Vida  y

Pensamiento

Revista Teológica de la Universidad Bíblica Latinoamericana

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Volumen 39 Número 2  -  Julio/Diciembre 2019  -  San José, Costa Rica  -  ISSN 1019-6366

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La teología de la prosperidad:

¿ganar con Dios?

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La llamada “Teología de la Prosperidad”:

un análisis teológico introductorio y crítico

Leopoldo Cervantes-Ortiz

 pp. 175-210

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Resumen: Las reformas religiosas del siglo XVI han sido la justificación de una serie de procesos eclesiales y teológicos que se han desarrollado desde entonces en América Latina. Dicha presencia tuvo que afrontar una serie de conflictos para hacerse más visible y constituirse en un factor real de peso en los siglos pasados. Es preciso replantearse su papel en las iglesias y sociedades del siglo XXI.

Abstract: The religious reforms of the 16th century have been the justification for a series of ecclesial and theological processes that have developed since then in Latin America. This presence had to face a series of conflicts to become more visible and become a real factor of weight in the past centuries. Its role in the churches and societies of the 21st century needs to be reconsidered.

Palabras claves: reformas, colonialismo, misión, procesos sociales, iglesias.

Key Words: reforms, colonialism, mission, social processes, churches.

 

 

 


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Leopoldo Cervantes-Ortiz

La llamada “Teología de la Prosperidad”:

un análisis teológico introductorio y crítico

Introducción

La preocupación que producen las llamadas “teologías de la prosperidad”, dentro y fuera de América Latina, es la razón de ser de este ensayo, en el que, sin olvidar la realidad creciente del pluralismo religioso en los diversos países y regiones, que propicia la convivencia de posturas teológicas y religiosas, incluso contradictorias, al interior de las diversas comunidades cristianas, se discute el impacto de este fenómeno ideológico para caracterizarlo como parte de una plataforma de vida y acción para muchas de ellas, particularmente las conocidas como neo-pentecostales.[1] Además, la preocupación crece exponencialmente debido a la enorme presencia mediática que alcanzan quienes promueven estas creencias y las hacen llegar a amplios espacios no siempre familiarizados con sus principios y orígenes. Esta convivencia ha sido destacada por algunos estudiosos del pluralismo religioso, como Pablo Suess:

El pluralismo religioso va acompañado por prácticas y reflexiones sobre lo plural. […] El mismo cristianismo y/o el catolicismo se volvieron fenómenos plurales. En ellos conviven, bajo el techo de la misma fe, prácticas premodernas y coloniales con prácticas y teologías que asumieron los presupuestos político-filosóficos de la modernidad o de la posmodernidad. Con teologías de la liberación coexisten, muchas veces en la misma Iglesia, teologías de la prosperidad, unas apelando al sujeto adulto del pobre, y otras tutelando a los mismos pobres con la providencia divina.[2]

Estamos, es verdad, ante una “economía religiosa no regulada” en la que los límites de muchas ideas y prácticas son ya difusos y difíciles de distinguir. La escasa conexión de los movimientos neopentecostales, entre los que florecen las ideas de la prosperidad, con el pentecostalismo clásico tiene más que ver con lo que señala Jean-Pierre Bastian:

“En continuidad con la religión popular barroca, los convertidos buscan el milagro que les proponen los dirigentes dotados de carisma para poder resolver sus problemas financieros, afectivos o de salud. […] Así, ambas animan a estos sectores hacia un mayor bienestar económico y afectivo. […] Sin embargo, está lejos de la relación de afinidad entre ética religiosa y espíritu de capitalismo que defendió Weber en otros contextos”.[3]

Por su parte, y refiriéndose a América Central, Heinrich Wilhelm Schäfer observa las variaciones de matices en las mentalidades y los comportamientos de las llamadas “megaiglesias” sobre este punto en concreto:

La tensión entre pretensión y precariedad se impuso como tema central especialmente de las iglesias neo-pentecostales de clase media. […] La promesa religiosa de prosperidad responde a la pretensión de ascenso social; y la oferta de estrategias morales y sociales (diligencia, austeridad, fidelidad, disciplina, etcétera) tiene como objeto la inclusión efectiva de los creyentes en un mundo laboral profesionalizado y, sobre todo, la estabilidad de la familia nuclear como instrumento principal de la inclusión privada, eclesial y social.[4]

La teología de la prosperidad, como tal, es un constructo ideológico-religioso aceptado sin mucha discusión en estas comunidades por causa de su aparente origen bíblico y por la forma en que ha procesado las enseñanzas tradicionalmente asociadas al dinero y las riquezas. Ari Pedro Oro ha explicado cómo fue planteada, desde fuera de América Latina, a fin de imponerla como un conjunto doctrinal relacionado con el proyecto divino de hacer ricas a personas tradicionalmente pobres en un contexto muy distinto en el marco del conflicto espiritual cósmico que influye directamente en la existencia de la pobreza sistémica. En ese contexto ha sido posible instalarla como vía de superación de las limitaciones económicas ancestrales, puesto que

sostiene que Dios creó a sus hijos para ser felices y prósperos; por tanto, la “pobreza es obra de Satanás”. Es decir, los que temen a Dios tienen el derecho de obtener la felicidad integral aquí en este mundo. La pobreza, enaltecida en la tradición católica, no forma parte de los designios divinos. Al contrario, Dios desea distribuir riqueza, salud y felicidad a sus hijos. Quiere que sean “cabeza” y no “cola”, “patrón” y no “empleado”. […] De hecho, según esta teología, la fe constituye la garantía de la prosperidad terrena. Pero, a su vez, requiere traducirse en acción, en otras palabras, en donación, en ofertas financieras que serán colmadamente retribuidas por Dios.[5]

El “espíritu del éxito”, en términos económicos, permea la vida de estos grupos religiosos que sienten que han “exportado” su ímpetu o su gran descubrimiento hacia otros espacios. Según Pablo Semán, la teología de la prosperidad consiste en “un conjunto de proposiciones dogmáticas, rituales y eclesiológicas en las que se afirma una relación entre la comunión con Dios y el bienestar material”,[6] algo que no siempre se afirmó en el ambiente protestante histórico o tradicional. Sin embargo, el mismo autor plantea que dicha teología ya no puede asociarse a un tipo “neo-pentecostal”, caracterizado por ciertos elementos básicos (guerra espiritual, teología de la prosperidad y flexibilización de usos y costumbres), debido a que todo el campo religioso evangélico está influido por estas prácticas. Esto último lleva a comprender mejor esta teología como un elemento multifactorial que permite reelaborar la relación con las “bendiciones materiales”, es decir la posibilidad de acceder a la riqueza por derecho divino:

