Vida  y

Pensamiento

Revista Teológica de la Universidad Bíblica Latinoamericana

Volumen 45, Número 2, Diciembre-Junio, Año 2025

 

Pensar/interpretar la biblia en

la sociedad contemporánea:

Fundamentalismos, luchas y resistencias

 

 

 

 

 

 

¿Entrar en la tierra prometida?

Una exégesis de Números 13-14

 

Corinne Lanoir

Facultad de Teología SEUT, Madrid, España

 

pp. 9-24

 

 

 

Resumen: Números 13-14, el primer relato de entrada en la “tierra prometida” en el Antiguo Testamento, nos presenta un breve relato de exploración de la tierra y una larga discusión entre los exploradores, el pueblo, Dios y Moisés sobre qué decisión tomar a partir de lo que estos han reportado; termina con un tentativo fallido de conquista. El texto ofrece varios puntos de vista a partir de la combinación de tradiciones teológicas distintas. La construcción de este pensamiento complejo a partir de lógicas distintas permite al lector y a la lectora realizar una lectura crítica de la historia y replantear el significado de este relato de conquista y del cumplimiento de las promesas.

Palabras clave: tierra prometida, conquista, exploradores, Caleb, Números.

Abstract: Numbers 13-14, the first account of entering the “promised land” in the Old Testament, presents us with a brief account of the exploration of the land and a long discussion between the explorers, the people, God, and Moses about what decision to make based on what they have reported; it ends with a failed attempt at conquest. The text offers several points of view based on a combination of different theological traditions. The construction of this complex thought, based on different perspectives, allows the reader to read the story critically and rethink the meaning of this conquest account and the fulfillment of the promises.

Keywords: promised land, conquest, explorers, Caleb, Numbers.

 

 

 

 

 

Corinne Lanoir

 

¿Entrar en la tierra prometida?

Una exégesis de Números 13-14

 

 

¿Entrar en la “tierra prometida”?

 

Nos encontramos en una época propicia para el desvanecimiento de la memoria y la historia. También en el ámbito de la lectura bíblica, algunas propuestas ideológicas buscan justificar lo injustificable con base en una lectura totalmente descontextualizada de los textos del Antiguo Testamento. Lecturas que no toman en cuenta en absoluto los contextos en los que fueron redactados. En este artículo, volvemos la mirada al episodio de Números 13-14 que relata la primera entrada de algunos israelitas a la “tierra prometida”.

 

El Libro de Números es probablemente uno de los últimos libros del Pentateuco en ser escrito. Narra el paso de una generación a otra: desde el grupo que se constituye como pueblo de Israel con el paso del Mar Rojo y la estancia en el desierto bajo la guía de Moisés, pero que no entrará en Canaán, hasta la segunda generación que saldrá del desierto para entrar en Canaán bajo la guía de Josué. Solo Josué y Caleb, miembros de la primera generación, podrán entrar con esta nueva generación.[1]

 

Podemos distinguir tres etapas en la organización del libro que se reflejan en Números 13-14. En primer lugar, el capítulo 13 ofrece un relato de exploración: la elección de los exploradores, su envío en misión con instrucciones, el cumplimiento de la misión y su regreso, el informe que presentan y el debate que sigue, a saber, ¿hay que subir o no hacia los cananeos?

 

La mayor parte del capítulo 14, por su parte, contiene discusiones, reacciones y sanciones anunciadas y aplicadas a raíz de lo sucedido en el capítulo 13. Al final del capítulo 14 encontramos el relato de una conquista fallida, con una reanudación del debate sobre si hay que subir o no hacia los cananeos. Cada uno de estos momentos de la narración, misma que constituye el inicio de una serie de narraciones de conquista del país, tiene sus particularidades. El estudio que sigue considera estos elementos para analizar la forma en que se aborda el tema de la entrada en tierra prometida en este primer relato de conquista. Finalmente, exploramos las diversas tradiciones teológicas que se articulan en estos dos capítulos y sus posibles implicaciones para la interpretación de este relato de conquista.

