Vida  y

Pensamiento

Revista Teológica de la Universidad Bíblica Latinoamericana

Volumen 44, Número 1  -  Año 2024  -  San José, Costa Rica

 

Repensar para

resistir y re-existir:

Desafíos actuales a la

teología de la liberación

 

 

 

 

 

 

Educar en diversidades:

Teología de la liberación y estudios críticos de género

 

Enrique Vega-Dávila

 

pp. 161-184

 

 

 

Resumen: Este artículo aborda dos elementos claves en la teología de la liberación latinoamericana: “reverso de la historia” y “liberación”. Estas serán consideradas como pautas hermenéuticas para una educación teológica que considere a la diversidad sexogenérica, la que no han sido nombrada en la sociedad y en el mundo teológico de modo afirmativo. Se trata de una propuesta que continúa y reconoce el trabajo de Marcella Althaus-Reid desde lo que he nombrado “teología cuir de la liberación”, que tendría como punto de partida los cuerpos sexuados latinoamericanos. A través de la metodología de la teología de la liberación latinoamericana se presentará la necesidad de escuchar gritos invisibilizados por la cisheteronorma y la heterosexualidad obligatoria que demandan conocimiento de las identidades disidentes desde ellas mismas y establecer rutas críticas que permitan posiciones y posibilidades de comprender lo diverso.

Palabras claves: Género y religión, diversidad sexogenérica, teología queer, teología cuir, teología de la liberación.

Abstract: This article discusses two key elements in Latin American liberation theology: “reverse of history” and “liberation”. These will be considered as hermeneutical guidelines for a theological education that considers sex-gender diversity, which has not been named in society and in the theological world in an affirmative way. This proposal continues the work of Marcella Althaus-Reid from what I have named “cuir theology of liberation”, which would take Latin American sexed bodies as a starting point. Through the methodology of Latin American liberation theology, the need to listen to cries made invisible by cisheteronorma and obligatory heterosexuality will be presented, which would demand knowledge of dissident identities from themselves and establish critical routes that allow positions and possibilities of understanding the diverse.

Keywords: Gender and religion, sex-generic diversity, queer theology, cuir theology, liberation theology.

 

 

 

 

 

Enrique Vega-Dávila

 

Educar en diversidades:

Teología de la liberación y estudios críticos de género

 

Introducción

 

El siguiente artículo posee tres partes que responden a la metodología latinoamericana para realizar teología que se titulan: “Ver y escuchar”, donde se presentarán dos formas de actitudes en torno a la diversidad sexogenérica y lo cristiano. “Dejarnos interpelar” presenta las variables teológicas reverso de la historia y liberación desde una perspectiva de género considerando las diversidades sexogénero diversas. “Teoripraxis” corresponde al último momento de tal metodología que realiza una distinción teológico-práctica en torno a pastoral, teología y doctrina de modo que se cuestionen las formas que tenemos para aparecer en las reflexiones sobre diversidad sexogenérica.

 

Ver y escuchar: Mediación socioanalítica

 

Comprendo que la metodología de la teología latinoamericana sea de carácter contemplativo, y que esta no significa inacción (Boff y Boff 1986, 13), pero dado los contextos de extractivismos académicos (Simpson 2013) que miran desde el escritorio la realidad, me parece importante añadir el verbo escuchar en este momento metodológico. Esto puede significar que es necesario emplear más sentidos en las causas y, más aún, tomar en serio no solo lo que nos gusta, sino aquello que nos podría incomodar. Por esta razón, hablo en primera persona y empleo mis oportunidades para ser escuchado.

 

Las personas de la diversidad sexual y de género existimos en la sociedad y en las iglesias. Nuestra presencia en el espacio público es una realidad que ha generado una serie de posiciones que se extienden en un gran abanico moral que las descalifica con frases tales como “a sus cuatro paredes”, “Dios perdona el pecado, pero no el escándalo” hasta las más abiertas y afirmantes, pasando por una lucha constante por los derechos civiles de quienes, debido al autoritarismo de la decencia (Althaus-Reid 2005, 12) hemos vivido ciudadanía de segunda, tercera o cuarta categoría dentro de las sociedades y de las iglesias.

