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Vida y Pensamiento Revista Teológica de la
Universidad Bíblica Latinoamericana Volumen 41 Número 2 - Segundo Semestre 2021 -
San José, Costa Rica La muerte: Realidad,
metáfora y desafío |
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Vida digna, sí; muerte digna, también Francisco
Mena Oreamuno pp. 73-92 |
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Resumen: La muerte digna
es un tema al que necesitamos como personas y sociedades, como comunidades de
fe, dedicar tiempo. Este es un ejercicio sobre la situación de la vida de las
personas adultas mayores hoy y en los próximos años, y sobre el llamado
evangelio del sufrimiento. El ejercicio consiste en exponer argumentos que
muestren dos maneras de trabajar con el dolor y el sufrimiento para tomar
conciencia de la forma en que esos azotes de lo humano son superados por un
sector minoritario de población que puede dar fondos a proyectos de vida
eterna y colonización del espacio. No hay una respuesta, sino más preguntas. Palabras claves: eutanasia, vejez, pensiones,
longevidad, evangelio del sufrimiento. Abstract: A dignified
death is an issue that we as individuals and societies, as communities of
faith, need to dedicate time to. This is an exercise considering the life
situation of older people today and in the years to come, and on the
so-called gospel of suffering. The exercise consists of presenting arguments
that show two ways of working with pain and suffering and becoming aware of
how these scourges of humanity are overcome by a minority sector of the
population that can fund projects of eternal life and colonization from
space. There is no answer, but more questions. Keywords: euthanasia, old
age, pensions, longevity, gospel of suffering. |
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Francisco Mena Oreamuno Vida digna, sí; muerte
digna, también Introducción Hace más de diez años, fui invitado al
Colegio de Médicos y Cirujanos de Costa Rica para participar en una conversación
sobre la Eutanasia.El doctor que iba a hacer una
exposición es un destacado profesional costarricense que se ha dedicado toda
su vida a la dignidad de la vida de la persona terminal o crónica.No en balde, su esfuerzo se ve expresado
hoy en las Clínicas del Dolor que existen en los hospitales del país. La
posición del médico, grosso modo, fue: sí hoy tenemos medicamentos y
técnicas para reducir el dolor, para qué la eutanasia.Claro que esta simplificación solo
ilustra un aspecto de su pensamiento mucho más amplio y complejo. En
principio, yo diría que es totalmente válido indicar que una persona terminal
o crónica no necesita pensar en la eutanasia, debido a que existen los medios
médicos para darle calidad de vida hasta el final. En este resumen se implican varios argumentos
que cada persona tendrá que asumir en un momento de su vida. Un primer
argumento que surge es la eutanasia como respuesta a la intensidad del dolor,
en cuyo caso se justifica la práctica o solicitud de la eutanasia para una persona
a quien no le hagan efecto las estrategias médicas contra el dolor. También
se podría discutir el dolor como razón legítima para tomar el camino de la
eutanasia en estado terminal o crónico. De modo que el problema de fondo está
en la posibilidad de definir la dignidad del ser humano a partir del dolor. Un mapa económico de la vejez en el presente
y en el futuro cercano La dignidad de la vida luego de los 60 años es, cuando menos,
difícil, tal y como se ve en la situación de los sistemas de pensiones y de
seguridad social. No obstante, la longevidad tiende a fortalecerse. Cada día vivimos más. Junto a esta situación, el crecimiento demográfico va
en sentido inverso y decae. Según las Naciones Unidas, al 11 de
septiembre de 2021 tenemos una taza de crecimiento de 2.5 por mujer, mientras
que el promedio global de sobrevivencia es de 72.6. Se espera que para el año
2050 los mismos rubros sean de 2.2 y de 77.1 respetivamente. Estas cifras
implican que las expectativas de pensión irán bajando cada vez más al no
haber el suficiente remplazo poblacional. Ya el Banco Bilbao Vizcaya, el 21
de enero de 2020 ha indicado que en España se aumentará la edad de
pensionarse hasta los 67 años. En Costa Rica se están tomando medidas
semejantes. El BBVA sintetiza la situación del siguiente modo: Pero el futuro cercano depara datos aún más
sorprendentes, pues se estima que la esperanza de vida en España hacia mitad
del siglo actual pueda rondar los 90 años, por encima de los 91 años en el
caso de las mujeres y muy cercana a los 88 años en el caso de los hombres. Esto tiene una primera derivada muy importante:
Mientras que hace escasas décadas la jubilación era una etapa que apenas
superaba los 10 años, los jubilados de mediados de siglo actual, que serán
los que se están iniciando en el mercado laboral en estos tiempos, van a
vivir una jubilación de aproximadamente un cuarto de siglo. Esta cuestión es una de las que conforma el importante reto
demográfico al que se enfrentan las principales sociedades respecto a sus
sistemas de pensiones: Los jubilados, con carreras de cotización parecidas,
cada vez perciben su pensión de jubilación durante un mayor número de años.
