Vida  y

Pensamiento

Revista Teológica de la Universidad Bíblica Latinoamericana

Volumen 44, Número 2  -  Año 2024  -  San José, Costa Rica

 

El conflicto actual entre

Palestina e Israel:

Reflexiones interdisciplinarias

 

 

 

 

 

Complicidades de las geografías bíblicas

ante el conflicto entre Palestina e Israel

 

Anthony M. Sibaja-Solís

Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica

 

pp. 97-126

 

 

 

Resumen: Desde mediados del siglo XIX y hasta la actualidad las geografías bíblicas han presentado interpretaciones acerca de territorios de Medio Oriente, en particular de Palestina/Israel, con pretensiones de objetividad. Personas de fe y ciencia han producido atlas, libros y manuales con contenido geográfico para que el estudioso cristiano pueda conocer los rasgos físicos e históricos de Tierra Santa, pero los textos no siempre abordan los factores geohistóricos de la conflictividad contemporánea. Estas obras han sido cómplices de las ideas, discursos y prácticas de Occidente sobre Medio Oriente, y deben ser tomadas en cuenta para comprender los diversos posicionamientos respecto al conflicto entre Palestina e Israel. Por tanto, el artículo discute los contextos en que se han escrito las geografías bíblicas y las motivaciones de sus autores con el fin de cuestionar el carácter unívoco que se les ha asignado.

Palabras claves: geografía bíblica, geografía histórica, Medio Oriente, Palestina, Israel.

Abstract: From the mid-nineteenth century to the present, biblical geographies have presented interpretations of the Middle East territories, particularly of Palestine and Israel, with claims of objectivity. People of faith and science have produced atlases, books and manuals with geographical content so that the Christian scholar can know the physical and historical features of the Holy Land. The problem is that, this texts do not always address the geohistorical factors of the contemporary conflict. These studies have been conducted from imaginaries, discourses and ideas that the West has on the Middle East and must be taken into account to understand the various positions regarding the conflict between Palestine and Israel. Therefore, the article discusses the contexts in which biblical geographies have been written and the motivations of their authors in order to question the univocal character that has been assigned to them.

Keywords: biblical geography, historical geography, Middle East, Palestine, Israel.

 

 

 

 

 

Anthony M. Sibaja-Solís

 

Complicidades de las geografías bíblicas

ante el conflicto entre Palestina e Israel

 

Introducción

 

Las interpretaciones y posicionamientos respecto del conflicto entre Palestina e Israel suelen hacer referencia a descripciones «geográficas» de los territorios en disputa, en las que se detallan sus características físicas y los límites, superposiciones y usurpaciones que denuncian unos y otros; necesariamente debe haber referencias a la configuración geográfica de los pueblos y de sus ideas, ya que han surgido en contextos espacio-temporales específicos. La Geografía tiene mucho qué decir sobre el particular, sobre todo la geografía política, cultural e histórica, pues tanto árabes como israelíes utilizan argumentos de índole geográfica para la defensa territorial. No obstante, la Geografía no solo puede explicar el conflicto, sino que, en diferentes contextos, algunas geografías han estado al servicio del conflicto mismo, ya fuera dándole inspiración o auge desde la complicidad. Especialmente las geografías bíblicas han aportado a los imaginarios que Occidente ha construido y consolidado sobre Medio Oriente.[1]

 

Hemos de anotar que las geografías bíblicas como forma de construcción de conocimiento geográfico tienen su origen en la idea y la práctica del cristianismo, en tanto versan sobre la localización y explicación de los lugares mencionados en la Biblia, obra que reúne textos del Antiguo y el Nuevo Testamento, base de todas las denominaciones cristianas. Así, las geografías bíblicas pensadas y escritas fuera de Medio Oriente son producciones occidentales acerca de territorios no occidentales interpretados desde el cristianismo como visión del mundo, mismas que se ocupan de reconstruir los períodos en que grupos étnicos han conferido simbolismos a la tierra que reclaman como propia. Si bien judíos y árabes encuentran significación histórica en el Pentateuco, no podemos decir que estos pueblos sean productores de geografías bíblicas puesto que unos y otros excluyen el Nuevo Testamento como revelación divina, y esta porción de las Escrituras forma parte, incuestionablemente, del objeto de estudio de la Geografía bíblica; sin embargo, ambos pueblos están incluidos en la narrativa por ella producida.

 

En occidente, la relación entre Geografía y religión tal como fue comprendida en el auge de las geografías bíblicas de los siglos XIX y XX, tomó fuerza en los siglos XVI y XVII con la producción cartográfica del avance del cristianismo en medio de la empresa expansiva de la fe, a modo de una «geografía eclesiástica», e interesada en identificar lugares del texto bíblico para determinar su ubicación como modo de verificación de las Sagradas Escrituras[2]. Si estas geografías han moldeado las ideas que el occidente de matriz cristiana ha tenido sobre Palestina/Israel, cabe preguntarse por los materiales difundidos para dar a conocer «Tierra Santa». ¿Quiénes, cuándo y desde dónde han producido geografías bíblicas, y con qué fines? Este artículo discute los contextos en que se han escrito las geografías bíblicas y las motivaciones de sus autores con el fin de cuestionar el carácter unívoco que se les ha asignado, para así entrever las complicidades en las que han incurrido desde mediados del siglo XIX y en lo que va del siglo XXI respecto al conflicto entre Palestina e Israel.

 

Hablaremos de «geografías bíblicas» en plural para reconocer que son diversas en contenido e intenciones, hijas de su época y del pensamiento de sus autores; anotaremos «Geografía» para hacer referencia a la disciplina académica, científica e institucionalizada que, aunque diversa hacia lo interno, ha sostenido debates epistemológicos y ontológicos respecto a un objeto de estudio particular. Iniciamos el análisis a mediados del siglo XIX para dilucidar las formas en que coadyuvaron al protosionismo que tomaría forma a inicios del siglo XX.

