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Vida y Pensamiento Revista Teológica de la
Universidad Bíblica Latinoamericana Volumen 44, Número 2 - Año 2024
- San José, Costa Rica El conflicto actual entre Palestina e Israel: Reflexiones
interdisciplinarias |
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Complicidades
de las geografías bíblicas ante el
conflicto entre Palestina e Israel Anthony
M. Sibaja-Solís Universidad de
Costa Rica, San José, Costa Rica pp. 97-126 |
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Resumen: Desde mediados
del siglo XIX y hasta la actualidad las geografías bíblicas han presentado
interpretaciones acerca de territorios de Medio Oriente, en particular de
Palestina/Israel, con pretensiones de objetividad. Personas de fe y ciencia
han producido atlas, libros y manuales con contenido geográfico para que el
estudioso cristiano pueda conocer los rasgos físicos e históricos de Tierra
Santa, pero los textos no siempre abordan los factores geohistóricos de la
conflictividad contemporánea. Estas obras han sido cómplices de las ideas,
discursos y prácticas de Occidente sobre Medio Oriente, y deben ser tomadas
en cuenta para comprender los diversos posicionamientos respecto al conflicto
entre Palestina e Israel. Por tanto, el artículo discute los contextos en que
se han escrito las geografías bíblicas y las motivaciones de sus autores con
el fin de cuestionar el carácter unívoco que se les ha asignado. Palabras claves: geografía
bíblica, geografía histórica, Medio Oriente, Palestina, Israel. Abstract: From the
mid-nineteenth century to the present, biblical geographies have presented
interpretations of the Middle East territories, particularly of Palestine and
Israel, with claims of objectivity. People of faith and science have produced
atlases, books and manuals with geographical content so that the Christian
scholar can know the physical and historical features of the Holy Land. The
problem is that, this texts do not always address
the geohistorical factors of the contemporary conflict. These studies have
been conducted from imaginaries, discourses and ideas that the West has on
the Middle East and must be taken into account to
understand the various positions regarding the conflict between Palestine and
Israel. Therefore, the article discusses the contexts in which biblical
geographies have been written and the motivations of their authors in order
to question the univocal character that has been assigned to them. Keywords: biblical
geography, historical geography, Middle East, Palestine, Israel. |
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Anthony M.
Sibaja-Solís Complicidades de las
geografías bíblicas ante el conflicto
entre Palestina e Israel Introducción Las
interpretaciones y posicionamientos respecto del conflicto entre Palestina e
Israel suelen hacer referencia a descripciones «geográficas» de los
territorios en disputa, en las que se detallan sus características físicas y
los límites, superposiciones y usurpaciones que denuncian unos y otros;
necesariamente debe haber referencias a la configuración geográfica de los
pueblos y de sus ideas, ya que han surgido en contextos espacio-temporales
específicos. La Geografía tiene mucho qué decir
sobre el particular, sobre todo la geografía política, cultural e histórica,
pues tanto árabes como israelíes utilizan argumentos de índole geográfica
para la defensa territorial. No obstante, la Geografía no solo puede explicar
el conflicto, sino que, en diferentes contextos, algunas geografías han
estado al servicio del conflicto mismo, ya fuera dándole inspiración o auge
desde la complicidad. Especialmente las geografías bíblicas han aportado a
los imaginarios que Occidente ha construido y consolidado sobre Medio Oriente.[1] Hemos de anotar
que las geografías bíblicas como forma de construcción de conocimiento
geográfico tienen su origen en la idea y la práctica del cristianismo, en
tanto versan sobre la localización y explicación de los lugares mencionados
en la Biblia, obra que reúne textos del Antiguo y el Nuevo Testamento, base
de todas las denominaciones cristianas. Así, las geografías bíblicas pensadas
y escritas fuera de Medio Oriente son producciones occidentales acerca de
territorios no occidentales interpretados desde el cristianismo como visión
del mundo, mismas que se ocupan de reconstruir los períodos en que grupos
étnicos han conferido simbolismos a la tierra que reclaman como propia. Si
bien judíos y árabes encuentran significación histórica en el Pentateuco, no
podemos decir que estos pueblos sean productores de geografías bíblicas
puesto que unos y otros excluyen el Nuevo Testamento como revelación divina,
y esta porción de las Escrituras forma parte, incuestionablemente, del objeto
de estudio de la Geografía bíblica; sin embargo, ambos pueblos están
incluidos en la narrativa por ella producida. En occidente, la
relación entre Geografía y religión tal como fue comprendida en el auge de
las geografías bíblicas de los siglos XIX y XX, tomó fuerza en los siglos XVI
y XVII con la producción cartográfica del avance del cristianismo en medio de
la empresa expansiva de la fe, a modo de una «geografía eclesiástica», e
interesada en identificar lugares del texto bíblico para determinar su
ubicación como modo de verificación de las Sagradas Escrituras[2]. Si estas
geografías han moldeado las ideas que el occidente de matriz cristiana ha
tenido sobre Palestina/Israel, cabe preguntarse por los materiales difundidos
para dar a conocer «Tierra Santa». ¿Quiénes, cuándo y desde dónde han
producido geografías bíblicas, y con qué fines? Este artículo discute los
contextos en que se han escrito las geografías bíblicas y las motivaciones de
sus autores con el fin de cuestionar el carácter unívoco que se les ha
asignado, para así entrever las complicidades en las que han incurrido desde
mediados del siglo XIX y en lo que va del siglo XXI respecto al conflicto
entre Palestina e Israel. Hablaremos de
«geografías bíblicas» en plural para reconocer que son diversas en contenido
e intenciones, hijas de su época y del pensamiento de sus autores; anotaremos
«Geografía» para hacer referencia a la disciplina académica, científica e
institucionalizada que, aunque diversa hacia lo interno, ha sostenido debates
epistemológicos y ontológicos respecto a un objeto de estudio particular.