Además, en el otro lado de la ecuación, se reduce el número de cotizantes
debido a las menores tasas de fertilidad, variable en la que España no se
encuentra precisamente bien posicionada (BBVA 21 de enero de 2020). De acuerdo con la página del Banco Mundial, Costa Rica tiene una
población estructurada de la siguiente manera: 21% de personas con edades de
0-14; 69% de personas entre 15-64 y 10% de personas mayores a 65 años. En
Alemania, para el año 2020 había un 22% de la población que superaba los 65
años. En Bélgica un 19%, mientras que en Arabia Saudita un 3% y en Angola un
2%. Cuando hablamos de vida
digna no tratamos solo del tema del dolor o de la cobertura de seguridad
social sino también, y sobre todo, de tener lo
necesario para cubrir las necesidades básicas y, entre estas, las de
movilidad y recreación. ¿Cómo enfrentarán nuestros
pueblos el problema de la sobrevivencia económica no solo de quienes están en
vejez sino de aquellos que empiezan su juventud? No se trata de un problema sencillo de
resolver. Además, es difícil
cuantificar los sectores de población que nunca recibirán ningún tipo de
pensión. Este es el caso de las mujeres que se han dedicado toda su vida a la
atención del hogar y el cuido de sus seres queridos. Estas personas habitan
el sendero de la indigencia. Así también, aquellas personas que están en
condiciones de subempleo y que, por esa circunstancia, no han podido cotizar
para un régimen de pensiones[1].En
particular, este año el
desempleo subió en 6.2 puntos porcentuales: “En cuanto a la población
desempleada del trimestre se estimó en 458 mil personas, de estas 199 mil son
hombres y 259 mil mujeres, la población desempleada aumentó en 144 mil
personas en forma interanual, 71 mil hombres y 73 mujeres” (Instituto
Nacional de Estadísticas y Censos 2021, 14). Se
instaló en un 18,7 de la población laboral del país. El evangelio del sufrimiento Podríamos preguntarnos también, ¿es el dolor,
un camino cristiano, es decir, hay un elemento expiatorio en el dolor humano,
especialmente en una situación crónica? En realidad, la respuesta a esta
pregunta tiene unas dimensiones absolutamente diferentes a las que uno podría
imaginar. Así lo indica el Cardenal José Saraiva,
Prefecto de la Congregación para las causas de los santos, en una conferencia
sobre el tema titulada “El evangelio del sufrimiento en el magisterio de Juan
Pablo II”: Jesús, después de sufrir por la redención de todos, donó una Madre a
los hombres para educarlos en la escuela del evangelio del sufrimiento, y
ofreció al mundo el rosario para confortar a los que sufren y salvar a las
almas necesitadas. También nos señaló a san Pío de Pietrelcina,
siervo sufriente, y a los santos, como el camino para unirnos a su obra de
salvación. Hoy regala a la Iglesia y al mundo la enseñanza y el testimonio
del Vicario de Cristo, del enamorado de Dios, del propagador del evangelio
del sufrimiento (Saraiva 2003). Hablar de un evangelio del sufrimiento es un tema difícil. Pero aquí
queda acuñado el sufrimiento como un camino que se incorpora al camino mismo
de Cristo que se puede asumir salvífico: A través del rosario, el cristiano entra en
la escuela de María, gran maestra por lo que respecta a la cátedra de la
cruz: “La Virgen de los Dolores, de pie al lado de la cruz, con la silenciosa
elocuencia del ejemplo, nos habla del significado del sufrimiento en el plan
divino de la redención. Ella fue la primera que supo y quiso participar en el
misterio salvífico «asociándose
con corazón de Madre al sacrificio de Cristo, uniéndose a él, llena de amor,
y dando su consentimiento a la inmolación de su Hijo como víctima» (cf. Lumen Gentium, 58). Íntimamente enriquecida por esta
