Vida   y   Pensamiento

Revista Teológica de la Universidad Bíblica Latinoamericana

 

Hablar de Dios desde las crisis del siglo XXI

 

 

 

Vida y Pensamiento – Volumen 41, Número 1, pp. 11-43 – Primer Semestre Año 2021

 

 

 

 

 

 

 

 

Tú que dices ser nuestro Dios…

Reflexiones sobre imágenes de Dios en tiempos de crisis

Inspirado por textos de Huub Oosterhuis

 

 

 

Arianne van Andel

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vida y Pensamiento – Volumen 41, Número 1, pp. 11-43 – Primer Semestre Año 2021

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Tú que dices ser nuestro Dios

Reflexiones sobre imágenes de Dios en tiempos de crisis

Inspirado por textos de Huub Oosterhuis

Arianne van Andel

Resumen: La autora explora imágenes de Dios que pueden ser creíbles en tiempos de crisis, mediante la traducción e interpretación crítica de tres canciones del teólogo y poeta holandés Huub Oosterhuis. Partiendo desde la teología negativa, el artículo explora una mirada fenomenológica a los gritos, suspiros y anhelos que resuenan cuando las personas llaman a Dios en la cotidianidad. Propone contemplar a Dios en el clamor por su ausencia, en experiencias de contraste positivas, y en momentos de irrupción de luz frente a la oscuridad, cuando inesperadamente se vislumbran posibilidades de futuro.

Palabras clave: Imágenes de Dios, poesía holandesa, hermenéutica, teología, esperanza.

Abstract: The author explores God images that can be credible in times of crisis, through the translation and interpretation of three songs of the Dutch theologian and poet Huub Oosterhuis. Starting from the position of negative theology, the author presents a phenomenological study of the sorrows, longings and yearnings that resonate when people call on God in everyday life. She suggests contemplating God in the clamour for His absence, in positive experiences of contrast and in moments when light erupts in the darkness, when unexpectedly future possibilities open up.

Keywords: God Images, Dutch Poetry, Hermeneutics, Theology, Hope.

 

 

 

 

No hay momentos en que me sienta más cerca y segura de Dios, conmovida y consolada, que cuando escucho canciones de mi comunidad de fe de aquellos años de niñez, con textos de Huub Oosterhuis (1933), un reconocido teólogo de Holanda. Mis padres eran parte de un movimiento progresista de la iglesia holandesa que se dejó inspirar fuertemente por la poesía de Oosterhuis. Un exsacerdote jesuita con estudios de teología, filosofía y literatura holandesa, quien fue el inspirador de un movimiento innovador de una liturgia que traía los aires frescos del concilio Vaticano II y la teología de la liberación. Junto con un equipo de teólogos/as y músicos, inició una Ekklesia fuera de las instituciones eclesiales, donde experimentaron con nuevas formas de celebración. Oosterhuis escribió cientos de canciones y poemas, varios libros, traducciones de libros bíblicos, además de ser impulsor de una revista sobre cultura, religión y política, y el fundador de El Amor Nuevo, un centro de debates, reflexión y poesía en Amsterdam. La Ekklesia, por otro lado, sigue funcionando y muchas de sus canciones han sido integradas en Cancioneros tanto católicos como protestantes.

Los textos de Oosterhuis eran acompañados por la música de talentosos compositores, y en mi casa escuchábamos y aprendíamos cada nueva canción que salía. Como niña, escuchaba a mi padre practicar las melodías en el piano antes de dormir, y yo misma cantaba los textos junto a mi madre en grupos de canto en la comunidad. Los textos quedaron grabados en mi cabeza, y después, durante mis estudios de teología, mis compañeros/as de estudio me decían a veces, que yo leía a Oosterhuis en la Biblia y no al revés. Menciono esta anécdota personal porque creo que, para muchas personas, nuestras imágenes de Dios más enraizadas se forman sobre todo en esos años en que somos niñas/os y absorbemos la espiritualidad y la fe de nuestros padres o cuidadores. Dios, quizás, tiene que ver más con estas experiencias de sustento, de consuelo, de acogida, que con una reflexión racional y crítica. En este artículo tomaré este punto de partida, desde la fenomenología de las experiencias y sentires en la cotidianidad.

La poesía de Oosterhuis, que tanto me marcó, transmite una imagen de Dios que me sigue inspirando y conmoviendo. También, después de mucho estudio, me sorprende la cercanía de estas imágenes a una teología profundamente bíblica y fiel a sus raíces judías. Sé que poco del trabajo de Oosterhuis ha sido traducido al castellano, y con el riesgo de que este artículo represente una mirada particularmente holandesa, creo que vale la pena compartir tres de sus textos, como motivación a una reflexión sobre imágenes de Dios en estos tiempos de crisis. Lo hago para honrar a este gran teólogo, que siempre sintió una fuerte solidaridad con Latinoamérica. Fue presidente del Movimiento Holandés de Solidaridad con Chile, que apoyaba a los exiliados chilenos en los años ’70, y me confesó durante una liturgia de conmemoración en Amsterdam, a 40 años de la dictadura chilena, que su trabajo fue muy inspirado por la teología de la liberación y la poesía de Pablo Neruda. Confío entonces que sus textos también pueden resonar en el Sur del mundo.

La ausencia de Dios

Quizás lo más importante que me ha enseñado la teología es que hablar sobre Dios es riesgoso. Antes de compartir algunas imágenes de Dios que me inspiran, a partir de los textos de Oosterhuis, inicio con una sospecha frente a mucho lenguaje en que Dios aparece. Cuando digo a desconocidos que soy teóloga, a menudo me dicen: “Entonces, ¿crees en Dios?”, y suelo esquivar la respuesta diciendo: “Depende de lo que tú te imaginas cuando dices Dios”. Deben ser los gajes del oficio, pero en muchas ocasiones cuando las personas nombran a Dios, no logro escapar de una vocecita crítica en mi cabeza. Sospecho de cada discurso sobre Dios que suena demasiado teorético o seguro y que no se vincula con una experiencia concreta de vida. Por definición, para mí, hablar sobre Dios se hace tanteando, balbuceando, buscando. Me siento en este sentido interpelada por la teología negativa, inspirada por Eckhart, quien decía que, básicamente, sólo podemos decir lo que Dios NO es. Iniciaré con eso.

En estos tiempos de incertidumbre, de crisis eco-social y pandemia, han surgido nuevamente varios discursos sobre Dios que me incomodan porque tratan de explicar o suavizar, las situaciones de dolor y desesperanza que vivimos. “Tengamos confianza que Dios salvará a nuestro hermano enfermo del Covid”. Vocecita: “Y si este hermano se agrava, ¿entonces Dios no está con él?”. “El sufrimiento es una gran escuela de Dios”. Vocecita: “De verdad, ¿creemos en un Dios que enseña a través del dolor?”. “Pero Dios no va a permitir que el mundo se destruya por el cambio climático”. Vocecita: “Y porque estaría permitiendo entonces toda la destrucción que ya se está causando?” Un Dios que salva vidas, algunas sí, y otras no, un Dios que enseña con dolor o castigo, un Dios que resuelve los desastres que hemos creado como humanidad. No, no creo en ese Dios.