 

El relato de exploración en Números 13

 

La orden de Dios y su implementación (13,1-16)

 

Números 13,1-16 abarca la orden de Dios a Moisés y su implementación. El tema de la exploración es algo nuevo cuya iniciativa viene de Dios a través de una orden que Moisés luego transmitirá a las tribus. Es importante notar el verbo usado para la acción de exploración que deben realizar los Israelitas, tur en hebreo, no pertenece al vocabulario de conquista militar ni de espionaje. Se trata de explorar en el sentido de visitar, observar, “reconocer”, como traduce la Reina Valera. El sentido es ir a darse cuenta de lo que han recibido como don. Es un verbo poco usado en el Pentateuco (14 veces), pero su aparición se concentra en estos dos capítulos donde aparece 11 veces.[2] De eso se trata la exploración: reconocer una tierra como un don. La mención de la tierra de Canaán como “la que yo doy a los hijos de Israel” (13,2) aparece aquí por primera vez en el libro.[3]

 

Si un lector o una lectora asidua revisa atentamente la lista de jefes tribales en los versículos 4 a 15, se dará cuenta de que los nombres no coinciden con los nombres de los censos en Números 1,5-15 y Números 7. Vemos que en el libro hay varias listas y varias “memorias” vinculadas a los jefes tribales. Dos nombres aparecen aquí por primera vez en el libro de Números: Caleb y Oseas.

 

Se puede destacar al “delegado” de Juda, Caleb, hijo de Jefoné (v.6), que volverá a aparecer en este relato (13,22.28.30;14,24) y después en Nm 3 (2,12, Jos 14,6-15;15,13-19 y Jc 1,10-15. Los investigadores notan aquí la presencia de una tradición calebita que atribuye a Caleb un papel importante en la conquista de Canaán. Después de la conquista, Caleb recibe en herencia el territorio alrededor de Hebrón (Jos 14,6-15).[4] Cabe señalar que se presenta a Jefoné, padre de Caleb, como “cenezeo”, es decir, que no es “originario” de Judá. Su clan proviene de una tribu edomita cuyo antepasado es Esaú y no Jacob (Gn 36,11.15.42). En cierto modo es extranjero al “pueblo de Israel” (pero ¿cómo y cuándo se puede definir quién forma parte del pueblo?), y estos cenezeos aparecen como agregados a la tribu de Judá en los relatos durante el periodo del desierto. En los censos de Nm 1,7;2,3 y los textos donde se cita a los jefes tribales en 7,12 y 10,14, no es Caleb quien representa a Judá sino Najsón, hijo de Aminadab.

 

El otro nombre que aparece por primera vez en Números es el que representa a la tribu de Efraím: Oseas, hijo de Nún (v. 8). Moisés cambia su nombre de Oseas, “salvación”, a Josué, “Dios salva” (13,16). Ambos nombres tienen la misma raíz hebrea cuyo significado es salvar, liberar. La tradición del nombre Oseas como el primer nombre de Josué pertenece a la memoria sacerdotal. En el relato que sigue, aparecerán como protagonistas solo Caleb o Caleb junto con Josué. La aparición conjunta de estos dos personajes nos permitirá identificar una memoria sacerdotal.

 

Las instrucciones de Moisés y el relato de la exploración (13,17-24)

 

En la primera parte de esta sección, las instrucciones de Moisés (vv. 17-20), destaca la repetición del primer verbo: “subir” (v.17). En otros contextos, este verbo puede significar lanzar el ataque o asaltar (Jc 1,1). Sin embargo, aquí se acompaña del verbo “ver” y de una serie de criterios con base en los que evaluarán el país: si es bueno/malo, fértil/pobre, sus tipos de habitaciones y si su pueblo fuerte/débil, pequeño/grande (v.20). La materialización de la consigna “sean fuertes” será traer el fruto del país. Nuevamente vemos que el relato no nos ubica en un plano de una conquista sino más bien en el de una visita “turística”, una evaluación agrícola. Se trata de ver si el país es “bueno” (tov en hebreo), es decir, evaluarlo como Dios evaluó su creación en Gn 1.

 

Los exploradores cumplen con la orden de Moisés: suben (dos veces, vv. 21.22) y en Escol cortan un gran racimo de uva y otras frutas (v.23). La mención aquí de los hijos de Anaq en Hebrón no se identifica como algo problemático (v.23), pese a ser una tradición que en otros textos aparece en el contexto de conquista y destrucción donde se resalta su gran tamaño (Dt 2,10-11; 9,2; Jos 11,21;15,14). Esto cambia en el informe de los exploradores que sigue en el relato de Números 13.