inefable experiencia, se acerca al que sufre, lo toma de la mano, lo invita a
subir con ella al Calvario y a estar de pie ante Cristo crucificado”. Visto con esta luz, el sufrimiento, el dolor, la enfermedad son
potencialmente caminos asociados al sacrificio de Cristo. ¿Y quién es Cristo
aquí? Es quien llevó todos los dolores de la humanidad, así como su pecado
causante de los mismos en sacrificio ante Dios como redentor. El trozo de
sufrimiento de una vida pequeña como la de cualquiera de nosotros y nosotras
tiene esta marca de camino salvífico, sí, y solo sí, se asume con el corazón
abierto a Dios y con plena obediencia al destino que está en Sus manos. Esta perspectiva se complementa con una entrevista realizada al
Cardenal Angelo Comastri
en la que expresaba: El dolor indudablemente asusta a todos,
pero cuando es iluminado por la fe se convierte en una poda del egoísmo, de
las banalidades y frivolidades. Aún más. Los cristianos vivimos el dolor en
comunión con Jesús Crucificado: aferrándonos a Él, llenamos el dolor de Amor
y lo transformamos en una fuerza que desafía y supera el egoísmo aún presente
en el mundo. Juan Pablo II fue un verdadero maestro del dolor redimido por el
Amor y transformado en un antídoto para el egoísmo y la redención del egoísmo
humano. Esto sólo es posible abriendo el corazón a Jesús: sólo con Él se
puede entender el dolor y apreciarlo (Comastri
2020). Entonces, el dolor, no es expiatorio, sino testimonial del amor que
profesamos a Jesús crucificado, a quien, de este modo, emulamos. Asumimos su
destino poniendo en el dolor la esperanza de lo que está más allá de la
resurrección. Así, para quien asume esta perspectiva del dolor y el
sufrimiento, no existe desesperación, existe el amor que se experimenta en la
entrega del dolor como punto de encuentro con la vida de Cristo. No hay
espacio para la rendición o la deserción. Hay algo mucho más profundo y rico,
espiritualmente superior: Cristo salva por medio de la muerte de su cuerpo de carne; el hombre
es salvado y ayuda a salvar con las tribulaciones de Cristo, el cual ofrece a
cada uno el don de sufrir como él y con él, a fin de seguir salvando en él,
también mediante el sufrimiento de su propia carne. Los sufrimientos del
cristiano, vividos juntamente con las tribulaciones de Cristo, permiten donar
los beneficios de Cristo a su Cuerpo místico. Así pues, la Iglesia no sólo es
el Cuerpo de Cristo salvado por los sufrimientos del hombre-Dios; también es
su Cuerpo místico, que sigue salvando al mundo mediante los sufrimientos de
sus miembros. Estos completan así, por vocación recibida del Señor, las
tribulaciones de Cristo (Saraiva Martins 2003). La fe nos lleva a transitar el dolor en la
experiencia del amor de Dios que vivimos en el cuerpo sufriente de Cristo[2]. Por esta razón la
eutanasia es imposible para quien realmente está enamorado de Dios. La longevidad es un enorme logro social y
cultural En el primer problema que presentamos en donde longevidad está en
tensión con sobrevivencia, la eutanasia sería una opción legítima. Digamos
que una persona tiene recursos para una pensión digna por ocho años después
de la jubilación, entonces, se abre la posibilidad de hacer una eutanasia en
el momento en que se cumplan estos ocho años. Si tiene recursos para diez
años, pues vive, los diez años. Esto significaría que se le abre al ser
humano la posibilidad maravillosa de definir cómo quiere vivir su vida. Veamos un escenario diferente. Una persona tiene recursos para vivir
doce años. Para ese momento tendrá una edad de 77 años, por lo que, en
teoría, le quedan al menos cuatro años más de vida. ¿Cómo pasará esos años?
