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Vida y Pensamiento Revista Teológica de la
Universidad Bíblica Latinoamericana Volumen 38 Número 1 - San
José, Costa Rica De la “ideología
de género” a la justicia de género Apuntes bíblicos y teológicos |
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Ideología de género y desafíos
pastorales pp. 89-107 Nidia V. Fonseca R. |
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Resumen: Este artículo presenta una reflexión alrededor de la cosmovisión
patriarcal, la adherencia de las religiones a esta cosmovisión y el daño
causado a las vinculaciones de la humanidad. El afecto ha sido dañado por
causa de esta cosmovisión porque justifica la violencia en las relaciones. Al
final se propone algunas pautas pastorales para recuperar la convivencia
desde la ternura. Abstract: This article presents a reflection on the patriarchal worldview, the
attachment of religions to this worldview, and the damage it causes to human
relationships, because it justifies violence. Finally, the author proposes
some pastoral recommendations to live together in harmony. Palabras claves: ideología, cosmovisión, género,
fundamentalismo teológico, convivencia, ternura. Key words: ideology
worldview, gender, theological fundamentalism, coexistence, affection. |
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Introducción
En los últimos años
hemos venido experimentando en el Continente una oleada de mensajes acerca de
los pocos avances que en materia de convivencia humana y planetaria hemos
transitado los seres humanos. Esos mensajes provocan reacciones
contradictorias: para algunas personas provocan una gran preocupación y para
otras provoca indiferencia e incredulidad, como muestra de su ignorancia. En
medio de ese vaivén se reciben posturas igualmente contradictorias por parte
de los poderes políticos y económicos nacionales y por las organizaciones internacionales
(estatales y privadas) dejando a las poblaciones en condiciones de
vulnerabilidad para tomar decisiones efectivas al respecto. ¿Por qué? Los ecologistas, con
legítima preocupación, han venido argumen-tando que si continuamos por el
camino de la producción y del consumo de los bienes y servicios humanos a
costa de la vida de los otros seres vivos y ecosistemas, estaremos “cavando”
nuestra propia tumba, porque el planeta no soporta esos niveles de producción
y consumo. Nos advierten sobre la huella
ecológica; es decir, la superficie ecológicamente productiva que se necesita
para que cada persona consuma y asimile los residuos que produce su propio
consumo. De acuerdo con esto, nos desafían que necesitaríamos 1,2 planetas
Tierra para sobrevivir. Esta advertencia no
viene anunciada como amenaza material o moral, los científicos han venido
revisando nuestras formas de convivencia, de gobernanza, de administración y
consumo. En ese análisis se nos plantea que las formas de vida que hemos
llevado a cabo se han caracterizado por la servidumbre y división de toda
índole entre las personas: división material o de clase, diferencias por
etnias o color de piel o racismo, de formas de producción libre, esclava, de
explotación y/o servidumbre,
diferentes códigos morales a favor o en contra de esas formas de
convivencia y sobrevivencia, diferentes estilos de aprendizajes, divisiones
por condición de género y diferentes expresiones de espiritualidad y
experiencia religiosa, procurando imponerse unas sobre las otras. En el seno
de todas esas divisiones subyace una ideología que ha permeado generaciones y
geografías, una ideología basada en la sumisión. Esta ideología se ha
caracterizado por considerar como legítima aquella convivencia humana
caracterizada por una escala de valores que considera a unos seres humanos
superiores a otros y justifica por lo tanto divisiones de diverso tipo en la
convivencia humana. Esta ideología se auto-legitima por la imposición de la
violencia simbólica, materializada por medio de mitos y estereotipos y otros
tipos de violencia como la militar y la doméstica, por ejemplo. Se le llama ideología
porque tiene un conjunto de ideas sobre cómo organizar una sociedad o a un
conjunto de personas que conviven en un tiempo y espacio determinados y se
orienta sobre la identidad de las personas. Estas ideas buscan imponer su
perspectiva y para ello usan el
discurso académico, las artes, las ciencias y hasta la fuerza militar para
imponerse. Una de esas ideologías que ha permanecido por siglos es el
patriarcado, que según la época histórica se ha combinado con otras
expresiones filosófico- políticas.
