|
|
|
||||||||||||||||||
|
Vida y Pensamiento Revista Teológica de la
Universidad Bíblica Latinoamericana Volumen 37 Número 1
y 2 -
Cátedra de Teología Latinoamericana UBL 19-20 de abril,
2017 - San José, Costa Rica La Reforma y las reformas Aportes inter-contextuales desde
América Latina |
|
||||||||||||||||||
|
Los movimientos cristianos por la diversidad sexual en
Latinoamérica: una interpretación desde la
Reforma radical como clave histórica y teológica pp. 125-141 Juan Fonseca Ariza |
|
||||||||||||||||||
|
Resumen: Se analiza el
surgimiento de los movimientos cristianos LGTB y su panorama actual, en el
marco de la tradición histórica protestante. La necesidad de una reforma
religiosa ha sido una de las utopías más constantes en la historia del
protestantismo en Latinoamérica. Se muestra cómo el movimiento cristiano LGBT
en Latinoamérica puede representar dicho ideal reformador a partir de los
principios de la reforma radical. Abstract: This article
analyzes the emergence of the Christian LGTB movements and their current
situation, in the context of the historical Protestant tradition. The need
for religious reform has been one of the most constant utopias in the history
of Protestantism in Latin America. The article shows how the Christian LGBT
movement in Latin American can represent that reforming ideal defined by the
principles of the Radical Reformation. Palabras claves: Reforma
radical, diversidad sexual, cristianismo LGBT, historia, movimientos. Keywords: Radical Reformation, sexual diversity, LGBT Christianity, history,
movements. |
|
||||||||||||||||||
|
Lo protestante y la utopía de la reforma en LatinoaméricaUna de las preguntas presentes en las primeras reflexiones
teológicas que escuché como adolescente fue: ¿por qué no ocurrió una reforma
religiosa similar a la protestante en Latinoamérica? Teólogos y científicos
se han hecho esa pregunta, y la manera de responderla ha sido diversa. En el
primer tercio del siglo XX, cuando los primeros misioneros empezaron a
construir discursos que justificaban la relevancia del protestantismo como
alternativa religiosa en Latinoamérica,[1] pensaban en la categoría
“reforma” como una clave conceptual movilizadora que era necesaria para
revitalizar el cristianismo latinoamericano, en esa época solo circunscrito
al catolicismo. Es lo que pensaba Mackay cuando señalaba en El Otro Cristo
Español que: Pero no
hay razón por la cual el redescubrimiento de Cristo en la América Latina no
haya de crear una expresión institucional propia, que forme parte, como
miembro vivo, de Su cuerpo universal, y sea al mismo tiempo la clase de
organismo por medio del cual puedan los jóvenes pueblos cosmopolitas,
sellados para siempre con la marca distintiva de Iberia, expresar su vida
religiosa y forjar su destino espiritual. Pero este movimiento autóctono de
reforma sólo puede producirse mediante la acción de un vigoroso fermento en
la vida religiosa del continente. La principal preocupación de todo aquel que
ame a la América Latina no es si el continente llegara a hacerse protestante,
tal como nosotros, debido a nuestra mente institucionalizada, entendemos esa
designación, sino si llegará a ser cristiano. El protestantismo está
haciéndose, no se ha encontrado a si mismo por completo (Mackay 1952, 261). Sobre esa base, se creó el mito evangélico de que la
reforma religiosa latinoamericana, reconocida como necesaria incluso por los
mismos actores católico-romanos, dependía principalmente de la acción
misionera protestante. Sin el protestantismo no habría reforma y no habría
reforma si el protestantismo no la propiciaba. Pero esto nos llevaría a una pregunta: ¿De qué
manera se expresaba dicho movimiento de reforma en Latinoamérica? Por un
lado, desde el paradigma del protestantismo misionero liberal de las primeras
décadas del siglo XX, la idea de reforma se expresó en un proyecto que soñaba
con una reforma “religiosa, intelectual y moral para la región
latinoamericana” (Bastian 2003, 106). No obstante, dicha utopía protestante
como fuerza cívica y generadora de una cultura democrática desde los
paradigmas del liberalismo político empezó pronto a mostrar sus limitaciones
como fuerza reformadora. Como el gran pensador marxista peruano José Carlos
Mariátegui lo previó, “el protestantismo no consigue penetrar en la América
Latina por obra de su poder espiritual y religioso sino de sus servicios
sociales (YMCA, misiones metodistas de la sierra, etc.). Este y otros signos
indican que sus posibilidades de expansión normal se encuentran agotadas.”
