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Vida y Pensamiento Revista Teológica de la
Universidad Bíblica Latinoamericana Volumen 44, Número 2 - Año 2024
- San José, Costa Rica El conflicto actual entre Palestina e Israel: Reflexiones
interdisciplinarias |
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“En
nombre de Dios, del amor y la inclusión” Fundamentalismo
religioso y homonormatividad como dispositivos del genocidio en Palestina Anderson
Fabián Santos Meza Pontificia
Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia pp. 153-204 |
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Resumen: Muchas
narrativas teológicas se emplean actualmente para legitimar tanto la
exclusión y segregación de las personas LGBTIQ+ como el genocidio del pueblo
palestino; estas problemáticas representan un desafío considerable tanto para
la academia teológica como para los estudios sobre diversidades
sexo-genéricas, en cuanto a las consecuencias de los discursos
fundamentalistas que difunden dichas narrativas. Este artículo examina estas
cuestiones en el contexto del actual conflicto en Palestina, desde dos grandes
partes: en primer lugar, analiza el fundamentalismo, entendido como un
envenenamiento religioso y teológico, para explorar las interpretaciones
teológicas perjudiciales que han sido utilizadas para justificar actos de
violencia extrema, perpetuando un ciclo de odio y exclusión; en segundo
lugar, estudia la homonormatividad desde su rol en la consolidación de la
unidad nacional, abordando la configuración del homonacionalismo y su
relación con el pinkwashing del proyecto colonial israelí. El artículo concluye
que las luchas por la justicia social y la liberación deben abordarse de
manera integral y no fragmentada. Las narrativas y prácticas de liberación
queer/cuir/maricas, tanto desde una perspectiva teológica como
socio-política, deben estar conectadas con la ruptura de pactos
cis-heteropatriarcales, la descolonización y la construcción de comunidades
solidarias. Palabras claves: Palestina, Fundamentalismo
religioso, Sionismo, Homonormatividad, Pinkwashing, Israel. Abstract: Many theological
narratives are currently employed to legitimize both the exclusion and
segregation of LGBTIQ+ people and the genocide of the Palestinian people;
these issues present a considerable challenge to both theological scholarship
and gender diversity studies in terms of the consequences of fundamentalist
discourses that disseminate such narratives. This paper examines these issues
in the context of the ongoing conflict in Palestine, from two broad thematic
perspectives: first, it analyzes fundamentalism, understood as religious and
theological poisoning, to explore the harmful theological interpretations
that have been used to justify acts of extreme violence, perpetuating a cycle
of hatred and exclusion; second, it studies homonormativity from its role in
the consolidation of national unity, addressing the configuration of
homonationalism and its relationship to the pinkwashing of the Israeli
colonial project. The paper concludes that struggles for social justice and
liberation must be approached in a holistic rather than fragmented manner.
Queer/cuir/maricas liberation narratives and practices, from both a
theological and socio-political perspective, must be connected to
cis-heteropatriarchal covenant-breaking, decolonization, and solidarity
community building. Keywords: Palestine,
Religious fundamentalism, Zionism, Homonormativity, Pinkwashing, Israel. |
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Anderson
Fabián Santos Meza “En nombre de Dios, del amor y la inclusión” Fundamentalismo religioso y homonormatividad como dispositivos del genocidio en Palestina Introduccción El mal chiste
fascista y homofóbico que ridiculiza la enunciación de las siglas de la
diversidad sexo-genérica ha mutado en el contexto del genocidio en Gaza.
Desde hace varias décadas se escuchaba, en tono de burla, que pronto la sigla
de la diversidad sería LGBTQRSTUVWXYZ[1]; pero, en
noviembre del 2023, el sarcasmo televisivo israelí What a Wonderful
Country lanzaba un capítulo titulado “Welcome to Columbia Untisemity”[2]; en este
episodio, afirmaban satíricamente que la sigla de la diversidad sexo-genérica
ahora parecía ser LGBTIQP+, en donde P venía a ser Palestina, o LGBTIQH+, en
donde H representaría a Hamás. Junto a esto, ridiculizaban el grito de
resistencia que se ha extendido en el mundo “Desde el río hasta el mar,
Palestina será libre”; también, se burlaban de los esfuerzos de los
movimientos queer/cuir/maricas por denunciar el capitalismo, el
colonialismo y el antirracismo; y decían que toda la lucha por la liberación
de Palestina era, en el fondo, una cuestión antisemita. En el vídeo, además,
personificaban a un miembro de Hamás que, saludando en nombre de Alá (al-lāh),
afirmaba estar escondido debajo de un hospital en Gaza, ansioso de atraer
bombas aéreas y dichoso por seguir asesinando homosexuales; este hombre
explicitaba que su misión era, primero, acabar con Israel y, luego, con
Estados Unidos. En los dos minutos
con cincuenta segundos que dura este vídeo se señala un vínculo entre
religión, personas LGBTIQ+ y el genocidio que está sucediendo en Gaza. Sin
embargo, esta relación está llena de matices, entrecruces y complejidades,
que requieren una aproximación cuidadosa. Por eso, antes de avanzar en dicho
acercamiento, quiero recordar dos acontecimientos que viví hace poco, porque
“no pretendo hablar en nombre de un pueblo, pero sí escribo desde un lugar”[3]. El primero,
sucedió en El Salvador; allí estuve en la marcha del orgullo LGBTIQ+ de este
año junto con algunxs teólogxs del Sur Global con quienes participé en una
conferencia. La escena que quiero recordar está relacionada con la reunión de
varias situaciones en un mismo día, el 29 de junio: más de veinticuatro mil
salvadoreñxs salían a las calles principales de la capital del país a
manifestarse por sus derechos, haciéndose
visibles, celebrando sus experiencias de vida y reclamando un trato
digno por parte del gobierno y la sociedad; a dicha manifestación, nos
uníamos un pequeño grupo de teólogxs queer/cuir/maricas extranjerxs,
que intentábamos juntar nuestras voces al eco de la multitud marchante,
mientras caminábamos junto a unas pocas organizaciones religiosas
salvadoreñas que se atrevían a marchar; también, un grupo de fundamentalistas
religiosos cristianos estadounidenses irrumpía la marcha llevando grandes
pancartas en las que se leía: “Dios condena la homosexualidad”, “El infierno
es real solo Cristo salva”, “Apartaos de vuestros pecados”, “¡Cristo viene
pronto! ¡No pierdas más tiempo!”. Junto a estas
sentencias, venían varias alusiones a la Biblia: 1 Corintios 6,9-10; Romanos
1,18-32; Romanos 3,25; 1 Timoteo 1,8-10; Mateo 1, 21; Juan 8,31-36; Lucas
13,3-5; Apocalipsis 21,8. Entre la lluvia inclemente que acompañaba la
manifestación, los gritos de las personas que no se detenían, las sombrillas
arcoíris y el ondear de las banderas LGBTIQ+, resaltaban también las banderas
de Palestina y los muchos letreros que condenaban el genocidio que está
sucediendo actualmente en Gaza; un cartel particular llamaba mi atención:
“Con genocidio no hay orgullo”. Figura 1. Marcha del Orgullo en El Salvador 2024. Fuente: fotografías propias. El segundo
acontecimiento sucedió en Colombia, también en las manifestaciones del
orgullo en Bogotá, el 30 de junio. En medio de la marcha multitudinaria, se
extendió una bandera gigante de Palestina, que caía desde un puente vehicular
y se explayaba por la vía principal de la manifestación. Este gesto, que fue
asumido como un obstáculo para muchxs manifestantes, estuvo coordinado
por el bloque disidente antirracista, anticlasista, anticapacitista,
antipatriarcal y anticapitalista de Bogotá, denominado Contra Marcha,
que lleva varios años denunciando la cooptación de la marcha del orgullo por
parte de organizaciones capitalistas, que se lucran de ella y usan dicha
manifestación social como una mercancía.
Con ello se
buscaba caminar en contra-sentido del Capitalismo
rosa (Pinkcapitalism o Rainbow capitalism), de esa fiesta que
camina sobre las fosas de nuestros países militarizados, que usa la
diversidad sexo-genérica para lavar la imagen de las empresas que precarizan,
explotan y discriminan la vida de los, las y lxs trabajadorxs, así como lo
hace Israel al venderse como el aliado progresista de Oriente mientras
asesina sin cesar a lxs palestinxs. Por eso, lxs contra-marchantes gritaban:
“Y no, y no me da la gana de ser una marica mercantilizada; y sí, y sí me da
la gana de ser una marica revolucionaria”. Como en la marcha centroamericana,
en esta manifestación aparecían consignas rechazando el genocidio en Gaza:
“Nuestro orgullo no se vende, nuestro orgullo se rebela”, “Nos queremos
vivxs. No hay orgullo si hay un genocidio”, “No hay orgullo para unxs sin
libertad para todxs”. Figura 2. Marcha del Orgullo en Bogotá y Acción directa Contra Marcha
2024. Fuente: Instagram Contra Marcha (@contra_marcha) y Fattal
(@fattal.col). Uso libre. El gesto de extender
la bandera de Palestina en las calles arcoíris de Bogotá detuvo por varios
minutos la movilización social, las comparsas y todo el desfile, motivando a
quienes marchaban a formularse algunas preguntas: ¿Qué lugar ocupa una
bandera de Palestina en la marcha LGBTIQ+? ¿Qué relación hay entre las
personas LGBTIQ+ de Colombia y el genocidio en Palestina? ¿Qué sentido tiene
hablar de genocidio en medio de una marcha que debe ser alegría y baile?