La pregunta sobre el sentido de hablar de Dios se hace muy presente en las generaciones más jóvenes. Mi hijo mayor (13 años) encuentra difícil creer en Dios, porque dice que “cree en la ciencia”. Para él, la historia del Génesis no coincide con lo que se sabe de la evolución, y la idea que Dios gobierna cielo y tierra es una fe que choca con explicaciones científicas del inicio del mundo. En su sospecha, se representa la clásica discusión sobre fe y razón: ¿Por qué se necesita a Dios, cuando –en estos tiempos– podemos explicar lo que ocurre a partir de la ciencia?”. Además, ver a Dios en los procesos de la historia o la naturaleza nos deja con muchas preguntas. ¡Cuántas veces no se han legitimado barbaries históricas en nombre de Dios! y ¿cómo podemos ver a un Dios bueno en terremotos y huracanes? Mi hija (11 años) cree firmemente en el amor, la justicia, y la belleza, pero me pregunta con toda sinceridad: “Si el amor, la justicia y la belleza ya tienen su nombre, ¿porque entonces llamarlos también Dios?”. 

Aparte de la poesía de Oosterhuis, me dejo inspirar en este texto por las reflexiones que nos dejó el teólogo ecuménico y hermeneuta holandés Anton Houtepen[1] en su contundente libro: Dios, una pregunta abierta. Perspectivas teológicas en una cultura de agnosticismo.[2] Aunque América Latina no vive una cultura agnóstica de la misma forma que Europa, sí percibo que en las generaciones más jóvenes existe una crítica creciente frente a (la idea de) Dios. Houtepen se pregunta por el sentido de hablar de Dios, o de cómo hablar acerca de Dios con sentido en tiempos de agnosticismo. Primero, él se despide de la imagen tradicional de un Dios personal, todopoderoso, transcendental, quien determina todo lo que pasa en el mundo. Comparte con el filósofo Leibniz la convicción de que uno no puede alabar a un Dios que es honrado igual cuando ocurre una cosa, que cuando sucede lo contrario, ya que al final, todo se declara igualmente “Su voluntad”. Dios, así, se transforma en un déspota. O también, citando al teólogo Karl Barth: “Si Dios está en todas partes, no está en ninguna”.[3] Si seguimos creyendo en Dios, es porque somos testigos de que esa fe, o Dios mismo, hace una diferencia transformadora en nuestra realidad. Sin embargo, si aceptamos también las imágenes autoritarias y deterministas, sigue habiendo preguntas para dudar acerca de este Dios.

Houtepen sistematiza tres razonamientos detrás del escepticismo sobre Dios que todavía encuentro vigente. Primero, designa al agnosticismo, que dice que no se necesita a Dios para vivir el presente con alegría, como algo “trivial”. ¿Porque creer en Dios, cuando puedes creer en la vida y el amor? También existe el agnosticismo “resentido”, que está indignado por el daño que han hecho las imágenes de Dios patriarcales, castigadoras y controladoras. Es un agnosticismo de la liberación que se encuentra presente en movimientos feministas o en personas que han sido dañadas por una fe de pecado y culpa. En tercer lugar, señala el agnosticismo “racional”, que encuentra en Dios una palabra innecesaria para designar proyecciones humanas o explicar dimensiones del universo que todavía no entendemos.[4] Es parte de una crisis de la metafísica, porque ya no es evidente que necesitemos una fuerza axiológica o normativa que sostenga todo lo que existe. Según esta percepción, Dios como “otra dimensión” de la realidad, no añade nada necesario a nuestras percepciones científicas. Houtepen alude a la crítica de Heidegger a Dios como una entidad ontológica, como Origen y Ser absoluto. Una crítica que encontró su culminación en las ciencias naturales en la Europa del siglo XVII y XVIII: “Para este Dios, que todavía debe llenar los vacíos de nuestro conocimiento, no puedes (…) bailar, cantar, sacrificar u orar, como planteó Heidegger”.[5]

Y, finalmente, vinculado a todas estas razones, Houtepen dedica todo un capítulo a la poderosa crítica respecto del pensar a Dios desde la pregunta de la teodicea: si existiese Dios ¿por qué permite tanta guerra, tanta muerte, tanta destrucción?[6] Es una pregunta muy apremiante en el caos de las crisis que vivimos, y une de alguna forma los tres agnosticismos anteriores. Primero, el sufrimiento nos tienta a “vivir el día y no mirar más allá”, disfrutar de la vida lo que se pueda, mientras dure. Segundo, nos hace rechazar esta imagen de Dios, que nos culpa por lo que está sucediendo, ya que es suficiente el sufrimiento sin el dolor de la culpa. Y tercero, nos hace cuestionar profundamente ese Dios que tiene sus razones para lo que está sucediendo, aunque nosotros no las entendamos. Es un Dios parche, que igual no cubre bien nuestras heridas.

Además, existe otro desafío de parte de las ciencias humanas y la psicología. La mayoría, si no todas nuestras imágenes de Dios, resultan ser proyecciones de nuestros anhelos y deseos, como ya lo dijeron L. Feuerbach o S. Freud. En nuestros tiempos, lo describe claramente R. Aslan en su libro Dios, una historia humana.[7] Dios parece una construcción de la mente humana que puede legitimar nuestras jerarquías, darnos protección en tiempos de inseguridad y vida eterna después de nuestra vida finita. Mientras nos ayuden y hagan bien, no hay mayor problema con estas proyecciones; pero si nos dañan y empequeñecen más que liberarnos y empoderarnos ¿cuál sería la motivación de seguir creyendo en un Dios auto creado, que nos entrampa? La teología ha tomado en serio estas reflexiones, y quiero destacar al menos dos propuestas frente a la idea de Dios como proyección.

Primero, hay algunos teólogos reformados que expresan con vehemencia que el Dios del cristianismo no es el Dios que nos imaginamos como seres humanos, o que se adapta a nuestra cultura. Karl Barth, gran vocero de este corriente, hace una distinción entre toda religión resultante de proyecciones humanas y la fe cristiana. Advierte que en la tradición cristiana no buscamos a Dios, sino que Dios nos buscó y vino a nosotros/as, en Jesucristo. El Dios de Israel no es el “Dios de los filósofos”, omnipotente, lejano, impulsor de leyes naturales. Es un Dios “totalmente Otro”, que encontramos en Jesús, rompiendo con todas nuestras imágenes e ideas de lo que es dios. Oosterhuis escribe en esta misma línea:

“Había tiempos en los que se contaba y cantaba la historia bíblica, y también, más tarde, tiempos en que se plasmaban los textos, ‘divinidad en abundancia’, dioses y diosas en cuyo nombre se gobernaba el mundo y se oprimieron tres cuartas partes del planeta. En contraposición a todas estas ‘divinidades’, la Biblia da testimonio que Éste de Abraham, Isaac y Jacob[8] no era opresor, sino liberador; que ese Dios de Israel es un No-Dios; que es completamente no-imaginable, innombrablemente “diferente’”.[9] 

El Dios de Jesús no necesita alabanzas, al contrario: “No todo el que me dice: «Señor, Señor», entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt. 7:21). Justamente por la encarnación, tenemos otra manera de honrar al Dios transcendente, viviendo en las huellas de Jesús. Esta interpretación, contracultural, fue llevada a la práctica por teólogos como Bonhoeffer, quien propuso vivir etsi Deus non daretur (“como si Dios no existiese”).[10] Desde su experiencia dice que la vida cristiana no depende de cuanto hablemos de Dios, y que a veces es mejor callar y simplemente actuar. Algo que el mismo Bonhoeffer hizo en su lucha contra el nazismo en la Segunda Guerra Mundial. Aunque esta crítica a la religión fue necesaria y valiente en tiempos en que una corriente de iglesias legitimaba el fascismo, obviamente pone al cristianismo en una posición exclusiva y podría dificultar, en nuestros tiempos, el diálogo interreligioso.

