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Vida y Pensamiento Revista Teológica de la
Universidad Bíblica Latinoamericana Volumen 43, Número 2 - Año
2023 -
San José, Costa Rica Hermenéuticas bíblicas de liberación: Aportes teóricos y
metodológicos para una nueva era |
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Aportes a
la hermenéutica bíblica: Reflexiones
semióticas sobre el lugar y el texto César
Carbullanca Núñez pp. 11-42 |
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Resumen: Diversos observadores han
hecho notar la falta de claridad, ambigüedad y problematicidad que poseen
algunos conceptos de la Hermenéutica de la Liberación. De este contexto, el
artículo pretende aportar una reflexión crítica sobre la hermenéutica bíblica
latinoamericana respecto de los conceptos de texto y el lugar. El uso de
estos conceptos en la Hermenéutica de la Liberación ha perdido hoy su valor
teórico, por lo cual resulta obligado una reflexión semiótica en vista de su
superación. Esta colaboración establece, en primer lugar, los conceptos de
lugar y texto como categorías semióticas de producción de tipos de discursos,
diferenciando, en cada caso, el carácter hegemónico que posee el ordenamiento
de saberes y discurso de grupos de poder, así como también, el carácter
silenciado de grupos marginales en la actualidad. En segundo lugar, la
necesidad de tomar conciencia de la diferencia entre hermenéutica y semiótica
para poder avanzar sobre una reflexión bíblica en Latinoamérica que estudie
los textos del cristianismo primitivo al servicio de la producción de las
prácticas discursivas de los grupos marginales. Palabras claves: hermenéutica, biblia,
teología de la liberación, semiótica. Abstract: Various observers
have noted the lack of clarity, ambiguity, and problematic aspect of some
concepts of Liberation Hermeneutics. From this context, the article aims to
provide a critical reflection on the Latin American biblical hermeneutics
regarding the concepts of text and place. The use of these concepts in the
Hermeneutics of Liberation has lost its theoretical value today, therefore a
semiotic reflection is obligatory in view of its overcoming. This
collaboration establishes, in the first place, the concepts of place and text
as semiotic categories of production of types of discourses, differentiating,
in each case, the hegemonic character of the ordering of knowledge and
discourse of power groups, as well as the silenced character of marginal
groups today. Secondly, the need to become aware of the difference between
hermeneutics and semiotics to advance on a biblical reflection in Latin
America that studies the texts of primitive Christianity at the service of
the production of discursive practices of marginal groups. Keywords: hermeneutic,
bible, theology of liberation, semiotic. |
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César Carbullanca
Núñez Aportes a la
hermenéutica bíblica: Reflexiones
semióticas sobre el lugar y el texto 1. Introducción Como es afirmado por
múltiples investigadores, el estatuto de la hermenéutica bíblica
latinoamericana es discutido, así, por ejemplo, Diego Irarrázaval hablará de
“vacíos y retos”[1] y
Hans de Wit, en su libro En la dispersión el texto es patria (2002)
dirá que “no hay claridad respecto del estatuto del texto bíblico”[2]
grafica bien la situación. Ya desde sus inicios se puede apreciar el problema
que nos ocupará, es decir, la cuestión del lugar entendido en términos de
evento histórico actual o de Escritura. La reflexión de Hugo Assmann señalaba
el desafío: “la filosofía contemporánea dislocó el problema hermenéutico de
‘textos de otrora’ para el enfrentamiento de la realidad histórica actual. El
‘texto’ primordial se tornó nuestra realidad, y en medio de ella, nuestra
praxis”[3]. De este modo, la
hermenéutica entendida como la ciencia de la interpretación de textos era
desafiada para situarse en el ámbito de la interpretación de los procesos de
liberación del Continente. Así entendida, la Hermenéutica de la Liberación
(en adelante, HdL) quedaba ubicada en las diversas hermenéuticas del siglo
XX, desarrolladas por el psicoanálisis, la lingüística y el marxismo. Como es
conocido, lo característico de este esfuerzo trans-hermenéutico fue
comprendido como nueva hermenéutica o lectura materialista de la Biblia, que
introduce en el proceso hermenéutico elementos desarrollados por autores de
estas tres disciplinas acerca de la relación entre estructura; impulso
inconsciente; acontecimiento; constitución social, lingüístico o psíquico del
sujeto; así como los diversos reemplazos, simbolizaciones ideológicas que
median este proceso. A mediados de los
años sesenta se realiza una articulación en torno de estos temas en la
disciplina naciente denominada semiótica. La importancia de esta reflexión se
aprecia en el esfuerzo que caracteriza a la HdL afirmada, por ejemplo, desde
sus inicios por Juan Luis Segundo como una “nueva hermenéutica” que aplica,
tanto al texto de “nuestra realidad” como al texto bíblico, una sospecha
ideológica que rechaza “trasplantar paradigmas y situaciones del mundo
bíblico sin concientizar las mediaciones históricas”[4].
