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Vida y Pensamiento Revista Teológica de la
Universidad Bíblica Latinoamericana Volumen 37 Número 1
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Cátedra de Teología Latinoamericana UBL 19-20 de abril,
2017 - San José, Costa Rica La Reforma y las reformas Aportes inter-contextuales desde
América Latina |
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Lutero y la política ¿un modelo para hoy? pp. 255-272 Martin Hoffmann |
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Resumen: Se considera
la doctrina de los dos reinos de Lutero como una distinción de los reinos, no
de una separación cuya importancia ética radica: (1) en un impulso de la
liberación del sistema hegemónico de su tiempo; (2) en que sus distinciones
teológicas liberan el ámbito político de la dominación eclesial; (3) en que
sobre esta base desarrolló Lutero una teología profético-critica en el campo
político y social. Abstract: This article
presents Luther’s doctrine of two kingdoms as a distinction of the kingdoms
and not as a separation. The ethical importance of this is (1) a liberation
from the hegemonic system of the time; (2) his theological distinctions free
the political realm from ecclesial domination; (3) on this foundation Luther
developed a prophetic-critical theology in the social-political area. Palabras claves: Lutero,
dos reinos, teología profética. Keywords: Luther, two kingdoms, prophetic theology. |
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Muchas veces se ha
minimizado la trascendencia del movimiento de la Reforma: algunos lo ven como
una crítica necesaria a algunos problemas de la Iglesia romana de la Edad
Media. En este caso el Concilio Tridentino habría cumplido con las
pretensiones de purificación y renovación del movimiento. Otros ven esta
Reforma como una mera discusión teológico-académica sobre la correcta
comprensión del sacramento de la penitencia y de la doctrina de la
justificación. Estos temas habrían sido claves en el contexto de aquel
entonces, junto al miedo medieval al Juicio Final, pero se encontrarían
alejados de la problemática religiosa actual. En lo que sigue quiero
exponer el concepto político de Lutero primero en su tiempo y contexto. Luego en su significado para nuestro
tiempo. I. El
Lutero político en su tiempo
Veo la importancia de
la Reforma de Lutero en cuanto a la política en tres puntos: 1. La
reforma de Lutero era un acto de la liberación del sistema hegemónico de su
tiempo. 2. La reforma
de Lutero propició el camino político hacia la Modernidad. 3. La
reforma de Lutero fue la apertura de una teología profético-crítica. 1. La reforma de Lutero era un
acto de la liberación del sistema hegemónico de su tiempo
Cuando Lutero en 1517
clavó sus 95 tesis en la puerta de la Iglesia del castillo en Wittenberg en
Alemania, él quiso provocar un debate sobre el tema de las indulgencias.
Probablemente no pudo preveer por completo los alcances de sus tesis. Él
conservaba la esperanza de poder convencer al Papa del abuso de las prácticas
de la penitencia por medio de las indulgencias, basándose en la Sagrada
Escritura. Sin embargo, su
protesta toca inadvertidamente la fibra sensible de todo un sistema. Con la
creación de los bancos al comienzo del capitalismo mercantilista, la lucha
medieval por el predominio del poder papal sobre el imperial adquiere una
nueva dimensión. El Papa, los obispos, el Emperador, los príncipes, los
nobles y la recién surgida clase de los comerciantes y banqueros se disputan
el dominio de distintos aspectos de la vida, las cuestiones sociales,
económicas, políticas y eclesiástico-religiosas, y lo hacen siempre en
desmedro de la clase social baja, política, económica y religiosamente
dependiente. La crítica de Lutero
al sistema de indulgencias tuvo sin dudas una base religiosa, esto es,
motivada en las Sagradas Escrituras, pero al mismo tiempo golpea a la
institución religiosa y sus conexiones con la situación económica, política y
social de aquellos tiempos. Las reacciones a su protesta a nivel político
(Emperador) y religioso (Papa) no se hicieron esperar: la proscripción de
Lutero a partir de la Dieta de Worms y la excomunión de Lutero por la bula
papal de 1520. Estas reacciones testimonian la herida que sufre el sistema. · La Iglesia ejerce su
poder al participar del sistema político y económico imperante. Este
no solo se lleva a cabo militarmente (Cruzadas, guerras otomanas), sino que
además encuentra su legitimación en la religión. Con esa finalidad, la
Iglesia forma cambiantes alianzas políticas y es capaz de integrar en su