 

La posibilidad de acceder al matrimonio igualitario y a otros derechos en diferentes países ha colocado a la diversidad sexogenérica frente a las denominaciones cristianas de muchos modos. Teniendo en cuenta la experiencia quisiera anotar estas posiciones:

 

Rechazo absoluto que se manifiesta en las campañas de movimientos tales como “Con mis hijos no te metas” en países de Sudamérica o en el “Frente Nacional por la Familia” en México, que reúnen en sus filas a personas de diferentes denominaciones cristianas, haciendo efectivo lo que Spadaro y Figueroa nombran “ecumenismo del odio” (Spadaro y Figueroa 2017). Este fenómeno ha colocado bajo una misma bandera a quienes en otros temas se verían imposible juntarse. Su postura implica lo que en otro espacio he llamado “narrativa de disfraz” (Vega-Dávila 2022) debido a que sus discursos esconden posiciones políticas en contra de derechos humanos. Con este grupo, no me parece innecesario insistir, no hay posibilidad de diálogo alguno debido a que ven a las diversidades sin derechos ni posibilidades de existencia.

 

También es de destacar la tibieza eclesial. Esta ha sido la forma en la que muchas comunidades de fe que no se encuentran en el grupo anterior se han manifestado. Denominaciones que en otros países son abiertamente LGBTIQ+, en el continente se han mostrado en silencio quizá por temor a perder congregantes o financiamientos. Esto coloca a estas denominaciones como “nicodemas”, que aceptan en sus bancas a personas de la diversidad sexogenérica, que las atenderán en sus congregaciones, pero que no apostarán necesariamente por sus derechos.

 

Por último, constato una posición afirmativa, la que se ha manifestado a través de una serie de grupos religiosos, comunidades e iglesias que en el continente poseen características de las más diversas[1], pero que están formadas por personas de la diversidad sexogenérica y abordan esta temática desde la reconciliación o desde los activismos.

 

En ese sentido, me parece importante combatir directamente los enunciados de muchos grupos religiosos que plantean nuestras diferentes identidades, sexuales o de género, como si se tratasen de alguna moda, sino que aparecemos en el espacio público desde la reivindicación social. Muchas personas de la diversidad sexogenérica en el continente ven como un enemigo al cristianismo hegemónico (Vega-Dávila 2023), no sin falta de razón debido a que sus narrativas de odio son establecidas en contra de nuestros derechos.

 

No deja de llamar la atención que en la Encuesta nacional sobre diversidad sexual y de género de 2022 en México, país que tiene matrimonio igualitario en toda la república y leyes de identidad de género en algunos de sus estados[2], el 13.9% de personas trans* fueron obligadas a asistir con un médico, autoridad religiosa u otra persona para que su identidad sea corregida; en el caso de las demás identidades, un 9.8% respondieron afirmativamente a esta forma de violencia (Instituto Nacional de Estadística y Geografía 2022, 24). Tampoco deja de llamar la atención la última encuesta nacional sobre diversidades en el Perú, que arrojó como información que el 43% de agresores de personas LGBTIQ+ en ese país provienen de líderes religiosos; además, el 95% de quienes participaron en tal sondeo identificaron a líderes religiosos como aquellxs que usan en mayor proporción lenguaje ofensivo (Instituto Nacional de Estadística e Información 2018, 22.31).

 

Debería llamar nuestra atención la existencia de este tipo de encuestas en otros países de Abya Yala como también la ausencia de estos datos. Esto exige que tengamos en cuenta muchas formas de violencia que se viven en el colectivo LGTBIQ+ por parte de sectores religiosos, violencia que puede ser directa o indirecta. Queda claro que el rechazo existe y se percibe en las encuestas mencionadas, pero también se encuentran activistas luchando contra la tortura que significan las mal llamadas terapias de conversión, ejercidas en su mayoría por grupos religiosos[3].

 

Frente a esta situación las personas de la diversidad sexual y de género nos posicionamos de diferentes modos. Tenemos así, la obvia lejanía: Nadie tiene por qué encontrarse en un lugar donde se experimenta el rechazo. Muchas personas LGBTIQ+ hemos salido de las instituciones religiosas, las que identificamos como opresoras por sus discursos y prácticas. Además, quienes provienen del ateísmo o del agnosticismo solo ven en los cristianismos un enemigo con cual luchar o que le genera sospecha debido a su comportamiento histórico, ya sea directamente como agresor o como, por su silencio, cómplice.

