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Vida y Pensamiento Revista Teológica de la
Universidad Bíblica Latinoamericana Volumen 38 Número 1 - San
José, Costa Rica De la “ideología
de género” a la justicia de género Apuntes bíblicos y teológicos |
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Perspectiva de género e ideología Lecturas contextuales bíblicas en clave de género pp. 109-132 Angel Eduardo Román-López Dollinger |
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Resumen: En el contexto latinoamericano actual sectores religiosos
conservadores se han unido a grupos y partidos políticos de derecha con el
fin de deslegitimar las reivindicaciones de movimientos y colectivos
sociales, especialmente los que defienden los derechos de las mujeres y las
diversidades sexuales. Los instrumentos que utilizan estos grupos para
manipular la opinión pública en cuestiones de derechos humanos y relaciones
de género generalmente son la lectura fundamentalista de la Biblia, el
determinismo biológico y los valores cristianos tradicionales que promueve la
iglesia. En medio de este panorama desolador para los grupos cristianos
comprometidos con la transformación social, la lectura contextualizada de la
Biblia se constituye en una esperanza y motivación para seguir construyendo
espacios de liberación. Desde la perspectiva de género, la Biblia es un
potencial importante para enfrentar y superar los argumentos fundamentalistas
que tratan de engendrar miedo y rechazo a lo diferente. Abstract: In the current Latin American context, conservative religious sectors
have united with right-wing political groups and parties to delegitimize the
recognition of social movements, especially those that defend the rights of
women and sexually diverse communities. The instruments these groups
generally use to manipulate public opinion on questions of human rights and
gender relationships are a fundamentalist reading of the Bible, biological
determinism, and the traditional Christian values promoted by the church. In
the midst of this discouraging panorama for the Christian groups committed to
social transformation, a contextual reading of the Bible brings hope and
motivation to continue building spaces of freedom. From a gender perspective,
the Bible has important potential to confront and overcome fundamentalist
arguments that try to create fear and rejection of that which is different. Palabras claves: perspectiva de género, ideología de
género, lectura contextual de la Biblia, relaciones de poder, sexualidad. Key words: gender
perspective, gender ideology, contextual reading of the Bible, power
relations, sexuality. |
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1. Introducción
La perspectiva de
género tiene su base científica en la “teoría de género”, la cual se ubica en
el paradigma histórico-crítico impulsado especialmente por el feminismo y por
movimientos sociales comprometidos con la igualdad de oportunidades para
hombres y mujeres, con la equidad de género y con el desarrollo humano. Actualmente es
frecuente escuchar el término “ideología de género”, con el cual diferentes
iglesias (católicas y protestantes), partidos políticos y grupos de la
derecha conservadora de nuestras sociedades intentan descalificar la
perspectiva de género. La actitud de esos grupos es destructiva y gira en
torno a la defensa de las ideas tradicionales sobre sexualidad humana,
familia y orientación sexual. Pero, sobre todo, se trata de un rechazo
radical y de una demonización de las conquistas sociales de los grupos que
históricamente han sido invisibilizados, excluidos y oprimidos. Con el apelativo
“ideología” se busca reducir la perspectiva de género a un discurso no
científico. Tal actitud refleja la poca capacidad de comprender el valor
científico de una ideología y de una perspectiva con bases sólidas como la
teoría de género. La ideología es un modelo discursivo (ideas coherentes)
que, sobre la base de criterios, creencias (religiosas y no religiosas) y
datos de la realidad, permite tener no solo una comprensión de cómo es esa
realidad, sino también de cómo podría ser (al transformarla). En ese sentido,
la “ideología de género” sería un conjunto de criterios y creencias sobre la
comprensión del ser hombre o ser mujer. La perspectiva de género, por otra
parte, sería el instrumento metodológico que, sobre la base de la teoría de
género, construye dicha ideología. Por esa razón, detrás del discurso conservador
político y religioso, más que un problema de ideología de género, se esconde
un conflicto de intereses de género en torno al poder. En las reflexiones que
aquí se presentan, se abordan de forma general algunos aspectos relacionados
con el papel de la ideología, el poder y el discurso religioso en discusión
actual sobre la perspectiva de género. 2. Entre la
perspectiva y la ideología de género
Diversos grupos de la