política de poder el nuevo sistema mercantil y financiero. Así, ya incluso a
partir de las Cruzadas se establece una cooperación entre la curia romana y
las ciudades comerciantes del norte de Italia, y para ello se deroga la
prohibición de cobrar intereses que regían desde la Antigüedad. La estructura
social y de poder reinante era sostenida por la alianza entre la Iglesia, la
sociedad feudal estructurada bajo la dominación de príncipes y la burguesía
mercantilista. · La Iglesia legitima
ese orden sacralizando las estructuras sociales. Dios es definido como
el Ser supremo que crea en este mundo un orden jerárquico, que es como una
escala descendente para evitar el caos social. Este orden va de reyes a
príncipes, de nobles a ciudadanos y llega hasta el pueblo y los siervos. En
él se refleja -por así decirlo, el eterno orden divino. Se basa en la
jerarquía celestial. El orden jerárquico de la Iglesia está estructurado de
la misma manera partiendo del Papa, pasando por los obispos y llegando a los
sacerdotes. · El orden social
también es apuntalado por un motivo espiritual. El poder absoluto de
Dios está representado en el poder de la Iglesia, esto es, en su poder
absoluto de administrar los sacramentos. Es por esto que los fieles
participan en la gracia divina solamente a través del sistema de los siete
sacramentos, que se extienden durante todo el ciclo vital de la persona y son
administrados por la Iglesia. Por medio del ministerio sacerdotal, la Iglesia
tiene el control absoluto sobre los sacramentos y a través de ellos el
control del pueblo –por lo menos en tanto la religiosidad de la Edad Media no
abandone su búsqueda incesante de la salvación eterna y la redención por
miedo al Juicio de Dios. La crítica de Lutero a
las indulgencias es en el fondo una puesta en duda teológica del sacramento
de la penitencia. Esta crítica golpea un punto decisivo y sensible sobre el
que se basa toda la concepción de la Iglesia y por lo tanto el papel de la
misma en el sistema social de la época, como se iba a comprobar rápidamente
en la controversia subsiguiente. La alianza entre Iglesia y economía Con su crítica Lutero alude a una dimensión del
papado que no sólo refiere a rasgos religiosos o teológicos. En sus 95 Tesis,
Lutero aborda las conexiones entre intereses religiosos y económicos: 28. Cierto es que, cuando al tintinear, la moneda
cae en la caja, el lucro y la avaricia pueden ir en aumento, más la
intercesión de la Iglesia depende sólo de la voluntad de Dios. 43. Hay que instruir a los cristianos que aquel que
socorre al pobre o ayuda al indigente, realiza una obra mayor que si comprase
indulgencias. 45. Debe enseñarse a los cristianos que el que ve a
un indigente y, sin prestarle atención, da su dinero para comprar
indulgencias, lo que obtiene en verdad no son las indulgencias papales, sino
la indignación de Dios. 66. Los tesoros de las indulgencias son redes con
las cuales ahora se pescan las riquezas de los hombres. 67. Respecto a las indulgencias que los predicadores
pregonan con gracias máximas, se entiende que efectivamente lo son en cuanto
proporcionan ganancias. 86. Del mismo modo: ¿Por qué el Papa, cuya fortuna
es hoy más abundante que la de los más opulentos ricos, no construye tan sólo
una basílica de San Pedro de su propio dinero, en lugar de hacerlo con el de
los pobres creyentes? (Lutero 1967 y Lutero 2014c) Aquí Lutero critica
especialmente tres temas: la búsqueda de la maximización de los beneficios
(Tesis 28), la falta de una orientación ética hacia los necesitados (Tesis 43
y 45) y la institución religiosa como factor de poder económico en sí misma
(Tesis 86). Lo que queda claro es que ya en las 95 tesis existe una
sensibilidad por las conexiones entre estas distintas áreas. Por lo tanto su
crítica a las indulgencias se debe ver al mismo tiempo como una crítica al
sistema ideológico de la Iglesia. 2. La Reforma de Lutero
propició el camino político hacia la Modernidad
La teoría de Lutero de los dos reinos y los dos gobiernos
es el elemento central de su ética en el ámbito político. Lutero se pregunta
cómo debe comprenderse, desde el punto de vista de Dios, su acción en la
realidad humana y en el mundo. La acción de Dios tiene lugar en dos
dimensiones básicas: su gobierno espiritual y su gobierno temporal. Dios ha dispuesto estos dos tipos de gobierno entre
los hombres. En el gobierno espiritual reina Dios por medio de su
Palabra y sin espada, o sea sin uso de la fuerza. Mediante este gobierno, las
personas deben volverse piadosas y justas para poder obtener la vida eterna.
