Vida  y

Pensamiento

Revista Teológica de la Universidad Bíblica Latinoamericana

Volumen 39 Número 1  -  Enero/Junio 2019  -  San José, Costa Rica  -  ISSN 1019-6366

Descolonizar el futuro:

¿Cómo vivir en tiempos de cambio climático?

 

 

El Medio Ambiente como problema teológico-espiritual

 

Martin Hoffmann

 

Volumen 39 Número 1  -  Enero/Junio 2019  -  pp. 135-159

 

Resumen: La problemática del Medio Ambiente implica el cambio climático, la deforestación y el crecimiento de la población. ¿Qué impide la comprensión y un cambio de este comportamiento? El autor observa tres factores: (1) el paradigma de la era moderna como el poder que gobierna el pensamiento. Es la figura básica de la subjetividad, la división entre el Yo y el Tú, que guía a un tratamiento del Medio Ambiente como puro objeto. (2) la idolatría, que sustituye a Dios como marco de racionalidad humana por la ganancia económica como nuevo Dios. (3) la codicia del ser humano como su pecado original que domina los deseos. Frente a estos poderes y obsesiones es necesaria una salvación como transformación de los poderes. Salvación en términos de una transformación espiritual y una transformación ética que implica las concepciones de la libertad y justicia, la sostenibilidad y el desarrollo de una economía de bien común. Todo eso resulta en la necesidad de una ética de transformación. Ella apunta a una nueva cultura de la vida, para la cual la preservación de la dignidad humana y el derecho de la naturaleza son elementos clave.

Abstract: The problem of the Environment implies climate change, deforestation and population growth. What prevents a change in this behavior? The author observes three factors: (1) the paradigm of the modern era as the power that governs thought. It is the basic figure of subjectivity, the division between the Self and the You, which guides a treatment of the Environment as a pure object. (2) Idolatry, which replaces God as a framework of human rationality for economic gain as a new God. (3) The greed of the human being as his original sin that dominates the desires. Faced with these powers and obsessions, salvation is necessary as a transformation of the powers. Salvation in terms of a spiritual transformation and an ethical transformation that implies the conceptions of freedom and justice, sustainability and the development of an economy of common good. All this results in the need for an ethic of transformation. This points to a new culture of life, for which the preservation of human dignity and the right of nature are key elements.

Palabras claves: Medio Ambiente, Modernidad, idolatría, codicia, ética de transformación.

Key Words: Environment, Modernity, idolatry, greed, transformation ethics.

 

 

ÍNDICE

El Medio Ambiente como problema teológico-espiritual

La problemática

Poderes y obsesión

1. El paradigma de la era moderna – el poder que gobierna el pensamiento

2.  Idolatría – el poder que desfigura la fe

3. La codicia que gobierna el deseo

4. La salvación como transformación de los poderes

4.1 La transformación espiritual

4.2 La transformación ética

Libertad y justicia

Sostenibilidad

Desarrollo de una economía de bien común

Ética de la transformación

Bibliografía


 

 

Martin Hoffmann

El Medio Ambiente como problema teológico-espiritual

La problemática

No hay duda de que el mundo se enfrenta a graves problemas ambientales y que los mismos son cada vez más apremiantes. La amenaza a los recursos naturales básicos se convierte en una cuestión de supervivencia tanto para la presente generación como para las futuras. La lista de estos problemas parece ser interminable. Los tres más explosivos son:

·      El cambio climático: Bajo clima se entiende "la totalidad de los estados del tiempo medidos durante cierto período, incluidos los extremos que ocurren en ese lapso".[1]  Este clima es transformado por la intervención humana y por influencias externas tales como erupciones volcánicas o fluctuaciones en la energía solar. La problemática del cambio climático natural surge por un exceso de impacto humano. En particular, el rápido aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4) y el hidrofluorocarbono (HFC) desestabilizan el equilibrio. Si bien los gases de efecto invernadero existentes son necesarios para el calentamiento global porque ralentizan la reversión de la radiación solar, su incremento por emisiones adicionales causan el calentamiento global. Si a medida que la temperatura promedio del planeta continúa aumentando e incluso se derrite la cubierta de hielo en los polos, el ecosistema del planeta se encuentra frente a un cambio catastrófico. Las estadísticas demuestran, que por ejemplo el nivel de dióxido de carbono en la atmósfera ha aumentado en un 40% en comparación con la concentración preindustrial. Por lo tanto, internacionalmente se fijó el objetivo de limitar el calentamiento global por debajo del 2% en comparación con los niveles preindustriales. Las consecuencias de un mayor calentamiento pondrían en peligro la biodiversidad de los animales y las plantas, la nutrición mundial y la seguridad global. El hambre, la pobreza y la sequía, así como las guerras climáticas, especialmente por el agua, ya se pueden anticipar hoy en día.