Entre otras interpelaciones. Los
acontecimientos de El Salvador y Colombia tienen varios aspectos en común que
se extienden a la realidad del mundo: estamos viviendo una época en la que
los discursos teológicos, las disidencias sexo-genéricas y Palestina reclaman
senti-pensarse en relación, porque
(i) son muchas las narrativas teológicas que se están usando tanto para
legitimar la exclusión y segregación de personas LGBTIQ+ como para justificar
el genocidio en Gaza; y, (ii) la situación de Palestina confronta tanto a la
academia teológica como a las diversidades sexo-genéricas sobre las
consecuencias inminentes de los discursos fundamentalistas. Hoy se observa
cómo el fundamentalismo religioso
está consolidando un necro-proyecto colonial y neoliberal que busca
conquistar el territorio palestino, así como las vidas de las personas
LGBTIQ+ en todo el mundo. Estamos asistiendo a un momento en el que la lógica
supremacista usa a Dios para disponer de las tierras y vidas de lxs más
vulnerables, justificando la invasión, el genocidio y la violación de
derechos humanos con el sueño imperialista de la “tierra prometida” (Génesis
12,7; Éxodo 33,1-6; Josué 1,4). Hoy, desde las disidencias sexo-genéricas,
deben alzarse las voces por la liberación de Palestina: sí, somos LGBTIQP+, incluso en muchos
sentidos también somos LGBTIQH+, porque las bombas de Israel no distinguen
entre Hamás y Palestina; el genocidio es del pueblo palestino y muchísimas
personas LGBTIQ+ palestinxs están muriendo día a día. Sólo en la
juntanza de las luchas por la libertad se comprenderá colectivamente que somos
multitudes, “una bandada de pájaros que vuelan y se posan al unísono”[4]. 1. Fundamentalismo y envenenamiento
teológico Pensar en las narrativas y prácticas de la(s)
teología(s) violenta(s) lleva a reconocer cómo ciertas
interpretaciones teológicas pueden ser manipuladas para justificar actos de
violencia extrema, alimentando un ciclo tóxico de odio y exclusión. En el
contexto del genocidio palestino, este enfoque cobra especial relevancia. El
creciente fundamentalismo religioso, con sus interpretaciones rígidas
y exclusivistas, no solo legitima la opresión y la violencia contra el pueblo
palestino, sino que también envenena el discurso teológico. En tanto teologías tóxicas, promueven una
visión de “lo diferente” como enemigx, deshumanizándolx y justificando su
aniquilación, lo que refuerza comportamientos e imaginarios violentos que
parecen perpetuarse. Las consecuencias de estas teologías son devastadoras,
tanto para las víctimas directas de aquella violencia como para la integridad
de las tradiciones religiosas que, en su esencia, deberían promover la paz y
la justicia. ¡El fundamentalismo mata, la teología tóxica mata, el
envenenamiento teológico mata![5] El genocidio en
Gaza hace parte de aquello que el Programa de las Naciones Unidas para el
Medio Ambiente ha denominado “envenenamiento, tanto del planeta como de
nuestra propia especie”[6]. Así las cosas,
la teología también debe responsabilizarse del proceso de envenenamiento que estamos padeciendo. Usando el
lenguaje de los expertos en bioquímica ambiental, puede decirse que las
imágenes violentas y opresivas, patriarcales y misóginas, xenófobas y
homofóbicas que la teología dominante ha construido de Dios se han convertido
en “sustancias eternas” (forever
chemicals), es decir, sustancias con una toxicidad tan prologada en el
tiempo que su mitigación, desintegración y eliminación requiere de ciclos
geológicos (¿eclesiales? ¿teológicos?) que sobrepasan la escala biológica de
la especie[7]. La acumulación
de estas sustancias eternas es consustancial al funcionamiento del
capitalismo fósil (fossil capitalism)[8] en el que resulta
imposible evitar la creación de “zonas de sacrificio”, es decir, territorios
cuyo agua y suelo son depósitos residuales contaminantes y cuyas comunidades
de vida, además de ser precarias, están expuestas a un altísimo
envenenamiento[9]. Frente a esto,
usando algunas metáforas, resulta oportuno preguntar: ¿Cuáles son las manchas
de petróleo que se propagan sobre el caudal teológico? ¿Cuáles son las nubes
grises que liberan el dióxido de carbono que se camufla en el incienso
litúrgico? ¿Cuáles son los tubos de escape por los que se filtra el gas
mostaza y el fosgeno que convierte los espacios eclesiales en territorios de
muerte? ¿En dónde están escondidas las minas y las bombas que explotan cuando
se transita por los pasillos magisteriales, doctrinales y pastorales de las
iglesias? ¿Cuáles virus se difunden en el estornudo de una “santa”
predicación o de una “humilde” corrección fraterna? ¿Cuál es la radiación que
emanan las iglesias y hasta dónde se extiende? Dicho sin metáforas: ¿Cuáles son
esos “lugares teológicos” en los que la contaminación es mayor? ¿En qué
“lugares teológenos” (generadores de teología) emerge un mayor flujo de
discurso tóxico y praxis envenenada? ¿Cuáles son las vidas precarias que se
exponen a dicho envenenamiento teológico? Como en culturas
antiguas, que las prácticas sacrificiales eran usadas para mantener y
construir jerarquías metafísicas, el capitalismo opera como una religión
petrosexorracial que exige: (i) sacrificios de vidas animales, de mujeres, de
infancias, de personas extranjeras y migrantes, de cuerpos racializados, de
diversidades sexo-genéricas, entre otros; (ii) destrucción de espacios
periféricos, del Sur, del cimarronaje, de socialización y resistencia
sexo-disidente, de minorías étnicas, etc. Frente a estas prácticas, Paul B.
Preciado habla de la “construcción de necroespacios”[10], espacios de
muerte y para la muerte en los cuales la vida resulta, si no imposible, al
menos tóxica; espacios de promoción del sacrificio, ampliación del
sufrimiento, naturalización del veneno, estetización de la contaminación y
adiestramiento en regímenes de sometimiento y dominación de la potentia gaudendi. Richard Dworkin,
en su estudio sobre derechos humanos y terror, afirma que “muchas culturas
insisten que el destino de una religión o grupo étnico o nación es mucho más
importante que el destino de otros, de modo que es permisible el genocidio
para proteger la identidad religiosa o racial o nacional”[11]. Esto, por
ejemplo, es una de las principales ideas que difunde el fundamentalismo
religioso sionista; pero, en un sentido más global, debe reconocerse que han
sido muchos los “terroristas en nombre de Dios”[12]. En la
introducción del reciente dossier monográfico de RIBLA, que propone
hermenéuticas bíblicas solidarias con Palestina, se afirma que “esta guerra
de ocupación y genocidio nos interpela como biblistas, no sólo por ser el
país de la Biblia, sino principalmente porque, tanto allí como en nuestra
región, los aparatos económicos, políticos y bélicos despliegan con violencia
discursos de contenido religiosos, a modo de cruzadas para llegar al poder y
disponer de territorios, bienes, y pueblos”[13]. Frente al
accionar genocida del sionismo fundamentalista israelí sobre la población
palestina, Nancy Cardoso Pereira, Sandra Nancy Mansilla y Larry Madrigal Rajo
aseguran que “la teología sionista hace una lectura supremacista de la Biblia
e intenta callar la voz que clama por la justicia, la paz y la soberanía”[14]. La teología
fundamentalista sionista, en su interpretación supremacista de las
Escrituras, distorsiona los textos sagrados para justificar la dominación y
la exclusión, en lugar de promover los principios fundamentales de justicia,
paz y soberanía que estos textos también contienen[15]. Este enfoque
teológico selectivo se centra en las narrativas bíblicas que pueden ser
interpretadas como promesas divinas exclusivas para un solo pueblo,
ignorando o minimizando los pasajes que abogan por la compasión universal y
el respeto por la dignidad de todos los seres humanos. Algunos, se han
atrevido a decir que el sionismo es “todo el mundo religioso de la Torá”[16]. Esta insistencia
en que todo debe suceder tal y como aparece en las Antiguas Escrituras es una
estrategia de legitimación de la
ocupación y la violencia fundamentalista, que desvirtúa significativamente la
tradición bíblica, reduciéndola a una herramienta política para mantener una
estructura de poder basada en la exclusión y la opresión. En lugar de ser un
faro de esperanza y justicia, la interpretación teológica se convierte en un
instrumento del supremacismo religioso para perpetuar el conflicto y la
injusticia. Sin embargo, esta
no es una cuestión explícita del sionismo, pues globalmente hay muchos casos
que atestiguan el uso fundamentalista y literalista de los textos sagrados
para controlar y someter comunidades y personas. Como señalan Hutchinson y
Lehman, la noción de ser “pueblo elegido”[17] es común en la
modernidad -incluso en las
cruzadas medievales de la cristiandad es una cuestión evidente[18]-, y se utiliza
para consolidar sentimientos nacionales e inculcar cierto sentido de
singularidad en diferentes grupos nacionales, pues el nacionalismo moderno
refuerza y politiza los viejos mitos de la elección étnica y sus formas e
intensidad pueden explicarse en términos de estos patrones de supervivencia
étnica[19]. Frente a esto,
se ha hablado incluso en términos de “veneno del nacionalismo” (poison of nationalism)[20]. Estas ideas han
sido desplegadas por muchos fundamentalismos cristianos incluso antes de que
fueran extendidas por movimientos sionistas. En este sentido, se entiende la
expresión de Alan Hart según la cual el sionismo es el enemigo real de los
judíos, pues el envenenamiento de
todas las religiones y culturas ocurre principalmente por el fundamentalismo;
es más, Hart afirma que el lobby sionista se ha fortalecido a través de la
alianza con los fundamentalistas cristianos de Estados Unidos y los
