Vida  y

Pensamiento

Revista Teológica de la Universidad Bíblica Latinoamericana

------------------------------------------------------------------------------------------

Volumen 39 Número 2  -  Julio/Diciembre 2019  -  San José, Costa Rica  -  ISSN 1019-6366

------------------------------------------------------------------------------------------

La teología de la prosperidad:

¿ganar con Dios?

------------------------------------------------------------------------------------------

 

 

 

 

Tres errores fundamentales de la Teología de la Prosperidad

Martin Hoffmann

 pp. 65-78

------------------------------------------------------------------------------------------

 

 

 

Resumen: El autor cuestiona la Teología de la Prosperidad desde la perspectiva central de la Teología de la Reforma, la cruz. Identifica tres errores fundamentales: La falta de solidaridad de la Teología de Gloria con los marginados, la mezcla de los ámbitos político y religioso y un entendimiento erróneo del carácter de la bendición.

Abstract: The author questions the Prosperity Theology from the central perspective of the Theology of the Reformation, the cross. Identify three fundamental errors: The lack of solidarity of Gloria Theology with the margi-nalized, the mixture of political and religious spheres and a misunderstanding of the character of the blessing.

Palabras claves: Teología de la Gloria, Teología de la Cruz, Guerra espiritual, bendición.

Key Words: Theology of Glory, Theology of the Cross, Spiritual warfare, blessing.

 

 

 


------------------------------------------------------------------------------------------


Martin Hoffmann

Tres errores fundamentales de la Teología de la Prosperidad

1.   La Teología de la Prosperidad es la versión actual de la Teología de la Gloria. Ella tiene que ser confrontada por la Teología de la Cruz de la Reforma protestante.

¿En qué consiste la diferencia?

La Teología de la Gloria apuesta por el mirar.

-   Mira la belleza de la naturaleza y el orden del cosmos y proyecta en un creador omnipotente.

-   Mira la sabiduría del ser humano y la proyecta en la omnisciencia de Dios.

-   Mira el poder del ser humano, aunque limitado, y lo proyecta en la omnipotencia de Dios.

-   Mira la riqueza y el prestigio entre los seres humanos y lo proyecta en la gloria y majestad de Dios. Es un acto de la razón humana que percibe lo que es real y construye a partir de eso lo ideal.

Exactamente eso pasa en la Teología de la Prosperidad cuando ella promete bienestar, riqueza y prestigio a los verdaderos creyentes como bendiciones de Dios. Él les da bendiciones de su tesoro de riqueza y poder. La única condición es comprobar la fe mediante la ofrenda de dinero. La promesa es que uno recuperará mucho más por la gracia de Dios.

No es por casualidad que esa lógica encaja con la lógica económica de costo-beneficio. Es la lógica de la retribución, el fundamento de una economía capitalista. Antonio González explica la conexión entre la retribución económica y la auto-justificación religiosa:

Se espera una correspondencia entre las propias acciones y sus resultados. Y se espera que Dios mismo entre en esa lógica, recompensando las buenas acciones, y castigando las malas.[1]

El lema del actuar es en ambas áreas: “Me va bien, porque me lo merezco.”

Del mismo modo, esa lógica permite presentar a los desheredados de este mundo como culpables de sus propias desgracias. Es la pregunta de los discípulos ante un marginado social: “Quién pecó, él o sus padres?” (Jn 9.2; Lc13.1-5).

Sin embargo, el Dios que presenta Jesús no se deja atrapar en esta lógica. El Dios de Jesús hace salir el sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos y pecadores (Mt 5.45)[2]

Con mucha razón se puede preguntar – como ha hecho el filósofo Anselmo Feuerbach en el siglo XIX- si esta imagen de Dios no es nada más que una construcción gigante del ser humano a través de una razón que calcula y quiere legitimar un sistema dominante, un sistema religioso, social, económico y político. Dios se considera como legitimador de un sistema que demanda rendimientos y promete premios. Dios se convierte en un instrumento de la manipulación.