…el desarrollo de la Teología de la Prosperidad ya no puede entenderse como directamente dependiente de la expansión neopentecostal, como efecto del crecimiento de una variedad pentecostal o evangélica, sino como el despliegue de una formación de sentido que atraviesa al conjunto de las denominaciones pentecostales (y evangélicas en general). Este despliegue va determinando la reelaboración de una serie de concepciones que tienen que ver con la vida material y su inserción en el sistema de creencias reinante en el campo en que los grupos evangélicos y pentecostales construyen su identidad. Si este campo ya no puede pensarse en términos de neopentecostales y pentecostales clásicos es, entre otras cosas, porque la doctrina de la guerra espiritual o la Teología de la Prosperidad constituyen líneas de creación de homogeneidades y diferencias que no son congruentes con los tipos pentecostales diferenciados a lo largo de la evolución histórica. […] Lo que sucede con la Teología de la Prosperidad muestra que el mundo evangélico puede ser analizado mejor como una totalidad atravesada, formada y tensada por múltiples líneas de conflicto. Ellas determinan oposiciones, divisiones y confrontaciones específicas que no se asocian sistemáticamente, de forma tal que los partidarios de la Teología de la Prosperidad son siempre defensores de la guerra espiritual y, siempre, partidarios de flexibilizar las normas congregacionales.[7]

Por lo tanto, no deberían confundirse los impulsos comunitarios propios encaminados a la superación de la pobreza en las comunidades (que recuerdan de alguna manera lo que siempre se asoció con la ética protestante del ahorro y el trabajo), algo que casi siempre acontece, sino que ahora la vía para la mejoría económica no deja de pasar por el milagro, pero por la mediación de las ideas y la práctica de la prosperidad, que es lo radicalmente nuevo. Se mezclan así las prácticas tradicionales de apoyo solidario y se aderezan ahora con la “visión empresarial”:

No todas las Iglesias inculcan esa obligación [multiplicar los “talentos” recibidos], pero por lo general se ha encontrado que hay algunos factores que impulsan la prosperidad económica de quienes se afilian a las diversas religiones protestantes evangélicas, entre ellos: a) que algunas Iglesias, junto con la religión, inculcan el modo de vida norteamericano, b) la ayuda mutua entre conversos, c) el alejamiento de vicios como el alcoholismo, d) el ahorro que supone evitar los gastos de las fiestas religiosas tradicionales, y e) la responsabilidad que asumen los varones de ocuparse del bienestar de las familias.[8]

En el presente trabajo se abordarán algunos de los pasajes bíblicos utilizados para fundamentar la idea de la prosperidad obligada que deben experimentar los creyentes por ser hijos e hijas de Dios, a fin de plantear lecturas alternativas de los mismos que evidencien el uso que reciben en esa teología en particular. Con ello se considera, además, la necesidad de que las diversas comunidades cuenten con aproximaciones de ese tipo que sirvan como contraste de las impuestas por los discursos tan extendidos mediáticamente.

1. Antecedentes y contextos

—Les aseguro —respondió Jesús— que todo el que por mi causa y la del evangelio haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o terrenos, recibirá cien veces más ahora en este tiempo (casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y terrenos, aunque con persecuciones); y en la edad venidera, la vida eterna.

Marcos 10:29-30, NVI

Estas palabras de Jesús de Nazaret, recogidas por el primer autor que escribió un Evangelio, son utilizadas en algunas comunidades cristianas con el fin de estimular la fe en el sentido de buscar beneficios económicos como primera prioridad de la vida religiosa. Esto resulta explicable debido al grado de pobreza que aqueja a la mayor parte de la población en países como el nuestro. Semejante oferta de prosperidad no coincide, necesariamente, con la idea predominante en otros textos bíblicos que, como ya se ha visto, apunta, más bien, hacia un bienestar más amplio que incluye, efectivamente, una postura equilibrada para tratar con los bienes materiales.[9]

Jesús es muy claro al hablar, de manera amplia, de los beneficios de seguir u optar por su causa y mensaje, pero también de las complicaciones y riesgos que ello implica. En el mismo episodio, se refiere a las persecuciones, lo cual aparece como un reflejo de la experiencia de las comunidades cristianas del primer siglo, que enfrentaron la oposición, el rechazo y hasta el martirio por su fidelidad al mensaje de Jesucristo. Además, las palabras de Marcos proyectan la esperanza cristiana a un nivel escatológico, es decir, hacia el futuro glorioso que haría posible disfrutar de una vida plena (“eterna”), entendida como una dimensión de bienestar, justicia y armonía ligada a la comunión permanente con Dios gracias a la intermediación de Jesús.

El horizonte del Reino de Dios predicado por Jesús plantea una utopía social en la que es posible superar las desigualdades sociales y económicas gracias a la intervención del poder divino que es capaz de instaurar nuevas formas de relaciones humanas.[10] Esto pone en entredicho a los procesos económicos actuales, dominados por intereses que buscan el lucro a cualquier precio, pasando por encima de las más elementales cuestiones éticas o morales. En otras épocas, la ética que era resultado de la fe evangélica o protestante encaminaba a las personas hacia una vida de esfuerzo, trabajo y ahorro que, indudablemente, las conducía a mejores condiciones de vida. Sólo que, con el paso del tiempo, se ha transformado la mentalidad evangélica, la cual en gran medida se ha amoldado al ambiente y, al mismo tiempo, el empobrecimiento de grandes bloques de población ha hecho que se busquen soluciones teñidas de una religiosidad que no se analiza lo suficiente.

La llamada “teología” o el “evangelio de la prosperidad” surgió en un contexto dominado por la ansiedad de poblaciones enteras que ven cómo su situación económica no mejora con el paso de los años y que más bien se complica, debido, sobre todo, a las políticas de los gobiernos en turno. Cuando esta ansiedad se coloca en el plano religioso, las creencias tienden a ofrecer respuestas inmediatas a este tipo de exigencias. Ciertas iglesias o denominaciones, en su afán por atender la enorme necesidad humana, no dudan a la hora de interpretar las enseñanzas bíblicas de tal modo que éstas se conecten de manera directa con los problemas específicos. Esto no es malo en sí, pero lo verdaderamente problemático radica, por un lado, en que las prácticas derivadas de dicha lectura no coinciden con la orientación general de la Biblia y, por otro, se dejan llevar más bien por las tendencias de la época, además de que ponen todavía más en riesgo la estabilidad moral, psicológica y espiritual de las personas, cuando éstas esperan la retribución económica prometida y sufren una enorme decepción.

Existen diversas explicaciones acerca del surgimiento de esta corriente de pensamiento y acción. Algunas la relacionan con los nuevos desarrollos de los movimientos pentecostales, neo-pentecostales o carismáticos. Otras, señalan que sería algo así como el rostro religioso de la globalización en espacios religiosos adonde se manifiesta un cierto retorno a la magia, todo ello envuelto en el halo de lo que ahora se conoce como posmodernidad. Pero lo cierto es que, como escribe Martín Ocaña:

“…la teología de la prosperidad, por donde se la mire, refleja las propuestas de la economía de libre mercado y procura justificar bíblicamente el consumo caro y el goce terrenal de la vida. Goce curiosamente circunscrito a lo material. […] La teología de la prosperidad, en tanto teología fundamentalista, articula respuestas para todo. Responde preguntas, incluso, que nadie le ha hecho todavía, porque se trata en el fondo de una cosmovisión”.[11]

Esta “teología”

pone un énfasis desmedido en la prosperidad, entendida como riqueza material; y la presenta no sólo como una perspectiva desde la cual hay que interpretar toda la Biblia sino que convierte a la prosperidad en un canon para medir la fe, la espiritualidad, y la práctica de las leyes de prosperidad (siembra y cosecha, ciento por uno) tanto a nivel personal como a grupal. Así, si alguien no es rico sencillamente se debe a que carece de fe o tiene algún pecado. […] … es un intento de solucionar tanto una necesidad como una aspiración: la seguridad y la abundancia material. Para ello recurre a la Biblia, ofreciendo una salida que es tanto un abandono de la vieja ética protestante (trabajo, ahorro e inversión), como una mezcla con diversos rituales mágicos (la ley de siembra y cosecha).[12]