Otra posición se desarrolla en el libro de la pastora canadiense Gretta Vosper, titulado Con o sin Dios. Porque la manera en que vivimos es más importante de lo que creemos.[11] Ella se esfuerza por hacer visible todo lo que ya no creemos y que muchas veces no nos atrevemos a expresar. Dice que hay un “elefante blanco” en nuestras comunidades, una verdad que todos conocemos, pero que no queremos admitir:

“Es tiempo de reconocer que nosotros, la iglesia, todos nosotros, (…) hemos creado lo que llamamos cristianismo. Primero creamos el concepto de Dios. Después creamos el concepto de Cristo. Creamos la imagen de Jesús que la iglesia ha traspasado por los años. (…) Lo creamos todo”.[12]

Ella nos invita a admitir que nuestra narrativa sobre Dios es una construcción y que al final, es mucho más importante como vivimos los valores que encontramos en los evangelios, que poner tanta importancia en la existencia o no de Dios. De otra forma, Ronald Dworkin, filósofo y catedrático de derecho, afirma en su libro Religión sin Dios, que la religión es algo más profundo que Dios y que, al final, la diferencia entre ateos y teístas puede ser tratada desde la autonomía ética y los valores morales sin necesidad de hablar de Dios.[13]

Dada mi inclinación hacia la teología negativa, y a la luz de muchas imágenes de Dios que me resultan difíciles, me atraen estas propuestas. También estoy a favor de sincerarnos sobre lo que creemos realmente frente a “lo que hay que creer”. Sin embargo, hay una resistencia en mí a dejar ir a Dios, más aún en estos tiempos de crisis. Consciente de todas las preguntas y argumentos que muestran a Dios como una idea humana, creo que vale la pena seguir buscando a Dios, especialmente al Dios de Jesús. Primero, porque tengo la impresión de que las imágenes dañinas de Dios que hemos heredado, sólo dejan de perseguirnos si las transformamos desde dentro, reemplazándolas por imágenes más sanadoras. Y segundo, porque las imágenes de Dios que conocí en los poemas de Oosterhuis, que surgen de las narrativas de la propia tradición judeocristiana, parecen ir más allá de los dilemas que he descrito. Asumo para esto un enfoque fenomenológico sobre nuestra relación concreta con Dios y las potencias sanadoras del “hablar de” o “con Él/Ella”. Voy a ordenar mis pensamientos acerca de las imágenes de Dios a partir de tres canciones de Oosterhuis, bajo los títulos “clamor, contraste y posibilidad”.

Clamor

 

 

 

Die zegt god te zijn

 

Die zegt god te zijn

laat hij tevoorschijn komen,

wat hebben wij aan een naam alleen

laat hij opstaan dat wij hem zien,

stem uit het vuur, wolk in de verte

zijn niet genoeg

voor deze aarde van scherven en rook

waar ons geen leven gegund wordt.

 

 

Woorden en wonderen zijn er genoeg

en goden van goud en beloften

maar niet een god als een hand die bevrijdt, iemand die doet wat hij zegt.

 

Jij die zegt onze god te zijn

verborgen verblindend onmogelijk jij

wat houd je af van de mensen -

kun jij de slagen verduren

die mensen verduren

kun jij de beker drinken

die wij moeten drinken

ga je met ons in de dood?

 

Huub Oosterhuis

 

 

Quien dice ser Dios[14]

 

Quien dice ser Dios

que aparezca ya

¿de qué nos sirve solo un nombre?

que se levante para que lo veamos,

una voz desde el fuego,

una nube en la distancia

no son suficientes

para esta tierra en pedazos y humo

donde no se nos permite la vida.

 

Palabras y milagros existen suficientes

y dioses de oro y promesas

pero no un dios que como una mano libere, alguien que haga lo que dice.

 

Tú que dices ser nuestro dios

escondido, cegador, imposible Tú

¿te alejas de la gente?

¿puedes soportar los golpes

que los seres humanos soportan?

¿puedes beber la copa

que nosotros debemos beber?

¿vas con nosotros hasta la muerte?

 

Huub Oosterhuis

 

 

 

El poema “Quién dice ser Dios” es un grito a Dios en medio de la indignación y el desaliento, seguido por olas de preguntas.[15] La música de Antoine Oomen acompaña el texto, con acordes rítmicos de un empuje dramático e inquietante, bajo una melodía de lamentación.[16] La paradoja de la canción es que clama a Dios por no estar presente, o por no actuar lo suficiente: “Oh Dios, ¡aparece ya!”. Y es que, más que reflexiones teóricas sobre quién es Dios o dónde se ubica, las narrativas bíblicas hablan de Dios en suspiros, en gritos, en lamentaciones, súplicas y alabanzas. La canción da palabras al grito, compartido en muchas partes de la Biblia, por un Dios que no se logra encontrar. Sara ríe escépticamente de Dios (Gn 18:12), el pueblo de Israel deja de creer en el poder de Dios durante su marcha por el desierto (Nm 14:1-4), Job clama a Dios, y Jesús grita –con el Salmo 22– por su abandono (Mc 27:46 y Mt 15:34). Es un Dios que ha revelado su nombre en el desierto (Ex 3:14), nombre que evoca su presencia en una nube o en el fuego (Ex 40:38), YHWH –Yo estaré–, pero no de la manera en que lo esperamos o necesitamos. ¿De qué nos sirve solo un nombre? “Que se levante” dice la canción –empleando en holandés la misma palabra significa “que resucite”, para que lo veamos. 

El clamor por Dios está agudamente presente en los rincones marginalizados en estos tiempos de pandemia y muerte. “Lo que pasa es que esta cantidad de muertes habría sido evitable”, dijo una colega de Brasil, lamentando la desprotección de tantas personas frente al virus Covid-19 que arrasa. “Estoy luchando muchas veces con la depresión, al ver los escenarios de la crisis climática,” admitió una científica en la Conferencia del Clima de la ONU en Madrid 2019. “Tú que dices ser nuestro Dios, escondido, cegador, imposible, que te alejas de la gente”. La canción no ofrece una salida, no suaviza ni concluye con una alabanza: apela a Dios en su cruda ausencia, revirtiendo la pregunta que hizo Jesús a sus discípulos en Marcos 10:38-40 (“¿Pueden beber la copa que yo tengo que beber?”), a Dios mismo: “¿Puedes Tú beber nuestra copa? ¿Nos acompañas en la muerte?”.