Iniciamos el análisis a mediados del siglo XIX para dilucidar las formas en
que coadyuvaron al protosionismo que tomaría forma
a inicios del siglo XX. Contenidos, destinatarios e intenciones de
las geografías bíblicas anteriores a 1948 Los mapas de la
Figura 1 muestran dos ciudades en la misma localización geográfica: a la
izquierda la antigua ciudad de Jerusalén a inicios del siglo I d.C., a la
derecha la ciudad moderna de Jerusalén a mediados del siglo XIX con los
barrios cristiano, armenio, judío, mahometano y moro, evidenciando con ello
la multiculturalidad existente para entonces dentro de sus muros. Con estos
mapas, montados sobre páginas contiguas, se introduce el texto An Historical Text
Book and Atlas of Biblical
Geography de Lyman
Coleman, profesor de latín, hebreo y geografía bíblica del Lafayette College, publicado en 1855. Las geografías bíblicas, como
veremos, sostendrán esta práctica: diferentes autores mostrarán territorios
con 2000 años de diferencia a través de mapas contrapuestos para dar a la
persona lectora un vistazo de la contemporaneidad de los sitios estudiados.
El contraste cartográfico, en el caso del atlas de Coleman, es utilizado sin
explicar gráficamente cómo el territorio mutó durante todo ese tiempo. Figura 1 Contraposición de
la antigua y la moderna ciudad de Jerusalén en el Atlas de Lyman Coleman Fuente: An Historical Text Book and Atlas of Biblical Geography, 1855.[3] La obra de Coleman
es pedagógica en cuanto a las relaciones entre Historia y Geografía en la
comprensión del texto bíblico. Explica que el geógrafo bíblico debe hacer un
bosquejo de las escenas y circunstancias que conforman la narrativa de los
eventos para ofrecer una imagen mucho más completa. La Geografía auxiliaría a
la Historia como disciplina hermana, describiendo la ciudad o el país donde
se registraron los eventos y representando las formas del relieve del paisaje
circundante. Aquí la Geografía sería una guía para que la persona que lee la
Biblia pueda revivir, junto con los actores de la narración inspirada, los
hechos pasados: Líbano y Carmel,
Tabor, Hermón y Basán, el lago de Galilea y sus
sinuosas orillas todavía están revestidos de todas las variadas bellezas que
sostuvieron y llevaron la mirada de Jesús de Nazaret. Estos, contemplados
en una vívida concepción mental, nos llevan de regreso a caminar con Jesús a
la orilla silenciosa y solemne de ese lago, a tener comunión en espíritu con
el dulce cantor de Israel y a conversar con Abraham, Isaac y Jacob en el
campo de tiendas.[4] En el texto de
Coleman se salta del pasado remoto de Abraham, Isaac y Jacob al futuro eterno
sin precisar qué hay en medio en ese gran espacio-tiempo que separa los
tiempos bíblicos de la Nueva Jerusalén, la celestial; y parece que no
importa. Las descripciones geográficas van del período antediluviano al
tiempo de la cautividad y la restauración con que termina la historia del
Antiguo Testamento, y en cuanto al Nuevo inicia con la vida de Cristo y
finaliza con las siete iglesias del Apocalipsis. Se infiere que quien estudia
Biblia solo debe conocer lo que eran aquellas tierras en preparación para lo
que vendrá: la Geografía histórica posbíblica no
parece tener relevancia en ese tránsito, muy a pesar de que la persona
lectora pueda llegar a pensar que las cosas quedaron tal cual se describieron
al final del atlas tras las visiones del apóstol Juan en Patmos. Si el Atlas de
Coleman es representativo de la Geografía bíblica de mediados del siglo XIX,
la del escocés Matthew G. Easton lo es de sus postrimerías. En 1893 se
publica la primera edición del Illustrated
Bible Dictionary en
Estados Unidos, y tras su muerte se reedita por tercera vez en Londres en
1897. Al igual que Coleman, Easton incluye en su obra dos mapas, uno de la
antigua Jerusalén y otro de la moderna, sobre los cuales comenta: Jerusalén es una
ciudad de contrastes y difiere mucho de Damasco, no sólo porque es una ciudad
de piedra en las montañas, mientras que ésta es una ciudad de barro en una
llanura, sino porque mientras en Damasco la religión musulmana y las
costumbres orientales no están mezcladas con ningún elemento extranjero, en
Jerusalén toda forma de religión, toda nacionalidad de Oriente y Occidente,
están representadas al mismo tiempo en el mismo espacio.[5] A pesar de la
referencia a la Jerusalén contemporánea que ha dado lugar a diferentes
confesiones religiosas, la obra no comenta sobre la continuidad histórica del
territorio Palestino más allá del sostenimiento de la división territorial
bajo el Imperio Romano. Sobre Israel como nación sólo hay referencias a la
caída del reino del norte bajo Asiria, cuando fue colonizada por tribus
orientales en tiempos del Antiguo Testamento. Entre las pocas explicaciones
que hace a la transformación territorial de Jerusalén, el ministro
presbiteriano Easton, se refiere a la construcción del templo católico en el
año 335 sobre el lugar donde Helena de Constantinopla identificó el Santo
Sepulcro, así como menciones del dominio persa sobre Jerusalén entre los años
614 y 637 cuando fue tomada por los árabes bajo el califa Omar y la
consiguiente sucesión egipcia, turca y musulmana: En 1187 el sultán
Saladino arrebató la ciudad a los cristianos. Desde ese momento hasta la
actualidad, con pocos intervalos, Jerusalén ha quedado en manos de los
musulmanes. Sin embargo, durante ese período ha sido una y otra vez tomada y
retomada, demolida en gran parte y reconstruida; ninguna ciudad del mundo ha
pasado por tantas vicisitudes.[6] Nótese la sensación
de impotencia del autor al indicar que Jerusalén fue arrebatada a los
cristianos por los musulmanes, asumiendo a la ciudad como propiedad del credo
religioso que él representa y para quienes escribe su Diccionario ilustrado.