¿Con quién? ¿En qué circunstancias? Después de los 77 será una persona
dependiente de la acogida de algún familiar que le quiera o tolera, con una
severa depresión por haber perdido su independencia y quedar reducido a las
condiciones que se le impongan. O quizá, podría extender su pensión por
dieciocho años, pero con una rebaja sensible de ingreso en los primeros doce.
En todo caso, podemos discutir mucho sobre cuánto le debemos a las personas adultas mayores, o cuánto amor debemos
prodigarles, o el significado que tienen para la sociedad, en fin, todos los
discursos altruistas que se suelen expresar ante el abandono familiar, social
y gubernamental de las personas de la tercera edad. Esos discursos no cambian
el hecho de que poco a poco las personas de mayor edad son un problema social
que no encontrará una solución humana. La otra opción es que la persona asuma esos años últimos de
dependencia como parte de los sufrimientos de Cristo y los entregue para el
bien de la humanidad. Esto también es posible. Probablemente habrá personas
que tendrán disposición para mantenerse sobreviviendo con situaciones límite
hasta que la muerte venga a buscarlas. La longevidad es un enorme logro social y cultural. Está claro que
un país que aumente la esperanza de vida de sus personas ciudadanas está
haciendo un buen trabajo. No podemos decir que la longevidad sea algo
negativo. En ningún caso lo es. Se trata del fruto de un proceso de
desarrollo social que involucra a muchas instituciones y que muestra que en
las metas de un país el aumento de la vida se considera un bien. El punto es
la cuestión más drástica que presenta la realidad: ¿Para qué aumentar la vida
de las personas si esta tendrá que realizarse en condiciones de pobreza y
abandono? Lo que es realmente un bien, un logro social se transforma en una
condición de sistemático menoscabo a la dignidad de este sector de personas. Avances en la meta de alcanzar la vida eterna
y la colonización del espacio Tendríamos que pensar en otros aspectos que son mucho más
brutalmente reales. Uno de ellos es que el sistema económico mundial, lejos
de ocultar su funcionamiento e implicaciones sociales, ha mostrado, sin rubor
alguno, que está dispuesto a producir riqueza únicamente para algunas
personas. Veamos la lista de las diez personas más ricas del mundo según la
lista de Forbes para este 2021: 1.
Jeff Bezos: $177.000 millones / 57 años / EE.UU. /
Amazon 2.
Elon Musk:
$151.000 millones / 49 años / EE.UU. / Tesla y Space
X 3.
Bernard Arnault (y
familia): $150.000 millones / 72 años / Francia / LVMH 4.
Bill Gates: $124.000 millones / 65 años / EE.UU. /
Microsoft 5.
Mark Zuckerberg: $97.000
millones / 36 años / EE.UU. / Facebook 6.
Warren Buffett: $96.000
millones / 90 años / EE.UU. / Berkshire Hathaway 7.