neoconservadores en asociación con los intereses petroleros[21]. Este
fundamentalismo religioso, colonial y nacionalista, lleva consigo
principalmente represión, pobreza y humillación, todo ello combinado para
empujarles [a lxs palestinxs], mediante genocidio, fuera de su tierra hasta
que ésta quede libre, como en la leyenda de la tierra prometida (…)[22]. Ahora bien, desde
una perspectiva religiosa, el sionismo nacionalista (Tzionut Datit) es comparable a la ortodoxia fundamentalista en
Estados Unidos. Representa un grupo demográfico que constituye
aproximadamente el 20% de la población israelí, caracterizándose no solo por
su observancia religiosa y su identidad espiritual, sino también por su
estilo de vida y su alineación política con ideologías expansionistas y
nacionalistas del Estado. Por eso, sociológicamente, el término “sionistas
religiosos” se refiere a una categoría elástica,
a un grupo cuyos miembros están involucrados en negociaciones políticas,
culturales e ideológicas con diversos sectores, tanto judíos (seculares,
tradicionalistas, ultraortodoxos, reformistas, conservadores) como no judíos[23]. Frente a lo
anterior, puede afirmarse que la toxicidad religiosa y teológica que se
percibe a escala global y se agudiza en el contexto de la ocupación de Gaza
es resultado de un envenenamiento sostenido
por siglos, en el cual el fundamentalismo sionista, el literalismo de textos
sagrados, la xenofobia y el racismo hacia el pueblo palestino, han sido parte
del proyecto imperialista y capitalista de Israel y de los países que apoyan
su objetivo[24]. Hoy se afirma
que el sionismo surgió como un proyecto colonial que pretendía construir un
Estado nación judío en Palestina con la ayuda de las potencias occidentales,
especialmente de Estados Unidos, al tiempo que se apoyaba ideológicamente en
una noción secularizada de las Escrituras sobre el “retorno” a Tierra Santa[25]. El sionismo
consolidó la colonización de Palestina durante la Guerra de 1948,
estableciendo el Estado de Israel a costa del desplazamiento de la mayor
parte de la población palestina autóctona; este hecho es conocido como Al-Nakba,
es decir, la catástrofe. El sionismo debe entenderse, en el contexto de sus
orígenes, como una reacción defensiva al histórico antisemitismo nacionalista
en Europa y como creación a partir de la idea nacional europea[26]. En efecto, Al-Nakba
es una consecuencia del mencionado envenenamiento
teológico, pero no su fin, pues desde 1948 hasta la actualidad el
proceso de intoxicación ha crecido. Hoy, esta intoxicación se percibe de tal manera que “la violencia no vacila
así en ponerse al servicio del Bien y, precisamente, de un Bien o, si se
quiere, de una Verdad, que pretende ‘beneficiar’ también a las víctimas,
inermes y casuales, de la violencia misma”[27]. Esa es la
justificación actual del genocidio palestino: debe suceder y está sucediendo
en nuestros ojos mientras las teologías tóxicas siguen afirmando que todo
pasa porque así lo quiere Dios, pues Él protege y respalda al pueblo que ha
escogido, Israel. Pero, como sucede
en todo proyecto colonial, no se trata solamente del control sobre el
territorio palestino, sino de una necro-empresa cisheteropatriarcal que se
extiende a gran escala. Como ha señalado Avishai, este tipo de movimientos
fundamentalistas y antiderechos causan traumas y vergüenza, negación y
represión, daño y angustia espirituales, y tragedias que desembocan en
proyectos de vida destrozados, muertes sociales, crisis de fe y, en muchas
ocasiones, anhelos de “normalidad”[28]; además, estos
mismos movimientos han apoyado una política de sexo y género conservadora,
binaria y normativa[29]. Así, se entiende
por qué Daniel Boyarin afirma que el fundamentalismo sionista y su empresa
colonial deben interpretarse como un “retorno masculino a Falustina (Phallustine), no a Palestina”[30]. Un proyecto que
ha sido constituido, ante todo, como el anhelo patriarcal de hacer del mundo
un inhabitable e invivible imperio falocéntrico[31], un proyecto
religioso en el que las posturas fundamentalistas, sionistas, colonialistas,
racistas y xenofóbicas han sido fundamentales para perpetrar genocidios y
crímenes en nombre de Dios y de su voluntad. La teología que no
quiera consentir aquella hecatombe genocida deberá optar por acciones
concretas y narrativas responsables que favorezcan la desintoxicación
teológica que ha sido una de las armas más útiles en dicho proyecto
imperialista y colonial: “¿cómo podemos vivir en estas ruinas si no es
atendiendo a sus formación claramente teológica? ¿Qué podemos reconstruir de
los escombros? ¿Podemos al menos eliminar algunas de las balas que se han
disparado contra la gente y la están desangrando?”[32]. Quizás sea
tiempo de emprender la única tarea posible si se quiere sobrevivir:
desintoxicarse, senti-pensando la
teología de otro modo. Articular diferencias heterogéneas sin
totalizarlas, hibridar experiencias y provocar mutaciones intencionadas,
romper con las conductas patriarcales y con los despotismos que han dominado
en el campo teológico, amar todo aquello que enseñaron a odiar, restituir lo
expropiado, desmercantilizar a Dios y caminar por aquellos callejones que
hasta el momento estaban prohibidos para el quehacer teológico[33]. Quizás todo esto
contribuya a la búsqueda de antídotos
para aquel fundamentalismo que corroe todo a su paso: lugares, comunidades,
vidas, afectos, teorías y hasta libros sagrados. ¡Necesitamos avanzar hacia
espiritualidades libres de toxicidad que broten de prácticas religiosas y
narrativas teológicas responsables y solidarias! 2. Homonacionalismo, homonormatividad y Pinkwashing
El ejercicio de
tomar conciencia, dice Judith Butler, supone dejar de sentirnos exteriores y
ajenos a lo que sucede en otros lugares: entender que se hace parte del
problema que se quiere resolver, es decir, que “estamos implicados en las
relaciones de poder a las que nos oponemos”[34]. Esto implica
aceptar que no habrá cambio posible sin un proceso de mutación y
transformación de nuestros propios procesos de subjetivación política, que
son múltiples: modos de producción, de reproducción, de consumo, de
nominación, de relación, de nuestras maneras de conocer, de representar, de
desear y de amar[35]. Precisamente,
una alerta sobre la necesidad de la toma de conciencia se extendió a escala
global cuando se observó el lugar que ocupaba la bandera LGBT en Gaza. 2.1. La mediatización de Yoav Atzmoni y
Ma’ayan Gross Era octubre del
2023, en todos los medios de comunicación se difundía la imagen del soldado
israelí Yoav Atzmoni izando la bandera LGBT en medio de las ruinas de los bombardeos
en Palestina. La cuenta oficial del Estado de Israel en X escribía: “La
primera bandera del orgullo LGBT izada en Gaza”. El Ministerio de Relaciones
Exteriores informaba que Atzmoni era un militar homosexual que quería “enviar
un mensaje de esperanza a la población de Gaza que vive bajo el yugo de
Hamás”; afirmando, además, que este gesto era un “llamado a la paz y a la
libertad”, pues en la bandera arcoíris lucía la inscripción “en nombre del
amor” en inglés, árabe y hebreo. En uno de los mensajes de Atzmoni, él
afirmaba que sentía orgullo de pertenecer al ejército israelí, porque “es el
único ejército de Oriente Medio en el que podemos vivir fuera del armario”[36]. Comenzando este
año, los canales de comunicación israelíes difundían la entrevista realizada
a Ma’ayan Gross, la primera mujer trans en pertenecer al ejército israelí e
ir a Gaza a “luchar”. Según ella, todo lo hacía en nombre de Dios, y por eso
procuraba encontrar en los campos de guerra espacios matutinos para ponerse
las filacterias (tefilín) y orar.
Gross, desde el 7 de octubre, había recibido la llamada a luchar en Gaza, en
“nombre del amor”, como su camarada Atzmoni. Estas dos personas
han sido presentadas como “héroes de Israel”. Es más, no sólo de Israel, sino
también para un gran número de personas LGBT alrededor del mundo. El discurso
de Israel como el único país de Oriente Medio que es inclusivo y que apoya a
las personas homosexuales difuminó significativamente el horrorismo de Gaza.
El genocidio se pintaba de arcoíris, el asesinato vil de palestinos ahora
tenía perspectiva diversa e inclusiva. Rápidamente, entre octubre del 2023 y
enero del 2024, los medios de comunicación afirmaban que la presencia de
estos dos combatientes era posible gracias a que, desde 1993, el inclusivo
estado de Israel comenzó a permitir que sirvieran soldados abiertamente
homosexuales, bisexuales, lesbianas y trans. Los informes que en 2017
señalaban que el 95% de los soldados LGBT encuestados reconocían la
discriminación y la violación de derechos mientras servían al país
desaparecía[37]. También se
olvidaba que apenas unos meses antes el legislador jaredí Yitzhak Pindrus
dijo que la comunidad LGBTQ+ era “lo más peligroso para el Estado de Israel,
más que ISIS y Hezbolá”[38]. Las noticias de
Atzmoni y Gross, presentadas como proclamación del más alto grado de
democracia y derechos en Israel, no eran otra cosa que la consumación de una
estrategia de pinkwashing, una
táctica para distraer la atención del historial de violación de derechos
humanos del país y del creciente genocidio del pueblo palestino. Figura 3. Yoav Atzmoni y Ma’ayan Gross Fuente: Yoav Atzmoni (2023) y Daniel Gordis (2024). Uso libre. Sin embargo, la
colectividad y juntanza queer, en todo el mundo, comenzó a manifestarse rápidamente. Entre el 7 de
noviembre y el 15 de diciembre del 2023 aparecía en Instagram el comunicado
“Queer in Palestine”, traducido a más de 15 idiomas[39]. Este manifiesto
era una demanda liberadora de lxs queer en Palestina, quienes
plantaban una posición radical frente a las tácticas coloniales y
patriarcales que buscaban alienar aún más a las disidencias sexo-genéricas.
