/Ella”. Voy a ordenar mis
pensamientos acerca de las imágenes de Dios a partir de tres canciones de
Oosterhuis, bajo los títulos “clamor, contraste y posibilidad”. Clamor |
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Die zegt god te zijn Die zegt god te zijn laat hij tevoorschijn
komen, wat hebben wij aan een
naam alleen laat hij opstaan dat
wij hem zien, stem uit het vuur,
wolk in de verte zijn niet genoeg voor deze aarde van
scherven en rook waar ons geen leven
gegund wordt. Woorden en wonderen
zijn er genoeg en goden van goud en
beloften maar niet een god als
een hand die bevrijdt, iemand die doet wat hij zegt. Jij die zegt onze god
te zijn verborgen verblindend
onmogelijk jij wat houd je af van de
mensen - kun jij de slagen
verduren die mensen verduren kun jij de beker
drinken die wij moeten drinken ga je met ons in de
dood? Huub Oosterhuis |
Quien dice ser Dios[14] Quien dice ser Dios que aparezca ya ¿de qué nos sirve solo un nombre? que se levante para que lo veamos, una voz desde el fuego, una nube en la distancia no son suficientes para esta tierra en pedazos y humo donde no se nos permite la vida. Palabras y milagros existen suficientes y dioses de oro y promesas pero no un dios que como una mano libere, alguien
que haga lo que dice. Tú que dices ser nuestro dios escondido, cegador,
imposible Tú ¿te alejas de la gente? ¿puedes soportar los golpes que los seres humanos soportan? ¿puedes beber la copa que nosotros debemos beber? ¿vas con nosotros hasta la muerte? Huub Oosterhuis |
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El poema “Quién dice ser Dios” es un grito a Dios en medio de la
indignación y el desaliento, seguido por olas de preguntas.[15]
La música de Antoine Oomen acompaña el texto, con acordes rítmicos de un
empuje dramático e inquietante, bajo una melodía de lamentación.[16]
La paradoja de la canción es que clama a Dios por no estar presente, o por no
actuar lo suficiente: “Oh Dios, ¡aparece ya!”. Y es que, más que reflexiones
teóricas sobre quién es Dios o dónde se ubica, las narrativas bíblicas hablan
de Dios en suspiros, en gritos, en lamentaciones, súplicas y alabanzas. La
canción da palabras al grito, compartido en muchas partes de la Biblia, por
un Dios que no se logra encontrar. Sara ríe escépticamente de Dios (Gn
18:12), el pueblo de Israel deja de creer en el poder de Dios durante su
marcha por el desierto (Nm 14:1-4), Job clama a Dios, y Jesús grita –con el
Salmo 22– por su abandono (Mc 27:46 y Mt 15:34). Es un Dios que ha revelado
su nombre en el desierto (Ex 3:14), nombre que evoca su presencia en una nube
o en el fuego (Ex 40:38), YHWH –Yo estaré–, pero no de la manera en que lo
esperamos o necesitamos. ¿De qué nos sirve solo un nombre? “Que se levante” dice
la canción –empleando en holandés la misma palabra significa “que resucite”,
para que lo veamos. El clamor por Dios está agudamente presente en los rincones
marginalizados en estos tiempos de pandemia y muerte. “Lo que pasa es que
esta cantidad de muertes habría sido evitable”, dijo una colega de Brasil,
lamentando la desprotección de tantas personas frente al virus Covid-19 que
arrasa. “Estoy luchando muchas veces con la depresión, al ver los escenarios
de la crisis climática,” admitió una científica en la Conferencia del Clima
de la ONU en Madrid 2019. “Tú que dices ser nuestro Dios, escondido, cegador,
imposible, que te alejas de la gente”. La canción no ofrece una salida, no
suaviza ni concluye con una alabanza: apela a Dios en su cruda ausencia, revirtiendo
la pregunta que hizo Jesús a sus discípulos en Marcos 10:38-40 (“¿Pueden
beber la copa que yo tengo que beber?”), a Dios mismo: “¿Puedes Tú beber
nuestra copa? ¿Nos acompañas en la muerte?”. Dioses de oro, milagros y promesas existen suficientes: hay una
proliferación de ofertas en Latinoamérica de “dinero fácil”, de posibilidades
del “sueño americano” o de corrientes fundamentalistas que prometen la
salvación. La teóloga brasileña Ivone Gebara describe estos dioses como parte
de una religión del mercado: “Es una religión sin religión, es decir, sin mutualidad,
sin reciprocidad a largo alcance, sin misericordia efectiva y afectiva. Es
una religión de lo inmediato, que reduce las cuestiones relativas al sentido
de la existencia, del sufrimiento, de las frustraciones, a problemas casi
técnicos, con soluciones aparentemente al alcance de todos. (…) Así, los
dioses a imagen de cada una/o, y según las posibilidades de cada una/o,
sirven para garantizar idealmente este sistema de protección de unos contra
otros. (…) En el fondo, cada grupo tiene su dios, aunque el nombre genérico y
único empleado sea Dios”.[17]
Estos son los dioses que
legitiman y mantienen una realidad en que cada vez más personas sufren hambre
y donde la naturaleza se sigue destruyendo, porque los que deciden y
gobiernan no hacen lo que dicen. No hay una mano que libere, y las personas
siguen siendo golpeadas una y otra vez por las injusticias. Como dice Gustavo
Gutiérrez: “En el contexto
latinoamericano podemos preguntarnos ¿cómo agradecer a Dios el don de la vida
desde una realidad de muerte temprana e injusta? (…) ¿Cómo cantar cuando el
dolor de un pueblo parece ahogar la voz en el pecho?”.[18]
Sin embargo, seguimos cantando. En estos días escuché una canción de
unos jóvenes de Gaza, que saludan a su tierra en lágrimas, después de casi
dos semanas de bombas y cientos de muertes, después de la ofensiva del Estado
de Israel el pasado mes de mayo (2021). ¿Será que podemos encontrar a Dios
justamente en el clamor y el canto por su ausencia? ¿Nos damos el
derecho a este grito sin más? I. Gebara escribe sobre la experiencia de Dios
en los barrios populares de Recife, Brasil: “Se vive a Dios en la difícil cotidianidad de la
existencia. Un Dios que no es varón ni mujer, de derecha ni de izquierda, de
los libertadores ni de los opresores, sino simplemente un grito que sustenta
en medio de otros gritos, de las voces, cantos y lamentos de cada día. Un
grito sin contenido preciso a primera vista, pero que de pronto se torna
concreta como explicitación de una ausencia o de una necesidad”.[19] Como los amigos de Job, tratamos muchas veces de explicar, de dar
soluciones, de suavizar, de dar sentido al sufrimiento y la injusticia.
