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Vida y Pensamiento Revista Teológica de la
Universidad Bíblica Latinoamericana Volumen 44, Número 1,
Julio-Noviembre, Año 2024 Repensar para resistir y re-existir: Desafíos actuales a la teología de la
liberación |
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El
ecomartirio en las Américas: Un
testimonio interseccional como desafío para
la teología de la liberación Elizabeth
O´Donnell Gandolfo Wake Forest
University School of Divinity, Winston, Estados Unidos pp. 55-88 |
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Resumen: El martirio histórico
y contemporáneo de miles de defensores ambientales en Latinoamérica da
testimonio encarnado de la realidad de la opresión ecológica y de la urgencia
del buen vivir y la ecología integral. Partiendo de esta perspectiva del
eco-martirio y la memoria viva de varios casos de eco-mártires, este ensayo
ofrece una reflexión ecofeminista en la siguiente pregunta: ¿cuáles son los
desafíos que plantea la realidad del eco-martirio para la teología de la
liberación y las iglesias cristianas hoy en día? En diálogo con la lucha y el
testimonio de casos concretos de eco-martirio, propongo que la realidad y
memoria del eco-martirio nos interpela en varias dimensiones
interrelacionadas, no sólo en la dimensión ecológica, sino también en las
dimensiones feministas, anti-racistas, e interreligiosas. Palabras claves: Defensores
ambientales, martirio, teología de la liberación, teología ecofeminista,
interseccionalidad. Abstract: The historical and
contemporary martyrdom of thousands of environmental defenders in Latin
America gives incarnate testimony to the reality of ecological oppression and
the urgency of buen vivir and integral ecology. Drawing on this
perspective of ecomartyrdom and the living memory of several cases of
ecomartyrs, this essay offers an ecofeminist reflection on the following
question: What are the challenges posed by the reality of ecomartyrdom for
liberation theology and Christian churches today? In dialogue with the
struggle and witness of concrete cases of ecomartyrdom, I propose that the
reality and memory of ecomartyrdom challenges us in several interrelated
dimensions, not only in the economic and ecological dimensions of liberation,
but in the feminist, anti-racist, and interreligious dimensions as well. Keywords: Environmental defenders,
martyrdom, liberation theology, ecofeminist theology, intersectionality. |
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Elizabeth O´Donnell Gandolfo WakeForest University School of Divinity,
Winston, Estados Unidos El ecomartirio en las Américas: Un testimonio interseccional como desafío para la teología de la liberación Prólogo:
Letanía de Eco-mártires Llegando
a ser noche en el 22 de diciembre del 1988, Chico Mendes fue asesinado a
balazos mientras relajaba con su familia en casa en el pueblito de Xapuri,
ubicado en la zona amazónica de Brasil. Chico era un siringuero, o sea un
extractor de goma, un sindicalista y activista ambiental. Él luchó junto con
otros siringueros, y en solidaridad con los pueblos indígenas, en contra de
la desforestación, la degradación ecológica y las injusticias sociales que
traían los grandes proyectos de carreteras, ganadería y tala de árboles.
Chico sabía que destruir el bosque iba a destruir la vida de las comunidades
humanas que recibían su subsistencia de la selva. Chico sigue vivo en las
luchas de los siringueros, quienes mantienen reservas extractivas que
protegen la vida de la naturaleza y de los seres humanos a la vez. Chico
Mendes... ¡presente! En la
mañana del 12 de febrero del 2005, la hermana Dorotea Stang murió a balazos
en camino a una reunión de campesinos, quienes se estaban organizando para
proteger sus terrenos de semejante amenazas al bienestar ecológico y social
dentro de Pará, otro estado amazónico de Brasil. Dorotea era una mujer
religiosa y euro-descendiente de los Estados Unidos, pero había pasado casi
cuarenta años en Brasil como misionera trabajando en el ministerio pastoral
con las comunidades eclesiales de base, tanto en la promoción de la
agricultura sostenible como en la defensa de los derechos humanos, más que
todo los derechos a la tierra del campesinado. La hermana Dorotea sabía que
la creación de Dios es una realidad sagrada que debemos cuidar y proteger, no
dañar. Ella sigue viva en las comunidades cristianas de Pará, en un grupo de
mujeres que se llama “Las Semillas de Dorotea” y en la nueva especie de búho
amazónico que lleva su nombre por su compromiso con la naturaleza. Dorotea
Stang... ¡presente! El día
18 de junio del 2009, Marcelo Rivera fue secuestrado, desaparecido en una
parada de bus en el pueblo de San Isidro, en el departamento de Cabañas, de
El Salvador. Dos semanas después, encontraron sus restos dentro de un pozo
abandonado, y su cuerpo tenía todas las señas de la tortura, parecida a los
estrategias de contrainsurgencia que utilizaban las fuerzas armadas y los
paramilitares durante el conflicto armado de los años 70 y 80. Marcelo era un
defensor del agua, organizando a la gente de las comunidades para defenderse
y proteger las fuentes de agua en contra de la minería de oro, lo cual
siempre tiene consecuencias graves para la salud humana y el bien estar
ecológico. Marcelo sabía que tenía que luchar para que la contaminación de la
minería no se permitiera hacer daño a los ríos, los bosques y los campos de
agricultura, porque haría daño permanente a la naturaleza y a la vida de las
comunidades. Marcelo sigue vivo en el trabajo de Radio Victoria, en el centro
cultural de San Isidro, lo cual lleva su imagen en su mural; y en la ley que
aprobó la Asamblea Legislativa de El Salvador en 2017 prohibiendo todo tipo
de minería metálica en El Salvador. Marcelo Rivera... ¡presente! La
noche del 2 de marzo de 2016, Berta Cáceres fue asesinada mientras trabajaba
en su casa de La Esperanza, un pueblo ubicado en la zona montañosa del
suroeste de Honduras. Berta era una lideresa indígena haciendo el trabajo de
organizar a su pueblo Lenca y a otros sectores del campo para proteger las
aguas del Río Gualcarque y así proteger el bienestar y la salud de las
comunidades. El río es sagrado para el pueblo Lenca y provee de toda el agua
que las comunidades necesitan para la agricultura, para beber, bañarse y
preparar la comida. La amenaza vino del megaproyecto de una represa
hidroeléctrico llamado “Agua Zarca” y financiado por bancos nacionales e
internacionales. Berta sabía que las comunidades no podían sobrevivir, ni
física ni culturalmente, sin las aguas del río. Ella sigue viva en las luchas
de COPINH (el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de
Honduras), en sus hijas que siguen en sus pasos, en sus palabras proféticas
que se han compartido por todo el mundo a través del internet y en afiches,
murales, camisetas, etc. Estas son unas palabras de ella del discurso que dio
cuando recibió el premio ambiental Goldman en 2015 por su trabajo en defensa
del agua: ¡Despertemos!
