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Vida y Pensamiento Revista Teológica de la
Universidad Bíblica Latinoamericana Volumen 36 Número
1 -
Primer Semestre 2016 - San José, Costa Rica Ecología
Política |
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Carne, teología: A propósito de En
carne propia: Religión y (bio) poder. Una lectura de
Michel Foucault[1] pp. 121-127 JONATHAN PIMENTEL CHACÓN |
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Resumen: Este comentario presenta y discute algunas tesis
centrales de la investigación contenida en el libro En carne propia:
Religión y (bio) poder. Una lectura de Michel Foucault del autor
costarricense Diego Soto Morera. Se presta atención particular al lugar asignado
por el autor a la teología para comprender nuestro presente. Abstract: This essay presents and discusses some central
theses of the research condensed in the book En carne propia: Religión y
(bio) poder. Una lectura de Michel Foucault by the Costa Rican author
Diego Soto Morera. Particular attention is given to the role assigned by the
author to theology in order to understand our present. Palabras clave: Carne, teología, religion,
Diego Soto, Michel Foucault. Key words: Flesh,
theology, religion, Diego Soto, Michel Foucault. |
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Primero, felicito a Diego por este, su nuevo libro. Obra que da
continuidad a su proyecto de crítica de teorías de las prácticas religiosas.
La escritura es un proceso en el que se conjugan de manera peculiarísima la
voluntad de completitud y el inevitable abandono. Así, todo libro expresa una
notable melancolía. Quien escribe lidia con sus pasiones más intensas,
intenta prolongar acaso un secreto frenesí, una intensa tristeza u
oblicuamente ambas. No lo sabremos. Si interpelamos al autor dirá que él ha
quedado atrás. Libro y autor no alcanzan contemporaneidad. Hemos de
contentarnos con el recurso al autor, con el deseo de que, una vez más,
vuelva a la escritura de sí, contra sí, por nosotros. Los libros se escriben
por nosotros; no como forma de saldar una deuda o como llamada de atención.
Por nosotros significa donación y exigencia. En cuanto a lo primero basta
decir que no hay pago posible para el trabajo acumulado aquí condensado.
Ustedes dirán que esto es falso y que poseen el libro; pero adquieren solo una
modesta cristalización de una secuencia cuya intensidad hoy nos resulta
invisible. Respecto de la exigencia creo justo decir que el encuentro con
esta expresión del libro es un golpe que nos hace hablar. Intentemos derogar
el ciclo del requerimiento. Hagamos hablar al autor. En una
línea: las relaciones de poder procuran formar individuos más productivos,
más sanos, más fuertes, más inteligentes, más capaces. En este sentido, las
relaciones de poder no introducen sus asimetrías con el propósito exclusivo
de someter o reprimir. Sino, para introducir criterios que potencien la
productividad. El estudio de la microfísica del poder está interesado en
analizar el carácter productivo del poder en las regiones más periféricas del
cuerpo social, donde el poder no actúa a través de rituales o ceremonias,
sino, mediante técnicas y tecnologías anatomopolíticas (dirigidas a cuerpos
individuales), silenciosas, que son propiciadas por saberes y conocimientos.
Es decir, no hay relaciones de poder en ausencia de saber, y en esta nueva
articulación, el poder es productivo, en particular, produce saber.[2] En la anterior cita, que sobrepasa la línea, aparece un amplio
programa de trabajo referido a los modos de producción de individuos,
sociedades, imaginarios y naciones. La cuestión de los modos de producción es
clarificada con amplitud en el libro. Son ámbitos o esferas de producción
lugares sociales cuyo objetivo es la educación, la salud y la corrección. No
existe producción, ni siquiera en su sentido más acotado – aquel vinculado
con la elaboración de objetos con valor de cambio – sin la existencia de individuos
u agentes capaces de economizar su carne para hacer vivir el cuerpo
político y social. Esta metabolización es discutida por Soto a través de su
libro. Así es necesario cuestionar ¿Cómo entonces se produce algo, digamos,
un profesor universitario? ¿Mediante qué y en cuáles relaciones es posible la
aparición de esto que ahora estamos siendo?
En este punto, y muchos más, En carne propia se abre con
generosidad para la consideración de situaciones que para nosotros,
universitarios, deberían transformarse en acuciantes problemas. Baste un
ejemplo. ¿Cómo se imbrican los saberes que dan razón de ser a nuestra
institución con el específico proyecto del sueño desarrollista? Nuestra
producción misma, la manufactura cotidiana de la cosa universitaria, explica
en buena medida el umbral de nuestro saber. ¿Es posible saber el propio
saber? Este intento, el de tomar en su raíz las condiciones que hacen
funcionar la razón, fue conocido como crítica y este libro pertenece a esa
estela. Un día, al parecer no lejano, la posibilidad misma de interrogarnos
acerca de la razón universitaria quedará supeditada a unos criterios que,
aunque inverosímiles, gobiernan. En carne propia es intento meritorio
de impedir que cristalicen modos de gobierno cuya disculpa es carecer de razón.
A este cinismo extendido opone Soto la voluntad de crear una analítica de lo
social y político. II.