También, en un sentido similar, Severino Croatto en 1975 hablará de
“desimplicación del sentido” pues “buscar parecidos es quedarse en la
exterioridad”[5]. La
relectura, en cambio, “opera por dentro, conecta querigma y situación”, por
lo cual, en palabras de S. Croatto, es preciso realizar “una “destrucción” de
nuestro discurso teológico-bíblico para descubrir nuevas claves de
comprensión de aquél”[6]. Esta “destrucción del
discurso teológico” postulada por S. Croatto sostenía la necesidad de
desmantelar los andamios teológicos –presentes en todo discurso teológico– en
vista de contextualizar de mejor manera el texto por interpretar; pero,
además, sostenía que este desmantelamiento procede de una “ruptura” de las
nuevas preguntas que surgen de nuestra praxis estableciendo, de esta manera,
una relación entre la praxis realizada ayer y hoy que condiciona la
comprensión de los textos. Así, la nueva
hermenéutica ya no será entendida como el arte de interpretar textos del
pasado, según el modelo clásico del historiador o filólogo, sino que se
comprenderá desde el lugar presente de las prácticas sociales que realizan
cristianos comprometidos con la liberación. Esto significa que la misma
praxis se identifica con el proceso de producción del texto en un lugar
específico. Esta nueva hermenéutica, entendida como interpretación de la
realidad conjugada con la interpretación de los textos bíblicos, es asumida
por diversas disciplinas como el psicoanálisis, la lingüística y el marxismo
francés. Por tanto, no es casual los contactos que encontramos entre la HdL y
la reflexión semiótica que se realiza durante esta época. 2. Objetivo y
criterios metodológicos Como ha sido
explicado, el esfuerzo de la HdL, entendida como nueva hermenéutica,
trasciende los límites de las hermenéuticas clásicas y se coloca en el
terreno de la semiótica como crítica de los discursos y de los múltiples
procesos de significación. De hecho, la definición de Teología de la
Liberación (en adelante, TdL), entendida como reflexión crítica de la praxis,
es comparable con la semiótica en cuanto reflexión crítica de los discursos
cuando estos últimos se comprenden como el complejo proceso de las prácticas
sociales. Por tanto, en esta
instancia pretendemos aportar a la HdL una discusión semiótica sobre los
conceptos de texto y lugar. Como ha sido observado otras veces, estos
conceptos en la TdL devienen ambiguos y problemáticos, como se pudo apreciar
ya con las múltiples formulaciones teológicas que estos recibieron durante el
primer periodo de la TdL, en el cual el concepto de los “signos de los
tiempos” fue entendido por algunos como proceso histórico, lugar
hermenéutico, teológico o sociológico. Más aún, la problemática se planteaba
al considerar a la propia historia como el texto prioritario y el lugar por
antonomasia donde Dios habla al hombre de hoy. Desde una perspectiva
metodológica, el artículo sigue la reflexión semiótica realizada por Julia
Kristeva y Norman Fairclough acerca de los conceptos de texto y lugar. La
reflexión sobre la praxis como texto ya la encontramos en Henri Lefevbre y
Paul Ricoeur, quienes hablan de la historia como texto o cuasi-texto. Para N.
Fairclough, “un texto es un producto más bien que un proceso […] yo usaré el
termino discurso para el completo proceso de interacción social del cual el
texto es sólo una parte”[7]. A
partir de esta diferencia, el autor se pregunta si la ideología se ubica en
las prácticas del lenguaje o en los eventos[8].
Nosotros emplearemos el concepto de texto tanto para los eventos ocurridos en
un espacio como para relatos, pues consideramos que todo evento es tal
porque se trata de eventos humanos y, por consiguiente, son sistemas
semióticos. Entendemos que todo evento y texto está saturado o investido
por una ideología de tal manera que existirán lugares y textos que ordenan el
saber y los discursos, y otros, lugares y textos de grupos o sujetos
marginales que debemos caracterizar en este artículo. La razón es simple, la
pretensión que postula la TdL acerca de los signos de los tiempos sostiene el
carácter de texto para eventos históricos, no sólo porque dice que éstos son
acontecimientos fácticos o procesos sociológicos, sino porque también son signos,
ciertamente, transitorios, efímeros, pero a fin de cuentas relatos
fragmentarios de la Palabra de Dios dirigidos a la Iglesia. No desconocemos que
el riesgo de tal definición radica en el problema de una falta de precisión
al hablar de texto aplicado a eventos y de Escritura y las características
semióticas de cada uno. Sin embargo, creemos que reducir el concepto de texto
al discurso escrito nos lleva a un escenario más complejo aún al intentar
conjugar a este con la historia como texto. Respecto al concepto de lugar es
ya conocida, nosotros nos inspiramos de diversos autores como H. Lefevbre, J.
Kristeva, Michel Foucault y Michel de Certeau. J. Kristeva, tomando
la nomenclatura de Platón, diferencia los términos de Chora y topos.
El primero, designa un espacio maternal determinado, pero general; en cambio,
el segundo, grafica un espacio simbólico particular, el lugar específico del
logos. Dice la autora: “nosotros llamamos Chora a una no expresiva totalidad
formada por impulsos”[9], de
tal modo que, aunque la chora puede ser delimitada y regulada “esta nunca
puede ser definitivamente posicionada como un producto; nunca puede dar a una
axiomática forma”[10].
Tercero, respecto al uso de estos términos en tiempos bíblicos, es
significativo pues Chora es empleado en términos similares al que
descubre J. Kristeva en textos griegos, así por, ejemplo, en Filón, la LXX y
el NT emplean el término Chora para significar “país”, “tierra” (country,
territory), en cambio topos es traducido como “lugar” (place) relativo a
personas, objetos o hechos sagrados ocurridos al interior de un territorio[11]
(cf. Gn 28,17; Ex 3,5; 33,21; Ez 43,7; 45,4; Mc 6,31; 15,22; Mt 14,15; Lc
14,22; Jn 4,20; 14,3). En la discusión
actual sobre el espacio, territorio y lugar resulta importante discriminar
entre estos términos[12]. La
cuestión de los lugares y su discurso es fundamental en vista de discutir,
analizar y superar la relación que se produce entre la determinación social
de los textos, la apropiación del lenguaje de las élites que hacen las
comunidades cristianas de la antigüedad y de hoy. 3. El problema del
texto Como se puede
apreciar en la discusión contemporánea, la cuestión por el texto que emplea
la exégesis es debatida. La multiplicidad de métodos actualmente en uso
emplea un concepto diverso de texto, el cual no ha sido discutido. Un ejemplo
de esto lo representa el documento de la Santa Sede La Interpretación de