·      El crecimiento de la población:  La población de la tierra va en aumento, no así los recursos para sus necesidades de nutrición y energía. El uso indiscriminado de los recursos priva a la tierra y a la población de sus medios de vida y conduce a una enorme contaminación ambiental. La contaminación del aire y la eliminación de desechos - especialmente los desechos nucleares - amenazan la vida incluso de las generaciones futuras.

·      La deforestación del bosque lluvioso:  Con la deforestación, no solo se pierden vastas cantidades de tierra fértil por los deslaves, sino que también aumenta el efecto invernadero a medida que se absorbe menos dióxido de carbono por los árboles. Se destruye el llamado "pulmón de la tierra".

Poderes y obsesión

A pesar de lo evidentes que resultan los hallazgos científicos, y a pesar de lo lógicas que son las consecuencias, todavía existen en el mundo occidental personas que niegan el cambio climático y se continúa descaradamente con la explotación industrial de la naturaleza, sin consideración de las consecuencias para el presente y el futuro. Por lo tanto, la problemática del medio ambiente no es solamente una cuestión acerca de la ética ambiental apropiada, es decir, qué hacer o qué no hacer, sino en primera instancia es la pregunta:

¿Qué impide la comprensión y un cambio de este comportamiento?

Es la cuestión de los poderes que tienen un efecto estructural y la pregunta acerca de las obsesiones que no permiten que las personas se desvíen de este camino de explotación de la naturaleza. Una nueva y determinada ética ambiental solamente logrará prevalecer si se aborda la pregunta sobre los poderes. Estas preguntas tienen calidad teológica-espiritual. Para buscar explicaciones o soluciones, a menudo es aconsejable volver a la fuente de los problemas. El origen a menudo ya contiene el potencial de solución incluso en su núcleo.

Dos breves ensayos del teólogo Paul Tillich en los años 60 del siglo pasado[2], o sea antes de la primera alerta del Club de Roma en 1972, que dramatizó los peligros del progreso tecnológico, ofrecen tres indicaciones notables, que se detallan a continuación: "El descubrimiento de la horizontalidad" (23), "La pérdida de la dimensión vertical" (32) y "La historia de la salvación para el universo" (36).[3]

Estas indicaciones, las cuales se explican más adelante, adquieren actualidad y explosividad cuando se combinan con el discurso bíblico de poderes y fuerzas, que de manera pionera describió el teólogo estadounidense Walter Wink. Para él los "poderes" son el lado interno espiritual de cada situación material y de cada institución humana.

Los poderes de este mundo son más que sólo las personas que están a cargo. Son los sistemas mismos, las instituciones y las estructuras las que entrelazan a la sociedad en una red compleja de poder y relación[4] .

En ellos impera un cierto espíritu, que también se siente de manera notoria. No se trata en principio de poderes buenos o malos. Se trata de poderes que son fieles en su vocación a la creación de Dios, y poderes que han caído y por tanto se han vuelto "demoníacos". Siendo así, también pueden ser redimidos, o sea, ser transformados.  Ante este trasfondo vuelve a surgir la pregunta con respecto a la problemática ambiental: ¿cuáles poderes están obrando - posiblemente son los demoníacos, que promueven descaradamente la destrucción del medio ambiente - y cómo pueden ser redimidos o transformados?

1. El paradigma de la era moderna – el poder que gobierna el pensamiento

Tillich describe el paradigma de la modernidad, sin usar este término, con el descubrimiento de la horizontalidad. Con esto se refiere a un patrón básico de percepción y construcción de la realidad. Históricamente, el pensamiento griego antiguo descubre un patrón circular de pensamiento que apuesta al regreso de lo mismo, un patrón vertical de pensamiento al final de la antigüedad y la Edad Media que trasciende el mundo hasta llegar a Dios y, al comienzo del Renacimiento, el patrón horizontal de pensamiento, que comprende el mundo bajo las perspectivas de metas, desarrollo y progreso.

Podemos expresar esto por medio de tres símbolos geométricos: el círculo, para representar la realización de la vida dentro del cosmos y sus potencialidades – según aparece en la Grecia clásica; la línea vertical, como el esfuerzo vital hacia aquello que trasciende el cosmos, es decir, el Uno Trascendente, es ser y significado último, tal como aparece al final de la Edad Antigua y durante la Edad Media. Y por último, la línea horizontal, o tendencia al control y transformación del cosmos al servicio de Dios o del ser humano, según la hallamos en el período que parte del Renacimiento, la Reforma y el Iluminismo.[5]