Este tipo de justicia es dada por medio de la Palabra del Evangelio que se
les confía a los predicadores. El otro gobierno es un gobierno temporal
basado en el derecho y en el poder que tiene como símbolo la espada del juez.
Este gobierno sirve para defenderse de las personas malvadas y para mantener
la justicia civil en el mundo. El gobierno espiritual está determinado por el
Evangelio, el temporal por la razón. Los mandatos de la razón también pueden
ser reconocidos sin Cristo. Por supuesto que los dos reinos coinciden en la
persona del cristiano; este se encuentra en el gobierno espiritual por su fe,
en el Reino de Dios a la derecha (como lo llama Lutero), y en su vida
cotidiana forma parte del gobierno temporal, el Reino a la izquierda.
Entonces el cristiano debe diferenciarse en su actuar a la luz del Evangelio,
por ejemplo según los mandamientos del Sermón del monte, y la renuncia a la
violencia. Como cristiano prefiere sufrir por resistir a la injusticia que
participar en ella. Como persona en el mundo temporal, actúa según su razón y
puede por ejemplo utilizar la fuerza en cargos públicos para resistir lo
injusto. Esta distinción libera
al ámbito político de la dominación eclesial y conduce a la época de la
Modernidad que confía solamente en la razón humana. En este sentido la teoría
de Lutero es también a) una
doctrina anticlerical. Se opone a los reglamentos de la Iglesia y a
sus ambiciones políticas. b) Es anti-monástica.
Niega la doble ética católica que sostiene que existe un comportamiento ético
ordinario para los cristianos y otro especial que solo pueden llevar a cabo
los monjes: el cumplimiento de los mandamientos del Sermón del Monte. c) Es anti-entusiasta.
Se dirige contra los entusiastas y también contra los campesinos que piensan
que podían traer a la fuerza el Reino de Dios a la tierra. Sin embargo es
importante ver que, frente a la Modernidad, se trata en Lutero de una
distinción de los reinos o gobiernos y no de una separación. Lutero está
convencido de que el poder de Dios se
encuentra en lucha contra el poder del mal porque ese poder del mal (el
pecado), intenta separar la Creación de la relación salvífica con su Creador.
Dios lucha contra esas fuerzas en todas las dimensiones de la vida creada con
la meta de lograr su reinado definitivo. Así como existen dos dimensiones
básicas de la vida humana, Dios también lucha en dos dimensiones: en la
relación del ser humano con Dios y en la relación temporal entre los seres
humanos. La relación del ser humano con Dios Aquí el gobierno espiritual de Dios se enfrenta al
poder del mal. Por medio de su Espíritu, Dios concede la fe y libera al ser
humano del poder del pecado. Aquí Dios gobierna por medio de su Palabra, por
el Evangelio liberador y por la ley que pone al descubierto el pecado. A él
se le oponen la incredulidad y el pecado. La relación temporal del ser humano con los demás En la relación temporal entre los seres humanos Dios
también lucha con su gobierno temporal contra el poder del mal. Quiere
proteger al mundo para llevar a cabo el Reino de Dios. Para esto, Dios toma
personas a su servicio. La convivencia entre los seres humanos en el mundo
únicamente puede ser exitosa si las personas ordenan su vida en el mundo y su
coexistencia con responsabilidad. La relación del ser humano con sus
congéneres está determinada por las distintas capacidades que Dios le ha dado
para transformar este mundo. Lutero resume esas condiciones que Dios les ha dado
a las personas en el concepto de razón, que para él significa la
participación en la bondad y la verdad en beneficio del prójimo (texto 2).
En sus relaciones temporales el ser humano es puesto por Dios al servicio de
la lucha contra el poder del mal por medio de su razón. También las
instituciones existentes en las que vive el ser humano tienen esa finalidad.
En ellas la persona acepta la responsabilidad por el mundo que Dios le ha dado.