Larry Ellison: $93.000
millones / 76 años / EE.UU. / Software Technology 8.
Larry Page: $91.500 millones / 48 años / EE.UU. /
Google 9.
Sergey Brin: $89.000
millones / 47 años / EE.UU. / Google 10.
Mukesh Ambani:
$84.500 millones / 63 años / India / Negocio diversificado Si comparamos esta lista con la que publicó Forbes en 2019 la
diferencia en el aumento de capital ha sido abrumadora. Veamos a las diez
personas más ricas del mundo a principios del año 2019: 1.
Jeff Bezos. 54 años. Patrimonio a comienzos de
2019: 124.700 millones de dólares. Compañía: Amazon. Nacionalidad:
estadounidense. 2. Bill
Gates. 63 años. Patrimonio a comienzos de 2019: 93.500 millones de dólares.
Compañía: Microsoft. Nacionalidad: estadounidense. 3.
Warren Buffett. 88 años.
Patrimonio a comienzos de 2019: 84.000 millones de dólares (=). Compañía: Berkshire Hathaway.
Nacionalidad: estadounidense. 4.
Bernard Arnault (y
familia). 69 años. Patrimonio a comienzos de 2019: 68.400 millones de
dólares. Compañía: LVMH. Nacionalidad: francés. 5.
Carlos Slim (y familia). 78 años. Patrimonio a
comienzos de 2019: 57.900 millones de dólares. Compañía: América Móvil.
Nacionalidad: mexicano. 6.
Amancio Ortega. 82 años. Patrimonio a comienzos de
2019: 57.200 millones de dólares. Compañía: Inditex. Nacionalidad: español. 7.
Larry Ellison. 73 años.
Patrimonio a comienzos de 2019: 55.500 millones de dólares. Compañía: Oracle.
Nacionalidad: estadounidense. 8.
Mark Zuckerberg. 33
años. Patrimonio a comienzos de 2019: 49.100 millones de dólares. Compañía:
Facebook. Nacionalidad: estadounidense. 9.
Larry Page. 45 años. Patrimonio a comienzos de
2019: 48.500 millones de dólares. Compañía: Google. Nacionalidad:
estadounidense. 10.
Sergey Brin. 45 años.
Patrimonio a comienzos de 2019: 47.300 millones de dólares. Compañía: Google.
Nacionalidad: estadounidense (Marca 2019). El patrimonio real de estas personas listadas creció de una forma
abrumadora en el último año y medio desde que inició la pandemia. Esto es
importante porque significa que no hubo crisis económica para todo el mundo.
Está claro que algunos servicios fueron de gran apoyo para bajar la cantidad
de contagios y que las restricciones supusieron el crecimiento de un sistema
de entregas eficiente y costeable. También se entiende que estos servicios
debieron de aumentar sus ganancias. Pero la cuestión de fondo es si en
realidad es algo bueno, ético, valioso, que este listado de personas
aumentase sus capitales en alrededor de un cincuenta por ciento durante este
periodo. La Voz de América, el 8 de abril de 2021 informa lo
siguiente: La pandemia del coronavirus no impidió que en el
último año los ricos se hicieran más ricos y las grandes fortunas se
multiplicaran al punto de que 660 nuevas figuras se unieran a la lista anual
de las personas con activos de más de 1.000 millones de dólares de la revista
financiera Forbes. Fue un año que rompió todos los récords, dice
Forbes, con un total sin precedentes de 2.755 multimillonarios que acumulan
un total de 13,1 billones de dólares, de 8 billones[3]
en la lista anterior de 2020. Gran parte de todo esto se debió al desempeño de las bolsas, donde
los precios de las acciones se dispararon durante todo el año y el alza de
las criptomonedas, dice Forbes. Cuando hablamos de este selecto grupo necesitamos algo de claridad
en los números. Lo que se indica en estos párrafos es que, durante este
tiempo de pandemia, 660 personas ingresaron al club de los multimillonarios
contabilizando en total 2755 personas en esta categoría en el mundo. Estas
personas que en conjunto tenían 8 millones de millones de dólares, pasaron a
la cifra de 13.1 millones de millones de dólares. Es decir, ganaron unos
5,000,000,000,000.00 de dólares. Es una cifra difícil de imaginar. Parte de la realidad de tener tanta riqueza es qué hacer con ella.