Semejante discurso, como ha señalado René Padilla, no se originó en América Latina sino en Estados Unidos, ligado a los nombres de algunos evangelistas y autores de libros como Kenneth Hagin, Benny Hinn, Pat Robertson, Kenneth Copeland y Nasir Saddiki, entre otros como parte de un movimiento de renovación carismática y neo-misionera que ha utilizado también la llamada “guerra espiritual”.[13] Arturo Piedra observa que el origen más antiguo de esta “teología” puede rastrearse desde los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial y en el “Movimiento de la Lluvia Tardía” de los años 40 y explica las diferencias que hay en el seno de la misma corriente, entre sus teóricos estadounidenses y coreanos.[14]

En México, entre los predicadores que enseñan la teología de la prosperidad, se encuentran varios pastores pentecostales, evangélicos y sobre todo, de la Iglesia Universal del Reino de Dios. En Chile, uno de los países con mayor población protestante en proporción en Sudamérica, los grupos que enseñan esta doctrina son movimientos muy conocidos (Vidavisión, Alejandro Martínez) y el grupo internacional Enlace TBN. En Guatemala, el rostro más visible ha sido el líder carismático Cash Luna.[15] En República Dominicana, uno de los predicadores más comprometidos con la teología de la prosperidad es el pastor Aquiles Azar y su ministerio Centro de Fe en la ciudad de Santo Domingo.

En Costa Rica, el Canal 23 de televisión ha sido fuertemente cuestionado (desde 2003) por sus programas y telemaratones debido a que es un misterio el destino del dinero obtenido mediante donaciones. En 2005, el pastor denunció que Jonás González, dueño del canal, se había enriquecido gracias a esos donativos y exhortó a los dirigentes evangélicos del país a manifestarse al respecto.[16] Incluso algunos políticos evangélicos mexicanos, como Hugo Éric Flores, están identificados con esta corriente.[17]

Esta manera de asumir la fe, resulta ser una oferta irresistible para quienes viven en condiciones económicas difíciles, especialmente porque reduce al mínimo el esfuerzo para superarlas y propone una práctica religiosa que pone en juego nuevas una comprensión de Dios, quien es visto como un empresario o un banquero, con quien es preciso asociarse para obtener el máximo de ganancias materiales. Un análisis desapasionado, pero comprometido de la situación actual, muestra cómo existen liderazgos religiosos empeñados en lucrar con la fe sin medir las consecuencias. Esto ha llevado a que algunas iglesias se asuman más bien como “empresas religiosas” transnacionales que no desean necesariamente formar comunidades de apoyo y solidaridad, arraigadas en los espacios sociales, sino únicamente ganar adeptos para fortalecer su estructura.[18]

2. Problemas y crítica

Y los levitas y los extranjeros celebrarán contigo todo lo bueno que el Señor tu Dios te ha dado a ti y a tu familia. Cuando ya hayas apartado la décima parte de todos tus productos del tercer año, que es el año del diezmo, se la darás al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, para que coman y se sacien en tus ciudades. Entonces le dirás al Señor tu Dios: “Ya he retirado de mi casa la porción consagrada a ti, y se la he dado al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, conforme a todo lo que tú me mandaste. No me he apartado de tus mandamientos ni los he olvidado”.

Deuteronomio 26.11-13, NVI

El Deuteronomio da testimonio de cómo el pueblo de Israel tuvo que aprender a manejar su relación con Dios y con los bienes materiales. El filtro religioso con que debía interpretar los frutos de su trabajo estuvo marcado por la preocupación divina hacia los menos favorecidos de la sociedad. De ahí la insistencia en no olvidar a los levitas (consagrados al servicio ritual), a los migrantes (exiliados por múltiples razones), y a los huérfanos y las viudas (marginados de la sociedad por la muerte de los hombres, algunos en las guerras).[19] Esta fórmula aparece en los mandamientos dirigidos a normar la conducta individual, familiar y social como parte de un proyecto igualitario. La entrega del diezmo a los necesitados fue una propuesta situada en el marco de la teología del pacto de Dios con el pueblo.[20] La línea profética es muy clara, sobre todo en la época posterior al exilio, cuando la sociedad hebrea había pasado el trago amargo de la monarquía y su injusticia social:

El pauperismo, endémico en Israel, había atraído la caritativa piedad del Deuteronomio y de los profetas. Amós se pronuncia en favor de los pobres (ani, anau) y de los desvalidos (dal) (Am 2, 6-7). Sofonías insiste, pero en un sentido distinto, de esas mismas palabras: además de expresar el fracaso, tienen también un sentido de invocación. Hay que hacerse ‘pobre’ ante Dios, lo mismo que se es pobre ante Asur. Esto consiste en eliminar toda forma de orgullo.[21]

“En la vida del cristiano debe estar Dios en primer lugar. En segundo lugar viene el dinero”. Con esta cita de un predicador colombiano, Alvin Góngora, inicia un análisis muy atento de la “teología de la prosperidad” que advierte acerca de la importancia de discutir el antiguo problema de la relación entre la fe y las riquezas materiales.[22] Agrega que, si bien en el Pentateuco se desarrolló una relativa simpatía hacia la prosperidad, ya desde la perspectiva profética, las leyes de justicia social interpelaban sobre todo a la gente próspera, no a los marginados del bienestar. Un problema dentro de este análisis consiste en percibir la prosperidad económica como señal de la aprobación de Dios.

Desde España, Manuel de León ha escrito acerca de la relación entre estas ideas sobre la prosperidad y la clásica interpretación de que el protestantismo (y en particular, el calvinismo) está en la raíz del progreso económico.[23] A esto se le ha denominado la ética protestante del trabajo o del capitalismo, basada, según el sociólogo Max Weber, en la creencia de que mediante el bienestar económico es posible asegurarse de la predestinación de Dios para la salvación. Otros autores, como Martín Ocaña y el brasileño Oneide Bobsin, consideran que esta ética, en la actualidad, ha sido abandonada por los promotores de la “teología de la prosperidad”, pues se trata, en general, de un retorno a los elementos mágicos que presiden mucho de su prédica y acción.[24]

Tal vez el ejemplo más contundente de esto sea la brasileña Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD), fundada por el obispo Edir Macedo (acusado en su país de lavar dinero proveniente del narcotráfico, evadir impuestos y lucrar con la fe, encarcelado durante 12 días en 1999), instalada en México desde 2001 y que, noche tras noche, en algunos canales de televisión abierta transmite el programa “Pare de sufrir”. Se sabe que esta iglesia (que en realidad entra más en el esquema mencionado de una “empresa religiosa transnacional”) enfrentó dificultades para obtener el registro de la Secretaría de Gobernación y que ha sido multada al menos en un par de ocasiones. En abril de 2005 se dio a conocer que recibieron sanciones económicas 35 de sus ministros.[25]