(Mariátegui, 2007, 160). Frente a ello, desde mediados del siglo XX, la gran
oleada evangélico-pentecostal se constituyó en la vertiente del
protestantismo que aspiró a auto constituirse como la expresión de la renovación
espiritual de América Latina, de la nueva reforma del cristianismo. El éxito
estadístico del conversionismo evangélico-pentecostal planteó un desafío para
la reflexión teológica evangélica así como para los estudios científicos
sobre el tema. Desde la tribuna teológica, tanto desde el lado
ecuménico-progresista como desde el conservadurismo moderado representado en
la Fraternidad Teológica Latinoamericana, se analizó desde distintas ópticas
la cuestión de si la avalancha evangélico-pentecostal estaba realmente
revitalizando y/o reformando el cristianismo latinoamericano. Así, mientras
que teólogos como Míguez Bonino reconocieron que “el pentecostalismo es
cuantitativamente la manifestación más significativa y cualitativamente la
expresión más vigorosa del protestantismo latinoamericano” (Míguez Bonino
1997, 75), analistas como Jean-Pierre Bastián negaron la relación entre
pentecostalismos y protestantismo, y más bien ubicaron al fenómeno
pentecostal dentro de una línea de continuidad con la religiosidad popular
latinoamericana de impronta católica[2]. En medio de ello,
teólogos pentecostales como Darío López o Bernardo Campos han rescatado el
rol del pentecostalismo como fuerza movilizadora y liberadora de las masas
populares latinoamericanas o como expresión visible y dinámica de un
principio teológico universal de la Iglesia. No obstante, la realidad del
avance numérico evangélico-pentecostal motivó el interés de científicos
sociales al punto de que en la década de 1990, David Stoll y David Martin prácticamente
anunciaron que el crecimiento pentecostal anunciaba la inminente conversión
de Latinoamérica al protestantismo, lo que representaría el cambio religioso
más importante en Occidente desde la reforma del siglo XVI. Finalmente, para cerrar estas reflexiones iniciales,
el otro gran movimiento renovador que se asoció con la idea de una reforma
religiosa fue la teología de la liberación (en adelante TL). Richard Shaull,
uno de los principales teólogos protestantes de la liberación, planteó que la
TL representaba un movimiento reformador similar al del siglo XVI en Europa.
De manera específica, planteó que “los sueños y luchas de los reformadores
radicales continúen revitalizando la Iglesia y dando forma a la historia.”
(Roldán 2011, 42). David Stoll, aun cuando investigó el espectacular
crecimiento evangélico pentecostal, planteaba que “en América Latina, es
fácil concluir que el papel que los protestantes desempeñaron en la Reforma
Europea ha pasado a los católicos radicales” (Stoll 1993, 4). En ese sentido,
es interesante como Antonio Gouvea Mendonça plantea que tanto el
pentecostalismo como la TL representan dos vertientes de una reforma en
movimiento en Latinoamérica: Richard
Shaull piensa que está en camino una nueva Reforma mediante la irrupción de
los pobres en la iglesia, teniendo como bandera la teología de la liberación
y como instrumento las CEB’s. Aunque se pueda aceptar la tesis de Shaull de
una nueva Reforma en movimiento, es mucho más amplia de lo que él pensó. Su
bandera no es la teología de la liberación y tampoco tiene como instrumento a
las CEB’s; la bandera es el Espíritu Santo y el instrumento es el movimiento
pentecostal. Aún más, la nueva Reforma no afecta solamente a la iglesia
católica, sino a todas las iglesias cristianas tradicionales. La nueva
Reforma tiene un proceso visible a través de la migración de los fieles de un
lado para otro. Citado en (Mendonça 1997, 173). Justamente sobre la base de esta idea de Gouvea, de
una “reforma en movimiento” que es más amplia, es que planteo en esta
ponencia que los movimientos cristianos de la diversidad sexual también son,
ahora, uno de los rostros de ella, junto a las otras teologías contextuales
(feminismo, indígenas, etc.). Este vibrante movimiento cristiano dentro de la
comunidad LGBT (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales) en Latinoamérica
se está desarrollando sobre la base de distintos modelos de pastoral
dirigidos a la comunidad LGBT. Estos modelos han surgido a partir de la
condición concreta de exclusión explícita o implícita de los cristianos LGBT
dentro del establishment católico y evangélico, el cual en su mayoría