Justificamos y defendemos incluso hasta a Dios mismo. Pero en la teología judeocristiana,
Dios se encuentra muchas veces en la contra-evidencia. En el grito, además
del dolor, expresamos también lo que anhelamos profundamente, lo que deseamos
que cambie. El clamor revela algo más que la sola ausencia, ya que expresa
una fuerza que va más allá de la situación que se vive. Sólo cuando ya no
gritamos, cuando ya no lloramos, cuando nos resignamos ante el dolor, la
injusticia y la muerte, puede ser que nos alejemos de Dios: pero no en el
clamor mismo. E. Schillebeeckx dice al respecto: “Como experiencia de contraste, la experiencia de
sufrimiento humano presupone un anhelo implícito de felicidad, un impulso
hacia la salvación y sanación, y como sufrimiento de la injusticia presupone
al menos una conciencia vaga de lo que la integridad humana o ‘bienestar’
debería significar”.[20] Por eso, el grito por la ausencia de Dios, cuando no se reprime,
puede vivirse, en retrospectiva, como un inicio de sanación. ¿A quién clamar
acerca de nuestros dolores y miedos más profundos, si no es a esta
contrafuerza ausente que necesitamos tanto? Mi propia experiencia es que
dirigirme a Dios en una relación como a un Tú que acoge mi desaliento, rompe
el carácter absoluto de la desesperanza. En mi protesta, me abro a un poder
de vida frente a lo que me aplasta, encuentro una resiliencia de lágrimas,
una posibilidad de rabiar sin dejar heridos. También en este grito me puedo
unir o solidarizar con el grito de otros y otras, expresar mi frustración por
no poder dar una mano en tantas situaciones e igual, poder hacer algo en el
clamor compartido. Es una idea muy bíblica que, en el clamor por Dios, está
Dios presente de forma implícita, como Alguien que así, gritando y acogiendo
el grito a la vez, soporta con nosotros los golpes de la vida humana. Alguien
que, según se narra acerca de la pasión de Jesús, hasta muere con nosotros y
a la vez nos acoge en la muerte. El contraste |
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Lied van alle dagen[21] Nooit hoorden wij andere
stemmen dan de onze. Nooit waren er handen die doen wat handen niet
kunnen; nooit andere goddelozer
mensen dan wij. Maar er was daglicht,
alle dagen, wat ook gebeurde, alsof wij liepen over een
onzichtbaar weefsel boven de afgrond
gespannen, dat niet scheurde. Nooit werd iemand
weggetild uit de tijd. Maar soms even wordt
lijden opgeschort, of dragen mensen het
samen. Zo zouden wij moeten leven. |
Canción de todos los días Nunca escuchamos otras voces que las nuestras. Nunca hubo manos que hicieran lo que las manos no pueden hacer; nunca hubo personas más impías que nosotros. Pero hubo luz del día, todos los días, pasara lo que pasara, como si caminásemos sobre un tejido invisible tensionado sobre el abismo, que no se rompía. Nunca nadie ha sido desalojado del tiempo. Pero a veces, por un rato, se suspende el
sufrimiento o la gente lo lleva en conjunto. Así
deberíamos vivir. |
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¿Dónde está Dios? es una pregunta con la cual la teología ha luchado
suficiente. Ya que, aunque en las narrativas de la tradición cristiana Dios
es alguien que actúa en la historia de los seres humanos y en la naturaleza,
este Dios permanece oculto a nuestros ojos y es difícilmente ubicable en
nuestra realidad concreta. Más aún, Houtepen afirma que “la idea de Dios
mismo –y no solo nuestra cultura agnóstica– nos prohíbe ubicar a Dios en
algún lugar”.[22]
Ambos intentos, de trazar a Dios en la historia y en la naturaleza, pueden
ser cuestionados por llevar a pretensiones o conclusiones peligrosas, ya que
“nunca hemos escuchado otras voces que las nuestras”. La pregunta “¿dónde?” llama la atención, porque tiene un interés más
espacial que temporal, mientras la tradición cristiana justamente cuestionó
la ubicación de Dios como una entidad presente en la naturaleza. A diferencia
de las religiones anteriores, la narrativa bíblica se aleja de la concepción
panteísta de que “todo es Dios”, colocando a Dios en una relación creativa
con su realidad, y de alianza con los seres humanos. Esa decisión no era
arbitraria, porque la identificación de Dios con la naturaleza permite
justificar sistemas jerárquicos en base a características o esencias
“naturales”. Bajo estos sistemas, se consideró que algunas partes de la
naturaleza tenían más cercanía a Dios que otras, llegando a sacralizar
algunos lugares o estatus humanos, y “profanizar” otros. Esta tendencia se ve en casi todos los imperios, y fue duramente
rechazada por la Iglesia Confesante (Die bekennende Kirche), grupo de
teólogos en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se legitimó el
genocidio de judíos y personas homosexuales en base a rasgos “naturales”.