La forma de actuar de la institución también puede
ser represiva, por ejemplo cuando el Estado impone el derecho por medio de la
fuerza, pero lo justifica políticamente como un acto de amor, ya que tendría
como finalidad la defensa contra la injusticia. Todas las instituciones
sirven al amor de Dios y por lo tanto deben relacionarse de forma
complementaria. Podemos resumir: La confianza en la razón guía a la
Modernidad, pero la fe como zona de referencia de la razón significa una
limitación crítica de la Modernidad. 3. La Reforma de Lutero como
liberación para una teología profético-crítica
Ya hemos visto que en el estamento de la política
debe predominar la razón. Esta es necesaria especialmente para las personas
con cargos de gobierno y para quienes los aconsejan. Sin embargo, para Lutero
la razón no es un concepto autónomo sino que debe orientarse a las
instituciones creadas por Dios, a la justicia y al amor. El problema
fundamental es cómo conjugar las duras necesidades del cargo político con las
exigencias del amor y las instrucciones del Sermón del Monte. Instrucciones jurídicas Por esto, Lutero no se abstiene de darles a los
príncipes de su tiempo consejos directos para su actuar político. En la
tercera parte de su obra La autoridad temporal encontramos tales
instrucciones jurídicas (Lutero 1974 y Lutero 2014a). Tenemos que considerar,
por supuesto, que Lutero todavía se podía dirigir a los príncipes de su época
como a cristianos ya que no contaba con la existencia de gobiernos
secularizados. Lutero les da cuatro consejos a los príncipes. · Consejo 1: el príncipe debe confiar en Dios y respetarlo.
Para poder gobernar de buena manera, su conciencia y sus actos deben basarse
en la palabra de Dios y en sus mandamientos. · Consejo 2: el príncipe debe demostrar amor y servicio
cristiano a su pueblo. La medida de su comportamiento debe ser el amor de
Cristo. · Consejo 3: debe ser cuidadoso con sus consejeros. Una de las
tareas del «príncipe cristiano» es defenderse contra dos peligros: contra el
exceso de confianza y contra la trampa de la lisonja. El príncipe debe
ocuparse por sí mismo de sus tierras y controlar cómo se gobierna y juzga en
ellas. Frente a sus consejeros debe conservar su libre razonamiento y
entendimiento. · Consejo 4: debe reaccionar con la debida seriedad y severidad
frente aquellos que hacen el mal. Lutero considera que el mantenimiento del
orden y el castigo a los criminales son funciones fundamentales del poder
temporal. Pero los gobernantes deben cuidar la proporcionalidad de los medios
utilizados: cuando no puede “castigar sin perjuicio mayor, renuncie
a su derecho, por fundamental que sea. […] no ha de recoger la cuchara y
pisotear la fuente” (Lutero 2014ª, 194). De la misma manera, el príncipe
es responsable por el mantenimiento de la paz externa. La guerra solo está
permitida para proteger al pueblo y Lutero rechaza todo tipo de guerra
ofensiva. Si un príncipe llama a la guerra de forma injusta, el pueblo no
tiene la obligación de seguirlo. El problema
de la resistencia y de la insurrección · Lutero se expresa de forma bastante reservada o
incluso negativa en lo que respecta a la resistencia. Únicamente cuando se
trata de intrusiones del gobierno temporal en el espiritual es que Lutero
responde con severidad. En su escrito sobre la autoridad temporal sostiene
que no tiene derecho a eso. La autoridad no tiene poder sobre las almas y si
persigue a los creyentes o niega la palabra de Dios hay que resistirse a
ella, pero únicamente de forma pasiva: con la palabra, no con violencia (non
vi, sed verbo). · Lutero separa esta resistencia pasiva de la
insurrección en el sentido de revolución. Mientras se trate de asuntos de
este mundo, Lutero niega (con pocas excepciones) cualquier tipo de
insurrección. “Pero la insurrección no es más que juzgar y vengarse por
sus propias manos. Dios no lo soporta” (Lutero 2014d, 197). · Lutero introduce el derecho a la resistencia activa
(Lutero 2014b): Conoce un estado de anomia, de anarquía generalizada (según 2
Ts 2.4). Los que gobiernan pueden corromperse y convertirse en adversarios de
Dios (Dn 11.36) o en el monstruo que viene desde el abismo (Ap 13). Cuando la
ley que debe ser protegida por la autoridad se diluye totalmente, cada
ciudadano tiene el deber de resistirse y reestablecer la justicia. Entonces, la ley no solamente se encuentra sobre el
tirano, sino que también obliga a la confrontación contra la anarquía
absoluta. En ese caso los cristianos están obligados a seguir al derecho y a
la ley más allá de cualquier tipo de obediencia a la autoridad. La ética política de Lutero no es un sistema
coherente. Se nutre más bien de una perspectiva fundamentalmente teocéntrica
de la realidad, de distinciones y determinaciones específicas. Estas
perspectivas son la Palabra de Dios como Evangelio y ley, y los gobiernos
espiritual y temporal. II. La
ética política de Lutero ¿Modelo para hoy?