mantiene una actitud hostil o, en el mejor de los casos, cautelosa, ante las
minorías de la diversidad sexual. Veamos su desarrollo y su situación actual. El surgimiento
de los movimientos cristianos LGTB
En 1968, un año antes de Stone Wall, Troy
Perry fundó en Estados Unidos la Metropolitan Community Church (MCC), la más
antigua denominación LGTB. Perry era un pastor bautista y luego pentecostal
que, al asumirse como gay, decidió abandonar la institucionalidad evangélica
para desarrollar una tarea pastoral con personas LGTB. Luego de fundar la
nueva comunidad de fe, Perry se involucró en diversas acciones de activismo
político y social en defensa de los derechos de la comunidad LGTB
(Metropolitan). El caso de Perry muestra una constante en las experiencias de
desarrollo de los grupos y líderes del movimiento cristiano LGBT:
insatisfacción espiritual a partir de la experiencia concreta de la exclusión
y simultaneidad con la implosión de los movimientos de liberación LGBT. En
1981, John Donar, misionero de la MCC, realizó el primer servicio cristiano
LGTB en México D.F. Al igual que el resto de denominaciones cristianas, esta
corriente tuvo como una de sus fuerzas generadoras a la acción misionera
norteamericana. A lo largo de las décadas de 1980 y 1990
empezaron a surgir otros esfuerzos, la mayoría de ellos efímeros debido a la
ausencia de elementos conceptuales que sostuvieran el discurso de la
diversidad, tanto a nivel de la sociedad en general, y mucho más dentro de
las iglesias cristianas. En algunos casos, se formaron grupos cristianos LGTB
pero camuflados dentro de iniciativas de apoyo social a la comunidad LGTB en
general. Ese fue el caso, por ejemplo, de la comunidad Vida Nueva, fundada en
Lima en 1992 por Jaime Chaucha, un teólogo laico católico, que se dedicaba a
apoyar a jóvenes gais en situación de pobreza y desamparo. Como parte de ese
esfuerzo, todas las semanas celebraban una reunión de oración. No obstante,
esta iniciativa llegó a su fin cuando su fundador tuvo que salir del país por
razones económicas. Una excepción fue Other Sheep (Otras Ovejas) fundada en
1993 por Thomas Hanks, John Donar y Gordon Erzo. En este periodo, los otros dos movimientos
de reforma, el pentecostalismo y la TL, básicamente ignoraron el tema de la
diversidad sexual. Recuerdo acá la anécdota que cuenta Marsella Althaus-Reid
sobre su encuentro con teólogos de liberación, quienes le preguntan sobre el
trabajo que ella hacía. Luego de que ella les comentó sobre su trabajo
teológico y pastoral, uno de ellos le pregunta “¿Y qué tiene que ver la
sexualidad con la Teología de la Liberación?” (Althaus-Reid 2008, 57) A fines de la década de 1990 e inicios del
siglo XXI, la situación empieza a cambiar. Por una parte, las luchas de los
grupos del activismo LGTB en Latinoamérica obtienen sus primeros frutos:
primero la despenalización de la homosexualidad en la legislación (Ecuador y
Venezuela en 1997, Chile en 1999, etc.) y luego, el establecimiento de las
primeras legislaciones igualitarias en el continente: en el 2002 la ciudad de
Buenos Aires aprobó el registro de la unión civil para parejas del mismo
sexo. Por otra parte, aparece una nueva ola de movimientos cristianos LGBT
que hasta ahora persisten. Por ejemplo, CEGLA (Cristianos LGBT de Argentina)
nace el 2002. Así, es posible afirmar que las raíces del
movimiento cristiano por la diversidad sexual (en adelante MCDS) se funden
con el florecimiento de los movimientos de reivindicación político-social de
la comunidad LGTB. Es decir, que la reforma de la diversidad es por un lado
un movimiento intra-eclesial de renovación espiritual pero también una
derivación de los procesos de empoderamiento de los cristianos LGBT, no al
interior de sus iglesias, sino como parte del activismo LGTB. La gran mayoría
de los líderes cristianos LGTB se
alimentaron primero de la producción académica sobre los derechos de la
diversidad y se perfilaron dentro de las luchas en sus respectivos contextos. Por otra parte, estos movimientos empiezan
a desarrollar una reflexión teológica que se configura en las líneas de
desarrollo de las teologías contextuales que surgen en el continente luego de
la década de 1980. En dicho desarrollo fue fundamental el influjo de la teología
de la liberación, aun cuando ésta no visibilizó inicialmente la situación de
las minorías sexuales como una variante explícita de la categoría de “pobre”