Dioses de oro, milagros y promesas existen suficientes: hay una proliferación de ofertas en Latinoamérica de “dinero fácil”, de posibilidades del “sueño americano” o de corrientes fundamentalistas que prometen la salvación. La teóloga brasileña Ivone Gebara describe estos dioses como parte de una religión del mercado:

“Es una religión sin religión, es decir, sin mutualidad, sin reciprocidad a largo alcance, sin misericordia efectiva y afectiva. Es una religión de lo inmediato, que reduce las cuestiones relativas al sentido de la existencia, del sufrimiento, de las frustraciones, a problemas casi técnicos, con soluciones aparentemente al alcance de todos. (…) Así, los dioses a imagen de cada una/o, y según las posibilidades de cada una/o, sirven para garantizar idealmente este sistema de protección de unos contra otros. (…) En el fondo, cada grupo tiene su dios, aunque el nombre genérico y único empleado sea Dios”.[17]

 Estos son los dioses que legitiman y mantienen una realidad en que cada vez más personas sufren hambre y donde la naturaleza se sigue destruyendo, porque los que deciden y gobiernan no hacen lo que dicen. No hay una mano que libere, y las personas siguen siendo golpeadas una y otra vez por las injusticias. Como dice Gustavo Gutiérrez:

“En el contexto latinoamericano podemos preguntarnos ¿cómo agradecer a Dios el don de la vida desde una realidad de muerte temprana e injusta? (…) ¿Cómo cantar cuando el dolor de un pueblo parece ahogar la voz en el pecho?”.[18]

Sin embargo, seguimos cantando. En estos días escuché una canción de unos jóvenes de Gaza, que saludan a su tierra en lágrimas, después de casi dos semanas de bombas y cientos de muertes, después de la ofensiva del Estado de Israel el pasado mes de mayo (2021). ¿Será que podemos encontrar a Dios justamente en el clamor y el canto por su ausencia? ¿Nos damos el derecho a este grito sin más? I. Gebara escribe sobre la experiencia de Dios en los barrios populares de Recife, Brasil:

“Se vive a Dios en la difícil cotidianidad de la existencia. Un Dios que no es varón ni mujer, de derecha ni de izquierda, de los libertadores ni de los opresores, sino simplemente un grito que sustenta en medio de otros gritos, de las voces, cantos y lamentos de cada día. Un grito sin contenido preciso a primera vista, pero que de pronto se torna concreta como explicitación de una ausencia o de una necesidad”.[19]

Como los amigos de Job, tratamos muchas veces de explicar, de dar soluciones, de suavizar, de dar sentido al sufrimiento y la injusticia. Justificamos y defendemos incluso hasta a Dios mismo. Pero en la teología judeocristiana, Dios se encuentra muchas veces en la contra-evidencia. En el grito, además del dolor, expresamos también lo que anhelamos profundamente, lo que deseamos que cambie. El clamor revela algo más que la sola ausencia, ya que expresa una fuerza que va más allá de la situación que se vive. Sólo cuando ya no gritamos, cuando ya no lloramos, cuando nos resignamos ante el dolor, la injusticia y la muerte, puede ser que nos alejemos de Dios: pero no en el clamor mismo. E. Schillebeeckx dice al respecto:

“Como experiencia de contraste, la experiencia de sufrimiento humano presupone un anhelo implícito de felicidad, un impulso hacia la salvación y sanación, y como sufrimiento de la injusticia presupone al menos una conciencia vaga de lo que la integridad humana o ‘bienestar’ debería significar”.[20]

Por eso, el grito por la ausencia de Dios, cuando no se reprime, puede vivirse, en retrospectiva, como un inicio de sanación. ¿A quién clamar acerca de nuestros dolores y miedos más profundos, si no es a esta contrafuerza ausente que necesitamos tanto? Mi propia experiencia es que dirigirme a Dios en una relación como a un Tú que acoge mi desaliento, rompe el carácter absoluto de la desesperanza. En mi protesta, me abro a un poder de vida frente a lo que me aplasta, encuentro una resiliencia de lágrimas, una posibilidad de rabiar sin dejar heridos. También en este grito me puedo unir o solidarizar con el grito de otros y otras, expresar mi frustración por no poder dar una mano en tantas situaciones e igual, poder hacer algo en el clamor compartido. Es una idea muy bíblica que, en el clamor por Dios, está Dios presente de forma implícita, como Alguien que así, gritando y acogiendo el grito a la vez, soporta con nosotros los golpes de la vida humana. Alguien que, según se narra acerca de la pasión de Jesús, hasta muere con nosotros y a la vez nos acoge en la muerte.

El contraste

 

 

Lied van alle dagen[21]

 

Nooit hoorden wij andere stemmen

dan de onze.

Nooit waren er handen

die doen wat handen niet kunnen;

nooit andere goddelozer mensen dan wij.

 

Maar er was daglicht, alle dagen,

wat ook gebeurde,

alsof wij liepen over een onzichtbaar weefsel

boven de afgrond gespannen, dat niet scheurde.

 

Nooit werd iemand weggetild uit de tijd.

Maar soms even wordt lijden opgeschort,

of dragen mensen het samen.

Zo zouden wij moeten leven.

Canción de todos los días

 

Nunca escuchamos otras voces

que las nuestras.

Nunca hubo manos que hicieran

lo que las manos no pueden hacer;

nunca hubo personas más impías que nosotros.

 

Pero hubo luz del día, todos los días,

pasara lo que pasara,

como si caminásemos sobre un tejido invisible

tensionado sobre el abismo, que no se rompía.

 

Nunca nadie ha sido desalojado del tiempo.

Pero a veces, por un rato, se suspende el sufrimiento

o la gente lo lleva en conjunto.

Así deberíamos vivir.

 

 

 

¿Dónde está Dios? es una pregunta con la cual la teología ha luchado suficiente. Ya que, aunque en las narrativas de la tradición cristiana Dios es alguien que actúa en la historia de los seres humanos y en la naturaleza, este Dios permanece oculto a nuestros ojos y es difícilmente ubicable en nuestra realidad concreta. Más aún, Houtepen afirma que “la idea de Dios mismo –y no solo nuestra cultura agnóstica– nos prohíbe ubicar a Dios en algún lugar”.[22] Ambos intentos, de trazar a Dios en la historia y en la naturaleza, pueden ser cuestionados por llevar a pretensiones o conclusiones peligrosas, ya que “nunca hemos escuchado otras voces que las nuestras”.

La pregunta “¿dónde?” llama la atención, porque tiene un interés más espacial que temporal, mientras la tradición cristiana justamente cuestionó la ubicación de Dios como una entidad presente en la naturaleza. A diferencia de las religiones anteriores, la narrativa bíblica se aleja de la concepción panteísta de que “todo es Dios”, colocando a Dios en una relación creativa con su realidad, y de alianza con los seres humanos. Esa decisión no era arbitraria, porque la identificación de Dios con la naturaleza permite justificar sistemas jerárquicos en base a características o esencias “naturales”. Bajo estos sistemas, se consideró que algunas partes de la naturaleza tenían más cercanía a Dios que otras, llegando a sacralizar algunos lugares o estatus humanos, y “profanizar” otros.

