Vida  y

Pensamiento

Revista Teológica de la Universidad Bíblica Latinoamericana

Volumen 38 Número 1  -  San José, Costa Rica

De la “ideología de género” a la justicia de género

Apuntes bíblicos y teológicos

 

 

 

 

¿Cómo podríamos entender el género?:

Un Marco teórico básico

 pp. 9-24

 

Karoline Mora Blanco

 

 

 

Resumen: En la actualidad se han popularizado una serie de discursos fundamentalistas que utilizan como bandera la “defensa de la familia” y proclaman una lucha incansable contra una “ideología de género”. Por medio de estos discursos se ha realizado un trabajo de manipulación religiosa y política que ha evidenciado una firme oposición de los derechos humanos, especialmente los derechos de las mujeres y las comunidades sexualmente diversas. Por este motivo este artículo desea presentar una simple aclaración de términos, un recorrido a través del género, el sexo y la sexualidad desde disciplinas tales como la sociología y la filosofía. Se hace innecesario ahondar en la expresión “ideología de género”, ya que esta no pertenece a los estudios de género y como se expresó anteriormente, constituye una herramienta de manipulación desde los ‘discursos de miedo’ que crean un enemigo inexistente (¡pero eficiente!) para movilizar a la población.

Abstract: Recently, a series of fundamentalist discourses have become popular, using as their banner the “defense of the family” and proclaiming an untiring struggle against a “gender ideology”. These speeches have been used for religious and political manipulation and have shown their firm opposition to human rights, especially rights of women and sexually diverse communities. For this reason, this article presents a simple clarification of terms, a journey through gender, sex and sexuality from disciplines such as sociology and philosophy. It is unnecessary to define the expression “gender ideology”, which does not belong to gender studies and, as mentioned above, is a tool of “ fear mongering” that creates a nonexistent (but efficient!) enemy in order to mobilize the population.

Palabras claves: género, sexo, sexualidad, estructura social, matriz heterosexual, ideología de género.

Key words: gender, sex, sexuality, social structure, heterosexual matrix, gender ideology.

 

 

Introducción

En la actualidad se han popularizado una serie de discursos fundamentalistas que utilizan como bandera la “defensa de la familia” y proclaman una lucha incansable contra una tal “ideología de género”. Por medio de estos discursos se ha realizado un trabajo de manipulación religiosa y manipulación política que lo que ha evidenciado es una firme oposición de los Derechos Humanos, especialmente los derechos de las mujeres y las comunidades sexualmente diversas. Es por este motivo que este artículo desea presentar una simple aclaración de términos, un recorrido a través del género, el sexo y la sexualidad desde disciplinas tales como la sociología y la filosofía.

Se hace innecesario ahondar en la expresión “ideología de género”, ya que esta no pertenece a los estudios de género y como se expresó anteriormente, constituye una herramienta de manipulación dentro de los ‘discursos de miedo’ que crean un enemigo inexistente (¡pero eficiente!) para movilizar a la población. Sin más, vamos a revisar los términos y crear nuestras propias conclusiones.

¿Cómo podríamos entender género?

En la actualidad, el género es un tema que provoca ansiedad y preocupación en nuestras sociedades. La socióloga Amy Wharton explica brevemente que el género entró en el mundo académico con la segunda ola del movimiento de mujeres y la conciencia que este produjo en relación a la ausencia de las mujeres en las diferentes disciplinas e investigación dentro del mundo académico (Wharton 2005: 4). Este fue el comienzo de un ejercicio de conciencia sobre las desigualdades entre géneros femenino y masculino dentro de la academia, así como de los derechos de las mujeres y la dinámica que justificaba la diferenciación de género otorgando una superioridad a los hombres sobre las mujeres. De estas preocupaciones que se introdujeron en la academia surgieron diferentes teorías de género, y entre ellas existe disputa y dificultad para acordar qué es el género y cómo funciona (Connell 2014: 3).

