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Sharo Rosales Arce
La teología de la prosperidad
y su impacto en la vida y espiritualidad de las personas
“La peor droga es la
que narcotiza el corazón y la conciencia. El peor tráfico es el tráfico con
la fe y con la Palabra de Dios. Hay también ‘narcotraficantes religiosos’ que
tendrán que dar respuesta al Dios de la justicia y de la vida”[1] Con estas palabras
lapidarias, el teólogo Juan Stam cerraba sus reflexiones sobre la
manipulación de la fe para conseguir fines egoístas alejados de la Escritura
en un volumen de la revista Vida y pensamiento del año 2003. Han
pasado 16 años desde entonces, pero la pertinencia de sus conclusiones no
puede ser más actual.
Y es que, por larga
data, hemos sido testigos, en nuestros países de América Latina y otras
partes del mundo, de otro tipo de manipulaciones de la fe a favor del dios
dinero. ¿Quién no recuerda aquella frase de saludo entre personas cristianas
en muchas iglesias evangélicas en Costa Rica, cuando en respuesta a un “¿cómo
está?” se solía responder: “¡Prosperado, bendecido y en victoria!”? La frase
reflejaba el estado ideal de una buena persona cristiana, pero, además, se
esperaba que fuera una confesión de fe, aunque la persona en cuestión
anduviera con un ánimo de arrastre y las finanzas en números rojos. Sin
embargo, esa no era la peor parte. La peor parte era que si la persona andaba
deprimida y con la billetera más que vacía, posiblemente, aquello significaba
que estaba en pecado o, por lo menos, le faltaba fe.
Pues bien, esto se
trata solo de una sombra de lo que hoy en día se da en llamar “Teología de la
Prosperidad” y que es una enseñanza religiosa basada en un supuesto pacto con
Dios, donde las personas deben darse de manera económica y tener una fe ciega
en sus líderes religiosos, quienes les han prometido que Dios les prosperará
materialmente por dicha entrega y obediencia.
Incluso, el teólogo
Arturo Piedra, en sus cavilaciones para la revista Espiga, de la
Escuela de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Estatal a
Distancia de Costa Rica (UNED), no deja de referirse a la teología de la
prosperidad definiéndola de dos maneras: “… una corriente religiosa
neoprotestante que establece que una buena relación con Dios conduce a una
condición de prosperidad material… una interpretación de la fe cristiana que
percibe las situaciones humanas de enfermedad y pobreza material como resultado
de una relación deficiente con Dios”.[2] Piedra añade: “En
principio, habría que reconocer que esta teología es parte de un paquete
religioso neoprotestante que en ciertos lugares tiene rasgos carismáticos y
pentecostales y, en otros, del protestantismo tradicional”.[3]
Lo cierto es que este
paradigma teológico es asumido cada vez por más pastores neopentecostales. Al
decir de Osías Segura:
“El pentecostalismo se debe
distinguir en tres olas o movimientos históricos. Primero, el pentecostalismo
clásico llega a nuestra región desde inicios a mediados del siglo XX. La
segunda ola, durante los años 70, nos trae el movimiento carismático. Este
movimiento afectó a toda denominación protestante, y hasta la iglesia
Católico Romana. Finalmente, el último movimiento es el neopentecostal, o de
la tercera ola, que se desarrolló a inicios de los años 90, y hoy se
encuentra en su plenitud como parte de los nuevos movimientos religiosos
latinoamericanos. Una aclaración es válida: no toda iglesia evangélica o
pentecostal debe ser confundida con estos grupos neopentecostales... Los
líderes neopentecostales, una vez fueron parte de los movimientos
pentecostales, pero se separaron de sus denominaciones para ‘ser fieles al
mover del Espíritu Santo’”.[4]
No en vano y muy a
propósito, el teólogo Martin Hoffman (en un foro de la Universidad Bíblica
Latinoamericana donde compartí el tema con él), explicaba que “la teología de
la prosperidad es la versión actual de la teología de la gloria a la que se
opusieron los reformadores protestantes. La teología de la gloria construye
una imagen de Dios según las ideas humanas de la sabiduría, el poder y la
justicia. Resulta que Dios es el ser más sabio, más poderoso y más justo. Y
él actúa igual que la lógica humana: mediante castigo y premio. La
prosperidad se considera, entonces, como el premio por la fe y la
obediencia”.
Odin Dupeyron,
apuntaba en una publicación reciente que los seres humanos somos como un
péndulo, que solemos irnos de un extremo al otro, logrando pocas veces
alcanzar el equilibrio.[5] Esto no deja de
hacernos reflexionar un poco en cómo, en alguna época, se exaltaba la pobreza
como fin o propósito divino. De ahí, se pasó a una teología de la liberación
que daba cabida y dignificaba a los más desposeídos. Y ahora, en ciertos círculos,
a una teología de la prosperidad donde se hacen promesas mágicas de
abundancia económica en nombre de un Dios al servicio de unos pocos que están
en el poder. Como podemos argüir, esta teología de la prosperidad tiene
brazos largos en el tiempo y en el espacio. Veamos algo de sus orígenes.