la Biblia en la Iglesia de 1993, el cual expone la variedad de métodos y
acercamientos al estudio de bíblico; sin embargo, no repara en el diverso
concepto de texto que cada uno de ellos emplea. Es importante atender
que múltiples programas de formación bíblica en Latinoamérica tienen este
mismo problema no resuelto y es evidente que la enseñanza exegética se
resiente de este problema. Enfocándonos, en la HdL, los diversos documentos
magisteriales han insistido en diferentes puntos críticos relativos a esta
hermenéutica. Desde nuestro punto de vista, ya pasada la discusión con la
Santa Sede, se ha carecido de una reflexión serena y crítica que reconozca
los logros y desafíos que tiene por delante la HdL. Más aún, los desafíos que
tienen los movimientos de liberación existentes en el Continente
latinoamericano requieren de una reflexión crítica sobre los fundamentos de
la HdL. Además, tendríamos que decir, por un lado, que los nuevos contextos y
transformaciones político-sociales, y, por otro lado, el desarrollo de los
procesos populistas y democráticos en el Continente dependen de una discusión
que integre el nuevo contexto y una teoría crítica más radical que la
desarrollada hasta ahora. En vista de perfilar estos temas sostendremos dos
elementos nucleares: la crítica del concepto de texto y el problema del texto
popular. 3.1. La crítica al
concepto de texto El surgimiento de las
hermenéuticas contextuales, y de la HdL está ambientado en el contexto
mundial con la aparición de múltiples intentos hermenéuticos de los más
diversos colores como ha sido señalado en el documento de la Interpretación
de la Biblia en la Iglesia. Lo particular, como ya está dicho, de este
florecimiento de hermenéuticas, radica en la ausencia de una teoría del texto
que haga tomar conciencia de la dificultad de realizar un diálogo entre los
diversos principios y criterios. Al respecto, es
necesario hacer notar es el abandono de un concepto clásico del texto
subrayado en las diversas hermenéuticas de aquel periodo. Nos referimos a la
deconstrucción de las categorías semióticas del modelo sustancialista del
texto, del modelo historiográfico o incluso estructuralista, las que hace del
texto un objeto de información, un objeto, una entidad clausurada. En cambio, a través
de todo el siglo XX, el concepto de texto que se comienza a gestar con el
psicoanálisis freudiano, y teóricos como Roland Barthes, Julia Kisteva, Yuri
Lotman, Mikhail Bakhtin, Henri Lefevbre y Louis Althusser abrirán a una nueva
manera de comprender los relatos como procesos significativos ligados a una
práctica social y a la comprensión del lenguaje, no gramatical, sino
ideológicamente saturado. Así, todos los eventos y la praxis social comienzan
a ser considerados textos, de tal manera que la actividad interpretadora del
hombre común no se realiza delante de un texto, sino que él mismo es
productor, personaje y lector de un texto soñado, reproducido y vivido. Con la transformación
del concepto de texto, éste deja de ser un objeto, y se comienza a considerar
la propia vida, la historia a secas, como el relato escrito de modo
fragmentario. La vida nocturna y diurna son considerados una praxis
productora de un texto en el que el mismo hombre popular se inscribe. Insistimos en la
cuestión del relato del hombre común pues a partir de esta época la
atención a la historia fragmentaria del ciudadano anónimo está en el foco de
atención de la sociología, la sicología, la historiografía y la lingüística.
Así, ahora el texto interpretado escapa al esfuerzo de reducirlo a un objeto
teológico propio de expertos, teólogos y exégetas, y pasa a ser considerado
como un fenómeno social, histórico o ideológico en el cual se estudian
fenómenos tan comunes como aquellos del hombre situado socialmente. Como lo
señala J. Kristeva: “el texto es precisamente lo que no puede ser pensado por
todo un sistema conceptual […] pues es justamente el texto quien dibuja
sus límites”[13]. En
este sentido, el concepto de texto es una incógnita que hace volverse crítico
sobre la manera en que cada grupo establece sus prácticas y sistemas de
significaciones. Así las cosas, los
textos dejan de ser considerados gramaticalmente y se comprenden como
ideológicamente saturados, productos de una praxis de dominación o de
liberación. 3.2. El problema del
texto popular En la primera
discusión sobre la HdL, la cuestión del texto producido por las
organizaciones populares CEBs quedó como un problema pendiente, el cual
llevaba, a decir a Gustavo Gutiérrez en 1973, “no tendremos una auténtica TdL
sino cuando los oprimidos mismos puedan expresarse libre y creadoramente en
la sociedad y en el pueblo de Dios”[14]. El texto popular es
una categoría semiótica en el sentido que el texto popular, es decir, el
relato de organizaciones y su lugar son concomitantes con grupos o personas
que son considerados como sujetos por un sistema político-social. Por
ejemplo, en la ciudad griega antigua, esclavos, mujeres, barbaros y niños
están situados en el no-lugar, en el lugar de los que no tienen discurso al
no ser reconocidos como sujeto de derecho; algo similar ocurre en la
Palestina del siglo I, donde las mujeres no tienen voz propia (cf. Mc 5,33). En la actualidad
podemos señalar que dicho proyecto, de crear un lugar para la voz de
marginados, está aún pendiente. Aquella voz popular se ha diluido debido a
las democracias representativas sin real participación de organizaciones
populares por la crisis e irrelevancia de los partidos políticos y
organizaciones sociales. Esta voz popular es un lugar marginal transformado
por la voz del hombre común, del cliente o consumidor, en los que nosotros
reconocemos la voz de aquellos que han sido invisibilizados por espacios
hegemónicos del sistema social. La voz popular no sólo ha quedado silenciada
por políticas continentales y nacionales que priorizan un modelo económico
extractivista y segregacionista, sino también invisibilizados y marginados
por toda una serie de mecanismos que reducen a estos grupos al lugar del
silencio. Además, nosotros
queremos poner de relieve la novedad de la hermenéutica bíblica de Carlos
Mesters, pues él emplea un concepto de texto utilizado en organizaciones y
comunidades de base como textos fragmentarios, incoherentes, se trata de
“relatos de dueñas de casa”, “campesinos”, “obreros”[15] en
los que pareciera no haber método de interpretación o, quizás, se trata de un
método libre. Mesters habla del “método del pueblo”, en el cual no predomina
la coherencia ni la lógica “sino que se aproxima más al método de libre
asociación de ideas[16].
Mesters contrapone en diversos momentos este método de libre asociación al
método exegético histórico-literario-filológico[17].
