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Vida y Pensamiento Revista Teológica de la
Universidad Bíblica Latinoamericana Volumen 37 Número 1
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Cátedra de Teología Latinoamericana UBL 19-20 de abril,
2017 - San José, Costa Rica La Reforma y las reformas Aportes inter-contextuales desde
América Latina |
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Fe reformada y construcción de alternativas sociales pp. 77-98 Milton Mejía |
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Resumen: Este ensayo
comparte la manera como la Reforma Protestante contribuyó a una nueva forma
de vivir la fe que rompió con la tradición medieval de los dogmas y con la
sumisión a las autoridades de la Iglesia Romana aportando así en la
conformación de la Modernidad. Así, surge una fe protestante que contribuye a
la construcción de alternativas sociales y nos desafía hoy a vivir una fe
aprendiente. Abstract: This essay
describes how the Protestant Reformation contributed to a new way of living
the faith that broke with the medieval tradition of dogmas and with
submission to the authorities of the Roman Church, influencing the formation
of Modernity. A Protestant faith emerged that contributes to the construction
of social alternatives and challenges us today to live a learner faith. Palabras claves: Reforma
Protestante, fe, alternativas sociales y fe aprendiente. Keywords: Protestant Reformation, faith, social alternatives, learner faith. |
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Introducción
Este ensayo es resultado de mi búsqueda personal, como
parte de una comunidad eclesial, al entender que ser cristiano reformado no
es un asunto solamente de pertenecer y actuar en una iglesia sino que implica
una forma de vivir en el mundo, en el cual buscamos como seres humanos junto
con toda la naturaleza, disfrutar de la vida en abundancia y la paz, que es
el desea de Dios para su creación en la cual estamos incluidos los humanos. Por esta razón, a partir mi tradición reformada
protestante y de la experiencia de compartir y acompañar comunidades que resisten
y construyen alternativas sociales en Colombia, este ensayo explora elementos
teóricos y experienciales sobre la relación entre fe y procesos de
transformación social, así como los desafíos que tenemos, al considerar la
fuerza movilizadora de la fe para construir alternativas al sistema
económico, social, político y cultural que trata de imponerse como hegemónico
en nuestro mundo. La reforma protestante: una nueva forma de vivir la feEn la Edad Media la palabra fides no
indicaba solamente la “fe” cristiana, sino también la “fidelidad” que debían
practicar a diario los hombres que pertenecían a otros hombres. Si no existía
esta fides, la sociedad medieval se disolvía ya que las relaciones
sociales necesitaban un juramento de fidelidad. “La
iglesia no se limitaba solo a la condena divina en la confrontación contra
quienes traicionaban la fe jurada. También podía, a voluntad desvincular a
los hombres de sus juramentos y de sus deberes de fidelidad. Este tremendo
poder fue reivindicado por la iglesia en relación con lo que se iban fuera de
la “comunión”. Cuando los papas y obispos excomulgaban a un emperador o un
rey, a un príncipe o una ciudad, toda la fidelidad y todos los pactos jurados
quedaban suspendidos. El excomulgado era convertido en proscrito, al que todo
el mundo podía golpear libremente. Por tanto, podemos decir que la fe
cristiana y la sumisión a la autoridad de la iglesia, coronaban y relegaban
verdaderamente todo el complicado edificio de la fidelidad medieval” (Miegge
2016, 21-22). La Reforma iniciada por Martín Lutero permitió que
este tipo de relaciones de sumisión a partir de la fe fueran cuestionadas e
hizo posible la emergencia de un nuevo paradigma en la historia del
cristianismo y de la cultura occidental. Gracias a sus escritos y acciones,
el cristianismo rompió con el modelo Católico-Romano medieval configurando un
nuevo paradigma que surge con la Reforma protestante. A la fe en todas las
tradiciones, leyes y autoridades de la iglesia romana surgidas hasta ese
momento de la historia, Lutero contrapone el primado de la Escritura: “la
Escritura sola” (sola Scriptura). A la fe en los miles de santos y mediadores
oficiales entre Dios y el ser humano, Lutero contrapone el primado de Cristo:
“Cristo solo” (solus Christus). Quien pasa a ser el centro de la Escritura y
punto de orientación su interpretación. A la fe en todas los esfuerzos
religiosos devotos del ser humano (“obras”) ordenados por la Iglesia para
conseguir la salvación del alma, Lutero contrapone el primado de la gracia y
de la fe: “la gracia sola” (sola gratia) de Dios, como se ha mostrado en la
cruz y resurrección de Jesucristo, y la fe incondicional (sola fide) del ser
humano en ese Dios (Londoño 2016, 237 y 239). La reforma protestante contribuyó para que la
modernidad occidental liberara al ser humano de la tutela, sumisión y
fidelidad a la iglesia y sus dogmas consolidando un paradigma donde el hombre
y la mujer son libres para conocer y creer de acuerdo con lo que interprete
de la realidad donde viven a partir del método científico desarrollado
durante la ilustración. De esta forma, las sociedades modernas occidentales
son hijas de la razón ilustrada. Esto significa que la realidad solamente se
legitima cuando pasa por el filtro de la razón, pasando la fe a un plano secundario.