Hablaban de la brutalidad, las violaciones y la tortura, las mutilaciones y
las lesiones que lxs queer palestinxs estaban padeciendo; además,
manifestaban que la catástrofe y aniquilamiento sistemático causado por la
“máquina de muerte genocida de Israel” era auspiciado por el apoyo económico,
militar y diplomático de muchos líderes mundiales. Lxs queer en
Palestina denunciaban la creciente explotación de las políticas de identidad,
el uso sostenido de binarismos que deshumanizan y la instrumentalización de
la diversidad sexo-genérica, pues el Estado de Israel no cesa de presentarse
como “la nación que respeta la libertad, la diversidad y los derechos
humanos” mientras lucha contra Palestina, “una sociedad monstruosa y
opresora”[40]. A esto se le sumó
el acoso de activistas feministas y queer alrededor del mundo por
parte del sionismo fundamentalista, que no ha cesado de repetir el argumento
según el cual lxs activistas no pueden rechazar a Israel porque, en
Palestina, por feministas y queer, ya estarían violadxs y muertxs; sin
embargo, precisamente lo que ha hecho Israel en Palestina ha sido violar y
asesinar brutalmente a un sinnúmero de personas por más de 75 años de
ocupación militar. El comunicado, en su versión en español, agregaba: la sociedad
israelí sigue usando como arma lo queer para justificar la guerra y la
represión colonial, como si sus bombas, muros de apartheid, pistolas,
cuchillos y excavadoras fueran selectivos a la hora de elegir a quien dañar
en función de su orientación sexual o de género. Rechazamos la
instrumentalización de nuestra disidencia de género, nuestres cuerpos y la
violencia a la que nos enfrentamos como personas queer, para demonizar y
deshumanizar a nuestras comunidades, especialmente al servicio de actos imperialistas
y genocidas. Nos negamos a que la sexualidad palestina y las posiciones
palestinas hacia las diversas sexualidades se conviertan en parámetros para
asignar humanidad a cualquier sociedad colonizada[41]. Sin duda, se está
viviendo un hecho inédito en la historia de los genocidios contemporáneos.
Pero, esto es una consecuencia del proceso colonial expansionista del que,
así como el fundamentalismo fue dispositivo de envenenamiento colectivo,
muchas personas homosexuales, con sus prácticas y sus narrativas, también han
sido responsables. En este sentido, vale la pena observar el modo en que las
diversidades sexo-genéricas han contribuido en dicho proyecto imperialista de
Israel. 2.2. Una “diva” al servicio del proyecto
israelí: Dana International Hace 26 años, la
estrella pop israelí Sharon Cohen, conocida como Dana International, se
encontraba en la final de infarto en el recuento de los últimos votos del
concurso de Eurovision 1998, celebrado en Birmingham (Inglaterra)[42]. Pero, cuando
Macedonia, el último país que votaba en la “Copa del Mundo” del pop, había
tomado la decisión de sus votos, ya era seguro que Dana International había
superado a Malta, su contendiente más cercano. La cantante israelí, que
además fue la primera persona trans en participar en el certamen, subió al
escenario para recibir el título de la victoria con un vestido Gaultier
adornado con plumas y ondeando una gran bandera israelí. Figura 4. Dana International en Eurovision 1998. Fuente: Reuters, Eurovision 1998. Uso libre. La estrella de
David se ondeaba triunfante bajo una luz magenta de la discoteca mientras la
ganadora hacía una reverencia y gritaba: “El próximo año en Jerusalén” (Next Year in Jerusalem). El uso de
esta expresión causó polémica entre los judíos más ortodoxos, pues se sentían
irrespetados de que una mujer trans hiciera salir de sus labios, así fuera de
manera ambigua, una de las expresiones más sagradas en el judaísmo: “L’Shana Haba’ah B’Yerushalayim”. Se
trataba de una frase que suele decirse, de forma cantada, al finalizar
cualquier festividad judía y que alude al sueño del retorno a Jerusalén. Así
las cosas, el momento no podía haber sido mejor. Israel celebraba su
quincuagésimo aniversario como Estado; de hecho, Dana dijo a un espectador
que su premio era un regalo de cumpleaños para la Nación. En 1998, el lema de
las celebraciones en Israel era “Juntos en el orgullo, juntos en la
esperanza” (Together with Pride, Together in Hope)[43], sin embargo, la
realidad era que no había unidad nacional. Aunque se habían ganado algunos
derechos, Israel estaba lejísimos de estar del lado de las diversidades
sexo-genéricas. En mayo de este año, a propósito de la última versión del
Eurovision, la periodista Ayelet Yagil recordaba el triunfo de Dana de la
siguiente manera: La victoria de
Dana International en 1998 desencadenó una celebración improvisada en la
plaza Rabin de Tel Aviv. Veinteañeros extasiados de todas las orientaciones
sexuales se desnudaron hasta quedar en ropa interior y saltaron a la fuente
en la parte superior de la plaza, que resulta ser el lugar donde Yitzhak
Rabin fue asesinado solo tres años antes. Allí, izaron la bandera arcoíris
junto a la bandera israelí azul y blanca y celebraron. En Jerusalén, la sede
del gobierno de Israel, la reacción fue de desaprobación, no porque los
ministros del gobierno pensaran que los celebrantes habían profanado el lugar
donde fue asesinado un primer ministro, sino porque pensaban que Dana
International profanaba el judaísmo. “Elegir Dana International no me honra
como judío”, dijo el viceministro de Salud, Shlomo Benizri, de Shas, el
partido que representa a los judíos ultraortodoxos de ascendencia mizrají (de
Oriente Medio). Benizri agregó: “El pueblo judío siempre supo cómo ser una
luz para las naciones. Esta vez es oscuridad para las naciones. Dana es una
abominación. No había nada peor, ni siquiera en Sodoma”. Benizri agregó: “Él
no es una mujer, es un él... Si le pones una cola a un hombre y le pones
bigotes, ¿se convierte en un gato?”[44]. Así, por un lado,
Dana decía a los medios de comunicación: “He ganado por Israel y por todos
los homosexuales del mundo (…) Represento a los israelíes de a pie, a todos
los árabes, a los cristianos. Todos los que quieran ser representados por
mí”. Pero, por otro lado, el viceministro de Sanidad israelí, el rabino
Shlomo Benizri, decía: “Esto no me honra como judío (…) Dana es una
aberración. No había nada peor, ni siquiera en Sodoma”. Sin embargo, el
progresivo avance en políticas de inclusión en Israel hizo parecer que Dana,
ni ninguna otra persona LGBT, tendría que narrar la historia de Israel en la
voz de lxs más abyectxs históricamente por el sionismo. Lo curioso es que
Dana misma llegó a señalar que en su país era “más fácil ser transexual que
árabe”[45]; esto ya ponía en
el horizonte una cuestión de creciente rechazo al pueblo palestino que
incluso resultaba mayor a las reticencias que se pudieran tener hacia la
diversidad sexo-genérica. Alisa Solomon
afirma que el rechazo simbólico de Dana a los fundamentos del sionismo, en
aquella época, fue muy lejos: siendo mujer trans, ella había cambiado su
nombre sacerdotal israelí por el apodo de una cosmopolita desarraigada. ¿Qué
clase de sionista se llama a sí misma Internacional
y cantaría tanto en hebreo como en árabe, francés e inglés? “No necesitamos
fronteras”, gritaba exultante Dana International al día siguiente de su
victoria en Eurovision en un reproche al ideal del Estado-nación de su país.