Pero, por otra parte, es importante subrayar que este tipo de hermenéutica
bíblica empleada por Mesters es diversa, aunque no necesariamente
contrapuesta, a la desarrollada por autores como H. Assmann o J. L. Segundo. 3.3. Texto y
geno-texto Para la reflexión
semiótica de J. Kristeva, el texto está constituido como un proceso
(geno-texto) de múltiples y fragmentarios topoi, es decir, es una
práctica situada que genera un feno-texto. Por consiguiente, la cuestión que
se discute es que los textos son productos de lugares y prácticas sociales en
las cuales están involucrados múltiples factores educativos, comunicativos,
económicos-sociales y políticos. Por esto, no es casual que el concepto de
geno-texto y feno-texto sea particularmente importante en la reflexión de J.
Kristeva, pues refleja una comprensión del texto como proceso de producción
de significados antes que de un significado final[18]: El
texto no es un fenómeno lingüístico […] es su engendramiento: un
engendramiento inscrito en ese fenómeno lingüístico, ese fenómeno que es el
texto impreso, pero que no es legible más que cuando se remonta verticalmente
a través de su génesis: 1) de sus categorías lingüísticas, 2) de la topología
del acto significativo[19]. De tal manera que el
geno-texto es el engendramiento del tejido de la lengua; y el feno-texto es
el engendramiento de ese yo que se pone en situación de presentar la
significancia[20]. El
geno-texto es “un significante tomado en diferentes estadios del proceso del
funcionamiento significativo […] es el significante infinito […] se le
designaría mejor como ‘los significantes’ plurales, diferenciados hasta el
infinito”[21]. El
significante infinito, significantes plurales son los topoi que
producen en su conjunto el feno-texto. Es importante comprender que la
relación entre geno-texto y feno-texto no se identifica con la relación
dentro-fuera, sino con la relación de los topoi, el
proceso-significante: el conjunto de los otros escenarios[22] y
el tipo de discurso producido. En forma de síntesis afirma que “el geno-texto
[…] puede ser presentado como el dispositivo de la historia de la
lengua y de las prácticas significativas que es susceptibles de conocer”[23]. Si
los topoi, significantes plurales, son dispositivos, entonces la
atención a estos dispositivos es fundamental para el estudio de los lugares
de producción de textos. 4. El problema del
lugar Resulta paradójico
comprobar que el panorama de los estudios sobre el espacio y el lugar durante
el siglo XX ha sido abordado por pensadores de primera línea: Martin
Heidegger; Hans Gadamer; Jacques Lacan; Carl Jung; H. Lefebvre; Paul Veyne y
M. De Certeau. En la teología, la cuestión del lugar ha entrado precisamente
a partir de la reflexión realizada en Latinoamérica acerca de los signos de
los tiempos y la historia como lugar teológico. Jeff Malpas hace notar que el
tema “casi nunca ha sido estudiado directamente”[24].
Diversos representantes de la TdL insistirán como un aspecto central la
cuestión de la opción por los pobres como lugar
hermenéutico/teológico/sociológico fundamental a partir del cual se produce
una ruptura epistemológica del quehacer teológico. Sin embargo, dicha
formulación no desarrolla temáticamente el concepto de lugar, el cual es
estratégico en la actual discusión teórica. Los diversos teólogos de la
liberación insistirán en uno u otro sentido de este concepto, pero no
dialogan ni superan el aporte que el psicoanálisis, la historiografía y
sociología han hecho a este importante aspecto. Nosotros queremos subrayar
algunas pinceladas de esta cuestión. Primero, la
importancia del lugar como espacio radica en hacer pasar un discurso sobre la
historia entendiendo a esta desde un concepto universal a otro en donde el
lugar es una determinación espacial hegemónica o marginal que da una
específica historicidad humana al poder o subordinación. Segundo, el lugar es la
institucionalización de una voz hegemónica, ideológica, que produce
textos y saberes. Pero a la vez significa la creación de una ficción, en este
sentido hablar de wallmapu, amazonia o los pobres como lugar, expresa primero
una intención política de crear un espacio real en el que la voz de sujetos
marginados esté legitimada. Tercero, desde un
punto de vista psicoanalítico, el lugar es un espacio no euclidiano, sino
ficcional, ideológico, que construye la identidad de los grupos[25].
Este cambio de perspectiva se aprecia en Sigmund Freud, quien propuso una
teoría topográfica diversa a la concepción cartesiana del espacio,
fundamental para la comprensión del sujeto, estableciendo una relación entre
el espacio psíquico y la formación de la identidad. Según sus
descubrimientos, el lugar y el discurso son categorías anteriores a la
racionalidad del sujeto. Así como la de otros pensadores, su teoría del lugar
desafía las categorías del espacio y del lugar. De modo que el sueño y los síntomas
expresarían un texto sin sujeto, pero que sólo lo conocemos gracias al relato
que éste realiza. Esto expresa una
cuestión fundamental para la reflexión sobre el lugar, pues el inconsciente
será entendido como un lugar ignorado e insondable, un vacío que produce
trasposiciones, sustitutos (imágenes, voces, sueños, síntomas) que: “desde un
lugar más espeso de ese tejido se eleva luego el deseo del sueño”[26]. Si
el inconsciente es este lugar ignorado e insondable, que, sin dominar, genera
y estructura los límites de la identidad del sujeto, y como no poseído
racionalmente se abre paso en formas, narrativas, estéticos, lúdicos y
ficcionales sin sujeto. Desde una perspectiva
semiótica, la categoría de geno-texto nos ayuda a comprender que el lugar es
tanto un producto generado por voces, dominantes o dominadas, así como un
espacio de producción de textos. En otros términos, el concepto de lugar
refleja una lucha de intereses, pues la producción de un lugar puede no
siempre respetar los derechos fundamentales de una población, así como, por
ejemplo, zonas de sacrificio, vertederos, etc. En cambio, una disciplina se
constituye en un momento especifico mediante la concentración y coordinación
de voces, pero a su vez este espacio instituye voces que producen
significados anteriores a textos específicos. El concepto de producción
empleado pretende subrayar el carácter sistemático y estereotipado que tiene
la confección de tipos de discurso. En el ámbito popular,
la creación de una junta de vecinos, sindicatos, clubes deportivos son el
producto de procesos sociales mediante los cuales se generan lugares sociales
y políticos mediante los cuales la población encuentra un espacio para
organizar y expresar sus demandas. En este mismo sentido, si la producción de
un lugar no está exenta de conflicto, tampoco está exenta de imaginación; por
el contrario, si desde su inicio postula a este como posible, una vez
conseguido, la ficción nutre y alimenta el diseño e interpretación de los
textos generados. Si la TdL nació como
una toma de conciencia de la situación de dependencia en la cual vivía y vive
Latinoamérica, esto refleja que este lugar ha sido producido por políticas
internacionales, y la función que posee la hermenéutica en este contexto no
es tan sólo el lugar desde donde se interpretan textos del pasado, sino, más
bien, es el lugar de producción de voces latinoamericanas. 4.1. El lugar y el
texto límite El concepto de lugar
implica el de límite, todo lugar es tal por constituirse como un recorte de
la realidad contenida. El concepto ha sido reflexionado desde un punto de
vista cosmológico o epistemológico. Así, por ejemplo, en la reflexión de
Aristóteles o de Kant. Este último, en La crítica de la razón pura,
busca establecer los límites de la razón teorética. En el contexto actual, E.