Cuando una ideología trasciende de esa manera, se le puede calificar
de cosmovisión pues no solo traspasa personas, y sociedades, sino también sistemas
de gobernanza. Hay muchas formas de
expresiones para definir el patriarcado. Aquí tomaremos una de las
expresiones más simples pero que, nos parece, contiene sus características
más fundamentales. El patriarcado es una forma de organizar a las sociedades
y a las personas de manera jerárquica y con una escala de valores donde lo
masculino tiene más valor que lo femenino. Estas dos características han
estado presentes en casi toda la historia humana y por eso la podemos
calificar de cosmovisión. Como es de esperarse, en este proceso
histórico, filosófico, económico, político, personal y colectivo, ha habido
personas que se han beneficiado. Las ganancias y pérdidas han sido en cada
caso muy altas. Consideramos ahora cómo se ha intentado contrarrestar a esta
ideología. Recordemos que la idea de estos análisis es la de comprender el
rol que ha jugado esa cosmovisión en las espiritualidades y en la convivencia
humana para entonces establecer algunas pautas pastorales que nos ayuden a
repensar cómo rectificar los daños que ha causado esta cosmovisión. Derechos humanos y teoría de género
Consecuencia de las
experiencias de la Primera y Segunda Guerra Mundiales, en junio de 1945, en
medio de varias deliberaciones se logra que 50 países firmaran la Carta de la
Organización de las Naciones Unidas en la cual, se declaran los siguientes
objetivos y principios (www.un.org/es/about-un/): Objetivos: I.
Mantener la paz y la seguridad
internacionales. II.
Promover la amistad entre las naciones. III.
Impulsar la cooperación internacional para
solucionar aquellos problemas de efecto universal en las áreas económica,
social, cultura y humanitaria, conservando el desarrollo y estímulo de los
derechos humanos y las libertades fundamentales. IV.
Estimular los esfuerzos de las naciones por
alcanzar estos propósitos comunes. Los principios son
aquellos aspectos que regulan los procedimientos para alcanzar los objetivos
y asegurar la paz y la seguridad internacionales. Veamos: 1. Se parte de la
igualdad soberana de todos los países miembros 2. Todos los firmantes
deben cumplir las obligaciones contraídas de conformidad con la Carta 3. Las controversias
entre los países se deben resolver por las vías pacíficas y sin poner en
peligro la paz, la seguridad o la justicia. 4. Los países miembros se
inhiben de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra otros Estados. 5. Todos los países
colaboran para el ejercicio efectivo de la ONU y no ayudarían a Estado
ninguno contra el cual la Organización estuviere ejerciendo acción preventiva
o coercitiva. 6. A la vez, la ONU no
está autorizada en intervenir en los países en aquellos aspectos considerados
de jurisdicción interna de los Estados. 7. La Organización de las
Naciones Unidas haría que los Estados
no miembros también se conducirían de acuerdo con estos principios, en
la medida que fuera necesaria, para mantener la paz y la seguridad
internacionales Este organismo ha
afianzado su compromiso con respecto a los Derechos Humanos porque los
conflictos armados han demostrado histórica y coyunturalmente que todas las
violencias, en especial las militares; tienen de fondo y consecuencia la
violación de los derechos de las personas. Por eso, no es casualidad que tres
años después de firmada la Carta de las Naciones Unidas, se firmara la
Declaración Universal de los Derechos Humanos. Mucho se le podría criticar a
este Organismo Internacional pero lo que sí se le debe reconocer ha sido la
lealtad a esa Declaración y los avances que en esa materia se ha gestado. Diez años más tarde,
en 1955, John Money, psicólogo del Hospital Johns Hopkins propuso los términos “papel de género” e
“identidad de género” para analizar el conjunto de conductas e identidades
atribuidas a los varones y a las mujeres (Gomáriz, 1994,11). La profundización acerca de cómo se da el
proceso entre identidad sexual e identidad de género por parte de los
movimientos feministas permitió reconocer las diferenciaciones entre roles,
identidades y relaciones entre hombres y mujeres. Poco a poco, los avances en
materia sexo-género facilitaron en la década de los años 80 del siglo pasado,
generar una teoría de género que como categoría de análisis o perspectiva,