En efecto, su triunfo logró sacar a la superficie los principales ideales
nacionales de masculinidad cis-heterosexual que dominan en el Estado de
Israel[46]: por un lado,
insultos homofóbicos arraigados en aspectos religiosos fundamentalistas; por
otro lado, condescendencia política hacia la homosexualidad a favor del
nacionalismo israelí, junto a prácticas de segregación de la población árabe. Este caso nos
ayuda a señalar la paradoja de aquella “temprana invocación por parte del
sionismo de la queerness como
término negativo con el que definir el ethos nacional”[47], puesto que el
fundamentalismo sionista siempre ha tenido a su base un programa
nacionalista, colonial y cis-heterosexualizador. Si en la época de Dana
International no era tan directo, la historia muestra cómo este rechazo al queerness fue consolidándose con el
avance progresivo del proyecto sionista. Si bien la visibilidad LGBT se
presentó como una consecuencia de lo que lxs estudiosxs llegaron a denominar
“post-sionismo”[48], es necesario
reconocer que en Israel la narrativa de la inclusión y la diversidad se fue
convirtiendo progresivamente en una de sus armas más afiladas, capaz de matar
ya no sólo en “nombre de Dios”, sino también “en nombre del amor y la
inclusión”. En efecto, desde
la época de Dana International, la homonormatividad
y el homonacionalismo comenzaban a
operar como condiciones previas del pinkwashing
genocida actual, el perfecto camuflaje arcoíris de la empresa colonial
israelí[49]. Hoy, muchos
Estado-nación ya no sólo son cis-heteronormativos, sino también homonormativos[50]; y, el homonacionalismo
aparece como una faceta de la Modernidad en la que ocurrió un cambio
histórico significativo: el reconocimiento de (algunos) cuerpos homosexuales
como dignos de protección por parte de los Estados-nación[51]. Por eso, resulta
urgente una crítica de los discursos de derechos neoliberales LGBT y de cómo
esos discursos, aparentemente inclusivos, producen narrativas de progreso y
modernidad que siguen concediendo a algunas poblaciones el acceso a la
ciudadanía -cultural y
legalidad- a expensas de la
delimitación y expulsión de otras poblaciones[52]. Por homonormatividad debe entenderse una
política sexual neoliberal que no desafía las instituciones heteronormativas
dominantes y está anclada en la domesticidad y el consumo; por su parte, el homonacionalismo alude a la
homonormatividad nacionalista, en cuyo marco las personas homosexuales,
“domesticadas” y “adecentadas”, sirven de munición para el nacionalismo[53]. La discusión
sobre el homonacionalismo pone de relieve un proceso en el que las personas
homosexuales, en lugar de ser vistas como una amenaza para el Estado y su
seguridad, se perciben como integradas en el Estado; y esto distingue a un
Estado de otros por su tolerancia e inclusión[54]. Por eso, como
señala A. Solomon, “no es de extrañar que el movimiento gay dominante no haya
tratado de desafiar al sionismo, sino de ser acogido en su seno”[55]. Es más, en la
actualidad, la cantante Dana International se ha manifestado a favor de la
ocupación de Palestina, y en sus redes sociales no ha dejado de promover la
imagen “inclusiva y diversa” del Estado genocida de Israel[56]. El 2 de
noviembre publicaba en Instagram: ¿Eres consciente
de que, si accidentalmente terminas en las calles de Gaza, no vas a salir de
allí con vida? ¿Sabes que Hamás sentencia a todos los LGBTQ a muerte por
ahorcamiento (si no peor)? ¿Entiendes que Hamás no apoya ningún derecho para
las mujeres y la comunidad LGBTQ y que no son tratadas como iguales? Si no
condenas a Hamás, estás en contra del LGBTQ, contra las mujeres y CONTRA LA
PAZ. Palestina libre ¡de Hamás! Israel está luchando contra Hamás para
derrocar este reino de terror para que sea mejor para nosotros, para todos
los ciudadanos que están bajo él, y para todo el mundo (…) Siempre eres
bienvenido al orgullo gay de Tel Aviv que te aceptará con los brazos abiertos[57]. Este mensaje venía
acompañado de un grupo de videos de una mezquita musulmana en la que se
pronuncia un discurso homofóbico, de la marcha del orgullo en Tel Aviv en los
que se ondeaban banderas LGBT y banderas de Israel, y de ella misma bailando
y cantando algunas de sus canciones. El 5 de noviembre de 2023, replicaba la
narrativa maniquea religioso-nacionalista de Israel según la cual Palestina
es oscuridad/mal mientras Israel es luz/bien: “¡La luz ganará!”[58]. El 19 de
noviembre posteaba un video en el que muchas drags queens y drag kings
israelíes hacían lipsync de la versión que Dana International hizo de la
canción “Free” de Stevie Wonder[59]: “Free like the river, Free like the river,
Ahhh, I am free”. Con dicho video, pedían por la “libertad” de Israel y
reclamaban que “Hamás se detuviera”[60]. Dana
International finalizaba el video diciendo: “este es el espíritu de la
comunidad gay, este es el espíritu de Israel”. Homonacionalismo, homonormatividad
y pinkwashing se sumaban a la
campaña que el gobierno sionista de Israel ya había comenzado un mes antes
con las narrativas en torno a Yoav Atzmoni y Ma’ayan Gross. Muchos de los
representantes del gobierno de Israel, y muchas personas LGBT alrededor del
mundo, no tardaron en repostear en sus perfiles el video de Dana
International; y así se ha ido configurando un apartheid arcoíris, con drag
queens y drag kings incluidxs. En este contexto
cobra especial importancia el comunicado de “Queer in Palestine”, porque
pareciera que la homofobia sionista, arraigada en el fundamentalismo
religioso y el literalismo bíblico, se atenuaba y toda la discriminación
sistemática y generalizada se camuflaba detrás del arcoíris. Las gramáticas
de la fotografía de Atzmoni señalan esto, pues se observa, en el primer
plano, una bandera LGBT sostenida por una persona homosexual,
instrumentalizada por el gobierno, intentando cubrir el paisaje de Gaza en
ruinas del fondo y justificar el genocidio “en nombre del amor”. Sin duda, la
diversidad sexo-genérica tiene un papel venerado en la narrativa sionista y
nacionalista de Israel; pues pueden contribuir al fortalecimiento del ethos nacional en virtud de su valiosa
función[61]. Esto evidencia la
cruda realidad de que no todas las personas diversas son conscientes de la
importancia de apoyar al pueblo palestino, ni están dispuestas a hacerlo. Se
entienden, además, las preguntas que surgían en la marcha de Bogotá: ¿Qué
lugar ocupa una bandera de Palestina en la marcha LGBTIQ+? ¿Qué relación hay
entre las personas LGBTIQ+ y el genocidio en Palestina? Así las cosas,
urge diferenciar críticamente “diversidades” y “disidencias” sexo-genéricas[62], porque la
orientación sexual y la identidad de género no son garantías de la posición política, ni mucho menos de la
solidaridad con las víctimas del genocidio palestino. La “disidencia” no sólo
consiste estar en desacuerdo en tanto se disiente de una opinión o una norma,
sino que también significa “disidir” que se relaciona con la voluntad de “separarse
de la común doctrina, creencia o conducta”[63]; en este sentido,
al decir de Susan Stryker, las disidencias sexo-genéricas no describen
simplemente una orientación sexual (homosexual, bisexual, heterosexual o
asexual), sino que atraviesan la categoría misma de la identidad, a partir de
su desestabilización[64]. En efecto, es
pertinente reconocer la necesidad de abordar la disidencia sexo-genérica
frente a los caminos coloniales a los que la diversidad, normativizada y
capitalizada, ha conducido. Esto hace parte de “arriesgarse a descentrar el
punto de vista privilegiado de la modernidad blanca eurocéntrica […] para
enfrentarnos a la posibilidad de formas radicalmente distintas de estar en el
mundo”[65]. Se trata,
pues, de señalar la potencialidad queer/cuir/marica
de situarse de manera critica frente a la sociedad dominante y a sus dictados
hegemónicos, para desenmarañar el complejo nudo de las “formas de
desidentificación establecidas como los hilos invisibles del colonialismo
sexual”[66]. Este año, la
cuenta Voices Against War publicaba en X -antes Twitter- algunas imágenes de colectivos queer
irrumpiendo en la multitudinaria marcha del orgullo en Tel Aviv, el 6 de
junio de 2024, en la que reunieron más de 25.000 personas[67]. Como sucedió en
El Salvador y Colombia unas semanas después, pequeños grupos de disidentes se
manifestaban en las multitudinarias marchas del orgullo LGBTIQ+ para
recordar: (i) que hoy es Gaza, pero luego cualquier otro lugar; (ii) que hay
complicidad cuando hay pinkwashing; y, (iii) que se necesita con
urgencia reconocer las relaciones de poder que existen al interior de los
espacios y juntanzas sexo-genéricas. Figura 5. Manifestaciones Queer en Tel Aviv, 30 de mayo-6 de junio de
2024. Fuente: Against
War Voice (@againstwarvoice). Uso libre. A manera de conclusión: ¡Queer/Cuir/Maricas
con Palestina! Junto a la
denuncia de lxs queer palestinxs, lxs queer/cuir/maricas del mundo también se han manifestado. Ya desde
2010, Gil Hochberg, Haneen Maikey y Samira Saraya manifestaban que “No hay
orgullo en Ocupación”[68], denunciando las
invasiones colonas israelíes desde la década de los sesenta, pero que entre
1993 a 2010 se habían extendido sustancialmente en Cisjordania y la Franja de
Gaza. Se ocupaba Gaza y justo en el mismo período una mujer trans ganaba
Eurovision, un tribunal israelí decidía permitir a las parejas de lesbianas
ser madres con los mismos derechos y obligaciones, el tribunal regional de
Nazaret aceptaba la demanda de un hombre homosexual de que se le reconociera
como heredero legal de su pareja fallecida, una lesbiana se presentaba y era
elegida para el ayuntamiento de Tel Aviv. Sin embargo, era
imposible para las personas LGBT relacionar el feliz avance de sus derechos y
libertades con el cruel proyecto colonial israelí; aquella época de
celebraciones apasionadas no logró reconocer que el creciente orgullo
homonacionalista iba configurando, paralelamente, la identidad abyecta
musulmana y árabe que se señalaría como perversamente
queer para Israel[69]. En efecto, se fue configurando una suerte
de vigilancia y persecución de las disidencias sexo-genéricas[70], que estaría
nutrida por el pinkwashing del muro
del apartheid, un muro construido para proteger a Israel de un ataque
“homófobo” musulmán, un muro de protección homosexual frente a los
irrespetuosos palestinos[71]. En contraste, el
pinkwatching aparece como
contra-narrativa, como un esfuerzo queer por exponer la cooptación de
las luchas LGBT por parte de los gobiernos. Justamente, este
término fue acuñado por activistas queer palestinxs en un esfuerzo por
crear un movimiento global que promueva acciones directas en contra del pinkwashing; se trata de una especie