Casey discrimina entre frontera y límite[27], y
J. Kristeva habla del límite que remite a “los sufrimientos de una
subjetividad limítrofe (borderline), es decir, un sujeto enviado a abandonar
sus fronteras, los límites de la relación entre el individuo y la sociedad”[28]. Creemos que dicho
concepto se puede aplicar a la cuestión del lugar original o punto de partida
de la TdL, esto es, la voz del pobre[29].
Sin embargo, desde el punto de vista hermenéutico, dicho enunciado no ha sido
considerado en su radicalidad, pues, como señalaba Enrique Dussel, éste es el
lenguaje del límite, esto es, la voz del pobre no es sólo un contenido sobre
el cual se hace teología, sino que es su propio lugar de producción.
En este sentido, si en alguna época se justificaba ser la voz de los sin voz,
hoy por hoy es fundamental asumir la relación esencial entre el lugar
teológico y el lugar de producción de textos limítrofes. Autores como Phillip
Sollers, J. Kristeva y S. Beardsworth se han referido a la cuestión de textos
límites. Y nosotros llamaremos textos limítrofes a un tipo de texto que
refleja una ruptura en relación con el ordenamiento o sistema del saber y del
discurso que los rodea. Estos tipos de textos representan una crisis y
transgresión de los límites entre el individuo y la sociedad, de tal manera
que recortan el adentro y afuera, el antes y después en la experiencia
histórica. Shuli Barzilia[30]
estudia el uso que J. Kristeva hace de este concepto distinguiendo diferentes
sentidos: a)
Primero, el discurso límite implica una práctica significativa, una
espacialidad límite-fronteriza, desde la cual se desarrollan operaciones de producción
de un relato. El margen como productor de textos, textos de zonas de
sacrificio o de situaciones de muerte son textos límites. b)
Segundo, el síntoma distintivo de la condición límite es la fragmentariedad
del discurso, es decir, la aparición de pedazos de un caos discursivo,
desintegrado, sin un orden lógico. c)
Tercero, el discurso límite es un efecto de lo que J. Kristeva llama
“abyección”. La abyección implica una ausencia, traspaso o un colapso de los
límites que estructuran al sujeto. Lo abyecto procede de la imagen cuerpo
como lugar de los excesos líquidos o sólidos que secreta el cuerpo humano,
aplicado al cuerpo social. d)
Cuarto, dislocación entre experiencia y lenguaje. En el relato límite el
significado colapsa y el significante deviene como una entidad flotante y
huérfano. Dislocación del yo de tal modo que restos de la subjetividad quedan
encadenados al trauma. e)
Quinto, textos abyectos están estructurado como un lugar del silencio. Este
silencio no es ausencia de ruidos o paréntesis, sino el lugar que produce el
texto de lo abyecto mismo: donde “no hay sujeto, y no hay oyente, no hay
escucha”[31] Como ya está dicho,
autores como los que ya hemos mencionado, describen el concepto de texto como
una realidad fronteriza, liminar (borderline). J. Kristeva, desarrolla el
concepto de textos limítrofes sobre un tipo de textos que reflejan una
ruptura en relación con el ordenamiento de saberes y discursos del sistema
cultural y político presente; ruptura con las prácticas, experiencias y
discursos sostenida por las prácticas y discursos hegemónicos, pues, dichos
textos definen el adentro y fuera de un sistema de saberes y de discursos,
así como se puede acreditar en procesos de enfermos terminales, testimonios
de grupos marginales de indocumentados o grupos de inmigrantes. Esta perspectiva ya
la encontramos en Freud y Wittgenstein. Para el primero, al hablar de los
límites del cuerpo[32]; para
el segundo, cuando menciona que “los límites de mi lenguaje significan los
límites de mi propio mundo”. Textos de este tipo representan una transgresión
de límites que no debe considerarse como un producto exótico, sino que
muestran un fenómeno cultural. Esto es, todo grupo ordena su propio discurso
mediante el ejercicio de legitimación de la literatura considerada canónica
por el mismo grupo, señalando sus bordes concretos y considerando heterodoxos
o apócrifos a otros. Por lo que estos textos límites, paradigmáticos,
recortan el adentro y afuera, el antes y después en la historia real de
aquellos sistemas culturales. La integración en el análisis de textos límites
es un factor importante en la formación bíblica, pues: a)
Discrimina tanto el tipo de textos como la terminología empleada por
facciones o grupos situados en los márgenes de una sociedad. b)
Detecta diferencias temáticas y mecanismos hermenéuticos empleados por los
diferentes grupos dentro de un espacio social. c)
Objetiva los procesos de ruptura o legitimación empleada por grupos oficiales
y marginales. 4.2. El lugar como
ruptura epistemológica Diversos teólogos de
la liberación, como Pablo Richard, hablan de “ruptura hermenéutica”[33], y
Juan Carlos Scannone menciona una “doble ruptura en el quehacer teológico”[34]. El
concepto de ruptura remite a la necesidad de un cambio de lugar desde donde
se recupera una interpretación de la Biblia. Por consiguiente, la necesidad
de una ruptura, un cambio de lugar es imprescindible para la cuestión
hermenéutica que nos ocupa. En cierto sentido se puede hablar de cambio de
estatus del discurso, como lo señala Michel de Certeau, “este cambio de lugar
modifica el estatus del discurso”[35],
para referirse al estudio del discurso filosófico y de la gente común. Así
las cosas, se comprende la diversa formulación que recibe esta ruptura, en
algunos casos se habla de ruptura epistemológica, en otras se habla de
ruptura hermenéutica, y en otras como de una relectura desde los pobres, etc. Encontramos el
concepto de ruptura en J. Kristeva aplicado al corte existente entre lo
semiótico y lo simbólico. El primero, remite a un nivel o etapa instintual,
transignificante, prelingüística del significado; en cambio, la segunda
“separation” hace referencia a una ruptura, entendiendo la unidad del sujeto
y del lenguaje socializado[36].
