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Vida y Pensamiento Revista Teológica de la
Universidad Bíblica Latinoamericana Volumen 42, Número 1 - Año 2022
- San José, Costa Rica Tecnologías digitales: Aportes y desafíos
teológico-pastorales |
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Comunicación
necesaria en tiempos de
pandemia y Covid: O del cómo
re-configurar nuestras prácticas comunicacionales
en este tiempo Leonardo
D. Félix pp. 9-18 |
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Resumen: En este contexto complejo y novedoso, hay
cambios que se están produciendo a nivel mundial, y muchos de ellos pasan por
la comunicación digital. La primera
parte de este artículo resume los problemas sociales que surgieron en América
Latina y El Caribe durante la pandemia del Covid-19 con un enfoque específico
en la comunicación. La segunda parte examina cómo las comunidades de fe, así
como los organismos ecuménicos continentales, se han adaptado a la incertidumbre del porvenir. Palabras claves: Comunicación digital,
economía, desigualdades sociales, fakenews,
comunicación eclesial. Abstract: In this complex
and novel context, there are changes taking place on a worldwide scale, and
many of them involve digital communication. The first part of this article
summarizes the social problems that have arisen in Latin America and the
Caribbean during the Covid-19 pandemic with a specific focus on
communication. The second part examines how faith communities, as well as
ecumenical bodies in the region, have adapted to the uncertainty of the
future. Keywords: Digital
communication, economy, social inequality, fake news, ecclesial
communication. |
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Leonardo D. Félix Comunicación
necesaria en tiempos de pandemia y Covid: O del cómo re-configurar nuestras prácticas comunicacionales en
este tiempo En el marco de situaciones impensadas como lo es la
pandemia del Covid-19 oficializada por la Organización Mundial de la Salud el
11 de marzo de 2020, no todos nuestros países en América Latina y El Caribe
pudieron reorganizarse desde sus estrategias de gobierno para dar respuesta a
lo que ya se presuponía como una crisis humanitaria en gran parte del mundo. Desde la salud y los
ministerios o secretarias de salud de cada país, se pudo advertir rápidamente
una precariedad notoria de los sistemas de salud pública vigentes[1]. En la mayoría de los países de la región, se
evidenció durante la pandemia del Covid-19,
un sistema de salud pública en muchos casos, mal abastecido y con escaso
funcionamiento real frente a emergencias socio-sanitarias.
Problemas que se pusieron de manifiesto en los pocos insumos médicos: la
falta de respiradores artificiales; drogas básicas para el tratamiento de
afecciones pulmonares; así como también la escasa cantidad de camas en
terapias intensivas en los hospitales zonales. Así como también, quedó en
evidencia el lucro de las medicinas privadas y su alto costo, concentrado en
pocas empresas que hicieron y hacen casi inaccesible el tratamiento para una
gran parte de la población. A lo que se suma el escaso personal médico y
enfermeros disponibles para el cuidado del creciente número de pacientes en
estado de riesgo. En la población infantil que ya sufría y sufre
problemas de desnutrición en forma endémica en la región, el Covid-19 no hizo
más que agravar la deficiencia alimentaria crónica. Lo mismo que se pudo
constatar el aumento de femicidios, así como casos de violencia intrafamiliar
sobre mujeres, niñas y niños, y la vulnerabilidad socio-sanitaria
de los pueblos indígenas en distintos sectores, particularmente, en la cuenca
de la Amazonia. Desde la economía regional
se pudo constatar la caída abrupta de
la proyección del PBI (Producto Bruto Interno) para toda América Latina y El
Caribe del 9.1% al 30% de julio de 2020; dato que creció para el año
siguiente según estadísticas de CEPAL.[2] Esta caída tiene múltiples factores, pero,
básicamente, tanto CEPAL como el BID[3] coinciden en que tanto la informalidad del empleo de la región