 

Relatos contradictorios de los exploradores (13,25-33)

 

Los hombres regresan después de cuarenta días y sus relatos reflejan dos perspectivas encontradas, una negativa y una positiva. Un primer informe colectivo (“nosotros”) emitido frente a Moisés, Aaron y toda la comunidad (v.26, repetido dos veces) aporta en primera instancia una evaluación bastante factual y positiva sobre el país como territorio, junto con la entrega de los frutos que han traído, como imagen de un país donde “fluye leche y miel” (v.27)[5]. Sin embargo, sigue un “pero” a la hora de hablar de los habitantes y sus ciudades fortificadas. Aquí se evoca a los hijos de Anaq y a una lista de pueblos que se perfilan como una amenaza (v. 28-29). Este tipo de lista, un recurso retórico que se encuentra en varios relatos,[6] no designa siempre a pueblos reales, sino que funciona como un conjunto estereotipado de pueblos enemigos. De hecho, algunos de los pueblos que aparecen en las listas no se pueden identificar.

 

Posterior al primer informe, interviene Caleb (v.30) (sin Josué, lo que sugiere una versión antigua). Caleb retoma el sentido de las instrucciones recibidas, es decir, la orden de subir. Afirma, contra la postura de los demás exploradores, que “podemos subir”. Empieza aquí a distinguirse la figura de Caleb, que volverá en el capítulo 14 y que aparecerá en varios momentos durante el proceso de entrada del pueblo de Israel a la tierra de Canaán. Los hombres que subieron con él contestan, sin embargo: “no podemos subir” (v. 31) y aportan una versión mucho más negativa acerca del país explorado. Usan dos elementos retóricos para desacreditar la tierra, sin aportar prueba o justificación que las sustente. En primer lugar, recurriendo a la mitología, mencionan a los gigantes y a los hijos de Anaq (nuevamente). Estos, gigantes, nefilim (literalmente, los “caídos”), aparecen en Génesis 6,4 antes del diluvio y, según Josué 11,21-22, serían destruidos durante la conquista.[7] El segundo recurso retórico es la deshumanización del pueblo habitante de la tierra, convertido en enemigo. Argumentan que los habitantes son como monstruos y que el país “devora a sus habitantes”; es decir, que allí solo se encuentran el hambre y la pobreza. La autocomparación con las langostas, con su connotación de fragilidad y esterilidad, concluye la visión negativa del país (v. 33).

 

Las protestas del pueblo y sus consecuencias en Números 14

 

El capítulo 14 describe las reacciones de diversos grupos a los informes presentados a raíz de la exploración de la tierra. Gran parte del capítulo, hasta el v. 35, carece de acciones nuevas. Más bien se caracteriza por discursos y diálogos de confrontación entre las diferentes formas de evaluar la situación.

 

Protestas del pueblo, reacción de los líderes (v.1-10)

 

Los primeros tres versos se centran en la respuesta del pueblo, e insisten en el aspecto colectivo: “toda la comunidad” (v.1), “todos los hijos de Israel” (v.2), “toda la comunidad” (v.2). Esta comunidad toda se levanta (en el sentido de rebelión,), grita (“da voces”) y llora toda la noche (v.1), en protesta total y “murmura” (se queja) contra Moisés y Aaron. Las quejas del pueblo, tema recurrente en el libro de Números[8], aparecen nuevamente en los vv. 27-38. La reacción descrita aquí es de no seguir adelante, de borrar la historia de la liberación de Egipto, del éxodo y del camino en el desierto. Quieren volver a Egipto - opción que valoran como tov, buena (v. 3) - con otro jefe, ya que entrar en este país significa una muerte segura y violenta. ¡El pueblo no quiere entrar en la tierra tan prometida! ¡Es un momento de crisis profunda!