Por estas razones, J. Kristeva prefiere el término “ruptura”, “rechazo”
(rejection) –aunque seguirá empleando los otros términos–, pues este lexema:
“sugiere una heterogeneidad de significación y porque dentro del texto nos
abre a un crisol prelingüístico, sin significado”[37]. Esta referencia a un
“crisol prelingüístico” es fundamental para la tarea liberadora, pues remite
a la liberación pulsional de los cuerpos y de la reconciliación con el mundo
natural. Así las cosas, el concepto de ruptura o rechazo (rejection) empleado
en la TdL es profundizado al referirse a la experiencia de liberación
pulsional de lugares y discursos de sujetos o grupos marginales, pero también
de la voz ecológica silenciada. Situar la ruptura desde un plano
epistemológico a otro semiótico expresa que se trata no solamente en el nivel
racional-hermenéutico de la interpretación desde el lugar de los pobres, sino
que ahora se refiere a una nueva experiencia pulsional en donde se requiere
transformar los lugares en que se produce el ordenamiento del discurso
hegemónico. Nos referimos específicamente, a los lugares de control de los
saberes y discursos como son los sistemas educativos y de comunicación de
masas que existen en el Continente. Este ordenamiento legitimador está
formulado en términos de control de los modos de producción de bienes,
saberes y discursos característicos de la sociedad capitalista en
Latinoamérica. 4.3. El lugar y su
relación entre sentido y significado Una de las
dificultades que ha presentado la HdL radica en la desconexión que presenta,
por un lado, una teología de la historia entendida como signos de los
tiempos; y, por otro lado, una relectura de los textos bíblicos de acuerdo
con el concepto de texto instrumental empleado por la exégesis
histórico-crítica. Desde un punto de vista semiótico se podría caracterizar
dicho dilema mediante la oposición sentido-significado. Así las cosas, la
reflexión hermenéutica al respecto ha carecido de una adecuada consideración.
Los procesos de
liberación, los signos de los tiempos están del lado de las experiencias
radicales de sentido; en cambio, la relectura de los textos bíblicos está en
el nivel de los significados al aplicar una “hermenéutica de la sospecha”.
Para posiciones más radicales, la historia no tiene un sentido, y el
significado de los textos está situado en el contexto pretérito de aquellos;
para otros, el sentido no existe, sino el significado; finalmente, para
otros, el sentido está en la estructura interna de los textos. Sin embargo,
podemos decir, desde nuestro punto de vista, que si bien sentido y
significado no son lo mismo, las prácticas están relacionadas con el sentido
porque son experiencias inmediatas del nacimiento, del dolor de la muerte, o
del amor por o sentirse amado. La cuestión del
sentido no está vinculada directamente con el texto, pues este puede venir en
el futuro (cf. Lc 19,41) o actos experimentados como absurdos como el
sufrimiento de una enfermedad prolongada adquieren sentido si son integrados
en un contexto mayor[38]. En
cambio, el significado de una palabra o relato es una elaboración socializada
con arreglo a un ordenamiento de prácticas y discursos culturales y sociales.
Ciertamente, la
hermenéutica siempre lo ha sabido, los textos neotestamentarios poseen una
distancia histórica que los separa del sentido originario que tuvieron. Así,
fuera de su contexto, pierden un sentido, y se vuelven texto muerto como bien
señalaba P. Richard: “esa Biblia sin texto, sin historia, y sin espíritu, es
una Biblia muerta”[39].