 

Por otra parte, puede identificarse también la militancia ingenua: Mucha gente de la diversidad sexogenérica participa activamente en instituciones religiosas queriendo cambiar las doctrinas religiosas de sus denominaciones. Algunas de estas personas se agrupan y nombra denominacionalmente, siendo aceptadxs o rechazadxs por las instituciones. Es comprensible que muchas personas no rehúsen la adscripción a las espiritualidades que han marcado su vida y luchen en el interior de las denominaciones, eso no quita la posibilidad o imposibilidad del cambio de doctrina que poseen las instituciones religiosas.

 

Por último, destaco otra actitud más, lo que llamo clósets sagrados. Se trata de personas que teniendo actividad sexual se mantienen en las instituciones religiosas, ya sea por miedo al rechazo, ya sea por pérdida del poder o por cualquier otra situación relacionada a estatus. Y si bien hay personas que pueden vivir en celibato o abstinencia, hacer de la privación una regla, estos clósets sagrados fomentan la doble vida y una profunda sensación de culpa.

 

Las personas de la diversidad sexual y de genero existimos en los espacios eclesiales y en la sociedad, nuestra participación muchas veces ha sido desde el temor a la expulsión, lamentablemente nuestra existencia es tan temida como desconocida por los sectores religiosos, los que abogan por una lectura bíblica poco ilustrada y que roza muchas veces con los fundamentalismos (Arens 2008, 12-27) y por dogmáticas desfazadas, que repiten una y otra vez lo mismo, sin considerar nuevas discusiones antropológicas o sociológicas. La necesidad de dialogar con otras ciencias, que no sea la teología misma, se hace de suma relevancia. No hay liberación de prejuicios sin conocimiento y diálogo profundos, una mirada endogámica solo nos encierra y nos coloca como autorreferentes.

 

Dejarnos interpelar: Mediación hermenéutica

 

En la misma línea del párrafo introductorio del primer momento metodológico, la actitud inicial en el segundo paso implicaba escuchar la palabra de dios y evaluar nuestra actitud en discernimiento. Desde la perspectiva académica en la que me encuentro, y como aporte e insistencia en este espacio, pienso que es importante dejarnos cuestionar también por lo que autoras y autores vienen reflexionando desde otras áreas de conocimiento, entiendo que ese es el espíritu del momento metodológico, solo realizo una insistencia.

 

La teología de la liberación es cuestionada desde la crítica queer/cuir por no haber abordado temas referentes a sexualidades. Marcella Althaus-Reid recuerda una escena en la que se siente cuestionada por abordar lo que ella llama los nuevos medellines, los nuevos vaticanos segundos que se viven en las calles desde sexualidades abyectas y esta no es suficientemente tenida en cuenta por quienes iniciaron esta corriente (Althaus-Reid 2008, 55-56). De modo similar a la crítica realizada por las teólogas feministas de la liberación con relación a los cuerpos de las mujeres y su participación en ese movimiento teológico (Vélez 2013, 1801-18012), las teologías queer/cuir insistirán en la necesidad de recordar que “lxs[4] pobres también tienen sexo y muchas veces este es lugar de opresión, pero también de fiesta” (Vega-Dávila 2022, 69) y, por lo mismo, necesario en una reflexión teológica y en la propuesta educativa que fomentamos en las aulas, en nuestras redes sociales, en nuestras relaciones interpersonales.

 

Considerando la extendida formación teológica clásica, basada en una comprensión de la realidad desde cánones religiosos y dispuesta muchas veces a la formación pastoral y no necesariamente a la incidencia social; la (hiper)moralización de la sexualidad, que descarta todo lo que no es heterosexual y fomenta el control en varios niveles de relación interpersonal; y a los movimientos fundamentalistas cristianos en Abya Yala, que buscan incidir en políticas en contra de los derechos del colectivo LGBTIQ+, me parece importante considerar desde la perspectiva teológica de la liberación dos rasgos que pueden ayudar a que nuestra formación pueda enriquecerse y sirva, además, como aliciente para el diálogo en la sociedad.