en el contexto del primer año de la pandemia durante el 2020 creció a un 62%,
llegando la cifra a un poco más de 153 millones (en 2018 según la OIT[4] era del 53%, 140 millones de personas
aproximadamente), así como la ausencia
casi mayoritaria de políticas económicas que abastezcan a las
poblaciones más vulnerables (en este rango entran las mujeres y jóvenes que
son los grupos que se ven afectados en un 64% en toda la región como el
sector más precario), fueron datos claves para ver esta caída pre-anunciada desde antes. Por otro lado, la CEPAL, estimaba que la tasa de
pobreza en Latinoamérica subiría de un 7.0% en 2020 hasta el 37.3% para
diciembre de 2021[5], dato que la realidad continental mostró con
creces. Del mismo modo, el análisis indica que la “pobreza extrema” se elevó
en 4.5% en el 2020 y llegó hasta el 15.5% en 2021. Mientras tanto, el
desempleo en la región subió del 8.1% en 2019 al 13.5% en 2020 y 14.2% en
2021 por el deterioro económico a causa de la pandemia. Así, el número de
desempleos se elevó a 44 millones de personas al final de 2021. Parte de la problemática actual que plantea el
Covid-19, no solo se presenta en números y datos concretos de realidades
económicas difíciles y apremiantes, sino también en los planteos de muchos
gobiernos a nivel mundial y de la región que contrapusieron economía y salud,
como si el “rescate de una u otra” fuesen temas a elección en una realidad
binaria sin mayores alternativas. En este sentido, el rol de los grandes
multimedios de comunicación no ha generado tranquilidad a la situación, por
el contrario, en muchos casos generó temor en gran parte de la población y
agudizó las polarizaciones existentes. Por ejemplo, en países como Brasil,
más del 60% de las “fakenews” son producidas por el
propio gobierno, cuyo principal argumento fue que la “pandemia es parte de un plan de dominación mundial y la misma no
existe”[6]. Del mismo modo, se pudieron percibir con claridad
las contradicciones de información que los mismos medios digitales proponían
a diario, diciendo y desdiciendo lo que entendían, per se, se debía
hacer en casos de contagio. El panorama de la economía no hace más que poner en
evidencia sociedades desiguales a lo largo de todo el continente, con
democracias debilitadas en donde los fundamentalismos religiosos se muestran
como sustento de otros fundamentalismos, como los políticos y económicos que
avanzan en posiciones que tienden a preservar el status
quo actual, sin dañar los intereses ganados por pequeños grupos
concentradores no solo de los medios de producción, sino también de los
grandes multimedios (mass-media) que legitiman las
desigualdades mencionadas. En este contexto,
complejo, novedoso por sus consecuencias, pero no en la matriz de
desigualdades sociales y económicas pre-existentes, nuestras
comunidades de fe, así como nuestros organismos ecuménicos continentales,
debieron y deben adaptarse día a día a la incertidumbre del porvenir. La
comunicación, entonces, en medio de un contexto que nos deja en mayor
aislamiento, exigió y exige una reapropiación de las TICs digitales (Tecnologías de
Información y Comunicación), y todo un entrenamiento que del uso y adaptación
a las mismas. Pero, nuestros ancianos y ancianas, cómo se las arreglan con
las mismas; así como también, “¿cómo se es comunidad de fe en comunión y
unidad cuando el templo ya no es el ámbito que nos congrega?” En la comunicación eclesial hubo y hay un
reacomodamiento en orden a poder atender las liturgias semanales y otros
espacios devocionales que mayoritariamente eran presenciales, para idear
reuniones programáticas y directivas, así como también ocasionales, acorde a
la nueva modalidad en forma remota, para aprender y reelaborar nuestras prácticas teológicas,
sacramentales, y otras. Así, el sostener la comunión y el contacto con los
distintos grupos y subgrupos que conforman nuestras comunidades de fe se
volvió y sigue siendo todo un desafío. Desafío de rever los modos de sostén
económico que, en esta particularidad, van a depender también del intercambio
y conexión con una “Gran Parroquia” que incluye otros sectores de la sociedad