 

La primera reacción de Moisés y Aaron a la intervención del pueblo es física y simbólica[9]: “se prostran sobre su rostro delante de la congregación” (v. 4). Seguidamente interviene Caleb, esta vez con Josué. Luego de rasgarse las vestiduras, otro gesto simbólico de duelo, toman la palabra para defender nuevamente una visión positiva del país, como “muy muy bueno” (v. 7), con el mismo adjetivo tov. Se puede notar aquí que la expresión en el v.9, “vosotros los comeréis como pan” (literalmente “ellos serán como pan para vosotros”), contrasta con la expresión de los exploradores en 13,32: “un país que devora a sus propios habitantes”. Caleb y Josué argumentan que la conquista será tan fácil como comer pan. Por lo tanto, exhortan a no rebelarse, a no temer a los habitantes y a tener confianza: Dios está con nosotros, mientras que este país “ya no tiene sombra” (v.9), es decir, carece de protección divina. Pero no logran convencer a la comunidad, que quiere lapidarlos (v.10).

 

Diálogo entre Dios y Moisés (v. 11-25)

 

Justo en este punto hay una teofanía, Dios se aparece en el lugar de encuentro con la presencia de Dios, el tabernáculo. Entonces da inicio un apasionado diálogo entre Dios y Moisés. Dios dice, como el salmista, “¿hasta cuándo?”, pero refiriéndose al pueblo (a exclusión de Moisés), a quienes amenaza de muchas catástrofes. “Este” pueblo (14,11), que ya no es “mi” pueblo, y que quiere volver a Egipto, morirá de la misma plaga que hirió al faraón: la peste (v.12, cf. Ex 9,15), y será desheredado. Es decir que, si el pueblo quiere borrar la memoria del Egipto, entonces se borrarán también las promesas hechas a los patriarcas.

 

Moisés interviene en los versos 13-19 para tratar de salvar la situación, así como lo hizo en Éxodo 34 después del incidente del becerro de oro. Argumenta que, si Dios mata al pueblo ahora y no se lleva a cabo el proyecto de entrar en la tierra, los egipcios, que han reconocido el poder de Dios, ya no van a creer en él. Dios no puede perder así su fama internacional; debe defender su honor. Hay que cumplir las promesas, no se pueden borrar u olvidar. Le recuerda que es un Dios de amor y fidelidad que perdona. Entonces Dios acepta perdonar, pero prohíbe a la primera generación entrar en el país, con la excepción de Caleb (aquí de nuevo solo, sin Josué).

 

Segundo anuncio de castigo y comienzo de su ejecución (v.26-38)

 

El discurso de Dios se repite en los vv. 26-35, en este caso en presencia de Moisés y Aaron. El castigo viene especificado: los de más de 20 años no entrarán en la tierra y la comunidad permanecerá cuarenta años en el desierto, un año por cada día de exploración. Como toda la comunidad murmuró (14,1), toda esta comunidad malvada caerá en el desierto. Nuevamente se menciona a Caleb como excepción, esta vez con Josué (v. 30). En los versos 36-28 se relata el inicio del cumplimiento del castigo: los diez exploradores que habían acompañado a Josué y Caleb mueren de plaga inmediatamente por haber descreditado la tierra y llevado al pueblo a la rebelión. Se reitera la mención de Josué y Caleb como los únicos exploradores que quedan vivos. Aquí se marca una distinción muy clara entre los grupos que han participado en el relato; se separan los “pesimistas” del resto.

 

Intento de conquista y fracaso (v.39-45)

 

La última parte del capítulo 14 vuelve a la pregunta ¿subir o no subir? (vv. 40.42.44). Ya no es para hacer turismo; esta vez el pueblo quiere “subir hacia el lugar del cual ha hablado Dios” y conquistar a los amalecitas y los cananeos. Aquí surge un gran malentendido de parte del pueblo. Mientras que ellos creen mostrar buena voluntad y entusiasmo por la promesa, la iniciativa no cuenta con la aprobación de Dios y es un lamentable fracaso (v. 45). La tierra no está a su disposición; querían entrar en ella con una batalla relámpago, pero permanecerán fuera durante cuarenta años.

 

Una escritura con varios puntos de vista

 

Números 13-14 es considerado un relato fundante para la memoria del pueblo y su historia porque la historia se narra también al inicio del libro del Deuteronomio en el solemne primer discurso de Moisés (Dt 1,22-46). La diferencia en Deuteronomio 1 es que Moisés toma la decisión de ir a explorar la tierra (v. 22-23, el verbo es distinto) a raíz de una sugerencia del pueblo, sin la intervención de Dios. La tradición judía va a interrogar mucho esta diferencia: ¿la decisión de entrar a explorar la tierra es una decisión humana o divina? Pero incluso sin tener que ir a leer la versión del relato en Deuteronomio, ya en los dos capítulos de Números podemos encontrar la presencia de varias manos y varios puntos de vista.