Cada teología “natural” ha dado pie para exclusiones, como todavía se ve en
ideologías religiosas racistas, o con la discriminación de personas LGTBIQ+
en base a la Ley Natural que defiende la Iglesia Católica. Cada teoría que ha
tratado de ubicar a Dios en órdenes de la naturaleza, tiene el riesgo de
rechazar partes de la naturaleza que no concuerdan con “leyes de Dios
observadas en ella”. Además, los descubrimientos científicos basados en la
evolución y la teoría cuántica, hacen cada vez más difícil defender lugares
estáticos donde se pueda “ubicar a Dios”, ya que toda la creación está en
constante movimiento. Houtepen, sin embargo, muestra cómo, bajo la influencia de la
filosofía griega, la tradición cristiana ha dado un giro al crear un dualismo
entre la naturaleza y lo sagrado que es extraño a la teología bíblica. Esta
separación dualista ha funcionado para desvalorizar la creación, ya que Dios
solo se preocuparía por nuestra parte espiritual, de nuestras “almas”. Hemos ubicado
nuestro lugar de destino también fuera de esta Tierra, en un “lugar” llamado
cielo, donde podemos vivir en eternidad. Houtepen dice que las religiones
monoteístas han integrado, por una parte, el esquema dualista platónico, pero
por otro, han luchado contra él por medio de sus enseñanzas que hablan de la
acción creadora y cuidadora de Dios: “El Dios Creador tiene que ver con todo
lo que fue, lo que es y lo que será: con lo “espiritual” tanto como con lo
“material”, con lo “más bajo” tanto como con “lo sublime”. Ese es el dogma
base de cada monoteísmo”.[23]
En la Biblia, Dios está concreta y constantemente involucrado con toda la
creación. Sólo que no podemos “ubicarlo” de manera ontológica y estática
porque, quizás, no estamos frente a una entidad ontológica, un Ser de la
manera en que para nosotros es “pensable”. Houtepen señala certeramente que
esta manera de ver a Dios, hace que de alguna forma “domestiquemos o
achiquemos” a Dios, excluyéndolo de su propia creación y reduciéndolo a uno
de los muchos factores acerca de los cuáles nosotros determinamos sus
características.[24] Houtepen sugiere hacer un cambio de percepción, como lo han hecho
eco-teólogos y teólogas, y pensar la creación dentro de Dios, en vez de
pensar a Dios dentro de la creación. Así se vislumbra un pan-en-teísmo, en
que Dios estaría acogiendo todo tiempo y espacio en su cuerpo, o vientre,
aunque transcendiendo la realidad también.[25]
La eco-teóloga feminista Sallie McFague trabaja esta metáfora, cuando habla
del universo como el cuerpo de Dios: “Este modelo tiene una ventaja que salta a la vista: nos
permite imaginar a Dios como una presencia en nuestro mundo, mientras no
reducimos la transcendencia de Dios, sino exaltamos esa transcendencia. El
modelo del universo como cuerpo de Dios une en si mismo inmanencia y
transcendencia. Da una imagen fuerte de la inmanencia divina: todos y todo se
transforma en principio en un símbolo de Dios. Simultáneamente (…)
proporciona una imagen de trascendencia divina”.[26]
McFague muestra que esa transcendencia es diferente a la de los
modelos políticos (Dios como Rey o Señor) o de las abstracciones negativas
(Dios como infinito, ilimitado en poder y conocimiento), y profundiza y
medita el valor intrínseco de toda la corporalidad y materialidad.[27]
Con esta teología de la creación pan-en-teísta, también la historia
humana, tan central en la tradición judeocristiana, queda incluida en Dios.