Desde esta perspectiva, según Boff, la fe no ha sido un factor determinante
en la sociedad occidental. La fe cristiana fue relegada a la religión, la
cual con la secularización debía desaparecer o ha sido ubicada al mundo
privado. Por eso él afirma en relación a la fe: “Mirándolo desde afuera, en
lo público occidente socialmente no tiene fe” (Boff 2006). En esta
perspectiva no ha sido común hablar de fe en procesos de transformación
social, ya que ésta es concebida como propiedad de las religiones, solo para
la vida privada de los creyentes, y también se ha considerado como puro
idealismo sin argumentos científicos y de la razón en los análisis de la
sociedad. Esta manera de entender la fe empezó a cambiar en
Latinoamérica con el surgimiento de la teología de la liberación que permitió
que cristianos de diversas iglesias desde una relectura de la biblia y un
compromiso con su realidad participaran de procesos revolucionarios y
transformación social junto con otros sectores sociales y políticos La teología
de la liberación, de esta forma hizo posible que muchas personas cristianas
recuperaran la fe cristiana como motivación y fuerza para luchar contra la
pobreza, resistir a la exclusión y contribuir con la búsqueda de justicia que
permita la construcción de alternativas sociales. En esta perspectiva la
teología de la liberación recupera la fe en el sentido que la vivieron los
reformadores y es entendida en la tradición protestante de resistir a todo
poder humano que pretenda ser absoluto y de estar siempre en proceso de
constante reforma. Esto permite que hoy encontremos experiencias
organizativas de comunidades e iglesias que consideran la fe como elemento
valioso y necesario para construir alternativas sociales. Por esta razón,
luego de conocer y compartir con experiencias comunitarias donde la fe tiene
un lugar central en los procesos de resistencia y transformación social puedo
desarrollar una exploración teórica sobre este tema donde he encontrado
elementos que plantean argumentos y desafíos a las personas que afirmamos
tener fe; para dialogar, aportar, y articularnos con sectores sociales que
resisten al modelo hegemónico actual; que trata de imponerse como único, de
modo que juntos ayudemos a construir alternativas sociales. La fe aporta en la formación de la modernidadEn la historia, la relación
entre la fe religiosa y la estructura de la sociedad ha asumido diversas
formas, según se han organizado socialmente y políticamente los seres
humanos. Al analizar esta relación, se observa que algunos casos el análisis
de la fe se centran en la perspectiva marxista clásica, que ve la fe
religiosa como una fuerza conservadora que contribuye a justificar y mantener
determinado sistema de organización política y social. Otros estudios parten
de lo que algunos consideran como ciencia funcionalista. Uno de estos
análisis es el de Max Weber, quien muestra como la influencia de ciertos
ideales religiosos contribuyó a formar una mentalidad económica moderna, que
permitió romper con el ethos económico de la Edad Media (1985, 18). En
su estudio Weber analiza que cuando se
pasa revista a las estadísticas profesionales de los países europeos en lo
que existen diversas confesiones religiosas, suele ponerse de relieve con
notable frecuencia un fenómeno que había sido discutido en la prensa y en los
congresos católicos en Alemania: Este fenómeno es “el carácter eminentemente
protestante tanto de la propiedad y empresa capitalista, como de las esferas
superiores de las clases trabajadoras, especialmente del alto personal de las
modernas empresas, de superior preparación técnica o comercial”. (1985, 27). Al preguntase cuál es la causa de este fenómeno, él
responde: “El hecho obedece en parte a motivos históricos, que tienen sus
raíces en el lejano pasado, y en los que la adscripción a una determinada
confesión religiosa no aparecen como causa de fenómenos económicos, sino más
bien como consecuencias de los mismo” (Weber 1985, 28). De esta forma, Weber
demuestra como los ideales religiosos de los diferentes grupos que
participaron en el desarrollo histórico de la Reforma protestante
contribuyeron a dar sentido a una ética y un estilo de vida ascética; que
engendró uno de los elementos constitutivos del moderno espíritu capitalista,
y no sólo de éste, sino de la misma civilización moderna. Este es: “la
racionalización de la conducta sobre la base de la idea profesional” (1985,
257). De esta forma la razón y la profesionalización han dominado en la
modernidad occidental. Weber constata además que el capitalismo victorioso no