 

Contenidos, destinatarios e intenciones de las geografías bíblicas anteriores a 1948

 

Los mapas de la Figura 1 muestran dos ciudades en la misma localización geográfica: a la izquierda la antigua ciudad de Jerusalén a inicios del siglo I d.C., a la derecha la ciudad moderna de Jerusalén a mediados del siglo XIX con los barrios cristiano, armenio, judío, mahometano y moro, evidenciando con ello la multiculturalidad existente para entonces dentro de sus muros. Con estos mapas, montados sobre páginas contiguas, se introduce el texto An Historical Text Book and Atlas of Biblical Geography de Lyman Coleman, profesor de latín, hebreo y geografía bíblica del Lafayette College, publicado en 1855. Las geografías bíblicas, como veremos, sostendrán esta práctica: diferentes autores mostrarán territorios con 2000 años de diferencia a través de mapas contrapuestos para dar a la persona lectora un vistazo de la contemporaneidad de los sitios estudiados. El contraste cartográfico, en el caso del atlas de Coleman, es utilizado sin explicar gráficamente cómo el territorio mutó durante todo ese tiempo.

 

Figura 1

Contraposición de la antigua y la moderna ciudad de Jerusalén

en el Atlas de Lyman Coleman

 

Mapa

Descripción generada automáticamente

 

Fuente: An Historical Text Book and Atlas of Biblical Geography, 1855.[3]

 

La obra de Coleman es pedagógica en cuanto a las relaciones entre Historia y Geografía en la comprensión del texto bíblico. Explica que el geógrafo bíblico debe hacer un bosquejo de las escenas y circunstancias que conforman la narrativa de los eventos para ofrecer una imagen mucho más completa. La Geografía auxiliaría a la Historia como disciplina hermana, describiendo la ciudad o el país donde se registraron los eventos y representando las formas del relieve del paisaje circundante. Aquí la Geografía sería una guía para que la persona que lee la Biblia pueda revivir, junto con los actores de la narración inspirada, los hechos pasados:

 

Líbano y Carmel, Tabor, Hermón y Basán, el lago de Galilea y sus sinuosas orillas todavía están revestidos de todas las variadas bellezas que sostuvieron y llevaron la mirada de Jesús de Nazaret. Estos, contemplados en una vívida concepción mental, nos llevan de regreso a caminar con Jesús a la orilla silenciosa y solemne de ese lago, a tener comunión en espíritu con el dulce cantor de Israel y a conversar con Abraham, Isaac y Jacob en el campo de tiendas.[4]

 

En el texto de Coleman se salta del pasado remoto de Abraham, Isaac y Jacob al futuro eterno sin precisar qué hay en medio en ese gran espacio-tiempo que separa los tiempos bíblicos de la Nueva Jerusalén, la celestial; y parece que no importa. Las descripciones geográficas van del período antediluviano al tiempo de la cautividad y la restauración con que termina la historia del Antiguo Testamento, y en cuanto al Nuevo inicia con la vida de Cristo y finaliza con las siete iglesias del Apocalipsis. Se infiere que quien estudia Biblia solo debe conocer lo que eran aquellas tierras en preparación para lo que vendrá: la Geografía histórica posbíblica no parece tener relevancia en ese tránsito, muy a pesar de que la persona lectora pueda llegar a pensar que las cosas quedaron tal cual se describieron al final del atlas tras las visiones del apóstol Juan en Patmos.

 

Si el Atlas de Coleman es representativo de la Geografía bíblica de mediados del siglo XIX, la del escocés Matthew G. Easton lo es de sus postrimerías. En 1893 se publica la primera edición del Illustrated Bible Dictionary en Estados Unidos, y tras su muerte se reedita por tercera vez en Londres en 1897. Al igual que Coleman, Easton incluye en su obra dos mapas, uno de la antigua Jerusalén y otro de la moderna, sobre los cuales comenta:

 

Jerusalén es una ciudad de contrastes y difiere mucho de Damasco, no sólo porque es una ciudad de piedra en las montañas, mientras que ésta es una ciudad de barro en una llanura, sino porque mientras en Damasco la religión musulmana y las costumbres orientales no están mezcladas con ningún elemento extranjero, en Jerusalén toda forma de religión, toda nacionalidad de Oriente y Occidente, están representadas al mismo tiempo en el mismo espacio.[5]

 

A pesar de la referencia a la Jerusalén contemporánea que ha dado lugar a diferentes confesiones religiosas, la obra no comenta sobre la continuidad histórica del territorio Palestino más allá del sostenimiento de la división territorial bajo el Imperio Romano. Sobre Israel como nación sólo hay referencias a la caída del reino del norte bajo Asiria, cuando fue colonizada por tribus orientales en tiempos del Antiguo Testamento. Entre las pocas explicaciones que hace a la transformación territorial de Jerusalén, el ministro presbiteriano Easton, se refiere a la construcción del templo católico en el año 335 sobre el lugar donde Helena de Constantinopla identificó el Santo Sepulcro, así como menciones del dominio persa sobre Jerusalén entre los años 614 y 637 cuando fue tomada por los árabes bajo el califa Omar y la consiguiente sucesión egipcia, turca y musulmana:

 

En 1187 el sultán Saladino arrebató la ciudad a los cristianos. Desde ese momento hasta la actualidad, con pocos intervalos, Jerusalén ha quedado en manos de los musulmanes. Sin embargo, durante ese período ha sido una y otra vez tomada y retomada, demolida en gran parte y reconstruida; ninguna ciudad del mundo ha pasado por tantas vicisitudes.[6]

 

Nótese la sensación de impotencia del autor al indicar que Jerusalén fue arrebatada a los cristianos por los musulmanes, asumiendo a la ciudad como propiedad del credo religioso que él representa y para quienes escribe su Diccionario ilustrado. Las referencias a Jerusalén como territorio sufrido, pasado por diversas pruebas a manos de pueblos árabes, serán notorias en la mayoría de las obras posteriores. En oposición al contexto árido e imbricando de Jerusalén, en esta etapa de las geografías bíblicas contrastan a la ciudad con otras regiones de Tierra Santa. El Reverendo J.S. Riggs decía en 1894 de Galilea, en las tierras del norte: “Afortunado el viajero que no se ve obligado a entrar en Palestina por el norte y pasar de la gloria de Galilea a la rocosa esterilidad de Judea”.[7]