Para la investigadora
Kate Bowler, “fue desde finales del siglo XIX que algunos predicadores
comenzaron a enseñar ‘la prosperidad de Dios’. Esto se integró y difundió en
diversas formas culturales del llamado ‘sueño americano’, es decir, con
voluntad y perseverancia todos pueden llegar algún día a ser ricos en esta
Tierra. Con los años, la predicación se fue modificando hasta que, en 1970,
se consolidó el modelo que más se utiliza en la actualidad: ‘Fe = Inversión +
Autoayuda’”.[6]
La también autora
continúa: “Los cultos giraron para hacer cada vez más énfasis en la sanidad
sobrenatural y otro tipo de milagros. El movimiento se extendió a través de
las iglesias estadounidenses en los años 60 y 70, lo que favoreció que se
crearan seminarios con un enfoque teológico adaptado a esta línea de
pensamiento. De esta forma, se ha perpetuado un conjunto de enseñanzas que
asegura la expansión de su filosofía en todo el mundo”.[7]
De hecho, Fernando
Ernesto Alvarado señala: “Las enseñanzas de prosperidad ocuparon más tarde un
lugar prominente en el movimiento Word of Faith y el tele-evangelismo de los
años 1980. En las décadas de 1990 y 2000, influyentes líderes del movimiento
pentecostal y el movimiento carismático, la adoptaron en los Estados Unidos y
se ha propagado por varios otros países. Algunas figuras prominentes en su
desarrollo son E. W. Kenyon, Oral Roberts, A. A. Allen, Robert Tilton, T. L.
Osborn, Joel Osteen, Creflo Dollar, Kenneth Copeland, ‘Cash’ Luna, Mike
Murdoc y Kenneth Hagin.[8]
Antonio Spadaro y
Marcelo Figueroa, en sus escritos para La Civiltà Cattolica Iberoamericana
le siguen el rastro a este fenómeno y dicen: “Esta ‘teología’ fue difundida
en todo el mundo durante décadas -gracias a gigantescas campañas mediáticas-
por movimientos y ministros evangélicos, especialmente los neocarismáticos.
El ‘evangelio de la prosperidad’ (‘Prosperity Gospel’) ha ido difundiéndose
no solamente en los Estados Unidos, donde nació, sino también en África,
especialmente en Nigeria, Kenia, Uganda y Sudáfrica. En la ciudad de Kampala
(Uganda), hay un gran estadio cubierto, la Miracle Center Cathedral, cuya
construcción costó siete millones de dólares; pero el ‘evangelio de la
prosperidad’ ha tenido también un notable impacto en Asia, sobre todo en
India y Corea del Sur. En este último país, en los años ochenta, hubo un
fuerte movimiento autóctono vinculado a esta corriente teológica, promovido
por el pastor Paul Yonggi Cho. Este predicaba una ‘teología de la cuarta
dimensión’, según la cual los creyentes, mediante el desarrollo de visiones y
sueños, iban a poder llegar a controlar la realidad, obteniendo casi todo
tipo de prosperidad inmanente”.[9] Los autores señalan
que “Cho fue condenado por apropiación ilícita de alrededor de 15 millones de
euros de las cajas de la Iglesia, utilizados para intentar recuperar las
pérdidas bursátiles de su familia”.[10]
Asimismo, el
movimiento se ha extendido en la “República Popular China, gracias a las
‘Iglesias de Wenzhou’. Wenzhou es un gran puerto oriental en la provincia de
Zhejiang, en cuya zona han ido apareciendo grandes cruces rojas en cada vez
más edificios. Tales cruces suelen indicar la presencia de una ‘Iglesia de
Wenzhou’, una comunidad creada por varios empresarios locales y vinculada al
movimiento de la ‘teología de la prosperidad’”.[11]
Nuestra región no está
exenta. “En América del Sur, la difusión más significativa se dio en
Colombia, Chile y Argentina, pero no cabe duda de que Brasil merece una consideración
especial, porque posee una dinámica propia y un movimiento pentecostal
autóctono como la ‘Iglesia Universal del Reino de Dios’. Este grupo,
denominado también ‘Pare de sufrir’, tiene ramificaciones en toda América
Latina, pero ha conservado un idioma intermedio entre el español y el
portugués, que determina un tipo de comunicación peculiar y minuciosamente
estudiado”.[12]
El articulista Ninro
Ruíz Peña cita al investigador David Botelho, quien expresa la preocupante
situación de esta realidad en Brasil: “Durante los últimos 20 años, la
iglesia casi se cuadruplicó en tamaño y prosperó en las finanzas... Se estima
que un cuarto de la población es evangélica brasileña, pero es superficial en
la vida cristiana; la iglesia se ha tornado rica pero sin visión... Los
medios de comunicación evangélicos han influenciado con la teología de la
prosperidad, formando una mentalidad materialista y mundana, aumentado la
estructura del poder de las denominaciones. El discipulado es débil y no
satisface todas las necesidades de la iglesia, porque se han intelectualizado
para centrarse en sus propios intereses”.[13]
Y si consideramos
América Central “Guatemala y Costa Rica se han convertido probablemente en
los dos bastiones principales de esta corriente religiosa. En Guatemala, ha
sido determinante la presencia del líder carismático Carlos Enrique Luna
Arango, llamado ‘Cash Luna’. Costa Rica es la sede del canal evangélico de
televisión satelital TBN-Enlace”[14], este último dirigida
por Jonás González hijo, quien continúa actualmente la labor de su padre, del
mismo nombre. Algunos otros exponentes del tema de la teología de la
prosperidad a considerar son: Joyce Meyer, Benny Hinn, Raúl Vargas y Rony
Chávez.