La base de este paradigma moderno, como habría que explicar con más detalle, es la figura básica de la subjetividad, la división entre el Yo y el Tú. En el interés de permitir que el sujeto actuante se vuelva autónomo, se desprende de sus vínculos con un Dios trascendente, pero también con su prójimo. Este desprendimiento del ser sucede fundamentalmente en la filosofía de Descartes. Él formula la

dualidad de res cogitans y res extensa, el ego cognitivo y el mundo corporal. Este mundo corporal era ahora todo lo que debería estar fuera del pensamiento. Todo - la naturaleza, otros seres vivos y el cuerpo humano - se convirtió en el mundo del cuerpo. Y este mundo corporal por su parte, lo reconstruyó a través de un diseño imaginario, en forma de una máquina. [...] En este concepto de realidad, sin embargo, ontológicamente se presupone la separación del objeto, el cual a la inversa es solo un objeto debido a la separación. Pero la verdad es, que esta separación es totalmente imposible ... Lo que Descartes por lo tanto establece y presupone categóricamente como una separación ontológica, en realidad es una ficción pura. Esta ficción contiene un acto de violencia, como en toda separación exitosa. [...] Cuando la separación entre sujeto y objeto se declara como un principio metodológico general, el científico que sigue este método, lleva a cabo una y otra vez un acto de violencia al colocarse al lado de y por encima de otros, de los cuales sin embargo es completamente dependiente en su pensar y hablar y en su reproducción corporal. En virtud de esta premisa ontológica, la forma científica cartesiana establece las "ciencias sin el Tú". [...] Es una forma de pensamiento sin diálogo, una renuncia metódica a la "participación", lo cual es empíricamente imposible y, por lo tanto, metodológicamente no tiene ningún sentido. [...] La noción ética de esta forma de ciencia es su falta estructural de compasión“[6].

Pero la devaluación del otro como simple parte del mundo material trajo consigo consecuencias devastadoras para el ser humano y la naturaleza. Durante la conquista se les negó el alma humana a los indígenas, legitimando así la opresión y el exterminio. Enrique Dussel llega a la conclusión de que al "Yo pienso" de Descartes le sigue automáticamente el "Yo conquisto".[7] Esta interpretación permitió degradar la naturaleza a un mero objeto de la explotación y maximización de beneficios.

El paradigma de la modernidad domina el pensamiento y la actuación hasta nuestros días. Por una parte son indiscutibles los enormes logros en la llamada era de la modernidad tanto en la ciencia, la tecnología, el estado, la sociedad y el derecho, como por ejemplo el desarrollo en el campo médico, la democratización y los derechos humanos. Sin embargo, saltan a la vista por otra parte los lados oscuros. Hans Küng resume las preguntas críticas a la modernidad:

- Se dio un progreso de la investigación científica en todos los campos. Pero ¿dónde quedó el progreso moral simultáneo capaz de impedir el abuso de la ciencia (por ejemplo en física, química y biología)?

- Se desarrolló una muy eficiente gran tecnología mundial. Pero no en igual medida la energía espiritual capaz de poner bajo control los riesgos de la tecnología perceptibles por doquier.

- Se llegó a una economía que operaba y se expandía por todo el mundo. Pero ¿cuáles son los recursos de la ecología para hacer frente a la destrucción de la naturaleza, también de dimensión mundial, ocasionada por la industrialización?

- En el curso de un desarrollo complejo la democracia se impuso de forma lenta también en muchos países no europeos. Pero no se impuso una moralidad que reaccionara contra los masivos intereses de poder de los diversos seres humanos y grupos de poder.[8]

Luz y sombra bajo este "poder del pensamiento" designa la "dialéctica de la iluminación". En la modernidad, la orientación originalmente emancipadora de la Ilustración hacia la razón autónoma, hacia el progreso y la libertad del ciudadano, se transforma unilateralmente, es decir, económicamente: la razón práctica se convierte en cálculo preciso, el progreso se convierte en crecimiento económico y la libertad de los ciudadanos se convierte en el libre mercado.

La forma en que este paradigma domina el pensamiento y la acción, y cómo controla la economía y la política, queda clara al observar la negativa permanente de algunos estados, así como de corporaciones transnacionales de cumplir con los objetivos climáticos y reducir drásticamente las emisiones contaminantes. Los patrones de pensamiento horizontal (Tillich), el paradigma de la modernidad, es uno de los poderes que bloquean un cambio de sentido y política. Representaría un paso importante el calificar teológicamente el lado oscuro de este paradigma: como un poder hostil y diabólico que se opone a la buena creación.

2.  Idolatría – el poder que desfigura la fe

En su ensayo "Los efectos de la investigación espacial", Tillich habla sobre la pérdida de la orientación vertical del pensamiento tras el Renacimiento y la Ilustración. No se queja del dominio perdido de las verdades religiosas sobre las verdades racionales en un sistema doctrinario. Más bien, recuerda, en previsión profética, que la razón autónoma de los tiempos modernos no es tan autónoma como parece. Con qué facilidad se transforma en una razón instrumental y calculadora, que sirve a intereses muy diferentes a los de la humanidad del ser humano. Al servicio de una economía de mercado, se convierte en un mero cálculo de eficiencia y beneficio. La racionalidad económica desarrolla un poder del que ni la política, y menos la política nacional, ni el derecho ni la religión institucionalizada pueden escapar. Se convierte en el pilar de un sistema de poder.