en su discurso liberador; como lo señala la propia Althaus-Reid: “La TL
es una teología que entendiendo la presencia de Dios en la historia y en la
historia de los actos de liberación en la vida cotidiana de los pueblos, no
se limita a ser un catálogo de temas autorizados por la iglesia, sino que
continúa con una sospecha ideológica, con un derecho a dudar de las
intervenciones ideológicas en la teología y en las iglesias. Así logramos
identificar otros procesos de liberación que no estaban autorizados
teológicamente” (Althaus-Reid 2008, 58). Panorama actualLos movimientos cristianos LGTB agrupan en la actualidad
a una gran diversidad de formas eclesiales. De manera general, estos grupos
pueden clasificarse de la siguiente manera:
Aunque no necesariamente interconectados, estos
grupos comparten una serie de características en sus acontecimientos
fundantes, pensamiento teológico, práctica misionera y relación con el
cristianismo establecido. La primera característica común es que su punto de
partida es el “afuera”, el reconocimiento de ser el “otro radical” dentro de
la comunión cristiana. Ello implica que, aun cuando se hayan desarrollado
dentro de una denominación cristiana establecida, su inclusión siempre ha
sido producto de un proceso lleno de tensiones, temores y osadías dentro de
la institucionalidad eclesial. En muchos casos, ha implicado salir o quedarse
fuera para poder desarrollarse con cierto nivel de libertad. En segundo lugar, su creación ha implicado procesos
de reflexión teológica problematizadora, cuestionadora, atrevida. Estas
formas de eclesialidad no siempre corresponden a los lineamientos de la
teología gay o la queer, pero en muchos aspectos se alimentan de ella y
viceversa. Son movimientos que crean nuevas preguntas que la teología
académica no siempre comprende, y a veces ni siquiera quiere escuchar. En tercer lugar, su práctica misionera ha implicado
desarrollar trabajo dentro de la comunidad LGTB, una especie de “campo
blanco” que implica empatía, creatividad y amor. En la mayoría de los casos,
son movimientos que se han construido como núcleos de refugio exclusivos para
personas LGTB y que, por ello mismo,
no se han abierto al resto del cristianismo heteronormativizado. Hay allí un
reto para el futuro. Finalmente, son movimientos que se han integrado, en
mayor o menor medida al activismo político y social con diferentes
intensidades. No ha sido sencillo porque, así como dentro de la Iglesia
establecida hay mucha sospecha y temor hacia ellos, también pasa lo mismo con
el movimiento LGTB, que en muchos sectores es fuertemente antirreligioso. ¿Una reforma radical?¿Es un tipo de reforma la que está viviendo la
Iglesia alrededor de estos movimientos cristianos? Sobre esta pregunta,
pienso que algunas categorías que caracterizaron a la reforma radical podrían
servirnos. No como transposición anacrónica de procesos o una idealización
forzada de ellos. Más bien como una posibilidad de análisis histórico de las
dinámicas que explican el surgimiento y desarrollo de movimientos que
transforman la eclesialidad y la misionología del cristianismo. Según Michael
Baylor: “La reforma radical “debe ser considerada en el fluido contexto de su
poderoso movimiento social. Los radicales han sido comúnmente vistos como un
elemento tangencial en la Reforma –‘reformadores marginales’ o ‘reformadores
en la orilla’. Pero durante los tempranos 1520s fueron los ideólogos de un
evangelicalismo popular que barrió Alemania y Suiza. Como la Reforma popular,
los reformadores radicales fueron motivados por un ferviente, impaciente
deseo de ver amplias reformas sobre la base de la religión. Los radicales
también insistieron en que la reforma significó mucho más que cambios en las
prácticas devocionales y las instituciones eclesiales; la vida pública en su
totalidad necesitaba urgentemente ser cristianizada.”(Baylor 2012, xii) Por otro lado, la Reforma radical refleja no
solamente un tipo de propuesta interpretativa relacionada con lo que el
propio movimiento pensó de sí mismo, sino principalmente la manera cómo el
resto de movimientos de reforma y la historiografía que derivó de ella los
construyó. Nominar es una manera de oprimir o controlar. Se les consideró
como radicales para excluirlos o hacerlos ver como extremistas. Pero, a la
vez, dicha construcción también puede ser asumida como una categoría para
reivindicar, pues cuando el poder busca desnormalizar, la misma categoría