Esta tendencia se ve en casi todos los imperios, y fue duramente rechazada por la Iglesia Confesante (Die bekennende Kirche), grupo de teólogos en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se legitimó el genocidio de judíos y personas homosexuales en base a rasgos “naturales”. Cada teología “natural” ha dado pie para exclusiones, como todavía se ve en ideologías religiosas racistas, o con la discriminación de personas LGTBIQ+ en base a la Ley Natural que defiende la Iglesia Católica. Cada teoría que ha tratado de ubicar a Dios en órdenes de la naturaleza, tiene el riesgo de rechazar partes de la naturaleza que no concuerdan con “leyes de Dios observadas en ella”. Además, los descubrimientos científicos basados en la evolución y la teoría cuántica, hacen cada vez más difícil defender lugares estáticos donde se pueda “ubicar a Dios”, ya que toda la creación está en constante movimiento.

Houtepen, sin embargo, muestra cómo, bajo la influencia de la filosofía griega, la tradición cristiana ha dado un giro al crear un dualismo entre la naturaleza y lo sagrado que es extraño a la teología bíblica. Esta separación dualista ha funcionado para desvalorizar la creación, ya que Dios solo se preocuparía por nuestra parte espiritual, de nuestras “almas”. Hemos ubicado nuestro lugar de destino también fuera de esta Tierra, en un “lugar” llamado cielo, donde podemos vivir en eternidad. Houtepen dice que las religiones monoteístas han integrado, por una parte, el esquema dualista platónico, pero por otro, han luchado contra él por medio de sus enseñanzas que hablan de la acción creadora y cuidadora de Dios: “El Dios Creador tiene que ver con todo lo que fue, lo que es y lo que será: con lo “espiritual” tanto como con lo “material”, con lo “más bajo” tanto como con “lo sublime”. Ese es el dogma base de cada monoteísmo”.[23] En la Biblia, Dios está concreta y constantemente involucrado con toda la creación. Sólo que no podemos “ubicarlo” de manera ontológica y estática porque, quizás, no estamos frente a una entidad ontológica, un Ser de la manera en que para nosotros es “pensable”. Houtepen señala certeramente que esta manera de ver a Dios, hace que de alguna forma “domestiquemos o achiquemos” a Dios, excluyéndolo de su propia creación y reduciéndolo a uno de los muchos factores acerca de los cuáles nosotros determinamos sus características.[24]

Houtepen sugiere hacer un cambio de percepción, como lo han hecho eco-teólogos y teólogas, y pensar la creación dentro de Dios, en vez de pensar a Dios dentro de la creación. Así se vislumbra un pan-en-teísmo, en que Dios estaría acogiendo todo tiempo y espacio en su cuerpo, o vientre, aunque transcendiendo la realidad también.[25] La eco-teóloga feminista Sallie McFague trabaja esta metáfora, cuando habla del universo como el cuerpo de Dios:

“Este modelo tiene una ventaja que salta a la vista: nos permite imaginar a Dios como una presencia en nuestro mundo, mientras no reducimos la transcendencia de Dios, sino exaltamos esa transcendencia. El modelo del universo como cuerpo de Dios une en si mismo inmanencia y transcendencia. Da una imagen fuerte de la inmanencia divina: todos y todo se transforma en principio en un símbolo de Dios. Simultáneamente (…) proporciona una imagen de trascendencia divina”.[26]

McFague muestra que esa transcendencia es diferente a la de los modelos políticos (Dios como Rey o Señor) o de las abstracciones negativas (Dios como infinito, ilimitado en poder y conocimiento), y profundiza y medita el valor intrínseco de toda la corporalidad y materialidad.[27]

Con esta teología de la creación pan-en-teísta, también la historia humana, tan central en la tradición judeocristiana, queda incluida en Dios. Ella se diferencia de las tradiciones religiosas indígenas y del oriente, por su énfasis en la historia como un camino de Dios con los pueblos en el tiempo, hacia la construcción o la llegada del Reino de Dios. Eso no necesariamente significa crear un dualismo entre espacio y tiempo, porque la historia no se puede pensar fuera del espacio de los territorios y lugares de vida concretos, pero el enfoque en la temporalidad sí puede dar un giro a nuestro pensar sobre Dios. Esto pide preguntar, no tanto por el “¿dónde?” de Dios sino, por el “cuándo?”. Lo mismo afirma Pedro Pablo Achondo, cuando dice:

“Se nos ha olvidado que el cristianismo transformó las relaciones humanas. De una lógica espacial (arriba-abajo, adentro-afuera, delante-detrás), se nos invitó a vivir desde una lógica temporal, donde el ahora se llena de densidad en vistas de un mañana otro, distinto, nuevo y pleno”.[28]

Esta concepción tampoco está exenta de peligros, por supuesto, porque ¿cuáles acontecimientos históricos pueden ser reconocidos como “momentos de la historia de salvación” y cuáles no? Como se dijo, los procesos históricos también son manipulados diariamente en nombre de Dios: “¿No es así que los vencedores han clamado siempre que tenían Dios a su lado?”.[29] Hay demasiada intención impía, demasiado pecado estructural: nunca hemos visto personas más impías que nosotros. O, como Oosterhuis dice en otra canción: “¿Qué seres humanos matan a otros seres humanos? Nosotros somos estos seres humanos”.[30] Nunca hemos oído otras voces que las nuestras, nunca hemos visto manos que hagan lo que manos no pueden hacer. No podemos “probar la existencia” de Dios en ningún lugar o momento histórico. No obstante, existe una experiencia, un fenómeno, que irrumpe en medio de este “no poder”.

“Hubo luz del día…”. Oosterhuis rompe la clausura de “Nunca” con una alabanza a la creación. Es la creación misma, la naturaleza que nos sostiene y de la cual somos parte, la que con su dinámica sigue prometiendo vida más allá de nuestra capacidad de destrucción. Esto es lo que podemos llamar “experiencias de contraste”, según el término ya citado del teólogo Edward Schillebeeckx. Él usa el concepto de forma “negativa”, indicando el contraste entre lo que se da en la realidad y lo que anhelamos, como se mencionó en el párrafo previo. Sin embargo, esto también aplica cuando sucede algo cualitativamente diferente de lo que podríamos esperar, según lo que percibimos dentro de las posibilidades y probabilidades “humanas”. Como cuando cambia algo en relaciones que parecen ser predecibles y dadas, y se abre una puerta al cambio donde ya no lo esperábamos. Eso ocurre en la historia y en lugares concretos, pero sin que lo podamos planificar o identificar siquiera en el momento. Muchas veces se reconoce en retrospectiva que algo, no sabemos cómo, nos sanó.