Sin embargo, una forma de entender el género es a través del concepto de una “estructura social”. La socióloga australiana Raewyn Connell explica que esto se llama estructura porque se presentan patrones y/o repeticiones en las relaciones sociales que persisten formando una estructura social identificable que gobierna la forma en que se entiende y se vive la sociedad (Connell 2014: 9). En sus propias palabras:

El género es una estructura social, pero de un tipo particular. El género implica una relación específica con los cuerpos. Esto se reconoce en la definición de sentido común del género como expresión de la diferencia natural, la diferencia corporal entre el hombre y la mujer. Lo que está mal con esta fórmula no es la atención a los cuerpos, ni la preocupación por la reproducción sexual, sino la idea de que los patrones culturales simplemente “expresan” la diferencia corporal. (Connell 2014: 9) (Traducción propia)

Siguiendo el concepto anterior de Connell, el género como estructura social se basa en la comprensión de los cuerpos masculino y femenino; sin embargo, esta comprensión sigue siendo muy limitada. Lo que Connell sugiere es que, aunque el género pretende estar basado en diferencias corporales, la estructura social del género en realidad idealizó esos cuerpos como “machos” y “hembras”, evadiendo a los seres reales del cuerpo y sus variaciones y expresiones. El género se convierte entonces en “la forma en que la sociedad humana maneja los cuerpos humanos y las muchas consecuencias de ese ‘trato’ en nuestras vidas personales y nuestro destino colectivo” (Connell 2014: 10).

En relación con la comprensión simplista del género como la división entre los cuerpos machos con características masculinas y los cuerpos hembras con características femeninas, y el énfasis en la inferioridad social de las mujeres, la explicación histórica de Wharton dice que “La sociología de las mujeres ha dado paso a una sociología del género”(Wharton 2005: 5) (Traducción propia). Como resultado, hoy en día hay más producción de literatura especializada no solo en las desigualdades experimentadas por las mujeres, o la diferenciación entre “mujeres” y “hombres”, sino que hay escritos sobre las diferencias en medio de las mujeres y en medio de los hombres (Wharton 2005: 4). El género como concepto va dejando atrás su comprensión dualista y agrega las múltiples expresiones de género en su definición, por lo tanto, no limita su concepto a esas expresiones, sino que está abierto a otras nuevas.

Sin embargo, a pesar del reconocimiento de las diferencias entre grupos de hombres y entre grupos de mujeres; y el reconocimiento de una diversidad que no se suscribe como mujeres u hombres, persiste una identidad de género “hegemónica”. Una masculinidad o feminidad hegemónica se refiere a la forma de ser un “hombre” o ser una “mujer” que es más apreciada y aceptada en la sociedad (Wharton 2005: 5). La filósofa Judith Butler también hace referencia a esta identidad de género “hegemónica” cuando hace referencia a una “estructura hegemónica del patriarcado” que implica una subordinación de las mujeres a los hombres. Como es característico de esta filósofa, lo que ella hace es problematizar la idea de hegemónico o “universal” al hacer referencia a las desviaciones (Butler 2007: 5).

Lo que esto demuestra es que la estructura que intenta ser algo estático no siempre se logra ver tal y como se define. Connell dice que la feminidad y la masculinidad no están determinadas por la naturaleza (Connell 2014: 4), a pesar de las ideas de que las relaciones de género se refieren a los cuerpos naturales que pueden entenderse como fijos. Sin embargo, la participación de los cuerpos en la comprensión del género es un tema controvertido, ya que resulta problemático reducir el concepto de género simplemente a una diferencia corporal que comúnmente se entiende como binaria: existen mujeres (todas iguales) y hombres (todos iguales). Sin embargo, Connell tiene especial cuidado de no limitar esta participación de los cuerpos como una simple “diferencia natural”, sino que reconoce que esta definición puede hacer que los “patrones culturales simplemente” expresen “la diferencia corporal” (Connell 2014: 9).

La definición de género de Connell (y otros autores también la entienden así) introduce esta idea de una estructura social, pero contenido en esta idea está el riesgo de definir el género como algo fijo o “estructurado” de tal manera que no haya espacio para la discrepancia y la no conformidad con dicho orden social. Afortunadamente, hoy día se reconoce que “las distinciones que hacemos no son necesariamente dadas por el mundo que nos rodea, sino que son producidas por los sistemas de simbolización que aprendemos” (Belsey 2002: 7). Al comprender que la estructura es “ficticia”, los estudios de género pueden prestar atención a aquellas situaciones de disidencia dentro de la “estructura de género” reconociendo por lo tanto que existe una intención de imposición para cumplir con la estructura de género que no necesariamente se logra imponer. Resumiendo, la definición de Connell ayuda a entender el género como parte de una estructura o disposición de la sociedad que pretende ser verdadera y natural, pero que en realidad no refleja la realidad.