Exactamente por este motivo el reformador Martín Lutero contrastó la Teología de la Gloria con la Teología de la Cruz: Dice en la disputación de Heidelberg en sus famosas tesis 19 y 20:

No se puede con derecho llamar teólogo, aquel que considera que las cosas invisibles de Dios se comprenden por las creadas. Más merece ser llamado teólogo aquel que entiende las cosas visibles e inferiores de Dios, considerándolas a la luz de la Pasión y de la Cruz.[3]

Y esto es así, pues la Teología de la Cruz no confía en el mirar, sino se apoya en el comprender.

De este modo, Lutero pone de cabeza la imagen metafísica tradicional de Dios. La Teología de la Cruz rompe con la lógica cotidiana cuando ve en la humanidad de Jesús lo divino, en la debilidad la fortaleza, en la impotencia la omnipotencia y en la necesidad de estos actos la sabiduría última. La realidad en su conjunto adquiere entonces un nuevo significado a la luz de la cruz. Es una teología paradójica. Significa una transformación de valores que parecen naturales. Padecimiento y humillación, cosas que normalmente asumimos que nos separan de Dios y le contradicen, se convierten en señales de la presencia de Dios en el mundo. Dios no se nos revela directa sino indirectamente, se podría decir que se nos da a conocer oculto en lo que le es opuesto. Es por esto que no puede existir un conocimiento directo de Dios. Al conocimiento de Dios no se llega tampoco por la vista, sino por medio de una comprensión y entendimiento que aprehende la presencia de Dios, a pesar de su ocultamiento, en la cruz y la pasión. Solamente así sirve la teología para entender la vida verdadera, una vida que corresponde al Reino de Dios. No se basa en un cálculo de la razón humana, sino en el amor al prójimo, en la locura divina del “yo soy si tú eres” o, como dice Pablo en la carta a los Romanos, en la justicia.

Por lo tanto, podemos concluir: la promesa de prosperidad como bendición de Dios es un malentendido del ser de Dios y de su actuar con nosotros. No se puede considerar la bendición de Dios como prosperidad, poder, gloria y prestigio social. Se comprende la bendición de Dios en humildad, solidaridad, compasión, amor al prójimo, convivencia en justicia y paz.

El éxito económico o social no es la virtud primaria de la tradición bíblica sino la justicia. El ejemplo más significativo es el profeta Isaías (1.11, 13, 15, 16). Él denomina “cuatro núcleos humanos” privilegiados por el Dios de Israel en su contexto histórico: reprender al opresor y estar a favor del huérfano y la viuda, el pobre y el extranjero.[4]

2.   La Teología de la Prosperidad demanda una “guerra espiritual” y mezcla así los ámbitos de la política y la religión.

Ya hace 25 años se abordó este problema en la revista de la Universidad Bíblica Latinoamericana “Vida y Pensamiento”:

Se encuentra el concepto de “guerra espitual” difundido amplia-mente en el mundo evangélico. Se atribuye la maldad en el mundo a la operación directa de seres sobrenaturales maléficos (el diablo y los demonios); para contrarrestar la maldad, se debe librar una batalla de tipo espiritual dirigida a liberar a personas y pueblos afectados por esos poderes.” [5]

Ya el término “guerra espiritual” despierta la atención. Combinar una experiencia o un interés religioso o espiritual con un concepto político-militar es principalmente un acto peligroso. ¿Se puede olvidar tan rápido en América Latina que la conquista militar llegó a ser religiosamente legitimada? A primera vista esta “guerra” aparece como algo espiritual, cuando se destaca en los “10 principios de la guerra”, la aplicación de la sangre de Cristo y la oración como métodos de la “guerra”.

1. Aplicar la Sangre del Cordero inmolado (Éxodo 12:13)

Debemos aprender a usar la autoridad que el Señor nos dio para confrontar los poderes adversos, y no hay otra manera de hacerlo sino aplicando el poder de la Sangre de Cristo...