derecha intelectual, política y religiosa –en el mundo y especialmente en Latinoamérica–
atacan la perspectiva de género reduciéndola a una ideología de moda que solo
pretende dañar las relaciones entre hombres y mujeres, acabar con el modelo
de familia tradicional, generar confusión sobre la sexualidad humana y
destruir los valores cristianos.[1] Esa crítica podría pasar
desapercibida o inclusive considerarse absurda y marginal, si no fuera porque
la misma tiende a confundir intencionadamente la perspectiva de género con la
ideología de género, con el objetivo de justificar la reproducción de modelos
patriarcales y androcéntricos que dominan, excluyen y rechazan a las personas
más débiles o diferentes. Asimismo, a través de
esa confusión intencionada se pretende deslegitimizar las reivindicaciones de
los grupos tradicionalmente subordinados. Es más, con el apoyo de ideas
absolutistas y totalizadoras, se busca que las personas acepten como natural
su condición de subordinación, pues supuestamente los seres humanos se
realizan en esa condición. La perspectiva de género cuestiona precisamente
esa postura cuando plantea que no es que la persona se acomode
psicológicamente a su propia subordinación, sino más bien esto ocurre a
partir de la imposición de los mecanismos de poder androcéntricos y
patriarcales. Judith Butler explica esta situación de la siguiente forma: …si se puede demostrar que el sujeto persigue o
sustenta su estatuto subordinado, entonces la responsabilidad última de su
subordinación quizás resida en él mismo. Por encima y en contra de esta
visión, yo argumentaría que el apego al sometimiento es producto de los
manejos del poder, y que el funcionamiento del poder se transparenta
parcialmente en este efecto psíquico, el cual constituye una de sus
producciones más insidiosas.[2] Lo más peligroso de
esas posturas es que, con sus argumentos, promueven los mecanismos
tradicionales de poder (inclusive la violencia) para mantener el estatus
quo social, cultural, político y religioso. Ahora bien, cabe
preguntarse ¿qué es específicamente la perspectiva de género y por qué es
diferente a la ideología de género? Por perspectiva de género se conoce el
instrumento metodológico que tiene como objetivo la equidad de los géneros.
Esto implica no solo generar igualdad de oportunidades, sino también respetar
las diferencias naturales entre los seres humanos. Según la perspectiva de
género, todo análisis y elaboración de proyectos en los ámbitos académicos,
sociales, políticos, culturales y religiosos, debe incluir los intereses y
necesidades diferenciadas de mujeres y hombres. Es un enfoque relacional e
incluyente ya que se constituye en una herramienta para integrar a hombres y
mujeres de forma equitativa en la construcción formal del conocimiento y en
los procesos materiales e ideológicos de desarrollo (transformación social) y
participación ciudadana.[3] En ese sentido, la
perspectiva de género responde coherentemente a y es resultado de las
necesidades y luchas de reivindicación dirigidas especialmente por mujeres de
todas partes del mundo. El máximo exponente y representante de la perspectiva
de género lo constituye el feminismo en todas sus formas de expresión. Sin
embargo, la perspectiva de género también abrió la posibilidad para que otros
grupos, históricamente subordinados, desplazados, invisibilizados y
estigmatizados, como el grupo de la diversidad sexual[4],
pudieran emprender procesos de reivindicación de sus derechos. Con el término
“ideología de género” se intenta designar de forma intencionada y peyorativa
a la perspectiva de género. El argumento de quienes califican la perspectiva
de género como ideología radica en el supuesto carácter individualista de
ciertos movimientos feministas que eliminan las diferencias sexuales
(biológicas) entre hombre y mujer, lo cual genera que el sexo ya no tenga
ninguna influencia en la construcción del ser humano, sino el sexo es una
cuestión de opción.[5] Sobre esta base no solo
intentan negar los aportes de la perspectiva de género, sino sobre todo
dirigen es un rechazo contundente a lo diferente, especialmente a las
diversidades sexuales. Como se verá más adelante este señalamiento se viene
abajo, especialmente con los avances de las ciencias biológicas, que dan
respuestas interesantes a la orientación sexual. Como ya se indicó
anteriormente, aunque los postulados de esta postura son débiles y podrían no
merecer discusión, lo cierto es que con la ayuda de la religión y de otros
grupos interesados en manipular la opinión pública, esta postura está tomando
fuerza, especialmente en contextos populares. Por esa razón, es pertinente
analizar algunos aspectos relacionados con la ideología y las relaciones de poder
implícitas en ella. 3. El
(des-)prestigio de la ideología y las relaciones de poder
Las posturas
religiosas conservadoras entienden la ideología como una dicotomía entre
ciencia e ideología. Donde la ciencia refleja lo científico y la ideología se