¡Despertemos, humanidad! Ya no hay tiempo. Nuestras consciencias serán
sacudidas por el hecho de estar solo contemplando la autodestrucción basada
en la depredación capitalista, racista, y patriarcal. El Río Gualcarque nos
ha llamado, así como los demás que están seriamente amenazados en todo el
mundo. Debemos acudir. La Madre Tierra—militarizada, cercada, envenenada,
donde se violan sistemáticamente derechos elementales, nos exige actuar.
Construyamos entonces sociedades capaces de coexistir de manera justa, digna
y por la vida. Juntémonos y sigamos con esperanza defendiendo y cuidando la
sangre de la tierra y de sus espíritus. Berta
concluyó el discurso dedicando el premio “a todas las rebeldías, a [su]
madre, al Pueblo Lenca, a [la comunidad] Río Blanco, al COPINH, a las y los
mártires por la defensa de los bienes de la naturaleza”[1]. Berta
Cáceres... ¡presente! Las y
los mártires a quienes Berta dedicó su premio no son pocos. Chico, Dorotea,
Marcelo y Berta no fueron casos aislados, incluso en sus contextos locales.
Estos son los casos que han recibido más atención a nivel internacional.
Pero, sólo desde el año 2000, miles activistas ambientales alrededor del
mundo han sido asesinados por su trabajo en defensa de la tierra y sus
habitantes y en contra de la explotación y destrucción por las industrias
extractivistas motivadas por las especulaciones financieras[2]. Este
problema existe en todas partes del mundo, pero los y las activistas del sur
global corren el mayor riesgo, y la mayoría de los asesinatos documentados
están ocurriendo en Latinoamérica, principalmente en Colombia, Honduras,
Brasil y México. Los pueblos indígenas son desproporcionadamente vulnerables.
Presentación
del tema teológico: Del martirio al eco-martirio Durante
el transcurso de la segunda mitad del siglo veinte, miles de personas
–cristianas y no cristianas– perdieron sus vidas en las luchas colectivas por
la liberación política y económica en Latinoamérica. Las teologías de la
liberación de aquellos años nacieron de esas luchas y de la memoria viva de
las y los mártires que entregaron sus vidas, como Jesús de Nazaret, para la
salvación de su pueblo. Además, había una profunda reflexión teológica en el
martirio no voluntario de las mayorías pobres, las cuales se imaginaban como
pueblos crucificados cuyos sufrimientos claman al cielo y dan testimonio de
la realidad del pecado en el mundo. El martirio, por lo tanto, se volvió
punto de partida, base epistemológica y principio hermenéutico para muchas
teologías y espiritualidades liberadoras en Latinoamericana. Por ejemplo, en
El Salvador, Jon Sobrino ha construido una cristología fundada en la relación
esencial entre el martirio de Jesús, el martirio de los pueblos crucificados
y el martirio “jesuánico” de aquellas personas que fueron asesinadas, no
tanto por su creencia en Jesucristo, sino por seguir sus pasos en el
camino hacia el reino de Dios entendido como un reino de paz, justicia, e
igualdad en esta misma tierra, no sólo en el cielo. Durante
el siglo veinte, entonces, las teologías de la liberación se centraban en la
opresión política y económica del capitalismo e imperialismo, en las luchas
sociales que resistían ante estas realidades del anti-reino y en los
martirios relacionados con tales luchas. Sin embargo, a finales del siglo,
teólogos de la liberación como Leonardo Boff e teólogas ecofeministas como
Ivone Gebara empezaban a insistir que la liberación de los pueblos pobres
(incluso las mujeres) está íntimamente relacionada con la liberación de la
tierra[3]. No
obstante, mucho antes de esta evolución teológica, muchos pueblos originarios
ya daban testimonio a esta realidad de interdependencia y a la importancia
del “buen vivir” para existir en armonía con la tierra y con nuestras
relaciones humanas y más-que-humanas en este mundo[4].
Ahora, en el siglo veintiuno, el Papa Francisco ha hecho un llamamiento a las
iglesias cristianas y a toda gente de buena voluntad para que nos convirtamos
del paradigma egoísta, lo cual produce los gritos de los pueblos pobres y de
la tierra, a un paradigma de ecología integral, lo cual lucha por la vida
abundante de los y las pobres, de todos los pueblos y de la casa común, los
ecosistemas que nos sostienen. Ahora se entiende en muchas teologías de la
liberación que estas luchas –tanto como la realidad más fundamental del
cosmos– están interrelacionadas. El
martirio histórico y contemporáneo de miles de defensores ambientales en
Latinoamérica da testimonio encarnado de la realidad de la opresión ecológica
y de la urgencia del buen vivir y la ecología integral. Partiendo de esta
perspectiva del eco-martirio y la memoria viva de varios casos de
eco-mártires, este ensayo ofrece una reflexión eco-feminista en la siguiente
pregunta: ¿cuáles son los desafíos que plantea la realidad del eco-martirio
para la teología de la liberación y las iglesias cristianas hoy en día? En
diálogo con la lucha y el testimonio de casos concretos de eco-martirio,
propongo que la realidad y memoria del eco-martirio nos interpela en varias
dimensiones, no sólo en la dimensión ecológica, sino también en las
dimensiones feministas, anti-racista e interreligiosas. Los peligros de la memoria: Advertencias para una teología del eco-martirio[5] Antes
de reflexionar en las interpelaciones teológicas del eco-martirio, es
importante tener en cuenta los posibles escollos que puede entrañar esta
empresa de teologizar el martirio como algo con significado religioso o
espiritual. Estos peligros, si no se controlan, pueden resultar
contraproducentes e incluso perjudiciales para las comunidades y los
ecosistemas a los cuales las y los eco-mártires dedicaron sus vidas.
Cualquier teología del martirio en general, o del eco-martirio en particular,
debe tener cuidado de no caer en estos patrones potencialmente tóxicos que
reinscriben el sistema capitalista, racista y patriarcal, que es la raíz
principal de la crisis social y ecológica en nuestro mundo. En
primer lugar, como tanta retórica religiosa, la categoría de martirio es
fácilmente manipulable y puede aplicarse a cualquiera que muera en aras de
cualquier causa, por moralmente reprobable que ésta sea. En la tradición
cristiana occidental, la retórica del martirio se ha utilizado para apoyar la
expansión de la cristiandad y la hegemonía colonial de la supremacía
cristiana eurocéntrica. Durante la conquista y colonización de las Américas,
por ejemplo, los misioneros europeos asesinados por pueblos indígenas fueron
ensalzados por la iglesia como mártires del Evangelio que murieron para
expandir el reino de la cristiandad y llevar la salvación y la civilización a
las poblaciones llamadas “paganas” del “Nuevo Mundo”. Más recientemente, el
cristianismo evangélico de Estados Unidos ha construido una narrativa de
persecución y martirio en la que la cultura secular y los valores
progresistas son armas en la guerra contra los verdaderos cristianos. Los
misioneros perseguidos hoy en día también son considerados mártires en esta
órbita, incluso en casos extremos, y la manipulación política de la retórica
del martirio también es característica del movimiento nacionalista cristiano
blanco dentro de Estados Unidos, como ha quedado patente en el caso de una
mujer que fue asesinada por un agente de policía mientras participaba en el
asalto al edificio del Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero de 2021.