 

Reverso de la historia

 

La historia ha sido escrita por quienes han detentado el poder, lo que ha significado colocar de modo superior a quienes la han narrado y de modo subalternizado a todxs lxs demás. Esto ha detonado en el racismo estructural que viven muchos de nuestros pueblos en Abya Yala, lo que responde al proceso de colonización que, en palabras de W. Mignolo, “consiste nada menos que en generar la idea de que ciertos pueblos no forman parte de la historia, de que no son seres” (Mignolo 2005, 30), de que son/somos ciudadanxs de segunda clase.

 

La reflexión sobre el reverso de la historia, hacer teología desde ese lugar, atañía directamente a la idea de salvación y su alcance. En palabras de G. Gutiérrez: “Vivir y pensar la fe desde lxs “ausentes de la historia” replantea el modo de entender el mensaje salvífico del Evangelio. Situarse de lleno en el mundo de la opresión, participar en sus luchas populares por la liberación lleva a releer la fe” (Gutiérrez 1980, 354). Esto implica una ampliación del alcance salvífico a formas mucho más incluyentes, ya que desde la perspectiva clásica la salvación solo guardaba relación con quienes profesaban la fe en Jesús, el Cristo. En el pensamiento guterriano, releyendo a Bartolomé de Las Casas, implica ver el real alcance de la acción salvífica que no pasaba por la profesión de fe, sino por la dignidad humana, la que debe ser defendida. Esto significa hacer teología en un mundo de opresión y optar por la justicia social. En palabras del autor mencionado:

 

Bartolomé de las Casas señala, en primer lugar, que los españoles mismos están poniendo en juego su propia salvación debido al comportamiento que tienen para con los indios. Si no cesan -dirá Las Casas- en sus robos, saqueos y explotación de los indios serán sin duda condenados…La salvación de los “fieles, de los que pretender ser cristianos, está más en cuestión que la de los “infieles”. Bartolomé de las Casas tiene, en segundo lugar, la hondura profética de ver en el indio más a un pobre según el Evangelio que a un infiel, y por eso dice en carta al Emperador que si la muerte y la destrucción de los indios fuese la condición para ser cristianos, mejor será que “nunca jamás fuesen cristianos”. En otras palabras, que más vale “indio infiel pero vivo” que “indio cristiano pero muerto” (Gutiérrez 1980, 356-357).

 

Teniendo en cuenta estas pautas, desde las teologías de la liberación latinoamericanas, se hace necesario redescubrir a quienes no han formado parte de la historia oficial debido a la colonización antes mencionada y que abarca también la actitud que han tenido múltiples iglesias, las que han colonizado tierras, cuerpos e identidades. Los primeros en ser “descubiertos” por esta propuesta son los pobres, en masculino genérico, expresión que ha borrado en el lenguaje a las mujeres. Estos pobres han sido identificados con los pueblos originarios, con los pueblos indígenas, con el mundo afro, con el sector trabajador, cuestionando la historia que ha sido blanca, burguesa, masculina (Millán 2014, 138) y también cristiana.

 

Justo esta historia oficial no ha considerado a las disidencias sexuales y de género, las que se puede reconocer que han participado de ella desde el “reverso de la historia heterosexual” (Vega-Dávila 2022, 72) y cisgénero, porque, en definitiva, no solo nuestras vidas valen, sino que “nosotrxs también somos lxs pobres” (Vega-Dávila 2022, 65). Sacando consecuencias directas y siendo coherentes con la perspectiva integral que esta teología pretende, donde

 

no hay dos historias, una profana y otra sagrada “yuxtapuestas” o “estrechamente ligadas”, sino un solo devenir humano asumido irreversiblemente por Cristo, Señor de la historia. Su obra redentora abarca todas las dimensiones de la existencia y la conduce a su pleno cumplimiento. La historia de la salvación es la entraña misma de la historia humana (Gutiérrez 2014, 199).

 

Como resultado, la presencia de tales disidencias, desde nuestros cuerpos e identidades, demanda nuestra enunciación en todos los espacios que se nos han sido negados, lo que en la perspectiva de Judith Butler es nombrado como “el derecho a aparecer” (Butler 2017, 32-33). Y dado los contextos mencionados, la manera clásica de hacer teología -muchas veces de modo academicista y alejada de la realidad-, la perspectiva procreacionista radical -y de un supuesto modelo original- y las políticas antiderechos extendida en el continente, queda de manifiesto la vulnerabilidad a la que seguimos siendo sometidas nuestras existencias, pero como mencionan también las compañeras feministas: “ya no tendrán más la comodidad de nuestro silencio”. Lo mencionado responde a la idea de lejanía que muchas personas de la diversidad sexogenérica experimentamos y que no estamos dispuestas a seguir sosteniendo.