permite estudiar y conocer la realidad como devenir histórico, conocer e
interpretar las consecuencias de la ideología patriarcal (cosmovisión) y la
ubicación que en la misma tienen los varones y las mujeres, así como el
manejo del poder y del proceso del conocimiento en el acontecer cotidiano en
las sociedades y en las vinculaciones humanas. Al respecto nos dice Ivonne
Gevara, Parto de la afirmación,
según la cual, género no es simplemente el hecho biológico de ser hombre o
mujer: significa una construcción social, un modo de ser en el mundo, un modo
de ser educado y un modo de ser percibido, lo que determina el ser y el
actuar de cada individuo (…) En este sentido, decir género significa
masculino-femenino en su relación de producción social y cultural, en la
enseñanza y en el aprendizaje de los comportamientos y en la reproducción de
estos. Decir hombre y mujer ya es introducir un modo “de ser en el mundo”
propio de cada sexo, un modo de ser que es fruto de un complejo tejido de
relaciones culturales” (Gevara, 2002, 111y 117). El binomio derechos
humanos y teoría de género ha sido una alianza fantástica para develar la
injusticia estructural del orden socialmente establecido y también ha
permitido establecer una cantidad de convenciones, leyes y condiciones que
deben ser acatadas tanto a nivel mundial, como a nivel de países y personas;
leyes y condiciones que buscan tender puentes entre las divisiones que se han
establecido por años. Varios han sido los
aportes de esta teoría, pero aquí nos interesa destacar lo que mencionamos en
la introducción, a saber: que gracias a esta categoría de análisis podemos
visualizar el carácter de las vinculaciones en las relaciones humanas, las
cuales están dadas por la cultura, lo que implica que pueden ser
transformadas. Como producto de ese análisis, se les puede calificar de
relaciones saludables u opresivas. La opresión es el conjunto de
características que llevan a la subordinación. La subordinación, a su vez,
impide el desarrollo pleno de las capacidades humanas. Cuando decimos
entonces que una persona, grupo o sociedad está en condición de subordinación
implica que se le condena a diversas formas de minusvalía, codependencia o
servidumbre, en otras palabras, no son libres. Esta condición ha sido la que
históricamente han experimentado las mujeres. En resumen, tenemos
por lo menos dos lentes para analizar críticamente las vinculaciones que se
practican en la cotidianidad, las ciencias y la historia. Éstos son los
lentes de los derechos humanos y los de género. Estos lentes no son usados
por todas las personas o entidades; quienes no los usan provocan discordancia
en las conclusiones de una investigación o en las propuestas de vida para el
bienestar humano. ¿Por qué algunas personas no usan dichos “lentes”? Por lo
general, no los usan porque no quieren abandonar un status adquirido que les
ha generado muchas ganancias. Ganancias que temen perder y por ello se
resisten a perderlas. En otros casos, la razón por la cual otras personas no
los usan (o no los aceptan) es la ignorancia.
Religión, Derechos y Género
Es importante analizar
las espiritualidades, creencias y/o religiones pues éstas nos muestran cómo
ha sido el rol de las mujeres y hombres no solo en su práctica de fe sino
también en el propio proceso de “hacerse” mujeres y varones. En el caso de la
religión cristiana, ésta ha sido un factor importante en el proceso de
discriminación de las mujeres. Ha sido también muy importante en el
afianzamiento del mito de la superioridad de los hombres; es decir, la
religión cristiana ha contribuido a través de mitos a inculcar el estereotipo
de que las mujeres son inferiores y que por ello deben permanecer en
condición de subordinación. En los espacios
religiosos, lamentablemente, es donde más se experimenta la invisibilización
de las mujeres, empezando por el lenguaje en masculino que se emplea. Esta
práctica ignora no solo la presencia de las mujeres, sino que ignora también
sus capacidades y aportes, inhibe su liderazgo y lo justifica. Esto hace que
se fomente una sistemática discriminación,
considerada como razonable y hasta justificada bíblica y teológicamente. Otra
consecuencia es la de creer que la autoridad es intrínsecamente masculina y
que las mujeres, por tanto, deben permanecer sometidas a dicha autoridad,
llegándose a considerar los términos obediencia y sumisión como sinónimos.