de grito revolucionario y disidente, por eso este movimiento también ha
denunciado la cooptación de lo LGBT por fuerzas políticas anti-inmigrantes y
anti-musulmanas[72]. Para activistas
como Sara Schulman, este levantamiento en contra del pinkwashing confirmaba la existencia de una comunidad dispersa
por el mundo, pero unida por el “valor común de la justicia social”[73]. Más
recientemente, frente al genocidio en Gaza, apareció el movimiento global de
“Queers For Palestine”[74], que reclama la
descolonización del Pride: El orgullo se ha
convertido en un dispositivo silenciador. Hemos sido alienados colectivamente
del paisaje de nuestra propia homosexualidad, donde ahora encontramos
policías, facilitadores de deportación, TERFS, bancos y corporaciones que no
tienen nada que ver con la liberación y la justicia queer, y todo que ver con
la opresión, queer y de otro tipo. Nos han demostrado quiénes son y por quién
son una y otra vez durante años, a pesar del constante rechazo de la
comunidad. El primer Orgullo fue un motín y vino de una comunidad queer
liderada por mujeres trans negras y latinas de clase trabajadora, tan unidas
en resistencia, que sabían que, si una de ellas tiraba el primer ladrillo,
los demás lo seguirían y tirarían el siguiente. Como dijo el transpalestino
MX Yaffa: “Un disturbio tiene que ver con la comunidad. No hay disturbios sin
comunidad, entonces, ¿qué estás haciendo por la comunidad?”. Es la comunidad,
la confianza colectiva, lo que nos permite contraatacar[75]. Esta construcción
del carácter comunitario es
urgente, porque estar unxs al lado de lxs otrxs caminando en una marcha del
orgullo parece ser insuficiente. El análisis biopolítico que subyace en los
debates sobre el homonacionalismo y el pinkwashing
ha demostrado que el creciente individualismo, rasgo propio tanto de las
mentalidades neoliberales y capitalistas como de las espiritualidades
narcisistas e intimistas, ha ido abonando el terreno de la “necropolítica
queer”[76]. Basándose en la
influyente formulación de Achille Mbembe de la “necropolítica”[77], lxs estudiosxs
de la necropolítica queer examinan el olvido y la indiferencia de la
diversidad sexo-genérica frente a las desigualdades e injusticias que padecen
personas trans, negras, seropositivas, indígenas, migrantes, árabes y
musulmanas, etc. Esto se debe a la exclusión clasista, étnico-racial,
xenófoba y sexo-genérica extendida por el capitalismo
petrosexorracial que se encuentra a la base del sionismo y los
fundamentalismos religiosos. Frente a dicho
individualismo, es significativo descubrir en las juntanzas disidentes
espacios de cuidado, lucha y compañía: “uno de los efectos emancipadores, más
determinantes, que me ha dado el activismo de la disidencia sexual ha sido el
tener la sensación de no estar sola”[78]. Esta juntanza queer/cuir/marica, en
palabras de Pedro Lemebel, toma la forma de un mariconaje guerrero[79]. En el contexto del
genocidio palestino, por tanto, el queerness
decolonial se presenta como un proyecto en el que la liberación queer/cuir/marica no solo está
vinculada con el antisionismo, sino que, de hecho, se identifica críticamente
frente a él. En otras palabras, cualquier derrota exitosa del sionismo o
cualquier movimiento descolonizador efectivo en Palestina debe necesariamente
apoyarse en una resistencia específica a la colonialidad. Esto se debe a que
la abolición del colonialismo implica y conlleva la destrucción de las
categorías, normas y prácticas coloniales relacionadas con el sexo y el
género[80], pero también una
ruptura de los ideales nacionalistas y fundamentalistas que configuran
dogmatismos religiosos; por eso, el horizonte de las disidencias
sexo-genéricas moviliza un proyecto de “de-sionización” (de-Zionization)[81]. En este sentido,
la organización Al Qaws for Sexual and Gender Diversity in Palestinian
Society (al-Qaws li-ta‘addudiyya
al-jinsiyya wa-al-jandariyya fi al-mujtama‘ al-filastini), surgida tras
la Segunda Intifada, propone la radicalidad política de lo queer para
des-colonizar y des-sionizar Palestina, la homosexualidad y la propia cultura
religiosa, a través de desmantelar tres hegemonías principales: (i) la
cultura patriarcal palestina y sus normas y tabúes sobre las sexualidades;
(ii) la hegemonía de la organización LGBT occidental, los internacionalistas
gays y el imperialismo cultural occidental; y, (iii) la colonización
fundamentalista de Palestina, propagada por el sionismo pero también por la
complicidad del movimiento LGBT israelí con el colonialismo de colonos
sionistas a través del pinkwashing
y la política sionista de control de los cuerpos, el sexo y el género[82]. Se trata, pues, de un reconocimiento
de la existencia palestina como resistencia,
una praxis que pone en la superficie lo que se oculta o se deja atrás para
“sacar a la luz lo que se ha vuelto ininteligible y poner en primer plano las
subjetividades y voces políticas que se han vuelto más marginales”[83]. Esto ayuda a
entender cómo, en medio de la marcha del orgullo en El Salvador, país en el
que la dictadura de Nayib Bukele está emprendiendo una guerra directa hacia
las diversidades sexo-genéricas, la activista Karla Guevara, del Movimiento
Ampliado LGBTIQ+, reconocía que dicha marcha no era sólo por la realidad de
su país, sino que era “en solidaridad con los pueblos de Palestina, Ucrania,
Armenia, Sudán, República Democrática del Congo, Haití y otros territorios
donde los regímenes antidemocráticos violentan los derechos humanos de las
poblaciones”[84]. En aquella
manifestación, había homonormatividad y cuerpos hegemónicos en la calle, pero
la persecución gubernamental hacía inviable alguna suerte de
homonacionalismo. Había, en cambio, un grito salvadoreño que reclamaba
dignidad y denunciaba la opresión. El capitalismo estadounidense no veía
negocio en dicha manifestación, las empresas nacionales e internacionales no
lucían sus imponentes caravanas, ni los miembros del gobierno salían a
marchar al lado del pueblo. Las calles
de la capital de El Salvador estaban llenas de personas LGBTIQ+ que ponían
sus cuerpos -se acuerpaban- y exponían sus vidas, haciéndose visibles y
resistiendo a aquella necropolítica bukelista que lxs considera peligro
nacional: población “enferma”, “pecadora”, “desviada”, “indecente”, etc. Las
cachiporras trans continuaban bailando bajo la lluvia, desafiando las
inclemencias del clima y mostrando su compromiso inquebrantable con la causa.
Las travestis y lxs maricas enfrentaban a los fundamentalistas que acosaban
con pasajes bíblicos usados como arma (texts
of terror). Incluso, como
señal de resistencia, una travesti salvadoreña tomaba del suelo uno de los
carteles con versículos que había sido derribado y afirmaba que lo usaría
como tela en su próximo vestido, porque su lucha era “en nombre de Dios, del
amor y la inclusión”. Así, con su proceder disruptivo, se evidenciaba que en
todos los lugares del mundo, en Palestina o en Centroamérica, en Bogotá o en
el Congo, tanto la opresión del sistema colonial-patriarcal como la lucha por
la liberación y la justicia se realizan “en nombre de Dios, del amor y la
inclusión”. Figura 6. Personas trans y
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en Teología y Filósofo de la Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá,
Colombia). Contacto: a-santos@javeriana.edu.co Artículo recibido: 1 de septiembre del 2024.
Artículo aprobado: 27 de noviembre del 2024. |
|
[1]
“Lgbtqrstuvwxyz”, Urban Dictionary, 6 de julio de 2019. https://www.urbandictionary.com/define.php?term=lgbtqrstuvwxyz; “What do the letters of LGBTQRSTUVWXYZ stand for?”, Reddit, https://www.reddit.com/r/teenagers/comments/bu1615/what_do_the_letters_of_lgbtqrstuvwxyz_stand_for/; “LGBTQRSTUVWXYZ. We’ll Have to See About Adding More
Colored Stripes”, Tarnmoor (blog), 4 de junio de 2018, https://tarnmoor.com/2018/06/04/lgbtqrstuvwxyz/. Al respecto, también puede consultarse
la historia de la mujer trans colombiana Ladyzunga que, frente a la constante
ridiculización social, decidió cambiar su nombre a ABCDEFG OPQRST como
estrategia de resistencia frente al sistema cis-heterosexual binario: “Mujer en
Colombia cambió su nombre y ahora se llama ABCDEFG y se apellida OPQRST”, Teletica,
20 de febrero de 2015, https://www.teletica.com/curiosidades/bbc-mujer-en-colombia-cambio-su-nombre-y-ahora-se-llama-abcdefg-y-se-apellida-opqrst_82262.
[2] Eretz
Nehederet (ארץ נהדרת), “Welcome to Columbia Untisemity”, video de Youtube, 2:50. Publicado el 5
de noviembre de 2023. https://www.youtube.com/watch?v=rbfccVBo9tE&t=17s.
[3] Chelsea Watego, “Always Bet on
Black (Power)”, Meanjin Quarterly 80/3 (2021): 22-33.
[4] Paul Beatriz Preciado, Dysphoria
mundi (Barcelona: Anagrama, 2022), 535.
[5] Volviendo sobre la idea de Kevin
García, en Bad Theology Kills: Undoing Toxic Belief & Reclaiming Your
Spiritual Authority (Independently published, 2020).
[6] David
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limpio, saludable y sostenible: el medio ambiente no tóxico (Consejo de
Derechos Humanos, 2022).
[7] Hubertus Brunn, Gottfried Arnold,
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[8] Omar Cano Ramírez, “Capitalismo fósil en el siglo XXI.
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colapso planetario”, Estudios
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[9] Tanesha
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2020); Yogi Hale Hendlin, “Surveying the Chemical Anthropocene: Chemical
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[10] Preciado, Dysphoria
mundi, 45.
[11] Richard Dworkin, “Derechos y terror”, Precedente: Revista jurídica 7 (2007): 13-43, 29.
[12] Mark Juergensmeyer, Terrorismo
religioso. El auge de la violencia religiosa (Madrid: Siglo XXI, 2001), p.
254. Véase, también:
Renzo Guolo, Il fondamentalismo islámico
(Roma-Bari: Laterza, 2002).
[13] Nancy Cardoso Pereira, Sandra Nancy Mansilla y Larry
Madrigal Rajo, “Introducción”, Revista de Interpretación Bíblica
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[14] Cardoso
Pereira, Nancy Mansilla y Madrigal Rajo, “Introducción”, 7.
[15] Raef Zreik,
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[16] Meir
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Posy Shoulson, 1936), 7.
[17] William
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Fortress Press, 1994). Véase, también: Reuven
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[18] Christopher Tyerman, The Debate on the Crusades (Manchester: Manchester University
Press, 2015); Sophia Menache, “Love of God or Hatred of Your Enemy? The
Emotional Voices of the Crusades”, Mirabilia
10 (2010): 1-20.