 

Insistir en una educación teológica desde las diversidades implica, en ese sentido, tomar en serio nuestras vidas, nuestras corporalidades, nuestros sueños, nuestras esperanzas no desde una perspectiva moralizante, sino desde una ética de libertad y autenticidad que ni nos aliene ni nos oculte. Se convierte en una invitación permanente presentar estas historias de disidencia y en el caso de las personas que hacemos parte de la diversidad sexogenérica hablar en primera persona.

 

Liberación

 

Hablar de libertad y sexualidad en el cristianismo remonta casi inmediatamente a la moralización que se ha vivido durante siglos. La relación del cristianismo hegemónico con las prácticas sexuales ha significado, a la corta y a la larga, control y culpa. Ambas han estado sostenidas por una tecnología de control, tal y como lo es la confesión. Michel Foucault desarrolla esta actitud fundamental que ha permitido a las personas quedar sujetas a las instituciones, en un texto que recoge las clases que dio en Lovaina, Obrar mal, decir la verdad, afirma con contundencia que

 

[e]l cristianismo ató al individuo a la obligación de averiguar, en el fondo de sí mismo y a pesar de todo lo que esa verdad pueda ocultar, cierto secreto, cierto secreto cuyo develamiento, cuya manifestación debe tener, en su rumbo hacia la salvación, una importancia decisiva. Obligación, por tanto, de buscar la verdad de sí mismo. Obligación de descifrar a través de todos los obstáculos esa verdad, con la finalidad de emprender en relación con su salvación un rumbo o una etapa decisiva. Y tercero y último, obligación no sólo de descubrir esa verdad, sino de manifestarla, de manifestarla no sólo ante su propia mirada mediante una serie de actos, de acciones, como por ejemplo el examen de conciencia, sino también obligación de manifestarla a otros, al menos a uno, por medio de una serie de ritos, una serie de procesos y procedimientos que, como ustedes saben, se encuentran en parte, pero sólo en parte, en el sacramento de la penitencia (Foucault 2014, 108).

 

Tal obligación ha terminado, en muchas ocasiones, a vivir en lo que en la primera parte se nombró como “clóset sagrado”. Teniendo en cuenta que la comprensión de la categoría liberación es extensa retomo los niveles de liberación planteados por G. Gutiérrez:

 

[1] las aspiraciones de las clases sociales y pueblos oprimidos [se] subraya el aspecto conflictual del proceso económico, social y político que los opone a las clases opresoras y pueblos opulentos... [2] concebir la liberación como un proceso de hombres y mujeres en los que van asumiendo su propio destino…[3] Cristo salvador libera al ser humano del pecado, raíz última de toda ruptura de amistad, de toda injusticia y opresión (Gutiérrez 2014, 113-114).

 

Siguiendo esta línea de reflexión, es de reconocer cómo los movimientos de la disidencia sexual han venido luchando por nuestros derechos desde los llamados “disturbios de Stonewall(Carter 2004, 158-192) y se han ido abriendo a otras temáticas relacionadas con la misma población, tal y como lo es la pandemia del VIH-SIDA, la discriminación, la violencia sobre nuestros cuerpos y las leyes en relación con los derechos civiles. Las personas de la diversidad sexual y de género seguimos luchando en contra de la opresión heteronormativa que sostiene de modo taxativo una única orientación sexual como la que permite el desarrollo humano y luchamos para aparecer con nuestra diversidad en todos nuestros espacios de relación. Muchos otros movimientos sociales han sido acogidos por teólogxs de la liberación con mucha más facilidad, pero lo relacionado a las mujeres trans*, al trabajo sexual o el uso de profilácticos son pastorales indecentes aún. Puede haber, ciertamente, atención asistencialista, pero la doctrina denominacional sigue siendo la misma. Para muchas denominaciones cristianas las personas de la diversidad somos pecado y aberración[5].

