Presentación

La religión, tanto en su condición de fenómeno social como de objeto de estudio, ha ido experimentando interesantes transformaciones en las últimas décadas. Anecdótica resulta ya la profecía fallida de Harvey Fox con la publicación de su Ciudad secular. La religión no solo no desapareció de la nueva sociedad tecnológica sino que, por el contrario, experimentó un renacimiento significativo, tanto por su amplitud como por la diversidad de expresiones que ha adquirido y continúa adquiriendo.

El liderazgo institucional de las expresiones conservadoras del cristianismo, en todas sus versiones (católica, protestante y ortodoxa), a despecho de los incontables contraejemplos históricos, sostuvo siempre oficialmente, que la religión por ellos representada era apolítica y que aquellos ejemplos de acercamiento de la religión a la política (como el caso de la teología de la liberación latinoamericana), no eran sino maridajes indebidos que comprometían la religión con realidades mundanas. De un pronto a otro, la realidad política actual en nuestro continente, si bien no solo en él, muestra el curioso fenómeno de la proliferación de partidos evangélicos en la escena política de nuestras sociedades.

El vínculo cuasi natural de estos “partidos” con los movimientos políticos más conservadores y derechistas del espectro político latinoamericano, evidencia claramente que emerge algo novedoso que merece atención. Las posturas, enteramente predecibles, asumidas por estos grupos en temas de los derechos reivindicativos de importantes sectores marginales de la sociedad, así como la naturaleza populista de sus líderes y de su mensaje, evidencia que el polifacético fenómeno del fundamentalismo, comprendido hasta ahora en función de su ángulo religioso, es en realidad, un fenómeno social que ha tenido hasta ahora (o ha sido visto hasta ahora como) una expresión religiosa. El fundamentalismo no es pues, en sentido estricto, un fenómeno intrínsecamente religioso. La multicausalidad del mismo y la variedad de expresiones muestra que su comprensión pasa por un análisis cuidadoso de factores extra-religiosos que, transmutados, emergen predominantemente en círculos religiosos.

¿Cómo entender esta evolución, su fuerza y amplitud? ¿Cómo entender esta variedad de conexiones con temas políticos? ¿Cómo interpretar la aparente superación de la barrera que dividía, en círculos oficiales, la religión de la política, el maridaje (casi impensable hasta hace poco), entre posturas irreconciliables como el neopentecostalismo y el Opus Dei? ¿Qué sigue, qué esperar?

Queremos dedicar nuestro siguiente número de la revista Vida y Pensamiento al estudio y reflexión de este interesante fenómeno actual. Ofrecemos en este número cinco penetrantes artículos a esta compleja realidad social.

José E. Ramírez K.

Editor