Podemos decir entonces
que la religión genera relaciones desiguales e injustas entre las mujeres y
los hombres, entre la institución eclesial y los creyentes. Esta condición de
subordinación como lealtad a la fe y a la institucionalidad religiosa, llevó
a muchas mujeres y a algunos hombres a preguntarse, ¿valida Dios estas
condiciones de relacionamiento humano?, ¿qué dice la Biblia al respecto? Cuando vamos a las
Escrituras nos encontramos con que hay dos opciones: ¿leo críticamente el
texto, es decir, para comprender lo que leo, ¿debo discernir el contexto y la
cultura en donde se desenvuelven los hechos bíblicos o simplemente, leo y
acepto lo que literalmente dice el texto? Este ha sido un dilema que ha
traído divisiones al interno de las religiones y en especial al interno del cristianismo.
La corriente de pensamiento que se opone a una lectura más abierta, dinámica
y crítica de la Biblia se le conoce como fundamentalismo. El fundamentalismo
teológico se caracteriza por considerar: 1. La infalibilidad del
texto bíblico, el mensaje se toma literalmente. Al defender esta
interpretación literal del texto bíblico, el fundamentalismo defiende al
creacionismo (el universo fue creado en siete días sin ningún proceso
evolutivo de por medio). 2. Se creó por
consiguiente primero al hombre y luego a la mujer. ¿Consecuencias?
Sometimiento de las mujeres a la voluntad y sabiduría masculina. A Dios se lo
considera como es un ser divino masculino, que ha de ser adorado, respetado,
temido y obedecido sobre todas las cosas. Esta devoción intensa y duradera
significa que hay cosas que son innegociables, como la relación de igualdad y
equidad entre los seres humanos, sea en la relación entre varones y mujeres,
entre varones, y entre mujeres. Unos deben someterse a otros por razón de
“ungimiento” o por “dones”. 3. La familia es el
núcleo fundamental de la sociedad, y solo un hombre y una mujer pueden unirse
para conformarla, por tanto, la heteronormatividad es lo que se acepta como
correcto y como voluntad de Dios. 4. La descripción
fundamentalista de la voluntad de Dios para la humanidad es que Dios quiere
que las cosas sean como eran antes. Nos preguntamos:
antes, ¿de qué?, ¿antes de que las mujeres denunciaran la alianza
político-económica e ideológica de la cultura patriarcal y las
religiones? En el fondo, pareciera que
se trata de mantener un determinado estatus quo aunque sea injusto. Al
respecto nos dice Cora Ferro, La religión daña profundamente la autoestima de las mujeres cuando,
precisamente por medio de mitos y estereotipos basados en una lectura prejuiciada
y errada de la Biblia, nos convencen que somos [las mujeres] inferiores,
débiles, malas, incapaces de dirigir nuestras vidas, nacidas para el
sufrimiento y el aniquilamiento en nombre de la virtud. La idea que más daña
la autoestima de la mujer es la de que fue ella, a través de la tentadora
Eva, la que trajo el mal al mundo y es la responsable de la expulsión del
hombre, del paraíso (Ferro, 1994, 27). El pensamiento crítico
que se va gestando por la reflexión sobre el acontecer humano y la calidad de
las relaciones y los vínculos, exige una revisión de las bases de las
religiones, en especial de la religión cristiana y su quehacer misionero como
testimonio de su fe. El quehacer de la religión se desenvuelve en el lugar
social, histórico y concreto donde todos los seres vivientes, creados por
Dios, accionan y hacen posible la vida. La religión concreta
la Misión de Dios en el lugar donde las personas se desenvuelven
cotidianamente, es decir en la sociedad. Es el lugar donde se desarrolla el
quehacer humano y divino. Es el lugar donde la Misión Divina inspira a la
humanidad creyente para transformar el pecado personal y social y que
obstaculiza la vida plena, justa para todas y todos y en especial para
quienes sufren las mayores consecuencias de los errores humanos. La Misión
entonces es un quehacer especial que concreta la voluntad de Dios. Esa
voluntad divina se caracteriza por el amor a sus criaturas: la humanidad y el
cosmos. Esa creación gime de dolor por la dominación, subordinación,
discriminación y explotación a la que está sometida, y el quehacer misionero
procura restaurarla, liberarla de esa condición mediante la participación
consciente de todas sus criaturas. Podríamos decir
entonces, que es un lugar donde se vive la reconciliación humana, se
desenmascara la coexistencia de opresores y oprimidos y donde el amor es el
eje transformador de las relaciones. Comprendida de esta manera la Misión, el
proceso de restauración y reconciliación compete a todas y todos, desde el
lugar escogido personal y colectivamente para vivir. Eso requiere
comprensión, conocimiento y voluntad de parte de todos los actores, para
dejar atrás lo que hemos hecho mal y disponernos al cambio sin apegos a las
costumbres y a las ganancias primarias y secundarias obtenidas por parte de
unos pocos o de muchos. Aquí se trata de optar por la humildad, reconociendo
los errores y decididos, con toda voluntad y consciencia a regresar al camino
establecido por la Justicia Divina. Para regresar al
camino de la vida plena para todas y todos, hay que reconocer que el pecado
personal y estructural tiene rostros, cuerpos que han sufrido la violación
sistemática e histórica de sus derechos. Esos rostros y esos cuerpos
históricamente han sido femeninos y de personas empobrecidas. En el Antiguo
Testamento, esos rostros fueron las viudas, los huérfanos y los extranjeros;
en el Nuevo Testamento fueron las mujeres, los niños y las niñas, las
personas consideradas endemoniadas y las personas enfermas, nacionales o
extranjeras. En otro tiempo fueron los pueblos esclavizados, las personas
analfabetas, luego, los obreros y campesinos.