refiere a una falsa conciencia sobre la realidad. División que planteó en su
momento Louis Althusser.[6] Es por ello que al
calificar la perspectiva de género como ideología se pretende estigmatizarla
y moverla al plano de las ideas falsas, ideas que no son científicas. Sin
embargo, esa visión althusseriana no solo fue superada ya por otras formas de
comprender la ideología, sino también parte de una separación inexistente
entre la realidad y la percepción que se tiene de esa realidad. La realidad y
la percepción humana sobre esa realidad tienen una relación dialéctica y
dinámica. Es más, todo proceso de transformación (social, cultural, religioso
o intelectual) se realiza a partir de lo real, lo percibido y su discurso. En ese sentido Göran
Therborn[7] ofrece algunas pistas para
comprender la importancia y cientificidad de la ideología. Según Therborn, la
ideología es una condición humana que permite al ser humano apropiarse
subjetivamente de su vida real y articularla (explicarla). Es decir, el ser
humano se constituye en actor consciente y activo de su realidad. En ese
sentido, la ideología permite que los seres humanos reconozcan la realidad de
sujeción que tienen con respecto a un orden establecido, pero también les da
la capacidad de reflexionar esa realidad y transformarla. De esta forma, la
ideología no es algo que se posee o que se impone, sino es algo que se
construye a través de procesos sociales, es algo que interpela a los seres
humanos y, además, es algo por lo que se puede optar, pues una ideología no existe
sin relación con otras ideologías, todas ellas tratando de explicar la misma
realidad. Sin embargo, lo más
importante del aporte de Therborn es que profundiza en los aspectos
materiales de la ideología, a diferencia de otras corrientes que analizan la
ideología solamente desde el plano de lo simbólico y del discurso. En este
sentido dialéctico, la ideología es realidad – en cuanto tiene la capacidad
de generar cambios sociales – y también es discurso – en cuanto puede
articular coherentemente su capacidad de transformación–. Por esa razón,
discutir sobre el apelativo “ideología” de género es fundamental, pues del
estigma de la “falsa conciencia” se puede pasar a la propuesta de la
ideología de género como “proceso social histórico actual” que acompañan a
los movimientos sociales reivindicadores, ofreciéndoles argumentos críticos
sobre la realidad y sobre las formas de transformarla. Por esa razón, se
puede afirmar que el conflicto ideológico en torno a la perspectiva de género
tiene su base en las relaciones de poder implícitas en contextos
androcéntricos. Aunque existen diversas formas de comprender el poder, lo más
común es tratar de definirlo a partir de los conceptos inherentes en él,
tales como capacidad, autoridad, dominio, fuerza, control, etc. Todas estas
categorías reflejan la dificultad metodológica que implica analizarlo en las
relaciones humanas y, sobre todo, en las relaciones de género.[8] Ya desde hace varios
años, la perspectiva de género ha logrado cambios históricos en las
relaciones de género, lo cual ha traído consigo cambios socioculturales y
políticos sustanciales. Este proceso ha sido producto de la reflexión y
acciones concretas de reivindicación de muchas personas, tanto en el campo de
las ciencias sociales como en la reflexión bíblica y teológica.[9] Es así como diversos
movimientos académicos, populares, colectivos y otros, han dado paso a
quiebres claros en las relaciones de poder. Esta irrupción
paradigmática ha generado tensiones, resistencia y ataque. Pero a pesar de
ello, el proceso de transformación continúa y sigue generando crisis en
nuestras formas de actuar, pensar y sentir masculino y femenino.[10] En medio de esta crisis
de género, que afecta especialmente la identidad masculina tradicional
(hegemónica), es donde la perspectiva de género ofrece los instrumentos
apropiados para analizar los contextos específicos donde las personas
experimentan los efectos destructivos que ejercen el dominio y control
impuestos por las estructuras de poder vigentes. Dominio y control que no solo
se hace efectivo a través de las instancias estatales, sino sobre todo en las
relaciones cotidianas de las personas, donde los imaginarios condicionan
nuestras conductas y decisiones.[11] 4. Vigencia
del conflicto sexo-género
Según los grupos que
atacan la perspectiva de género, la división biológica sexual de los seres
humanos, hombre-mujer no permite otras categorías sexuales. Sobre esta base
sostienen que las mujeres por nacer mujeres son el sexo débil y por ello
están condicionadas biológicamente para cumplir un rol específico,
generalmente orientado a la reproducción y cuidado de hijos e hijas, cuya
realización se da en el ámbito privado. Mientras los hombres, por su
constitución biológica, están condicionados para desarrollar tareas
exclusivas para ellos, son el sexo fuerte, proveen, controlan y dominan, por