necesitó ya de este apoyo religioso, ya que descansa en fundamentos
mecánicos, y la idea del “deber profesional” ronda de por vida en las
sociedades de origen protestante como un fantasma de ideas religiosas ya
pasadas. Al respecto afirma: “El individuo renuncia a interpretar el
cumplimiento del deber profesional, cuando no puede ponerlo en relación
directa con ciertos valores espirituales supremos o cuando, a la inversa, lo
siente subjetivamente como simple coacción económica”. (Weber 1985, 259). Al terminar su estudio, este autor analiza la forma
como funciona el capitalismo en Estados Unidos, donde el afán de lucro está
exento de su sentido ético-religioso que le dieron origen, y propende a
asociarse con pasiones puramente mundanas que a menudo le dan un carácter
semejante a un deporte. Ante la pérdida de esta perspectiva ética-religiosa
Weber afirma: “Nadie sabe quien ocupara en el futuro el
estuche vacío, y si al término de esta extraordinaria evolución surgirán
profetas nuevos y se asistirá a un pujante renacimiento de antiguas ideas e
ideales; o si por el contrario, lo envolverá todo una ola de petrificación
mecanizada y una convulsa lucha de todos contra todos. En este caso, los
últimos hombres de esta fase de la civilización podrán aplicarse esta frase:
Especialistas sin espíritu, gozadores sin corazón”. (Weber 1985, 259-260). Me interesa resaltar
hasta aquí, la forma como Weber muestra el valor y la fuerza de las ideas
religiosas y de la fe reformada protestante en la transformación social, que
se dio en el nacimiento de la modernidad, y también su advertencia del
peligro cuando se pierde este elemento ético-religioso; y en su lugar se pone
una dinámica mecánica, materialista, secularizada y sin espíritu, en la vida
de las personas, y en el funcionamiento de la sociedad, como creo se ha
instalado en las sociedades occidentales como el paradigma dominante en
nuestro tiempo. Por esta razón la perspectiva de valorar la experiencia, lo
religioso, y la fe como fuerza que contribuye en la transformación de la
sociedad están siendo revisadas por analistas y académicos que habían hecho
una crítica a la religión, la cual consideraban como fuerza conservadora. Recuperar la fe como fuerza de transformación socialUno de los analistas
sociales que contribuye a valorar la fuerza de la fe en los procesos de
transformación social es Pablo González, quien sostiene que la evolución de
las ciencias y las creencias religiosas han vivido más o menos juntas, y
constatan que la superioridad de las ciencias de occidente en conocimiento y
transformación del mundo, no se entienden sin las creencias de los griegos
del siglo VI a.e.c. o sin las creencias judeo-cristianas (2004: 359). Al
respecto afirma: “La
religión cristiana, en sus versiones rebeldes, contribuyó por su parte con
otro tipo de creencias profundas que influirían en las ciencias humanas y en
los paradigmas alternativos más radicales, incluyendo los del pensamiento
crítico liberador y revolucionario que en el siglo XIX iniciarían Marx y
Engels. El legado de los profetas de Judea que anunciaban el Reino de Dios en
la tierra, adquirió una expresión ecuménica cuando los pescadores y
carpinteros encabezados por Jesús hicieron de Jehová no sólo el Dios de los
hebreos sino el de todos los pueblos del mundo, y creyeron, con esa
convicción que sólo muestra su carácter en la expresión de la fe, que Jesús
era hijo de Dios, y que la tarea mediadora del Hombre-Dios, y la de sus
sucesores, consistiría en construir el mundo de Dios en la tierra sacando de
los recintos sagrados a los comerciantes, y de la Tierra Santa a los romanos,
prefiguraciones de todas las revoluciones, los burgueses y los
colonialistas”. (González 2004, 362-363). Así, según González, mientras que las demás
religiones daban importancia a la contemplación, la meditación, y la
salvación personal; el cristianismo que originó Jesús y fue continuado por
sus seguidores, propuso la salvación de todos los pueblos. De esta forma sus
creencias y la fuerza de la fe contribuyeron a que surgiera el paradigma
científico alternativo más profundo, “el que viene del pensamiento crítico y
el marxismo, un paradigma por cierto muy distinto frente al que domina a la
—ciencia normal— o hegemónica con todas sus variantes”. (González 2004, 363).
De acuerdo con esto, hay dos paradigmas hegemónicos: el mecánico y el que se
estructura alrededor de las tecno-ciencias. Junto con estos, hay un tercer
paradigma alternativo que proviene de Marx y Engels, y que ha estado
presente, aunque algunos no lo reconocen como ciencia (González 2004, 363).