 

Dada la pequeña extensión de Jerusalén y su particularidad de ciudad santificada, es tratada como una unidad de análisis local, a diferencia de otros espacios que suelen ser abordados con perspectiva regional. Por ejemplo, para presentar las formas del relieve del norte de Palestina, Riggs refiere a tres áreas: las llanuras de Esdraelón, el distrito montañoso y el lago de Galilea. En consonancia con la tradición de las geografías bíblicas del siglo XIX, y como vimos en Coleman, las descripciones geomorfológicas se entrelazan con eventos de la historia bíblica, dando a la persona lectora la posibilidad de vivificar la topografía; a la vez que se comprende el sustrato rocoso y las condiciones climáticas que favorecen la producción agrícola, al espacio se le confiere un carácter religioso, siendo la descripción geográfica la vía para validarlo:

 

Debido a su carácter y posición, cada parte es rica en asociaciones históricas. Allí, casi frente a nosotros, donde las colinas de Nazaret se acercan al Carmelo, estaba el campamento de Sísara junto al paso de Cisón (...) Con el mayor interés uno llega a esta parte de la tierra y del lago, porque aquí el Señor pasó, si contamos todo su ministerio, tres años y medio, dos de estos años trascendentales haciendo de Capernaum «su propia ciudad» haciendo muchos milagros tanto en Betsaida como en Corazín.[8]

 

El interés por relacionar sitios históricos con personas del relato bíblico continúa a inicios del siglo XX. De ello dan cuenta los esfuerzos del militar británico, coronel Claude Reignier Conder, quien en 1905 procuraba localizar Saretán, sitio mencionado en Josué 3:16, así como otros lugares, guiándose a través de la Biblia, la lingüística, las evidencias arqueológicas de su época y correlaciones espaciales a partir de ubicaciones relativas respecto de sitios previamente identificados. Conder también escribió sobre el emplazamiento y la temporalidad de la batalla de Gabaón de Josué capítulo 10 para explicar la oscuridad que cubrió esa tierra en el suceso.[9] Con esfuerzos como los mencionados, los autores de las geografías bíblicas querían demostrar la exactitud del relato bíblico, verificando que es veraz y confiable; estamos ante la Geografía al servicio de la validación de la fe cristiana, moldeando así las imágenes que Occidente tenía sobre Medio Oriente. En los reportes del coronel Conder son nulas las explicaciones sobre la situación contemporánea de estos espacios, anulando la continuidad histórica, privilegiando la imagen que estos sitios tenían en el Antiguo Testamento.

 

Una última referencia a obras anteriores a 1948 para completar el panorama. El reconocido geógrafo estadounidense Ellsworth Huntington, quien llegara a presidir la Asociación Americana de Geógrafos, comentó el trabajo de Charles Foster Kent, Biblical Geography and History publicada en 1911, en el boletín de la Asociación, resaltando el interés geográfico del texto escrito, no por un geógrafo, sino por un profesor de literatura bíblica. Huntington destaca de Kent el detalle del dónde ocurrieron eventos del texto bíblico al identificar sitios y rutas migratorias, rutas de colonización e invasión, así como relaciones entre batallas del Antiguo Testamento y la topografía en que tuvieron lugar. Anota sobre el texto: “No está diseñado para ilustrar principios geográficos o explicar nuevos hallazgos. Es principalmente un libro de referencia para el estudiante bíblico que desea obtener información sobre eventos particulares”.[10] Huntington resume en esta descripción la finalidad de las geografías bíblicas de la época.

 

A este punto es revelador preguntarnos por los autores y los destinatarios de estos atlas y diccionarios. El mismo Ellsworth Huntington nos da pistas; no todos fueron escritos por especialistas en Geografía, sino que “Periodistas, estadistas, teólogos, militares y hombres de diversas profesiones escriben libros sobre geografía y a menudo consiguen producir trabajos de auténtico valor. En la etapa actual de su ciencia, el geógrafo acoge con agrado esos volúmenes, pero lamenta que casi con toda seguridad sean en gran medida empíricos”[11]. La geógrafa Ellen Churchill Semple destacaría, en consonancia con Huntington, la investigación geográfica de un ingeniero sobre Génesis.[12] Las relaciones geográficas del siglo XIX e inicios del siglo XX fueron producidas por no-geógrafos con intenciones claras, enunciadas en las obras mismas.

 

Son sistematizaciones no de científicos, sino personas de confesión cristiana dedicadas a la descripción de espacios a los que llenan de simbolismo espiritual. Estos autores vierten en el papel los valores que atribuyen a las tierras por ellos recorridas. El Reverendo Riggs es ejemplo de ello: un profesor que tras su visita a Palestina validaría las clases de Geografía bíblica que daría a sus estudiantes; alguien que no reparó en aportar juicios de valor sin mayor trasfondo explicativo de la transformación del espacio:

 

Cuando nos referimos al contraste entre la apariencia actual del lago y la de los días de Cristo, teníamos en mente especialmente la vida y el ahorro que en ese momento eran evidentes en todas partes. Tiberíades, con su miserable pobreza, y el miserable Mejdel (Magdala) son ahora los únicos lugares de habitación humana, y uno no tiene ningún deseo de detenerse en ninguno de ellos. Tuvimos dificultades para conseguir un solo barco que nos llevara a Cafarnaúm. La plaga de los turcos está sobre esta bella región.[13]

 

Nótese el reportaje de una autoridad eclesial al servicio de la educación, presentando datos empíricos que, atravesados por su apreciación personal, adjetivan espacios como «miserables» y a grupos humanos como «plagas» en la tierra que, en sí misma, es valiosa, «bella». Llama la atención el tipo de conocimiento que estos hombres produjeron, sobre todo cuando definen el público meta de sus escritos. Lyman Coleman expone:

 