El sociólogo Leonildo Silveira Campos estudió esta iglesia en su libro Teatro, templo y mercado. Comunicación y marketing de los nuevos pentecostales en América Latina (Quito, Abya-Yala, 2001), en donde plantea que este movimiento más que una nueva iglesia, es una nueva religión porque ha sido diseñada como un modelo religioso integral conforme a las necesidades del mercado. Silveira analiza en profundidad a la IURD y observa que se ha convertido en un fenómeno empresarial religioso importante, que manifiesta el espíritu de la época. Silveira cita a Rubem Alves: “A mi modo de ver, no estamos delante de una manifestación religiosa que echa mano de métodos empresariales. Sugiero la dirección contraria: la mentalidad de empresa aquí comienza a producir bienes espirituales”.[26]

En la Semana Santa de 2006, el periódico La Jornada dedicó una amplia nota a la IURD, el cual documentó claramente su comportamiento en la búsqueda de recursos económicos a cambio de favores religiosos relacionados con la salud y el beneficio económico. El reportaje muestra los métodos que utilizan los dirigentes de la IURD, algunos de los cuales definitivamente se ubican en el espectro de la magia.

Con sutileza y auxiliado por sus grandes dotes de orador, el obispo Paulo Roberto, de la Iglesia Universal del Reino de Dios Oración Fuerte al Espíritu Santo, también conocida como Pare de Sufrir, consigue que los fieles poco a poco entreguen su dinero. Primero les hace comprar un libro de cánticos en 50 pesos, para que se integren a sus jornadas de oración. Luego les pide que cada uno de los que recibieron con anterioridad un sobre para diezmos, pasen a depositarlos en los sacos rojos que dos de sus auxiliares sostienen debajo del altar.

Después pide, “sin que nadie se sienta obligado, porque aquí a nada se les obliga”, que quien pueda dar mil pesos para pagar la transmisión del programa Habla que te escucho, que se transmite todos los días, a partir de la medianoche por el canal 4 de Televisa desde hace aproximadamente un año, lo haga a cambio de una biblia de bolsillo. Como nadie acepta, baja la oferta a 500. Pero tampoco consigue nada.[27]

La tendencia mágica (y más abiertamente mercantil) se ha agudizado con el tiempo, como se aprecia en otra nota periodística que reúne ejemplos de la oferta de sanidad y “liberación”.[28] Su propuesta es abierta y sin rodeos:

¿Quién puede decir que no quiere ser rico, camuflando en un discurso diciendo que lo que realmente interesa es tener paz, amor y salud? Como si fuera posible que alguien viviera apenas gozando de beneficios. ¿Es posible tener paz con cuentas a pagar? ¿No tener dinero para arreglar los dientes es tener completa salud? Y en el amor, el casado casa quiere. Pero, y ¿cuándo no hay dinero?

Todos los lunes se realiza la Conferencia Empresarial en la Sede Nacional de la Iglesia Universal del Reino de Dios. Esta reunión tiene por objetivo clamar a Dios a favor de la vida económica de todos cuantos allí comparecen. Además de la oración, siempre es dada una orientación bajo la guía de Dios para que sea posible el derrumbe de las barreras y dificultades que separan a uno de la vida abundante que Dios promete. En una de estas conferencias, los presentes escucharon el siguiente mensaje: “Mía es la plata, y mío es el oro, dice el Señor de los ejércitos” (Hageo 2:8). Dios es el dueño de toda la riqueza existente e imaginable, pero desgraciadamente muchos son los que viven en profunda miseria, aun siendo un cristiano fiel, a causa de su falta de objetivos. Hay también aquellos que piensan que tener riquezas es algo pecaminoso y que no agrada a Dios que uno desee ser rico. Pero este pensamiento está equivocado, pues la propia Palabra de Dios nos promete que: “… os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. […] Y todas las naciones de la tierra os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice el Señor de los ejércitos”. (Malaquías 3.10,12).[29]

Ante estas evidencias, queda claro que la orientación lucrativa de organismos dominados por la “teología de la prosperidad”, como la IURD, desvirtúa profundamente la comprensión del Evangelio cristiano y, al mismo tiempo, plantea el enorme dilema de cómo “ofrecer” a las personas, en el nombre de Jesús de Nazaret, la solución a sus problemas económicos.

3. Desafíos y alternativas

El Señor te guió a través del vasto y horrible desierto, esa tierra reseca y sedienta, llena de serpientes venenosas y escorpiones; te dio el agua que hizo brotar de la más dura roca; en el desierto te alimentó con maná, comida que jamás conocieron tus antepasados. Así te humilló y te puso a prueba, para que al fin de cuentas te fuera bien. No se te ocurra pensar: “Esta riqueza es fruto de mi poder y de la fuerza de mis manos”. Recuerda al Señor tu Dios, porque es él quien te da el poder para producir esa riqueza; así ha confirmado hoy el pacto que bajo juramento hizo con tus antepasados.

Deuteronomio 8.15-18, NVI

Nuevamente, el Deuteronomio muestra la forma en que Israel aprendió a tratar con los bienes materiales como consecuencia del pacto, entendidos como bendición de Dios, y, por lo tanto, debían servir para beneficio de la comunidad. Lamentablemente, la etapa monárquica se interpuso entre el pueblo y Yahvé, colocando otros intereses que se sobrepusieron al encuentro permanente con la divinidad. Jorge Pixley ha demostrado cómo las fuerzas políticas y económicas fueron desviando al pueblo de su vocación original: ser una nación de iguales sin acepción de personas, ni la supremacía de nadie. Israel debía ser una comunidad verdaderamente alternativa en medio de pueblos acostumbrados a la dominación y el pillaje, pero el ideal no se cumplió y ahora los textos se nos presentan como testimonios de la utopía divina.

Si la riqueza no era fruto del poder y la fuerza humanos, podía y debía canalizarse para los necesitados. Y es que, inevitablemente, la actitud humana hacia el dinero afecta y condiciona la relación con Dios. Deuteronomio habla de la preocupación divina por que la codicia de bienes materiales llene de orgullo a las personas y las lleve a olvidarse de Dios y de los demás. Por eso, el proverbio lo expone de manera resumida: “No me hagas rico ni pobre; dame sólo el pan necesario, porque si me sobra, podría renegar de ti y decir que no te conozco; y si me falta, podría robar y ofender así tu divino nombre” (Pr 30.8-9).

A los ímpetus predominantes de acumulación y soberbia, Yahvé opuso leyes que buscaban igualar socialmente a las personas para superar las contingencias económicas. Ése es el punto de partida bíblico para valorar la necesidad de ofrecer alternativas reales y efectivas a las ideas religiosas sobre la prosperidad que se encuentran tan extendidas.