4. Derribar argumentos (2 Corintios 10:5)

Una de las maneras más eficaces para derribar argumentos, es a través de la oración. Como creyentes, debemos confesar en arrepentimiento los pecados de nuestra nación, de nuestra familia como si fueran nuestros propios pecados, de esta manera todos los principados que se levantaban en oposición, serán doblegados y destruidos.[6]

De hecho, los modelos de la “guerra espiritual” se retoman primordialmente de las guerras militares del pueblo Israel en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, Rony Chávez en su “Guía práctica para la toma de ciudades por Cristo” se apoya en las batallas de Moisés, Josué, Elías y David, menciona al Espíritu Santo como “único general” y legitima la “guerra” con la denominación de Jehová como “varón de guerra” (Ex 13.3).[7]

Por lo tanto, el carácter de la “guerra” abarca el aspecto político también, lo que se verifica en la ofensiva de los Evangélicos en muchos países de lograr el poder político mediante partidos propios.

En general, esta concepción de la “guerra espiritual” sufre de tres debilidades y errores teológicos:

(1)  Una descripción dualista de la realidad.

Hay dos poderes en el mundo, el poder de Satanás y el poder del Espíritu Santo. Están en una permanente lucha. “Satanás ha edificado su reino a través de varias cosas en cada ciudad o nación” (81). Chávez menciona entre estas cosas “el pecado, la rebelión a la autoridad establecida, las prácticas ocultistas, la hechicería y el satanismo abierto, así como los pactos establecidos por los nombres dados a hombres y ciudades” (81). Hay un teorema de los dos sociólogos inglés William I. y Dorothy Swaine Thomas que dice: “Si las personas definen las situaciones como reales, éstas son reales en sus consecuencias.”[8] Es decir, la definición puede ser errónea, sin embargo, las consecuencias son reales. Exactamente eso se puede ver en la descripción de Chávez:

Estas ciudades o fortalezas invisibles son reales y deber ser derribadas. Estas tienen influencia sobre millones de gentes y hasta que no caigan abatidas no habrá cambios sustanciales y positivos en la vida de los moradores de esas regiones (82).

Como puede verse, una realidad dualista –la herejía del maniqueísmo– siempre fue la presuposición de discriminación, marginación y eliminación. El poder arrogado de definir a una parte de humanidad como mala, no creyente, demoniaca es exactamente el pecado original del mito de la creación, que prohibe a Adán y Eva saber sobre lo bueno y lo malo. Claramente, es una permanente tentación del ser humano, por lo que Jesús advirtió a sus discipulos en una parábola, cuando ellos le preguntaron por arrancar la mala hierba entre el trigo: “¡No! - Le contestó, no sea que, al arrancar la mala hierba, arranquen con ella el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha” (Mt 13.29s.).

(2)  La finalidad de la “guerra espiritual”.

Los objetivos de la “guerra” son obvios: “un combate frontal con Satanás”, “hacerle al enemigo el mayor daño” y buscar “estrategias de victoria en el secreto del Señor” (83).

Estas palabras suenan como un juicio final anticipado, pero ahora es un juicio en las manos humanas. Llama la atención, cómo se distingue la finalidad de las personas cristianas en el mundo en la teología de Pablo. Él escribe a los corintios:

Esto es, que en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándole en cuenta sus pecados y encargándonos a nosotros el mensaje de la reconciliación. Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: en nombre de Cristo le rogamos que se reconcilien con Dios (2Co 5,19s. NVI).

Pablo conoce la misión de Jesucristo en la reconciliación de todo el mundo con Dios confiando en el perdón de los pecados para una salvación del mundo. Eso demanda de los “embajadores” de la reconciliación métodos discursivos, dialógicos y argumentativos que   tengan como fin convencer a los interlocutores. Definirles como “enemigos” impide una reconciliación. Y ese modo de actuar traiciona la misión de Jesucristo.