Ella se diferencia de las tradiciones religiosas indígenas y del oriente, por
su énfasis en la historia como un camino de Dios con los pueblos en el
tiempo, hacia la construcción o la llegada del Reino de Dios. Eso no
necesariamente significa crear un dualismo entre espacio y tiempo, porque la
historia no se puede pensar fuera del espacio de los territorios y lugares de
vida concretos, pero el enfoque en la temporalidad sí puede dar un giro a
nuestro pensar sobre Dios. Esto pide preguntar, no tanto por el “¿dónde?” de
Dios sino, por el “cuándo?”. Lo mismo afirma Pedro Pablo Achondo, cuando
dice: “Se nos ha olvidado que el cristianismo transformó las
relaciones humanas. De una lógica espacial (arriba-abajo, adentro-afuera,
delante-detrás), se nos invitó a vivir desde una lógica temporal, donde el
ahora se llena de densidad en vistas de un mañana otro, distinto, nuevo y
pleno”.[28] Esta concepción tampoco está exenta de peligros, por supuesto,
porque ¿cuáles acontecimientos históricos pueden ser reconocidos como
“momentos de la historia de salvación” y cuáles no? Como se dijo, los
procesos históricos también son manipulados diariamente en nombre de Dios:
“¿No es así que los vencedores han clamado siempre que tenían Dios a su
lado?”.[29]
Hay demasiada intención impía, demasiado pecado estructural: nunca hemos
visto personas más impías que nosotros. O, como Oosterhuis dice en otra
canción: “¿Qué seres humanos matan a otros seres humanos? Nosotros somos
estos seres humanos”.[30]
Nunca hemos oído otras voces que las nuestras, nunca hemos visto manos que
hagan lo que manos no pueden hacer. No podemos “probar la existencia” de Dios
en ningún lugar o momento histórico. No obstante, existe una experiencia, un
fenómeno, que irrumpe en medio de este “no poder”. “Hubo luz del día…”. Oosterhuis rompe la clausura de “Nunca” con una
alabanza a la creación. Es la creación misma, la naturaleza que nos sostiene
y de la cual somos parte, la que con su dinámica sigue prometiendo vida más
allá de nuestra capacidad de destrucción. Esto es lo que podemos llamar
“experiencias de contraste”, según el término ya citado del teólogo Edward
Schillebeeckx. Él usa el concepto de forma “negativa”, indicando el contraste
entre lo que se da en la realidad y lo que anhelamos, como se mencionó en el
párrafo previo. Sin embargo, esto también aplica cuando sucede algo
cualitativamente diferente de lo que podríamos esperar, según lo que
percibimos dentro de las posibilidades y probabilidades “humanas”. Como
cuando cambia algo en relaciones que parecen ser predecibles y dadas, y se
abre una puerta al cambio donde ya no lo esperábamos. Eso ocurre en la
historia y en lugares concretos, pero sin que lo podamos planificar o
identificar siquiera en el momento. Muchas veces se reconoce en retrospectiva
que algo, no sabemos cómo, nos sanó. En la canción se encuentra ese acontecimiento inesperado, en una
mezcla de consuelo que da la estabilidad de la luz del sol, el asombro por el
misterio de los ciclos de la naturaleza y la experiencia histórica que hace
que “la vida sigue pase lo que pase”. Esta luz que tenemos cada día que
amanece, se vincula hermosamente con la posibilidad humana de “llevar juntos
el sufrimiento”: porque las fuerzas estabilizadoras y consoladoras de la
naturaleza están presentes en nosotros. Así, existe una sensación de que
algo, Alguien, sostiene el tejido por encima del abismo, mientras seguimos
caminando, y no nos deja caer en la nada. Se escucha a diario en el suspiro
“Gracias a Dios”, que da cuenta de una suspensión del sufrimiento, a veces,
tan solo por un rato… Karl Barth dijo que Dios no está, sino irrumpe, ocurre. Dios está en
las manos que liberan, que sanan, que incluyen; en personas en cuya palabra
se puede confiar. Dios no tiene otra forma de hablarnos que con nuestras
voces, pero lo hace de una manera inesperada. Dios trabaja en los seres
humanos y (quizás) también en la naturaleza, cuando vemos la desaparición del
sufrimiento, o cuando lo sobrellevamos juntos. Sabemos que existe esto por
experiencia, por la aclamación “Gracias a Dios”. Sabemos que esto tiene que
ver con momentos de justicia, paz, amor, honestidad y bien, que se dan en la
dinámica de la creación. Sabemos que lo perdemos en el momento que lo
encasillamos. Oosterhuis escribe en uno de sus libros: “Hay en las personas una pasión por ser buenas, por hacer
bien las cosas cotidianas: cocinar bien, servir la mesa bien, cantar bien.