3.1 Alternativas bíblico-teológicas

Con base en lo anterior, resulta necesario afirmar que la llamada “teología de la prosperidad” es, en el fondo, una propuesta para vivir no según el Espíritu de Dios sino según el espíritu del mercado. La advertencia de Jesús acerca de que es imposible servir a dos señores (Dios y el dinero, Mt 6.19-21, 24) se aplica aquí plenamente. El gran trasfondo y modelo de relaciones que dicta lo que debe suceder en todas las áreas de la vida humana actual es la globalización económica y el libre mercado, pero el factor religioso y a él recurre abundantemente para legitimarse. Con ese propósito, se sirve de movimientos religiosos de fuerte impacto:

Los ordenamientos político-económicos, incluyendo el actual, no pueden vivir sin la religión. En algunas partes del mundo las religiones tienen un lugar importante en el “ordenamiento social”. Allí están los fundamentalistas del Islam o los neoconservadores norteamericanos. Mientras en América Latina los neopentecostales, conscientes de su crecimiento numérico, buscan a su manera una cristiandad carismática. El neopentecostalismo por crecer al amparo ideológico y económico del mercado en América Latina, se siente en deuda con éste. Por ello es que tienen una propuesta teológica (teología de la prosperidad) que intenta articular una propuesta teórica y práctica que supere las contradicciones propias del capitalismo en esta parte del continente.

En este sentido el neopentecostalismo es una religión para la conservación y buen funcionamiento del sistema vigente, por eso trata de: (1) Mostrar que el sistema capitalista de la economía de mercado es el que mejor asegura la distribución de bienes y la mayor libertad posible, por lo que es moralmente correcto o justo; (2) mostrar las afinidades que este sistema económico presenta con la tradición judeocristiana, es decir la vinculación histórica entre cristianismo y espíritu capitalista. Lo anterior explicaría por qué los neopentecostales utilizan el mismo lenguaje que los economistas del mercado total y porqué acuden a la Biblia profusamente, particularmente el Antiguo Testamento, para justificar (fallidamente) su Teología de la Prosperidad.[30]

La etapa que atraviesa hoy el capitalismo no esconde ya su carácter parasitario y sustituto de la religión, particularmente cristiana, observado alguna vez por Walter Benjamin.[31] El capitalismo siempre ha sido una “religión secular” que ha tratado de desembarazarse de los aspectos éticos o morales que compliquen o cuestionen la aceptación de sus imposiciones El sistema económico bajo el cual nos ha tocado vivir ya no se preocupa por esconder o disimular sus intenciones o proyectos, pues abiertamente se pide a las sociedades que se “sacrifiquen” en el altar de las políticas que mejorarán inevitablemente la vida de todos, aunque se vea claramente que sólo se beneficia a unos cuantos. Como dice la canción “Buenos tiempos”, de Joan Manuel Serrat:

Corren buenos tiempos,

buenos tiempos para esos caballeros

locos por salvarnos la vida

a costa de cortarnos el cuello. (Sombras de la China, 1998).

Por todo lo anterior, urge que las iglesias y comunidades cristianas afirmen abundantemente, en su discurso y acciones, la primacía de la gracia de Dios por sobre todas las cosas, pues al espíritu predominante de la competencia económica y la libertad de un mercado al que no todos tienen acceso, la experiencia de la gracia representa el acceso a la única posibilidad de vivir sin necesidad de pagar o invertir. Y es que cuando las personas solamente poseen sus cuerpos para obtener alguna ganancia, la apuesta económica que sugiere la “teología de la prosperidad” no se corresponde con el sentido de la fe y la existencia de Jesús de Nazaret, pues como dice San Pablo, contra los frutos del Espíritu Santo, “no hay ley” (Gál 5.23).

En América Latina la gracia es una necesidad básica, por lo que es urgente oponer al discurso de esta “teología” una sana comprensión de los beneficios económicos de la fe. Como escribe Ocaña:

No es cierto que a los críticos de la teología de la prosperidad nos guste una iglesia llena de gente pobre, o que nos opongamos al progreso material de los hermanos. No, de ninguna manera. Como pastor comprometido con la grey que el Señor me ha encargado, quisiera que hubiese hermanos y hermanas prósperos en todo el sentido de la palabra, incluyendo obviamente el aspecto financiero. El Antiguo Testamento cuenta como hombres prósperos sirvieron al Dios verdadero. Allí están Abraham (Gén 13:2), Job (Job 1:3; 42:10) y Daniel (Dan 6:28), entre otros. Por su parte el Nuevo Testamento también da testimonio de cómo diversos creyentes servían con sus bienes a la extensión del Reino de Dios. Allí están José de Arimatea (Jn 19:38), Bernabé (Hch 4:36-37), Lidia (Hch 16:14), Febe (Rom 16:1-2), Juana, Susana y muchas anónimas para la gloria de Dios (Luc 8:3; Hch 17:4).

No nos oponemos a la prosperidad sino a la Teología de la Prosperidad. La prosperidad es un anhelo legítimo de todo ser humano, incluyendo obviamente los hijos de Dios. La Teología de la Prosperidad es una teoría, una ideología, una cosmovisión […] que manipula la Biblia para enseñar que la voluntad de Dios es que todos los cristianos sean ricos, o que la promesa de Dios es que todos sus hijos, si le son fieles y cumplen con ciertas “leyes de la prosperidad” (ley de la cosecha, ley del ciento por uno), obtendrán riquezas en esta vida terrenal. Esta articulación teológica en realidad no sólo nos parece poco bíblica, sino sobre todo anti-bíblica y anti-cristiana. Sus propugnadores muchas veces se aprovechan de incautos o neófitos para esquilmarlos.[32]

En este sentido, otra tarea consiste en subrayar la experiencia de la salvación como sinónimo del bienestar integral de las personas. Se requiere poner en marcha una teología del bienestar humano, en continuidad histórica, espiritual y cultural con la idea del shalom bíblico, que se opuso, en los mismos textos a la “teología de la retribución”, que tantos dolores de cabeza sigue causando a los intérpretes de la Biblia. Una manifestación importantísima de todo esto es la utilización de un lenguaje que cuide minuciosamente y respete las condiciones de vida de las personas, a fin de no promover formas de vida ajenas a las comunidades de fe.

3.1.2 Alternativas prácticas

De muy poco serviría quedarse únicamente en la teoría a la hora de tratar este tema, pues sus consecuencias son impredecibles en el sentido de que las personas que esperan mejorar su situación económica gracias a las ideas expuestas y no lo logran, pueden resultar bastante lastimadas en sus esperanzas. Por ello, un aspecto básico es la atención pastoral específica para quienes enfrenten este problema, así como valorar la necesidad de un tratamiento psicológico que ayude a las personas a recuperar su estabilidad emocional.

Como se ha dicho, las comunidades preocupadas por esta corriente de pensamiento pueden buscar la forma de traducir en acciones concretas la realidad de la gracia y promover la vivencia del bienestar humano expresada de manera efectiva. Martín Ocaña traza las líneas generales para la recuperación de la práctica de las comunidades cristianas del primer siglo, orientadas por una creencia bien definida sobre la relación con los bienes materiales.[33] Sobre “La vida material de Jesús y su enseñanza del shalom”, Ocaña escribe: “El mensaje de Jesús es un llamado a la confianza en Dios, a la búsqueda del Shalom y a la renuncia de la riqueza material y sus afanes propios. ¿O es que es muy difícil entender que ‘la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee’? [Lc 12.15]. Pero, a su vez, el texto revela que el bienestar humano sólo es posible si hay satisfacción de las necesidades materiales, antes no”.[34] Es preciso, añade, estudiar, por ejemplo, las cartas de Pablo en donde se refiere, en clave económica, a la opción del Hijo de Dios al encarnarse: “…ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.” (2 Corintios 8.9).