Las referencias a Jerusalén como territorio sufrido, pasado por diversas
pruebas a manos de pueblos árabes, serán notorias en la mayoría de las obras
posteriores. En oposición al contexto árido e imbricando de Jerusalén, en
esta etapa de las geografías bíblicas contrastan a la ciudad con otras
regiones de Tierra Santa. El Reverendo J.S. Riggs decía en 1894 de Galilea,
en las tierras del norte: “Afortunado el viajero que no se ve obligado a
entrar en Palestina por el norte y pasar de la gloria de Galilea a la rocosa esterilidad
de Judea”.[7] Dada la pequeña
extensión de Jerusalén y su particularidad de ciudad santificada, es tratada
como una unidad de análisis local, a diferencia de otros espacios que suelen
ser abordados con perspectiva regional. Por ejemplo, para presentar las
formas del relieve del norte de Palestina, Riggs refiere a tres áreas: las
llanuras de Esdraelón, el distrito montañoso y el
lago de Galilea. En consonancia con la tradición de las geografías bíblicas
del siglo XIX, y como vimos en Coleman, las descripciones geomorfológicas se
entrelazan con eventos de la historia bíblica, dando a la persona lectora la
posibilidad de vivificar la topografía; a la vez que se comprende el sustrato
rocoso y las condiciones climáticas que favorecen la producción agrícola, al
espacio se le confiere un carácter religioso, siendo la descripción
geográfica la vía para validarlo: Debido a su carácter
y posición, cada parte es rica en asociaciones históricas. Allí, casi frente
a nosotros, donde las colinas de Nazaret se acercan al Carmelo, estaba el
campamento de Sísara junto al paso de Cisón (...) Con el mayor interés
uno llega a esta parte de la tierra y del lago, porque aquí el Señor pasó, si
contamos todo su ministerio, tres años y medio, dos de estos años
trascendentales haciendo de Capernaum «su propia
ciudad» haciendo muchos milagros tanto en Betsaida como en Corazín.[8] El interés por
relacionar sitios históricos con personas del relato bíblico continúa a
inicios del siglo XX. De ello dan cuenta los esfuerzos del militar británico,
coronel Claude Reignier Conder,
quien en 1905 procuraba localizar Saretán, sitio mencionado en Josué 3:16, así como otros
lugares, guiándose a través de la Biblia, la lingüística, las evidencias
arqueológicas de su época y correlaciones espaciales a partir de ubicaciones
relativas respecto de sitios previamente identificados. Conder
también escribió sobre el emplazamiento y la temporalidad de la batalla de
Gabaón de Josué capítulo 10 para explicar la oscuridad que cubrió esa tierra
en el suceso.[9] Con esfuerzos
como los mencionados, los autores de las geografías bíblicas querían
demostrar la exactitud del relato bíblico, verificando que es veraz y
confiable; estamos ante la Geografía al servicio de la validación de la fe
cristiana, moldeando así las imágenes que Occidente tenía sobre Medio
Oriente. En los reportes del coronel Conder son
nulas las explicaciones sobre la situación contemporánea de estos espacios,
anulando la continuidad histórica, privilegiando la imagen que estos sitios
tenían en el Antiguo Testamento. Una última
referencia a obras anteriores a 1948 para completar el panorama. El
reconocido geógrafo estadounidense Ellsworth Huntington, quien llegara a
presidir la Asociación Americana de Geógrafos, comentó el trabajo de Charles
Foster Kent, Biblical Geography
and History publicada en 1911, en el boletín de
la Asociación, resaltando el interés geográfico del texto escrito, no por un
geógrafo, sino por un profesor de literatura bíblica. Huntington destaca de
Kent el detalle del dónde ocurrieron eventos del texto bíblico al
identificar sitios y rutas migratorias, rutas de colonización e invasión, así
como relaciones entre batallas del Antiguo Testamento y la topografía en que
tuvieron lugar. Anota sobre el texto: “No está diseñado para ilustrar
principios geográficos o explicar nuevos hallazgos. Es principalmente un
libro de referencia para el estudiante bíblico que desea obtener información
sobre eventos particulares”.[10] Huntington resume
en esta descripción la finalidad de las geografías bíblicas de la época. A este punto es
revelador preguntarnos por los autores y los destinatarios de estos atlas y
diccionarios. El mismo Ellsworth Huntington nos da pistas; no todos fueron
escritos por especialistas en Geografía, sino que “Periodistas, estadistas,
teólogos, militares y hombres de diversas profesiones escriben libros sobre
geografía y a menudo consiguen producir trabajos de auténtico valor. En la
etapa actual de su ciencia, el geógrafo acoge con agrado esos volúmenes, pero
lamenta que casi con toda seguridad sean en gran medida empíricos”[11]. La geógrafa
Ellen Churchill Semple destacaría, en consonancia
con Huntington, la investigación geográfica de un ingeniero sobre Génesis.[12] Las relaciones
geográficas del siglo XIX e inicios del siglo XX fueron producidas por
no-geógrafos con intenciones claras, enunciadas en las obras mismas. Son sistematizaciones
no de científicos, sino personas de confesión cristiana dedicadas a la
descripción de espacios a los que llenan de simbolismo espiritual. Estos
autores vierten en el papel los valores que atribuyen a las tierras por ellos
recorridas. El Reverendo Riggs es ejemplo de ello: un profesor que tras su
visita a Palestina validaría las clases de Geografía bíblica que daría a sus
estudiantes; alguien que no reparó en aportar juicios de valor sin mayor
trasfondo explicativo de la transformación del espacio: Cuando nos referimos
al contraste entre la apariencia actual del lago y la de los días de Cristo,
teníamos en mente especialmente la vida y el ahorro que en ese momento eran
evidentes en todas partes. Tiberíades, con su miserable pobreza, y el
miserable Mejdel (Magdala) son ahora los únicos
lugares de habitación humana, y uno no tiene ningún deseo de detenerse en
ninguno de ellos. Tuvimos dificultades para conseguir un solo barco que nos
llevara a Cafarnaúm. La plaga de los turcos está sobre esta bella región.[13] Nótese el reportaje
de una autoridad eclesial al servicio de la educación, presentando datos
empíricos que, atravesados por su apreciación personal, adjetivan espacios
como «miserables» y a grupos humanos como «plagas» en la tierra que, en sí
misma, es valiosa, «bella». Llama la atención el tipo de conocimiento que
estos hombres produjeron, sobre todo cuando definen el público meta de sus
escritos. Lyman Coleman expone: El autor ofrece esta
obra al público con la esperanza de que resulte digna de ocupar un lugar en
la mesa de todos los estudiantes de la Biblia, y particularmente de aquellos
que se dedican a la instrucción religiosa de los jóvenes en las escuelas
sabáticas, y ser útil como un libro de referencia conveniente y confiable
sobre todos los temas bíblicos.[14] Las geografías
bíblicas están hechas para la comunidad cristiana de Occidente. Coleman
sugiere que padres, instructores y superintendentes usen su material para
“ayudar a los jóvenes en la adquisición del conocimiento que es más
importante para ellos: el conocimiento que puede hacerlos sabios para la vida
eterna”.[15] Es decir, la
comprensión situada que estos autores tenían respecto de las tierras bíblicas
era objetivada por medio de su publicación y enseñanza universitaria, de modo
que llegaría al seno familiar y a la comunidad de creyentes como saberes
aprobados por autoridades de fe, tanto católicas como protestantes. Así, Kent recomienda el
Bibelatlas in 20 Haupt-und-28 Nebenkarten de Von Hermann Guthe publicado en alemán en 1911: “Este atlas
compendioso y cuidadosamente preparado está adaptado a las necesidades de los
estudiantes de historia y teología”.[16] De los textos
analizados el de Coleman es el que muestra más abiertamente las intenciones
pedagógicas que la época confería a la Geografía en el cristianismo.