(3) Los métodos de la “guerra espiritual”.

El nombre de la “guerra espiritual” deriva por un lado de las guerras políticas mencionadas en el Antiguo Testamento, por otro lado de la así llamada “armadura espiritual” en Efesios 6. Esta armadura consiste en el cinturón de la verdad, la coraza de justicia, calzados para proclamar el evangelio de la paz, el escudo de la fe, el casco de la salvación y la espada del Espíritu. De hecho, el autor combina cosas espirituales como verdad, justicia, paz, fe y salvación con términos militares omo cinturón, escudo, casco o espada. En eso se podría reconocer una justificación del uso “guerra espiritual”.

Sin embargo, la problemática consiste en la directa aplicación de un término de un cierto contexto histórico a otro contexto. En los tiempos de la carta, las comunidades cristianas se encontraron en una época de discriminaciones y el inicio de persecuciones. De cara a estas amenazas, el apóstol traza la imagen de una iglesia como una nueva humanidad con un nuevo estilo de vida. Sus rasgos son honradez, educación, amabilidad, bondad, generosidad y el perdón. Caracterizan el testimonio de la iglesia y su misión por la reconciliación. Estas formas de conducta realizan una clara alternativa a un estilo político-militar marcado por escudo, casco y espada. La armadura de Dios es el subversivo cuestionamiento de lo habitual.

La “guerra espiritual” por el contrario, a lado de oraciones, debe abrir la puerta al ámbito político con características como afrontamiento, imposición de sí mismo, rechazo de otros partidos, competencia y división entre simpatizantes y antagonistas. La mezcla entre las áreas de la política y la religión corre el riesgo de una teocracia que la Modernidad había creído superada.

Seguramente, el evangelio tiene una pretensión pública, porque tiene que ver con la vida cotidiana y los temas públicos, pero en la época moderna se realiza en la sociedad como campo de los discursos sociales y políticos. Eso exige otros métodos de la comunicación, sobre todo el diálogo y el discurso abierto. La política en el sentido de la política partidaria depende de estos discursos públicos y no debería ser usado para la imposición de ideas religiosas en contra de otros participantes del discurso. Solamente así gana el “evangelio de la paz” credibilidad y relevancia.

3.   La Teología de la Prosperidad promete el bienestar y ascenso social y económico a sus creyentes y pasa por alto que las bendiciones de Dios se realizan bajo el signo de la cruz.

La Teología de la Prosperidad se apoya obviamente en un entendimiento muy temprano de la bendición en el Antiguo Testamento. Ahí, p.ej. en el Génesis (24.24-36), la bendición significa la transmisión de una fuerza salvífica. De ella resulta la fertilidad de las personas, del ganado y de la tierra, dicho en una palabra, la prosperidad. Pero la Teología de la Prosperidad no toma en serio el desarrollo del concepto de la bendición. En un segundo período en el Antiguo Testamento, la escuela deuteronomista conecta la bendición con la obediencia del pueblo en el pacto con Dios. La bendición es parte de la alianza y resulta de la fidelidad a ésta. Luego, en una tercera fase, el pueblo experimenta que este concepto ha llegado a sus límites en la mala suerte del justo. El libro de Job aboga por eso exponiendo las catástrofes que alcanzan a un hombre a pesar de su piedad y conducta recta. Esta experiencia rompe la ilusión de que la bendición de Dios sea el premio por la rectitud humana. La Teología de la Prosperidad repite obviamente los errores de la teología de los amigos de Job. Es especialmente el amigo Bildad quien quiere consolar a Job con esta teoría:

Si eres puro y recto, él saldrá en tu defensa y te devolverá el lugar que te corresponde. Modestas parecerán tus primeras riquezas, comparadas con tu prosperidad futura (Job 8.6 NVI).