[19] Véase: Anthony D. Smith, “Chosen Peoples: Why
Ethnic Groups Survive”, Ethnic and Racial
Studies 15/3 (1992): 436-456.
[21] Alan Hart, Zionism: The Real Enemy of the Jews, Volume
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[23] Orit Avishai, “Making Unlikely Queer Worlds”, QTR: A Journal of Trans and Queer Studies in
Religion 1/1 (2024): 9-31, 13; Kimmy Caplan, “Studying the Orthodox Jewish
Community in Israel: Achievements, Missed Opportunities, and Challenges”, Megamot 17 (2017): 267-290; Yair
Ettinger, Undone: The Controversies
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Seat? Religious Zionism and Israeli Society (Jerusalem: The Israel
Democracy Institute, 2019).
[24] Frente a este asunto, ha sido interesante percibir
algunos representantes del gobierno de Israel, como Raphael Israeli, se han
esforzado por crear una narrativa que mitigue la evidencia del modo de proceder
autoritario e imperialista de aquel gobierno. El caso de Raphael Israeli llama
la atención: es historiador y escritor israelí, pero además fue oficial de
carrera en las Fuerzas de Defensa de Israel en Inteligencia Militar, por doce
años, antes de pasar a la Academia. En su libro de 2008 The Spread of Islamikaze Terrorism in Europe: The Third Islamic
Invasion afirmó que Europa estaba en peligro de convertirse en “Eurabia”
dentro de medio siglo; además, desde la publicación de aquella obra, el autor
ha presentado a Israel como un defensor de la visión del mundo
contra-yihadista. Luego, en su libro The
Arab Minority in Israel, Open and Hidden Processes (2017), llamó a la
minoría árabe una “quinta columna”, que recibe más del Estado de lo que aporta
y lamenta que no estén confinados en campos como los japoneses-estadounidenses
en la Segunda Guerra Mundial. En el contexto del actual genocidio palestino, se
ha recuperado la narrativa de R. Israeli según la cual Palestina es un veneno que se expande por el mundo como
una manifestación moderna de un “libelo de sangre” (blood acusation). Véase: Raphael Israeli, Poison: Modern Manifestations of a Blood
Libel (Boston, MA: Lexington Books, 2002).
[25] La pregunta “¿Y si un día todos lxs palestinxs
desaparecieran?”, de la novela de Ibtisam Azem, Sifr al-Ikhtifa (The Book of
Disappearance), expone el fundamentalismo sionista desde esta inquietante
posibilidad, adoptando un tono realista para explorar lo que ocurriría si se
cumpliera la fantasía religiosa y colonial del sionismo. La novela revela que,
en el corazón del sionismo, se encuentra un telos
implícito: la eliminación completa de la población palestina. Esta desaparición
no se presenta como un efecto secundario inevitable de la construcción del
Estado israelí o de sus guerras coloniales, sino como el principio organizativo
central de ese proyecto. La idea de adecentar
el territorio, de purgarlo de los “monstruos” palestinos y del “terrorismo”
musulmán, se convierte en una meta, bajo la premisa de restaurar una supuesta
paz en Oriente Medio. Véase: Ibtisam Azem, The Book of
Disappearance: A Novel (Syracuse, N.Y.: Syracuse University Press, 2019).
También: Rashid Khalidi, Brokers of
Decei. How the US has undermined peace in the Middle East (Boston, MA:
Beacon Press, 2013).
[26]
Liron Mor, Conflicts. The Poetics and Politics of Palestine-Israel (New
York: Fordham University Press, 2024), 5.
[27] Adriana Cavarero, Horrorismo.
Nombrando la violencia contemporánea (Barcelona: Anthrophos, 2009), 140.
[28] Orit Avishai, “Making Unlikely
Queer Worlds: Gay and Lesbian Orthodox Jews in Israel”, QTR: A Journal of
Trans and Queer Studies in Religion 1/1 (2024): 9-31. Véase, también: Orit Avishai, Queer Judaism: LGBT Activism and the
Remaking of Jewish Orthodoxy in Israel (New York: New York University
Press, 2023).
[29] Max
Strassfeld, “Revisiting the Gay, Jewish Bicycle-Rider: John Boswell and the
Uses of History”, QTR: A Journal of Trans and Queer Studies in Religion
1/1 (2024): 96-116.
[30] Daniel
Boyarin, Unheroic Conduct: The Rise of Heterosexuality and the Invention of
Jewish Man (Berkeley: University of California Press, 1997), 222.
[31] Orian Zakai, Fictions
of Gender: Women, Femininity, and the Zionist Imagination (McGill-Queen’s
University Press, 2023).
[32] Reichel, After Method. Queer Grace, Conceptual Design, and the
Possibility of Theology, 3.
[33] Anderson Fabián Santos Meza, “Tránsito
hacia una espiritualidad liberadora”. En Divino
DesafiArte: cruces y tensiones entre lo religioso, los feminismos y las
disidencias sexogenéricas, editado por René A. Tec-López y Hilda María
Cristina Mazariegos (Ciudad de México: Seminario de Intersecciones de lo
religioso, 2024), 191-193.
[34] Judith Butler, The Psychic Life
of Power (Standford: Standford University Press, 1997), 17.
[35] Preciado, Dysphoria mundi,
534.
[36] Eliyahu Freedman, “Israeli LGBTQ
soldiers hope the war in Gaza will bolster their fight for equal rights at
home”, Jewish Telegraphic Agency, 8 de enero de 2024, https://www.jta.org/2024/01/08/israel/israeli-lgbtq-soldiers-hope-the-war-in-gaza-will-bolster-their-fight-for-equal-rights-at-home.
[37] Freedman, “Israeli LGBTQ soldiers
hope the war in Gaza will bolster their fight for equal rights at home”.
[38] Freedman, “Israeli LGBTQ soldiers
hope the war in Gaza will bolster their fight for equal rights at home”.
También, véase: Allison Kaplan Sommer, “Homosexuality Bigger Threat to Israel
Than Hamas: Ultra-Orthodox Israeli Lawmaker”, Haaretz, 20 junio 2023, https://www.haaretz.com/israel-news/2023-06-20/ty-article/.premium/ultra-orthodox-israeli-lawmaker-homosexuality-bigger-threat-to-israel-than-hamas/00000188-d9f0-d5fc-ab9d-dbf8140e0000.
[39] Queer in Palestine (@queerinpalestine), Perfil de Instagram, https://www.instagram.com/queersinpalestine/.
[40] Queer in Palestine (@queerinpalestine), “Una Demanda
Liberadora de les Queers en Palestina”, 9 de noviembre de 2023, https://www.instagram.com/p/CzbtFmqsu9d/?img_index=1.
[41] Queer in Palestine (@queerinpalestine), “Una Demanda
Liberadora de les Queers en Palestina”.
[42] Amalia Ziv, “Diva Interventions: Dana International and
Israeli Gender Culture”, en Queer Popular
Culture, editado por Thomas
Peele (Palgrave Macmillan, New York, 2011), 119-135.
[43] Ferran Sales, “Juntos con orgullo, juntos en la esperanza”,
El País, 28 de abril de 1998, https://elpais.com/diario/1998/04/29/internacional/893800809_850215.html; Serge Schmemann, “Half Century For Israelis: Many Voices
In One Land”, New York Times, 6 de abril de 1998, https://www.nytimes.com/1998/04/06/world/half-century-for-israelis-many-voices-in-one-land.html.
[44] Ayelet Yagil, “As Eurovision 2024
Nears, Israel Is in the Hot Seat”, New Lines Magazine, 6 de mayo de
2024, https://newlinesmag.com/essays/as-eurovision-2024-nears-israel-is-in-the-hot-seat/.
[45] Alisa Solomon, “Viva la Diva Citizenship: Post-Zionism and Gay Rights”,
en Queer Theory and the Jewish Question, editado por Daniel Boyarin,
Daniel Itzkovitz y Ann Pellegrini (New York, NY: Columbia University Press,
2003), 150.
[46] Solomon, “Viva la Diva Citizenship:
Post-Zionism and Gay Rights”, 150-151.
[47] Solomon, “Viva la Diva Citizenship:
Post-Zionism and Gay Rights”, 152.
[48] Solomon, “Viva la Diva Citizenship:
Post-Zionism and Gay Rights”, 153.
[49] Que el pinkwashing
sea y siga siendo un eficaz puntal del gobierno israelí es prueba de un
fenómeno que Jasbir K. Puar denomina homonacionalismo.
En Terrorist Assemblages:
Homonationalismin Queer Times (Durham, NC: Duke University Press, 2007),
Puar define el homonacionalismo como la notable transición, ya muy avanzada en
Estados Unidos, en el significado de la homosexualidad, que ha pasado de ser un
marcador estigmático de muerte (por ejemplo, como símbolo de irreproductividad
o VIH/SIDA) a convertirse cada vez más en un símbolo inspirador de vida, en
formas nacionalistas y consumistas de ciudadanía y domesticidad liberal
multicultural. En otras palabras, en lugar de estar siempre o únicamente fuera
de la nación, Puar sostiene que la homosexualidad se ha convertido en cómplice
de la nación y ahora forma parte de ella. Así, ve el homonacionalismo como la
asimilación de algunos gays y lesbianas en la corriente dominante de la
normalidad, la respetabilidad y la ciudadanía estadounidenses, al mismo tiempo
que los árabes y los musulmanes (y todos los que se consideran como tales) son
“queerizados” en la figura del “terrorista”, una personificación de la
monstruosidad, el exceso, el salvajismo y la perversión. Para muchos, la propia
coherencia de las campañas pinkwashing
se basa en esta creciente subsunción de la homosexualidad en el Estado-nación.