 

La segunda forma de comprender la liberación nos abre a un proceso antropológico que implica lo que en estudios sociales se nombra agencia (Ema López 2004, 14-18). El rechazo a nuestras identidades nos ha llevado a vivir, por una parte, fuera de lo religioso, viviendo una suerte de diáspora existencial, en un exilio por ser quienes somos; por otra parte, es necesario notar que se han ido fomentando agencias espirituales, creando espacios religiosos abiertos a nuestras identidades, realizando un abanico de comunidades que se han ido nombrando como incluyentes (Bárcenas Barajas 2014, 83-108) y poco a poco más afirmantes de lo diverso.

 

A pesar de la claridad con que las teologías latinoamericanas abordaron el tema de la liberación para que no quede reducida a lo inmanente -con lo cual no tendría problema alguno-, no deja de ser recurrente la mera espiritualización de la libertad, que en materia de diversidades sexuales y de género ha comprendido la liberación de las personas LGBTIQ+ como el abandono de la orientación sexual o de su identidad. Esta situación es aberrante y denota ignorancia de los avances científicos en materia de sexualidades, pero aún más es un verdadero atentado contra los derechos humanos. ¿De qué debemos ser liberadas las personas LGBTIQ+? De lo mismo que cualquier otra persona, del egoísmo, de la hipocresía, de la envidia, de los malos salarios, del patriarcado, del racismo, del clasismo, del capitalismo asesino, de la violencia, de “la muerte antes de tiempo”, y, por supuesto, de la discriminación, la que mata lentamente. Me parece, en ese sentido, que también necesitamos liberarnos de doctrinas que nos alienan y de teologías totalitarias (Althaus-Reid 2022), de modo que podamos vivir de modo pleno.

 

Educar para las diversidades se convierte, de esta manera, en una tarea que coloca la libertad en el plano de la consciencia y su apertura a otras realidades que nos exceden. La lucha por la liberación se encuentra así, en contra de toda experiencia o situación que enajene a las personas y les reste identidad y posibilidad de desarrollo integral.

 

Teoripraxis: Mediación práctica

 

Al igual que en los otros momentos metodológicos, considerando la perspectiva de género, la mediación práctica no puede dejar de tener presente su intimidad con posicionamientos teóricos. Quizá este enunciado tenga más que ver más con quienes se encuentran solo en la academia; quienes viven en los activismos, con presencia entre las personas postergadas por el sistema, más que la lectura de un texto, ellxs mismxs son un libro que deberíamos leer.

 

En medio de todo este escenario me parece de vital importancia, especialmente para quienes formamos parte de la formación teológica en el continente, que realicemos constantemente una distinción entre lo doctrinal, lo teológico y lo pastoral. Las que en teoría podrían coincidir, pero que, en definitiva, no siempre están en convergencia.

 

En ese sentido, existen muchas prácticas pastorales en diferentes denominaciones cristianas, que están abiertas a las diversidades, las que deben ser identificadas y ser reconocidas como necesarias y críticas en el contexto conservador y fundamentalista, pero que, en realidad, no responden a las “sanas doctrinas” de las iglesias. Hay apertura de muchos agentes pastorales, religiosas, pastoras, clérigos, clérigas a temas relacionados con las diversidades, pero no representan de modo alguno la posición oficial de sus denominaciones. De modo similar, existen teologías que se encuentran abonando en el tema de las diversidades pero que no necesariamente se viven en comunidades de fe, son elucubraciones importantes y buenas, pero sin asidero comunitario. No puedo negar que existen también doctrinas que han ido cambiando gracias a comunidades de fe y teologías que las han sostenido, no sin cismas[6] y pérdidas no solo de dinero, sino de feligresía, pero forma parte del devenir histórico de la fe.