¿En qué sentido y en qué medida podría ser relevante
la visión de Lutero para hoy en día? Para juzgar eso tenemos que discernir
los avances del modelo de Lutero de sus limitaciones. En general se puede
denominar su modelo como el de “distinción
a pesar de separación”. Es un modelo complementario de las relaciones
entre Estado e Iglesia o religión. 1. Los avances de este
modelo son tres:
Primero, la limitación del poder de las
instituciones públicas. Hemos visto como Lutero restringe el poder del
Estado de su tiempo a los asuntos temporales y civiles. Con eso constituye la
libertad religiosa. Por otro lado restringe el poder de la Iglesia a los
asuntos espirituales y con eso establece la autonomía del Estado. Un problema
para Lutero es el tercer estamento de la sociedad medieval, la economía. Está
en proceso de independizarse del poder del Estado y de la Iglesia. Lutero ve
muy acertadamente los fenómenos de una nueva forma de llevar negocios, los
inicios de una economía capitalista. Critica mucho las prácticas y objetivos
del capitalismo temprano y ve el riesgo de la dominancia de esta institución
sobre los otros estamentos. Segundo, de esas relaciones entre los tres
estamentos resulta la demanda de constituir un marco ético para las
instituciones. Debe proteger las instituciones de las pretensiones de ser
autónomas absolutamente y ser dirigidas solo por intereses del poder y
beneficios financieros. Para Lutero,
el marco ético se funda en la fe de que Dios tiene las instituciones en sus
manos y en el hecho de que el ser humano vive siempre en los tres estamentos
y tiene que orientarse y verificar su identidad en ellos. El aspecto ético
demanda plantear la pregunta por el sentido de las instituciones. Es una de las preguntas fundamentales de
cada ética. Tercero, Lutero expone la finalidad de las
instituciones con el término “servicio al prójimo”. Corresponde al
criterio moderno de “servir al bien común” y se opone directamente a una
economía o una política que pretenda autonomía absoluta o incluso predominio.
En este sentido podemos considerar a Lutero como precursor de una ética de la
economía en contraposición a una economía política y como iniciador de una
ética política humana. El modelo de Lutero de “distinción a pesar de
separación” marca un tercer camino entre confusión y separación, las dos
formas grandes de relacionar el Estado y la iglesia. a) El modelo de confusión o identificación es muy antiguo y de larga tradición. Empezó con el
giro constantiniano cuando el Cristianismo se convirtió en religión del
Estado con privilegios propios a cambio de la legitimación del poder
político. Juan José Tamayo explica este modelo así: (Tamayo 2010, 27) “Ejemplo de identificación entre religión y política y de alianza
entre el poder político y el religioso en estado puro, fue el
nacional-catolicismo instaurado en España después de la guerra civil durante
dictadura franquista, que contó con la legitimación de la Iglesia Católica en
sus más altas jerarquías... la Iglesia se convierte así en religión del
Estado y España en Estado de la Iglesia. La figura del jefe de Estado es
sacralizada. El catolicismo se convierte en elemento fundamental de la identidad
española.” “Un nuevo ejemplo del paradigma de identificación... es el de los
Estados de algunos países musulmanes, que tienen como fuente de legitimidad
política, jurídica y moral el Corán... la Sunna... y la Sharía... La
comunidad religiosa (Umma) se identifica con la comunidad política. La moral
religiosa se confunde con la ética cívica.” Por último Tamayo reconoce este modelo en “la estrategia de la jerarquía en la Iglesia Católica ante la
secularización y el pluralismo, ético, religioso y cultural en las sociedades
democráticas... Se busca también la sacralización y fundamentación heterónoma
de la ética, dada la que consideran débil fundamentación de la ética laica y
como respuesta al relativismo moral...” (Tamayo 2010,29). b) Otra forma de
determinar la relación entre Estado e iglesia o religión en general, es la de
la separación de los ámbitos. Esta ocurre en la figuración de dos
esferas independientes y autónomas como en Francia o Turquía – por lo menos
en su constitución oficial del Estado en el caso último. Ambos han postulado
la laicidad del Estado y han desterrado la religión al área privada de la
vida y la iglesia al estado de una pura asociación. Tamayo explica: “El Estado reconoce y respeta la libertad religiosa de los ciudadanos,
se muestra neutral ante el fenómeno religioso y no toma partido por ninguna
de sus manifestaciones. La creencia y la no creencia religiosa no pueden