Creo reconocer una discusión transversal en el texto. Se trata de la
consideración, desde diversos ángulos, de una cuestión que estimo de
primordial importancia. Se trata de tres interrogantes cuya formulación
sintética y tentativa es la siguiente: ¿Cuál es el umbral que hace plausible,
metodológicamente operativa, una indagación acerca de la relación entre
teología y constitución histórica del presente? De esta pregunta general
pueden derivarse dos cuestiones más acotadas: ¿Cuál es la diferencia entre el
estudio de las prácticas religiosas –en particular de los estudios
sincrónicos – y la hipótesis según la cual ciertas elaboraciones teológicas
forman parte de nuestro a priori histórico? ¿Es menester, para hacer
frente al presente, una vocación orientada a rastrear los encadenamientos
teológicos que posiblemente nos constituyen? Sé bien que el objeto del libro
es “el estudio de lo religioso” no obstante no puedo ignorar que luego, no
mucho después, se nos dice que las relaciones entre religión y teología
también son centrales en el conjunto de la investigación. Lo planteado
anteriormente supone que el legado teológico cristiano – una designación
amplia que apunta a diversidad y disimilitud - es espíritu de un tiempo que quizás en su
superficie rehúsa hacer parte del legado teológico. Ya sea que se haya
planteado, por ejemplo, como trasfondo mítico, imbricación léxica o huella de
la infancia histórica de la humanidad la tesis de la permanencia de la
teología en nosotros constituye un lugar de indagación. En carne propia aporta
a esta tradición desde el amplio campo de referencias que se abren a partir
de la consideración de los proyectos y productos de M. Foucault. Segundo, también una pregunta, el acceso al conjunto de dificultades
que plantea la consideración del lugar de la herencia teológica en nuestro
presente hacia qué o dónde ha de conducirnos. El camino abierto por el libro
combina varios niveles. Me interesa concentrarme en uno de ellos. En el
centro mismo de la argumentación del libro se encuentra la díada teología y
vida. No se trata aquí de una teología de la vida u algo semejante. Tampoco
de una consideración del concepto de vida en la historia de la teología. El
libro enfatiza el carácter metábolico que ha existido entre teología,
entendida como conjunto de prácticas, y la institución de la vida.
Inicialmente de modos de vida pero paralelamente como vida auténtica. Creo que la distinción entre modos de vida y vida auténtica llega a
desvanecerse ya con tratados como El pedagogo o antes en la carta a
los Romanos. El resultado de
este desvanecimiento es la plena politización de teología. ¿Estamos aún en
unas condiciones en las que la vida auténtica es sancionada teológicamente? En
carne propia no decide sobre esto. No obstante, anuncia elementos para
una posible dilucidación de esta
cuestión. Importa señalar que Soto critica la sugerencia según la cual el
funcionamiento teológico de unas prácticas – económicas por ejemplo – implica
la existencia de un poder absoluto (teocrático) que hace confundir
(concepción de un poder invisible y omnipresente) el orden religioso con el
político. La poca sutileza de este enfoque, más un exabrupto, deriva en una conclusión
trivial: la teología es una justificación de religiones opresivas. El paraíso de quienes razonan de tal forma
es la libertad absoluta de quien compra – porque posee el dinero – aerosoles
oníricos (P. K. Dick). Tercero, teología es, al menos, una práctica bifronte. Sea que sus
alcances económicos no se manifiestan siempre en la hechura de una vida sin
fisuras. Ahí está la tradición de las místicas – que hablan a pesar de todo –
y claro las teologías latinoamericanas de la liberación a las que considera
con detenimiento Soto. ¿Cómo contribuyen estas teologías en el proyecto de
deshacer la unipolaridad asociada a la comprensión de teología como artefacto
para la institución de la vida auténtica? En el libro este tema está asociado
a un espectro más amplio de asuntos. Uno de ellos es la cuestión de los usos.
¿Cómo entra en función el uso de tradiciones? O, si se me permite una
pregunta que, en este contexto, ha de aparecer inaudita: ¿Qué es el uso? Hago esta vergonzante pregunta puesto que En carne propia parece
jugarse en cada declaración la distinción entre propiedad y uso. En el libro
se insiste en el uso pero cuál es su antípoda. Usar una tradición o
tradiciones señala la posibilidad de deshacer el juicio unilateral acerca de
teología. Uso designa una recepción del legado teológico que puede no
concentrarse unilateralmente en su carácter represivo. Cuarto, una vez que se retorna a un autor – acaso este retorno forma
parte del ámbito semántico donde se encuentra la noción de uso – qué hemos de
hacer. Si se tratara de una sesión dedicada a los problemas básicos de la
hermenéutica deberíamos preguntar acerca de la aplicabilidad del proceso de
entendimiento e interpretación de un conjunto de textos. ¿Es dable pensar en
algún modo de aplicación u entronque entre los usos de tradiciones y su
posible actualización histórica? Creo que esta cuestión, que en buena medida
proviene de una tradición distinta de la que ocupa nuestro libro, tiene que
ver con una política de la lectura o con la lectura en cuanto política de la
producción de sí. En todo caso, En carne propia ofrece premisas para
continuar con esa línea de interrogantes. Quinto, en este afán de hacer hablar al autor, es conveniente
solicitar una prognosis mínima. ¿Hacia dónde te abre este libro que ahora,
desde que lo abandonaste, está en tu pasado? ¿Si se alberga alguna fidelidad
a los impulsos que lo hicieron posible qué resta por hacer? Ojalá sea mucho.
Entre tanto, dejemos hablar al autor. ◆◆◆◆ Dr. Jonathan Pimentel Chacón, costarricense, es profesor de teología en la
Universidad Bíblica Latinoamericana y la Universidad Nacional de Costa Rica.
Apartado 775-2050 San Pedro, San José, Costa Rica. Fecha de recepción: 18 de febrero de 2016 Fecha de aceptación:
13 abril de 2016 |
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[1] Texto de la presentación del libro de Diego Soto, En carne propia: Religión y (bio) poder. Una lectura de Michel Foucault, (San José: Editorial Arlekín, 2015). El texto fue leído en el auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional el 15 de marzo de 2016. En la actividad también presentó el libro la profesora Paula Sequeira Rovira.
[2] En carne propia, 73-74.