(desde los gobiernos nacionales en algunos casos, hasta Organizaciones de la
Sociedad Civil y Organizaciones Basadas en la Fe), y no solo de las ofrendas
y diezmos que, por el panorama económico expuesto, se ven afectadas. En medio de la pandemia, se hizo necesario
profundizar en la movilización de una economía solidaria incrementada,
práctica de diaconía que ya estaba presente en muchas de nuestras iglesias,
para atender sectores y grupos más vulnerables, y así poder sostener las
vidas más precarias. En La Casa Común y su
comunicación regional, esto sucedió de
igual modo con el cambio en la planificación y, por ende, en los presupuestos
de lo que esto significa al no poder encontramos en forma presencial. Comprender y actualizar los nuevos
modos de llevar adelante estrategias de planificación se volvió algo
frecuente, así como también entrenar al personal rentado, pasantes y
voluntarias/os en las TICs
digitales y su uso adecuado. El desafío también estuvo presente en adecuar los
tiempos de las reuniones y, por ende, temas y modos de abordaje a los asuntos
que puedan adecuarse a las nuevas modalidades remotas. No es lo mismo tener
una reunión de tres horas en forma presencial, compartiendo un café, miradas
y semblantes, que encontrarse dos horas frente a una pantalla. Hubo, y hay
que hacer aún, un profundo ejercicio para re-imaginar
funciones de una misión y organización, que fue pensada en forma presencial,
a una modalidad virtual que posiblemente nos acompañe varios años más o en
forma definitiva. Por esto es imprescindible desde el punto de vista
de esa planificación mapear en función de la pandemia
qué ecumenismo estamos practicando: quién/es hace/n qué cosas y dónde, dentro
de las organizaciones diversas del continente; y qué ejes e indicadores son
habituales en el trabajo de estas. Se vuelve necesario fortalecer nuestros
trabajos comunicativos regionales desde las organizaciones existentes, para
generar no solo visibilidad, sino incidencia que impacte en nuestra sociedad. Poder concebir y generar nuevos modelos de alianzas con organismos propios y
de la sociedad civil, y/o basadas en la fe, es algo que nos ayudará a
sostener la solidaridad en estos años por venir recreando nuevos diálogos
posibles que incluyan necesidades de urgencia y visión estratégica hacia
delante. De lo dicho surgen nuevas claves de lectura
difíciles de interpretar porque somos parte de este tiempo y es complejo ver
con perspectiva, pero no imposible. Comprender que las comunidades de fe, al igual que
los organismos regionales ecuménicos, tuvieron que actualizarse en las TICs digitales, así como la
capacitación de sus miembros en el uso y alcance de las
mismas. Asumir que la cantidad de personas alcanzadas por una acción
concreta, desde una liturgia dominical hasta un webinar
para marcar solidaridad con problemas coyunturales desde la fe, cambia. Las
audiencias se hacen más amplias y no tan fáciles de medir. Esto trae aparejado un cambio discursivo y de
metodología, ya que la audiencia aumenta en las redes sociales sin que sea
rango tan conocido y fácil de medir, al menos para el común denominador de
usuarios, con indicadores cuantitativos y cualitativos habituales, se debe
hablar en un lenguaje que esté al alcance también de las personas
convertidas, excluyendo, por ejemplo, siglas institucionales indescifrables
(por ejemplo, CLAI, CMI, GBGM, etc.). Estamos convencidos que la
comunicación gana cuanto está
planificada. En la cuarentena quedó demostrado que esto no es algo casual,
sino que hace falta prepararse para tener visibilidad e incidencia real; y lo
que antes era un dato novedoso, como las redes sociales, a partir de este
cambio mundial, las mismas se vuelven parte del mundo cotidiano de las
comunidades y organizaciones. Si antes con dificultad tenían un seguidor en
Facebook, ahora vean la necesidad de priorizar el trabajo de ciertos líderes
para crear y atender: Twitter, Instagram, YouTube, hasta, incluso, generar
una página web propia. La brevedad de nuestras
reuniones, así como también la focalización de temas, está ligada