eso su realización se da en el ámbito público. Es decir, tanto hombres como
mujeres deben resignarse con la función asignada a su sexo. Por otro lado, esas
corrientes afirman que la naturaleza del condicionamiento biológico humano no
permite que la orientación sexual tenga una base natural (biológica), sino
social (aprendida), lo cual puede ser manipulado por la ideología (el
discurso). Sin embargo, colocar la orientación sexual como algo solamente aprendido
genera más preguntas y dificultades que respuestas y soluciones. Por ejemplo,
¿cómo aprendieron hombres homosexuales que provienen de familias
heteroparentales a ser homosexuales? Hay diversos estudios en los Estados
Unidos[12] y en Latinoamérica[13] que abordan esta temática
e indican que el aprendizaje no define necesariamente la orientación sexual,
pues tanto en hogares hetero como homoparentales el 90% de hijos hombres es
heterosexual y 10% homosexual.[14] Si la orientación
sexual se aprende y es una cuestión de opción, cómo es que muchos hombres
optan por ser homosexuales en contextos sumamente homofóbicos, donde tal
opción puede implicar la exclusión social, política, cultural, religiosa y en
muchos casos hasta la muerte. Seguramente esto tiene que ver con algo más
profundo que solamente lo aprendido. Quizá la respuesta se encuentra oculta
en la biología humana.[15] 5. La
religión como recurso ideológico
Para justificar
ideológicamente la inamovilidad y naturaleza de esa base biológica los grupos
conservadores utilizan categorías morales derivadas de la religión,
específicamente del cristianismo tradicional, a través de las cuales afirman
que desde la creación (Génesis 1,27) el binomio sexo y género está
indisolublemente unido como complemento y no permiten otras posibilidades. Cuando se parte de
esas premisas, consideradas como verdades absolutas y totalizadoras, es obvio
que exista rechazo a posturas que cuestionan las formas inequitativas en las
relaciones de género. Y ocurre lo que se observa actualmente en nuestras
sociedades, se descalifican las reivindicaciones de los diferentes
movimientos que buscan la equidad y justicia. Para tal descalificación se
acude, como es costumbre, a las instituciones socializadoras. Y una de ellas,
es la iglesia, la cual se encarga de condicionar la percepción tradicional
patriarcal como válida y única para quienes se consideran personas
cristianas.[16] En consecuencia, una
comprensión distorsionada de la biología humana, del aprendizaje social, así
como una lectura fundamentalista de la Biblia, generan argumentos que, por
encontrarse en el plano de lo discursivo, se integran a una ideología
impulsada por la derecha religiosa conservadora. Por ello, la formulación
“ideología” que utilizan para identificar la perspectiva de género, responde
precisamente a una comprensión poco seria del concepto ideología, pues sus
mismas bases para cuestionar son ideológicas. Si se asumiera que las
ideologías son per se ideas falsas, la conclusión simple es que los
argumentos de estos grupos son ideas falsas (ideología). En ese contexto de
conflictos ideológicos, la manipulación teológica emprendida por ciertos
grupos políticos conservadores en Latinoamérica, se constituye en un
instrumento para generar miedo al cambio y a lo diferente. Es así como la
iglesia –o algunos sectores eclesiales conservadores– se alían a partidos
políticos para manipular la voluntad popular, con lo cual también promueven y
re-producen los modelos hegemónicos vigentes. La importancia de la iglesia en
este juego ideológico es su influencia en la familia, la escuela y otros
espacios sociales. Como institución
socializadora la iglesia se constituye en un instrumento que puede promover y
propiciar cambios o que puede frenarlos y hasta demonizarlos. La base
ideológica que sustenta esta orientación es la lectura bíblica. Si ésta se
hace de forma tradicional, es obvio que el resultado será aceptar el contexto
patriarcal en que fue escrita la Biblia –que por cierto Jesús lo criticó
fuertemente– como válido para todas las sociedades. Pero si la lectura es
contextual y se rescata el mensaje central del Evangelio que es de
tolerancia, inclusión y armonía –el mensaje de Jesús en ningún momento fue
homofóbico, ni exclusivo, mucho menos violento contra lo diferente–, entonces
el resultado será una abertura al diálogo y a la búsqueda de soluciones
colectivas y consensuadas en los conflictos ideológicos que se presentan en
las relaciones de género. 6.
Contextualización de textos bíblicos
Muchos textos bíblicos
leídos literalmente puedan dar la impresión que apoyan conductas patriarcales
y androcéntricas, pero la mayoría de ellos, al leerlos desde otra
perspectiva, al leerlos críticamente, ofrecen argumentos que cuestionan las
conductas patriarcales del tiempo en que fueron escritos y, con ello, también
proporcionan pistas para contextualizar dichos mensajes en el tiempo actual.