 

En Números 13-14 se mezclan dos tradiciones principales. En primer lugar, hay un relato antiguo en el que los exploradores solo atraviesan la zona del Neguev alrededor de Hebrón (un lugar al que están vinculadas las tradiciones sobre Caleb), es decir el sur de Canaán (v. 22). La tradición sacerdotal, sin embargo, extiende la exploración a todo el país de Canaán, haciendo que los exploradores lleguen hasta el norte y recorran todo el país durante cuarenta días. El v.21 habla de un recorrido “desde el desierto de Zin hasta Rehob, junto a la entrada de Hamat”, mencionando así un punto al sur del Mar Muerto en la región de Qades, y Rehob y Hamat que se localizan cerca del monte Hermón, al extremo norte de Palestina.

 

A la luz de lo observado, se puede pensar en una historia antigua que se enfoca en la acción, con un vocabulario concreto: subir o no subir, explorar, llevar frutas. En este relato Caleb y Josué destacan como protagonistas esenciales. La insistencia particular en el papel de Caleb podría remitir a una antigua tradición que narra cómo él tomó la ciudad de Hebrón (cf. Jc 1).[10] Los escribas sacerdotales retoman esta historia antigua, pero le dan un colorido teológico según sus criterios favoritos. Construyen una historia nacional para toda la comunidad, extendiendo el recorrido de los exploradores a todo el país e insisten en una lógica de separación. Para ellos, es importante subrayar la distinción entre los que están incluidos en el pueblo y los excluidos que no hacen la voluntad de Dios, menosprecian y desobedecen (14, 26-35).

 

Finalmente, podemos identificar un añadido con una teología post-deuteronomista. Después de la crisis del exilio, surge una nueva perspectiva de interpretación de la historia que va más allá del pecado y el juicio para plantear el tema del perdón de Dios. Los textos pre-exílicos, en particular los que están influenciados por la teología desarrollada en el Deuteronomio, insisten en la necesaria obediencia del pueblo a su Dios para no provocar catástrofes. Pero después de la catástrofe del exilio y la deportación, se hace necesario retomar el perdón y proponer una visión de Dios como fiel y misericordioso, más allá de la ruptura. Es un Dios que también puede cambiar de parecer y modificar sus planes en nombre de la vida y de la misericordia.

 

Conclusión:

una invitación a reflexionar, no a conquistar tierra ajena

 

Al concluir la lectura de este relato sobre los primeros pasos en la tierra “prometida”, podemos constatar que hay opiniones, como mínimo, divididas sobre la necesidad de entrar en la tierra: el pueblo no quiere y preferiría volver a Egipto con un nuevo jefe; los dos líderes entusiastas – de los cuales el más destacado ni siquiera es “nativo” del pueblo – corren el riesgo de ser lapidados; Dios mismo se pregunta si finalmente es una buena idea entrar a la tierra y si no sería mejor cambiar de pueblo. Finalmente, el primer intento de conquista es un lamentable fracaso.

 

Estamos leyendo un texto en el que se superponen tres lógicas diferentes expresadas en los puntos de vista de los distintos personajes. Por lo tanto, nos encontramos ante un pensamiento complejo que incita al lector y a la lectora a evaluar los diferentes puntos de vista y sacar sus propias conclusiones. Los textos bíblicos no cuentan “la historia”. Cuentan memorias de solidaridad y testimonios de seres humanos que relatan su fe y sus andanzas en el descubrimiento de un Dios que los espera siempre en otro lugar. Esos relatos pueden alimentar nuestra imaginación, para bien o para mal: como autojustificación que deshumaniza al otro o como un texto espejo que nos hace cuestionar constantemente nuestras prácticas. Debemos replantearnos nuestra relación con la Biblia para evitar leerla como un relato programático de lo que vamos a hacer o debemos hacer.