Este proceso también tiene una dimensión teológica, porque no se trata simplemente de una secularización de la razón, sino que cae bajo un nuevo poder casi como un sustituto de la religión. El reformador Martín Lutero reconoció esta situación muy astutamente ya en el siglo XVI al comienzo del capitalismo mercantilista. En su crítica de la economía, azota sus principios básicos. En su Gran Catecismo, una especie de doctrina condensada de la fe, trata además el tema en relación con el primer mandamiento: “Yo soy El Señor, tu Dios. No tendrás dioses ajenos delante de mí”. La economía se transforma entonces con el concepto de «Mammón» en un problema del ámbito de Dios. Pasa de ser un problema ético a un problema teológico. Lutero se opone a las presiones sistémicas del capitalismo sometiéndolo a la crítica del mandamiento divino. Esas prácticas económicas son idolatría pura, porque la mayoría de las personas desprecian a Dios y siguen al Mammón y veneran su propia justicia:

Algunos piensan tener a Dios y a todas las cosas en abundancia, cuando poseen dinero y bienes. En esto se confían y se engríen de tal modo, con tal firmeza y seguridad en lo que tienen que para ellos nada hay que valga la pena.  Observad, tal persona tiene ya también un dios que se llama Mammón, esto es, el dinero y los bienes en que tal persona ha puesto su corazón. Por lo demás, este es el ídolo más común en el mundo[9].

Aquí se reconoce y se denuncia claramente la explotación capitalista: el egoísmo absoluto y la búsqueda del propio beneficio. Esto caracteriza a la persona que pone su confianza en sí misma y que se convierte a sí misma en dios. Porque en lo que una persona confía y en lo que se fía, ahí está su Dios.

Cuando el capital se convierte en el Dios Mammón  y toma el lugar del Dios del Antiguo y Nuevo Testamento, se trata precisamente de esa idolatría que debe evitarse en el primer mandamiento. De la pregunta del primer mandamiento depende lo humano en la vida humana y natural. Con su tesis de “En aquello en que tengas tu corazón, digo, en aquello en que confíes, eso será propiamente tu Dios”, Lutero formula la pregunta decisiva de cuáles valores finales determinan a la sociedad o, en otras palabras, cuáles perspectivas son exitosas en el discurso social para una vida humana. 

De cara al cambio climático y a la destrucción del ambiente, la alternativa descarada "El Dios de la vida y los ídolos de la muerte", adquiere una nueva agudeza.[10]  Pablo Richard define de manera inconfundible la conexión entre la acción económica y la orientación espiritual: "La destrucción del "cielo" y la destrucción de la "tierra” son una misma destrucción"[11].  La idolatría en forma de falacia y fe en el mercado, como el poder que desfigura la fe, tiene - en palabras de Tillich - un efecto demoníaco sobre el trato del medio ambiente.

3. La codicia que gobierna el deseo

Siguiendo el análisis de Tillich, con la desaparición de la orientación vertical del pensamiento, la pregunta hacia el sentido de la vida y el potencial crítico de esta dimensión de la vida también se pierden:

Sin embargo, este triunfo de la horizontalidad plantea serios problemas más espirituales que se resumen en la pregunta básica: “¿Para qué?” Mucho antes de que se trascendiera la órbita terrestre, la pregunta “¿Para qué?” ya fue formulada con gran seriedad y preocupación, en relación con la interminable producción de implementos: máquinas, herramientas y artefactos. Surgió la raíz de la cuestión acerca del sentido de la vida; y se la ha planteado siempre y cuando la actitud de la civilización moderna hacia la tecnología y los negocios estuvo sujeta a la crítica profética, sea en términos religiosos o seculares.[12]

Sin una corrección de parte de la orientación vertical, la alineación horizontal rápidamente desarrolla su potencial demoníaco. Tiene un nombre: codicia. La forma en que adquiere poder sobre la voluntad del ser humano es descrita por Franz Hinkelammert en su análisis de la comprensión de la ley de Pablo.[13]  En la carta a los Romanos, Pablo cita los mandamientos, que también son reglas comunes de comportamiento para los no judíos, porque de lo contrario la coexistencia social resultaría imposible: “No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos (Ro 13.9-10)“ (75). Pablo hace referencia sobre todo a la segunda tabla de los mandamientos – los mandamientos cuatro a diez – para explicar lo que quiere decir con la ley natural, la cual también esta esculpida en el corazón de los paganos. Estas son las reglas básicas para la convivencia humana, incluso en una banda de ladrones, como afirmó Platón. De estos mandamientos, los primeros pueden ser formalizados, p.ej. en un Código Civil, pero no así el último, el décimo: No codiciarás. De ahí que Hinkelammert piensa que este mandamiento es el más importante para Pablo, porque el deseo es el poder que puede someter al resto de los mandamientos y a la voluntad de cumplirlos. La injusticia no solamente se da en la transgresión de los mandamientos, sino también de manera mucho más sutil, en el cumplimiento de la ley, pero sujeta al deseo. De allí que Hinkelammert pueda concluir:

El pecado – la maldad como tal – opera en nombre del cumplimiento de la ley y no a partir de violaciones de la ley. Violaciones de la ley ocurren, pero no son explicativas por sí mismas. El pecado se comete en el cumplimiento de la ley (78).