El autor ofrece esta obra al público con la esperanza de que resulte digna de ocupar un lugar en la mesa de todos los estudiantes de la Biblia, y particularmente de aquellos que se dedican a la instrucción religiosa de los jóvenes en las escuelas sabáticas, y ser útil como un libro de referencia conveniente y confiable sobre todos los temas bíblicos.[14]

 

Las geografías bíblicas están hechas para la comunidad cristiana de Occidente. Coleman sugiere que padres, instructores y superintendentes usen su material para “ayudar a los jóvenes en la adquisición del conocimiento que es más importante para ellos: el conocimiento que puede hacerlos sabios para la vida eterna”.[15] Es decir, la comprensión situada que estos autores tenían respecto de las tierras bíblicas era objetivada por medio de su publicación y enseñanza universitaria, de modo que llegaría al seno familiar y a la comunidad de creyentes como saberes aprobados por autoridades de fe, tanto católicas como protestantes. Así, Kent recomienda el Bibelatlas in 20 Haupt-und-28 Nebenkarten de Von Hermann Guthe publicado en alemán en 1911: “Este atlas compendioso y cuidadosamente preparado está adaptado a las necesidades de los estudiantes de historia y teología”.[16]

 

De los textos analizados el de Coleman es el que muestra más abiertamente las intenciones pedagógicas que la época confería a la Geografía en el cristianismo. Preocupado por el desconocimiento generalizado en conversaciones cotidianas entre creyentes, y aún entre predicadores de las Escrituras, dice: “Pero las ciudades y los lugares de la historia de las Escrituras aparecen ante nosotros sin leerlos, en conversaciones y en las instrucciones del púlpito, todos los días de nuestra vida, desde la niñez hasta la vejez, mientras vivimos en profunda ignorancia de ellos”.[17] Para contrarrestar el desconocimiento, invita a usar su atlas con espíritu instructivo:

 

trace en gráficos y mapas las escenas cambiantes de la narración y lo que antes era insípido e inútil se volverá, como el lienzo expresivo y el mármol parlante, lleno de vida y espíritu (...) paisajes de Belén, de Nazaret, de Capernaum, de Jerusalén, del Monte de los Olivos o del oscuro Getsemaní, localidades y escenas alrededor de las cuales se agrupan las asociaciones más sagradas del cristiano.[18]

 

Indudablemente la Geografía bíblica hasta inicios el primer cuarto del siglo XX imbuía al cristiano en épocas pasadas, muchas veces ajenas de presente. Son mínimas o nulas las referencias a la geografía histórica posbíblica. No se mencionan la reinstauración del imperio bizantino en el año 630; la conquista árabe de Jerusalén en 639 y el dominio del Islam en Palestina entre 636 y 1099; la conquista de los francos en el 1099; el dominio turco; ni la llegada de judíos a Palestina, huyendo de los progroms rusos y rumanos a finales del siglo XIX.

 

Así se irían perfilando las ideas de cristianos de Occidente sobre lo que en 1948 se empezaría a re-conocer y re-clamar en sus comunidades de fe como Israel. Comprender las tierras bíblicas del mundo antediluviano y hasta los viajes del apóstol Pablo a inicios del siglo I, saltando en el tiempo a mapas de la moderna Jerusalén, sentaría las bases de la imaginación cristiana sobre Palestina como un territorio que no había dejado de ser judeocristiano.

 

Las geografías bíblicas después de 1948

 

Desde finales del siglo XIX el proto-sionismo en Europa proyectaba sus ideales hacia Palestina, procurando territorializar el nacionalismo en construcción a partir de sucesivas migraciones o aliá.[19] La progresiva ocupación de personas judías sobre territorios habitados entonces por poblaciones arabo-palestinas, ocurrió bajo la complicidad de las geografías bíblicas de autores estadounidenses, ingleses y alemanes, quienes no desarrollaron este componente geográfico en sus tratados. Claro está, cuando en 1937 la Comisión Peel recomienda la partición de Palestina y en 1948 Israel declara la independencia dando paso a la guerra árabe-israelí, a la luz de las geografías bíblicas parece que estaba ocurriendo lo que debía ocurrir: si la exposición que hacían estas obras acerca de paisajes y territorios narrados en la Biblia terminaba en el siglo I sin mayor continuidad histórica hasta el siglo XX, era lógico asumir que esas tierras, imaginariamente, seguirían perteneciendo al pueblo judío (máxime si recordamos los epítetos dados a las poblaciones árabes en las descripciones geográficas de la época).

 

Cabe preguntarse por el perfil de las geografías bíblicas posteriores a 1948 y anteriores a 1967, dada la Guerra de los Seis Días, para entrever los contenidos y propósitos de estas geografías a partir de tres casos concretos. Primero, en 1951 el sacerdote y palestinólogo español Andrés Fernández Truyols publica Geografía Bíblica (el país de Jesús). Continuando con la tradición de presentar primero la geografía física, incluye aspectos de las formas de relieve, fuentes de agua y formas de vida, para luego explicar la organización territorial de la Palestina de los tiempos bíblicos y hasta el siglo V, enfatizando en sitios sagrados del cristianismo establecidos como tales en los primeros 500 años de la iglesia cristiana (la Iglesia del Santo Sepulcro, Basílica de la Natividad, la Basílica de Getsemaní, entre otros).

 

Para ello, necesariamente Fernández Truyols superpone el uso de espacios bíblicos, la construcción simbólica posbíblica bizantina sobre esos espacios, y los espacios contemporáneos a quienes lean sus trabajos, a modo de un reclamo de lo que actualmente deberían ser estos sitios: espacios del cristianismo en Tierra Santa. Entre las pocas referencias que hace a procesos geográficos recientes, habla de la colonización del Neguev a mediados del siglo XX,[20] pero en la mayor parte del libro invita a la persona lectora a revivir en el espacio geográfico eventos pretéritos.