Hasta los hombres más poderosos, como los expresidentes Donald Trump de
EE.UU. y Jair Bolsonaro de Brasil, son vistos por sus seguidores como
“mártires” de sus misiones racistas, extractivistas y anti-democráticas. El
martirio se define en su esencia por el testimonio de la verdad. Cada uno de
estos casos implica ensalzar la muerte en aras de la expansión colonial, la ideología
racista, la supremacía cristiana y las teorías conspirativas. Es evidente que
la retórica del martirio puede verse distorsionada por falsedades, ideologías
políticas fanáticas y el deseo de consolidar el poder sobre comunidades
vulnerables. Es importante, por tanto, tener muy claro cómo el eco-martirio
da testimonio de la verdad, la verdad de la realidad histórica, la verdad de
una ética y política de justicia y compasión, y la verdad del deseo divino de
distribuir el poder y la tierra de forma más justa y equitativa entre los
seres humanos y entre éstos y la Creación. En
segundo lugar, las teologías y espiritualidades que se centran en el martirio
corren el riesgo de justificar la injusticia y perpetuar el sufrimiento y el
sacrificio de las comunidades marginadas y oprimidas. Las teólogas feministas
y mujeristas han desconfiado especialmente de los sistemas teológicos que
giran en torno a paradigmas de sufrimiento redentor. En la cristología, por
ejemplo, la mujerista Afroamericana Jacquelyn Grant se ha basado en las
experiencias de servidumbre de las mujeres negras para cuestionar el
sufrimiento redentor del siervo sufriente, lo cual es fundamental tanto para
la propia misión de Jesús como para la vocación de los discípulos cristianos[6]. Y
Delores Williams ha apelado a las experiencias de subrogación de las mujeres
negras en su crítica a las teologías que centran en la cruz y el sufrimiento
redentor de la subrogación de Jesús por la humanidad[7]. A lo
largo del medio siglo en que las mujeres han sido admitidas en la academia
teológica, se han planteado docenas de argumentos en contra de estas
teologías del sacrificio y del sufrimiento redentor, a favor de teologías que
se centran en la liberación de las mujeres y de todos los pueblos marginados
para una vida en abundancia, no sufrimiento y servidumbre. Las
teologías de la liberación latinoamericana y las espiritualidades del
martirio no han respondido adecuadamente a estas críticas del sacrificio y el
sufrimiento redentor, pero se puede argumentar que el martirio en perspectiva
liberadora es el resultado del compromiso de resistir a las ideologías
y los sistemas que justifican el sacrificio y el sufrimiento de las mayorías
pobres del mundo en aras de saciar los deseos consumistas de la minoría rica
y poderosa. En otras palabras, el martirio en perspectiva liberadora es una
protesta en contra del sacrificio y el sufrimiento injustos, y está
lejos de ser una justificación de tales realidades violentas. Haríamos bien
en tener presentes estas distinciones cuando teologizamos y recordamos los
sacrificios que los y las eco-mártires han sido forzados a hacer en su
búsqueda de la liberación y el bienestar humano y ecológico. Una
tercera advertencia para tener en cuenta se refiere a la característica
patriarcal, racista y clericalista de recordar a los santos y a los
ejemplares morales, especialmente a los mártires. Levantar a mártires
individuales como ejemplos privilegiados de santidad política y ecológica
puede tender a eludir la red comunitaria de lucha y compromiso que no sólo
formó a los mismos y las mismas mártires en sus propios compromisos
personales, sino que también está formada por docenas, cientos, incluso miles
de otras personas que corren los mismos riesgos y potencialmente sufren el
mismo destino que las personas que son mejor conocidas. Privilegiar a un
puñado de personas ejemplares en lugar de comunidades enteras de lucha y
compromiso puede reforzar el ideal patriarcal, supremacista blanco y
capitalista del individuo autosuficiente y autónomo. Además, los ejemplares
morales que recordamos en la tradición cristiana son con demasiada frecuencia
hombres europeos y/o euro-descendientes ordenados por la iglesia. La
memoria latinoamericana del martirio subvierte esta tendencia en muchos
aspectos al desplazar el foco de atención de la iglesia hacia el Sur Global,
pero las principales figuras reconocidas en el martirologio latinoamericano
siguen siendo predominantemente hombres cristianos, ordenados por la iglesia,
muchas veces de piel más clara, que ocuparon puestos significativos de poder
eclesial, como San Óscar Romero y el Beato Enrique Angelelli, ambos miembros
de la jerarquía eclesiástica. Estos hombres fueron notables, sin duda, y su
compromiso con el evangelio del amor y la liberación no puede ser exagerado.
Es imprescindible recordarlos y ser animados por la memoria de ellos. Pero su
visibilidad tiende a eludir el martirio cotidiano de los miles de hombres y
mujeres corrientes que han comprometido sus vidas con el mismo evangelio y
con el mismo resultado violento. Reconocer el eco-martirio contemporáneo
puede ayudar a corregir esta tendencia, y la memoria de Berta Cáceres está
corrigiendo esto en muchas comunidades hoy en día. Pero la categoría del
eco-martirio también privilegia a las comunidades rurales sobre los sectores
urbanos, y los individuos cuyas historias son más conocidas, especialmente a
nivel internacional, siguen gozando de cierto estatus privilegiado. Es
importante recordar constantemente, por tanto, que los eco-mártires que
reconocemos son sólo un puñado de los muchos miles que han sido asesinados
por defender causas relacionadas con la tierra y el medio ambiente, por no
hablar de otras causas relacionadas con los derechos humanos en otros
sectores de la sociedad, y sólo en las últimas décadas[8]. No
debemos imaginarlos por sí solos como ejemplares morales, sino más bien como
miembros de una gran nube de testigos, vivos y muertos, que nos invitan a
unir nuestras vidas a su legado de compromiso comunitario con el cuidado y la
defensa de los demás y de nuestra casa común. Como suele decir un grupo de
mujeres Purépecha que han resistido la violencia del extractivismo,
declarando la autonomía de su pueblo indígena de Cherán, en Michoacán,
México, “no fui una, fuimos todas”[9]. En
cuarto y último lugar, el martirio no es una categoría exclusivamente
cristiana, pero las teologías y espiritualidades latinoamericanas del
martirio son predominantemente cristianas en su origen, interpretación y
expresión. Muchos eco-mártires son cristianos y pueden ser considerados
mártires porque murieron dando testimonio del deseo de Dios de que se libere
y florezca toda la Creación, una verdad evangélica que las comunidades
cristianas creen haber sido revelada definitivamente en Jesucristo. Sin embargo,
un gran número de eco-mártires no son cristianos, e incluso pueden tener
profundas y fundadas sospechas sobre la naturaleza de la fe cristiana, dada
su historia de complicidad con el racismo, el patriarcado y el colonialismo.