El mejor ejemplo de ello es la condena de Jesús en nombre de la ley.  El deseo o también la satisfacción ambicionan la maximización. Este es “el lado psicológico de la propia maximización de la acumulación de las riquezas y del dinero” (78).  La codicia no es condicionada exclusivamente por la envidia u otros instintos, sino se desarrolla también desde un comportamiento racional dirigido por el deseo. Es peligrosa porque se puede cumplir dentro del marco de las leyes existentes, por lo cual no es ilegal. “Eso ocurre paradigmáticamente en el mercado y constituye el principio de vida del capitalismo actual. En el mercado y a través del dinero adquiere su forma calculable” (78).

En la figura del comportamiento racional, el deseo desarrolla un poder (demoníaco) que domina la economía de mercado y la política que depende de ella. Se esconde detrás de circunstancias y necesidades estructurales. Parece que hoy en día el ambiente está casi completamente a la merced de este poder. En este sentido Tillich concluye: “La tragedia de la naturaleza está ligada a la tragedia del ser humano, así como la salvación de la naturaleza depende de la salvación del ser humano.”[14]

4. La salvación como transformación de los poderes

4.1 La transformación espiritual

Tillich describe el procedimiento de la salvación en lenguaje simbólico. Primeramente, cita las palabras en la visión de Juan:

Entonces me mostró el río del agua de vida, resplandeciente como cristal... y a un lado y a otro del río crecía el árbol de la vida, que daba doce clases de fruto, dando su fruto cada mes; y las hojas del árbol eran para la salud de las naciones (Apo 21.1; 22.1).[15]

Luego explica:

Con imágenes llenas de vigor, el último libro de la Biblia describe cómo se salvan el ser humano y la naturaleza de la esclavitud de la corrupción: la ciudad de Dios está edificada con los más preciosos materiales de la naturaleza inanimada. El océano, símbolo del caos informe, queda excluido. El río no está mancillado por ninguna podredumbre. Los árboles dan frutos que no se alteran ni pudren. Los animales, juntamente con los santos, adoran el trono de la gloria. Las fuerzas demoníacas han sido lanzadas a la nada. No existe el sufrimiento ni la muerte...

Como la edad de oro del pasado, la edad de oro del futuro es un símbolo que apunta hacia algo misterioso dentro de nuestro mundo actual, es decir, las fuerzas de salvación. Y una cosa aparece muy clara en las visiones del profeta: que salvación significa salvación del mundo, y no tan sólo de los seres humanos.

Algo que Tillich solamente insinúa aquí es el redescubrimiento de una cosmovisión holística. No solo el mundo, sino también los cuerpos se transforman y liberan de los poderes de distorsión y destrucción; porque la Biblia habla a propósito, no de la inmortalidad del alma, sino de la resurrección del cuerpo. Al hacer una interpretación metafórica de estas palabras, Tillich logra descubrir su significado y poder espiritual. Como portadoras del Espíritu de Dios, tienen un efecto redentor y transformador.

Inicialmente esto se hace evidente en la comprensión transformada del ser humano. 

En vez de constituir al ser humano como un sujeto absoluto, la Biblia lo ve como un ser relacional. Ser la imagen de Dios es su destino, así Gen 1.26s. Con ello no se refiere a su dotación sustancial, sino a su determinación como un ser de relación. Es ser humano en relación: en relación consigo mismo, con los demás, con la naturaleza y con Dios. La tragedia humana comienza tan pronto como el ser humano se distancia de sus relaciones externas y recae sobre sí mismo. Lutero acuñó la imagen de "homo incurvatus in se ipsum" (el ser humano encorvado en sí mismo). De esta manera los otros se convierten en objetos, incluso hasta la extinción, y la naturaleza se convierte en un simple almacén de recursos que pueden ser explotados arbitrariamente. En este contexto, salvación significa la liberación de los poderes y la transformación en la imagen de Dios. El hecho de entender que esto no está en la capacidad del ser humano mismo, quien está precisamente a la merced de los poderes y de su propia obsesión, indica el realismo de la comprensión teológica. La fe como un regalo, como una emoción mística de la realidad divina trascendente, debe entenderse como un acto de salvación.  Es la fe la que abre los ojos hacia los demás. Emmanuel Levinas expresó esto de manera filosófica con la categoría de "alteridad". El ser un ser humano se alcanza frente al otro.