 

Todo lo anterior me hace pensar en la presencia de teologías que no forman parte de los programas teológicos actuales. Y particularmente las teologías que abordan las sexualidades desde las perspectivas feministas y queer/cuir, que no coinciden necesariamente con los dogmas eclesiales de las comunidades y que son, muchísimas veces, estigmatizadas. Entiendo que esto no sea sencillo, especialmente porque los grupos conservadores y fundamentalistas deslegitiman estas posturas, y, además, existe temor por ser expulsadxs de lxs ministerios, de las cátedras teológicas, de las denominaciones debido al poder social y económico que poseen, pero no está de más recordar que las vidas de las personas sexo-género diversas también valen y que “ [u]na teología que quiera ser fiel a la compleja y rica realidad de opresión y esfuerzos de liberación que se vive entre nosotrxs, será siempre un signo de contradicción” (Gutiérrez 1980, 185). La coherencia con la perspectiva teológica liberacionista nos lleva a emplear herramientas de las ciencias sociales y humanas para producir teologías significativas. Esta propuesta metodológica nos permite hacer ciencia. El diálogo con otras matrices filosóficas enriquece la discusión, porque la reflexión sobre lo divino no está acabada nunca, toda teología es provisional.

 

Lo tenido en cuenta hasta ahora demanda, por otra parte, lecturas interdisciplinarias que coloquen a quienes estudian teología en la posibilidad de diálogo con otras ciencias y saberes que están más allá de lo meramente confesional[7]. No podemos olvidar que para leer “los signos de los tiempos” no debemos buscar la palabra de dios en la biblia, sino en la historia y los diferentes procesos que se vienen realizando. Ello amerita tomar en serio la mediación socio analítica y las herramientas que estas pueden brindar, de otro modo traicionamos nuestra vocación como teólogxs y educadorxs.

 

A modo de conclusión

 

A partir del texto se han realizado críticas tanto en torno a la metodología de la teología de la liberación en un contexto educativo como en la coherencia acerca de las diversidades, las que existimos en plural. Desde las teologías queer/cuir tomamos nuestras sexualidades como punto de partida, pero no como punto de llegada. Nuestro fin es mostrar la pluriforme gracia que también son nuestras existencias y las diferentes maneras que poseemos de experimentar el amor.

 

En un contexto educativo, las teologías de la liberación desde los estudios críticos de género han de movernos a una conversión pastoral que reconozca nuestros cuerpos e identidades con el mismo valor que el de las personas heterosexuales (Butler 2002, 17-49). Las teologías pueden también traicionar al ser humano, diverso, si es que se someten a la institucionalidad; y aún más, lo hacen cuando se llenan de panfletos armoniosos, pero no son coherentes y sorofraternas con luchas por la liberación.

 

Nuestra labor educativa teológica está al servicio de la humanidad que se descubre y redescubre en una Divinidad, amiga de la vida. Esto significa, parafraseando a Gutiérrez, “más vale un maricón, una lesbiana, una persona bisexual o trans viva, que siendo cristianxs y sometidas a la alienación de la muerte, muerte antes de tiempo”.

 

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photo?fbid=676518470930125&set=a.101930921722219.

 

Vega-Dávila, Enrique. 2022. “Narrativas de disfraz. Cuestionando a la ideología del odio. Mirada crítica desde género y religión. Conferencia presentada en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla” (6 de octubre).

 

Vega-Dávila, Enrique. 2022. “Nosotrxs también somos lxs pobres!Teología de la liberación y diversidad sexo-genérica. Hacia una teología cuir de la liberación”. Revista Ciencias de la Complejidad 3, n.° 2: 65-89.

 

Vega-Dávila, Enrique. 2022. “Patriarcado y patriarcabro: Homofobia, discursos religiosos y violencia. Identificando algunos rasgos de las necroeclesiologías. Una reflexión desde una perspectiva crítica de género”. Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana 3, n.° 88: 152-166.

 

Vélez, Olga Consuelo. 2013. “Teología feminista latinoamericana de la liberación: balance y futuro”. Horizonte 11, n.° 32: 1801-18012.

 

 

 

 

 

 

Enrique Vega-Dávila, es Doctor en Estudios Críticos de Género por la Universidad Iberoamericana de Ciudad de México y tiene una maestría en Teología Dogmática por la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima, Perú. Ha brindado clases en universidades, como la Pontificia Universidad Católica del Perú, la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, la Comunidad Teológica de México y la Universidad Nacional Autónoma de México.

 

Contacto: cenveda@gmail.com

 

Artículo recibido: 22 de enero del 2024

Artículo aprobado: 3 de marzo del 2024

 

 

 



[1] Existen tensiones en muchas comunidades “inclusivas”. Por ejemplo, la lucha por el matrimonio igualitario por parte de personas del mismo sexo no significa necesariamente una posición abiertamente a favor de leyes de identidad de género de las personas trans*. En algunas comunidades de fe, mayoritariamente formadas por hombres que sienten atracción por hombres, se da un olvido de otras luchas, lo que en un texto he llamado “patriarcabro” (Vega-Dávila 2022, 152-166).