Una dedicación casi instintiva, al menos no pensada, una atención seria y al
mismo tiempo leve para lo que tiene que ser hecho ahora. Aparece en
los niños cuando tratan de tocar un instrumento o juegan futbol. No necesitan
ser vistos, porque no lo hacen para ello, no lo hacen con algún objetivo. A
veces les sucede también a los adultos, lo ves en hospitales, en clínicas
para personas con enfermedades mentales o dondequiera. Este talento para
hacer las cosas bien, de ser perfectos en tu metro cuadrado, quiere decir “lo
mejor posible”, es un amor que, en este metro cuadrado, cambia la faz de la
tierra. Sin ese talento y ese amor el día de hoy, este metro cuadrado en que
vivimos, es invivible, olvidado de Dios, lo más absurdo de lo absurdo (Eclesiastés
12:8)”.[31] Posibilidad |
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Lied aan het licht[32] Licht dat ons aanstoot
in de morgen voortijdig licht
waarin wij staan. Koud, één voor één, en
ongeborgen, licht overdek mij,
vuur mij aan. Dat ik niet uitval,
dat wij allen zo zwaar en droevig
als wij zijn, niet uit elkaars
genade vallen en doelloos en
onvindbaar zijn. Licht, van mijn stad
de stedehouder, aanhoudend licht dat
overwint. Vaderlijk licht,
steevaste schouder, draag mij, ik ben jouw
kijkend kind. Licht, kind in mij, kijk uit mijn ogen of
ergens al de wereld daagt waar mensen waardig
leven mogen en elk zijn naam in
vrede draagt. Alles zal zwichten en
verwaaien wat op het licht niet
is geijkt. Taal zal alleen
verwoesting zaaien en van ons doen geen
daad beklijft. Veelstemmig licht, om aan
te horen zolang ons hart nog
slagen geeft. Liefste der mensen,
eerstgeboren, licht, laatste woord van Hem die leeft. |
Canción
a la luz Luz
que nos mueve en la mañana luz
prematura del alba bajo la cual nos ponemos de pie. Frío,
uno por uno, y sin abrigo luz,
cúbreme, enciéndeme Que
yo no caiga, que nosotros todos tan
pesados y tristes como somos No
caigamos fuera de la gracia uno del otro existiendo
sin rumbo ni rastro. Luz,
de mi ciudad, guardián, luz
persistente que vence. Luz
Paternal, hombro firme, llévame,
soy tu niño que mira. Luz,
niña[33]
en mí, mira
desde mis ojos si en algún lugar ya amanece un mundo donde
la gente pueda vivir dignamente y
cada persona lleve su nombre en paz. Todo
cederá y se irá con el viento lo
que no está calibrado en la luz Lenguaje
solo sembrará destrucción y
de nuestro hacer ningún quehacer quedará. Luz
multivocal, para escuchar mientras
aún nuestro corazón da latidos Él
más amado de la gente, primogénito, luz,
última palabra de Él que vive. |
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De la Biblia atesoro el prólogo del evangelio de Juan: Y la luz
brilló en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron (Jn 1:5). ¿Qué
es lo que nos sostiene y acompaña y mueve a vivir en toda nuestra historia
humana? ¿Qué es lo que genera la lucha por la sobrevivencia, estallidos
sociales, luchas ambientales, dignidad, valentía, honestidad, solidaridad?
¿Qué hace que sigamos gritando, que sintamos el contraste entre lo que
vivimos y lo que anhelamos vivir? En las situaciones más desesperadas de guerras,
traumas y destrucción hay personas que tratan con respeto a otras, que
protestan, que suavizan, que cuidan, que siembran paz. En esta última canción
de Oosterhuis, se hace una alabanza a esa luz, que –según narra Juan– vino a
nosotros en la Palabra, en Jesús. Estoy consciente que hablar de luz y oscuridad da para mitos
dualistas sobre el bien y el mal, donde nuevamente se podría llegar a
esencializar lo oscuro o lo luminoso. Gebara describe desde la filosofía, que
un reto del cristianismo patriarcal es dejar estos idealismos, porque no
reconocen que somos seres mezclados y mutantes, que sólo podemos reconocer la
luz en comparación a la oscuridad, y la vida en comparación con la muerte.[34]
La idea de un total vencimiento de todo lo oscuro, o de todo el pecado niega
este límite de nuestra manera de conocer por contraste: “Decir que somos seres mezclados parece obvio, pero en
realidad no lo es. La cultura occidental nos habituó al dualismo del bien y
el mal, de lo verdadero y lo falso, los ángeles y demonios, de la razón y los
sentimientos, aunque filósofos como Pascal (siglo XVII) hayan expresado de
diferentes maneras esa especie de contradicción inherente a los seres
humanos”.[35]
Gebara invita a asumir la complejidad de una realidad mezclada, tan
presente en nuestra vida cotidiana, en la que la luz pura o la oscuridad pura
son difíciles de encontrar. Sin embargo, luz es una palabra que tiene una fuerza metafórica que
se muestra bien en el poema de Oosterhuis. La luz es la luz del sol, tan
adorado en muchos pueblos originarios, como fuente de toda vida. La luz en la
canción es dinámica y activa: nos mueve cada día, como una fuerza casi
corporal, a levantarnos y asumir nuestro rol en el mundo. Pero la luz en el
Antiguo Testamento es más que la luz del sol. Fue creada, de hecho, antes del
sol, como observamos en el canto de la creación de Genesis 1, comparando Gn
1:1 con Gn 1:16. La luz de Dios es una luz que se expresa, es multivocal. Es
palabra que crea orden en el caos, es luz que permite ver y distinguir. Esta
luz es prematura, existe “antes del tiempo”, como dice la canción en holandés
de forma literal: es una luz que abarca toda la vida del pasado, del presente
y del futuro, y que sigue su camino en nosotros/as. Es luz que me cubre y me