Preocupado por el desconocimiento generalizado en conversaciones cotidianas
entre creyentes, y aún entre predicadores de las Escrituras, dice: “Pero las ciudades y
los lugares de la historia de las Escrituras aparecen ante nosotros sin
leerlos, en conversaciones y en las instrucciones del púlpito, todos los días
de nuestra vida, desde la niñez hasta la vejez, mientras vivimos en profunda
ignorancia de ellos”.[17] Para
contrarrestar el desconocimiento, invita a usar su atlas con espíritu
instructivo: trace en gráficos y
mapas las escenas cambiantes de la narración y lo que antes era insípido e
inútil se volverá, como el lienzo expresivo y el mármol parlante, lleno de
vida y espíritu (...) paisajes de Belén, de Nazaret, de Capernaum, de Jerusalén, del Monte de los Olivos o del
oscuro Getsemaní, localidades y escenas alrededor de las cuales se agrupan
las asociaciones más sagradas del cristiano.[18] Indudablemente la
Geografía bíblica hasta inicios el primer cuarto del siglo XX imbuía al
cristiano en épocas pasadas, muchas veces ajenas de presente. Son mínimas o
nulas las referencias a la geografía histórica posbíblica.
No se mencionan la reinstauración del imperio bizantino en el año 630; la
conquista árabe de Jerusalén en 639 y el dominio del Islam
en Palestina entre 636 y 1099; la conquista de los francos en el 1099; el
dominio turco; ni la llegada de judíos a Palestina, huyendo de los progroms rusos y rumanos a finales del siglo XIX. Así se irían
perfilando las ideas de cristianos de Occidente sobre lo que en 1948 se
empezaría a re-conocer y re-clamar
en sus comunidades de fe como Israel. Comprender las tierras bíblicas del
mundo antediluviano y hasta los viajes del apóstol Pablo a inicios del siglo
I, saltando en el tiempo a mapas de la moderna Jerusalén, sentaría las bases
de la imaginación cristiana sobre Palestina como un territorio que no había
dejado de ser judeocristiano. Las geografías bíblicas después de 1948 Desde finales del
siglo XIX el proto-sionismo en Europa proyectaba sus ideales hacia Palestina,
procurando territorializar el nacionalismo en construcción a partir de
sucesivas migraciones o aliá.[19] La progresiva
ocupación de personas judías sobre territorios habitados entonces por
poblaciones arabo-palestinas, ocurrió bajo la complicidad de las geografías
bíblicas de autores estadounidenses, ingleses y alemanes, quienes no
desarrollaron este componente geográfico en sus tratados. Claro está, cuando
en 1937 la Comisión Peel recomienda la partición de
Palestina y en 1948 Israel declara la independencia dando paso a la guerra
árabe-israelí, a la luz de las geografías bíblicas parece que estaba
ocurriendo lo que debía ocurrir: si la exposición que hacían estas obras
acerca de paisajes y territorios narrados en la Biblia terminaba en el siglo
I sin mayor continuidad histórica hasta el siglo XX, era lógico asumir que
esas tierras, imaginariamente, seguirían perteneciendo al pueblo judío
(máxime si recordamos los epítetos dados a las poblaciones árabes en las
descripciones geográficas de la época). Cabe preguntarse
por el perfil de las geografías bíblicas posteriores a 1948 y anteriores a
1967, dada la Guerra de los Seis Días, para entrever los contenidos y
propósitos de estas geografías a partir de tres casos concretos. Primero, en
1951 el sacerdote y palestinólogo español Andrés
Fernández Truyols publica Geografía Bíblica (el
país de Jesús). Continuando con la tradición de presentar primero la
geografía física, incluye aspectos de las formas de relieve, fuentes de agua
y formas de vida, para luego explicar la organización territorial de la
Palestina de los tiempos bíblicos y hasta el siglo V, enfatizando en sitios
sagrados del cristianismo establecidos como tales en los primeros 500 años de
la iglesia cristiana (la Iglesia del Santo Sepulcro, Basílica de la
Natividad, la Basílica de Getsemaní, entre otros). Para ello,
necesariamente Fernández Truyols superpone el uso
de espacios bíblicos, la construcción simbólica posbíblica
bizantina sobre esos espacios, y los espacios contemporáneos a quienes lean
sus trabajos, a modo de un reclamo de lo que actualmente deberían ser estos
sitios: espacios del cristianismo en Tierra Santa. Entre las pocas
referencias que hace a procesos geográficos recientes, habla de la
colonización del Neguev a mediados del siglo XX,[20] pero en la mayor
parte del libro invita a la persona lectora a revivir en el espacio
geográfico eventos pretéritos. Cinco años
después, el también sacerdote Robert North, estadounidense, publicó un estado
de la cuestión relativo a la Geografía de Israel. Esta nomenclatura es propia
de la coyuntura; lo que hasta entonces se había denominado «Geografía
bíblica», o «Geografía de Palestina» en alusión al nombre del territorio en
tiempos del Imperio Romano, ahora circula entre algunos eruditos con el
nombre del recién creado país. Refiriéndose a trabajos hechos por
franciscanos dice: “En ellos tenía la seguridad no sólo de una investigación
incansable y fiable (...) sino también la ayuda especial, de las
contribuciones y de la crítica que sólo el Studium
Biblicum de una fraternidad tan antigua y tan
sólidamente arraigada en Tierra Santa podría ofrecer a sus portavoces”.[21] Una vez más,
estas geografías llevadas a cabo por autoridades eclesiásticas apoyan su
solidez y veracidad en los méritos de sus escritores en tanto pertenecientes
a una confesión religiosa, no con base en el pensamiento de la disciplina
geográfica de la época. En 1967 se publica
la traducción al inglés de The Land of the
Bible, a Historical Geography, obra del arqueólogo germano-israelí Yohanan Aharoni, originalmente
escrita en hebreo. Aharoni representa la
academia israelí de la Universidad de Tel Aviv fundada en 1956. Emigrado de
la Alemania nazi, fue promotor de los kibbut,[22] organización
territorial en el proceso de ocupación israelí en Palestina. Es una nueva
forma de hacer Geografía bíblica, ahora desde el pensamiento propiamente
israelí lo cual da otro rigor de legitimidad a la producción de conocimiento.