Pero, para González, los movimientos alternativos que asumen el pensamiento
crítico no han hecho suyo —críticamente— el conocimiento y el uso de los
métodos complejos para afrontar el nuevo conocer-hacer de las fuerzas
dominantes. (González 2004, 387). En esta perspectiva, un aspecto de interés de este
estudio es: la relación entre estas nuevas ciencias, el pensamiento crítico,
y el conocimiento religioso o la fe en perspectiva no solo religiosa sino
humana. Tratar con esta relación implica superar problemas relacionados a
traducir, dialogar, y eliminar falsas diferencias entre quienes integran las
fuerzas alternativas, ya que: “Una de las falsas luchas que promueve el poder
conservador es la lucha entre distintas religiones, otra es la lucha entre pensamiento
crítico y el pensamiento religioso” (González 2004, 422-423). En esta visión
de diálogo y de repensar la religión dentro de las sociedades modernas del
conocimiento, necesitamos reflexionar y aportar para construir alternativas. Así, la cultura actual nos pone en la
situación de elaborar un conocimiento más cercano a la experiencia religiosa
y a la sociedad moderna. En esta perspectiva el conocimiento en relación con
la fe empieza a ser valorada de la siguiente manera: “No es
el conocimiento religioso conceptual hecho fe o teologizado que vemos no
satisface, sino el conocimiento que es total y únicamente experiencia, el
conocimiento no conceptualizado porque no es mediatizado ni conoce mediante
representaciones. Un conocimiento radical, integral y total, que es sentir,
percibir y actuar. Este es el tipo de conocimiento que satisface religión y
ciencia, contemplación y modernidad,
porque se trata de verdadero conocimiento espiritual, implica, sumerge y engloba
la totalidad del ser humano y a la vez no es mítico y, por ende, dogmático,
todo lo contrario, es pura experiencia, pura verificación, puro dato; como el
arte convence por su propio ser.” (Robles 2001, 311). De esta manera, el pensamiento crítico y alternativo
actual está lejos de afirmar que las religiones de por si son —el opio de
pueblo—, dado que se reconoce y valora el recurso a la espiritualidad y la fe
para las resistencias y la construcción de alternativas sociales. De acuerdo
con esto la presencia de visiones religiosas, forma de entender las
relaciones sociales, y de construir conocimiento, pueden ser una fuerza
poderosa que articule a creyentes y no creyentes para luchar juntos por sus
esperanzas y utopías. (González 2004, 423). Hinkelammert aporta criterios sobre el tipo de religión
y de fe que en principio ayudan a construir alternativas sociales, que
proceden de su forma como entiende la crítica que Marx hace a la religión.
Analiza la crítica a la religión formulada por el joven Marx, y afirma que es
posible hablar de un paradigma de crítica de la religión en estos términos: “1. El pensamiento crítico hace “su propia
sentencia en contra de todos los dioses del cielo y de la tierra”, que no
reconocen que “el ser humano es el ser supremo para el ser humano”. 2, El
pensamiento crítico hace “su propia sentencia en contra de todos los dioses
del cielo y de la tierra”, en cuyo nombre “el ser humano sea un ser
humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable” o tratado como tal”.
(Hinkelammert 2010, 139). El Marx posterior continúa su crítica a la religión
pero la transforma en crítica del fetichismo. De esta forma no hay ruptura o
sólo un cambio de palabras, sino un énfasis diferente: deja de hablar de los
dioses celestes y empieza a enfatizar los dioses terrestres, a los cuales
llama fetiche. Así, se concentra en criticar los fetiches del mercado, del
dinero, y del capital. Pero esta crítica no se dirige a determinada religión.
Su pretensión es hacer una crítica universal a todas las religiones que
contribuyen a que “el ser humano sea un ser humillado, sojuzgado, abandonado
y despreciable. Por esta razón puede continuar su crítica de la religión en
el interior de su crítica de la economía política y se dirige en contra de
los dioses terrestres cuya presencia se puede experimentar, lo que le permite
enfocar su crítica en la economía política”. (Hinkelammert; 2010: 140). Según
Hinkelammert, esta crítica de la religión en forma de crítica al fetichismo,
penetra todas las obras posteriores de Marx, pero el marxismo posterior tiende
a hacer desaparecer esta crítica del fetichismo de la economía política, y
ubicarla solamente en lo filosófico (2010, 147). A partir de este análisis,
Hinkelammert advierte que la secularización que proclamó la modernidad no ha
existido: “La tal llamada secularización no ha sido un desencantamiento del
mundo, como sostiene Max Weber”. (2010, 158). Esta desencantó algunos dioses
para reencantar el mundo con los dioses terrestres falsos del fetichismo del
mercado, el dinero, y el capital. Así, vivimos un mundo encantado por estos
dioses del mercado en los cuales la gran mayoría de personas ponen su fe, por
lo que hace falta desencantarlo para
que podamos empezar a vivir una fe que anime la resistencia a estos dioses
del mercado. Comunidades que resisten y crean alternativas desde la feEn la experiencia he aprendido que quienes son
capaces de desacralizar o desencantar al mundo de los dioses del mercado, el
dinero y el capital que destruyen la vida son comunidades que resisten desde
su fe humana y religiosa a las políticas gubernamentales en Colombia que
durante las últimas décadas, promueven un modelo económico que propicia
explotar en forma intensiva nuestra tierra y la naturaleza; y favorecer a
empresas transnacionales ligadas grupos económicos nacionales. Estas
políticas acentúan el conflicto por la tierra y la lucha por el territorio,
estimula nuevos procesos de expropiación, despojo y desplazamiento forzado.