enciende desde adentro, que calienta y rompe el frío y la soledad: es la luz
que experimentamos cuando somos acogidos/as en comunidad, en relaciones que
iluminan nuestra realidad, y la tornan cálida. Es esa luz que da sentido a nuestra existencia, y podemos creer que
venimos de ella y volveremos a ella. Esta luz está reflejada en nuestros
ojos, en nuestra mirada y nuestro mirar, como también en los colores de la
creación, en el espejo del agua, en la calidez del sol. Es esa luz que sigue
apareciendo, persistente, en nuestros territorios, luchas y dolores, para
mostrarnos que otro mundo es posible, porque en tantos lugares existe ya. Es
una luz que mira desde nosotros, como una niña en los hombros de su madre,
para distinguir donde amanece esta vida, aunque no todavía, como un mundo digno
para todos y todas, incluyendo la creación. En la escatología cristiana esta luz representa la posibilidad del
Reino. Jesús vivió esta luz de forma plena, y así podía decir que el Reino ya
está entre nosotros: “La venida del Reino Dios no es cosa que se pueda
verificar. No van a decir: “Está aquí, o está allá”. Y sepan que el Reino de
Dios está en medio de ustedes” (Lc 17:20-22). Sin embargo, no es una luz
estática, ni en nuestro interior, ni en la más sagrada de las iglesias, sino
que aparece, se hace presente a veces, abriendo futuro. Dios nos viene del
futuro, dice Moltmann en su Teología de la Esperanza: “YHWH (…) es un Dios cuyo “carácter constitutivo” es el
futuro, un Dios de la promesa y de la salida del presente hacia el futuro, un
Dios de cuya libertad dimana lo venidero y lo nuevo. Su nombre es un nombre
de camino, un nombre de promesa, un nombre que abre un futuro nuevo (…)”.[36] Oosterhuis dice en una entrevista en marzo 2021: “En hebreo se llama a este dios Jahweh, lo que se abrevia
con ‘Jah’. Esta es la palabra base del futuro. (...) Ya que justicia e
igualdad en algún momento… – y ahí termina la frase, ahí ya no se completa
más –aunque en algunos textos sí, por cierto– pero en muchos otros no se
completa. Nos es dada para esperar[37]…”.[38] Este Dios se hace presente de muchas formas, como aliento, alivio,
levedad, alegría inesperada, aprendizaje, posibilidad. Se hace presente en
forma de personas, que hacen lo que hay que hacer en el momento justo.
Houtepen: “Se trata de un impetus, una llamada que actúa en
nosotros, mediante el lenguaje y los signos de la tradición religiosa, y que
nos impulsa a elegir rumbo hacia ‘lo bueno, lo posible’, a orientar nuestras
motivaciones y fuerzas hacia lo sagrado inviolable, hacia una vida que lleva
a Dios”.[39]
Es una luz que inicia, ilumina, transparenta, hace brillar la vida
en esta Tierra, y, como dice la canción, es esa “luz palabra” que, –cuando
todo pasa y todo perece–, permanece. Como dice un poema de otra famosa poeta
holandesa, Henriëtte Roland Holst: “A este Único conocemos,
y a este Único nos aferramos en las horas oscuras Existe una palabra que durará eternamente Y quien la comprende, ya no está solo”.[40] Así, podemos vivir desde una contra narrativa que vincula en un
mismo tejido cada palabra, cada hecho que fue calibrado desde esta luz. Esta
creencia, de tanta antigüedad, también encuentra sus congruencias con los
nuevos descubrimientos científicos sobre la energía amorosa que nos sostiene
en la interdependencia e interrelacionalidad del universo.[41]
Podemos enviar esta luz en oración o en otras formas de intención energética.
Es posible conectar con esta luz, fortalecer esta luz, abrirse a esta luz. Es
posible que esa luz brille en las circunstancias más oscuras, y que brille
también hacia el futuro. Es una luz que suena en palabras y en cantos de resistencia. Es la
luz al fin del túnel. Es luz que también es juicio, cuando se iluminan y
transparentan hechos oscuros y prácticas que no quieren ser vistas, en
nosotros mismos y en otros/as. Es lo que sigue viviendo cuando se fallece o
se deshace, y que traspasa nuestra muerte física. Jesús vivió desde esa luz,
murió y resucitó en ella, como él más amado de Dios, el primogénito. Es su
luz que sigue irrumpiendo en la historia, a veces solo en una pequeña llama
que se guarda, pero también en nuevos fuegos que se encienden. Es la luz de
la esperanza, de la posibilidad de algo diferente, “Dios mediante”. Conclusión ¿Nos ayuda hablar sobre Dios en términos del clamor, de experiencias
de contraste y de la posibilidad de “otro mundo posible” en tiempos de crisis
socioeconómica, ecológica y sanitaria? Quizás es más riesgoso hablar de Dios,
que hablar con Dios. Creo que esta crisis nos invita a escuchar, más
que hablar. Las imágenes de Dios que descubrí y comenté en los textos de
Oosterhuis, son imágenes que se cantan, como un esperar contra toda
esperanza. Dios suena en los gritos de las personas “Oh Dios, ¡Aparece ya!”,
por justicia, paz y dignidad, y en el grito de la tierra misma. Dios suena en
los “Gracias a Dios”, cuando nos damos cuenta de que hemos sido salvados/as,
que pudimos seguir, que se salvó un árbol, un pedazo de tierra, un río, que
soportamos el sufrimiento o lo sobrellevamos en conjunto. Dios suena en los
“Dios mediante”, en nuestra confianza vulnerable y a la vez certera, que,
dentro de la historia de los poderosos y los opresores, se teje en una
historia de puntitos, momentos y estallidos de luz. Y que esta luz es lo
único que importa y que queda, al final.