Job rechaza esta consolación con palabras claras:

¿Hasta cuándo van a estar atormentándome y aplastándome con sus palabras? Una y otra vez me hacen reproches; descaradamente me atacan. Aun si fuera verdad que me he desviado, mis errores son asunto mío. Si quieren darse importancia a costa mía, y valerse de mi humillación para atacarme, sepan que es Dios quien me ha hecho daño, quien me ha atrapado en su red. Aunque grito: ¡Violencia!, no hallo respuesta; aunque pido ayuda, no se me hace justicia (Job 18.2-7).

A lo que Job se opone con estas palabras son dos cosas. Una es la equivalencia entre piedad, bienestar y la bendición de Dios, así como la equivalencia entre el sufrimiento experimentado y el castigo de Dios por la culpa. Con eso se desconoce la realidad del obrar de Dios. A causa de estas equivalencias, los amigos cuentan a Job entre los transgresores de la ley divina.  La otra es que los amigos construyen una noción de la justicia de Dios que está ligada a la ley de la retribución. Bildad supone la equivalencia entre la historia humana y la justicia de Dios. Job por el contrario, niega la ley de la reciprocidad y la idea de poder derivar del ser “ante el mundo”, el ser “ante Dios”. Para él, la justicia de Dios existe “fuera de la ley”, porque es una justicia absoluta. Los misterios e incertidumbres de la existencia continúan siendo para él, algo ajeno. No se puede harmonizar y explicarlos como hace Bildad. En su amarga experiencia Job reconoce que Dios no está sujetado a las leyes de la retribución y del cálculo. Lo que le ocurre es el “Dios escondido” (Deus absconditus) y su única esperanza es, que Dios se levanta sobre su sufrimiento y se revela.

Yo sé que mi redentor vive, que al final triunfará sobre la muerte. Y cuando mi piel haya sido destruida, todavía veré a Dios con mis propios ojos (Job 19.25).

Su esperanza se dirige al “Dios revelado” (Deus revelatus). Exactamente eso es lo que pasa al final de esta disputa. Dios habla y rechaza la teología de la prosperidad de los amigos de Job:

El Señor se dirigió a Elifaz de Temán y le dijo: Estoy muy irritado contigo y con tus dos amigos porque, a deferencia de mi siervo Job, lo que ustedes han dicho de mí no es verdad (Job 42.7).

Es imposible ir detrás de este estado del conocimiento de Dios. Por el contrario, el Nuevo Testamento lo profundiza reconociendo en la muerte del Justo en la cruz la solidaridad de Dios con los sufrientes y su protesta contra la injusticia. Al fin y al cabo, en el Nuevo Testamento según Pablo, la bendición de Dios ya no existe en la fertilidad, sino en el don del Espíritu de Cristo (Gá 3.14). El actuar del Espíritu se distingue obviamente de una “guerra”. Pablo explica: “En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio” (Gá 5.22s.).

Con estas palabras Pablo expone un comportamiento de la solidaridad. El Espíritu de Cristo pone a los cristianos y cristianas a lado de los marginados y no en los tronos de la prosperidad. La liturgia cristiana expresa eso claramente cuando la bendición se ejerce con el signo de la cruz. La cruz como símbolo conecta a todos y todas, sin miramiento a su prosperidad, con el amor de Dios, demostrado en el Crucificado. Eso vale para pobres y ricos y apunta a una transformación de la vida.

Ya en el artículo mencionado de la UBL hace 25 años se criticó, que la teología de la prosperidad no quiere ver “cómo opera el mal en el mundo a través de estructuras sociales, políticas y económicas, como también a través del egoísmo de los seres humanos ubicados en ellas. No menos diabólica resulta la dominación y la opresión desenmascaradas de esta manera”.[9]

Una teología que enfoca la ganancia de prosperidad impide la solidaridad práctica con la gente marginada por la sociedad. En cambio, una Teología de la Cruz apunta a solidaridad, resistencia en contra de sistemas injustos y su transformación. Solo en este sentido la iglesia cristiana vive conforme su “fuerza ética y espiritual”[10] para la realización de la justicia social.