En la canción se encuentra ese acontecimiento inesperado, en una mezcla de consuelo que da la estabilidad de la luz del sol, el asombro por el misterio de los ciclos de la naturaleza y la experiencia histórica que hace que “la vida sigue pase lo que pase”. Esta luz que tenemos cada día que amanece, se vincula hermosamente con la posibilidad humana de “llevar juntos el sufrimiento”: porque las fuerzas estabilizadoras y consoladoras de la naturaleza están presentes en nosotros. Así, existe una sensación de que algo, Alguien, sostiene el tejido por encima del abismo, mientras seguimos caminando, y no nos deja caer en la nada. Se escucha a diario en el suspiro “Gracias a Dios”, que da cuenta de una suspensión del sufrimiento, a veces, tan solo por un rato…

Karl Barth dijo que Dios no está, sino irrumpe, ocurre. Dios está en las manos que liberan, que sanan, que incluyen; en personas en cuya palabra se puede confiar. Dios no tiene otra forma de hablarnos que con nuestras voces, pero lo hace de una manera inesperada. Dios trabaja en los seres humanos y (quizás) también en la naturaleza, cuando vemos la desaparición del sufrimiento, o cuando lo sobrellevamos juntos. Sabemos que existe esto por experiencia, por la aclamación “Gracias a Dios”. Sabemos que esto tiene que ver con momentos de justicia, paz, amor, honestidad y bien, que se dan en la dinámica de la creación. Sabemos que lo perdemos en el momento que lo encasillamos. Oosterhuis escribe en uno de sus libros:

“Hay en las personas una pasión por ser buenas, por hacer bien las cosas cotidianas: cocinar bien, servir la mesa bien, cantar bien. Una dedicación casi instintiva, al menos no pensada, una atención seria y al mismo tiempo leve para lo que tiene que ser hecho ahora. Aparece en los niños cuando tratan de tocar un instrumento o juegan futbol. No necesitan ser vistos, porque no lo hacen para ello, no lo hacen con algún objetivo. A veces les sucede también a los adultos, lo ves en hospitales, en clínicas para personas con enfermedades mentales o dondequiera. Este talento para hacer las cosas bien, de ser perfectos en tu metro cuadrado, quiere decir “lo mejor posible”, es un amor que, en este metro cuadrado, cambia la faz de la tierra. Sin ese talento y ese amor el día de hoy, este metro cuadrado en que vivimos, es invivible, olvidado de Dios, lo más absurdo de lo absurdo (Eclesiastés 12:8)”.[31]

Posibilidad

 

 

Lied aan het licht[32]

 

Licht dat ons aanstoot in de morgen

voortijdig licht waarin wij staan.

Koud, één voor één, en ongeborgen,

licht overdek mij, vuur mij aan.

Dat ik niet uitval, dat wij allen

zo zwaar en droevig als wij zijn,

niet uit elkaars genade vallen

en doelloos en onvindbaar zijn.

 

 

Licht, van mijn stad de stedehouder,

aanhoudend licht dat overwint.

Vaderlijk licht, steevaste schouder,

draag mij, ik ben jouw kijkend kind.

Licht, kind in mij,

kijk uit mijn ogen of ergens al de wereld daagt

waar mensen waardig leven mogen

en elk zijn naam in vrede draagt.

 

 

Alles zal zwichten en verwaaien

wat op het licht niet is geijkt.

Taal zal alleen verwoesting zaaien

en van ons doen geen daad beklijft.

Veelstemmig licht, om aan te horen

zolang ons hart nog slagen geeft.

Liefste der mensen, eerstgeboren,

licht, laatste woord van Hem die leeft.

 

Canción a la luz

 

Luz que nos mueve en la mañana

luz prematura del alba bajo la cual nos ponemos de pie.

Frío, uno por uno, y sin abrigo

luz, cúbreme, enciéndeme

Que yo no caiga, que nosotros todos

tan pesados y tristes como somos

No caigamos fuera de la gracia uno del otro

existiendo sin rumbo ni rastro.

 

Luz, de mi ciudad, guardián,

luz persistente que vence.

Luz Paternal, hombro firme,

llévame, soy tu niño que mira.

Luz, niña[33] en mí,

mira desde mis ojos si en algún lugar ya amanece un mundo

donde la gente pueda vivir dignamente

y cada persona lleve su nombre en paz.

 

Todo cederá y se irá con el viento

lo que no está calibrado en la luz

Lenguaje solo sembrará destrucción

y de nuestro hacer ningún quehacer quedará.

Luz multivocal, para escuchar

mientras aún nuestro corazón da latidos

Él más amado de la gente, primogénito,

luz, última palabra de Él que vive.

 

 

 

De la Biblia atesoro el prólogo del evangelio de Juan: Y la luz brilló en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron (Jn 1:5). ¿Qué es lo que nos sostiene y acompaña y mueve a vivir en toda nuestra historia humana? ¿Qué es lo que genera la lucha por la sobrevivencia, estallidos sociales, luchas ambientales, dignidad, valentía, honestidad, solidaridad? ¿Qué hace que sigamos gritando, que sintamos el contraste entre lo que vivimos y lo que anhelamos vivir? En las situaciones más desesperadas de guerras, traumas y destrucción hay personas que tratan con respeto a otras, que protestan, que suavizan, que cuidan, que siembran paz. En esta última canción de Oosterhuis, se hace una alabanza a esa luz, que –según narra Juan– vino a nosotros en la Palabra, en Jesús.

Estoy consciente que hablar de luz y oscuridad da para mitos dualistas sobre el bien y el mal, donde nuevamente se podría llegar a esencializar lo oscuro o lo luminoso. Gebara describe desde la filosofía, que un reto del cristianismo patriarcal es dejar estos idealismos, porque no reconocen que somos seres mezclados y mutantes, que sólo podemos reconocer la luz en comparación a la oscuridad, y la vida en comparación con la muerte.[34] La idea de un total vencimiento de todo lo oscuro, o de todo el pecado niega este límite de nuestra manera de conocer por contraste:

“Decir que somos seres mezclados parece obvio, pero en realidad no lo es. La cultura occidental nos habituó al dualismo del bien y el mal, de lo verdadero y lo falso, los ángeles y demonios, de la razón y los sentimientos, aunque filósofos como Pascal (siglo XVII) hayan expresado de diferentes maneras esa especie de contradicción inherente a los seres humanos”.[35]

Gebara invita a asumir la complejidad de una realidad mezclada, tan presente en nuestra vida cotidiana, en la que la luz pura o la oscuridad pura son difíciles de encontrar.

Sin embargo, luz es una palabra que tiene una fuerza metafórica que se muestra bien en el poema de Oosterhuis. La luz es la luz del sol, tan adorado en muchos pueblos originarios, como fuente de toda vida. La luz en la canción es dinámica y activa: nos mueve cada día, como una fuerza casi corporal, a levantarnos y asumir nuestro rol en el mundo. Pero la luz en el Antiguo Testamento es más que la luz del sol. Fue creada, de hecho, antes del sol, como observamos en el canto de la creación de Genesis 1, comparando Gn 1:1 con Gn 1:16. La luz de Dios es una luz que se expresa, es multivocal. Es palabra que crea orden en el caos, es luz que permite ver y distinguir. Esta luz es prematura, existe “antes del tiempo”, como dice la canción en holandés de forma literal: es una luz que abarca toda la vida del pasado, del presente y del futuro, y que sigue su camino en nosotros/as. Es luz que me cubre y me enciende desde adentro, que calienta y rompe el frío y la soledad: es la luz que experimentamos cuando somos acogidos/as en comunidad, en relaciones que iluminan nuestra realidad, y la tornan cálida.