Es importante volver a la comprensión binaria del género y ver el fracaso de la estructura del género que se mencionó anteriormente. La socióloga Amy Wharton ayudó a comprender la dificultad con esta comprensión del género. Ella explica que las definiciones de género que surgieron de los movimientos feministas se centraron en las diferencias entre hombres y mujeres, e ignoraron las diferencias entre grupos de hombres y grupos de mujeres (Wharton 2005: 4). Wharton también señala que esta idea binaria de género se basa en una diferencia de sexo basada en cromosomas, apariencia física y sexual, hormonas, entre otras cosas. Sin embargo, estas categorías sexuales de dos sexos siguen siendo no del todo certeras, ya que hay un porcentaje de seres humanos que no se corresponden con estas categorías (Wharton 2005: 18), por ejemplo, las personas intersexuales.

Este tipo de vacíos son los que Judith Butler discute en su libro “El género en disputa”, y sus propuestas sobre género y sexualidad son fundamentales para la comprensión del género en medio de los debates actuales. En su trabajo, Butler es consciente de las nuevas jerarquías que produce el binarismo de género y critica el tipo de feminismo que refuerza las “normas de género excluyentes” (Butler 2007: viii). Su trabajo también nos acerca a la sexualidad, ella establece un vínculo entre el género y la sexualidad, y afirma que la regulación del género es una forma de asegurar la continuación de una heterosexualidad normativa (Butler 2007: xii). Es preciso a la hora de comentar que es género, estar conscientes de esta estrecha relación (que no es lo mismo que equivaler género y sexo) ya que existe una estrecha relación entre ellos y cómo la sociedad piensa y actúa ante uno puede influenciado por el otro (si soy una niña conforme a los roles asignados, vivo un tipo específico de sexualidad).

De forma similar a la comprensión previa de género, Butler recuerda a Foucault para explicar el concepto de género como una estructura o sistema social, pero en realidad va más allá y lo evalúa. Ella cita a Foucault quien dice que hay “sistemas jurídicos de poder” que regulan a las personas a través de medios tales como prohibiciones y limitaciones, creando de esta manera los sujetos que esos sistemas o estructuras pretenden encarnar (Butler 2007: 2-3). Pero Butler cuestiona esta idea de una estructura o sistema fijo llamado género. Sobre la idea de una construcción / estructura social, ella escribe que:

“Si el género es la construcción social del sexo, y si no hay acceso a este “sexo” excepto por su construcción, entonces parece que no solo el sexo es absorbido por el género, sino que el “sexo” se convierte en algo así como una ficción, quizás una fantasía, instalada retroactivamente en un sitio prelingüístico al que no hay acceso directo.” (Butler 2011, xv) (Traducción propia)

Una primera crítica que ella hace es señalar el hecho de que el género es contextual y, por lo tanto, “el género no siempre se constituye coherente o consistentemente en diferentes contextos históricos” y también que “el género se cruza con modalidades raciales, de clase, étnicas, sexuales y regionales” de identidades constituidas discursivamente (Butler 2007: 4). Esta afirmación de Butler comenzó a mostrar que el género es mucho más complejo y cambiante de lo que se creía. También hay una crítica directa a la idea de “patriarcado” y la noción universal de la misma. Estas evaluaciones son relevantes porque Butler hizo el llamado de prestar atención a la imposición de las ideas occidentales como principios universales para todos los contextos. Es absolutamente necesario estar al tanto de las imposiciones de género y la dinámica de colonización que podría estar presente en los mismos intentos que existen actualmente por explicar el género. Nuevamente, hoy día se tiene una idea de género más compleja que no puede evadir la inter-seccionalidad y las diferentes experiencias y contextos.