A la vez, las y los defensores de la tierra y del medio ambiente que no son
cristianos también dan testimonio de las verdades de sus propias fuentes
espirituales y de la sagrada interdependencia entre la humanidad y el mundo
más-que-humano. Pero ¿llamar “mártires” a las y los no cristianos no equivale
a otra imposición colonial de una categoría teológica ajena? ¿O sería aún más
problemático excluir a las comunidades no cristianas de esta categoría? Una
resolución adecuada a este dilema no es realmente posible, ni siquiera
necesaria. Más bien, el dilema apunta al cuidado con el que las comunidades
cristianas debemos actuar en contextos de encuentro y colaboración
interreligiosos. La categoría del martirio supera los estrechos límites de la
doctrina y la identidad cristiana, al igual que las realidades sagradas de la
verdad, la justicia y la interdependencia ecológica de las cuales dan
testimonio las y los mártires. Por lo tanto, es perfectamente posible
interpretar los asesinatos de defensores de la tierra y del medio ambiente no
cristianos en términos de martirio. Sin embargo, al hacerlo, hay que tener
cuidado en al menos dos frentes. En primer lugar, es importante tener en
cuenta que las realidades de las cuales dan testimonio las y los mártires no
cristianos no son reducibles a conceptos teológicos y filosóficos cristianos
o, más ampliamente, occidentales o modernos. Las fuentes de las
espiritualidades y cosmovisiones no cristianas y no occidentales deben
respetarse como verdaderamente otras, y no deben blanquearse para que encajen
en categorías que resulten familiares a los cristianismos occidentales
modernos. Es imperativo respetar con humildad las diferencias que realmente
existen y lo que se puede aprender de ellas. En segundo lugar, una buena
regla general es respetar los deseos de cualquier comunidad no cristiana que
exprese aversión a la retórica del martirio. Es posible reconocer y protestar
por el asesinato de defensores de la tierra y del medio ambiente no
cristianos sin utilizar esta categoría, y es imperativo hacerlo si una
comunidad no cristiana indica que la categoría de martirio es indeseable u
ofensiva para su propia sensibilidad cultural y religiosa. Por esta razón,
los cuatro ecomártires que menciono en el prólogo de este ensayo son personas
en torno a las cuales ya existen amplias comunidades de memoria que
interpretan sus vidas y muertes en términos de martirio. En resumen, se trata
de un dilema peliagudo que hay que sortear con sumo cuidado. A pesar
de los peligros de recordar como mártires a las y los defensores de la tierra
y el medio ambiente asesinados, los frutos espirituales y teológicos de
interpretar sus muertes de este modo siguen siendo abundantes. A
continuación, examinaremos cómo el eco-martirio y sus frutos pueden ampliar,
profundizar e incluso corregir las teologías y espiritualidades del martirio
en las teologías de la liberación y más allá. El
martirio jesuánico a la luz del eco-martirio[10] Los
mártires jesuánicos y las mártires jesuánicas de los finales del siglo XX en
América Latina, cuyos testimonios han inspirado gran parte de la teología de
la liberación latinoamericana, fueron asesinados por denunciar la injusticia,
la opresión y la violencia, por un lado, y por anunciar la justicia, la
liberación y la paz, por otro. Fueron asesinados específicamente por su
liderazgo y solidaridad con los movimientos sociales cuyos objetivos
consisten en garantizar los derechos de trabajadores, la reforma agraria, la
soberanía nacional y la liberación de la tiranía política y económica de las
antiguas aristocracias terratenientes y las nuevas oligarquías empresariales.
Muchos de estos mártires se inspiraban en lo que Matthew Whelan denomina una
“política de uso común”, que “prioriza el acceso de todas las personas al don
de la Creación”. Esta política se basa en una “gramática teológica de la
Creación como don común” que reconoce lo que la tradición social católica
entiende como el “destino universal de los bienes creados”[11]. Según
Whelan, los llamamientos a la reforma agraria y a la solidaridad con
trabajadores sin tierra en la iglesia latinoamericana y en la doctrina social
católica en general son expresiones concretas de la política del uso común.
San Óscar Romero y el Beato Padre Rutilio Grande son encarnaciones
paradigmáticas de esta política, que en su contexto y en muchos contextos
actuales es un esfuerzo arriesgado que Whelan caracteriza como “cruciforme”.
En la época de Romero y Rutilio, tanto en nuestros tiempos, quienes se
pronuncian en contra de la concentración de la tierra o se oponen a ella y
abogan para que los sin tierra tengan acceso a tierras para cultivar, sufren
enormemente como consecuencia de su lucha. Este sufrimiento señala cómo, en
condiciones de pecado y violencia, la política del uso común puede llevar al
martirio de la cruz. El
martirio de defensores de la tierra es paradigmático para las teologías del
martirio de la liberación latinoamericana del siglo XX. Pero las Naciones
Unidas y organizaciones de derechos humanos como Global Witness también
reconocen a los defensores de la tierra como “defensores de los derechos
humanos medioambientales” porque defienden el derecho de sus comunidades a
disfrutar de un entorno seguro en el que tengan acceso a bienes naturales
limpios y saludables, que les permitan sostener una vida diga. También son
defensores del medio ambiente porque es mejor para el medio ambiente (incluso
el clima) que el uso de la tierra lo gestionen las comunidades locales
(especialmente las comunidades indígenas) en lugar de los acaparadores de
tierras, los grandes terratenientes, y/o las empresas extractivistas con
ánimo de lucro. Incluso cuando las comunidades locales y agricultores
individuales no están atentos a las prácticas más ecológicamente sostenibles,
el simple hecho de impedir que las industrias extractivistas a gran escala
destruyan los paisajes y las vías fluviales locales también evita las
contribuciones a gran escala a la deforestación, la pérdida de especies, la
contaminación y el cambio climático. Por ello, mártires de finales del siglo
XX como Romero y Rutilio, que dieron su vida en defensa de los derechos del
campesinado a la tierra y en aras de la reforma agraria, son, en cierto modo,
eco-mártires. En mayor medida aún, mártires como el Padre Josimo Tavares, un
sacerdote Afrodescendiente en Brasil, que se solidarizó con las comunidades
locales en su lucha por defender sus tierras de los madereros y rancheros de
la Amazonía, pueden ser reconocidos como eco-mártires. Su lucha fue por el
acceso continuado y/o recuperado a la tierra para la agricultura de
subsistencia, que no sólo es esencial para las personas que necesitan
alimentos, agua y refugio; es también mucho más saludable que el
extractivismo para los ecosistemas en los cuales las comunidades humanas
hacemos nuestro hogar. Por lo tanto, mártires como Padre Josimo representan
la conexión entre las y los mártires jesuánicos del siglo XX que murieron en
búsqueda de la justicia y la liberación, por un lado, y los mártires
contemporáneos de los derechos humanos medioambientales y el bienestar
ecológico, por otro. El Papa
Francisco ha hecho explícita esta conexión entre la política del uso común y
el bienestar ecológico en su solidaridad con los movimientos populares, en su