“Así, el sujeto está constituido por el otro en respeto mutuo de la vivacidad, la corporeidad y la necesidad. Ser sujeto significa por tanto, poder vivir en solidaridad mutua como seres vivos, físicos y necesitados”[16].

Los símbolos del nuevo cielo y la nueva tierra (Apo 21-22) también transforman la visión de la naturaleza.

Por una parte es partícipe de la tragedia del ser humano.  Ella “clama y suspira “por salvación – en palabras del apóstol Pablo:

Pues la ansiosa espera de las criaturas aguarda la revelación de los hijos de Dios. Porque las criaturas están sujetas a la vanidad, no queriendo, sino por el que la sujetó, con esperanza de que también las criaturas serán liberadas de la esclavitud de la corrupción, hacia la libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que toda la creación gime y tiene dolores de parto hasta entonces (Ro 8.19-22).[17]

Atribuyéndole cualidades personales a la naturaleza como dolor y anhelo, se hace evidente que la misma es parte de una red viviente de la cual los seres humanos también son sólo una parte. Toda intervención violenta con una parte genera venganza sobre las otras partes. Sin embargo, el poder de maximización de la ganancia y el poder de la codicia están dirigidos precisamente a destruir esta red. Por otra parte, no solo la tragedia, sino también la salvación de la naturaleza, están relacionadas con la salvación del ser humano. Tillich reconoce esto - entre otros ámbitos - en las artes, cuando no solo se retrata la naturaleza en pinturas o esculturas, sino que se expresa su significado espiritual:

“Es la naturaleza elevada sobre sí misma, que revela su tragedia y, al mismo tiempo, su victoria sobre la tragedia”[18]. ¿En qué consiste esta victoria, esta salvación o transformación? Probablemente se deba al hecho de que en la naturaleza, por un lado, el Espíritu creador de vida (Dios) se une con la materia, el cuerpo, y por lo tanto le otorga dignidad. Por otro lado, los elementos naturales pueden volverse transparentes para su significado espiritual. Tillich explica esto con el ejemplo de los sacramentos:

Pan y vino, agua y luz, así como todos los grandes elementos de la naturaleza se hacen portadores de un sentido espiritual y de un poder salvador. Los poderes naturales y espirituales se unen – se vuelven a unir – en los sacramentos. La palabra apela a nuestro intelecto y puede mover nuestra voluntad. Si su significación es viva para nosotros, los sacramentos impregnan tanto nuestro ser inconsciente como el consciente, se adueñan del fondo creador de nuestro ser. Constituyen el símbolo de la naturaleza y del espíritu, unidos en la salvación.[19]

Si aquí la salvación todavía se explica principalmente sobre el nivel individual, es decir, como una transformación a través de la fe, entonces esta visión transformada del ser humano y su realidad conduce a nuevos enfoques de una ética de lo natural, los cuales al menos se sugieren en lo siguiente en tres aspectos.

4.2 La transformación ética

Libertad y justicia

La comprensión moderna de la libertad, que, como se ha visto, se basa en la absolutización del sujeto autónomo, ya no es sostenible en la red de la vida y en el sistema humano de relaciones. Debe vincularse con la perspectiva de la justicia. Las relaciones básicas de la vida requieren de una concepción justa, o sea, el derecho de los demás, incluyendo la naturaleza, debe ser respetado. Esto se traduce en un enfoque ético responsable. La libertad no se refiere ya solamente a la concepción personalizada de la vida. Es algo más allá de la responsabilidad propia. Carga simultáneamente con la responsabilidad sobre las otras relaciones de la vida, con los demás, con la naturaleza y con Dios. Ella es responsable del bienestar de los demás y del éxito de las relaciones básicas. De esta manera, la justicia hecha realidad forma el marco de la libertad. De la creencia en un Dios, ante quien todos los seres humanos son iguales, se deduce el respeto de la dignidad y la igualdad de derechos de todos.

Esta responsabilidad tiene un aspecto sincrónico como uno diacrónico a la vez.  Se refiere a las personas y generaciones que viven simultáneamente (sincrónico), así como a las generaciones futuras (diacrónico), que sufrirán las consecuencias de nuestras decisiones sin poder influir en ellas. En términos de la naturaleza, una ética de la responsabilidad reconocerá su valor intrínseco. Resulta de las condiciones básicas de la vida proporcionadas por la naturaleza y es quien permite la vida del sujeto que reflexiona sobre la ética. Esta perspectiva significa un distanciamiento del antropocentrismo moderno y un giro hacia una ética orientada por el sujeto. Lo que se puede describir así de manera teórico-filosófica, se expresa en el lenguaje mitológico-simbólico de las dos historias de la creación en el Antiguo Testamento. Durante siglos se ha interpretado el Gen 1.28 que dice "Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla", como una indicación de dominio absoluto del ser humano sobre la naturaleza y los animales, el llamado" dominium terrae" (el dominio de la naturaleza). Pero leyendo la narrativa más antigua en Génesis 2.15, este dominio solamente puede interpretarse como una responsabilidad; en ese pasaje la misión al ser humano indica "cultivar y cuidar" el jardín Edén. Ante este trasfondo, la ética entra en el conflicto entre el uso ilimitado de los recursos y la responsabilidad de la creación.