 

Cinco años después, el también sacerdote Robert North, estadounidense, publicó un estado de la cuestión relativo a la Geografía de Israel. Esta nomenclatura es propia de la coyuntura; lo que hasta entonces se había denominado «Geografía bíblica», o «Geografía de Palestina» en alusión al nombre del territorio en tiempos del Imperio Romano, ahora circula entre algunos eruditos con el nombre del recién creado país. Refiriéndose a trabajos hechos por franciscanos dice: “En ellos tenía la seguridad no sólo de una investigación incansable y fiable (...) sino también la ayuda especial, de las contribuciones y de la crítica que sólo el Studium Biblicum de una fraternidad tan antigua y tan sólidamente arraigada en Tierra Santa podría ofrecer a sus portavoces”.[21] Una vez más, estas geografías llevadas a cabo por autoridades eclesiásticas apoyan su solidez y veracidad en los méritos de sus escritores en tanto pertenecientes a una confesión religiosa, no con base en el pensamiento de la disciplina geográfica de la época.

 

En 1967 se publica la traducción al inglés de The Land of the Bible, a Historical Geography, obra del arqueólogo germano-israelí Yohanan Aharoni, originalmente escrita en hebreo. Aharoni representa la academia israelí de la Universidad de Tel Aviv fundada en 1956. Emigrado de la Alemania nazi, fue promotor de los kibbut,[22] organización territorial en el proceso de ocupación israelí en Palestina. Es una nueva forma de hacer Geografía bíblica, ahora desde el pensamiento propiamente israelí lo cual da otro rigor de legitimidad a la producción de conocimiento. Podemos notar que, antes de que en 1967 tras la Guerra de los Seis Días Jerusalén fuera reunificada bajo soberanía israelí y declarada «Capital eterna»,[23] ya circulaban y se reproducían discursos sobre Israel como contenedor de historia sacra, con el nombre propio «Geografía de Israel» sin depender de la denominación palestina, y con pensadores nacionalistas-nacionalizados.

 

Si bien hasta el momento las geografías bíblicas seguían pretensiones objetivas sobre la base física y humana de los territorios en cuestión y no profundizaban en el conflicto político-territorial, en las décadas por venir se empezaría a crear alguna consciencia sobre la necesidad de hablar de la historia reciente de Palestina/Israel. El teólogo evangélico estadounidense Ferrell Jenkins, en el prefacio de La Historia y Geografía de la narración bíblica, un manual de estudio (de Bob y Sandra Waldron) contempla que el espacio muta y por tanto es contraproducente concebir la geografía bíblica como invariable:

 

la tierra ha cambiado en algún grado; esto fue verdad dentro de los varios períodos bíblicos. Una montaña pudo estar densamente arbolada en un tiempo, pero no así en otro. Las situaciones culturales e históricas de los tiempos bíblicos nunca pueden ser duplicadas completamente (...) Es importante que cada estudiante de la Biblia gane información acerca de la historia y geografía de la Biblia.[24]

 

A pesar de que el matrimonio Waldron no hace referencia a la historia de Palestina/Israel en el siglo XX, al final del manual reflexionan sobre la doble posición que los israelitas han tenido en la historia como conquistadores y conquistados, entendiendo las relaciones de poder en que han incurrido, y lo consideran como parte del designio divino:

 

Finalmente, Dios rechazó a Israel como nación y Roma desalojó completamente a los judíos de la tierra. Siglos pasaron en los que la tierra fue habitada por los árabes. En la primera parte de este siglo [XX], los judíos se trasladaron a Palestina de todas partes del mundo. Con dinero, proporcionado por los judíos ricos, compraron tierra y arrancaron a los árabes de los campos en que habían vivido por generaciones. Más tarde los judíos pelearon y tomaron posesión del resto de su actual país (...) Los judíos modernos en Israel mantienen su tierra por los mismos medios que los Estados Unidos mantienen su territorio. Tomamos nuestra tierra de los moradores (indios) que estaban aquí antes que nosotros (...) Los israelitas mantendrán su control mientras sean lo bastante fuertes militarmente para mantenerla. Dios no intervendrá para ayudarles. Los israelitas no tienen el reclamo bíblico de la tierra hoy día. Si apelan a la historia, los descendientes de los cananeos tienen un reclamo superior.[25]

 

Si las geografías bíblicas de finales del siglo XIX e inicios del XX postularon tierras ocupadas por ajenos y entraron en complicidad con el establecimiento de Israel en Palestina, la visión de los Waldron, también cristiana, es distinta: cuestionan los reclamos de la nación judía por las tierras que perdieron dado su desprecio por Jesús, El Mesías (tierras legítimamente ocupadas por árabes durante siglos, en términos de legitimidad divina), escriben: “Pero recuerde, la tierra misma ya no es sagrada. El pueblo escogido de Dios hoy día vive por todo el mundo donde quiera que los cristianos puedan ser encontrados”.[26] Ninguna tierra es santa en sí misma, sino que es santificada por las personas creyentes, no por la condición nacional de ser judío. Esta postura muestra la diversidad de criterios de la comunidad cristiana respecto a la ocupación militar que ha generado tensiones en Medio Oriente.

 

Otro quiebre de pensamiento se encuentra en el libro Introducción al estudio de la Biblia 1. La Biblia en su entorno, nacido en el Instituto San Jerónimo para la Investigación Bíblica. Alegando insatisfacción ante la literatura existente, la cual no recogía los hallazgos de los últimos 125 años sobre el contexto de la narración bíblica, el texto procura reunir información científica y de relevancia teológica en armonía con la «Divina Revelación del Concilio Vaticano II», definiendo los tópicos relacionados con el ambiente y la historia como positivos, en términos de la información cuantificable y objetiva, frente a los de interés teológico-interpretativo.