encíclica Laudato Si' y en su compromiso sinodal con el ministerio
ecológico en la región panamazónica. Whelan señala que esta conexión es
especialmente evidente en los discursos de Francisco al Encuentro Mundial de
Movimientos Populares, en los cuales la apelación de Francisco a los derechos
de Tierra, Trabajo y Techo expresa una política de uso común basada en la
gramática teológica de la Creación como don universal. En estos discursos,
sostiene Whelan, Francisco
amplía y profundiza la reflexión sobre la política del uso común subrayando
sus inevitables implicaciones ecológicas. “Un sistema económico centrado en
la deidad del dinero”, observa Francisco en el primer discurso, conduce a una
“cultura de usar y tirar” en la que los excluidos “son descartados, son
‘sobras’”. Pero un sistema así, continúa, también “expolia la naturaleza para
sostener el consumo al nivel frenético que necesita”. A lo largo de su
pontificado, Francisco ha señalado la íntima relación entre el uso que este
sistema hace de las personas y el uso que hace de la propia tierra: la
devastación que causa a todo lo que es frágil. El “hilo invisible” que une
esta devastación es un sistema que “ha impuesto la mentalidad del beneficio a
cualquier precio, sin preocuparse de la exclusión social ni de la destrucción
de la naturaleza”[12]. Dado
que es el mismo sistema el que explota a las personas y destruye el planeta,
la justicia social y la medioambiental están inextricablemente unidas y
Francisco arroja luz, con razón, sobre cómo los movimientos populares –los
movimientos de base de los pueblos marginados y oprimidos, junto con sus
cómplices– buscan la integración de estas formas de justicia en sus luchas
cotidianas por un mundo más justo y ecológicamente sostenible. Del
mismo modo, la idea central de la articulación de la ecología integral por
parte del Papa Francisco en Laudato Si' es que “todo está
interconectado”, de modo que el clamor de los pueblos pobres y el clamor de
la tierra están profundamente entrelazados. Después del Sínodo de la Región
Panamazónica, la exhortación apostólica Querida Amazonia recapitula
estas verdades con la adición del dialogo con pueblos indígenas. Aunque este
documento no destaca la realidad del eco-martirio en la Amazonía en sí, el
Documento Final del Sínodo de los obispos menciona a las y los mártires
amazónicos cuatro veces, llegando a afirmar que “este Sínodo admira y
reconoce a quienes luchan, con gran riesgo de su propia vida, por defender la
existencia de este territorio”[13]. Más
allá de esta presencia de los mártires en el documento final de los obispos,
la reunión del sínodo de los obispos en el Vaticano en octubre de 2019 fue
profundamente marcada por imágenes de mártires llevadas por asistentes y
simpatizantes, así como por el Vía Crucis de los Mártires de la Amazonía que
se rezó fuera del Vaticano durante el Sínodo. Aquí vemos muy claramente, no
sólo en la retórica sagrada, sino también en el arte y la liturgia, que los y
las defensores de la tierra y del medio ambiente asesinados encarnan y dan
testimonio de la integración de la liberación social y ecológica en nuestro
mundo actual. El P.
Josimo Taveres, Chico Mendes, el P. Alcides Jiménez y la Hna. Dorothy Stang
fueron incluidos en el Vía Crucis de los Mártires de la Amazonia ante el
Vaticano durante el Sínodo. Mientras que el P. Josimo representa el puente
martirial entre defensores de la tierra y defensores del medioambiente, Chico
Mendes representa la tendencia a integrar el análisis socioeconómico y la
liberación humana con el análisis de la justicia medioambiental y la
preocupación por la existencia continua y la salud ecológica de la propia
selva amazónica. Su martirio representa el giro ecológico definitivo en los
movimientos populares de América Latina a finales del siglo XX, dando
testimonio de una política de uso común que reconoce el vínculo inextricable
entre el bienestar humano y el bienestar del resto del mundo natural. Por lo
tanto, las cuestiones en juego en estos movimientos se amplían de la cuestión
de quién posee y/o tiene acceso a la tierra a la cuestión de cómo aquellos
que viven en la tierra hacen uso de ella de formas más o menos sostenibles.
Por lo tanto, las luchas populares por la justicia y la liberación en América
Latina han empezado a incorporar cada vez más las preocupaciones ecológicas y
la defensa de la integridad ecológica en su praxis profética. Además, en el
transcurso de estas últimas cuatro décadas desde la muerte de Chico se ha
producido una transformación en la forma en que los movimientos populares
entienden el derecho a la tierra. Mientras que las luchas de finales del
siglo XX por la reforma agraria a menudo se concentraban en la posesión de la
tierra, muchas veces como propiedad privada, cada vez es más común que estas
luchas busquen estructuras de uso comunal de la tierra, bajo la guía de la
sabiduría indígena de que “la tierra no nos pertenece a nosotros/as;
nosotros/as pertenecemos a la tierra”. Aunque el uso comunal de la tierra –es
decir, la práctica ancestral de compartir el acceso a los bienes naturales
colectivamente– no es necesariamente una panacea ecológica, es un medio
especialmente eficaz de integrar y encarnar la justicia social y
medioambiental. Mientras
que Chico Mendes representa esta transición del martirio por la justicia
social y económica al martirio por una praxis integrada de justicia
medioambiental y bienestar ecológico, es importante señalar que las
comunidades indígenas llevan milenios integrando el bienestar humano y
más-que-humano. Los conceptos cristianos occidentales de justicia, derechos
humanos, y liberación no se traducen de forma unívoca en conceptos y
cosmovisiones indígenas. Sin embargo, la interconexión del bienestar humano y
ecológico articulada en la ecología integral de Francisco ya ha sido
expresada y encarnada, aunque de maneras muy diferentes, en la antigua
sabiduría cultural y ecológica de los pueblos indígenas. No debemos
romantizar ni mercantilizar esta sabiduría, sino que debemos reconocer,
respetar, y honrarla, especialmente en el caso de los pueblos indígenas que
han sido perseguidos por su resistencia a los terrores entrelazados del robo
de tierras, el genocidio y el ecocidio[14]. Las
diferentes comunidades indígenas pueden apreciar o no que estos asesinatos en
masa se teologicen bajo la rúbrica de eco-martirio, pero es importante
reconocer una vez más que la violencia contra defensores indígenas de la
tierra y el medioambiente ha sido perpetrada por regímenes coloniales y
neocoloniales durante más de cinco siglos. Lamentablemente, la realidad del
eco-martirio, la llamemos así o no, no es nada nuevo. La
teología cristiana a la luz del eco-martirio Una de
las aportaciones más significativas de Jon Sobrino a la teología de la
liberación es su insistencia en dar prioridad al martirio jesuánico, no sólo
en la fe y la praxis cristianas, sino también en la reflexión crítica sobre
esa fe y esa praxis: son “ipso facto una realidad central para la fe,
para la iglesia y para la teología”[15]. De
hecho, como manifestaciones encarnadas de la presencia divina en la historia,
los mártires tienen una importancia fundamental y universal para la fe y
deben ser tenidos en cuenta en toda teología, no sólo en las llamadas