[50] Algunxs
académicxs han optado por hablar de “transnormatividad” (transnormativity),
pero aquí se mantiene la posición de delimitar, por ahora, la cuestión a la
“homonormatividad”, puesto que, si la normatividad crece junto a la garantía
institucional de los derechos humanos y la ampliación de los márgenes de vida,
las personas trans y no-binaries del mundo no pueden señalarse como
“normativas”. Por este mismo argumento, tampoco se habla aquí de
“trans-nacionalismo”, como categoría que aluda a un “nacionalismo” en el que
predomina la característica de “lo trans”. Sin embargo, no se desconoce que
muchas personas trans y no-binaries también replican prácticas coloniales y
lógicas hegemónicas. Para ampliar, véase: Nova J. Bradford y Moin Syed, “Transnormativity and
Transgender Identity Development: A Master Narrative Approach”, Sex Roles 81
(2019): 306-325; Stef Murawsky, “The struggle with transnormativity:
Non-binary identity work, embodiment desires, and experience with gender
dysphoria”, Social Science & Medicine 327 (2023); Louis Lindley y
Stephanie L. Budge, “Challenging and Understanding Gendered Narratives: The
Development and Validation of the Transnormativity Measure (TM)”, International
Journal of Transgender Health 25/2 (2023): 295-312; Isabel Villegas Simón,
Juan José Sánchez Soriano y Rafael Ventura, ““If you don’t ‘pass’ as cis, you
don’t exist”. The trans audience’s reproofs of ‘Cis Gaze’ and transnormativity
in TV series”, European Journal of Communication 39/1 (2023): 22-36.
[51] Puar, Terrorist Assemblages: Homonationalism in Queer Times, 50.
[52] Jasbir K. Puar, “Rethinking Homonationalism”, International
Journal of Middle East Studies 45/2 (2013): 336-339.
[53] Puar, Terrorist Assemblages: Homonationalism in Queer Times. Véase,
también: Gilly Hartal y Orna Sasson-Levy, “Failing Homonationalism? Gay Israeli
Eurovision Geeks Negotiating Nationalism and Masculinity”, Journal of homosexuality 70/8 (2023): 1585-1608; Gilly Hartal y
Orna Sasson-Levy, “Re-Reading Homonationalism: An Israeli Spatial Perspective”,
Journal of homosexuality 65/10
(2018): 1391-1414.
[54] Aeyal Gross, “The Politics of LGBT
Rights in Israel and Beyond: Nationality, Normativity, and Queer Politics”, Columbia
Human Rights Law Review 46/2 (2015): 81-152; Grace Weaver, “Pinkwashing”: The Politics of LGBTQ Rights in
Israel/Palestine (Leiden: Universiteit van Leiden, 2016).
[55] Alisa Solomon, “Viva la Diva
Citizenship: Post-Zionism and Gay Rights”, 158.
[56] Las figuras
de Dana International y Ma’ayan Gross exponen la potencialidad de los proyectos
coloniales y normativos de capturar lo trans en sus narrativas y prácticas,
pero no pueden extrapolarse a la categoría de “transnormatividad”.
[57] Dana international
(@danainternational), “I want to address to my sisters, my brothers, my family.
To my dear & beloved community from all over the world (…)”,
Fotografía/Video de Instagram, 2 de noviembre de 2023, https://www.instagram.com/p/CzJ2UhiIq48/?img_index=1.
[58] Dana international
(@danainternational), “I’m thinking about the hostages. I’m thinking about the
soldiers. I’m thinking about the families (…)”, fotografía/video de Instagram,
5 de noviembre de 2023, https://www.instagram.com/p/CzRS7MEIR0S/?img_index=1.
[59] Shbeeb, “Dana International Free”, vídeo de Youtube,
2:56, publicado el 27 de junio de 2006, https://www.youtube.com/watch?v=Xs_ej2TxLDY.
[60] Dana international
(@danainternational), “How can we sleep at night when they are still there? (…)”, fotografía/video de Instagram, 19 de noviembre
de 2023, https://www.instagram.com/p/Cz0j4DsIxUZ/.
[61] Solomon, “Viva la Diva Citizenship:
Post-Zionism and Gay Rights”, 158.
[62] Anderson Fabián Santos Meza, “Resistencia queer: mística,
política y diversidad”, Religión e Incidencia Pública 9 (2021): 83-106;
Anderson Fabián Santos Meza, “Tránsitos, desvíos y dislocaciones. Hacia otro
no-lugar con Paul-Beatriz Preciado y Marcella Althaus-Reid”, en El hilo de
Ariadna Entretejiendo saberes en clave interdisciplinaria, editado por Hugo
Córdova Quero y Cristian Mor (St. Louis, Missouri: Institute Sophia Press,
2023), 129-162; Hugo Córdova
Quero, Miguel H. Díaz, Anderson Fabián Santos Meza y Cristian Mor, “Introducción. El misterio de la liberación queer.
Explorando la contextualidad de teologías constructivas, pastoral, mística y
praxis transformadora”, en Mysterium Liberatinis Queer: Ensayos sobre
teologías queer de la liberación en las Américas (St. Louis,
Missouri: Institute Sophia Press, 2024), 55-56.
[63] Gabriela González Ortuño, “Teorías de la disidencia sexual:
de contextos populares a usos elitistas. La teoría queer en América Latina
frente a las y los pensadores de disidencia sexo-genérica”. De Raíz Diversa. Revista Especializada en
Estudios Latinoamericanos 3/5 (2016): 182.
[64] Susan Stryker, “Transgender Feminism: Queering the Woman Question”, en Third Wave
Feminism. A Critical Exploration Expanded Second Edition, coordinado por Stacy Gillis,
Gillian Howie y Rebecca Munford (Nueva York: Palgrave McMillan, 2007), 66.
[65] Stryker, “Transgender Feminism: Queering the
Woman Question”, 63.
[66] Héctor Domínguez-Ruvalcaba, Latinoamérica queer. Cuerpo y política queer en América Latina
(Ciudad de México: Ariel, 2019), 24.
[67] Against War Voice
(@againstwarvoice), “No pride in Genocide! Anti-occupation, anti-pinkwashing
block in Tel-Aviv’s pride march”, 6 de junio de 2024, Fotografías de X, https://x.com/againstwarvoice/status/1798745864745492916.
[68] Gil Hochberg, Haneen Maikey y
Samira Saraya, “No Pride in Occupation: A Roundtable Discussion”, GLQ: A Journal of Lesbian and Gay Studies
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[69] Jasbir K. Puar, “Citation and
Censorship: The Politics of Talking About the Sexual Politics of Israel”, Fem Leg Stud 19 (2011): 133-142.
[70] Walaa Alqaisiya, “Decolonial
Queering: The Politics of Being Queer in Palestine”, Journal of Palestine Studies 47/3 (2018): 29-44.
[71] Alqaisiya, “Decolonial Queering:
The Politics of Being Queer in Palestine”, 32.
[72] PinkwatchingIsrael (blog), http://www.pinkwatchingisrael.com/about-us/.
[73] Josh Nathan-Kazis, “Gays debate
‘pinkwashing’ as N.Y. Center reverses ban on Israel-related events”, Jewish Daily Forward, 1 Marzo de 2013, https://forward.com/israel/171503/gays-debate-pinkwashing-as-ny-center-reverses-ban/.
[74] Queers For Palestine (@queers.for.palestine), https://www.instagram.com/queers.for.palestine/.
[75] Queers For Palestine, “Pledge to
Opt Out of Corporate Pride, and Opt in to Building a Community of Resistance”, https://airtable.com/app4fSEj2ExnfEvBk/shrgjPk5LHFIS9Qj8.
[76] Jin Haritaworn, Adi Kuntsman y
Silvia Posocco (eds.), Queer
Necropolitics (New York: Routledge, 2014); Vega-Dávila, Enrique. “Patriarcado y Patriarcabro: Homofobia, Discursos Religiosos
y Violencia. Identificando Algunos Rasgos de las Necroeclesiologías. Una
Reflexión desde una Perspectiva Crítica de Género”, RIBLA 88/3 (2022): 152-166.
[77] Achille Mbembe, Necropolítica
seguido de Sobre el gobierno privado indirecto (Madrid: Melusina, 2011).
[78] Johan Mijail, “Retazo cimarrón de promiscuidad escritural”, en Torcer las palabras 2, editado por Johan
Mijail (República Dominicana: Catinga ediciones, 2024), 68.
[79] Pedro Lemebel, Loco afán. Crónicas de sidario (Bogotá: Editorial Planeta, 2020).
[80] Elaine Neuenfeldt y Edimilson
Schinelo, “As relações de gênero na
casa de Davi”, Estudos Bíblicos
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[81] Solomon, “Viva la Diva Citizenship:
Post-Zionism and Gay Rights”, 154.
[82] Haneen Maikey y Mikki Stelder,
“Dismantling the Pink Door in the Apartheid Wall: Towards a Decolonized
Palestinian Queer Politics”, en The Global Trajectories of Queerness:
Re-thinking Same-Sex Politics in the Global South, editado por Ashley
Tellis y Sruti Bala (Leiden: Brill/Rodopi, 2015), 83-103. Lxs autorxs señalan que alQaws rechazó explícitamente poner
“LGBT” en su nombre, y señalan que “queer” anima y define el trabajo de alQaws
sólo en la medida en que se entiende que abarca “el feminismo, la diversidad
sexual y de género, el anticolonialismo y los proyectos decoloniales” en “el
proyecto de liberación en curso” (p. 85).
[83] Maikey y Stelder, “Dismantling the
Pink Door”, 100.
[84] Ernesto Valle, “Unas 24 mil personas participan en marcha
del orgullo en la capital salvadoreña”, Los Angeles Blade, 1 de julio de
2024, https://www.losangelesblade.com/2024/07/01/unas-24-mil-personas-participan-en-marcha-del-orgullo-en-la-capital-salvadorena/.