Ahora bien, esa Biblia requiere de ser insertada en “otro texto, en otra
historia, en otro espíritu” para que ella adquiera significado y sentido para
sus lectores. Es importante
insistir que la terminología empleada por los autores es diversa, en algunos
casos, se refieren al sentido para hablar de lo que otros llaman significado;
en otros, la premisa básica radica en la negación de un sentido como
experiencia fundamental del hombre históricamente situado. Como sea el caso,
J. Kristeva habla de significación y no de significado –este último como el
convencional modo de entender la relación entre significante y significado– y
menciona la significación como experiencia del límite. De esta manera hace
notar que se trata de un proceso de transformación en y a través del lenguaje[40]. Para J. Kristeva,
significación no es una realidad abstracta, sino que está vinculada a una
práctica que ella considera revolucionaria, pues es una liberación semiótica
(impulso) y simbólica. La significación, por tanto, conlleva la formación del
sujeto y del proceso simbólico[41]:
como “proceso heterogéneo […] es una práctica de estructuración y de
desestructuración, un pasaje a los límites exteriores del sujeto y de la
sociedad”[42]. 4.4. El lugar y su
relación entre lo simbólico Por lo que llevamos
dicho, el concepto de lugar establece una vinculación entre el lugar y tipo
de discurso, lo cual para el estudio de textos bíblicos y populares es
fundamental. La sociolingüística nos ha enseñado que los discursos no
adquieren su significado de su gramaticalidad, sino de las condiciones
contextuales e ideológicas que condicionan dicha producción discursiva, de
tal modo que, dichas condiciones representan el sociolecto de cada grupo que
representa un tipo de patrimonio cultural importante para los estudios
teológicos. Los términos “hueñe”,
“niño” y “menor” no adquieren su significado de su gramaticalidad, sino al
relacionarlo con el lugar que los produce: en un caso, el pueblo mapuche; en
el otro, el lenguaje de la ciudad; y en otro, el lugar de los discursos
jurídicos sobre la infancia vulnerable. Es en su lugar propio
en donde tales términos adquieren su sentido y significado. En términos
bíblicos ocurre algo similar, las diversas corrientes del cristianismo
acuñaron su propia terminología, no un significado universal, sino un
particular sociolecto que expresa sus propias convicciones, creencias,
valores, y costumbres. En este contexto, y desde un punto de vista semiótico,
el lenguaje no es una mera herramienta que transmite ideas o significados,
sino que posee un carácter simbólico y semiótico. El lenguaje entendido como
construcción simbólica en la terminología mencionada, no se reduce a ser un
instrumento cognitivo, sino que se inscriben en una ruptura, pues implica la
misma formación de una identidad individual y su ingreso en el circuito social
del propio grupo. Por esto, la cuestión hermenéutica radica, a nuestro
juicio, en la necesidad de entender el lenguaje de los pobres y grupos
originarios no sólo como una tarea hermenéutica de la interpretación de
símbolos, sino como una tarea semiótica que implica compartir una diferencia
con otros discursos y prácticas, con otras aspiraciones ideológicas. En otras palabras, el
trabajo de relectura bíblica realizada por la comunidad de pescadores,
campesinas, o pueblos originarios, realizada en diversos rincones del
Continente, no debe entenderse como una cuestión individualista ni
espiritual, sino como un compartir una ruptura, una producción simbólica y
semiótica de la propia experiencia histórica. Al respecto, recordemos que
para J. Kristeva la relación entre semiótico y simbólico presupone el
concepto de ruptura[43]:
“simbólico parecería un término apropiado para esto siempre unificación
dividida que se produce por una ruptura y es imposible sin ello”[44]. El lenguaje entendido
como signo de reconocimiento es un “objeto” dividido en dos, separado en dos
partes, pero, así como los párpados, el “símbolo” reúne los dos bordes de esa
fisura[45].
Así, la primera simbólica del cristianismo hunde sus raíces en compartir una
ruptura entre tipos de prácticas y textos realizada en el mundo de pobreza. 5. Últimas palabras Siguiendo la
observación de diversos estudiosos, hemos sostenido que hoy se reconocen los
diversos problemas epistemológicos y hermenéuticos que posee la HdL. Por lo
cual hemos creído que un aporte a esta búsqueda por una mayor claridad a
estas preguntas que minan la hermenéutica latinoamericana puede ser
encontrada en la semiótica de autores como J. Kristeva, pues dicha estudiosa
aporta categorías apropiadas para superar los nudos problemáticos y
ambigüedades, como son la distinción entre historia y relectura de la
Escritura. En nuestro análisis
hemos aportado las categorías semióticas de lugar, geno-texto, feno-texto,
textos límites, con lo cual se entiende que los textos de la Escritura no son
meros datos literarios, sino que cada tipo de texto es concomitante a un
lugar específico, que es producto y produce textos. En tiempos del cambio
de era, esto explica que textos bíblicos presentan un lenguaje, estructuras y
terminología producido por sujetos y grupos que vivieron en las condiciones
económicas y políticas propias de aquel tiempo. Así las cosas, estamos frente
a una nueva manera de enfrentar el estudio y el análisis de textos bíblicos,
la cual integra tanto la sospecha ideológica impulsada por los teólogos de la
liberación de la primera hora, como la hermenéutica de libre asociación
impulsada por C. Mesters. De este modo, también
superamos una comprensión de los eventos y la praxis como anterior y superior
a los textos. Además, hemos sostenido que el problema por la búsqueda del
lugar hermenéutico o la ruptura epistemológica está en relación con la
cuestión del paso de lo semiótico a lo simbólico, así como del lugar en donde
se producen textos límites. Siguiendo las indicaciones de E. Dussel, hemos
señalado que el grito del pobre es el lugar del límite, esto ha sido
comprendido cabalmente por diversas disciplinas para comprender que el
momento de la muerte, y la vida en zonas de sacrificio o eventos que
exterminio, son espacios en los cuales se producen textos límites. Lo cual,
da argumentos lingüísticos para comprender que el espacio hermenéutico no es
una operación epistemológica, sino específicamente semióticos, es decir,
espacios límites producen textos límites, espacios de poder producen textos
de poder. La formulación hecha
por diversos teólogos de la liberación, en relación a la Biblia como libro de
los pobres o de los marginados, es importante colocarla en toda su dimensión
semiótica. Como ha sido estudiado, la existencia de facciones o trayectorias
de grupos en el primitivo cristianismo muestran un tipo de lenguaje y de
literatura bien particular, esto es, grupos que mayoritariamente estaban
situados en los márgenes del mundo antiguo. Por último, el
artículo ha subrayado, así, la necesidad de un estudio sociolingüístico, el
cual explica que los diversos grupos o facciones marginales del mundo antiguo
fueron capaces de producir un lenguaje y textos propios que dan cuenta de su
historia, de sus ideales y sus particulares convicciones, las cuales hoy nos
muestran un camino a seguir. Bibliografía Assmann, Hugo. Teología desde la praxis de la
liberación. Ensayo teológico desde la América dependiente. Salamanca:
Sígueme, 1973. Barret, Estelle. Kristeva. Reframed.
London: Taurus, 2011. Barzilai, Shuli. “Borders of Language:
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New York: Fordham University Press, 2008. Sollers, Phillip. La escritura y la experiencia
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1977. Vidales, Raul. Desde
la tradición de los pobres. México: CRT, 1978. de Wit, Hans. En la dispersión el texto es patria.