“teologías contextuales.” Por ello, Sobrino lamenta que la realidad del
martirio esté hoy tan desatendida en la disciplina y se pregunta si los
cambios de paradigma han hecho de las y los mártires “obsoletos (...) un tema
para la investigación histórica y la piedad, pero no para la reflexión
teórica, como si la teología tuviera cosas más importantes en las que
ocuparse que en mártires y crucificados”[16]. Sin
embargo, en la medida en que las y los mártires se parecen a Jesús, dan a la
teología una especificidad “jesuánica” que, según Sobrino, es de suma
importancia porque cuando la teología cristiana “se distancia de Jesús de
Nazaret y, sobre todo, de su cruz, se aburguesa”[17]. A la
luz de este estudio sobre el eco-martirio, yo añadiría que, en la medida en
que las comodidades de la existencia burguesa dependen de las industrias
extractivistas y de las violencias que perpetran, una teología burguesa
carente de la especificidad de Jesús es peligrosamente cómplice de la
crucifixión de los pueblos pobres y del planeta por igual. Sobrino
sostiene que las y los mártires interrumpen la existencia burguesa para dar a
la teología una especificidad jesuánica porque son un signo histórico y
teológico de los tiempos en los que Jesús crucificado y resucitado está
presente. Para él, los y las mártires “no sólo nos remiten a los conceptos
teológicos de Dios y Cristo, sino que, sobre todo, hacen presentes estos
conceptos”[18]. Según
él, la afinidad con el dinamismo fundamental de la vida y muerte de Jesús
hace que el martirio sea importante para la teología porque el martirio se
convierte en “un principio hermenéutico, una mistagógica para comprender el
martirio de Jesús”[19]. Los
mártires proporcionan así una perspectiva epistemológica que ilumina mejor la
persona y la obra liberadora de Jesús y el misterio del “Dios de los pobres”
que quiere que las personas cuyas vidas están amenazadas y truncadas por la
pobreza y la opresión tengan liberación y vida en abundancia. Esta ventaja
epistemológica también opera negativamente en la medida en que las y los
mártires dan testimonio contra los ídolos históricos, los dioses anti-reinos
de la injusticia y la muerte que se opusieron al anuncio de Jesús del reino
de Dios y siguen oponiéndose a la participación de las y los mártires en ese
anuncio. La misma dinámica teológica y ventaja epistemológica es válida para
eco-mártires, que son asesinados por su oposición a esos mismos ídolos, con
una comprensión aún más profunda y compleja de hasta qué punto esos ídolos
exigen el sacrificio no sólo de vidas humanas, sino también de la vida y la
integridad de la Creación más-que-humana. Puesto
que el martirio ilumina el contenido de la teología al hacer presente ese
contenido en la historia, Sobrino sostiene que centrar el martirio sirve
también para infundir a toda la tarea teológica algunas disposiciones
fundamentales. Hacer reflexión teológica a la luz del eco-martirio puede
extender, profundizar y guiar estas disposiciones a lo largo de caminos
proféticos no sólo de la liberación humana integral, sino también de la
conversión ecológica, la liberación interseccional (incluso feminista y
anti-racista)[20] y el
diálogo interreligioso. Una
disposición teologal Ante
todo, Sobrino afirma que recordar el martirio cultiva una “disposición
teologal” que sitúa la teología no en el ámbito de categorías y conceptos
abstractos, sino en el ámbito encarnado de “aquello que, para los seres
humanos, es lo último: la vida y la muerte”[21]. En la
teología de Sobrino, que se inspira en la obra de su amigo y hermano jesuita
martirizado Ignacio Ellacuría, hablar de la realidad como “teologal” se
refiere a la presencia encarnada de Dios en las realidades carnosas y
materiales de la Creación. La imaginación sacramental de muchas y muchos
eco-mártires da testimonio de la realidad de la creatividad vivificadora de
Dios presente en la belleza y la abundancia de la Creación y de la presencia
del pathos y la solidaridad divinos en las realidades de muerte y
destrucción. De hecho, el eco-martirio es una manifestación encarnada de la
creatividad, la compasión y la solidaridad divinas. Eco-mártires son
sacramentos de la solidaridad divina con la Creación. A la luz de su
testimonio, según Sobrino, la teología no puede evitar enfrentarse a
cuestiones últimas sobre el sufrimiento y el pecado, o sobre la esperanza de
la resurrección, el reino de Dios y la justicia que conlleva para los pueblos
pobres, el planeta e incluso el cosmos en su conjunto. El eco-martirio, en
particular, pone la praxis y la teología cristianas en contacto encarnado,
social y ecológico con estas cuestiones, lo cual requiere un discipulado
cristiano y una reflexión teológica que no sólo reflexione intelectualmente
sobre conceptos como “encarnación profunda” [“deep incarnation”], sino que
también –de hecho, principalmente– que busque caminos de participación
contemplativa y liberadora en la encarnación profunda de lo divino en nuestro
rincón de la Creación, nuestra casa común. Una
disposición dialéctica En
segundo lugar, Sobrino sostiene que el martirio aporta a la teología una
“disposición dialéctica” que desafía a la disciplina no sólo a anunciar la
buena nueva de la gracia, la justicia, la verdad y la presencia viva de Dios,
sino también a denunciar las realidades históricas del pecado, la injusticia,
la falsedad y la muerte. El eco-martirio es una revelación clara de cómo el
imaginario antiecológico del extractivismo es una manifestación violenta del
pecado en nuestro mundo actual. Esta disposición dialéctica abre la teología
cristiana en general y las teologías de la liberación y las eco-teologías en
particular al autoexamen y la autocrítica a la luz del testimonio de
defensores de la tierra y el medio ambiente que han incorporado a sus luchas
por la justicia medioambiental no sólo análisis liberacionistas y ecológicos,
sino también interseccionales, anti-racistas, feministas y decoloniales.
Centrarse en el eco-martirio corrobora sin duda las críticas ecologistas al
antropocentrismo cristiano, un defecto que ha plagado no sólo al cristianismo
conservador sino también a muchas teologías de la liberación centradas
exclusivamente en la liberación humana. Por otro lado, los eco-mártires dan
testimonio de un sólido compromiso con el bienestar de las comunidades
humanas y de la Tierra en tándem, en contraposición a los compromisos
misantrópicos característicos de ciertas expresiones de la Ecología Profunda
[Deep Ecology]. En general, las y los defensores de la tierra y el medio
ambiente están siendo asesinados no por un enfoque puramente conservacionista
del ecologismo, sino por su compromiso con la integración del bienestar
humano y ecológico que comentábamos antes. Este
compromiso integral ha llevado a un montón de defensores de la tierra y el
medioambiente a profundizar y ampliar su comprensión de cómo el coloniaje del
actual sistema mundial está diseñado para privilegiar a una minoría de élite
a costa de los pueblos colonizados y de la propia Tierra. El análisis y la
praxis de Berta Cáceres, por ejemplo, nos recuerda que el anti-reino contra
el cual se levantan las y los eco-mártires como testigos dialécticos no sólo
está estructurado por el capitalismo (un hecho que Sobrino admitiría
fácilmente), sino por los estragos coloniales del racismo y el patriarcado.