Como vemos, esta
predicación de salud y riquezas fue difundida en todo el mundo durante años
por distintos movimientos y ministros evangélicos, especialmente
neocarismáticos, pentecostales y neopentecostales, valiéndose de gigantescas
campañas mediáticas y giras de famosos tele-evangelistas, al tiempo que las
denominaciones más tradicionales iban experimentando un relativismo teológico
y moral creciente, lo que incluía el no tomar una posición clara y firme
frente a estas enseñanzas. Para finalizar, en palabras de Miguel Pastorino,
citado por Julio Martínez, todo se reduce al propósito de “esparcir el
evangelio de la avaricia por todas partes”[15].
Pero vale la pena
preguntarse ¿por qué la teología de la prosperidad tiene tanto empuje, sobre
todo en los sectores más desfavorecidos de la sociedad? ¿Cuál es su fin? ¿Qué
promete? Sencillamente, trata de convencer a las personas del intercambio que
pueden hacer con Dios: dar dinero y obediencia ciega a sus líderes, a cambio
de obtener salud y prosperidad económica. Esas dos promesas de bienestar
económico y salud son la panacea de sus lineamientos. Después de todo, ¿quién
no desea salud y bienestar económico? Como seres humanos, anhelamos la
estabilidad que estos dos elementos conllevan, empero, lo cuestionable es la
promesa que se otorga a través de un supuesto pacto divino para recibirla. La
manipulación, la culpa, los castillos en el aire, el sometimiento… Todos,
matices que trataremos a continuación.
¿Cómo se vive en lo
cotidiano con esta creencia? Numerosas veces, sus prácticas incluyen:
Repetición de estados
deseados “para recibir conforme confesamos”; por ejemplo: “estoy sano” o
“Dios me sanó”. Conocí a un señor en Psiquiatría del Hospital Calderón
Guardia (San José, Costa Rica), llevado ahí por un intento de suicidio debido
a la depresión. Él fue desafiado por sus pastores a dejar de tomar los
medicamentos para probar de este modo su fe. Otra confesión común es: “Dios
hará el milagro de la multiplicación; usted siembre en su reino y él le hará
el resto”. Por supuesto, sembrar en el reino significa dar lo que se tiene al
líder o pastor. Otra expresión es “confiese que su marido volverá”. Otro
señor que conocí tenía 6 años de una feliz vida matrimonial con su nueva
esposa, en el tanto su anterior cónyuge oraba por su regreso. Y lo mismo
podríamos decir de las “terapias restaurativas” para personas homosexuales,
con repeticiones como “soy sano de la perversión” o “Dios quita mi pecado
sexual y me libera del homosexualismo”. Otras son: “Soy el hijo del dueño del
oro y de la plata” o “confieso que soy próspera”, después de haber fiado y
estar pagando en lugar del hermano del pastor.
Las creencias
religiosas influyen directamente en las decisiones de las personas, quienes
entienden que dar pasos de fe es sinónimo de no medir riegos y obedecer a
palabras como “hay que dar hasta que duela”, “dar más de lo que usted puede”
o “dar lo que su familia necesita, porque Dios verá su fe y no solo le
proveerá, sino que le multiplicará”. Fui testigo de estas declaraciones
hechas por la pastora Alexandra Zamora, de la Iglesia Oasis a la Naciones,
discípula costarricense de Rony Chávez, quien, en sus propias palabras
declaró: “He sido llamada a predicar a los poderosos, a los de cuello blanco,
a las naciones”.