Además, deteriora los procesos sociales, compromete la soberanía y seguridad
alimentaria de la mayoría de la población. (Justicia y Paz Colombia 2011). En este contexto surgen en Colombia comunidades en
resistencia que integran su fe humana y religiosa para resistir y construir
proceso de transformación social. Este trabajo se centra en las comunidades
afrodescendientes, indígenas y campesinas de Cacarica, Jiguamiandó y
Curvadadó, todas ubicadas en la región del Urabá chocoano. Estas comunidades
evidencian algunas de las formas como a través del tiempo, la región y sus
pobladores, han sido vistos por los intereses económicos de grupos nacionales
y trasnacionales. En estas comunidades se evidencia: la guerra, el despojo al
que son sometidos y el modelo que promueven intereses ligados al Estado para
producir crecimiento económico sacrificando vidas humanas. Para ello, los grupos políticos y
económicos dominantes desarticulan procesos sociales organizativos, se
apropian de fuentes de vida de la naturaleza; las cuales convierten en
mercancía que incrementa la riqueza de grupos nacionales e internacional. Estas
comunidades reaccionan oponiéndose, y construyendo procesos concretos para
reasumir sus vidas, las relaciones entre ellas, y protección la biodiversidad
de la naturaleza. Al analizar la ubicación territorial de estas
comunidades coincide con la presencia de paramilitares, bandas criminales
ligadas al narcotráfico, ejército y guerrillas; zonas de explotación minera,
mega proyectos agroindustriales de producción de bio-combustible, y zonas de
grandes proyectos de intercambio comercial y turísticos. Esto parece más que
simple coincidencia, porque son zonas estratégicas para el estado, las
empresas privadas nacionales e internacionales, y los grupos armados. En
estos territorios existen inmensa riquezas que están en disputa. Esto genera
escenarios de enfrentamientos armados entre la fuerza pública y las
guerrillas, persecución y asesinato de líderes sociales, y el desplazamiento
forzado de la población. Ante esta realidad campesinos, afrodescendientes e
indígenas asimilan los efectos de las estrategias de guerra que se dirigen
contra sus comunidades. Ellos, a partir de la fe en sus cosmovisiones
ancestrales y creencias cristianas, se afirman en sus derechos, y hacen
visible su situación en la medida que —desde sus formas de pensar, y actuar—
se organizan. Dicho de otra forma, se reacomodan, resisten y crean sentido
sobre sus vidas y su territorio, traspasando fronteras de lo local a lo
nacional-internacional; así generan solidaridad para su resistencia a la
guerra y al modelo económico que se trata de imponer (Mera Montilla 2006). Así, en este contexto, los hombres y mujeres que
pertenecen a estas comunidades, a partir de su diversidad cultural, religiosa
y política se articulan y organizan para resistir a este modelo económico, y
a los intereses de grupos económicos que les amenazan y desplazan para
apropiarse de sus tierras. La resistencia de estas comunidades se inicia con
el retorno a las tierras de las cuales fueron expulsados en forma violenta.
Retornan a su territorio después de anunciar públicamente al gobierno su
regreso, y comprometerlo por escrito con algunas medidas de protección. De
esta manera, retornan a sus tierras con algunas garantías mínimas —en medio
de la guerra— pero con un proyecto social, cultural y económico definido, que
llaman proyecto de vida. El regreso a sus tierras y sus caseríos, lo hacen
acompañados por personas de organizaciones nacionales e internacionales de
derechos humanos e iglesias; quienes contribuyen a protegerles para que
puedan permanecer en las tierras a donde han retornado. Estas comunidades al regresar, reconocen que vivirán
la realidad de la guerra, el miedo, y la angustia de la muerte. Ante esta
situación las comunidades reafirman la fe en sus cosmovisiones, sus creencias
religiosas y dignidad como pueblos afrodescendientes, indígena, y mestizo. Se
acogen y reclaman el derecho internacional humanitario, que les permite
exigirle a todos los grupos armados, no ser involucradas en la guerra, y no
movilizarse dentro de su territorio. Así, crean zonas humanitarias, que se
convierten en espacios donde desarrollan su proyecto de vida comunitario,
viven su fe política y religiosa de manera resiliente para transformar la
situación de guerra en condiciones de vida digna para ellos y su territorio.
Desde estas zonas humanitarias, se reacomodan ante los efectos de la guerra,
los bloqueos económicos, las persecuciones, las desapariciones, y los miedos
que produce la presencia de sujetos guerreros que amedrentan a la población.