Es esa luz que da sentido a nuestra existencia, y podemos creer que venimos de ella y volveremos a ella. Esta luz está reflejada en nuestros ojos, en nuestra mirada y nuestro mirar, como también en los colores de la creación, en el espejo del agua, en la calidez del sol. Es esa luz que sigue apareciendo, persistente, en nuestros territorios, luchas y dolores, para mostrarnos que otro mundo es posible, porque en tantos lugares existe ya. Es una luz que mira desde nosotros, como una niña en los hombros de su madre, para distinguir donde amanece esta vida, aunque no todavía, como un mundo digno para todos y todas, incluyendo la creación.

En la escatología cristiana esta luz representa la posibilidad del Reino. Jesús vivió esta luz de forma plena, y así podía decir que el Reino ya está entre nosotros: “La venida del Reino Dios no es cosa que se pueda verificar. No van a decir: “Está aquí, o está allá”. Y sepan que el Reino de Dios está en medio de ustedes” (Lc 17:20-22). Sin embargo, no es una luz estática, ni en nuestro interior, ni en la más sagrada de las iglesias, sino que aparece, se hace presente a veces, abriendo futuro. Dios nos viene del futuro, dice Moltmann en su Teología de la Esperanza:

“YHWH (…) es un Dios cuyo “carácter constitutivo” es el futuro, un Dios de la promesa y de la salida del presente hacia el futuro, un Dios de cuya libertad dimana lo venidero y lo nuevo. Su nombre es un nombre de camino, un nombre de promesa, un nombre que abre un futuro nuevo (…)”.[36]

Oosterhuis dice en una entrevista en marzo 2021:

“En hebreo se llama a este dios Jahweh, lo que se abrevia con ‘Jah’. Esta es la palabra base del futuro. (...) Ya que justicia e igualdad en algún momento… – y ahí termina la frase, ahí ya no se completa más –aunque en algunos textos sí, por cierto– pero en muchos otros no se completa. Nos es dada para esperar[37]…”.[38]

Este Dios se hace presente de muchas formas, como aliento, alivio, levedad, alegría inesperada, aprendizaje, posibilidad. Se hace presente en forma de personas, que hacen lo que hay que hacer en el momento justo. Houtepen:

“Se trata de un impetus, una llamada que actúa en nosotros, mediante el lenguaje y los signos de la tradición religiosa, y que nos impulsa a elegir rumbo hacia ‘lo bueno, lo posible’, a orientar nuestras motivaciones y fuerzas hacia lo sagrado inviolable, hacia una vida que lleva a Dios”.[39]

Es una luz que inicia, ilumina, transparenta, hace brillar la vida en esta Tierra, y, como dice la canción, es esa “luz palabra” que, –cuando todo pasa y todo perece–, permanece. Como dice un poema de otra famosa poeta holandesa, Henriëtte Roland Holst:

“A este Único conocemos, 

y a este Único nos aferramos en las horas oscuras

Existe una palabra que durará eternamente

Y quien la comprende, ya no está solo”.[40]

Así, podemos vivir desde una contra narrativa que vincula en un mismo tejido cada palabra, cada hecho que fue calibrado desde esta luz. Esta creencia, de tanta antigüedad, también encuentra sus congruencias con los nuevos descubrimientos científicos sobre la energía amorosa que nos sostiene en la interdependencia e interrelacionalidad del universo.[41] Podemos enviar esta luz en oración o en otras formas de intención energética. Es posible conectar con esta luz, fortalecer esta luz, abrirse a esta luz. Es posible que esa luz brille en las circunstancias más oscuras, y que brille también hacia el futuro.

Es una luz que suena en palabras y en cantos de resistencia. Es la luz al fin del túnel. Es luz que también es juicio, cuando se iluminan y transparentan hechos oscuros y prácticas que no quieren ser vistas, en nosotros mismos y en otros/as. Es lo que sigue viviendo cuando se fallece o se deshace, y que traspasa nuestra muerte física. Jesús vivió desde esa luz, murió y resucitó en ella, como él más amado de Dios, el primogénito. Es su luz que sigue irrumpiendo en la historia, a veces solo en una pequeña llama que se guarda, pero también en nuevos fuegos que se encienden. Es la luz de la esperanza, de la posibilidad de algo diferente, “Dios mediante”.

Conclusión

¿Nos ayuda hablar sobre Dios en términos del clamor, de experiencias de contraste y de la posibilidad de “otro mundo posible” en tiempos de crisis socioeconómica, ecológica y sanitaria? Quizás es más riesgoso hablar de Dios, que hablar con Dios. Creo que esta crisis nos invita a escuchar, más que hablar. Las imágenes de Dios que descubrí y comenté en los textos de Oosterhuis, son imágenes que se cantan, como un esperar contra toda esperanza. Dios suena en los gritos de las personas “Oh Dios, ¡Aparece ya!”, por justicia, paz y dignidad, y en el grito de la tierra misma. Dios suena en los “Gracias a Dios”, cuando nos damos cuenta de que hemos sido salvados/as, que pudimos seguir, que se salvó un árbol, un pedazo de tierra, un río, que soportamos el sufrimiento o lo sobrellevamos en conjunto. Dios suena en los “Dios mediante”, en nuestra confianza vulnerable y a la vez certera, que, dentro de la historia de los poderosos y los opresores, se teje en una historia de puntitos, momentos y estallidos de luz. Y que esta luz es lo único que importa y que queda, al final.     

Bibliografía

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McFague, Sallie. Het lichaam van God. Een ecologische theologie. [título original: The Body of God] Zoetermeer: de Horstink, 1997.

Moltmann, Jürgen. Teología de la Esperanza. Salamanca: Ediciones Sígueme, 1972.

Oosterhuis, Huub. Van U is de toekomst. Kome wat komt. Leuven: Davidsfonds y Kampen: Kok Agora, 1996.

-          Jij die zegt onze God te zijn, pag. 75

-          Lied van alle dagen, pag. 236

-          Lied aan het licht, pag. 86

Oosterhuis, Huub. “Wij die met eigen ogen” [Nosotros que con ojos propios], en: Gezangen voor Liturgie, Cancionero católico, no 553b, Baarn: Gooi & Sticht, 1983.

Roland Holst, Henriëtte, Dit Ene weten wij, adaptado para cantar por Oosterhuis. https://kerkliedwiki.nl/Dit_ene_weten_wij - Con la música de Mariëtte Harinck. https://www.gedichten.nl/nedermap/poezie/poezie/160208.html, accedida el 30 de mayo 2021.

Schillebeeckx, Edward. Jezus, het verhaal van een levende [trad. al español: Jesús, la historia de un viviente], Baarn: Uitgeverij H. Nelissen, 2000.

Vos, Marjoleine. “Wat betekent God? Het wemelt van de Goden” [¿Qué significa Dios? Está repleto de dioses] en NRC Handelsblad. Entrevista a Huub Oosterhuis, 8 de marzo 2021. https://www.nrc.nl/nieuws/2021/03/08/wat-betekent-god-het-wemelt-van-de-goden-a4034545, accedida el 30 de mayo 2021.

Vosper, Gretta. With or Without God. Why the way we live is more important than what we believe. Toronto: Harper Collins Publishers Ltd, 2008.

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Arianne van Andel, eco-teóloga feminista holandesa; Master en teología sistemática por la Universidad Libre de Amsterdam, docente en la Comunidad Teológica Evangélica y el Seminario Metodista en Chile. Activista ambiental, coordinadora de (AIEC) Chile, miembro de la Coalición Evangélica por la Justicia Climática y Fellow de Green Faith.

ariannevanandel@gmail.com

Artículo recibido: 13 de abril 2021.