Arturo Piedra ve en la “teología de la prosperidad” un fuerte cuestionamiento a la efectividad de la fe cristiana y una especie de protesta contra la pobreza: “No se trata entonces de hablar de la gracia en términos abstractos, sino de su realidad y de los factores que la promueven y la niegan, en una coyuntura donde el éxito material y la realización individual se convierten en la meta y propósito de la existencia.[35] Es decir, advierte las razones profundas de su atractivo entre la gente necesitada. Ante ello, es posible percibir la necesidad de promover la solidaridad en ambientes económicos sumamente complejos mediante formas concretas y creativas que procedan de una buena comprensión del ambiente económico que experimenta cada comunidad.

Anexos

Reportaje de Daniela Pastrana

Sentir más y pensar menos. Es lo que está buscando la gente en la posmodernidad. Frente a esa demanda, quienes ofrecen respuestas fáciles, inmediatas y concretas a los problemas cotidianos están ganándole el mercado a los guardianes tradicionales de las almas. El aderezo es la sobreexposición de ofertas. El mercado de los sentimientos está abierto, y cualquiera puede vender su receta. […]

“Es una característica de la posmodernidad: La gente quiere sentir más y pensar menos”, dice, a modo de explicación, el pastor bautista Javier Ulloa, miembro de la Comunidad Teológica de México. Coincide Luis Martín Cano, filósofo, teólogo y párroco de la Iglesia de San Felipe Neri: “La gente quiere respuestas rápidas y expeditas a sus problemas cotidianos: que su hijo salga de las drogas, salvar su matrimonio, tener espiritualidad. Busca lo inmediato, lo que implique menos reflexión. Quiere más respuestas y menos preguntas”. Es un fenómeno, sí, global.

Entre los protestantes de todo el mundo, por ejemplo, está de moda Una vida con propósito, de Rick Warren. Traducido a varios idiomas, el libro dice cómo ser exitoso en 40 lecciones. “No digo que sea un mal texto, no dice nada nuevo, pero simplifica años de estudio pastoral”, explica Javier Ulloa. “¿Quién va a leer a (Dietrich) Bonhoffer? (un luterano que enfrentó al nazismo). Resulta que ahora para ser pastor no hay que estudiar teología, sino mercadotecnia, porque ya hay cientos de manuales de cómo ser un buen pastor”.

El mercado de las almas

Después del 11 de septiembre de 2001, Dios y el futuro de la religión están de moda en los círculos académicos. “El de Dios es un tema que saltamos de las aulas por ignorancia, pero ahora estamos volteando a la filosofía de la religión para explicar las cosas”, dice Francisco Piñón, maestro de filosofía en la UNAM y en la UAM Iztapalapa. “La religión está concatenada a la historia de la humanidad. Responde a una necesidad de inmortalidad, trascendencia y produce un sentido de identidad, de unidad y fiesta, también de crítica hacia el mundo”.

Piñón es un apasionado del problema de Dios. Estudió filosofía en la Universidad Gregoriana de Roma y un doctorado en ciencias sociales en la Universidad de Santo Tomás. El problema ahora, dice, es que hay mucha confusión de las religiones frente al sistema de mercados. “En un mundo donde todo es marketing hemos perdido el sentido de humanidad, de racionalidad humana. Lo que estamos viendo con la globalización es la difusión de los mercados al contento del comprador: yo te vendo un Dios a tu imagen y semejanza, al gusto del comprador”.

Algo similar, dice Javier Ulloa, para quien la posmodernidad está vinculada a “la ruptura con los grandes sistemas y los grandes relatos”: “El elemento que domina al mundo es el mercado, y la religión no está exenta. En la competencia por el mercado de las almas, quien ofrezca el mejor producto, que responda más rápido y te haga sentir mejor va a tener un mayor número de adeptos”. 

La Teología de la Prosperidad

Los carismáticos son un movimiento de renovación espiritual (hay carismáticos católicos y evangélicos) que inició a finales de los sesenta y promueve la difusión de los carismas (gracias, dones) del Espíritu Santo. “Se inscribe en el bautismo de la espiritualidad y se promueve el testimonio por el evangelio y la caridad cristiana”, explica el padre Ignacio Díaz de León, Misionero del Espíritu Santo y párroco de la iglesia del Altillo, donde organiza talleres para divorciados. Él, por supuesto, es un convencido de que la gente se transforma a través del “contacto” con el Espíritu Santo.

“La gente lee la Biblia y deja de beber, a partir de un encuentro personal con Cristo, ¿Cómo va a ser malo eso?”, dice, en respuesta a las críticas. Será el sereno, pero las manifestaciones litúrgicas de los carismáticos provocan escozor: el "contacto" con el Espíritu Santo llega en muchas ocasiones en forma de vómito o convulsiones, o incluso un fiel puede soltarse hablando lo que ellos denominan "la lengua", que es una suerte de idioma común del principio de los tiempos.

El debate de fondo con las iglesias históricas, empero, parte de su propuesta teológica. “Los carismáticos promueven la Teología de la Prosperidad”, explica Ulloa. “Esto significa que Jesucristo es el Rey, nosotros somos hijos del Rey, luego entonces somos favorecidos con los bienes materiales que el Rey nos da, y por eso, el progreso espiritual va empatado con el progreso material”.  

También plantea que este mundo no tiene remedio, por lo cual lo que tiene que cambiar es el espíritu. “Son fugas, insiste el pastor. No procesas ni tu propia vida. No interpretas tu realidad. Es el ‘yo estoy bien y no miras alrededor’”. ¿Por qué un planteamiento así crece en regiones de gran pobreza, como el sureste mexicano y Centroamérica? ¿Quién no quiere salir de pobre? O mejor dicho: ¿Quién no quiere un Dios que lo saque de pobre?

Pare de sufrir y Los carros del faraón

La Iglesia Universal del Reino de Dios, más conocida como Pare de sufrir, nació en Brasil en 1977. Desde entonces su crecimiento ha ido de la mano con denuncias de fraude y lavado de dinero hacia su líder, Edir Mazedo Becerra, obispo Macedo. Se inscribe en el movimiento carismático de las llamadas iglesias neopentecostales y promueve la Teología de la Prosperidad. En Brasil se le ha señalado como uno de los financieros de la campaña presidencial del presidente Lula y está en vías de formar un partido político. En México hay 48 templos; su centro de operaciones es el antiguo teatro Silvia Pinal, en la colonia Roma. Su fuerza, empero, radica en su alianza con Televisa. Pare de Sufrir tiene emisiones diarias en la madrugada en el Canal 4 y en 730 AM del Grupo Radiópolis. El padre Cano reparte responsabilidades: "Publicar un libro sobre la felicidad es una irresponsabilidad del autor, pero también de la editorial que lo publica. Es decir, no hay una censura intelectual o ética en los medios de comunicación, que por un lado critican el fanatismo religioso y por otro aceptan comerciales de quien sea. Y ¿cuál es el éxito de las iglesias de Pare de Sufrir? Que salen en la tele y con este modelo muy gringo del testimonio, de antes estaba así y ahora estoy así". Es el molde de los carismáticos.