Bibliografía Achondo Moya, Pedro Pablo. Una Iglesia
híbrida. Aproximación a las comunidades de Jesús, Santiago de Chile: San
Pablo, 2020, 45. Aslan, Reza. Dios. Una historia
humana. Santiago: Penguin
Random House, 2017. Dworkin,
Ronald. Religión sin Dios [título original: Religion without
God] Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2014. Gebara, Ivone. Intuiciones
ecofeministas. Ensayo para repensar el conocimiento y la religión.
Madrid: Trotta, 2000. Gebara, Ivone. Filosofía feminista.
Brevísima introducción. Montevideo: Doble Clic Editoras, 2014. Gutiérrez, Gustavo. Beber en su propio
pozo. En el itinerario espiritual de un pueblo. Salamanca: Ediciones
Sígueme, 1983. Houtepen, Anton. God, een open vraag.
Theologische perspectieven in een cultuur van agnosticisme [en inglés: God,
an Open Question] Zoetermeer: Uitgeverij Meinema, 1997. McFague,
Sallie. Het lichaam van God. Een ecologische theologie. [título
original: The Body of God] Zoetermeer: de Horstink, 1997. Moltmann, Jürgen. Teología de la
Esperanza. Salamanca: Ediciones Sígueme, 1972. Oosterhuis, Huub. Van U is de
toekomst. Kome wat komt. Leuven: Davidsfonds y Kampen: Kok Agora, 1996. - Jij
die zegt onze God te zijn, pag. 75 - Lied
van alle dagen, pag. 236 - Lied
aan het licht, pag. 86 Oosterhuis, Huub. “Wij die met eigen
ogen” [Nosotros que con ojos propios], en: Gezangen voor Liturgie,
Cancionero católico, no 553b, Baarn: Gooi & Sticht, 1983. Roland Holst, Henriëtte, Dit Ene weten
wij, adaptado para cantar por Oosterhuis. https://kerkliedwiki.nl/Dit_ene_weten_wij
- Con la música de Mariëtte Harinck. https://www.gedichten.nl/nedermap/poezie/poezie/160208.html,
accedida el 30 de mayo 2021. Schillebeeckx,
Edward. Jezus, het verhaal van een levende [trad. al español: Jesús,
la historia de un viviente], Baarn: Uitgeverij H. Nelissen, 2000. Vos, Marjoleine. “Wat betekent God? Het
wemelt van de Goden” [¿Qué significa Dios? Está repleto de dioses] en NRC
Handelsblad. Entrevista a Huub Oosterhuis, 8 de marzo 2021. https://www.nrc.nl/nieuws/2021/03/08/wat-betekent-god-het-wemelt-van-de-goden-a4034545,
accedida el 30 de mayo 2021. Vosper,
Gretta. With or Without God. Why the way we live is more important than
what we believe. Toronto: Harper Collins Publishers Ltd, 2008. • • • Arianne van Andel, eco-teóloga
feminista holandesa; Master en teología sistemática por la Universidad Libre
de Amsterdam, docente en la Comunidad Teológica Evangélica y el Seminario
Metodista en Chile. Activista ambiental, coordinadora de (AIEC) Chile,
miembro de la Coalición Evangélica por la Justicia Climática y Fellow de
Green Faith. ariannevanandel@gmail.com Artículo recibido:
13 de abril 2021. Artículo aprobado: 9
de mayo 2021. |
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Vida y
Pensamiento – Volumen 41, Número 1, pp. 11-43 – Primer Semestre Año 2021 |
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[1] Anton Houtepen, teólogo
de tradición católica, fue profesor de teología ecuménica en la Universidad de
Utrecht en Holanda, director del Instituto Interuniversitario de Misiología y
Ecumenismo, y estrechamente vinculado al trabajo de Fe y Orden del Consejo
Mundial de Iglesias. Falleció en 2010.
[2] Anton Houtepen, God, een open vraag. Theologische perspectieven in een
cultuur van agnosticisme Zoetermeer: Uitgeverij Meinema, 1997. [En inglés: God,
an Open Question].
[3] Houtepen, God, een open vraag, 118 y 179.
[4] Houtepen, God, een open vraag, 53-81.
[5] Houtepen, God, een open vraag, 70-72, citando a Heidegger en p. 72.
[6] Houtepen, God, een open vraag, 82-125.
[7] Reza Aslan, Dios. Una
historia humana, Santiago: Penguin Random House, 2017.
[8] Oosterhuis dice “Éste de
Abraham, Isaac y Jacob” para no usar el nombre Dios, desde una teología fiel a
la tradición judeocristiana, que sólo refiere a JHWH, pero no lo nombra.
[9] Huub Oosterhuis, Van U is de toekomst. Kome wat komt, Leuven:
Davidsfonds y Kampen: Kok Agora, 1996: 49. Traducción de la autora.
[10] Houtepen, God, een open vraag , 75.
[11] Gretta Vosper, With or Without God. Why the way we live is more
important than what we believe, Toronto: Harper Collins Publishers Ltd,
2008.
[12] Vosper, With or Without God, 54.
[13] Ronald Dworkin, Religión
sin Dios [título original: Religion without God] Ciudad de México:
Fondo de Cultura Económica, 2014, 13-35.
[14] Oosterhuis, Van U is de toekomst. Kome wat komt, 95.