Dejando aparte el tema de la desigualdad, evidente por demás, estas personas
han creado proyectos alternativos. Uno de esos proyectos lo destaca la
Deutsche Welle (2021): Una nueva compañía estadounidense con socios
multimillonarios como Jeff Bezos, fundador de Amazon, y Yuri Milner, uno de los inversores en tecnología más
importantes del mundo, está buscando la receta para la vida eterna. Así lo reveló la revista Technology
Review del Instituto de Tecnología de
Massachusetts (MIT, en sus siglas en inglés), en una publicación en la que
detalló parte del equipo de científicos que ha reclutado Bezos y Milner para esta nueva empresa, llamada Altos Labs. Por otro lado, la publicación destacó que Izpisúa (científico español), ha ganado notoriedad en el
campo de la investigación del rejuvenecimiento después de predecir que la
esperanza de vida de los seres humanos podría aumentar en 50 años gracias a
la mezcla de embriones humanos y de mono. También se ha unido a este proyecto
el profesor de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), Steve Horvath, que desarrolló un “reloj biológico” que puede
medir con precisión el envejecimiento humano. Uno de los ganadores del Premio Nobel en Medicina de 2012, Shinya Yamanka, presidirá el
consejo asesor científico de la compañía. Pero no solo es cuestión de alcanzar la
“vida eterna”, también es cuestión de dónde vivirla. Para responder a esta
cuestión Elon Musk, Jeff
Bezos y Richard Branson han estado trabajando en
crear viajes recreativos al espacio. Pero sobre todo Musk,
ha impulsado la idea de colonizar Marte: Creo que es importante que la humanidad se convierta en una
civilización espacial y una especie de múltiples planetas. Se necesitarán
muchos recursos para construir una ciudad en Marte. Quiero poder contribuir
tanto como sea posible (Business Insider). Al final, la muerte digna es legítima Mirar la vida eterna o mirar al espacio para construir otro mundo
allí pueden tener una base válida. La riqueza está ahí y debe tener algún
propósito más que la pura acumulación. Por eso, quienes tienen tanta riqueza
pueden disponer de sus vidas y decidir hacer vidas diferentes en lugares
inexplorados. Esto es así, sí, y solo sí, aceptamos que cada persona debe
tener la libertad de decidir sin algún tipo de responsabilidad social. No ya
digamos asumir la contraparte de la acumulación que han logrado. Al final, si
respetamos el principio de la libertad liberal y la noción de la centralidad
del sujeto productor de riqueza, entonces, las ideas propuestas por Musk, Bezos y Branson son
totalmente válidas, se trata del heroísmo liberal. Si entendemos, por el
contrario, que hay algún tipo de compasión humana o de ética que implica
compromisos sociales más allá de los implementados en las leyes de protección
a las personas trabajadoras, entonces, tal libertad no es más que puro
egoísmo. Es claro que un punto intermedio es necesario. Dejar que las
personas vayan a pasear al espacio al mismo tiempo que se promueve que las
personas mayores puedan tener una vida digna, aun cuando se agoten sus fondos
de pensión. Pero más allá de estas posiciones, la necesidad de crear las bases
humanas, solidarias y compasivas para quienes ya no quieren vivir más, es un
imperativo que debe evaluarse fuera de esta trama, aunque, se trate de un
subproducto de ella. Entonces, afirmar la vida en el dolor (evangelio del
sufrimiento), para compartir los sufrimientos de Cristo y ayudar a
completarlos hasta llegar a su encuentro, o, al contrario, ser parte de la
ecuación longevidad vs. falta de recursos para una vida digna, no muestran la
menor compasión, solidaridad o humanidad. Empezamos esta reflexión hablando
sobre estas dos formas de entender la vida en su devenir de extensión
cronológica y de dignidad, así como la plusvalía del dolor y el sufrimiento.