Este proceso es fundamental para las comunidades, que buscan proteger el
territorio y cuidar la biodiversidad; esto les lleva a realizar jornadas para
tumbar plantaciones de palma africana de la cual se deriva el
agro-combustible, y detener proyectos mineros, y megaproyectos comerciales y
turísticos (Mera Montilla 2006). En cuanto a sus proyectos de vida, estas comunidades
son conscientes que necesitan construir procesos sociales a largo plazo, y
que incluyan al menos estos aspectos: (1) un proyecto cultural y social
propio, que conlleve diversidad étnica y cultural, como valor y principio a
tutelar; (2) un modelo económico para la vida y el bienestar general, que
produzca felicidad y libertad a las personas; (3) una institucionalidad y un
derecho propios; (4) la defensa de los recursos hídricos, mineros, y de
biodiversidad, como patrimonio colectivo y comunitario; (5) la realización de
plena autonomía, soberanía y libre autodeterminación de los pueblos, la
cohesión social y la unidad con otras comunidades en resistencia: Lo que
implica una ética de la resistencia y construir una nueva subjetividad y (6)
hacer alianzas estratégicas y participar en redes sociales que trabajan para
construir otro mundo posible. (CODACOP 2004, 132). Algunos de estos aspectos
los desarrollan al intercambiar saberes, sus espiritualidades y experiencias
productivas, que incluyen cultivar plantas medicinales, criar pollos, cerdos
y otros animales sin alimentos de engorde, compartir sistemas naturales de
cultivo, almacenar y deshidratar de forma orgánica frutas, piscicultura,
conservar forestales y humedales, e intercambiar semillas agroecológicas. Esta forma de recuperar saberes ancestrales y
dialogar sobre prácticas agroecológicas, fortalece su fe en hacer posible una
alternativa social por medio del desarrollo de experiencias productivas que
permiten consolidar un modelo de soberanía alimentaria, además, transforman
materia prima en alimento, y lo comercializan e intercambian en forma interna
y externa entre organizaciones, y grupos de consumidores organizados por
medio de Encuentros de saberes. Así, reconstruyen las relaciones entre las
comunidades y con la naturaleza y elaboran un nuevo sentido de la
espiritualidad, la economía, y de las condiciones que necesitan para que
grupos y personas vivan vidas más dignas y plenas. Esta red busca ser
escenario de articulación de diversos sectores del campo y urbano donde se
diseñan, intercambian y fortalecen estrategias para proteger cultura,
mantener tradiciones ancestrales y fortalecer el aprendizaje de experiencias
de producción agroecológica, cultural y de soberanía alimentaria como derecho
fundamental de las comunidades campesinas, indígenas y afrocolombianas. De
esta forma, en los últimos años participan en encuentros de intercambio con
otros procesos similares en Colombia y en la región de diversas ciudades,
inter actínicos y participan en la minga de resistencias social y
comunitaria, liderada por un sector de pueblos indígenas y sectores sociales. Fe que articula resistencias y crea alternativas socialesHasta aquí pueden verse elementos teóricos y
experienciales que resaltan ideales humanos, políticos y religiosos desde
donde se sustenta la fe presente en comunidades para resistir al orden
establecido y construir nuevos sentidos que permiten participar a nivel
personal y comunitario en procesos de transformación de la sociedad. En estos, la fe cobra fuerza cuando analizamos su
papel en estos procesos de resistencia y construcción de alternativas
sociales. Gallardo afirma que la fe religiosa o espiritual —vista desde una
perspectiva histórica y social— se constituye a partir de un sentimiento de
trascendencia del ser humano: “Estos sentimientos parecen constitutivos de la
especie y de sus comunidades, porque aparecen en todas sus sociedades” (2006,
334). El teólogo uruguayo Juan Luis Segundo hace referencia a una “fe
antropológica”, vista como una dimensión humana que tienen las personas
religiosas y no religiosas, él explica esta fe así: “…, cada
hombre, por ser libre, estructura el mundo de lo que, para él, va a tener
sentido y valor, fiándose de otras existencias que son testimonios de cómo
puede vivirse una existencia humana satisfactoria. Escoge dentro de ese
acervo testimonial. Y todos lo hacen: los que, después, vamos a llamar
virtuosos y criminales, mediocres o héroes. Esta opción estructuradora,
aunque surja ligada a uno o varios testigos, es compleja.” (Segundo 1994,
página 85) . Por su parte Boff dice esta fe antropológica tiene
su origen en la trascendencia del ser humano. Esta hace que “seamos
esencialmente seres de protestación, de acción de protesta. Protestamos
continuamente. Nos negamos a aceptar la realidad en la que estamos inmersos,
porque somos más y nos sentimos más grande que todo lo que nos rodea” (Boff
2002, 25). De esta forma la dimensión de trascendencia hace que seamos un
nudo de relaciones que se puede comunicar en todas las direcciones, y nos
convierte en un ser creativo que piensa y construye alternativas.
Generalmente el origen de la trascendencia que genera la fe, se ha ubicado en
las religiones; pero según Boff esto no siempre ha sido así. La trascendencia
ha estado presente en toda la historia de la humanidad, que ha permitido al
ser humano trascender los límites impuestos por sistemas sociales, políticos
y por la naturaleza para poder vivir (Boff 2001, 35). Por esta razón, Gallardo dice que hay una fe
religiosa ligada a las religiones y también hay una fe antropológica ligada a
la trascendencia del ser humano. En esta perspectiva la fe antropológica
“consiste en un sentimiento de confianza y esperanza en que los seres humanos
actuando como fuerza social pueden crear mejores condiciones de existencia y
gozar de mayor libertad, autonomía y autoestima” (Gallardo 2006, 337).