directamente al hecho de la capacidad
de concentración en las pantallas. No es posible sostener una reunión de seis
horas frente a una computadora, porque produce un agotamiento psíquico que ha
sido verificado por todos los usuarios durante la pandemia. Sin embargo, un elemento positivo que nos permitió un beneficio directo se ha visto
en la presencia en las reuniones virtuales con personas que antes, en
presencia, no estaban. Descubrir la ventaja virtual nos permite animar a
otras personas a sumarse a cursos, charlas o debates que, de ser
presenciales, no lo hubiesen hecho por timidez, horarios o lejanía
geográfica. Otro dato clave que hemos podido comprobar es que
las comunidades de fe se volvieron espacios más creíbles y confiables,
respecto a lo que se dice y hace. Las comunidades de fe, frente al avance de
las fakenews, se volvieron garantes en muchos casos
de buenas prácticas, que permiten hacer frente a una desinformación
planificada; piénsese en los movimientos antivacunas, hasta las teorías
conspirativas de todo tipo que incitan al odio y resentimiento con todo
aquello que se percibe como ajeno a los mandatos adquiridos. Que el cambio cultural que presupone esta modalidad
pandémica sea clave para caminar por terreno incierto. Que la experiencia,
aún adversa, ganada en estos meses de Covid en
muchas comunidades de fe, sea una resiliencia necesaria para, no solo honrar
las vidas que partieron, sino para reconfigurar una fe que espera nuevas y
mejores acciones. Soñar un futuro distinto, es, en definitiva, crear algo
distinto, que, necesariamente, debemos traer al presente para seguir
generando cambios a favor de la vida. Como diría el cantautor cubano Silvio
Rodríguez: “yo te convido a creerme, cuando digo futuro”. Bibliografía “Consejos para la población acerca de los rumores
sobre el nuevo coronavirus (2019-nCoV)”. Organización
Mundial de la Salud. Actualizado el 23 de noviembre de 2020.
https://www.who.int/es/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019/advice-for-public/myth-busters “Contracción
de la actividad económica de la región se profundiza a causa de la pandemia:
caerá -9,1% en 2020”. Comisión Económica para América Latina y El Caribe. 15
de julio de 2020. https://www.cepal.org/es/comunicados/contraccion-la-actividad-economica-la-region-se-profundiza-causa-la-pandemia-caera-91 “OIT:
Cerca de 140 millones de trabajadores
en la informalidad
en América Latina y el
Caribe”. Organización Internacional del Trabajo. 25 de septiembre de 2018. https://www.ilo.org/americas/sala-de-prensa/WCMS_645596/lang--es/index.htm “Salud y economía: una convergencia necesaria para
enfrentar el COVID-19 y retomar la
senda hacia el desarrollo sostenible en América Latina y el Caribe”.
Comisión
Económica para América Latina y El Caribe. Julio de 2020.
https://www.cepal.org/es/publicaciones/45840-salud-economia-convergencia-necesaria-enfrentar-covid-19-retomar-la-senda Rev. Lic. Leonardo D. Félix,
Director
de la Agencia Latinoamericana y Caribeña de
Comunicación (ALC Noticias), Presidente de la Asociación Mundial para la
Comunicación Cristiana en Am. Latina (WACC AL) por sus siglas en inglés,
Buenos Aires, Argentina. Contacto:
leonardodanielfelix@gmail.com Artículo recibido: 7 de marzo de 2022 Artículo aprobado: 9 de abril de 2022 |
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[1] “Consejos
para la población acerca de los rumores sobre el nuevo coronavirus
(2019-nCoV)”. Organización Mundial de la Salud.
[2] “Contracción de la actividad
económica de la región se profundiza a causa de la pandemia: caerá -9,1% en
2020”, Comisión Económica para América Latina y El
Caribe.
[3]
Banco Interamericano de Desarrollo.
[4] “OIT:
Cerca de 140 millones de trabajadores en la informalidad en América Latina y el
Caribe”, Organización Internacional del Trabajo.
[5] “Salud
y economía: una convergencia necesaria para enfrentar el COVID-19 y retomar la
senda hacia el desarrollo sostenible en América Latina y el Caribe”, Comisión
Económica para América Latina y El Caribe.
[6]
Folha de S. Paulo (04 de abril de 2020). Entrevista exclusiva a Jair Bolsonaro.