En este contexto, es necesario lograr un consenso de principios para ayudar a
las personas a tomar las mejores decisiones para sí mismas, sus familias y
sus redes de apoyo. La cuestión se podría reformular del siguiente modo: ¿Tiene una
persona el derecho de recibir la ayuda necesaria del Estado y la comunidad
para terminar con su vida aún y cuando no tenga una enfermedad crónica o
terminal? ¿Debe considerarse como un problema
psiquiátrico la solicitud de una gestión médica como la indicada en un
paciente sano? Los costes humanos de vivir más allá, para quienes no tienen los
medios, no son costeables. Indica la profesional Mary Carmen Lazcano tanatóloga y psicóloga: Kraus indica que la
eutanasia es importante porque evita un sufrimiento al ser humano; respeta lo
que determina el enfermo, sin erosionar la integridad de la vida del paciente
terminal; además les permitirá la constante pregunta de cuándo llegará el
momento de su muerte; el que estén pensando en su larga agonía con todas las
implicaciones psicoemocionales que esto conlleva,
por la degradación que se hace hacia la persona, tanto en el seno familiar,
como en el entorno social; ya que al inicio puede tener todas las atenciones
necesarias, varias personas que están cerca los apoyan de diferentes formas,
pero dependiendo del tiempo que se prolongue el estado en el que se
encuentran; todas las atenciones que requiere se ven mermadas, debido al
cansancio de los cuidadores principales, el desgaste físico y el deterioro
emocional; los apoyos de las demás personas se van alejando, con ello se
presenta el que los cuidados principales hacia el paciente disminuyan cada
vez más y la calidad de vida de todos los involucrados también se vea
disminuida; pero desde lo moral, es algo inconcebible el admitir que esto
pasa; pero son hechos reales que nadie menciona y por ende prefieren la
aplicación de la ortotanasia, pero con la esperanza
de que “Dios” se apiade del enfermo y también de los mismos familiares
(Lazcano 2020). Esto permite responder a la primera pregunta. En realidad, no es una
persona la que se enferma crónicamente o es terminal, sino que se trata de un
proceso familiar y comunitario del que participan distintas personas. Hay
quienes son la primera fuente de atenciones y luego existen distintos niveles
de redes de apoyo. Pero tanto las personas cuidadoras como las redes de apoyo
se agotan y lo que queda es el deseo censurado de pedir a Dios piedad para con
el enfermo que es también la liberación de quienes le cuidan. Lo indicado por Mary Carmen Lazcano muestra la falta de compasión
que existe en la promoción de un evangelio del sufrimiento. La persona
enferma sufre, pero hace sufrir a todo su entorno. No hay nada romántico en
quien acompaña los sufrimientos de Cristo. Al contrario, existe un profundo
egoísmo al hacer que toda su familia y amistades entreguen su tiempo en el
cuidado y protección de esa persona enferma. En cuanto a la segunda pregunta, aunque más difícil éticamente
hablando, también está plagada de sobre interpretaciones del valor de la
vida. Cuando una persona ha sido independiente y altamente productiva, cuando
ha cuidado de sí y de otras personas, se esperaría que tenga las condiciones,
no mínimas, sino dignas para vivir de un modo humano. Si una persona, es
obligada por las condiciones de su pensión o la ausencia de esta, a un retiro
tardío y a mantenerse trabajando para mal vivir, ese es un contrasentido de
lo que llamamos vida. Es una nueva esclavitud. Una forma de perdurar en el
dolor y el sin sentido. El logro social de la longevidad se transforma en el
fracaso de la planificación económica de los Estados. Ahora, esto no significa que todos los seres humanos deban optar,
cualquiera sea su circunstancia, por la eutanasia o el suicidio asistido. No.