“El intercambio de información en el contexto de la ruptura de los grandes relatos provoca el surgimiento de un sincretismo y un regreso al maniqueísmo, dice Javier Ulloa. Es una gran guerra espiritual donde las fuerzas del mal luchan contra las fuerzas del bien y donde hay un gran panteón de demonios de manera que cualquier manifestación contraria a la fe cristiana tiene un demonio que hay que reprimir. Un canto común en sus liturgias es Los carros del faraón. El mensaje de fondo del himno es que estamos en una guerra espiritual y Dios va a acabar con los enemigos de Dios”. […] 

Campo fértil

Más allá de las fallas propias que han propiciado el crecimiento carismático (la rigidez moral y el énfasis racional de la fe, del protestantismo. La fundamentación sacramental y la verticalidad del catolicismo), lo cierto es que los carismáticos están ganado la batalla: 70% de las iglesias protestantes en América Latina están cerrando sus escuelas dominicales y muchas iglesias de tradición histórica, que al principio los rechazaban, han adoptado sus formas. “Era eso o perder a sus fieles”, lamenta Ulloa.

Algo similar a lo que ocurre con el catolicismo popular, cuya penetración es tan fuerte que el catolicismo institucional (Vaticano) prefiere tolerarlo a perderlo. Los líderes religiosos saben, sin embargo, que América Latina es un campo fértil para estas nuevas expresiones religiosas, y ya se plantean cómo enfrentar el embate de las otras dos grandes religiones universales: islam y budismo.[36]

TEATRO, TEMPLO Y MERCADO (José Miguez Bonino)

Organización y marketing de un emprendimiento neopentecostal, es el subtítulo de un extenso estudio del pastor evangélico brasileño Leonildo Silveira publicado bajo el sugestivo título: Teatro, templo y mercado. No se trata, como uno podría pensar, de un libelo o una horrorizada denuncia de una herejía sino de un cuidadoso estudio de los elementos que conforman un “fenómeno religioso contemporáneo” que ha alcanzado una amplia difusión. Antes de horrorizarnos frente a tamaña ‘herejía’ y proponer alguna ‘santa inquisición’ que se encargue de enviarlo a las llamas, haríamos bien en recordar que la historia de las religiones y, nos guste o no, incluso la del cristianismo, han conocido numerosas manifestaciones que bien podrían llevar este título. Se han vendido indulgencias, se han organizado romerías y espectáculos burlescos y se ha adorado en templos que se habían convertido en “cueva de ladrones”. Tal vez, antes de hacer las críticas y juicios que corresponden, todos deberíamos reconocer que, en alguna medida, nos alcanzan las palabras del Señor, “el que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra”. Tampoco podemos ocultar ni disimular la existencia de organizaciones religiosas, de alguna manera, aunque sea periférica, vinculadas a nuestras iglesias, en las que el puro espectáculo y las operaciones económicas se han adueñado del ‘templo’.

La “Iglesia Universal del Reino de Dios” es la que más totalmente se ha constituido en “un fenómeno empresarial religioso importante, que refleja el espíritu de la época”. Más que escandalizarnos por la espectacularidad de sus programas o las ‘incursiones’ políticas o comerciales —que sin duda repudiamos— me parece importante señalar la grave distorsión del mensaje evangélico, de la naturaleza misma de la comunidad de fe y la entrega a “la manera de comportarse del mundo” que parece querer introducirse en algunas iglesias y que encuentra en la IURD una de sus más claras expresiones. La condición de “pecador” que necesita de la gracia y el perdón se transforma en la desafortunada situación de haber sido ‘oprimido’ por el diablo. Para la IURD, la “tragedia humana” no nace —como en la Escritura—con la desobediencia de Adán o el crimen interesado de Caín, sino con “la caída de Lucifer y la aparición de los demonios; por consiguiente, el evangelio no es ante todo el perdón gratuito sino una transacción—que hay que pagar-- para no quedar presos de los pecados que, cómodamente, se le atribuyen a los demonios; el llamado evangélico a la fe en Jesucristo se transforma en una ‘promesa segura’ de abundancia y éxito: ¿Dónde quedó la invitación: “El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”?; La gratuidad del perdón es reemplazada por una transacción. Dios ha prometido “una vida en abundancia”, nos anuncia Edir Macedo (máximo líder y fundador de la IURD), citando Juan 10:10, para continuarlo de inmediato con Malaquías 3:10, el pago de los diezmos. Y concluye Macedo, “el diezmo fue instituido por el Señor, como una especie de impuesto a sus criaturas”; no es extraño, entonces, que el templo se transforme en el mostrador donde se pagan los impuestos, sin recordar, tal vez, que la primera acción de nuestro Señor al entrar a Jerusalem fue “expulsar a los mercaderes del templo”. Los ejemplos podrían multiplicarse en relación con casi la totalidad de las doctrinas bíblicas.

Pero la Biblia no ha desaparecido de la IURD, tal vez quedó relegada a la sombra de los sueños y las promesas de una cultura obsesionada por el afán de la riqueza, la gloria, el poder. Pero no es la primera vez que la Palabra de Dios vuelve a resonar, que una humanidad agotada, enferma, desorientada, recibe la palabra de la gracia y el llamado al amor profundo y desinteresado. Nuestra responsabilidad cristiana no es condenar y tratar de destruir una organización religiosa que ha perdido la orientación sino pedirle a Dios que la haga recuperar el camino. Y acompañar esa oración, humildemente, mostrando en la vida, el mensaje y la proclamación, el evangelio de la gracia.[37]

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Leopoldo Cervantes-Ortiz es Maestro en Teología por la UBL y pasante de la Maestría en Letras Latinoamericanas (UNAM). Es editor, profesor de la Comunidad Teológica de México, miembro del Consejo Editorial de CUPSA. Per-teneció a la Comisión de Formación Ecuménica del Consejo Mundial de Iglesias.

Correo electrónico: lcervortiz@gmail.com

Recibido: 6 de setiembre de 2019

Aprobado: 18 de setiembre de 2019

 

 

 



[1] Algunos trabajos de importancia sobre este tema son: Alvin Góngora, “La teología de la prosperidad”, en Boletín Teológico, Fraternidad Teológica Latinoamericana, año 28, núm. 64, octubre-diciembre de 1996, pp. 7-34; Jean-Pierre Bastian, La mutación religiosa de América Latina. Para una sociología del cambio social en la modernidad periférica. México, FCE, 1997; Leonildo Silveira Campos, Teatro, templo e mercado. Organização e marketing de un empreendimento neopentecostal. São Paulo, Vozes-UMESP-Ediçōes Simposio, 1997 (Castellano: 2000); Gregorio Venables et al., Fe y prosperidad: reflexiones sobre la teología de la prosperidad. La Paz, Lámpara, 1999; Arturo Piedra Solano, “Origen, desarrollo y crítica de la prosperidad”, en Espiga, núm. 11, enero-junio de 2005, pp. 1-12; José María Mardones, “Religión y mercado en el contexto de transformación de la religión”, en Desacatos. Revista de Antropología Social, núm. 18, mayo-agosto de 2005, pp. 103-110; Paulo Coto Murillo y Moisés Salgado Ramírez, “Entre el dolor de la pobreza real y el gozo de la pobreza espiritual”, en Genaro Zalpa y Hans Egil Offerdal, comps., ¿El reino de Dios es de este mundo?: el papel ambiguo de las religiones en la lucha contra la pobreza. Bogotá, Siglo del Hombre Editores-CLACSO, 2008, pp. 89-114; Ramiro Jaime Martínez, “El neopentecostalismo como objeto de investigación y categoría analítica”, en Revista Mexicana de Sociología, UNAM, vol. 74, núm. 4, octubre-diciembre de 2012, pp. 649-678; José Luis Pérez Guadalupe, “‘Evangelio social’ versus ‘teología de la prosperidad’”, en Entre Dios y el César. El impacto político de los evangélicos en el Perú y América Latina. Lima, Instituto de Estudios Social Cristianos-Fundación Konrad Adenauer, 2017, pp. 108-113; Antonio Spadaro y Marcelo Figueroa, “Teología de la prosperidad”, en La Civiltà Catolica Iberoamericana, 18 de agosto de 2018, www.civiltacattolica-ib.com/teologia-de-la-prosperidad/; y José Norberto Saracco, “La teología de la prosperidad: aportes para entender sus raíces y desarrollo”, s/f, en www.redcristianaradical.org/uploads/3/4/5/3/34530228/la_teologa_de_la_prosperidad.pdf.