Hace más o menos 500 años, en el periodo de la conquista y
colonización europea, fueron africanos y latinoamericanos es decir: negros,
indígenas y cobrizos. Hoy son las personas empobrecidas o personas estigmatizadas
por su condición económica, social y/o su identidad u orientación
sexo-género. Los fundamentalismos
se oponen radicalmente a ese proceso de conversión porque están apegados a lo
conocido, aunque lo conocido haya estado errado en el sentido de que ha
impedido establecer la justicia y no ha sido capaz de detener las divisiones,
las violencias, los maltratos, los estigmas, lo empobrecimientos. A su vez,
consideran una amenaza a sus creencias, a aquellos contenidos científicos y
políticos que buscan la transformación a partir de los lentes de los Derechos
Humanos y de Género. Para estos círculos, tal perspectiva es considerada
nefasta y peligrosa para la fe, la han calificado de ideología y la denominan
“ideología de género”. Para contrarrestar a esa “ideología” han apelado a la
lectura literalista de Biblia y se han organizado para permear todo el
quehacer social, en especial el quehacer donde se desenvuelven los poderes
políticos y económicos en cada país e
intentan permear el espacio internacional donde se debaten los compromisos
para la paz y la seguridad internacional como son los organismos que
constituyen la Organización de las Naciones Unidas, porque consideran que ese
es el “nicho” donde se gestan los lentes de los derechos y del género, es
decir, donde se gesta esa otra cosmovisión que rivaliza con la cosmovisión
patriarcal. Posicionar la
perspectiva de género y de los derechos humanos como una ideología es muy
peligroso porque las ideologías impiden el diálogo y la negociación, porque
éstas deben la lealtad a sí mismas y no dan cabida a una posible
transformación. También resulta peligroso porque las ideologías no
simplemente debaten ideas, sino que combaten la vida de quienes no comparten
las suyas. En este caso, el enfrentamiento no se hace de ideología a
ideología sino que se hace desde las creencias supuestamente vulnerabilizadas
por la “ideología de género”. Pautas pastorales para la convivencia
Estamos en un momento
histórico muy vulnerable en el hemisferio oeste del planeta. Esta
vulnerabilidad ha sido presentada con rostro religioso. Recordemos que la
historia nos ha demostrado que los más grandes holocaustos que la humanidad
experimentó se dieron en nombre de creencias: el holocausto indígena-afro y
el holocausto judío. En estos casos al
presentar el choque de “ideologías” como un choque de creencias, se evade la
realidad y se invisibilizan los rostros que viven la verdadera
vulnerabilidad, causada por las grandes desigualdades y empobrecimientos que
las condiciones económicas han provocado, además de los procesos de estigma y
discriminación que se le atribuye a quienes sufren las consecuencias de esas
condiciones económicas. A pesar de los avances
científicos, a pesar de las denuncias realizadas por las formas de producción
y consumo que ha provocado la crisis climática, a pesar de las exigencias de
transparencia en la gobernanza por los delitos de corrupción causados por la
clase política tradicional, las élites político-económicas impusieron la
Globalización como sistema de gobernanza y de modo de producción. Este
sistema provocó las más grandes desigualdades en la convivencia humana y las
inconformidades de los resultados se han silenciado mediante la invasión
militar y sostenida por discursos que apela al sistema de creencias o de las
religiones. Una vez más, han invertido la verdad, que el sistema se
vulnerabiliza no por ese tipo de gobernanza sino por la apelación al derecho
a la vida de todas y todos por medio de los derechos humanos y el género y para
contrarrestar esa supuesta vulnerabilidad se han inventado la ideología de
género. ¿Cómo establecer en
esta supuesta bipolaridad ideológica, pautas para la convivencia a fin de
detener el caos que se aproxima? No tenemos una receta, pero sí tenemos experiencia
y a partir de la misma, nos atrevemos a enumerar una serie de posibles pautas
que nos lleven a establecer puentes entre las divisiones. Todas y todos
debemos aprender a vivir juntos en medio de las diversidades culturales,
económicas, políticas y religiosas. Vivir juntos para construir y
experimentar cotidianamente la paz, la bondad y la misericordia es un
imperativo humano. Ninguna persona es autosuficiente como para determinar que
puede vivir sin nadie. Es muy importante entonces pensar el para qué.