imponerse a nadie. Únicamente comprometen a quienes la profesan” (Tamayo
2010, 29). Por otra parte, esta separación puede aparecer como
una lucha del Estado contra la religión. En este caso, el Estado
acepta el ateísmo casi como religión del Estado, y considera la fe y la
religión representadas por la iglesia como opio del pueblo y fuerza
antirrevolucionaria. “Persiguen cualquier
manifestación religiosa por considerarla alienante, opresiva de la conciencia
cívica, contraria a la conciencia de clase y obstáculo en el camino hacia la
igualdad. No respetan la libertad religiosa y prohíben los cultos, salvo
aquellos que están al servicio de los intereses de la revolución o son correa
de transmisión de la ideología del partido único” (Tamayo 2010, 29). Tamayo nombra como ejemplos de este tipo Rusia y
China. Ante estos modelos Lutero de hecho pretende un
tercer camino de la relación. La idea básica es diferenciar los espacios de
responsabilidad, terreno temporal y terreno espiritual, pero no
confesionalizar el ámbito público ni limitar la religión al ámbito privado.
Eso significa un cierto modo de la influencia de la religión en la política:
es el modo de impactar la conciencia pública. Pero para Lutero esta
conciencia es nada más que el oído del príncipe como gobernador cristiano –
por lo menos en el papel. Aquí encontramos el punto decisivo de la diferencia
con nuestro tiempo, porque la Modernidad es la hora de nacimiento de la
sociedad como nueva magnitud más allá del Estado. 2. Honestamente tenemos que conceder las limitaciones
de Lutero. Todavía está ligado a una visión medieval de la sociedad.
Conoce solamente los tres estamentos de la política, de la economía, que es
la economía casera de su tiempo, y de la iglesia. No conoce la sociedad
moderna como sistema autónomo. Esta autoridad se ha desarrollado bajo la
influencia de la nueva economía capitalista y las ideas de la ciudadanía
libre de la Ilustración. El fenómeno de que podría existir una sociedad
no-cristiana o incluso atea era algo totalmente ajeno para Lutero. Por eso no
se puede extender su ética política directamente a nuestra situación hoy en
día. Tenemos que enfrentar una visión totalmente diferente de la sociedad
moderna. La sociedad de la Modernidad se desarrolló como
campo de los ciudadanos libres para hacer negocios. Habían logrado su
libertad de los reglamentos del Estado y habían reclamado el término de lo
público para su esfera. Lo privado era restringido a la esfera íntima. La
libertad de la sociedad requiere y legitima una limitación del poder
político. La libertad tiene su sitio en la vida social al tiempo que
obligación y poder está localizados en lo político y se convierten en
monopolio del Estado, explica la filósofa Hannah Arendt (1999, 47ss). La
sociedad se ha desarrollado hacía un campo de los conflictos de intereses. Al final, la llamada posmodernidad cuenta con una
pluralidad de lo público. Eso depende del concepto de la sociedad como
sistema con varios subsistemas como Estado, economía, sociedad civil,
comunicación cultural, religión, etc. Hace entendible como ha llegado la
pluralidad de lo público según su propia lógica. Por supuesto combaten estas
diferentes esferas públicas por su impacto en la sociedad entera. Sin embargo
tenemos que plantear la pregunta sobre el tema de si la sociedad de hoy
todavía representa el espacio libre del discurso intelectual y del combate de
los intereses o si la economía no ha logrado el predominio sobre otras
esferas de lo público. En cualquier caso la consecuencia debe ser que la
religión o la iglesia reciben un nuevo interlocutor. Ya no es el Estado
directamente, sino la sociedad como ámbito público. Este destinatario resulta
de la pretensión pública del Evangelio propio. Se dirige no solo a la vida
privada o íntima sino a la vida pública cuando se habla –por ejemplo- de
justicia y paz desde la perspectiva del Reino de Dios. La sociedad es el
sitio del discurso sobre humanidad y de los derechos humanos y en este
discurso la iglesia tiene que abogar por las perspectivas del evangelio. Es
una cosa de advocacía no de la auto-imposición con la ayuda del Estado. Respetando este desarrollo, la iglesia y
representantes de la religión hacen bien en renunciar a los caminos clásicos
de influir en la vida, o por el camino del poder político o por el camino de
marcar la vida privada y solo espiritual. Misión o evangelización no deben
ser acciones de la iglesia para beneficio de la iglesia, sino son la
participación en el discurso público en la búsqueda de justicia y humanidad.