San José: UBL, 2002. César Carbullanca
Núñez, es Doctor en Teología Bíblica por la Universidad
Pontificia Comillas (Madrid). Tiene un postdoctorado en Ciencias de la
Religión de la Universidad Metodista de São Paulo (Brasil). Es docente de
Nuevo Testamento en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Contacto: carbullanca@yahoo.com Artículo recibido: 5 de agosto del 2023. Artículo aprobado: 8 de octubre del 2023. |
|
[1] Diego
Irarrázaval, “Hay últimos que serán primeros. La teología latinoamericana hoy”,
Actas teológicas 18, n.° 1 (2012), 17.
[2] Hans de Wit, En
la dispersión el texto es patria. (San José: UBL, 2002), 136.
[3] Hugo Assmann, Teología
desde la praxis de la liberación. Ensayo teológico desde la América dependiente.
(Salamanca: Sígueme, 1973), 101; Raúl Vidales, Desde la tradición de los
pobres. (México: CRT, 1978), 101.
[4] Assmann, Teología
desde la praxis, 101; Vidales, Desde la tradición de los pobres,
128.
[5] Severino
Croatto, Liberación y Libertad. Pautas Hermenéuticas (Lima: CEP, 1978),
5.
[6] Severino
Croatto, “Las estructuras de poder en la Biblia la recontextualización
hermenéutica” Revista Bíblica 37, n.º 2 (1975), 125.
[7] Norman Fairclough, Language and power (New York: Longman Group,
1989), 24.
[8] Norman Fairclough, Critical discourse analysis critical study of
language (London: Longman Group, 1995), 71.
[9] Julia Kristeva, Revolution in Poetic language (New York:
Columbia University Press, 1984), 25.
[10] Kristeva, Revolution, 26.
[11] Edward Casey, The Fate of Place (Berkeley: University of
California, 1997), 136.
[12] Casey, The
Fate, 6. E. Casey analiza el concepto de Chora y topos en la antigüedad
griega y judía; Michel de Certeau, The practice of everyday life. (Berkeley: University of California Press, 1984); Jeff
Malpas, Place and Experience: A Philosophical Topography (London:
Routledge, 2018); Alexander B. Murphy, “Identity and Territory”, Geopolitics
15, n.° 4 (2010): 769-772.
[13] Julia Kristeva, Semiótica 1-2 (Madrid: Fundamentos, 1981), 30.
[14] Gustavo
Gutiérrez, “Praxis de liberación y fe cristiana”, en Signos de Liberación. Testimonios de la Iglesia en América Latina (Lima: CEP, 1973), 30.
[15] Carlos Mesters, Flor sim defesa. Uma explicação da Bíblia a partir
do povo (Petropolis: Vozes, 1986), 8.
[16] Mesters, Flor sim defesa, 128.130.
[17] Mesters, Flor sim defesa, 128.
[18] Kristeva, Semiótica 2, 97.
[19] Kristeva, Semiótica 2, 97.
[20] Kristeva, Semiótica 2, 98.
[21] Kristeva, Semiótica 2, 101.
[22] Kristeva, Semiótica 2, 101.
[23] Kristeva, Semiótica 2, 102.
[24] Jeff Malpas, “Putting space in place: philosophical topography and
relational geography”, Environment and Planning D: Society and Space 30
(2012), 226.
[25] Certeau, The practice of everyday life, 5.
[26] Sigmund Freud, Obras Completas. La interpretación de los sueños. Tomo
V
(Buenos Aires - Madrid: Amorourtu, 1975), 519; Charles Shepherdson, Lacan
and the limits of language (New York: Fordham University Press, 2008), 3.
[27]
Casey, The fate, 63.
[28] Beardsworth, Julia Kristeva, 15.
[29] Enrique Dussel, “Teología de la liberación y marxismo”, en Mysterium
Liberationis. Conceptos fundamentales de la Teología de la Liberación, ed.
por Ignacio Ellacuria y Jon Sobrino, 115-144 (Madrid: Trotta, 1990); Teología
de la liberación. Un panorama de su desarrollo (México: Potrerillos, 1995),
11.
[30] Shuli
Barzilai, “Borders of Language: Kristeva’s Critique of Lacan”, PMLA 106,
n.° 2 (1991), 295.
[31] Elizabeth
Jelin, “La narrativa personal de lo invivible”, en Historia, Memoria y
Fuentes Orales, ed. por Vera Carnovale, Federico Lorenz y Roberto
Pittaluga, Buenos Aires: CeDInCI, 2006., 2006), 55.
[32]
Shepherdson, Lacan and the limits of language, 4.
[33] Richard, Pablo. “Teología en la Teología de la Liberación”, en Mysterium
Liberationis. Conceptos fundamentales de la Teología de la Liberación, ed.
por Ignacio Ellacuria y Jon Sobrino (Madrid: Trotta, 1990), 220.
[34] Juan Carlos
Scannone, “La teología de la liberación. Caracterización, corrientes, etapas”, Medellin
9, n° 34 (1983): 266.
[35] Certeau, The practice of everyday life, 11.
[36] Kristeva, Revolution,
147.
[37] Kristeva, Revolution,
147.
[38] Texto inédito
del Huaso Correa del retiro del 13 de Junio de 1985: “y ¿qué futuro podré tener
en los años que me quedan? [...] será que debo incorporarme más a la historia
de todos para que mi historia encuentre su sentido y su razón de ser”.
[39] Richard, “Teología en la Teología de la Liberación”, 220.
[40] Julia Kristeva. Sentido y sinsentido de la rebeldía. Literatura y
psicoanálisis (Santiago de Chile: Cuarto propio, 1999), 72.
[41] Beardsworth, Julia Kristeva, 40.
[42] Kristeva, Revolution, 17.
[43] Estelle Barret, Kristeva. Reframed (London: Taurus,
2011), 11.
[44]
Kristeva, Revolution, 49.
[45]
Kristeva, Revolution, 49.