Bibliografía

Castellanos, César. “10 principios de la guerra”. Consultado 25 de junio 2019. https://g12.co/principios-para-una-guerra-espiritual-eficaz/

Chávez, Rony. Guía práctica para la toma de ciudades por Cristo. San José, Costa Rica:     Producciones Avance Misionero Mundial, 2002.

González, Antonio. El evangelio de la paz y el reinado de Dios. Florida: Kairos, 2008.

Hoffmann, Martin. La locura de la cruz. La teología de Martín Lutero. Textos originales e interpretaciones. San José, Costa Rica: Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI), 2014, 38-40.

Lutero, Martín. “La Disputación de Heidelberg – Conclusiones y pruebas de las conclusiones” (1518). En Obras de Martín Lutero, Tomo I. Versión castellana directa de Carlos Witthaus. Buenos Aires: Editorial Paidós, 1967, 29-46.

Merton, Robert K. “The Thomas Theorem and the Matthew Effect”. Fuerzas sociales 74, no. 2 (1995): 379-424. Consultado 02 de setiembre, 2019. http://www.garfield.library.upenn.edu/merton/thomastheorem.pdf

Richard, Pablo. Fuerza ética y espiritual de la Teología de la Liberación. San José, Costa Rica: Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI), 2004.

Roldán, Alberto F. “La teología de la cruz como crítica radical a la teología de la prosperidad”, Aportes Teológicos, no. 3 (2018).

l l l

Martin Hoffmann, Profesor de Teología Sistemática en la Escuela de Ciencias Teológicas de la Universidad Bíblica Latinoamericana.

Correo electrónico: m.hoffmann@ubl.ac.cr

Recibido: 20 de agosto de 2019

Aprobado: 18 de setiembre de 2019

 

 

 

 



[1] Antonio González, El evangelio de la paz y el reinado de Dios, Florida: Kairos, 2008, 72.

[2] Ibid., 72s.

[3] Martín Lutero, “La Disputación de Heidelberg – Conclusiones y pruebas de las conclusiones” (1518). En Obras de Martín Lutero, Tomo I. Versión castellana directa de Carlos Witthaus. Buenos Aires: Editorial Paidós, 1967, 29-46. Una selección del texto también en Martin Hoffmann, La locura de la cruz. La teología de Martín Lutero. Textos originales e interpretaciones. San José, Costa Rica: Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI), 2014, 38. Véase también ahí el capítulo sobre “La cruz – perspectiva vital”, 37-56.

[4] Véase Alberto F. Roldan, “La teología de la cruz como crítica radical a la teología de la prosperidad”, Aportes Teológicos, no. 3 (2018):23.

[5] Vida y Pensamiento 18,1, 48s.

[6] Por César Castellanos, en: https://g12.co/principios-para-una-guerra-espiritual-eficaz/ (acceso 25.6.2019).

[7] Publicado en San José, Costa Rica: Producciones Avance Misionero Mundial, 2002, 83. A este manual se refieren también las cifras en el texto siguiente. Ex 13.3 lo traduce, por el contrario, la Nueva Biblia de Jerusalén así: “Y Moisés dijo al pueblo: Recuerda este día en que salisteis de Egipto, de la esclavitud, pues con mano fuerte os sacó Yahwe de aquí; y no comáis pan fermentado.”

[8] Citado por Robert K. Merton, „The Thomas Theorem and the Matthew Effect”. Fuerzas sociales 74, no. 2 (1995):380. Consultado 02 de setiembre, 2019. http://www.garfield.library.upenn.edu/merton/thomastheorem.pdf

[9] Vida y pensamiento 18, no.1, 49.

[10] Así el título del libro de Pablo Richard, Fuerza ética y espiritual de la Teología de la Liberación. San José, Costa Rica: Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI), 2004.