El rol de las iglesias, de las religiones y de la teología por eso es un rol
público en este sentido crítico-público, como Tamayo describe: “La presencia de las religiones en el mundo de la marginación y de la
exclusión de la sociedad a través de la opción por los pobres, que ha de
traducirse en el compromiso de los creyentes a nivel personal y colectivo en
los movimientos sociales. Es, por tanto, una presencia crítica, subversiva,
en favor de las víctimas y en contra de los liberticidas, en favor de la
igualdad y en contra de las discriminaciones por razones de género, etnia, religión,
cultura o clase. Es una presencia, en fin, solidaria con los sectores más
vulnerables de la sociedad y crítica del modelo neoliberal que engendra
desigualdad e insolidaridad” (Tamayo 2010, 30). Es la sociedad que no sólo persigue intereses y
ganancias, sino también la humanización o el bien común a través de sus
instituciones o subsistemas de la política, del derecho y también de la
economía. Llegamos a la conclusión que la teoría de Lutero de
los dos reinos y gobiernos de Dios en su forma original no es útil para
aplicarse a nuestra situación directamente. Pero su modelo de la “distinción
a pesar de separación” contiene diferenciaciones e impulsos valiosos para
determinar la posición de las iglesias y religiones en una sociedad moderna.
Los más importantes me parecen las limitaciones de cualquier poder, la
constitución de un marco ético alrededor de subsistemas de la sociedad y el
criterio de “lo que sirve para el bien común” como finalidad del discurso
ético. Estos son logros indispensables para una ética de la sociedad. Bibliografía
Arendt, Hannah. 1999. Vita activa oder vom
tätigen Leben (1958), 11 ed. München: Piper Verlag. Hoffmann, Martín. 2014. La locura de la cruz. La
teología de Martín Lutero. Textos originales e interpretaciones. San
José: DEI. Lutero, Martín. 1967. “Disputación acerca de la
determinación del valor de las indulgencias [Las 95 tesis]”. En Obras de
Martín Lutero. Tomo I, 1967, 7-15. Buenos Aires: Paidós. Lutero, Martín. 1974. “La autoridad secular (1523)”.
En Obras de Martín Lutero II, 155-160. Buenos Aires: Paidós. Lutero, Martín. 2014a. “La autoridad secular
(1523)”. En Martin Hoffmann, La locura de la cruz. La teología de Martín
Lutero. Textos originales e interpretaciones, 2014, 194ss. San José: DEI. Lutero, Martín. 2014b. “Controversia sobre el
derecho a la resistencia contra el Emperador (Mt 19.21)” (1539) y “Anexo:
Argumentos de la disputa”. En Martin Hoffmann, La locura de la cruz. La
teología de Martín Lutero. Textos originales e interpretaciones, 2014,
199-201. San José: DEI. Lutero, Martín. 2014c. “Disputación acerca de la
determinación del valor de las indulgencias [Las 95 tesis]”. En Martin
Hoffmann, La locura de la cruz. La teología de Martín Lutero. Textos
originales e interpretaciones, 2014, 24-26. San José: DEI. Lutero, Martín. 2014d. “Una honesta advertencia a
todos los cristianos de cuidarse de toda insurrección y rebelión (1522)”. En La
locura de la cruz. La teología de Martín Lutero. Textos originales e
interpretaciones de Martín Hoffmann, 2014, 197. San José: DEI. Tamayo, Juan José. 2010. “Modelos de relación entre
religión y política”. Pasos No. 148: 27-32. San José: DEI. ∆∆∆∆∆ Martin
Hoffmann, Pastor de la Iglesia Luterana de Bavaria y profesor en la escuela de
Ciencias Teológicas de la Universidad Bíblica Latinoamericana. martin.dr.hoffmann@gmail.com Recibido: 20 de abril de 2017 Aprobado: 6 de junio de 2017 |
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