puede servir para construir rebeldías que liberan. Siguiendo a John Yoder, planteo tres aspectos
fundamentales que caracterizaron a la reforma radical (Yoder 2016, 819-830): · Una forma particular de comunidad visible. Los
reformadores radicales plantearon formas novedosas de eclesialidad, basadas
en la dimensión voluntaria (adhesión de adultos por medio del bautismo,
basada en la decisión auténtica del individuo), la solidaridad económica, el
sentido misionero, la revaloración de la dimensión local y el
congregacionalismo. · Una hermenéutica bíblica particular. Ello incluía un
concepto cristocéntrico de la pertinencia de la Biblia, un concepto histórico
de la Biblia misma, una hermenéutica congregacional, una hermenéutica crítica
y una hermenéutica abierta. “La Reforma no está terminada, sino que tendremos
que cuestionar otra vez mañana otro tema y recibir aún más luz [71]. Por eso
en el anabaptismo no hay credos; la obra hermenéutica no se cierra” (Yoder
2016, 832-846). · El rechazo del poder político al servicio de la
Iglesia. Esto implica tres aspectos: la libertad de la Iglesia en relación
con el Estado; la libertad del Estado en relación con la Iglesia, que sería
una manera de ideal laico; y la
liberación de la violencia, que implica el desarrollo del pacifismo o la no
resistencia (Yoder 2016, 846-858). ¿Qué tipo de reforma están creando los movimientos LGTB para ello?Los movimientos cristianos LGTB están desarrollando una eclesialidad
diversa a partir de la condición concreta de exclusión. Entre los diversos ejemplos de pastoral LGTB, tomaré
el caso de la Comunidad Cristiana Ecuménica Inclusiva El Camino, espacio de
fe que tuve el privilegio de fundar junto a otro hermano hace ocho años. La
Comunidad se ha constituido en una experiencia de aprendizaje a partir del
encuentro de diferentes tradiciones confesionales. Ello no ha ocurrido sin
tensiones. Pero el proceso ha seguido, en líneas generales, los siguientes
momentos: a.
La conciencia de la
exclusión. En esta fase, el creyente LGBT deja de justificar la exclusión a
partir de un proceso de reforzamiento de su identidad o su orientación como
persona LGTB y de explicitación del discurso pastoral excluyente. Por el lado
de la heteronormatividad, también implica reconocer cómo la
heteronormatividad se convierte en un discurso de exclusión. Implica
reconocer de qué manera los discursos implícitos y explícitos de la
publicidad, de la familia, del Estado, y hasta de la ciencia, están
instrumentalizados por un modelo que naturaliza la exclusión del gay, la
lesbiana o la trans. b.
La crítica de la
tradición. En esta fase, el creyente LGBT empieza a releer los discursos que
ha recibido, y que justifican la exclusión. Esto se desarrolla desde diversos
niveles. La desfundamentalización de la hermenéutica implica releer la
Biblia, no solamente desde los ojos de la inclusión, sino en general desde
los ojos de la desmitificación de las tradiciones confesionales. Esto implica
el cuestionamiento de la heteronormatividad. c. La construcción de una nueva espiritualidad. - La articulación de las tradiciones
confesionales con una espiritualidad ecuménica e inclusiva. - La re-creación de elementos de la liturgia
cristiana desde el paradigma de la diversidad. - La reconciliación de la espiritualidad con
la sexualidad. Algunas metodologías para la construcción de una
espiritualidad inclusiva que hemos desarrollado en la comunidad, incluyen: la
reconceptualización de las representaciones de Dios, la oración ecuménica, la
liturgización de la simbología de la diversidad sexual y el Credo de la
diferencia: Creo en la diferencia Creo en Dios,
Padre de todas las gentes, Madre de todas las razas Y en Jesucristo, Dios
humano, en todo semejante a nosotros en su sangre, roja en su color y en su
sangre vertida en el dolor. Creo en el
Espíritu de la Vida, consolador de tantos llantos, pacificador de tantas
luchas, inspirador de la vida santa. Creo en la
comunión del pueblo oprimido Creo en la
vida plena para todos los pueblos, Creo en la
paz para todos los pueblos, Creo en la
justicia para todos los hombres Creo en la
equidad para todas las personas, homosexuales, lesbianas, transexuales o
heterosexuales, que desde la diversidad de su sexualidad, son hijos e hijas
de Dios. Creo, en fin,
que somos idénticos en el color de la sangre, diferentes en el color de la
piel, y equivalentes en la comunidad humana, rumbo a la plenitud divina.