Sin embargo, los textos que los grupos conservadores difícilmente utilizan
cuando quieren atacar la perspectiva de género son aquellos que ofrecen
pistas claras sobre el mensaje de reconocimiento del otro y de la otra como
sujetos con dignidad y posibilidades transformadoras. En
efecto, existen muchos textos bíblicos que los movimientos religiosos conservadores
no utilizan en sus campañas contra la perspectiva de género, pues esos textos
bíblicos proponen formas nuevas y subversivas en las relaciones hombre-mujer,
mujer-mujer, hombre-hombre. Pero talvez lo más relevante en esos textos es
que en la mayoría de ellos el personaje central es Jesús. Entre algunos
textos bíblicos que se refieren a las relaciones hombre-mujer, sobresalen los
que presentan la figura de Jesús y su relación especial con las mujeres
excluidas y subordinadas: Jesús y la mujer pecadora (Lc 7,36-50), Jesús y la
Sirofenicia (Mc 7,24-30), Jesús y la hemorroisa (Mt 9,20-22), Jesús y la
mujer adúltera (Juan 8,1-11). En
todos estos textos el mensaje del Evangelio se orienta a las relaciones de
respeto entre hombres y mujeres. Mujeres que habían sido estigmatizadas por
la sociedad recuperan la dignidad a través del contacto con Jesús. Esa
dignidad está representada por el diálogo horizontal y el perdón, como
símbolo de un pacto nuevo en las relaciones de género, lo cual para Jesús no
es una cuestión que se reduce a lo ideológico o moral. Más bien se trata de
la promoción de los derechos humanos, pues implica la reivindicación de
mujeres que han sido rechazadas por ser de otra cultura o tener otra
religión, estigmatizadas por ser víctimas de explotación sexual, excluidas
por padecer enfermedades consideradas impuras. En
las relaciones mujer-mujer son muy interesantes los textos sobre los lazos
afectivos y de sororidad entre mujeres que cuestionaban el orden patriarcal
que tradicionalmente las relega al espacio privado y sin presencia en la vida
pública: la relación entre Ruth y Noemí (libro de Ruth), las mujeres
presentes en la crucifixión de Jesús (Mc 15, 40-41 y 48), las mujeres en el
sepulcro de Jesús (Mc 16, 1-8). En el primer caso es impresionante
el mensaje de amor y fidelidad de Ruth hacia Noemí (1, 16s).[17] Es un mensaje de amor que
generalmente está vinculado a las relaciones entre hombres y mujeres. El
texto refleja que dos mujeres pueden entablar no solo lazos de sororidad
entre ellas, sino también relaciones afectivas profundas. De hecho, la
declaración de Ruth es muy semejante al juramento que se hace en el
matrimonio “hasta que la muerte nos separe”. Los otros dos textos
señalan algo que pocas veces se le reconoce a la mujer, su capacidad de
enfrentar y superar colectivamente problemas de índole político. Este aspecto
es fundamental en las relaciones de mujeres donde la sororidad se constituye
en la relación que les da fuerza para reconocerse como actoras sociales,
organizarse y generar cambios. En ambos casos las mujeres aparecen en
espacios públicos y en situaciones políticas peligrosas: en la cruz y en el
sepulcro. Las relaciones
hombre-hombre que se presentan como ejemplo, parecen fuera de contexto en un
contexto patriarcal. Son textos muy importantes para analizar esas formas
alternativas para construir masculinidades no-hegemónicas y que son tan
necesarias para superar los estereotipos de género: El pacto y la relación de
David y Jonatán (1 Sam 18,1-54; 2 Sam 1,26), Jesús y el discípulo amado (Jn
13,23), Jesús y el lavado de pies a los discípulos (Jn 13,3-9). En el primer texto,
del Antiguo Testamento, dos mil años de lecturas homofóbicas de la Biblia no
han permitido rescatar un poema al cariño afectivo entre dos hombres. Sin embargo,
ese texto refleja que, en contextos patriarcales y androcéntricos, donde los
hombres han sido formados para la guerra, las sensibilidades humanas
afectivas –generalmente vinculadas a lo femenino– son una alternativa a las
relaciones tradicionalmente machistas que se dan entre hombres. Según el
texto bíblico, el cariño entre los dos jóvenes es a primera vista: “Aconteció
que, cuando él hubo acabado de hablar con Saúl, el alma de Jonatán quedó
ligada con la de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo” (1 Samuel 18:1) El texto del discípulo
amado es muy elocuente. A pesar que la cultura judía de esa época se
caracterizaba por el predominio de la fortaleza masculina, es increíblemente
subversivo ver a dos hombres que se expresan tal cariño. La imagen de Juan
recostado en el pecho de Jesús no deja lugar a dudas que la expresión de
cariño corporal entre hombres es posible y hasta necesaria para
sensibilizarse frente a la humanidad del otro. Asimismo es importante
rescatar el hecho que esa relación es aceptada y valorada por la comunidad de
Jesús. Hay que recordar la preocupación de Pedro por el discípulo amado
después de la resurrección de Jesús: “Volviéndose Pedro, vio que les seguía
el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado
al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?
Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste?” (Jn 21, 20-21).
Las referencias al discípulo amado, siempre ponen a Jesús como la persona que
ejerce la acción del amor, pues es “el discípulo a quien amaba Jesús”. El último texto es
quizá el más provocador, especialmente por el mensaje de rechazo que Jesús
hace a toda forma de homofobia. Es decir, rechazo a lo que se opone a la
justicia y equitativa, rechazo a las actitudes que no permiten que el reino
de Dios se haga realidad.[18] Este texto se escribió en
un contexto androcéntrico y patriarcal y eso le da más relevancia al mensaje.
El texto refleja los problemas que genera romper los imaginarios machistas y
homofóbicos en contextos sociales y religiosos que imponen ideologías
totalizadoras y absolutistas. En el texto Jesús utiliza tres símbolos o
figuras muy importantes: la toalla ceñida en la cintura (Jn 13,3), el lavado
de pies a sus amigos hombres (Jn 13,5) y la tolerancia a lo diferente como
criterio para ser parte del reino de Dios (Jn 13,8). Seguramente fue muy
fuerte el impacto que causó Jesús con su actitud en un contexto judío de
hombres: el líder de ese grupo de hombres se quita el manto y se ciñe una
toalla en la cintura. Posiblemente muchos de sus seguidores se sintieron
avergonzados o molestos de ver a su líder asumiendo un modelo femenino. Sin
embargo, es precisamente ese aspecto homofóbico el que cuestiona Jesús, ya
que en su tiempo esa figura estaba directamente relacionada con las mujeres,
era una figura femenina. Pero Jesús va más
allá, pues para él no es una cuestión solamente de forma sino también de
contenido, el cual lo pone en práctica cuando lava los pies a sus amigos. Si
ver a Jesús en ropas íntimas y con una toalla en la cintura ya era un
escándalo, nos podemos imaginar lo que significó para el grupo ver a Jesús
lavando los pies a otros hombres. La figura del lavado de pies estaba
relacionado especialmente con la función de las esclavas, quienes lavaban los
pies del amo o de los hombres que lo visitaban. Esta actitud de Jesús no solo
cuestiona la percepción tradicional de los roles de género y la actitud
homofóbica de su cultura, sino además reivindica el servicio cotidiano
femenino como un rasgo fundamental del liderazgo masculino o femenino. La última escena es
quizá la más importante y debería formar parte de las discusiones actuales
sobre el tema de la ideología y la perspectiva de género. Aquí Pedro
representa la masculinidad dominante de ese tiempo y contexto. Pedro se
resiste a aceptar que su líder le lave los pies y con eso refleja lo que
otros callan pero posiblemente piensan y sienten: la tarea femenina que asume
Jesús es algo inaceptable para un hombre. Por eso Pedro intenta convencer a Jesús
de regresar a los valores impuestos por su sociedad, pretende que Jesús
reflexione sobre las implicaciones de abandonar su virilidad: “No me lavarás
los pies jamás” (v 8). Frente a esta actitud homofóbica, Jesús responde: “Si
no te lavo, no tienes parte conmigo” (v 8). En otras palabras, Jesús le
explica a Pedro lo que está en Juego: “Si no cambias tu actitud homofóbica,
no eres parte de este plan de vida”. Este juego de palabras que tiene lugar
solamente en un versículo, tiene una repercusión muy grande en todo el
mensaje del evangelio y su interpretación actual. Las intenciones de
Jesús con esta propuesta son bien claras: 1) Interpelar la intolerancia
tradicional a las formas diferentes de sentir, pensar y experimentar la masculinidad
y la feminidad. 2) Promover una espiritualidad masculina del servicio
centrada en la experiencia femenina. 3) Romper con condicionamientos sociales
y culturales homofóbicos que atentan contra la vida y el plan divino. Desde esta
perspectiva, el reino de Dios, la sociedad justa y equitativa, es un proyecto
de vida donde solamente caben las personas que acepten y respeten las
diferencias humanas. Pedro comprendió que lo que estaba en juego no era la
defensa de ideologías homofóbicas o modelos masculinos pre-establecidos, sino
se jugaba la posibilidad de ser parte activa de una sociedad nueva y
armoniosa. Pedro realiza una evaluación de la situación sobre la base de
costo-beneficio: el costo de mantener una actitud homofóbica en contra del
beneficio que le generaba el cambio de actitud. Optó por el cambio de
actitud, optó por un lavado espiritual total: “Señor, entonces, no solo mis
pies sino también las manos y la cabeza” (v 9). Como se puede observar
la relectura bíblica con perspectiva de género ofrece pautas metodológicas
que permiten abrirse a nuevas experiencias espirituales de género. Si bien es
cierto, toda lectura es una interpretación, también es cierto que cada
lectura implica una responsabilidad ética. Es decir, las lecturas bíblicas y
su interpretación tienen que contribuir a la construcción del reino de Dios,