Al contrario, se trata de que quienes celebren su vida en condiciones
sociales difíciles o muy difíciles puedan vivirla con gratitud y plenitud.
Pero no todas las personas asumirán sus vidas de ese modo. Habrá otras que
digan: “Tengo unos buenos años de salud y quiero aprovecharlos y luego
terminar con mi vida en paz, antes de que una enfermedad me defina o de que
se agote mi fondo de pensión y deba acogerme a la caridad ajena”. La valoración de abrir el camino para que las personas tomemos la
decisión sobre cuándo terminar nuestras vidas implica un acto de madurez
personal y social. Queda abierta la discusión teológica: ¿Es teológicamente
legítimo para una persona decidir cuándo terminar con su vida durante su
vejez? El camino recorrido en esta reflexión nos lleva desde la
constatación de que la vida en la vejez, para la mayoría de las personas que
estamos en esta etapa, se tensiona entre la longevidad y la sostenibilidad
económica de los años postjubilación. Por esta
razón no podemos hablar de “jubilación” en todos los casos, sino de lo
contrario. Pero, por otro lado, vemos que por lo menos en la imagen del papa
Juan Pablo II, acentúa un camino que se ha denominado “evangelio del
sufrimiento” y que será viable para las personas creyentes. Tendrán la
oportunidad de celebrar el sufrimiento de Cristo en su propio sufrimiento. Las condiciones de ser y vivir humana y dignamente en este mundo de
hoy no solo afectan a las personas mayores, sino que, por la dinámica
económica se ha comprometido la posibilidad de que los ecosistemas sobrevivan
por mucho más tiempo. Lo mismo sucede con las generaciones más jóvenes que
proyectan vidas, de acuerdo con los estándares actuales, hasta por sesenta
años más. La discusión sobre este tema es mucho más profunda y compleja pero
aquí tenemos al menos dos formas de asumir las condiciones propias de la
vejez. No se trata del problema de ser fiel a Dios o de no serlo. Se trata
del sentido y significado que demos a nuestras vidas en la vejez en las
condiciones expuestas o en otras. ¿Realmente Dios desea que
asumamos el sufrimiento como un camino hacia Él? ¿Cuál sería el objetivo de este sufrimiento? ¿Podríamos pensar,
honestamente, que sufrir en nuestra vejez es una forma de cumplir con los
sufrimientos de Cristo? Para ser personas justas con el Evangelio, estas preguntas tendrían
que sufrir variaciones. ¿Ha tenido significado y sentido nuestra vida? ¿Hemos
abrazado de corazón un propósito y lo hemos cumplido, cualquiera que sea?
¿Somos personas satisfechas con la calidad de nuestra vida cristiana; hemos
amado a Dios sobre todas las cosas y hemos amado a nuestros prójimos como a
nosotros mismos? ¿Hemos dado de corazón, hemos pensado en nuestra comunidad,
en nuestra familia, en nuestro país? ¿Hemos fortalecido nuestro
corazón con la lucha por la justicia? Si hemos dedicado nuestra vida a luchar por la vida, creo que hemos
ganado el derecho de entregarla en el momento adecuado y según nuestro grado
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el 13 de septiembre de 2021. https://www.vozdeamerica.com/a/economia-finanzas_forbes-multimillonarios-duplicaron-fortunas-en-anio-pandemia/6072986.html ... Francisco Mena Oreamuno,
Profesor de la Escuela Ecuménica de Ciencias
de la Religión y catedrático de la Universidad Nacional de Costa Rica. franciscomenaoreamuno@gmail.com Artículo recibido:
17 de agosto de 2021. Artículo aprobado: 4 de octubre de 2021. |
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