Amén. A modo de conclusiónNo hay otra manera de ser cristiano LGTB en
Latinoamérica que desarticulando la normalidad eclesial; no hay manera más
que tomar opciones radicales de espiritualidad. Pero es también un desafío
para la propia eclesialidad LGTB para buscar construirse un lugar, no
temiendo a la radicalidad nominativa, sino haciendo su propio lugar en el
edificio. Salir de la buhardilla y ocupar la sala, no para camuflarse a los
que ya la ocupan, no para que los que la ocupan se camuflen con los que
recién entran, sino para buscar transformaciones conjuntas de la comunidad
entera. Cada transformación histórica refleja cambios en la totalidad del
cuerpo, para asumirlo o para resistirlo. Y en esta dinámica, se crean y
recrean las constantes del devenir histórico de la iglesia. Soñar con una
reforma de la diversidad como una posibilidad para avivar la fe. BibliografíaAlthaus-Reid, Marcella. 2016. “Marx en un
bar gay. La Teología Indecente como una Reflexión sobre la Teología de la
Liberación y la Sexualidad”. Numen: revista de estudos e pesquisa de
religiao vol. 11, N°. 1-2, 55-69. Bastian, Jean Pierre. 2001. “La
construcción de un objeto de investigación: una sociologia histórica del
cambio religioso en México y en América Latina”. Estudos de Religião,
Nº. 21, ano XV, 79-114. Bastián, Jean Pierre.
2003. “El cambio religioso en México y América Latina: la construcción de un
objeto de investigación”. Anuario de las Ciencias de la Religión,
editado por Dorotea Ortmann, 73-113. Baylor, Michael, ed. 2012. The Radical
Reformation. Cambridge Texts in the History of Political Thought. Cambridge: Cambridge University Press. Edición de Kindle. Fonseca, Juan. 2013. “CCEI El Camino:
experiencias de una comunidad inclusiva en Lima”. En Teorías Queer y Teologías: estar en otro
lugar editado por Silvia Lima, Genilma Boehler y Lars Bedurke. San
José: DEI. Fonseca, Juan. 2002. Misioneros y
civilizadores. Protestantismo y modernización en el Perú (1915-1930). Lima:
Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Mackay, John A. 1952. El Otro Cristo
Español. Buenos Aires: La Aurora. Mariátegui, José
Carlos. 2007. Un marxismo indígena. Buenos Aires: Capital Intelectual. Mendonça, Antonio Gouvea. Protestantes
pentecostais & ecumênicos. O campo religioso e seus personagens. Sao
Paulo: UNESP. 1997. Metropolitan Community
Churches. 2004.
“History of MCC”. http://mccchurch.org/overview/history-of-mcc/ Míguez Bonino, 1997. Rostros
del protestantismo latinoamericano. Buenos Aires: Nueva Creación. Mondragón, Carlos.
2005. Leudar la masa: el pensamiento social de los protestantes en América
Latina. Buenos Aires: Kairos. Piedra, Arturo. 2001. Evangelización
protestante en América Latina: Análisis de las razones que justificaron y
promovieron la expansión protestante 1830-1960. San José: SEBILA. Roldán, Alberto F.
2011. “La teología contextual de Richard Shaull: del paradigma de la
revoluación al paradigma de la liberación.” Teología y cultura 8, Vol 13:
27-47. Stoll, David. 2003. ¿América Latina se
vuelve protestante? Las políticas del crecimiento evangélico. Quito: Abya
Yala. Yoder, John,
copilador. 2016. Textos escogidos de la Reforma radical. Biblioteca
Menno. Traducido del inglés por Nélida M. De Machaim y Ernesto Suárez Vilela.
SL: Anne Marie Yoder. Edición de Kindle. ❖ ❖ ❖ Juan Fonseca
Ariza, Historiador y profesor en la Universidad Peruana de Ciencias
Aplicadas. fonsecajuan@yahoo.es Recibido: 20 de abril de 2017 Aprobado: 6 de junio de 2017 |
|
[1] Al respecto, revisar los siguientes
trabajos: (Mongragón 2005), (Piedra 2001), (Fonseca
2002).
[2] Bastián llega a decir que los
pentecostalismos representan “una cultura religiosa híbrida que articula lo
arcaico de la taumaturgia y del exorcismo con lo hipermoderno
televisivo y mediático” (2001, 113).