[15] Leído por Oosterhuis
mismo en: https://www.youtube.com/watch?v=S9CGnY2FCm0&ab_channel=HuubOosterhuis-Topic
[16] Se puede escuchar la
canción con la música de Oomen bajo: “Jij die zegt God te zijn” en la colección
“Laat mij maar zingen” de Huub Oosterhuis en Spotify.
[17] Ivone Gebara, Intuiciones
ecofeministas. Ensayo para repensar el conocimiento y la religión, Madrid:
Trotta, 2000, 100 y 104.
[18] Gustavo Gutiérrez, Beber
en su propio pozo. En el itinerario espiritual de un pueblo, Salamanca:
Ediciones Sígueme, 1983, 15.
[19] Gebara, Intuiciones ecofeministas, 143.
[20] Edward Schillebeeckx, Jezus, het verhaal van een levende, Baarn:
Uitgeverij H. Nelissen, 2000, Ebook, 554. Traducción de la autora. [trad. al
español: Jesús, la historia de un viviente, Madrid: Cristiandad2, 1983].
[21] Oosterhuis, Van U is de toekomst. Kome wat komt, 236. Se puede
escuchar la canción bajo: “Lied van alle dagen” en la colección “Laat mij maar
zingen” de Huub Oosterhuis en Spotify. También hay versiones en: https://www.youtube.com/watch?v=A_mcGvROMUE&ab_channel=Jacobineop2Jacobineop2 (celebración de viernes santo en Gent, Bélgica) y https://www.youtube.com/watch?v=xg_IVwOMIgM&ab_channel=TrainchaFanTrainchaFan (cantado por Trijntje Oosterhuis, hija de Huub
Oosterhuis).
[22] Houtepen, God, een open vraag , 179.
[23] Houtepen, God, een open vraag, 209. Traducción de la autora.
[24] Houtepen, God, een open vraag, 210.
[25] Houtepen, God, een open vraag , 210-211.
[26] Sallie McFague, Het lichaam van God. Een ecologische theologie,
Zoetermeer: de Horstink, 1997. [Título original: The Body of God], 37.
Traducción de la autora.
[27] McFague, Het lichaam van God, 37-38.
[28] Pedro Pablo Achondo, Una
Iglesia híbrida. Aproximación a las comunidades de Jesús, Santiago de
Chile: San Pablo, 2020, 45.
[29] Houtepen, God, een open vraag , 182.
[30] Frase de la canción “Wij die met eigen ogen” [Nosotros que con ojos
propios], Gezangen voor Liturgie, Cancionero católico, no 553b, Baarn:
Gooi & Sticht, 1983: “Dat mensen mensen doden, dat wij die mensen zijn”.
[31] Oosterhuis, Van U is de toekomst. Kome wat komt, 236-237.
[32] Oosterhuis, “Lied aan het licht” en Van U is de toekomst. Kome wat komt,
86. Se puede escuchar la canción con música bajo “Lied aan het licht” en la
colección “Nooit meer zonder reisgenoot” de Huub Oosterhuis en Spotify, o en https://www.youtube.com/watch?v=SummKqS-enY&ab_channel=kerkenliedkerkenlied
y
https://www.youtube.com/watch?v=mwXkq7ZXEZU&ab_channel=LennartMoreeLennartMoree
[33] “Kind” en holandés puede
ser masculino o femenino. Elegí acá el femenino en castellano, ya que la palabra
“luz” es femenina, y para hacer una variación frente a las palabras masculinas
en las líneas previas.
[34] Ivone Gebara, Filosofía
feminista. Brevísima introducción, Montevideo: Doble Clic Editoras, 2014,
17-47.
[35] Gebara, Filosofía
feminista, 31.
[36] Jürgen Moltmann, Teología
de la Esperanza, Salamanca: Ediciones Sígueme, 1972, 38.
[37] Esperar en el sentido de
“tener esperanza”, “hope” en inglés.
[38] Marjoleine Vos, “Wat betekent God? Het wemelt van de Goden” [¿Qué
significa Dios? Está repleto de dioses] en NRC Handelsblad. Entrevista a Huub
Oosterhuis, 8 de marzo 2021. Traducción de la autora. https://www.nrc.nl/nieuws/2021/03/08/wat-betekent-god-het-wemelt-van-de-goden-a4034545,
accedida el 30 de mayo 2021.
[39] Houtepen, God, een open vraag , 296-297.
[40] Henriëtte Roland Holst, Dit Ene weten wij, adaptado para cantar
por Oosterhuis. https://kerkliedwiki.nl/Dit_ene_weten_wij - Con la música de Mariëtte Harinck. Holandés: “Dit Ene weten wij en aan
dit één houden wij ons vast in de duistere uren. Er is een woord, dat
eeuwiglijk zal duren, en wie ’t verstaat, die is niet meer alleen”. Traducción
de la autora. https://www.gedichten.nl/nedermap/poezie/poezie/160208.html,
accedida el 30 de mayo 2021.
[41] Para conocer más sobre
estos descubrimientos, recomiendo el reflexivo documental YO SOY del
cineasta Tom Shadyac, donde conversa con filósofos, cientistas y líderes
espirituales sobre cómo mejorar este mundo: https://www.netflix.com/cl/title/70160425,
accedido el 30 de mayo 2021.