Julio Martínez señala
otras expresiones de este tipo que se utilizan frecuentemente: “‘Haga
negocios con Dios y verá la bendición divina’, ‘Dios es tu socio, si quieres
ganar más dinero, tendrás que invertirlo todo aquí’, ‘ser pobre es pecado’,
‘si usted confiesa que es próspero, usted no será más pobre’, ‘Jesús quiere
que usted sea rico y para eso usted debe sacrificarse por él’, ‘si un mafioso
se mueve en un auto lujoso, un hijo de Dios debe tener uno mejor’”.[16] Para esto someten a
sus fieles a un constante desafío de entregar sus bienes, a cambio de
beneficios espirituales y materiales.
No por casualidad, el
teólogo Osías Segura sostiene: “De esta manera, pareciera que las leyes del
mercado gobiernan al Dios todopoderoso y su santísima voluntad. Bíblicamente,
esta ley del mercado parece encontrarse en ciertos temas teológicos como ‘el
pacto’, ‘la siembra y la cosecha’, ‘el diezmo y las ofrendas’’ y ‘el ciento
por uno’. Estos temas bíblicos contienen un principio de causa y efecto: ‘El
que quiere recibir debe dar en abundancia’. El necesitado le pide a Dios una
bendición y, si recibe tal bendición, el necesitado debe dar de su parte y,
así, bendecir el ministerio del profeta o apóstol que facilitó el pacto”.[17]
Vemos que la teología
de la prosperidad es una teología que apela a grupos con aspiraciones de
acceso social y que promete ganancias como frutos o premios para sus
actitudes de fe. Así pues, quienes contribuyen, donan, patrocinan, apoyan y
hasta pagan diezmos por adelantado, pero no obtienen la bendición prometida,
son acusados de tener orgullo o falta de fe. Todo esto, mientras los siervos
de Dios de esas mismas iglesias (que ahora se parecen más a ejecutivos del
púlpito, rodeados de ‘glamour’, que viajan a las naciones en primera clase,
tienen a toda su familia metida en la planilla de la iglesia, poseen las
propiedades a su nombre), no dan cuentas a nadie. Es más, ahora, hay
“cadenas” o “sucursales” de iglesias cuyas asociaciones tienen a sus mismos
miembros en todas ellas. Recomiendo el artículo de Fabiola Pomareda García,
quien recientemente publicó sobre el tema en “Iglesias evangélicas,
mega-iglesias y las fabulosas ganancias del negocio de la fe”, en el sitio
Informa-Tico, a inicios de este año.[18]
La gran mayoría de los
y las predicadoras de la prosperidad escriben libros sobre el tema, donde se
citan entre ellos, tienen programas de televisión o canales en Internet,
cautivan muchedumbres con sus mega-iglesias llenas de efectos especiales,
junto con el pensamiento mágico sobre la prosperidad. Es significativo que
aunque muchos y muchas de estos líderes religiosos vivieron en condiciones
económicas difíciles en la infancia, usan zapatos de mil quinientos dólares
de diseño Gucci.
Escuché al pastor
Byron Quevedo, de Ministerios Restauración (Quebec, Canadá), decir: “Y Dios me
dijo: ‘Si un mafioso tiene un auto del año, ¿por qué un siervo mío no va
tener uno mejor?’. Y por obediencia les estoy contando lo que recibí en
oración hoy…”. Y, de este modo, empezó la recolecta para el carro del pastor
Byron.
Estas contribuciones
son adicionales al diezmo, al punto de que en algunas iglesias se han
instalado datáfonos para facilitar la respuesta de los feligreses,
invitándolos a realizar sus donaciones y aportes a través de sus tarjetas de
débito o crédito.
Osías Segura aporta:
“La mayor parte del dinero se recibe en efectivo, como diezmos, ofrendas y
otras ofrendas especiales. Las ofrendas especiales tienen fines específicos,
por ejemplo, para construcción de aulas de escuelita dominical que terminan
convirtiéndose en escuelas privadas, así como comprar equipo tecnológico,
propiedades para acampar y para retiros, carros ‘al servicio de la iglesia’.
Los fondos de la iglesia se pueden usar para comprar casa o carro al pastor u
otros objetos de uso personal’. Además, hay beneficios como salario en
especie: viajes al exterior, viajes para predicar en iglesias del extranjero,
‘capacitaciones apostólicas’... El razonamiento es que ellos fundaron la
iglesia y la iglesia es su negocio personal”.[19]
El pastor ‘Cash’ Luna,
de Guatemala, llegó a decir en uno de sus servicios: “A la iglesia uno
siempre lleva dos cosas: Biblia y chequera; la Biblia para aprender lo que
Dios te va a decir y chequera para que lo adores”.[20] Es demasiado el
dinero que se recibe en un fin de semana y, a este dinero en efectivo, es
difícil seguirle el rastro o exigir cuentas.