Podemos notar que, antes de que en 1967 tras la Guerra de los Seis Días
Jerusalén fuera reunificada bajo soberanía israelí y declarada «Capital
eterna»,[23] ya circulaban y
se reproducían discursos sobre Israel como contenedor de historia sacra, con
el nombre propio «Geografía de Israel» sin depender de la denominación
palestina, y con pensadores nacionalistas-nacionalizados. Si bien hasta el
momento las geografías bíblicas seguían pretensiones objetivas sobre la base
física y humana de los territorios en cuestión y no profundizaban en el
conflicto político-territorial, en las décadas por venir se empezaría a crear
alguna consciencia sobre la necesidad de hablar de la historia reciente de
Palestina/Israel. El teólogo evangélico estadounidense Ferrell Jenkins, en el
prefacio de La Historia y Geografía de la narración bíblica, un manual de
estudio (de Bob y Sandra Waldron) contempla que el espacio muta y por
tanto es contraproducente concebir la geografía bíblica como invariable: la tierra ha
cambiado en algún grado; esto fue verdad dentro de los varios períodos
bíblicos. Una montaña pudo estar densamente arbolada en un tiempo, pero no
así en otro. Las situaciones culturales e históricas de los tiempos bíblicos
nunca pueden ser duplicadas completamente (...) Es importante que cada
estudiante de la Biblia gane información acerca de la historia y geografía de
la Biblia.[24] A pesar de que el
matrimonio Waldron no hace referencia a la historia de Palestina/Israel en el
siglo XX, al final del manual reflexionan sobre la doble posición que los
israelitas han tenido en la historia como conquistadores y conquistados,
entendiendo las relaciones de poder en que han incurrido, y lo consideran
como parte del designio divino: Finalmente, Dios
rechazó a Israel como nación y Roma desalojó completamente a los judíos de la
tierra. Siglos pasaron en los que la tierra fue habitada por los árabes. En
la primera parte de este siglo [XX], los judíos se trasladaron a Palestina de
todas partes del mundo. Con dinero, proporcionado por los judíos ricos,
compraron tierra y arrancaron a los árabes de los campos en que habían vivido
por generaciones. Más tarde los judíos pelearon y tomaron posesión del resto
de su actual país (...) Los judíos modernos en Israel mantienen su tierra por
los mismos medios que los Estados Unidos mantienen su territorio. Tomamos
nuestra tierra de los moradores (indios) que estaban aquí antes que nosotros
(...) Los israelitas mantendrán su control mientras sean lo bastante fuertes
militarmente para mantenerla. Dios no intervendrá para ayudarles. Los
israelitas no tienen el reclamo bíblico de la tierra hoy día. Si apelan a la
historia, los descendientes de los cananeos tienen un reclamo superior.[25] Si las geografías
bíblicas de finales del siglo XIX e inicios del XX postularon tierras
ocupadas por ajenos y entraron en complicidad con el establecimiento de
Israel en Palestina, la visión de los Waldron, también cristiana, es
distinta: cuestionan los reclamos de la nación judía por las tierras que
perdieron dado su desprecio por Jesús, El Mesías (tierras legítimamente
ocupadas por árabes durante siglos, en términos de legitimidad divina),
escriben: “Pero recuerde, la tierra misma ya no es sagrada. El pueblo
escogido de Dios hoy día vive por todo el mundo donde quiera que los
cristianos puedan ser encontrados”.[26] Ninguna tierra es
santa en sí misma, sino que es santificada por las personas creyentes, no por
la condición nacional de ser judío. Esta postura muestra la diversidad de
criterios de la comunidad cristiana respecto a la ocupación militar que ha
generado tensiones en Medio Oriente. Otro quiebre de
pensamiento se encuentra en el libro Introducción al estudio de la Biblia
1. La Biblia en su entorno, nacido en el Instituto San Jerónimo para la
Investigación Bíblica. Alegando insatisfacción ante la literatura existente,
la cual no recogía los hallazgos de los últimos 125 años sobre el contexto de
la narración bíblica, el texto procura reunir información científica y de
relevancia teológica en armonía con la «Divina Revelación del Concilio
Vaticano II», definiendo los tópicos relacionados con el ambiente y la
historia como positivos, en términos de la información cuantificable y
objetiva, frente a los de interés teológico-interpretativo. Luego de explicar
las condiciones topográficas, climatológicas, biogeográficas y geológicas de
la cuenca del Jordán y de las regiones cisjordana y transjordana,
el texto comenta la situación de Cisjordania con mucha más claridad respecto
de las descripciones geográficas de la primera mitad del siglo XX: “En la
actualidad la Cisjordania está ocupada por el Estado de Israel, fundado en
1948. Sus fronteras son el resultado de la guerra árabe-israelí y del
consiguiente armisticio de 1949”.[27] Aunque tímida, es
una politización de la geografía palestina, posicionamiento similar al de Tidwell y Pierson en La Geografía Bíblica de 2003: En mayo de 1948,
el gobierno inglés sobre Palestina terminó, y los sionistas de Palestina
proclamaron el nuevo estado de Israel. En ese mismo día, el 14 de mayo de
1948, los estados árabes de Egipto, Irak, Jordania, Líbano, Siria y Arabia
Saudita se unieron en un ataque contra Israel, que terminó en un desastre
para los árabes. En enero de 1949 fue pactado un armisticio, pero la paz no
vino con él.[28] Más allá de esta
nota aclaratoria no se da mayor información, y la
narración continúa con datos de corte positivista. Tidwell