Sostenibilidad

Un comportamiento ético responsable supera a las generaciones vivas. Esto también afecta a la naturaleza. Las consecuencias del comportamiento actual afectarán el derecho a la vida de la naturaleza en el futuro. Esto quedó claro en primera instancia en la agricultura y la silvicultura. Allí fue acuñado por primera vez el concepto de sostenibilidad. Mantiene el criterio de que el uso actual de la tierra también debe medirse por los beneficios para la descendencia. Esto afecta particularmente el monocultivo agrícola, la deforestación y la eliminación de residuos nucleares. La categoría "sostenibilidad" vincula la libertad con los criterios de justicia. Es por eso que involucra las diferentes relaciones de vida. Puede representarse como un triángulo entre la ecología, la economía y los aspectos sociales.[20]

Así se vinculan tres dimensiones de la sostenibilidad: medio ambiente intacto, economía sostenible y justicia social. La dimensión más controvertida sigue siendo por supuesto la "economía sostenible". No sólo puede medirse por el crecimiento del producto interno bruto, sino que al menos debería tener en cuenta el llamado quinteto de prosperidad. Incluye el aspecto del futuro.

Incluye el producto interno bruto per cápita, la proporción entre la quinta parte superior y la inferior de la pirámide de ingresos, el grado de exclusión social, la huella ecológica en relación con la bio-capacidad global y la cuota de la deuda pública. El desempeño económico, la justicia social, la integración social, la viabilidad ecológica para el futuro y la deuda son las cinco dimensiones en las que esta propuesta busca medir el bienestar de una sociedad. [21]

De acuerdo con esto, una transformación de los poderes que destruyen la naturaleza solo podrá darse a través del pensamiento y la acción en el paradigma de la red.

Desarrollo de una economía de bien común

Desde este punto de vista, la lógica de una economía de mercado neoliberal con sus principios de eficiencia, competencia y el mercado total refleja una lógica hostil y autodestructiva. Por el contrario, la imagen bíblica del ser humano y la vida apunta a una economía facilitadora de vida y que combina la libertad de los sujetos que actúan con la responsabilidad por una convivencia justa y la preservación de la base de la vida. Una economía sostenible, que quiere ser apta para el futuro de acuerdo a los criterios mencionados, debe desarrollarse hacia una economía del bien común.[22] En los balances de la empresa, ya no sólo es importante la maximización de las ganancias, sino además la promoción del bien común. El economista Christian Felber ha desarrollado para ello un modelo basado en cinco valores centrales y los utiliza como criterios de evaluación: dignidad humana, solidaridad, sostenibilidad ecológica, justicia social y participación democrática y transparencia. Un sistema de evaluación a base de puntos lleva a un equilibrio de bienestar común, que puede ser recompensado por el estado con la tasa del impuesto al valor agregado y la tarifa aduanal. Los préstamos, las adquisiciones e incluso el financiamiento público directo también se pueden gestionar a través de él.

Ética de la transformación

La salvación o transformación en contextos estructurales y bajo poderes estructurales no cae del cielo. Requiere de agentes de cambio para tal transformación. En primera instancia se prestan para ello las comunidades de convicción. Las comunidades de fe y las iglesias pueden jugar un papel importante en esta tarea. Su función no es influir en la falsa auto-exaltación sobre la redención de la salvación de las almas, sino principalmente trabajar desde el Espíritu del Salvador hacia una transformación del mundo en dirección hacia un mundo más justo. Sus posibilidades van más allá de lo que comúnmente se utilizan. Clasificadas según la claridad de sus medidas, se pueden incluir en la siguiente escala:

·        Crítica pública: revelación de condiciones injustas, destrucción y explotación de la naturaleza, amenaza a las posibilidades futuras de existencia, negativa al espíritu, la lógica y la práctica del capitalismo neoliberal.

·        Diálogo sobre imágenes sociales de la vida y del futuro: desarrollo y discurso de visiones sobre una buena vida y una convivencia justa, creación de conciencia.

·        Autocrítica y transformación: revisión y corrección de la propia organización y su práctica en relación a su manejo de la propiedad, dinero y tierra.

·        Trabajo de campaña para proyectos orientados hacia el bienestar común y modelos alternativos.

·        Boicot a productos y empresas dañinos para el ambiente.

·        Formación de redes con movimientos sociales y organizaciones civiles.

·        Estructuras alternativas: creación de células, grupos y comunidades que promuevan un estilo de vida alternativo y una nueva cultura de la vida (bancos ecológicos, Car-sharing, divisa regional, etc.)