Otra crítica que Judith Butler hace es en relación a la idea estructuralista de que el género es una construcción cultural basada en una diferencia natural. Recordando las explicaciones del sociólogo mencionadas anteriormente, se afirmaba que el género es una construcción social basada en la comprensión de los cuerpos masculino y femenino. Como lo mencionaron antes los sociólogos, esta comprensión del género es limitada, sin embargo, esta la limitación la mencionan y no desarrollan la idea. Como alternativa, Butler adopta una posición post-estructuralista que niega las estructuras binarias y las ideas totalizadoras de género (Butler 2007: 54). Como ella sugiere, la estructura social no solo construye una idea de género (masculino y femenino), sino que también construye una idea de sexo (macho y hembra) en la que se basa la construcción del género (Butler 2007). Ella critica esas construcciones cuando comenta los problemas de tal lógica. Estas construcciones dependen unas de otras para ser y crean una comprensión ficticia de género y sexo. El carácter de ficción pertenece precisamente al estado de construcción social de ellos, y no en un estado de hecho natural. Al igual que Butler, varios autores explican el sexo como una construcción social y cultural (Butler 2011: xii; Isherwood 2000: 20; Weeks 1998: 63-64), lo que significa que las prácticas y nociones sexuales están relacionadas con las construcciones contextuales. Pero ampliaré el sexo y la sexualidad en la siguiente sección.

Resumiendo, el concepto de género que se deduce de los autores mencionados es el que entiende el género como una estructura social, lo que significa que hay un “sistema de prácticas sociales” que crean y reproducen una forma de ser “femenino” o “masculino”. Esta estructura social también crea una identidad de género dominante o hegemónica, y las identidades de género que no corresponden a la estructura son menos valoradas por la sociedad. Los estudios de género hoy día son conscientes de las brechas existentes y reconocen que la estructura no es fija y que a menudo se rompe con la estructura porque la realidad no se refleja en ella. Es por esta razón que el género no es algo sencillo de definir ya que es dinámico y complejo, por ello se hace importante problematizar el concepto de género que se usa en diferentes espacios y analizarlos frente a la realidad.

¿Cómo podríamos entender sexo y/o sexualidad?

La “sexualidad” no es un hecho, es un producto de la negociación, la lucha y la agencia humana.

Jeffrey Weeks

Con la previa introducción al pensamiento de Butler introduje la discusión sobre el doble significado de palabras como el sexo. Conociendo estos ‘juegos de palabras’ y definiciones que intervienen entre sí, introduciré una importante diferenciación para este artículo. Existe una clara distinción entre género, sexualidad y sexo; a pesar de que se pueden encontrar juntos, y existen claras relaciones entre ellos. Sin embargo, es importante enfatizar las distinciones entre ellos.

El género no es igual a sexo, ya que el género está mayormente relacionado con los estereotipos y los roles asignados en consecuencia a las estructuras sociales de “feminidad” y “masculinidad”; a diferencia de esto el sexo está asociado con la distinción del cuerpo entre machos y hembras (careciendo esta definición mencionar otras variaciones de cuerpos que no encajan dentro de este binario). Por supuesto, en ambos casos existe la presencia de un sistema hegemónico que reproduce una comprensión binaria de ambos, tanto género como sexo. Los escritos de Butler ya llaman la atención sobre este sistema hegemónico, que ella llama “matriz heterosexual” (Butler 2007). La matriz heterosexual es bien comprendida por las teólogas feministas cuando dicen que la matriz heterosexual es la fabricación que dice que la heterosexualidad es una identidad dada natural (Isherwood y Althaus-Reid 2004: 5), lo que significa que cualquier otra expresión de sexualidad es anormal y debe ser cuestionada.

Ahora, el sexo entendido como características sexuales corporales (genitales, cromosomas, etc.) no equivale al sexo como un acto, o la sexualidad como una forma o expresión de identidad sexual. El historiador y sociólogo Jeffrey Weeks explica estas diferencias de términos y significados. Él dice que el término “sexo” podría referirse “a un acto y a una categoría de persona, a una práctica y a un género” (Weeks 2010: 4-5). De esta forma, Weeks introduce la ambigüedad que existe alrededor del término. Explica que alrededor del siglo XVI comenzó el uso de la palabra “sexo” y se utilizó para reconocer una idea de “dato biológico básico”, estas son las características sexuales corporales mencionadas anteriormente (Weeks 2010: 5). Sin embargo, en la actualidad, desde el siglo XIX, la palabra sexo se usa para hacer referencia a un acto sexual o relación sexual con otro ser sexual (“tener relaciones sexuales”) (Weeks 2010: 5).