 

Luego de explicar las condiciones topográficas, climatológicas, biogeográficas y geológicas de la cuenca del Jordán y de las regiones cisjordana y transjordana, el texto comenta la situación de Cisjordania con mucha más claridad respecto de las descripciones geográficas de la primera mitad del siglo XX: “En la actualidad la Cisjordania está ocupada por el Estado de Israel, fundado en 1948. Sus fronteras son el resultado de la guerra árabe-israelí y del consiguiente armisticio de 1949”.[27] Aunque tímida, es una politización de la geografía palestina, posicionamiento similar al de Tidwell y Pierson en La Geografía Bíblica de 2003:

 

En mayo de 1948, el gobierno inglés sobre Palestina terminó, y los sionistas de Palestina proclamaron el nuevo estado de Israel. En ese mismo día, el 14 de mayo de 1948, los estados árabes de Egipto, Irak, Jordania, Líbano, Siria y Arabia Saudita se unieron en un ataque contra Israel, que terminó en un desastre para los árabes. En enero de 1949 fue pactado un armisticio, pero la paz no vino con él.[28]

 

Más allá de esta nota aclaratoria no se da mayor información, y la narración continúa con datos de corte positivista. Tidwell y Pierson utilizan el adverbio temporal “actualmente” para que su público meta se informe sobre el presente de los sitios históricos que describen, sin embargo, las notas carecen de la problematización geohistórica que podría explicar las transformaciones que han sucedido en veintiún siglos. Por ejemplo, sobre «Belén» apuntan: “Se piensa que tiene más de 4.000 años de edad y fue llamado Efrata, actualmente se conoce como Ephrat, pero los árabes la llaman Beit Sahm, que quiere decir «casa de pan»”.[29] Nótese el pero como la contrapropuesta árabe. Quien revise esta obra se informará de las posiciones de los autores respecto a los arabopalestinos con expresiones como “la hostilidad de los árabes”, “el problema de establecer a miles de árabes refugiados” y “la actitud de los árabes que se niegan a reconocer el territorio de Israel, el nuevo estado, ganado por su reciente victoria militar”. Instruyendo sobre la Guerra de los Seis Días, explican: “En junio de 1967 las naciones árabes se levantaron otra vez contra Israel para destruirla completamente. Pero Israel en una guerra de seis días venció a sus enemigos (...) Israel no quiere ceder nada del terreno que tomó, especialmente la parte de Jerusalén”.[30]

 

Si los árabes eran ignorados en las geografías bíblicas de inicios del siglo XX, en el siglo XXI parece imposible disertar sobre Palestina/Israel sin aludirlos. El conflicto pasa a ser parte constituyente de la narrativa. Olivier Artus, profesor del Instituto Católico de París y miembro de la Pontificia Comisión Bíblica publica en 2002 Geographie de la Bible, reeditada en 2012; en el prefacio se comenta sobre Tierra Santa:

 

A partir de su situación de corredor obligado entre África y Asia, [los geógrafos] nos muestran que su historia apenas podía permanecer tranquila durante mucho tiempo. Aquí, más que en cualquier otro lugar, la historia y la geografía son inseparables, y el destino de un pueblo depende fuertemente de la tierra que habita. Por eso la lectura de los relatos bíblicos supone frecuentemente tener un mapa ante los ojos.[31]

 

Se explica la permanente condición de conflicto debido a una ubicación comprometedora, para concluir que “Israel siempre ha sido tributaria de la historia de las grandes potencias que le rodeaban”. Ante la historicidad de las relaciones de poder en el área de estudio, Artus reflexiona sobre la toponimia utilizada:

 

Un buen número de publicaciones científicas utiliza el término «Palestina» para designar el conjunto de tierras bíblicas (...) Esta costumbre permanece en muchos libros más recientes (...) sin ninguna intención política. Las resoluciones internacionales de la ONU invitan hoy a usar el término «Israel» para designar los territorios situados en el interior de las fronteras de 1967, y el término «Palestina» para denominar la Cisjordania administrada hasta esa fecha por Jordania, así como la franja de Gaza, administrada hasta aquella fecha por Egipto.[32]

 

Aclaraciones como esta no eran de uso común en el siglo XX; con ello Olivier Artus enmarca la producción de conocimiento geográfico dentro de la geopolítica internacional, no sin antes separarse de la tradicional Geografía bíblica para posicionarse desde una «Geografía de la Biblia», más cercana a la ciencia geográfica, pretendida más rigurosa, menos confesional, más neutra.

 

Un tono similar toma la obra del geógrafo, cartógrafo y erudito del Antiguo Testamento, Barry Beitzel, en el Atlas Bíblico de Tyndale, publicado por primera vez en 2009 como The New Moody Atlas of the Bible. Consciente del conflicto histórico que agrede a las poblaciones de las tierras en cuestión, Beitzel precisa hacer aclaraciones antes de mostrarnos los primeros mapas del atlas:

 

Dado el clima de la política contemporánea del Medio Oriente, al geógrafo bíblico le llega a ser casi imposible emplear ciertas palabras -p. ej., Israel/Palestina, Jordania/Transjordania, Cisjordania/Samaria-Judea, golfo de Aqaba/golfo de Elat, golfo Pérsico/golfo Arábigo e incluso Armenia o Siria, etc.- sin generar la impresión de que se está haciendo cierta afirmación política o que se está respaldando determinada ideología nacionalista o religiosa (...) quiero afirmar de entrada de la manera más clara y franca que puedo a mis lectores, -ya sean cristianos, judíos o musulmanes- que mi agenda es puramente histórica, y que cuando utilizo estos u otros términos semejantes, incluso en un contexto posbíblico o moderno, esto no debe ser interpretado como apoyo a ninguna convicción eclesiástica ni política contemporánea particular.[33]

 

Con el mismo fin de no posicionarse, pero reconocer el conflicto, el 13 de la revista Reseña Bíblica utiliza otra estrategia a partir de la presentación del saber geográfico. En busca de una “geografía sin aduanas, sin vallas, sin concertinas, sin pasos fronterizos”, dice el director, Jaime Vázquez que tal número especial trata sobre “el país de la Biblia como un espacio sin fronteras (...) es mucho más que la geografía de la Biblia y que los límites fronterizos que enfrentan a los pueblos”.[34] Eliminando toda nomenclatura defiende que la Biblia es geográficamente universal. Desde esta perspectiva, hay un pronunciamiento ante la realidad:

 

la tierra prometida fue el escenario de incontables luchas y batallas (...) es un bien preciado y a la vez codiciado. Los escenarios bíblicos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, ponen de manifiesto la vulnerabilidad del suelo como escenario. Tierras deseadas, tierras asoladas, tierras ocupadas, tierras enfrentadas (...) sus denominaciones no dejan de ser objeto de discordia. Por desgracia, esas discordias siguen en nuestros días entre el actual Estado de Israel, la Autoridad Nacional Palestina (Cisjordania y Gaza) y los países vecinos. Podría parecer que los conflictos que genera la política geográfica son el cuento de nunca acabar si no fuera porque hay personas que siguen muriendo por estas diferencias y fronteras, y eso no tiene nada de cuento.[35]

 

A modo de conclusión: cuatro complicidades

 

Después de haber recorrido los caminos que han trazado las geografías bíblicas desde mediados del siglo XIX como antecedente del conflicto entre Palestina e Israel, y hasta lo que va del siglo XXI, podemos esbozar diferentes formas en que esta área del conocimiento ha moldeado mentalidades, institucionalizado acciones y formado criterios a diferentes niveles. Para ello, esbozo cuatro complicidades en las que ha incurrido, complicidades que operan en conjunto, paralelas, de modo que el orden es indiferente para el propósito.

 

a) Primera complicidad: las geografías bíblicas han seguido el camino de la Geografía en cuanto a sus aspiraciones de ciencia neutral y objetiva, invisibilizando las motivaciones de sus autores. Las corrientes empiristas y positivistas de la Geografía aún sostienen ideales de transparencia al examinar rasgos físicos, cuantificables y medibles desde el método científico y la exterioridad de la práctica científica.[36] Bajo esta idea, quienes se han dedicado a producir atlas y diccionarios de las geografías bíblicas, asumieron que su finalidad era únicamente instruir e informar; como hemos visto, la mayoría de los autores asume una posición poco crítica, presentando la realidad como dada, sin pronunciarse ante el conflicto, el cual parece les es ajeno. Esta pretendida objetividad es más común en tanto retrocedemos del siglo XXI al XIX, pero prevalece hasta nuestros días.

 

En realidad, las geografías bíblicas surgen de conocimientos situados. Son confesionales, con intereses políticos claros en cuanto a la formación de ideas en sus lectores. Quienes las han producido mayormente han sido hombres occidentales del Norte Global, pastores, sacerdotes, militares, profesores de cursos universitarios y de seminarios bíblicos. Aunque las geografías bíblicas (y la Geografía en general) han procurado imprimir en sus mapas la noción de veracidad y objetividad, han servido para la reproducción de ideas sobre el espacio, de modo que no son despolitizadas.

 

b) Segunda complicidad: las geografías bíblicas se han desarrollado aparte de la Geografía histórica y de las geografías de las religiones por sus marcados intereses confesionales, para sostener su narrativa y praxis cristiano-céntrica. Si bien la Geografía bíblica es un antecedente de la Geografía histórica moderna,[37] después de las discusiones epistemológicas dentro de la Geografía académica, cada una siguió sendas diferentes: la Geografía histórica amplió sus objetos de estudio en el primer cuarto del siglo XX, mas la Geografía bíblica no. Tampoco siguió el camino de la Geografía de las religiones, que entre los siglos XVI y XIX se interesó por la difusión del cristianismo, y viró al determinismo ambiental a inicios del siglo XX para luego posicionar al judeocristianismo como responsable de la degradación ambiental en las décadas de 1960-70. Mientras la Geografía de las religiones se redireccionó en los 90’s hacia las dimensiones política e identitaria de espacios sagrados, no exclusivamente cristianos,[38] las geografías bíblicas persisten en el objeto de estudio del siglo XIX, aunque sus métodos hayan cambiado.

 

Es decir, mientras una se laicizó, la otra no. Esto ha conducido a las geografías bíblicas a excluir interpretaciones geográficas desde otras visiones de mundo presentes en el relato bíblico: en los atlas bíblicos no encontramos las geografías que los pueblos árabes dibujaban sobre y alrededor de lo que se vino a llamar Tierra Prometida y después Tierra Santa; esto no ha sido posible porque, en últimas, las geografías bíblicas siguen siendo confesionales y cristiano-céntricas.

 

c) Tercera complicidad: las geografías bíblicas han historizado los tiempos narrados en la Biblia a la vez que han tendido a callar respecto a la geografía histórica posbíblica de los territorios en disputa, generando la noción de que Tierra Santa ha permanecido inmutable durante 2000 años. Al cerrar con mapas de los viajes de Pablo y/o la geografía de las siete iglesias del Apocalipsis y saltar a mencionar tensiones entre judeo-palestinos y arabo-palestinos, dejaron en el imaginario «campos blancos» para la ocupación, presentando a la persona árabe invasora de sitios sacralizados. El pretendido conocimiento objetivo sirvió a fines políticos, “admitiendo a la geografía bíblica como antecedente histórico de lo que fue racionalizado, tanto por sectores religiosos como seculares, como un retorno de un exilio de dos mil años a un territorio nacional que siempre fue judío (no obstante, las poblaciones que lo habitaron durante el lapso exílico)”.[39] Si muchas geografías se embelesan con el presente, ajenas de profundidad histórica, las geografías bíblicas han tendido a conformarse con el pasado.

 

d) Cuarta complicidad: dado su origen y su propósito cristiano, las geografías bíblicas han fortalecido el imaginario que desde Occidente construimos sobre Oriente Medio, sobre todo dentro de comunidades eclesiásticas en diferentes expresiones del cristianismo. Si las comunidades de fe cristiana tuvieron acceso a información geográfica sobre Palestina en los siglos XIX y XX, fue a través de obras como las aquí citadas; éstas han tenido la intensión ser utilizadas para formar al estudiante de la Biblia. A la vez que se presentan una Geografía política de Palestina anterior al siglo II d.C., dicen poco de la geopolítica actual; con tal información se despolitiza el conocimiento geográfico de sus lectores respecto de la situación de esas tierras en su propia época. El cristiano que únicamente accede a estas interpretaciones espaciales (narrativas, cartografías, fotografías) por estudio personal o por mensajes desde el púlpito, puede llegar a la conclusión de que las tierras en cuestión pertenecen sin lugar a duda al pueblo judío, pues en la narrativa de la mayoría de los atlas bíblicos éstos fueron sus últimos ocupantes, o que son para el resguardo de las reliquias del cristianismo; pero nunca para los arabo-palestinos.