[2] Pablo Suess, “Pluralismo y misión. Por una hermenéutica de la alteridad”, en José María Vigil et. al., eds., Por los muchos caminos de Dios. IV. Teología liberadora intercontinental del pluralismo religioso. Quito, Asociación Ecuménica de Teólogos/as del Tercer Mundo-Abya-Yala, 2006 (Tiempo axial), p. 62.

[3] J.-P. Bastian, “Protestantismo”, en Roberto Blancarte, ed., Diccionario de religiones en América Latina. México, FCE, 2019, p. 503.

[4] H.W. Schäfer, “Protestantismo en América Central”, en R. Blancarte, op. cit., p. 510.

[5] Ari Pedro Oro, “Neopentecostalismo”, en R. Blancarte, op. cit., pp. 416-417. Énfasis agregado.

[6] Pablo Semán, “¿Por qué no?: el matrimonio entre espiritualidad y confort. Del mundo evangélico a los bestsellers”, en Desacatos. Revista de Antropología Social, CIESAS, núm. 18, mayo-agosto de 2005, p. 73.

[7] Ibíd., p. 75. Énfasis agregado.

[8] Genaro Zalpa, “Religión, desigualdad y pobreza”, en R. Blancarte, op. cit., p. 524.

[9] Cf. José Antonio Pagola, Jesús y el dinero. Una lectura profética de la crisis. Madrid, PPC, 2013.

[10] John H. Yoder, Jesús y la política. Buenos Aires, Certeza.

[11] M. Ocaña, Los banqueros de Dios. Una aproximación evangélica a la teología de la prosperidad. Lima, Ediciones Puma, 2002, pp. 35-36.

[12] Ibíd., p. 76.

[13] C.R. Padilla, “Misión y prosperidad”, en Textos para la acción, 4, núm. 6, 1996.

[14] A. Piedra, “Teología de la gracia y teología de la prosperidad. El intento inconcluso de la concreción de la fe cristiana”, en Israel Batista, ed., Gracia, cruz y esperanza en América Latina. Quito, CLAI, 2004, pp. 144-149.

[15] Cf. Cash Luna, “¿Qué es la prosperidad?”, en https://cashluna.org › yuuuju › que-es-la-prosperidad.

[16] En el sitio www.salvacioneterna.com/jonas_gonzalez.html pueden leerse algunas afirmaciones de González y varias notas periodísticas.

[17] Cf. Luis Hernández Navarro, “Dios los hace y la Presidencia los junta”, en La Jornada, 24 de diciembre de 2007, www.jornada.unam.mx/2007/12/24/index.php?section=opinion&article=010a1pol.

[18] Cf. Pablo Damián Tramannoni Pozzi, Marketing religioso. La estrategia de marketing que la Iglesia Universal del Reino de Dios utiliza en la ciudad de Rosario. Tesis de licenciatura en Publicidad, Buenos Aires, Universidad Abierta Interamericana, julio de 2006.

[19] Véase Edesio Sánchez Cetina, Deuteronomio. Introducción y comentario. Buenos Aires, Kairós, 2002 (Comentario bíblico iberoamericano).

[20] El libro de Malaquías también trabaja el tema del diezmo en otro contexto histórico en Israel. Cf. Esteban Arias Ardila, “¿Casa del tesoro o casa de la provisión? Una lectura de Malaquías 3.10”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 50, 2005/1, pp. 40-43.

[21] Albert Gélin, Los pobres de Yahvé. Barcelona, Nova Terra, 1965, cit. en http://vocesprofeticas.blogcindario.com/2005/12/00042-la-iglesia-de-los-pobres-desde-sofonias-a-los-salmistas.html.

[22] Alvin Góngora, “La teología de la prosperidad: una lectura crítica”, en Iglesia y Misión, núm. 55, 1996.

[23] M. de León, “La teología de la prosperidad”, en Protestante Digital, núm. 118, 7 de marzo de 2006.

[24] Cf. O. Bobsin, “Adiós, ética protestante”, en ALC Noticias, 23 de agosto y 6 de diciembre de 2005.

[25] Alma E. Muñoz y Fabiola Martínez, “Sutileza y bendiciones para recabar fondos en la Iglesia Universal de Dios”, en La Jornada, 15 de abril de 2006, www.jornada.unam.mx/2006/04/15/index.php?section=politica&article=013n1pol.

[26] L. Silveira Campos, op. cit., p. 147, énfasis agregado. La cita procede de R. Alves, Protestantismo e repressão. São Paulo, Ática, 1979, p. 115. Cf. Bernardo Barranco, “Pare de sufrir y neopentecostalismo en México”, en La Jornada, 10 de agosto de 2005, www.jornada.unam.mx/2005/08/10/index.php?section=politica&article=026a1pol

[27] Alma E. Muñoz y Fabiola Martinez, op. cit.

[28] Cf. Nancy Escobar y Carlos Jiménez, “Celulares y relojes pide a sus fieles la Iglesia Universal del Reino de Dios; el diezmo mínimo es 10% del salario”, en La Crónica, 30 de septiembre de 2003, www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=87024

[29] Cf. www.paredesufrir.com.mx/lunes.htm.

[30] M. Ocaña, op. cit., p. 195.

[31] Cit. por Franz Hinkelammert en Hacia una crítica de la razón mítica. El laberinto de la modernidad. México, Dríada, 2008, p. 141.

[32] M. Ocaña, op. cit., pp. 205-206.

[33] M. Ocaña, Bienestar humano y reinado de Dios. Quito, Consejo Latinoamericano de Iglesias, 2003.

[34] Ibíd., p. 35.

[35] A. Piedra Solano, “Teología de la gracia y teología de la prosperidad. El intento inconcluso de la concreción de la fe cristiana”, p. 141.

[36] Daniela Pastrana, “El mercado de la felicidad”, en Masiosare, supl. de La Jornada, núm. 404, 18 de septiembre de 2005, www.jornada.unam.mx/2005/09/18/mas-daniela.html.

[37] J. Míguez Bonino, “Teatro, templo y mercado”, en www.enmision.com.ar/especiales/sectas/iglesia_universal_2.htm.