Esta variación del significado de la misma palabra en diferentes siglos funciona como una clave para ver cómo el sexo, al igual que el género, es una construcción social que cambia a medida que las sociedades cambian. Autores como Judith Butler y la teóloga Lisa Isherwood también hacen la aclaración de que el sexo, así como el género, también es una construcción social y como tal difiere con la idea del sexo simplemente como una diferencia biológica (Butler 2011: xi), o como un natural dado por Dios (Isherwood 2000: 20). Sin embargo, como construcción social, existen implicaciones importantes en la forma en que la sociedad experimenta y socializa el sexo.

Por otro lado, Jeffrey Weeks dice que el término “sexualidad” hace referencia a “sentimientos sexuales personalizados que distinguen a una persona de otra (mi sexualidad), al tiempo que insinúan esa esencia misteriosa que nos atrae el uno al otro” (Weeks 2010: 5, traducción propia). Sobre la base de esta idea de “mi sexualidad”, la sexualidad puede entenderse como las prácticas y sensaciones sexuales experimentadas en el cuerpo y la mente, que están relacionadas con los cuerpos sexuados y que a través de la socialización podrían aprenderse o desearse. La académica ugandesa Sylvia Tamale argumenta que la sexualidad es algo complejo que involucra diferentes elementos como “conocimiento sexual, creencias, valores, actitudes y comportamientos... procreación, orientación sexual... relaciones personales e interpersonales... placer, cuerpo humano, vestimenta, autoestima, identidad de género, poder y violencia “(Tamale 2011, 11-12, traducción propia). Mirando la lista mencionada por Tamale, hay varios factores sociales que juegan un rol importante dentro de la sexualidad.

En el momento en que el sexo (biológico) es asumido por cualquier cultura, ocurre la sexualidad como una construcción social. De esta manera, la sexualidad siempre está conformada por fuerzas sociales que influyen en la forma en que se entiende y se vive el sexo (Weeks 2010: 20). Hay muchas realidades que se cruzan e influyen entre sí. La etnicidad, la edad o la clase social, por poner algunos ejemplos, podrían influir en la forma en que se construye la sexualidad en una cultura o grupo específico de personas, y esta construcción se diferenciara de la de otras culturas o sociedades. En relación con la construcción de la sexualidad Weeks dice:

Quiero enfatizar que la sexualidad está conformada por fuerzas sociales. Y lejos de ser el elemento más natural en la vida social, el más resistente al moldeado cultural, es quizás uno de los más susceptibles a la organización. De hecho, iría tan lejos como para decir que la sexualidad solo existe a través de sus formas sociales y organización social. Además, las fuerzas que dan forma y moldean las posibilidades eróticas del cuerpo varían de una sociedad a otra. (Weeks 2010: 20, traducción propia)

La sexualidad como algo natural es un mito que ha sido reproducido en las sociedades modernas, y que el cristianismo sostiene mediante el uso de textos bíblicos. Sin embargo, estas ideas sobre la sexualidad tienen una serie de consecuencias en cuanto a cómo se relacionan los seres humanos entre sí. Algunas de las implicaciones de estas construcciones de “sexo” y “sexualidad” son:

1.    Existe una preferencia y dominio social de la ‘matriz heterosexual’. Esto es que la sociedad favorece y estimula el sexo como un hecho biológico que podría ser solo macho o hembra y que corresponde a una sexualidad heterosexual. Esto es, que existe una idea de “tener órganos sexuales apropiados y potencialidades reproductivas”, y la posesión de estos órganos apropiados se combina con una “forma correcta de comportamiento erótico” (Weeks 2010: 4-5).

2.    Dentro de esta matriz heterosexual también hay una “polarización entre ‘los sexos’” donde los hombres y las mujeres se entienden como totalmente opuestos (Weeks 2010: 5). Esta polarización ha funcionado para someter a las mujeres bajo los hombres, y las características típicamente femeninas bajo las características masculinas.

3.    El carácter de “natural” que se le da al sexo también refuerza la idea de que el sexo es algo misterioso e inevitable que no puede contenerse ni refrenarse. (Weeks 2010: 5). Esta es una idea muy peligrosa ya que las injusticias sexuales como la violación se ejecutan con la excusa de lo inevitable o como algo provocado.

4.    También existe el establecimiento de una jerarquía de sexos en la que cierto tipo de hombre o mujer, con cierto comportamiento sexual, es más “natural” y por lo tanto aceptable que otro/a. Estando en la cima de la jerarquía quienes expresan un comportamiento heterosexual “correcto” y lo que no encaja dentro de este modelo se categoriza como una perversión (Weeks 2010: 5).