Tanto las teologías cristianas de la liberación como las eco-teologías harían
bien en tener en cuenta estas críticas cuando intentamos formular nuestra
comprensión dialéctica de cómo las dinámicas pecaminosas de los imaginarios
antisociales y antiecológicos operan en complejas redes interconectadas de
violencia y opresión. Al igual que los elementos y energías que dan vida al
cosmos están interconectados, también lo están los sistemas humanos que
producen los gritos de la tierra y de los pueblos pobres. Estos gritos se
entrecruzan con los gritos de los pueblos indígenas y afrodescendientes, de
las mujeres (especialmente las mujeres de color), de inmigrantes y refugiados,
de las personas LGBTQ+, de las personas discapacitadas, de la gente anciana y
de todas las personas a quienes la sociedad desprecia como desechables. La
teología de Sobrino no reconoce muy bien esta interseccionalidad de la
opresión y la liberación. La ecología integral del Papa Francisco hace gestos
hacia estas intersecciones, pero requiere una corrección significativa en lo
que respecta a su omisión de un análisis explícito del racismo y su
reafirmación del pensamiento binario y esencialista en torno al género y la
sexualidad[22]. Otra
dimensión de la disposición dialéctica que el eco-martirio puede cultivar en
la teología cristiana tiene que ver con los peligros de la supremacía
cristiana y la necesidad de cultivar una cultura de encuentro interreligioso
caracterizada por la humildad y la solidaridad. El asesinato de defensores de
la tierra y del medio ambiente es un fenómeno mundial que se cobra la vida de
muchos más no cristianos que cristianos. Los pueblos indígenas, muchos o la
mayoría de los cuales tienen sus propias cosmovisiones y practican sus
propias formas de espiritualidad ancestral, son especialmente vulnerables a
la persecución violenta por su resistencia a los proyectos extractivistas.
Recordar que el eco-martirio abarca y trasciende muchas tradiciones
religiosas y espirituales puede desafiar a la teología cristiana a una
crítica interna de las barreras que se oponen al encuentro con las
comunidades no cristianas con un espíritu dialógico de auténtico respeto y
colaboración. Dada la historia y el legado actual de complicidad cristiana
con el colonialismo extractivista del capitalismo, el racismo y el
patriarcado, las iglesias cristianas tienen mucho que aprender de este
diálogo. Una
disposición soteriológica Finalmente,
Sobrino postula que centrar el martirio también presta una “disposición
soteriológica” a la teología porque las y los mártires “apoyan –o pueden
apoyar– la esperanza de que en la cruz de Jesús (junto con su vida y
resurrección) está la salvación”[23]. El
amor que lleva a la cruz a mártires y eco-mártires jesuánicos en la historia
es lo que “verifica” para las comunidades cristianas de hoy el poder salvador
del amor de Dios manifestado en la cruz de Jesús hace dos mil años. ¿Qué nos
enseña el martirio jesuánico, en general, y el eco-martirio, en particular,
sobre este poder redentor? O, mejor dicho, ¿qué puede llamarse salvífico en
el sufrimiento y la muerte del martirio? Juan Hernández Pico sostiene que la
muerte de mártires no produce inicialmente frutos salvíficos, sino
frustración, horror, ira, miedo y desánimo: [su
martirio] representa ante todo el triunfo de la poderosa violencia criminal,
del terrorismo del Estado, que acalla para siempre la voz de una profeta,
interrumpe brutalmente el proyecto de un reformador, trunca sin piedad la
vida de una investigadora, apaga definitivamente el pensamiento de un genio o
humilla y viola la dignidad de una comunidad[24]. Una
emisión de Radio Progreso de Honduras pronunció este mismo sentimiento en una
reflexión ofrecida en el marco del cuarto aniversario del asesinato de Berta
Cáceres: Una
persona a la que confesamos como mártir fue ante todo víctima de un cruel
asesinato, una persona a la que vimos con su cuerpo destrozado, que sufrió en
carne propia las heridas en su cuerpo, que padeció y sufrió los horrores de
la muerte. (...) Ninguna confesión de martirio puede hacer desaparecer la
realidad cruenta de la muerte violenta[25]. Estos
recordatorios nos previenen contra los peligros de glorificar y romantizar el
sufrimiento redentor ya comentados anteriormente. El talante soteriológico
que el martirio centrado presta a la teología cristiana debe denunciar ante
todo el asesinato de mártires y no perder nunca de vista la violencia y la
injusticia de sus muertes. A
primera vista, entonces, parece que no hay nada de salvación, de luz o de
esperanza en la horrible muerte de una persona martirizada. La brutalidad y
el asesinato no contienen nada de bondad. La muerte violenta, en sí misma, es
puramente negativa. Pero no acaba la historia aquí. Las teologías de la
liberación y las comunidades eclesiales de base de la iglesia de las y los
pobres en Latinoamérica llevan más de cincuenta años insistiendo en que hay
algo del poder salvífico de Dios en la memoria del martirio. Ante todo, la
solidaridad incondicional de los y las mártires jesuánicos y de los y las
ecomártires con los pueblos oprimidos, unida a la cruda realidad de sus
asesinatos, desenmascara los ídolos de la muerte que exigen sacrificios –de
la vida y el mano de obra humanos, de la tierra y sus bienes– para lograr sus
fines de lucro. Además, el legado del martirio llama a la iglesia a la
conversión, desafiando a todas las comunidades cristianas a convertirnos en
verdaderos seres humanos, encarnados en la realidad, en lugar de permanecer
dentro de las ilusiones de la irrealidad. Las y los eco-mártires, en
particular, nos llaman a la compasión por las comunidades marginadas y
oprimidas –incluso la tierra y sus criaturas más-que-humanas– y nos animan a
asumir la carga de la realidad, aunque tal acción suponga un precio para
nuestra propia comodidad y seguridad. Su amor y fidelidad incesantes nos
invitan a vivir con libertad frente al egoísmo, con alegría frente a la
tristeza y con esperanza frente a la resignación. Según Sobrino, “en esta
libertad, alegría y esperanza hay ya una especie de reverberación de
resurrección”[26]. El
legado del eco-martirio demuestra así que la muerte no tiene la última
palabra y su memoria nos invita a vivir como pueblo resucitado, confiando
activamente en la promesa de la llegada del reino de Dios. Eco-mártires
revelan el rostro de un Dios que es amor, solidaridad y justicia, del mismo
modo que nos muestran que “es posible vivir con gran amor en este mundo y
poner todas nuestras capacidades al servicio del amor”[27]. En
última instancia, su sacrificio se convierte en salvífico cuando hacemos
nuestra su causa, que es la causa de Jesús, la causa de la liberación humana