Ello sin dejar de
añadir la gran cantidad de personas que laboran en la iglesia con un sueldo
por debajo del salario mínimo, sin tener seguro que les ampare, sin pago de
horas extras y todo ello, en nombre de estar ejerciendo su ministerio, en vez
de reconocerlo como la jornada laboral que realmente es. También, hay
personas que trabajan totalmente de gratis en una especie de voluntariado
eclesial donde donan su tiempo y servicios.
Basado en el
discipulado de Jesús y sus doce apóstoles, surge el sistema piramidal de los
doce de los doce de los doce, con resultados exponenciales. En resumidas
cuentas: para tener riqueza, bienes, comodidad y buena vida hay que trabajar
en el Reino que, ahora, tiene un sistema de trabajo y discipulado piramidal.
¿Cómo funciona? “Es un
esquema de negocios en el cual los participantes recomiendan y captan
(refieren) a más clientes con el objetivo de que los nuevos participantes
produzcan beneficios a los participantes originales. Se requiere que el
número de participantes nuevos sea mayor al de los existentes... Estas
pirámides son consideradas estafas o timos y se conocen por muchos otros
nombres populares, tales como timos en pirámide, nubes, círculos de la plata,
células de la abundancia”.[21] De modo que el poder
del discipulado está en los grupos pequeños.
Un ejemplo que
recuerdo oír de primera mano sobre esto fue una señora que, durante una
maratónica de milagros en TBN-Enlace Canal 23, llamó para que oraran por el
cáncer de su hermana y le dijeron que en cuanto enviara el fax con el
depósito realizado (de al menos veinte dólares), se empezaría a orar por ella
y dar trámite al milagro. Esto no puede tener otro nombre que el de
indulgencias modernas.
Quienes se muestran
sospechosas de este tipo de discurso o tienen reservas respecto a él, sufren
como castigo una culpa horrible proveniente de personas de fuera y de dentro
de dichas comunidades y, si además les acontece alguna vicisitud, significará
que con su incredulidad le abrieron una puerta a Satanás, el devorador, para
que éste les visitara con males y desgracias. Todo ello basado en textos como
Malaquías 3:8-9: “(8) ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis
robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas.
(9) Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis
robado” (RVR1960).
Kate Bowler, profesora
en la Duke Divinity School (universidad metodista), en un trabajo de
investigación para su tesis doctoral de 2013, posteriormente convertido en
libro, asevera que “la teología de la prosperidad afecta al 66% de iglesias
evangélicas (en EE.UU.)… aunque solo el 17% de los evangélicos
estadounidenses reconocen ser parte de este movimiento... Otro dato alarmante
es que dos tercios de todos los evangélicos en el mundo se encuentran en
iglesias evangélicas que predican la ‘teología de la prosperidad’, aunque la
mayoría ni siquiera ha oído hablar de ella”.[22]
Lo preocupante, para
ella, es que “este movimiento que ofrece la prosperidad para todos los que
tienen ‘fe’, está desplazando la predicación del mensaje esencial del
Evangelio, que se fundamenta en el arrepentimiento y el cambio de vida”.[23] Esto lo cambian por
la guerra espiritual, las profecías y confesiones de prosperidad y el bienestar.
Algo que confirma Julio Martínez al señalar: “Actualmente, más de la mitad de
los cristianos de las iglesias neopentecostales pertenecen a esta corriente,
aunque no conozcan su nombre. En Estados Unidos, casi el 20% de los
evangélicos pentecostales confiesan ser parte de este movimiento”.[24]
¿Quiénes son los de
arriba? Quienes idean y gozan de los poderíos económicos eclesiales,
incluyendo sus cercanos y parientes. ¿Quiénes son los de abajo? Las personas
que se someten a ellas engañadas con promesas de fe. En otras palabras, la
teología de la prosperidad no es más que una forma de violencia psicológica,
de abuso económico y patrimonial. El deseo egoísta y avaricia de algunos
líderes discurren y mueven crecientes negocios dentro de la iglesia en nombre
de la voluntad de Dios y en detrimento de la sana doctrina y del bienestar de
las personas. Esta doctrina abraza otras creencias asociadas, tales como la
obediencia, la cobertura, las personas ungidas (y, claro, no ungidas) y la
guerra espiritual, que sostienen a la persona y la mantienen con buena salud.
La obediencia demanda
no cuestionar a las personas ungidas de Dios (autodenominadas profetas,
apóstoles y hasta patriarcas), así como obedecer, aun cuando lo que requieran
sea incorrecto, pidiendo obediencia a cualquier precio, incluso a costa de
encubrir actos delictivos. “Dios no quiere cristianos que piensen, quiere
cristianos que obedezcan, porque Dios pedirá cuentas a ellos (los líderes)
por sus actos, pero a la persona creyente, por su obediencia”, palabras
escuchadas en discipulados y sermones de la pastora Alexandra Zamora.