 

Dadas estas complicidades, las geografías bíblicas tradicionales no son suficientes para explicar el conflicto actual; ante ellas, las geografías histórica, política y cultural están en mayor capacidad. Tales complicidades han dejado un halo de falsa continuidad de los reclamos de posesión territorial. Si las geografías bíblicas aspiran a ser propositivas al respecto, han de ser politizadas, y para ello, laicizadas independientemente de la fe de sus autoras y autores, para, sólo así, producir conocimiento geográfico consciente de las complejidades que introduce la diversidad cultural, más allá de lo que Occidente imagine.

 

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Anthony M. Sibaja-Solís, tiene una Licenciatura en Geografía por la Universidad de Costa Rica (San José, Costa Rica).

 

Contacto: anthony.sibaja@ucr.ac.cr

 

Artículo recibido: 1 de septiembre del 2024.

Artículo aprobado: 19 de noviembre del 2024.

 

 



[1] Emanuel Pfoh, “Imaginar a Medio Oriente desde Occidente. orientalismo, historiografía, geopolítica”, en Estudios sobre el Medio Oriente desde América Latina. Perspectivas desde el Sur, ed. Mariela Cuadro y Damián Setton (Buenos Aires: CLACSO-CIEL, 2020), 21.

[2] Derek Gregory et al., The Dictionary of Human Geography (Oxford: Wiley Blackwell, 2011).

[3] Lyman Coleman, An Historical Text Book and Atlas of Biblical Geography (Philadelphia: Presbyterian Board of Publication, 1855).

[4] Coleman.

[5] Matthew G. Easton, Illustrated Bible Dictionary (Londres: T. Nelson & Sons, 1897).

[6] Easton.

[7] J. S. Riggs, “Studies in Palestinian Geography”, The Biblical World 4, núm. 6 (1897): 421.

[8] Riggs, 423.

[9] Colonel C. R. Conder, “Notes on Bible Geography”, Palestine Exploration Quarterly 37, núm. 1 (1905): 69–74.

[10] Ellsworth Huntington, review of Biblical Geography and History by Charles Foster Kent, por Charles Foster Kent, Bulletin of the American Geographical Society 44, núm. 10 (1912): 782.

[11] Huntington, 781.

[12] Ellen Churchilll Semple, “A Geographical Interpretation of Early Biblical History”, ed. William Willcocks, Geographical Review 11, núm. 3 (1921): 456–57.

[13] Riggs, “Studies in Palestinian Geography”, 428.

[14] Coleman, An Historical Text Book and Atlas of Biblical Geography, 5.

[15] Coleman, 5.

[16] Charles F. Kent, “Bibelatlas in 20 Haupt- und 28 Nebenkarten vy Hermann Guthe”, Bulletin of the American Geographical Society 44, núm. 10 (1912): 782.

[17] Coleman, An Historical Text Book and Atlas of Biblical Geography, 5.

[18] Coleman, 3.

[19] Joan B. Culla, Breve historia del sionismo (Madrid: Alianza Editorial, 2009).

[20] Pablo Termes Ros, “Fernández Truyols, Andrés, S. I.: Geografía Bíblica”, Estudios Bíblicos 12, núm. 1 (1953): 90–91.

[21] Robert North, “Current Israel Geography”, Biblica 37, núm. 1 (1956): 82.

[22] Moshe Kochavi, “Professor Y. Aharoni 1919—1976 In Memoriam”, Tel Aviv. Journal of the Institute of Archaeology of Tel Aviv University 3, núm. 1 (el 1 de marzo de 1976): 1–4.

[23] Thomas A. Idinopulos, Jerusalén: historia de las más santa de las ciudades, vista a través de las luchas de judíos, cristianos y musulmanes (Santiago: Andres Bello, 1996).

[24] Bob Waldron y Sandra Waldron, La Historia y Geografía de la narración bíblica, un manual de estudio, trad. Jaime Restrepo M. (Colombia: El Ancla del Evangelio, 2000), iii, prefacio de Ferrell Jenkis.

[25] Waldron y Waldron, 206.

[26] Waldron y Waldron, 206.

[27] Joaquín González Echegaray et al., La Biblia en su entorno, Introduccion al estudio de la Biblia 1 (Estella, Navarra: Editorial Verbo Divino, 1990).

[28] J. B. Tidwell, La Geografia Biblica, trad. Carlos C. Pierson (Texas: Mundo Hispano, 2003), 46.

[29] Tidwell, 95.

[30] Tidwell, 45s.

[31] Oliver Artus, Geografía de la Biblia, trad. Pedro Barrado y Ma. del Plilar Salas, Cuadernos Bíblicos 122 (Estella, Navarra: Verbo Divino, 2005), 4, prefacio de Philippe Gruson.

[32] Artus, 6.

[33] Barry J. Beitzel, Atlas bíblico de Tyndale (Illinois: Tyndale House Publishers, 2017), xi.

[34] Jaime Vázquez Allegue, “La tierra de la Biblia”, Reseña bíblica, núm. 103 (2019): 5.

[35] Vázquez Allegue.

[36] Efraín León, Geografía crítica. Teoria social y geopolítica (Ciudad de México: Editorial Itaca, 2016).

[37] Gregory et al., The Dictionary of Human Geography.

[38] Jean-Bernard Racine y Olivier Walther, “Geografía de las religiones”, en Tratado de geografía humana, ed. Daniel Hiernaux-Nicolas y Alicia Lindón Villoria (Barcelona: Anthropos, 2006), 481–505.

[39] Pfoh, “Imaginar a Medio Oriente desde Occidente. orientalismo, historiografía, geopolítica”, 22.