y ecológica, la causa del reino de Dios. Puntos
de luz El
panorama del extractivismo en las Américas y el resto del mundo es desolador
y resulta difícil ver un camino a seguir en medio de la violencia y el miedo
que asolan a las comunidades humanas marginadas y a los ecosistemas
vulnerables de nuestra casa común. Para quienes estamos lejos de los
emplazamientos de las industrias extractivas, estas realidades de injusticia
medioambiental y degradación ecológica son invisibles o tan abrumadoras que
resulta difícil encontrar esperanza. A esta desesperanza ante el extractivismo
se suma el creciente sentimiento de desesperación, especialmente entre la
juventud, ante los enormes desafíos de la crisis climática y la
intratabilidad de los sistemas e instituciones con poder para mitigar el
calentamiento global y sus efectos catastróficos sobre los seres humanos y
toda la comunidad terrestre. La persecución de comunidades y el asesinato de
personas en primera línea de estas luchas por la justicia medioambiental y
climática pueden ciertamente sumarse a este ambiente de desesperanza. Y, sin
embargo, hay comunidades de Latinoamérica que han encarnado la esperanza de
la resurrección en la memoria de sus eco-mártires, interpretando su
testimonio como puntos de luz en la oscuridad del miedo brillando con coraje forjando la paz allá en el horizonte la llama mayor la justicia del reino de Dios Resurrección[28] La
teología de la liberación ha ofrecido un análisis y ha sistematizado una
espiritualidad profunda del martirio que puede enriquecerse y profundizarse
aún más con una reflexión crítica en el eco-martirio desde una perspectiva
interseccional que toma en cuenta las conexiones inextricables entre las
luchas sociales, ecológicas, feministas, anti-racistas, y decoloniales en
todas las Américas. La verdadera resurrección envuelva todas estas
dimensiones de la vida, y más. Nuestras teologías, espiritualidades, activismos,
y modos de encarnar otro mundo posible deben hacer lo mismo. Bibliografía Abram,
David. The Spell of the Sensuous: Perception and Language in a
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marzo 2020), https:// radioprogresohn.net/enfoque/berta-y-el-martirio/ Sínodo de Obispos. “Amazonía: Nuevos
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Matthew Philipp. Blood in the Fields: Óscar Romero, Catholic Social
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Press, 2020. Williams,
Delores S. Sisters in the Wilderness: The Challenge of Womanist God-Talk. Maryknoll:
Orbis Books, 1993. Elizabeth
O’Donnell Gandolfo, Doctora en Estudios
Teológicos por la Universidad Emory (Atlanta, Estados Unidos). Contacto:
gandoleo@wfu.edu Artículo
recibido: 27 de enero del 2024 Artículo
aprobado: 2 de marzo del 2024 |
|
[1] Berta
Cáceres, “Goldman Environmental Prize Acceptance Speech” (2015).
[2] Véanse los informes anuales de Global Witness en www.globalwitness.org y
los informes extensos de Frontline Defenders en www.frontlinedefenders.org. Para
aprender más sobre este fenómeno y la memoria viva de mártires ecológicas en
Latinoamérica, ver Elizabeth O’Donnell Gandolfo, Ecomartyrdom
in the Americas: Living and Dying for Our Common Home (Maryknoll: Orbis
Books, 2023), y el sitio web www.ecomartirio.net, disponible en inglés y
español.
[4] Encontré la
frase “more-than-human” por primera vez en la obra de la botonista indígena
Robin Wall Kimmerer Braiding Sweetgrass: Indigenous Wisdom,
Scientific Knowledge, and the Teachings of Plants (Minneapolis:
Milkweed, 2011). Ecologista y geo-filósofo
David Abram propuso esta frase para describir la inmersión de lo humano en un
todo más amplio y sensible en The Spell of the Sensuous: Perception and
Language in a More-Than-Human World (New York: Vintage Books, 1996).
[5] Varias partes de las siguientes
secciones de este ensayo aparecen en una forma más amplia en el libro Gandolfo,
Ecomartyrdom in the Americas.
[6] Jacquelyn Grant,
White Women’s Christ and Black Women’s Jesus: Feminist Christology and
Womanist Response (Atlanta: Scholars Press, 1989), y “The Sin of
Servanthood and the Deliverance of Discipleship”, en A Troubling in My
Soul: Womanist Perspectives on Evil and Suffering, ed. por Emilie M. Townes
(Maryknoll: Orbis Books, 1993).
[7] Delores
S. Williams, Sisters in the Wilderness: The Challenge of Womanist God-Talk (Maryknoll:
Orbis Books, 1993).
[9] Mujeres del Fuego podcast, 4 de noviembre, 2021,
Audible.com.
[10] Para un análisis más
extenso sobre este punto, véase Elizabeth O’Donnell
Gandolfo, Ecomartyrdom in the Americas y “Women and Martyrdom:
Feminist Liberation Theology in Dialogue with a Latin American Paradigm”, Horizons 24, n.° 1 (2007): 26-53.
[11] Matthew
Philipp Whelan, Blood in the Fields: Óscar Romero, Catholic Social Teaching,
and Land Reform (Washington: Catholic University of America Press, 2020),
20.
[12] Whelan, Blood in the
Fields, 311.
[13] Sínodo de Obispos,
“Amazonía: Nuevos caminos para la iglesia y para una ecología integral” (2019).
[14] George
Tinker, American Indian Liberation: A Theology of Sovereignty (Maryknoll:
Orbis Books, 2008).
[15] Jon
Sobrino, “Our World: Cruelty and Compassion”, en Rethinking Martyrdom (Concilium),
ed. por Teresa Okure et al. (London: SCM Press, 2003), 20.
[16] Jon
Sobrino, “Los
mártires jesuánicos en el
tercer mundo”, Revista Latinoamericana de Teología 16, n.°
48 (1999), 247.
[17] Sobrino, “Los mártires jesuánicos”, 253.
[18] Sobrino, “Los mártires jesuánicos”, 248.
[19] Sobrino, “Our World”, 20.
[20] Vea el origen del concepto de la
interseccionalidad en la obra de Kimberlé W. Crenshaw, On Intersectionality:
Essential Writings (New York: The New Press, 2014).
[21] Sobrino, “Los mártires jesuánicos”,
249.
[22] Una crítica feminista y decolonial de la teología
integral del Papa Francisco aparece en Melissa Pagán, “Extractive Zones and the Nexus of the Coloniality of
Being/Coloniality of Gender: Towards a Decolonial Feminist Integral Ecology”, Journal
of Hispanic/Latino Theology 22, n.° 1 (2020).
[23] Sobrino, “Los mártires jesuánicos”, 249.
[24] Juan Hernández Pico, “The
Hope Born of the
Martyrs’ Love”, en Okure et al., eds., Rethinking Martyrdom, 130.
[25] “Berta
y el Martirio” (5 marzo 2020),
https://radioprogresohn.net/enfoque/berta-y-el-martirio/.
[26] Jon
Sobrino, Witnesses to the Kingdom: The Martyrs of El Salvador and the
Crucified Peoples (Maryknoll: Orbis Books, 2003), 114.
[27] Jon Sobrino, “Martyrs: An
Appeal to
the Church”, en Okure et
al., eds.,
Rethinking Martyrdom, 148.
[28] Estos son extractos de la letra de una
canción que destaca el video “Mártires da Caminhada” (21 noviembre 2021). Letra
escrita en portugués por Cireneu Kuhn, SVD, y traducción del portugués al
español adaptada de la traducción de Pedro Andrés Sánchez.