Existen discipulados
que se imparten a toda la membresía de la iglesia, pero son obligatorios para
aquellas personas que desean servir. A manera de lecciones semanales, éstos
están basados en la idea de que se está en pecado de rebelión cuando se
cuestiona o desobedece a las figuras ungidas, incluso cuando estas están
equivocadas. Dichos discipulados están mayormente basados en los textos de
los libros Autoridad espiritual y La liberación del Espíritu,
del predicador chino Watchman Nee (1903-1972).
El discipulado que no
es más que un adoctrinamiento, presenta un Jesús completamente manso y sumiso
al que debemos imitar… ¿Será esta una lectura descuidada del contestatario
asertivo y valiente Jesús? ¿Será una lectura descuidada estratégica que
procure neutralizar la capacidad de cuestionar y resistir? Todo parece
indicar esto.
Por otra parte, como
mencioné anteriormente, el uso de coberturas (cadenas, sucursales,
franquicias, transnacionales de la fe), implica que todos predican lo mismo,
todos tienen el mismo discurso, todos
lucen igual y repiten sermones añejos que evidencian pobre formación
bíblica, pero que tienen objetivos muy claros. Es importante añadir que mucha
de esta creencia de los de arriba y los de abajo tiene algo que ver con el
ego inflado de quienes dicen seguir las enseñanzas de Jesús, pero que, en el
fondo, en lo único que creen es que son más y mejores como hijos de un Rey, a
diferencia de todos y todas las demás. No obstante, el periodista José Levy,
en el Proyecto Ser humano, de la cadena de noticias CNN en Español,
expresó que Jesús nos enseñó, hace más de dos mil años, que el versículo de
Mateo 22:39, “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, es la base para declarar
que todos y todas somos iguales.
Se debe entender la
vida cotidiana de las mujeres desde una sociedad que promueve la desigualdad.
Dicho esto, la realidad económica de las mujeres es desventajosa, entre otras
muchas razones porque:
- Las tierras habitables
en el mundo no les pertenecen ni están a su nombre.
- No son sujetas de
créditos por carecer de garantías hipotecarias o constancias de sueldos
fijos.
- Su acceso al estudio
es menor en relación con el de los hombres.
- Sufren acoso sexual
por parte de docentes y compañeros en su proceso de desarrollo educativo.
- Son calificadas con
mayor rigurosidad.
- En el hogar, se les
recarga con el cuido y educación de hijos e hijas y, en ocasiones, tienen
personas mayores o enfermas (o hasta dependientes) que cuidar.
- Mujeres jefas de hogar
trabajan en su mayoría en el sector informal, sin garantías laborales ni
pensión y donde pocas de ellas gozan de pensión del padre de hijos e hijas,
pese a ser gestoras de la maternidad.
- Reciben sueldos
menores por realizar las mismas funciones que sus compañeros hombres.
En resumen,
económicamente hablando, son las más carentes y a quienes, en nombre de la
bondad o por la obligación de ser una buena mujer, se les ha enseñado desde
pequeñas a servir sin pago alguno, a perdonar cualquier agravio, a someterse,
a apoyar los intereses ajenos en nombre de la solidaridad, a ser dadivosas,
renunciar a aquello que por justicia les pertenece y cuando logran acumular
algún dinero, muchas entienden que Dios las prospera con el fin de dar a
otros. Estos comportamientos, socialmente esperados en las mujeres y que
representan obstáculos muy poderosos para su sano desarrollo, se replican y
refuerzan en las iglesias, anclados en “imaginarios religiosos de género”.
Pero ¿qué son estos
imaginarios religiosos de género? Son representaciones sociales que están
profundamente arraigadas en el inconsciente colectivo, hablándonos de
aquellas características que se ha asignado a mujeres y hombres, no solo ya
en función de pene-vagina, sino en nombre de la voluntad de Dios.[25] Estos imaginarios
religiosos dictan cuál es la supuesta voluntad de Dios para la actuación y
lugar de las mujeres en el mundo: un lugar de sometimiento, obediencia,
sacrificio y renuncia. Así, pues, al decir de Spadaro y Figueroa: “Una de las
características de estos movimientos es el énfasis que ponen en la ‘alianza’
sellada por Dios con su pueblo”[26] y, ante un Dios de
‘alianzas’ y ‘semillas’, las mujeres se sienten muy frustradas porque tienen
pocos recursos económicos para sembrar por ellas mismas.
La culpa para las
mujeres es un sentimiento muy conocido, al compararse a diario con los
estándares idealizados de bondad y perfección que se espera de ellas. La
violencia experimentada por muchas mujeres feligresas, cuyo único deseo es
agradar a Dios, es alta, pero desapercibida, al estar camuflada de bondad.