y Pierson utilizan el adverbio temporal “actualmente” para que su público
meta se informe sobre el presente de los sitios históricos que describen, sin
embargo, las notas carecen de la problematización geohistórica que podría
explicar las transformaciones que han sucedido en veintiún siglos. Por
ejemplo, sobre «Belén» apuntan: “Se piensa que tiene más de 4.000 años de
edad y fue llamado Efrata, actualmente se conoce
como Ephrat, pero los árabes la llaman Beit Sahm, que quiere decir «casa de pan»”.[29] Nótese el pero
como la contrapropuesta árabe. Quien revise esta obra se informará de las
posiciones de los autores respecto a los arabopalestinos
con expresiones como “la hostilidad de los árabes”, “el problema de
establecer a miles de árabes refugiados” y “la actitud de los árabes que se
niegan a reconocer el territorio de Israel, el nuevo estado, ganado por su
reciente victoria militar”. Instruyendo sobre la Guerra de los Seis Días,
explican: “En junio de 1967 las naciones árabes se levantaron otra vez contra
Israel para destruirla completamente. Pero Israel en una guerra de seis días
venció a sus enemigos (...) Israel no quiere ceder nada del terreno que tomó,
especialmente la parte de Jerusalén”.[30] Si los árabes eran
ignorados en las geografías bíblicas de inicios del siglo XX, en el siglo XXI
parece imposible disertar sobre Palestina/Israel sin aludirlos. El conflicto
pasa a ser parte constituyente de la narrativa. Olivier Artus,
profesor del Instituto Católico de París y miembro de la Pontificia Comisión
Bíblica publica en 2002 Geographie de la Bible, reeditada en 2012; en el prefacio se comenta
sobre Tierra Santa: A partir de su
situación de corredor obligado entre África y Asia, [los geógrafos] nos
muestran que su historia apenas podía permanecer tranquila durante mucho
tiempo. Aquí, más que en cualquier otro lugar, la historia y la geografía son
inseparables, y el destino de un pueblo depende fuertemente de la tierra que
habita. Por eso la lectura de los relatos bíblicos supone frecuentemente
tener un mapa ante los ojos.[31] Se explica la
permanente condición de conflicto debido a una ubicación comprometedora, para
concluir que “Israel siempre ha sido tributaria de la historia de las grandes
potencias que le rodeaban”. Ante la historicidad de las relaciones de poder
en el área de estudio, Artus reflexiona sobre la
toponimia utilizada: Un buen número de
publicaciones científicas utiliza el término «Palestina» para designar el
conjunto de tierras bíblicas (...) Esta costumbre permanece en muchos libros
más recientes (...) sin ninguna intención política. Las resoluciones
internacionales de la ONU invitan hoy a usar el término «Israel» para
designar los territorios situados en el interior de las fronteras de 1967, y
el término «Palestina» para denominar la Cisjordania administrada hasta esa
fecha por Jordania, así como la franja de Gaza, administrada hasta aquella
fecha por Egipto.[32] Aclaraciones como
esta no eran de uso común en el siglo XX; con ello Olivier Artus enmarca la producción de conocimiento geográfico
dentro de la geopolítica internacional, no sin antes separarse de la
tradicional Geografía bíblica para posicionarse desde una «Geografía de la
Biblia», más cercana a la ciencia geográfica, pretendida más rigurosa, menos
confesional, más neutra. Un tono similar
toma la obra del geógrafo, cartógrafo y erudito del Antiguo Testamento, Barry
Beitzel, en el Atlas Bíblico de Tyndale,
publicado por primera vez en 2009 como The
New Moody Atlas of the Bible. Consciente del
conflicto histórico que agrede a las poblaciones de las tierras en cuestión, Beitzel precisa hacer aclaraciones antes de mostrarnos
los primeros mapas del atlas: Dado el clima de
la política contemporánea del Medio Oriente, al geógrafo bíblico le llega a
ser casi imposible emplear ciertas palabras -p. ej., Israel/Palestina,
Jordania/Transjordania, Cisjordania/Samaria-Judea, golfo de Aqaba/golfo de Elat, golfo Pérsico/golfo Arábigo e incluso Armenia o
Siria, etc.- sin generar la impresión de que se está haciendo cierta
afirmación política o que se está respaldando determinada ideología
nacionalista o religiosa (...) quiero afirmar de entrada de la manera más
clara y franca que puedo a mis lectores, -ya sean cristianos, judíos o
musulmanes- que mi agenda es puramente histórica, y que cuando utilizo estos
u otros términos semejantes, incluso en un contexto posbíblico
o moderno, esto no debe ser interpretado como apoyo a ninguna convicción
eclesiástica ni política contemporánea particular.[33] Con el mismo fin
de no posicionarse, pero reconocer el conflicto, el n°
13 de la revista Reseña Bíblica utiliza otra estrategia a partir de la
presentación del saber geográfico. En busca de una “geografía sin aduanas,
sin vallas, sin concertinas, sin pasos fronterizos”, dice el director, Jaime
Vázquez que tal número especial trata sobre “el país de la Biblia como un
espacio sin fronteras (...) es mucho más que la geografía de la Biblia y que
los límites fronterizos que enfrentan a los pueblos”.[34] Eliminando toda
nomenclatura defiende que la Biblia es geográficamente universal. Desde esta
perspectiva, hay un pronunciamiento ante la realidad: la tierra
prometida fue el escenario de incontables luchas y batallas (...) es un bien
preciado y a la vez codiciado. Los escenarios bíblicos, tanto del Antiguo
como del Nuevo Testamento, ponen de manifiesto la vulnerabilidad del suelo
como escenario. Tierras deseadas, tierras asoladas, tierras ocupadas, tierras