¿Cuál es la verdadera Ideología de Género?

Las implicaciones mencionadas en la sección anterior son solo algunos ejemplos de las consecuencias de una construcción única e impuesta de género-sexo-sexualidad. Estas implicaciones (y otras) hacen referencia no solo a una construcción social sino a una ideología que justifica ciertos actos y que produce “minorías sexuales” (Weeks 2010: 6).

En un intento por romper con esta ideología, dentro de los actuales estudios de género hay la firme convicción de que no existen expresiones naturales, fijas e inmutables de la sexualidad y el género. Pero que la forma correcta de referirse a la sexualidad y el género es través del reconocimiento, la aceptación y el respeto de las diversas identidades y expresiones (en plural). También existe la firme convicción de que la jerarquía del sexo no es natural, no es divina y, por lo tanto, debe ser denunciada. Para romper esta ideología dentro de los discursos teológicos y poder utilizar un nuevo lenguaje cuando se habla del género, el sexo, y la sexualidad las teologías feministas y queer son las especialistas. Ellas aportan nuevas reflexiones y conocimientos bíblico-teológicos que permiten cuestionar las concepciones tradicionales en relación al género y la sexualidad, así como tener nuevos entendimientos del tema sin reducirlos a moldes ya creados desde una cultura patriarcal e inamovible.

Partiendo del entendimiento de la sexualidad como construcción social y no como un hecho fijo natural, las implicaciones de la sexualidad hegemónica construida no solo se exponen y denuncian, sino que se contrarrestan con nuevos “puntos de partida” (Weeks 2010: 20):

1.    La idea de que el sexo es un “ámbito autónomo” es rechazada. El sexo no se entiende más como “natural” y diferente de lo “social” (Weeks 2010: 20).

2.    Existe una conciencia de los diversos factores sociales que influyen en la sexualidad y, por lo tanto, de las diferentes culturas sexuales (Weeks 2010: 20).

3.    Existe la aceptación de que la sexualidad no puede ser totalmente comprendida o contenida, sino que las sexualidades son “producidas en la sociedad de maneras complejas” (Weeks 2010: 21).

Tal y como se mencionó en la introducción, no se ahondará en la expresión “Ideología de género” que es tan recurrentemente utilizada por los grupos políticos conservadores, así como partidarios neo-pentecostales. Tampoco se presentarán conclusiones, sino que es mi esperanza que este repaso de términos sirva para que cada uno y cada una sume a su propia reflexión, y construya sus propias conclusiones. ¿Cuál es la verdadera ideología de género?

Bibliografía

Isherwood, L. & Althaus-Reid, M. 2004. ‘Introduction: Queering Theology. Thinking Theology and Queer Theory’ in Isherwood, L. & Althaus-Reid, M. The Sexual Theologian: Essays on Sex, God and Politics. London & New York: T & T Clark International. p. 1-15.

Belsey, C. 2002. Post-structuralism: a very short introduction, New York: Oxford University Press.

Butler, J. 2007. Gender trouble: Feminism and the subversion of identity, New York and London: Routledge.

Butler, J. 2011. Bodies that matter: On the discursive limits of sex, New York and London: Routledge.

Connell, R. W. 2014. Gender and power: Society, the person and sexual politics, Cambridge UK: Polity Press

Isherwood, L. 2000. ‘Sex and body politics: Issues for feminist theology’ in Isherwood ed. The good news of the body: Sexual theology and feminism, Sheffield: Sheffield Academic Press, 20-34.

Tamale, S. 2011. ‘Researching and theorising sexualities in Africa’, in African sexualities: A reader Tamale, S (ed.) Oxford: Pambazuka Press. 11-36

Weeks, J. 2010. Sexuality (3ed edition). New York: Routledge.

Wharton, A. S. 2005. The sociology of gender: An introduction to theory and research, Oxford: Blackwell Publishing.

 

••••••

Karoline Mora, Licenciada en Ciencias Teológicas de la UBL; Master en Género y Religión de la Universidad de KwaZulu-Natal (Sudáfrica) y Académica del Instituto de Estudios de la Mujer de la Universidad Nacional de Costa Rica.

k.mora@ubl.ac.cr

Recibido: 14 de marzo de 2018

Aprobado: 21 de abril de 2018