Muchos de los relatos de mujeres miembros de iglesias que viven bajo el
paradigma teológico de la prosperidad, describen el uso de la fe en sus
congregaciones y muchas de ellas son claramente formas para explotarlas
económicamente. Una mujer, en una congregación de Alajuela, me contó: “En la
iglesia, nos dieron un dinero semilla a un grupo de mujeres que no teníamos
plata que dar. Teníamos que pensar en la forma de invertirlo y multiplicarlo
para poder sembrar las ganancias en la iglesia y así, dejarnos el préstamo
inicial para seguirlo multiplicando… Algunas hicieron repostería para vender
en su barrio, otras hicieron manualidades… Cada quien según aquello para lo
que era buena y les fue bien… Pero recuerdo a una hermana que tenía mucha
necesidad y gastó el dinero. Nunca más pudo volver a la iglesia”.
Hacer uso de fe para
explotar económicamente a las personas es algo muy perverso y no reconocer la
necesidad del prójimo y aprovecharse de ella… es peor. Así, fácilmente, las
mujeres aceptan cargar con una culpa más en la iglesia: la de no tener
prosperidad por estar mal, por su falta de fe.
Para concluir este
apartado, en las iglesias, la recitación insistente del relato de la viuda
pobre (Marcos 12:41-44), que de su pobreza dio todo lo que tenía sin pensar
en ella o en las necesidades que tendría mañana o ese mismo día, ha sido
utilizado como un ejemplo de comportamiento esperado de las mujeres de fe.
Esta es una pobre lectura del pasaje que exalta solamente el sacrificio de la
mujer, ignorando la manera en que Jesús está visibilizando en un mundo
androcéntrico de una mujer que, además, es una viuda pobre… Jesús le otorga
protagonismo particular comparado con los hombres poderosos y ricos, así que
el estrellato de esta historia se lo lleva “una mujer, viuda y pobre, tres
dimensiones de opresión”[27], pero que igualmente
es una mujer atrevida que se está moviendo en un espacio público que estaba
destinado a ser ocupado por hombres.
“En una sociedad
patriarcal donde el rol público le pertenece al varón, y las mujeres son
postergadas, relegadas a espacios privados, la condición de una viuda era de
extrema fragilidad y vulnerabilidad; las viudas eran personas excluidas de la
sociedad”.[28] Como dato curioso y
no menos importante, las mujeres son quienes conforman el grueso de las
congregaciones pentecostales[29] y, a pesar de ello,
no les ofrecen ninguna herramienta de empoderamiento, por el contrario suelen
trabajar de manera gratuita en ellas, siendo disminuidas y encasilladas en
los roles tradicionales de género.
Tolerar este tipo de
control encubre otros problemas que se ven reflejados en distintas áreas,
provocando consecuencias como:
a) Se
da poca importancia a la deficiente formación bíblica y teológica de sus
líderes, en el tanto tengan “unción” (que, a veces, no resulta en más que una
gran capacidad de manipulación).
b) Carencia
de diálogo teológico abierto sobre cualquier tema doctrinal que afecte el
poder y el negocio.
c) Asociar
estar mal con maldición o con el hecho de ser mala persona y asociar el estar
bien económicamente con la santidad y por esta razón, a estos traficantes de
la fe no les da pena brillar con artículos ostentosos o de poder.
d) Sentir culpa por no ser beneficiario del
favor de Dios por falta de fe.
e) Negación
de la realidad, confesando cosas que son ajenas a la misma (“estoy sano”).
f) Pensamiento
mágico que mantiene a los/las creyentes en la inmadurez espiritual, pues
aparte de la violencia y abuso económico a los que están sujetos/as, les
están engañando ofreciendo castillos en el aire que nunca se van a concretar,
por medio de promesas o por medio de la culpa.
g) Los
estándares de éxito cristiano ya no son los valores del Reino, sino el
dinero. “Estos líderes religiosos predican una teología que refuerza
pragmáticamente las propuestas básicas de una economía de consumo y, con
ella, justifican bíblicamente el consumismo y el goce pleno y egoísta de los
bienes terrenales”.[30]
h) Los
ingresos de los fieles no se destinan para la labor social, sino para
tecnología, símbolos externos de poder o éxito ya sea del templo o de los
pastores.
i) Los
valores imperantes de estas iglesias son la rentabilidad para ellas mismas y
la promesa de inmediatez para los seguidores ingenuos que buscan soluciones
mágicas a sus necesidades.