tienen que comprometernos con los procesos de transformación social que
viabilizan la llegada de ese reino. Porque sin un compromiso activo con
procesos de cambio, por ejemplo en las relaciones de género, los textos
bíblicos son simplemente textos literarios vacíos. Pero hay que tener
claro que una lectura contextualizada de la Biblia, o mejor dicho de los
textos bíblicos, no genera per se relaciones equitativas de género. Lo
que generan esos textos es la voluntad política que nos mueve a transformar
la realidad vigente en algo nuevo y mejor. Solo en el plano de la realidad
concreta transformada es donde se verifica el impacto renovador que generan
esos textos. En consecuencia, la
lectura contextualizada de la Biblia no es una moda o una búsqueda
superficial de contenidos bíblicos, sino más bien se constituye en una opción
política en solidaridad con las personas excluidas y a favor de una nueva
humanidad. En palabras de Elsa Támez: La lectura de la Biblia en América Latina y el
Caribe es una de las novedades más importantes en el mundo cristiano de este
continente. La novedad la marca el interés que se ha despertado en todos los
sectores, especialmente en los sectores populares. Pero ese interés no
obedece a una curiosidad por conocer su contenido, sino a una búsqueda de
sentidos liberadores que iluminen el caminar de aquellos que están
descontentos con la realidad vivida (económica, política, social, cultural,
eclesial o religiosa), y sueñan con una forma diferente de ser humanos y de
vivir como humanos en el aquí y el ahora.[19] Si la lectura
contextual de la Biblia es considerada por algunos grupos religiosos
conservadores como una característica de la “ideología de género”, por lo
menos es una ideología que reconoce al otro y a la otra, que visibiliza sus
dificultades y sus sueños, que se solidariza y compromete radicalmente con
sus luchas “en el aquí y el ahora” y en la construcción de una vida digna,
justa y equitativa. 7. Conclusión
En los apuntes que
aquí se presentaron se intentó reflexionar sobre las dificultades que actualmente
enfrenta la perspectiva de género en América Latina, especialmente a través
de la expresión que grupos religiosos conservadores emplean para
desacreditarla la expresión: “ideología de género”. Es evidente que esta
estigmatización no solo trata de desprestigiar la perspectiva de género, sino
sobre todo busca invisibilizar y revertir las reivindicaciones logradas por
diferentes grupos sociales, colectivos y movimientos. No obstante, y a pesar
de la insistencia de esos grupos por negar los que ya no se puede revertir
–los procesos de reivindicación social–, la utilización del término ideología
abre la posibilidad a una discusión que quizá ha quedado un poco olvidada. La
discusión en torno al papel de la ideología en los procesos de transformación
social. Este aspecto, que está estrechamente relacionado con el poder, puede
constituirse en un factor determinante para las luchas actuales y futuras
orientadas a promover la justicia y equidad de género. La lectura
contextualizada de la Biblia, especialmente en contextos populares, se
constituye en un instrumento de poder, en cuanto permite desarrollar
criterios de reflexión teológica popular que ayuden a superar los estigmas y
tropiezos que generan los grupos religiosos conservadores. Los desafíos
religiosos y políticos actuales exigen posturas tolerantes, en el marco del
respeto mutuo y del diálogo horizontal constructivo. La provocación actual
del sistema nos debe motivar e impulsar a desarrollar nuestra creatividad
propositiva para que, desde nuestra fe y opción política, contribuyamos a
superar las dificultades objetivas y subjetivas del sistema vigente. Bibliografía
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Esther Gómez-Gil, y Antonio Guillamon. “Effects
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(mayo de 2014): 1248-61. Zubiaurre-Elorza, Leire, Carme Junque,
Esther Gómez-Gil, Santiago Segovia, Beatriz Carrillo, Giuseppina Rametti, y
Antonio Guillamon. “Cortical Thickness in Untreated
Transsexuals”. Cerebral Cortex (New York, N.Y.: 1991) 23, n.o 12 (diciembre de
2013): 2855-62. •••••• Ángel Román-López Dollinger, teólogo suizo-guatemalteco, cooperante ecuménico
de la organización de cooperación para el desarrollo Misión 21. Actualmente
trabaja como docente en teología e investigador en la Universidad Bíblica
Latinoamericana. angelromanlopez@yahoo.com Recibido:
13 de marzo de 2018 Aprobado:
21 de abril de 2018 |
|
[1]
Campillo-Vélez, “La ideología de género en el derecho colombiano”; Márquez y Laje, El libro negro de la nueva izquierda; Scala, La ideología de género; Varela, Origen y
desarrollo de la ideología de género, fundamentos teológicos del matrimonio y
la familia.