Artículo aprobado: 9 de mayo 2021.

 

 

 

 

 

 

Vida y Pensamiento – Volumen 41, Número 1, pp. 11-43 – Primer Semestre Año 2021

 

 



[1] Anton Houtepen, teólogo de tradición católica, fue profesor de teología ecuménica en la Universidad de Utrecht en Holanda, director del Instituto Interuniversitario de Misiología y Ecumenismo, y estrechamente vinculado al trabajo de Fe y Orden del Consejo Mundial de Iglesias. Falleció en 2010.

[2] Anton Houtepen, God, een open vraag. Theologische perspectieven in een cultuur van agnosticisme Zoetermeer: Uitgeverij Meinema, 1997. [En inglés: God, an Open Question].

[3] Houtepen, God, een open vraag, 118 y 179.

[4] Houtepen, God, een open vraag, 53-81.

[5] Houtepen, God, een open vraag, 70-72, citando a Heidegger en p. 72.

[6] Houtepen, God, een open vraag, 82-125.

[7] Reza Aslan, Dios. Una historia humana, Santiago: Penguin Random House, 2017.

[8] Oosterhuis dice “Éste de Abraham, Isaac y Jacob” para no usar el nombre Dios, desde una teología fiel a la tradición judeocristiana, que sólo refiere a JHWH, pero no lo nombra.

[9] Huub Oosterhuis, Van U is de toekomst. Kome wat komt, Leuven: Davidsfonds y Kampen: Kok Agora, 1996: 49. Traducción de la autora.

[10] Houtepen, God, een open vraag , 75.

[11] Gretta Vosper, With or Without God. Why the way we live is more important than what we believe, Toronto: Harper Collins Publishers Ltd, 2008.

[12] Vosper, With or Without God, 54.

[13] Ronald Dworkin, Religión sin Dios [título original: Religion without God] Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2014, 13-35.

[14] Oosterhuis, Van U is de toekomst. Kome wat komt, 95.

[15] Leído por Oosterhuis mismo en: https://www.youtube.com/watch?v=S9CGnY2FCm0&ab_channel=HuubOosterhuis-Topic

[16] Se puede escuchar la canción con la música de Oomen bajo: “Jij die zegt God te zijn” en la colección “Laat mij maar zingen” de Huub Oosterhuis en Spotify.

[17] Ivone Gebara, Intuiciones ecofeministas. Ensayo para repensar el conocimiento y la religión, Madrid: Trotta, 2000, 100 y 104.

[18] Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo. En el itinerario espiritual de un pueblo, Salamanca: Ediciones Sígueme, 1983, 15.

[19] Gebara, Intuiciones ecofeministas, 143.

[20] Edward Schillebeeckx, Jezus, het verhaal van een levende, Baarn: Uitgeverij H. Nelissen, 2000, Ebook, 554. Traducción de la autora. [trad. al español: Jesús, la historia de un viviente, Madrid: Cristiandad2, 1983].

[21] Oosterhuis, Van U is de toekomst. Kome wat komt, 236. Se puede escuchar la canción bajo: “Lied van alle dagen” en la colección “Laat mij maar zingen” de Huub Oosterhuis en Spotify. También hay versiones en: https://www.youtube.com/watch?v=A_mcGvROMUE&ab_channel=Jacobineop2Jacobineop2 (celebración de viernes santo en Gent, Bélgica) y https://www.youtube.com/watch?v=xg_IVwOMIgM&ab_channel=TrainchaFanTrainchaFan (cantado por Trijntje Oosterhuis, hija de Huub Oosterhuis).

[22] Houtepen, God, een open vraag , 179.

[23] Houtepen, God, een open vraag, 209. Traducción de la autora.

[24] Houtepen, God, een open vraag, 210.

[25] Houtepen, God, een open vraag , 210-211.

[26] Sallie McFague, Het lichaam van God. Een ecologische theologie, Zoetermeer: de Horstink, 1997. [Título original: The Body of God], 37. Traducción de la autora.

[27] McFague, Het lichaam van God, 37-38.

[28] Pedro Pablo Achondo, Una Iglesia híbrida. Aproximación a las comunidades de Jesús, Santiago de Chile: San Pablo, 2020, 45.

[29] Houtepen, God, een open vraag , 182.

[30] Frase de la canción “Wij die met eigen ogen” [Nosotros que con ojos propios], Gezangen voor Liturgie, Cancionero católico, no 553b, Baarn: Gooi & Sticht, 1983: “Dat mensen mensen doden, dat wij die mensen zijn”.

[31] Oosterhuis, Van U is de toekomst. Kome wat komt, 236-237.

[32] Oosterhuis, “Lied aan het licht” en Van U is de toekomst. Kome wat komt, 86. Se puede escuchar la canción con música bajo “Lied aan het licht” en la colección “Nooit meer zonder reisgenoot” de Huub Oosterhuis en Spotify, o en https://www.youtube.com/watch?v=SummKqS-enY&ab_channel=kerkenliedkerkenlied y https://www.youtube.com/watch?v=mwXkq7ZXEZU&ab_channel=LennartMoreeLennartMoree

[33] “Kind” en holandés puede ser masculino o femenino. Elegí acá el femenino en castellano, ya que la palabra “luz” es femenina, y para hacer una variación frente a las palabras masculinas en las líneas previas.

[34] Ivone Gebara, Filosofía feminista. Brevísima introducción, Montevideo: Doble Clic Editoras, 2014, 17-47.

[35] Gebara, Filosofía feminista, 31.

[36] Jürgen Moltmann, Teología de la Esperanza, Salamanca: Ediciones Sígueme, 1972, 38.

[37] Esperar en el sentido de “tener esperanza”, “hope” en inglés.

[38] Marjoleine Vos, “Wat betekent God? Het wemelt van de Goden” [¿Qué significa Dios? Está repleto de dioses] en NRC Handelsblad. Entrevista a Huub Oosterhuis, 8 de marzo 2021. Traducción de la autora. https://www.nrc.nl/nieuws/2021/03/08/wat-betekent-god-het-wemelt-van-de-goden-a4034545, accedida el 30 de mayo 2021.

[39] Houtepen, God, een open vraag , 296-297.

[40] Henriëtte Roland Holst, Dit Ene weten wij, adaptado para cantar por Oosterhuis. https://kerkliedwiki.nl/Dit_ene_weten_wij - Con la música de Mariëtte Harinck. Holandés: “Dit Ene weten wij en aan dit één houden wij ons vast in de duistere uren. Er is een woord, dat eeuwiglijk zal duren, en wie ’t verstaat, die is niet meer alleen”. Traducción de la autora. https://www.gedichten.nl/nedermap/poezie/poezie/160208.html, accedida el 30 de mayo 2021.

[41] Para conocer más sobre estos descubrimientos, recomiendo el reflexivo documental YO SOY del cineasta Tom Shadyac, donde conversa con filósofos, cientistas y líderes espirituales sobre cómo mejorar este mundo: https://www.netflix.com/cl/title/70160425, accedido el 30 de mayo 2021.