Este para qué requiere de opciones: dentro de esas opciones está garantizar
el derecho a la ternura mediante la vida digna y plena de todas las personas;
liberarnos de aquellas prácticas personales y colectivas que impiden la
solidaridad, la justicia, el acceso a todos los derechos para todas y todos.
El para qué da sentido a las reflexiones, acciones y alianzas y a la vez,
contiene la esencia de ser humano. Al respecto, recordamos a Luis Carlos
Restrepo, citado por Fernando Torres, cuando nos dice: El tema de la afectividad es una magnífica puerta de entrada para
emprender una reflexión sobre el maltrato y la intolerancia que cunden, de
manera sutil, en el mundo contemporáneo … Los ciudadanos occidentales
sufrimos una terrible deformación, un pavoroso empobrecimiento histórico que
nos ha llevado a un nivel nunca conocido de analfabetismo afectivo (Kinsler,
1997, págs. 64y 65). Una vez establecido el
marco referencial sobre el para qué, pasamos entonces a las siguientes pautas
pastorales para trabajarlas comunitariamente: A. Espacios
seguros. Las alternativas para la transformación solo surgen en el marco de
un espacio seguro. El espacio seguro tiene varias condiciones: el respeto, la
confianza, la protección a las personas vulnerables. Es un espacio liberado
de violencias: en los gestos, en el lenguaje y el tono empleado, en los
contenidos de la conversación, se evitan los chistes que puedan reafirmar los
prejuicios, los estigmas que vayan a dificultar los vínculos sanos. Es un
espacio para discernir a partir del ganar-ganar; es decir, en el cual se
apunta al bien, a la bondad, a la com-pasión, a la solidaridad, a la equidad.
Un espacio en donde se plantea como horizonte la liberación de las
injusticias, de la subordinación y exclusión. B. Escuchar
la aflicción. Las personas tienen diferentes medios para hacerse escuchar: se
hacen parte de un grupo, movimiento o institución porque tienen necesidad de
ser escuchadas, de intercambiar experiencias, de ser acogidas, de encontrar
respuestas a preguntas que no se atreven a expresar directamente. Son
personas que tienen inquietudes, curiosidades, preocupaciones, temores,
inseguridades, que necesitan compartir experiencias, aprendizajes y asombros.