enfrentadas (...) sus denominaciones no dejan de ser objeto de discordia. Por
desgracia, esas discordias siguen en nuestros días entre el actual Estado de
Israel, la Autoridad Nacional Palestina (Cisjordania y Gaza) y los países
vecinos. Podría parecer que los conflictos que genera la política geográfica
son el cuento de nunca acabar si no fuera porque hay personas que siguen
muriendo por estas diferencias y fronteras, y eso no tiene nada de cuento.[35] A modo de conclusión: cuatro complicidades Después de haber
recorrido los caminos que han trazado las geografías bíblicas desde mediados
del siglo XIX como antecedente del conflicto entre Palestina e Israel, y
hasta lo que va del siglo XXI, podemos esbozar diferentes formas en que esta
área del conocimiento ha moldeado mentalidades, institucionalizado acciones y
formado criterios a diferentes niveles. Para ello,
esbozo cuatro complicidades en las que ha incurrido, complicidades que operan
en conjunto, paralelas, de modo que el orden es indiferente para el
propósito. a) Primera
complicidad: las geografías bíblicas han seguido el camino de la Geografía en
cuanto a sus aspiraciones de ciencia neutral y objetiva, invisibilizando las
motivaciones de sus autores. Las corrientes empiristas y positivistas de
la Geografía aún sostienen ideales de transparencia al examinar rasgos
físicos, cuantificables y medibles desde el método científico y la
exterioridad de la práctica científica.[36] Bajo esta idea,
quienes se han dedicado a producir atlas y diccionarios de las geografías
bíblicas, asumieron que su finalidad era únicamente instruir e informar; como
hemos visto, la mayoría de los autores asume una posición poco crítica,
presentando la realidad como dada, sin pronunciarse ante el conflicto, el
cual parece les es ajeno. Esta pretendida objetividad es más común en tanto
retrocedemos del siglo XXI al XIX, pero prevalece hasta nuestros días. En realidad, las
geografías bíblicas surgen de conocimientos situados. Son confesionales, con
intereses políticos claros en cuanto a la formación de ideas en sus lectores.
Quienes las han producido mayormente han sido hombres occidentales del Norte
Global, pastores, sacerdotes, militares, profesores de cursos universitarios
y de seminarios bíblicos. Aunque las geografías bíblicas (y la Geografía en
general) han procurado imprimir en sus mapas la noción de veracidad y
objetividad, han servido para la reproducción de ideas sobre el espacio, de
modo que no son despolitizadas. b) Segunda
complicidad: las geografías bíblicas se han desarrollado aparte de la
Geografía histórica y de las geografías de las religiones por sus marcados
intereses confesionales, para sostener su narrativa y praxis cristiano-céntrica.
Si bien la Geografía bíblica es un antecedente de la Geografía histórica
moderna,[37] después de las
discusiones epistemológicas dentro de la Geografía académica, cada una siguió
sendas diferentes: la Geografía histórica amplió sus objetos de estudio en el
primer cuarto del siglo XX, mas la Geografía
bíblica no. Tampoco siguió el camino de la Geografía de las religiones, que
entre los siglos XVI y XIX se interesó por la difusión del cristianismo, y
viró al determinismo ambiental a inicios del siglo XX para luego posicionar
al judeocristianismo como responsable de la degradación ambiental en las
décadas de 1960-70. Mientras la Geografía de las religiones se redireccionó
en los 90’s hacia las dimensiones política e identitaria de espacios
sagrados, no exclusivamente cristianos,[38] las geografías
bíblicas persisten en el objeto de estudio del siglo XIX, aunque sus métodos
hayan cambiado. Es decir, mientras
una se laicizó, la otra no. Esto ha conducido a las geografías bíblicas a
excluir interpretaciones geográficas desde otras visiones de mundo presentes
en el relato bíblico: en los atlas bíblicos no encontramos las geografías que
los pueblos árabes dibujaban sobre y alrededor de lo que se vino a llamar
Tierra Prometida y después Tierra Santa; esto no ha sido posible porque, en
últimas, las geografías bíblicas siguen siendo confesionales y
cristiano-céntricas. c) Tercera
complicidad: las geografías bíblicas han historizado
los tiempos narrados en la Biblia a la vez que han tendido a callar respecto
a la geografía histórica posbíblica de los
territorios en disputa, generando la noción de que Tierra Santa ha
permanecido inmutable durante 2000 años. Al cerrar con mapas de los
viajes de Pablo y/o la geografía de las siete iglesias del Apocalipsis y
saltar a mencionar tensiones entre judeo-palestinos y arabo-palestinos,
dejaron en el imaginario «campos blancos» para la ocupación, presentando a la
persona árabe invasora de sitios sacralizados. El pretendido conocimiento
objetivo sirvió a fines políticos, “admitiendo a la geografía bíblica como
antecedente histórico de lo que fue racionalizado, tanto por sectores
religiosos como seculares, como un retorno de un exilio de dos mil años a un
territorio nacional que siempre fue judío (no obstante, las poblaciones que
lo habitaron durante el lapso exílico)”.[39] Si muchas
geografías se embelesan con el presente, ajenas de profundidad histórica, las
geografías bíblicas han tendido a conformarse con el pasado. d) Cuarta
complicidad: dado su origen y su propósito cristiano, las geografías bíblicas
han fortalecido el imaginario que desde Occidente construimos sobre Oriente
Medio, sobre todo dentro de comunidades eclesiásticas en diferentes