Houtart amplía esta perspectiva de la siguiente manera: La fe no
se agota en sus funciones sociales. Ella excede también la posición del
individuo en sus relaciones sociales y su proyecto de vida. Ella permite, al
reunir todos estos aspectos, alimentar una esperanza personal y colectiva y
vivir el presente en función de una utopía en construcción permanente.
(Houtart 2001, 17). A su vez, Robles afirma que esta fe no puede ser de
creer y de aceptar verdades sean religiosas, científicas o de otra índole,
sino que ésta necesita ser experiencial de lo buscado y hallado más allá de
todo conocimiento interesado y representacional. Esta fe se sustenta en que
hoy sabemos que la historia no tiene sentido, no tiene un fin axiológico. “No
hay una mano blanca que le imprima dirección, la oriente y la conduzca. Somos
nosotros los que tenemos que darle un sentido, construir valores, darle una
orientación y conducirla. Ninguna realidad, principio o fuerza meta-social lo
hace por nosotros” (Robles 2001, 253). Desde esta perspectiva, somos los
seres humanos quienes damos sentido y ponemos nuestra fe en la historia para
hacer ésta, realidad. Por esta razón concordamos con Hinkelammert y Mora
cuando proponen la necesidad de superar la división entre el humanismo ateo y
el religioso en el pensamiento crítico. Ellos afirman al respecto: La fe es
la misma: es la fe de que el ser humano es el ser supremo para el ser humano.
No tiene que ver con una discusión entre creyentes y no-creyentes (¿existe
Dios?). Asumir que el ser humano es el ser supremo para el ser humano es lo
que constituye esta fe. Vivir esta fe es independiente o previo a ser
creyente o no serlo. Es esta fe la que constituye el pensamiento crítico.
Pero constituye a la vez la dignidad humana. Es fe humanista (Hinkelammert y
Mora 2011, 7). En esta perspectiva de la fe, lo que está en juego
es la vida del ser humano. San Ireneo ya expresó esta preocupación cuando
dijo: “Gloria dei, vivens homo”, la gloria de Dios es que el ser humano viva.
Así, quienes tienen fe religiosa y antropológica-humanista pueden actuar
juntos, y cooperar en un proyecto común de construir alternativas sociales,
políticas y económicas, que permitan a las personas vivir de manera digna, y
así superar a las instituciones que humillan al ser humano. Esta fe permite
participar en la construcción de alternativas que traen esperanza y utopía de
que otro mundo es posible: donde haya justicia y se respete la dignidad de la
humanidad y toda la creación de Dios. Así, el sujeto de esta fe sea religiosa
o antropológica-humanista, es un ser encarnado en la historia que se
desarrolla en la trama evolutiva de la vida, y está inextricablemente ligado
como persona a la experiencia social y de lo trascendente, a las tecnologías
cognitivas, sociales, físico-químicas, biológicas y comunicacionales con las
que convivimos: “El sujeto encarnado disfruta del poder de la creatividad y
de la elección pero debe hacerse cargo del mundo que ha creado.” (Najmanovich
2005, 41-42). De acuerdo con esta forma de entender y vivir la fe,
cuando el sujeto se entiende y la sociedad se construye desde la vivencia
subjetiva de la libertad y la creatividad, surge la resistencia a toda
estructura social que pretende ser absoluta e intenta esclavizar para impedir
el poder creador tanto de las personas como de los grupos sociales, que
añoran que el mundo desarrolle esta capacidad de las personas y las
comunidades. De modo que, resistir a
partir de esta forma de comprender la fe ante sistemas sociales injustos y
construir alternativas, no es una idea que se use recientemente, ni es propia
de un momento histórico particular. Ella se ha usado a lo largo de la
historia humana por grupos al margen del poder del estado o de los gobiernos,
para oponerse en forma activa o pasiva a estructuras y políticas que les impiden
ser libres para crear nuevas relaciones en la sociedad. Podemos decir que
esta fe fue la que descubrió Lutero y guio la los reformadores del siglo XVI
para iniciar la transformación de la iglesia y que nos anima a estar siempre
en proceso de reforma. Desafíos desde la fe para construir alternativas socialesDesde esta perspectiva, recuperar la fe que vivieron
los reformadores es indispensable para generar procesos de resistencia y de
construcción de la esperanza en una sociedad donde haya vida abundante, como
la anunció Jesús; permite que personas desde motivaciones espirituales,
humanas, y sociales, se junten en procesos que deslegitimen un sistema
político y económico que produce pobreza y sufrimiento y destruye la
naturaleza, para crear alternativas al mismo. Houtart plantea este desafío
así: “Es por
eso que la relación de la fe y la política nos llevan a buscar alternativas
al sistema, no solamente de regulaciones, en los aspectos fundamentales de la