[2]
Butler, Mecanismos psíquicos del poder, 2001, 17.
[3]
Silva Rosales, “El género en la sociedad”, 17.
[4]
El grupo de la diversidad sexual generalmente se conoce con las siglas LGBTTI
(Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales, Transgénero, Intersexuales).
[5]
Miranda-Novoa, “Diferencia entre la perspectiva de género y la ideología de
género”, 348-52.
[6]
Althusser, Ideología y aparatos ideológicos de
estado; Althusser, “Materialismo histórico y
materialismo dialéctico”.
[7]
Therborn, La ideología del poder y el poder de la
ideología.
[8]
Román-López
Dollinger, “Masculinidades y relaciones de poder.
Pistas socio-teológicas para la construcción de masculinidades alternativas”.
[9]
Allen, Gender and Power”;
Butler, Mecanismos psíquicos del poder, 2001; Lagarde,
Los cautiverios de las mujeres; Lagarde,
“Claves feministas para la despatriarcalización”; Schüssler Fiorenza, Discipulado
de iguales. Una Ekklesia-logía crítica feminista de
liberación; Gebara, El rostro oculto del mal.
[10]
Al respecto se sugiere consultar: Connell, “La
organización social de la masculinidad”; Connell, Masculinidades;
Connell, “Enseñar a los chicos: nuevas
investigaciones sobre la masculinidad y estrategias de género para la escuela”.
[11]
Connell, “La organización social de la masculinidad”,
37; Foucault, La hermenéutica del sujeto, 26-31; Foucault, “2. Verdad y poder”, 41-45.
[12] Stacey y Biblarz, “(How)
Does the Sexual Orientation of Parents Matter?”; Patterson, “Children of
Lesbian and Gay Parents”; Gartrell y Bos, “US National Longitudinal Lesbian Family
Study”; Tasker Fiona, “Same‐Sex
Parenting and Child Development”.
[13]
López Alonso, Biología de la homosexualidad; Annicchiarico,
“Psicobiología de la homosexualidad masculina:
hallazgos recientes”; Botero, Homofilia y
homofobia.
[14]
Stacey y Biblarz, “(How) Does the
Sexual Orientation of Parents
Matter?”; Patterson, “Children
of Lesbian and Gay Parents”;
Gartrell y Bos, “US National Longitudinal Lesbian Family Study”; Tasker Fiona, “Same‐Sex
Parenting and Child Development”; López Alonso, Biología de la
homosexualidad; Annicchiarico, “Psicobiología de la homosexualidad masculina: hallazgos
recientes”; Botero, Homofilia y homofobia.
Actualmente también se están realizando diversos estudios en las ciencias
neurológicas para determinar la base biológica de la transexualidad:
Zubiaurre-Elorza et al., “Cortical Thickness in Untreated Transsexuals”;
Zubiaurre-Elorza et al., “Effects of Cross-Sex
Hormone Treatment on
Cortical Thickness in Transsexual
Individuals”; López Moratalla
y Calleja Canelas, “Transexualidad: Una alteración cerebral que comenza a conocerse”; Lin
et al., “Neural Network of Body Representation Differs between Transsexuals and Cissexuals”.
[15]
Martín, “Orientación sexual y biología”.
[16]
Un ejemplo que refleja el impacto del uso de la religión para manipular la
opinión pública con fines políticos puede observarse en el actual proceso de
elecciones presidenciales en Costa Rica. El discurso religioso dirigido a
“salvar los valores” tradicionales (cristianos) de la población costarricense,
se fundamenta no solo en rechazar el fallo de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos al que se tendían que ajustar el país sobre aprobar el
matrimonio entre parejas del mismo sexo y autorizar como derecho civil el
cambió de género de las personas, sino también busca satanizar la perspectiva
de género acusándola de “ideología” contraria a los designios de Dios.
[17]
El texto completo de estos versículos es: “Respondió Rut: No
me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres,
iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios
mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová,
y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos” (Rut
1,16-17).
[18]
Algunos elementos de las reflexiones de este apartado se tomaron de:
Román-López Dollinger, “Masculinidades y relaciones
de poder. Pistas socio-teológicas para la construcción de masculinidades
alternativas”; Román-López Dollinger, “Masculinidades
pentecostales”.
[19]
Támez, “La Biblia y sus lectores en América Latina y
el Caribe”, 1.