j) Cada
actividad debe contribuir al lucro sustentado (todo se cobra: retiros,
manuales, capacitaciones para poder servir gratis, prédicas grabadas, entre
otros). Se validan a sí mismo para hacer otros negocios lucrativos dentro de
las iglesias. “Estos líderes religiosos… producen bienes, como corbatas
ungidas para la buena suerte, agua bendita para sanidad, pulseras del pacto,
entre otros productos religiosos con poderes mágicos”.[31]
k) Como
bien dicen el padre jesuita Antonio Spadaro y Marcelo Figueroa: “El peligro
de esta forma de antropocentrismo religioso, que pone en el centro al hombre
y su bienestar, es el de transformar a Dios en un poder a nuestro servicio, a
la iglesia en un supermercado de la fe y la religión en un fenómeno
utilitarista y eminentemente sensacionalista y pragmático”.[32]
l) Al
final, de lo único que se trata es de una iglesia acomodada para gente
acomodada, donde los pobres solo tienen lugar para servir. Al final de
cuentas, ¿qué es la teología de la prosperidad sino poder?
m) La
creencia última es que Dios controla todo y eso implica que todo es
irreversible, inamovible, no tenemos poder más que el de someternos a lo
establecido, a lo que hay, porque, de algún modo, solo somos títeres de su
voluntad.
Irene
Foulkes, en su análisis interpretativo de Efesios 6:10-17 y refiriéndose a cómo
podemos resistir al mal hoy, hace una recomendación: “Es con la verdad que
podemos montar una firme oposición contra la mentira, resistiendo su
insidioso poder de socavar la integridad de personas y pueblos… La mentira va
de la mano con la destrucción de la vida y el bienestar humano... En la
formación de las personas dentro del pueblo cristiano, la voz de este texto
(Efesios 2:3) exhorta a todos y todas a ceñirse a la verdad, a lidiar contra
su propia tendencia de emplear la mentira para lograr sus propios deseos
egoístas”.[33] Foulkes no estaba
hablando de la teología de la prosperidad, su visión va más allá: hace una
referencia directa a nuevas formas de maldad y nuevos temas perversos que,
desde la enseñanza bíblica, tenemos el llamado de resistir de forma activa.
Y con las palabras todavía
resonando en nuestros oídos sobre esta teología de la prosperidad (o
evangelio de la avaricia, donde, si no sembramos, este Dios cruel no tendrá
ningún compromiso con nosotros y nosotras), a manera de reflexión pendiente y
viendo este horizonte de dinero en crecimiento, vale el ejercicio de hacernos
algunos cuestionamientos y tratar de preguntarnos ciertas cosas para
convertir las respuestas en propuestas de acción:
- ¿Cómo rescatamos, en
este momento, la justa convivencia y los valores cristianos?
- ¿Qué haremos quienes
somos creyentes y conscientes de esta teología nefasta?
- ¿Cómo combatir la
injusticia, ya no solo desde la iglesia, sino dentro de las mismas
comunidades cristianas?
- ¿Cuál es la posición
de otros grupos religiosos en cuanto a esta teología?
- ¿Qué podemos esperar
de las iglesias del futuro si no hay cambios urgentes?
- ¿Por qué no hay
denuncias si estos predicadores despojan y comercian, de forma evidente, con
el engaño y la necesidad de las personas en un negocio perverso?
- ¿Cuál es la posición
del Estado al respecto?
- ¿Dónde acaba la
religión y empieza la política en este “coqueteo” de grupos religiosos y
políticos de los últimos años? ¿Por qué partidos políticos religiosos y no
religiosos encuentran en estas iglesias donde se predica y vive la teología
de la prosperidad, una forma fácil de adquirir votantes y dinero para sus
campañas?
- ¿Qué dice Jesús?, ¿qué
hubiera hecho Jesús?
Ana Frank dijo: “¡Qué
maravilloso es que nadie tenga que esperar un instante antes de comenzar a
mejorar el mundo!... Toda persona tiene dentro de ella algo bueno. La noticia
es que no sabemos lo grandes que podemos ser. Cuando se puede amar, ¡cuánto
se puede lograr!... Es difícil en tiempos como estos pensar en ideales,
sueños y esperanzas solo para ser aplastados por la cruda realidad. Es un
milagro que no abandone todos mis ideales. Sin embargo, me aferro a ellos
porque sigo creyendo, a pesar de todo, ¡que la gente es buena de verdad en el
fondo de su corazón!... Lo que se hace no se puede deshacer, pero se puede prevenir
que vuelva a ocurrir”.[34] Indudablemente,
palabras sabias.
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Sharo Rosales Arce es comunicóloga, gestora en
desarrollo organizacional y consultora e investigadora de género. Es miembro fundadora
del Observatorio Centroamericano de Medios de Comunicación y Género (GEMA) e
imparte charlas y talleres sobre estos temas en América Latina y Estados
Unidos.
Correo electrónico: sharo.rosales67@gmail.com
Recibido: 6 de
setiembre de 2019
Aprobado: 18 de
setiembre de 2019
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