expresiones del cristianismo. Si las comunidades de fe cristiana tuvieron
acceso a información geográfica sobre Palestina en los siglos XIX y XX, fue a
través de obras como las aquí citadas; éstas han tenido la intensión ser
utilizadas para formar al estudiante de la Biblia. A la vez que se presentan
una Geografía política de Palestina anterior al siglo II d.C., dicen poco de
la geopolítica actual; con tal información se despolitiza el conocimiento
geográfico de sus lectores respecto de la situación de esas tierras en su
propia época. El cristiano que únicamente accede a estas interpretaciones
espaciales (narrativas, cartografías, fotografías) por estudio personal o por
mensajes desde el púlpito, puede llegar a la conclusión de que las tierras en
cuestión pertenecen sin lugar a duda al pueblo judío, pues en la narrativa de
la mayoría de los atlas bíblicos éstos fueron sus últimos ocupantes, o que
son para el resguardo de las reliquias del cristianismo; pero nunca para los
arabo-palestinos. Dadas estas
complicidades, las geografías bíblicas tradicionales no son suficientes para
explicar el conflicto actual; ante ellas, las geografías
histórica, política y cultural están en mayor capacidad. Tales
complicidades han dejado un halo de falsa continuidad de los reclamos de
posesión territorial. Si las geografías bíblicas aspiran a ser propositivas
al respecto, han de ser politizadas, y para ello, laicizadas
independientemente de la fe de sus autoras y autores, para, sólo así,
producir conocimiento geográfico consciente de las complejidades que
introduce la diversidad cultural, más allá de lo que Occidente imagine. Bibliografía Artus, Oliver. Geografía
de la Biblia. Traducido por Pedro Barrado y Ma. del Plilar
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Jaime Restrepo M. Colombia: El Ancla del Evangelio, 2000. Anthony M. Sibaja-Solís, tiene una
Licenciatura en Geografía por la Universidad de Costa Rica (San José, Costa
Rica). Contacto: anthony.sibaja@ucr.ac.cr Artículo recibido: 1 de septiembre del 2024.
Artículo aprobado: 19 de noviembre del 2024. |
|
[1] Emanuel Pfoh, “Imaginar a Medio Oriente desde
Occidente. orientalismo, historiografía, geopolítica”, en Estudios sobre el
Medio Oriente desde América Latina. Perspectivas desde el Sur, ed. Mariela
Cuadro y Damián Setton (Buenos Aires: CLACSO-CIEL, 2020), 21.
[2] Derek Gregory et al., The
Dictionary of Human Geography (Oxford: Wiley Blackwell, 2011).
[3] Lyman Coleman, An Historical Text
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Publication, 1855).
[4] Coleman.
[5] Matthew G. Easton, Illustrated
Bible Dictionary (Londres: T. Nelson & Sons, 1897).
[6] Easton.
[7] J. S. Riggs, “Studies in Palestinian
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[8] Riggs, 423.
[9] Colonel C. R. Conder, “Notes on
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69–74.
[10] Ellsworth Huntington, review of Biblical
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[11] Huntington, 781.
[12] Ellen Churchilll Semple, “A
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[13] Riggs, “Studies in Palestinian
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[14] Coleman, An Historical Text Book
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[15] Coleman, 5.
[16] Charles F. Kent, “Bibelatlas in 20
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[17] Coleman, An Historical Text Book
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[18] Coleman, 3.
[19] Joan B. Culla, Breve historia del sionismo
(Madrid: Alianza Editorial, 2009).
[20] Pablo Termes Ros, “Fernández Truyols, Andrés, S. I.:
Geografía Bíblica”, Estudios Bíblicos 12, núm. 1 (1953): 90–91.
[21] Robert North, “Current Israel
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[22] Moshe Kochavi, “Professor Y. Aharoni
1919—1976 In Memoriam”, Tel Aviv. Journal of the Institute of Archaeology of
Tel Aviv University 3, núm. 1 (el 1 de marzo de 1976): 1–4.
[23] Thomas A. Idinopulos, Jerusalén: historia de las
más santa de las ciudades, vista a través de las luchas de judíos, cristianos y
musulmanes (Santiago: Andres Bello, 1996).
[24] Bob Waldron y Sandra Waldron, La Historia y
Geografía de la narración bíblica, un manual de estudio, trad. Jaime
Restrepo M. (Colombia: El Ancla del Evangelio, 2000), iii, prefacio de Ferrell
Jenkis.
[25] Waldron y Waldron, 206.
[26] Waldron y Waldron, 206.
[27] Joaquín González Echegaray et al., La Biblia
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Editorial Verbo Divino, 1990).
[28] J. B. Tidwell, La Geografia Biblica, trad.
Carlos C. Pierson (Texas: Mundo Hispano, 2003), 46.
[29] Tidwell, 95.
[30] Tidwell, 45s.
[31] Oliver Artus, Geografía de la Biblia, trad.
Pedro Barrado y Ma. del Plilar Salas, Cuadernos Bíblicos 122 (Estella, Navarra:
Verbo Divino, 2005), 4, prefacio de Philippe Gruson.
[32] Artus, 6.
[33] Barry J. Beitzel, Atlas bíblico de Tyndale
(Illinois: Tyndale House Publishers, 2017), xi.
[34] Jaime Vázquez Allegue, “La tierra de la Biblia”, Reseña
bíblica, núm. 103 (2019): 5.
[35] Vázquez Allegue.
[36] Efraín León, Geografía crítica. Teoria social y
geopolítica (Ciudad de México: Editorial Itaca, 2016).
[37] Gregory et al., The
Dictionary of Human Geography.
[38] Jean-Bernard Racine y Olivier Walther, “Geografía de
las religiones”, en Tratado de geografía humana, ed. Daniel
Hiernaux-Nicolas y Alicia Lindón Villoria (Barcelona: Anthropos, 2006),
481–505.
[39] Pfoh, “Imaginar a Medio Oriente desde Occidente.
orientalismo, historiografía, geopolítica”, 22.