Debemos estar entonces con una actitud abierta y empática. Dispuestos a
interpretar el malestar que tienen las personas para discernir los temas
generadores de fondo: empobrecimiento, exclusión, desigualdad, prejuicios,
ignorancia. C. Responder
a la aflicción: para asumir esta tarea fundamental debemos discernir los
sentimientos, los pensamientos y los deseos de acción que afloran, para
canalizarlos hacia un proceso educativo transformador. Para esto se parte de
esa experiencia concreta, se visualizan las instituciones, organizaciones,
leyes y sujetos que están o podrían estar involucrados para discernir los
procesos y acciones que encaminarán el cambio. D. Soñar
juntos con los pies en la tierra: Es decir, visualizar los recursos y los
tiempos para la acción asertiva. El sueño nos permite tener una presencia
activa, nos permite planificar la esperanza, porque esta se construye en
equipo, de manera comunitaria y determinando claramente los recursos con los
que contamos. En cuanto a los recursos es muy importante comprender que el
mayor recurso es la comunidad, la información veraz, las alianzas y la
movilización. Es decir, el mayor recurso es la voluntad de compartir y
escuchar. Conclusiones
1. Los seres humanos
hemos menospreciado la importancia de aprender a convivir y a aceptar que
somos diversos y que esa diversidad nos enriquece. Las formas de vida se han
caracterizado por la servidumbre y división de toda índole entre las
personas. En el seno de todas esas divisiones subyace una ideología basada en
la sumisión que ha permeado generaciones y geografías. 2. Esa ideología se auto-legitima
mediante la imposición de la violencia simbólica, materializada por medio de
mitos y estereotipos y otros tipos de violencia como la militar y la
doméstica. Es una cosmovisión en la cual su escala de valores plantea que
todo lo masculino es lo legítimo y todo lo que se asemeje a lo femenino es
inferior. 3. Los derechos humanos y
el género son dos perspectivas o lentes por medio de los cuales se desvela a
esa ideología y se busca transformarla para que la humanidad, al lado de los
otros seres vivientes y ecosistemas, alcance la equidad y la justicia. 4. Las espiritualidades,
creencias y/o religiones son muy importantes pues a través de estos otros
lentes, revelamos la calidad de las vinculaciones a lo largo y ancho de la
historia. El quehacer de las religiones, espiritualidades y/o creencias se
desenvuelve en la sociedad: lugar social, histórico y concreto donde todos
los seres vivientes, creados por Dios, accionan y hacen posible la vida. 5. La religión cristiana
ha afianzado la discriminación de las mujeres y el mito de la superioridad de
los hombres. Esta realidad demanda una reflexión crítica sobre el acontecer
humano y la calidad de las relaciones y los vínculos y exige una revisión de
las bases de las religiones, en especial de la religión cristiana y su
quehacer misionero como testimonio de su fe. Para regresar al camino de la
vida plena para todas y todos, hay que reconocer que el pecado personal e
institucional afecta a personas concretas que han sufrido la violación
sistemática e histórica de sus derechos. Históricamente esos rostros y
cuerpos han sido femeninos y de personas empobrecidas. 6. Los fundamentalismos
se oponen radicalmente a ese proceso de conversión porque están apegados a lo
conocido, aunque esto ya no responda adecuadamente para establecer la
justicia y detener las divisiones, las violencias, los maltratos, los
estigmas, lo empobrecimientos. Posicionar la perspectiva de género y de los
derechos humanos como una ideología es peligroso porque las ideologías se
deben la lealtad propia y no dan cabida a una posible transformación de sí
mismas sustituyendo las creencias y las religiones. 7. Las pautas pastorales
deben establecer puentes entre las divisiones, porque todas y todos debemos
aprender a vivir juntos, en medio de las diversidades culturales, económicas,
políticas, religiosas, entre otras. Esta tarea requiere de opciones como la
de garantizar el derecho a la ternura mediante la vida digna y plena de todas
las personas; liberarnos de aquellas prácticas personales y colectivas que
impiden la solidaridad, la justicia y el acceso a todos los derechos para
todas y todos. Las pautas pastorales requieren de un espacio seguro para
escuchar la aflicción del pueblo, para responder a ese gemido y juntos
planificar la esperanza. Bibliografía
Ferro C. Cora y Ana M. Quirós. Mujer y religión. San José: IEM.
1994. Gomáriz, Enrique. Imágenes de género: estadísticas
sociodemográficas y econó-micas desagregadas por sexo. Costa Rica:
MIDEPLAN. San José (CR). 1994. Gebara, Ivonne. El rostro oculto del mal. Argentina: Trotta.
2002. Kinsler, Ross, compilador. De tales es el Reino. San José:
SBL. 1997. Organización de las Naciones Unidas en la cual, se declaran los
siguientes objetivos y principios (www.un.org/es/about-un/): consultado 07-02-2018 •••••• Nidia Fonseca, costarricense, politóloga, 30 años de ejercicio pastoral y teóloga
práctica, con amplia experiencia en educación popular, acompañamiento
pastoral y temas de género. Docente universitaria en la UBL, área de Teología
práctica en la Escuela de Ciencias Teológicas y coordinadora del Instituto
Bíblico Pastoral para América Latina. n.fonseca@ubl.ac.cr Recibido:
5 de marzo de 2018 Aprobado:
21 de abril de 2018 |
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