vida colectiva de la humanidad en el planeta. Es decir, alternativas de la
relación con la naturaleza: no podemos seguir viéndola como un lugar de
explotación, sino de respeto como fuente de vida alternativa a la concepción
de la economía: no podemos seguir privilegiando el valor de cambio, es decir,
lo que vale como mercancía que es la base de la lógica capitalista: es
necesario recuperar el valor de uso de todo lo que producimos, de los bienes
y servicios. Hay que pensar en la organización social y política de la vida
mundial y local con el fin de desarrollar una democracia generalizada en
todas las relaciones humanas y todas las instituciones”. (Houtart 2011, 39). De esta forma, quienes explicitan su fe y
espiritualidad, sea por motivos religiosos o sustentada en la trascendencia
del ser humano, es necesario que la vivan como una fuerza creativa y
aprendiente en medio de la incertidumbre en que vivimos para que contribuya
en los procesos que construyen alternativas sociales. Una fe así parte de la
cotidianeidad de la vida, no se guía por dogmas ni se sustenta en el poder,
sino que desde la trascendencia religiosa o humana da sentido la historia,
donde las personas en comunidad aprenden a resistir los sistemas que matan
con el fin de construir en el presente su esperanza de vida digna. Para
lograr esto, quienes viven este tipo de fe inician procesos personales y
comunitarios de transformación que, poco a poco, van articulando en una gran
red de resistencias de los diversos grupos afectados por un sistema social
que deshumaniza las personas y destruye la naturaleza. Así, puedo afirmar que la reforma protestante fue
posible por esta forma de entender y vivir la fe que hizo posible que Lutero,
y muchas otras personas de su tiempo decidieron ser transformadas por la
gracia de Dios para transformar la sociedad y generar un nuevo paradigma de
vivir el evangelio en el mundo. Este proceso nos desafía a valorar y
profundizar en la fe, como elemento que articula las cosmovisiones y
experiencia de diversos pueblos, culturas y grupos sociales a partir de los
cuales aprendemos a construir alternativas sociales. Así la fe ayudará a
recuperar la sensibilidad y la creatividad que permita trabajar por nuestra
esperanza y recrearnos como como seres humanos para reconstruir nuestras
relaciones sociales, con la naturaleza, generando nuevos sentidos y
conocimiento al servicio de la protección de la vida en todas sus
manifestaciones. BibliografíaBoff, Leonardo. 2002. Tiempo de trascendencia. El
ser humano como un proyecto infinito. Santander: Sal Terrae. Boff, Leonardo. 2006. “La fe del islam nos
cuestiona”. En Servicios Koinonía. http://servicioskoinonia.org
/boff/articulo.php?num=156. CODACOP (Corporación de Apoyo a Comunidades Populares).
2004. “Nuestras memorias de resistencia”.
Bogotá: CODACOP. Gallardo, Helio. 2006. Siglo XXI. Producir un
mundo. San José: Arlekin. González Casanova, Pablo. 2004. Las nuevas
ciencias y las humanidades. De la academia a la política. Barcelona: Antropos. Hinkelammert, Franz. 2010. La maldición que pesa
sobre la ley. Las raíces del pensamiento crítico en Pablo de Tarso. San
José: Arlekin. Hinkelammert, Franz y Henry Mora. 2011. “Elementos para la reconstitución del
pensamiento crítico”. Grupo Pensamiento Crítico. http://www.pensamientocritico.info/component/content/article/58-gotitas-de-economia-critica/271-elementos-para-una-reconstitucion-del-pensamiento-critico.html. Houtart, François. 2001. Mercado y religión. San
José, Costa Rica: Departamento Ecuménico de Investigaciones, DEI. Houtart, François. 2006. Sociología de la religión,
3a. ed. Bogotá: Proyecto Justicia y vida/Ruth Casa Editorial. Houtart, François. 2011. “La fe en la política”. Justicia
y paz. Nº 17, Bogotá. Justicia y Paz Colombia. 2011. “Declaración final
Encuentro de paz Barrancabermeja. 12- 14 de agosto”. Barrancabermeja,
Colombia: Justicia y Paz. . Londoño, Juan Esteban. 2016. “La hermenêutica de
Lutero en las lecciones sobre Romanos”. Revista Reflexus. Año X. n. 16. Miegge Mario. 2016. Martin Lutero. La reforma
protestante y el nacimiento de las sociedades modernas. Barcelona: CLIE. Najmanovich, Denise. 2005. El juego de los
vínculos. Subjetividad y redes: figuras en muteación. Buenos Aires: Biblos. Robles, J. Amando. 2001. Repensar la religión, de
la creencia al conocimiento. San José: Editorial Universidad Nacional
Autónoma, UNA. Segundo, Juan Luis. 1994. “Revelación, fe y signos
de los tiempos”. Pasos, segunda época N. 56. San José: DEI. Weber, Max. 1985. La ética protestante y el
espíritu del capitalismo. Barcelona: Orbis. ❖ ❖ ❖ Milton Mejía, Profesor de teología de la Corporación
Universitaria Reformada de Barranquilla y secretario general del CLAI. miltonmej@gmail.com Recibido:
20 de abril de 2017 Aprobado:
6 de junio de 2017 |
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