Una ética de transformación apunta a una nueva cultura de la vida, para la cual la preservación de la dignidad humana y el derecho de la naturaleza son elementos clave.

Bibliografía

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Duchrow, Ulrich. Gieriges Geld. Auswege aus der Kapitalismusfalle. Befreiungstheologische Perspektiven.  München: Kösel, 2013.

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Martin Hoffmann, alemán, luterano, doctor en Teología por la Ruhr Universität (Bochum), pastor de la Iglesia Luterana Costarricense, con estudios teológicos y éticos; sus áreas de interés son la teología de la Reforma, la ética social y política. Es profesor en la Escuela de Ciencias Teológicas, UBL.

martin.dr.hoffmann@googlemail.com

Recibido: 12 de marzo de 2019

Aprobado: 2 de mayo de 2019



[1] Hartmut Grassl, Art. “Klimaveränderung”, en  Lexikon der Bioethik, Bd. 2, Gütersloh 1998, 392; citado según Handbuch der Evangelischen Ethik, ed. por. W.Huber, T.Meireis, H.-R.Reuter, Múnich: C.H.Beck, 2015, 683.

[2] Paul Tillich, “Los efectos de la investigación espacial sobre la condición y las alcaces del hombre”, en El futuro de las religiones. título original: The Future of Religions, 1966, traducido por Ricardo Marcelo Lauk, Buenos Aires: La Aurora, 1976, 20-42; y Paul Tillich, “También la naturaleza se lamenta por un bien perdido”, en Se conmueven los cimientos de la tierra. Barcelona: Ariel, 1968, reimpreso en Roy May, Ética y Medio Ambiente. Hacia una vida sostenible. San José, Costa Rica: Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI), 2004, 147-155.

[3] Los números de página en el texto se refieren al ensayo de Tillich mencionado arriba, Los efectos.

[4] Walter Wink, Verwandlung der Mächte. Eine Theologie der Gewaltfreiheit. Regensburg: Friedrich Pustet, 2014, 19.

[5] Tillich, Los efectos, 23.

[6] Karl-Heinz Brodbeck, Die Herrschaft des Geldes. Geschichte und Systematik, 2a edición. Darmstadt: Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 2012, 59-61.

[7] Enrique Dussel, Filosofía de la liberación. Bogotá: Universidad Santo Tomás, 1980, 13.

[8] Hans Küng, El Cristianismo. Esencia y historia, 4a edición. Madrid: Trotta, 2006, 769.

[9] Martín Lutero, Catecismo Mayor, en Obras de Martín Lutero, Tomo V, ed. por Carlos Witthaus/Manuel Vallejo Díaz, Buenos Aires: Editorial Paidós/El Escudo, 1971, 45s.; y también en Martín Hoffmann, La locura de la cruz. La teología de Martín Lutero. Textos originales e interpretaciones. San José, Costa Rica: DEI, 2014, 222.

[10] Cf. Pablo Richard, “La teología en la teología de la Liberación”, en Mysterium Liberationis. Conceptos fundamentales de una Teología de la Liberación, tomo I, ed. por I. Ellacuría / J. Sobrino, Madrid: Trotta, 1990, 206.

[11]Pablo Richard, Fuerza ética y espiritual de la Teología de la Liberación en el contexto actual de la globalización.  San José/Costa Rica: Departamento ecuménico de las investigaciones (DEI), 2004, 100.

[12]Tillich, Los efectos, 32s.

[13]Franz Hinkelammert, La maldición que pesa sobre la ley. Las raíces del pensamiento crítico en Pablo de Tarso. San José, Costa Rica: Arlekin, 71-115. Los números de páginas en el texto hacen referencia a esta cita.

[14]  Tillich, También la naturaleza se lamenta, 153.

[15] Ibid., 154.

[16] Ulrich Duchrow resume así en: Ulrich Duchrow/Reinhold Bianchi/René Krüger/Vincenzo Petrarca, Solidarisch Mensch werden. Psychische und soziale Destruktion im Neoliberalismus – Wege zu ihrer Überwindung. Hamburgo: VSA-Verlag, 2006, 250.

[17] Citado según Tillich, También la naturaleza lamenta, 148, quien utiliza estas palabras de Pablo como unas de las palabras claves de su ensayo.

[18] Ibid., 154.

[19] Ibid., 155.

[20] Véase ONU, World Commission on Environment and Development, Informe Nuestro futuro en común, 1987, en http://www.un.org/es/comun/docs/?symbol=A/42/427 (acceso del 18.04.2019).

[21] Wolfgang Huber, Ethik – die Grundfragen unseres Lebens. München: C.H.Beck, 2013, 249.

[22] Véase Ulrich Duchrow, Gieriges Geld. Auswege aus der Kapitalismusfalle. Befreiungstheologische Perspektiven.  München: Kösel, 2013, 241-248.