 

En Números 13-14, nos enfrentamos al reto de imaginar una tierra prometida que pueda seguir siendo eso, una tierra prometida para una nueva generación de esperanza. Porque esta promesa sigue siendo promesa —nunca cumplida— de una tierra que nunca podrá ser conquistada porque será dada, una tierra que no es santa porque no es localizable. No hay un lugar “natural” para el pueblo de Dios. El relato presenta una referencia ideal, pero una promesa puede realizarse en cualquier lugar, ya que es la promesa de un encuentro. Esta promesa no es un programa que hay que realizar, sino la espera de un Dios que viene para toda la humanidad y de una bendición suspendida en la obra inacabada de Dios en favor de la paz en el mundo. Nuestra identidad hay que buscarla y descubrirla delante nuestro.

 

Bibliografía

 

Artus, Olivier. Études sur le livre des Nombres: Récit, Histoire et Loi en Nb 13,1-20,13. Vandenhoeck & Ruprecht, 1997.

 

Nguyen, Dinh Anh Nhue. Numeri. Introduzione, traduzione e commento. San Paolo, 2017.

 

 

 

 

 

 

Corinne Lanoir es Doctora en Teología por la Universidad de Lausana (Lausana, Suiza).

 

Contacto: clanoir33@gmail.com  

 

Artículo recibido: 29 de agosto de 2025.

Artículo aprobado: 14 de noviembre de 2025.

 

 

 



[1] El análisis que sigue se inspira en Olivier Artus, Études sur le livre des Nombres: Recit, Histoire et Loi en Nb 13,1-20,13 (Vandenhoeck & Ruprecht, 1997).

[2] Nm 13,2.16.17.21.25.32; 14,6.7.34.36.38. Las demás ocurrencias en el Pentateuco son: Nm 10,33 para el recorrido del arca, Nm 15,39 donde se habla de no seguir los deseos de su corazón y Dt 1,33 para hablar de la presencia de Dios en camino con su pueblo de día y de noche.

[3] Se encuentra también en Nm 15,2; Lv 14,34; Dt 32,49 donde se añade que Dios da esta tierra como herencia. Otra expresión menciona el don de la tierra donde Dios va a llevar (o “hacer entrar”) a su pueblo: Nm 14,8;15,18; Lv 23,10; 25,2.

[4] Aunque en Jc 1,10-15, al parecer, todavía tiene que conquistarlo.

[5] Esa imagen de una tierra donde fluye leche y miel ya se encuentra en los textos de Ugarit al final del segundo milenio y está ligada al Dios Baal, Dios de la tempestad y la lluvia que trae fertilidad y abundancia en la tierra.

[6] Se aporta un elenco de varios pueblos que habitan la tierra de Canaán al momento de la conquista en Gn10,15-18; 15,19-21; Ex 3,8.17;13,5;17,8-16;23,23; Dt 7,1; 20,17; Jos 3,10 por ejemplo. Aparecen muchas veces seis o siete pueblos. Ya los Asirios y los Babilonios designaban a los habitantes de Asia Menor en general como “Hititas” o “Amorreos”.

[7] Exceptuando los que vivían en las ciudades filisteas de Gaza, Gat y Ashdod. Según 2 Sm 21,18-22 Goliat estaba emparentado con ellos y van a ser derrotados por David y sus hombres.

[8] Se encuentra varias veces este verbo en Ex 14,11;15,24;16,3;17,1-7; 32; Nm. 11,1-4; 12,1; 14,1-4; 16,3.14; 20,2-5; 21,5 que reaparece en toda la estadía en el desierto. La primera vez que el pueblo murmura para expresar su miedo y su descontento es en medio del acto fundamental de liberación, en el paso del mar en Ex 14,11-12: “¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? ¿Por qué nos has hecho esto? ¿Por qué nos has sacado de Egipto? 12 Ya te lo decíamos cuando estábamos en Egipto: “Déjanos servir a los egipcios, porque mejor nos es servir a los egipcios que morir en el desierto.

[9] Este gesto se encuentra en Nm 16,4.22;17,10;20,6; indica un momento de crisis grave donde hay que humillarse, pedir perdón e interceder a Dios.

[10] Retomo aquí las propuestas de Artus, Études sur le livre des Nombres. Ver también Dinh Anh Nhue Nguyen, Numeri. Introduzione, traduzione e commento (San Paolo, 2017), 163. Nguyen propone leer la tradición sacerdotal en los vv. 13,1-17a.21.25-26.32-33; 14,1a.2-3.5-10.26-28, y una tradición más antigua en los vv. 13,17b-20.22-24.27-31; 14,1b.4.11-25.39-45.