[2] El último Estado en reconocer el matrimonio igualitario fue Tamaulipas, el primero fue Ciudad de México en 2010. Doce años han pasado para que todos los estados en esta entidad federativa puedan hacer legal un derecho (INFOBAE 2022). En el caso de leyes de identidad de género el proceso ha sido más lento, pero los activismos trans* vienen desarrollando su lucha desde antes de la creación de estas leyes (Manjarrez Villalobos 2022).

[3] Se llama terapias de conversión a las “prácticas destinadas a “curar” la homosexualidad o la transidentidad, que surgieron en el siglo XIX y se han multiplicado desde que rigurosas organizaciones religiosas se apoderaron de los Estados Unidos en la década de 1970” (Chiquer et al. 2020, 1).

[4] El uso de la “x” en la creación de plurales responde a una posición crítica en el lenguaje, de modo concreto al masculino genérico extendido en nuestra lengua. Tal uso se trata de una opción política que obliga a quien lee a colocar el género, es posible que quien lea desee colocar una “o” para realizar el plural, otras personas quizá empleen la “a” o la “e”, en todo caso queda a criterio personal el modo de ser leído, y así evidenciar en lo cotidiano del ejercicio académico nuestras políticas, o mejor dicho, nuestras éticas de género.

[5] En la reciente entrevista a Francisco, obispo católico de Roma, afirmó a la agencia Associated Press lo siguiente: “Somos todos hijos de Dios y Dios nos quiere como estamos y con la fuerza que luchamos cada uno por nuestra dignidad. El ser homosexual no es un delito. No es un delito. Sí, pero es pecado. Bueno, primero distingamos pecado por delito. Pero también es pecado la falta de caridad con el prójimo, ¿y vos cómo andás?” (Associated Press 2023). Mi resumida postura en torno al tema la sostengo en mi perfil de Facebook:

“El contexto de la frase está relacionada con la criminalización de la homosexualidad en países islámicos (que no menciona así). Y cómo actúan los obispos en esas culturas. Me es muy claro que los obispos necesitan convertirse, como lo dice ese obispo de Roma, pero no creo que solo ellos, sino toda esa institución y su doctrina en relación al ser humano que ha estipulado la vida y los actos de las personas, pero le ha quitado responsabilidad al no abordar la conciencia, libertad y límites, colocando candados a la gracia.

La #homosexualidad es pecado para esa denominación y para muchas otras, pero eso no significa que esto sea una verdad. La historia de esta denominación ha tenido excesos y errores en materia de moral, donde abiertamente se han equivocado, uno de los más descabellados es la esclavitud. Ese afán universalista de esa denominación, de querer afirmar algo para toda la cristiandad es un lastre colonialista que debe ser denunciado. Y aunque exista dentro de su moral una rara distinción entre la misma homosexualidad y los actos homosexuales, y seguro que muchos teólogos harán malabares para defender al Papa, siento mucha pena por quienes continúan en esa Iglesia y son de la diversidad sexogenérica.

Es cierto que todxs somos pecadores y pecadoras, pero en una sociedad que sigue maltratando y discriminando, que se cree superior por ser heterosexual y cisgénero, que emplean la biblia para negar nuestros derechos, sus palabras avivan el desprecio y los juicios que hemos vivido en muchas comunidades y que muchas otras personas vivirán por ser parte de esa institución. Puede que su intención haya sido buena, pero la lucha por la descriminalización pasa también por esa desculpabilización que forma la idea de pecado”. (Vega-Dávila, Facebook 2023).

[6] Un caso concreto puede notarse en la Iglesia Metodista Unida de Estados Unidos de Norteamérica, quienes debido al tema LGBT+ se discernía la separación entre quienes aceptaban y no su inclusión afirmativa (Heather 2021).

[7] En mis tiempos de estudiante de teología, en un centro conocido por ser “progresista”, recuerdo a un compañero que se refirió a cursos como “Antropología y Sociología de la Religión” o “Realidad Latinoamericana y Peruana” como cursos de relleno en la formación sacerdotal.