|
|
|
|
|
|
Vida y Pensamiento Revista Teológica de la
Universidad Bíblica Latinoamericana Volumen 45, Número 2,
Diciembre-Junio, Año 2025 Pensar/interpretar la
biblia en la sociedad
contemporánea: Fundamentalismos, luchas
y resistencias |
|
|
|
¿Entrar
en la tierra prometida? Una
exégesis de Números 13-14 Corinne
Lanoir Facultad de
Teología SEUT, Madrid, España pp. 9-24 |
|
|
|
Resumen: Números 13-14,
el primer relato de entrada en la “tierra prometida” en el Antiguo
Testamento, nos presenta un breve relato de exploración de la tierra y una
larga discusión entre los exploradores, el pueblo, Dios y Moisés sobre qué
decisión tomar a partir de lo que estos han reportado; termina con un
tentativo fallido de conquista. El texto ofrece varios puntos de vista a
partir de la combinación de tradiciones teológicas distintas. La construcción
de este pensamiento complejo a partir de lógicas distintas permite al lector
y a la lectora realizar una lectura crítica de la historia y replantear el
significado de este relato de conquista y del cumplimiento de las promesas. Palabras clave: tierra
prometida, conquista, exploradores, Caleb, Números. Abstract: Numbers 13-14,
the first account of entering the “promised land” in the Old Testament,
presents us with a brief account of the exploration of the land and a long
discussion between the explorers, the people, God, and Moses about what
decision to make based on what they have reported; it ends with a failed
attempt at conquest. The text offers several points of view based on a
combination of different theological traditions. The construction of this
complex thought, based on different perspectives, allows the reader to read
the story critically and rethink the meaning of this conquest account and the
fulfillment of the promises. Keywords: promised land,
conquest, explorers, Caleb, Numbers. |
|
|
|
Corinne Lanoir ¿Entrar en la tierra
prometida? Una exégesis de
Números 13-14 ¿Entrar
en la “tierra prometida”? Nos
encontramos en una época propicia para el desvanecimiento de la memoria y la
historia. También en el ámbito de la lectura bíblica, algunas propuestas
ideológicas buscan justificar lo injustificable con base en una lectura
totalmente descontextualizada de los textos del Antiguo Testamento. Lecturas
que no toman en cuenta en absoluto los contextos en los que fueron
redactados. En este artículo, volvemos la mirada al episodio de Números 13-14
que relata la primera entrada de algunos israelitas a la “tierra prometida”. El
Libro de Números es probablemente uno de los últimos libros del Pentateuco en
ser escrito. Narra el paso de una generación a otra: desde el grupo que se
constituye como pueblo de Israel con el paso del Mar Rojo y la estancia en el
desierto bajo la guía de Moisés, pero que no entrará en Canaán, hasta la
segunda generación que saldrá del desierto para entrar en Canaán bajo la guía
de Josué. Solo Josué y Caleb, miembros de la primera generación, podrán
entrar con esta nueva generación.[1] Podemos
distinguir tres etapas en la organización del libro que se reflejan en
Números 13-14. En primer lugar, el capítulo 13 ofrece un relato de
exploración: la elección de los exploradores, su envío en misión con
instrucciones, el cumplimiento de la misión y su regreso, el informe que
presentan y el debate que sigue, a saber, ¿hay que subir o no hacia los
cananeos? La
mayor parte del capítulo 14, por su parte, contiene discusiones, reacciones y
sanciones anunciadas y aplicadas a raíz de lo sucedido en el capítulo 13. Al
final del capítulo 14 encontramos el relato de una conquista fallida, con una
reanudación del debate sobre si hay que subir o no hacia los cananeos. Cada
uno de estos momentos de la narración, misma que constituye el inicio de una
serie de narraciones de conquista del país, tiene sus particularidades. El
estudio que sigue considera estos elementos para analizar la forma en que se
aborda el tema de la entrada en tierra prometida en este primer relato de
conquista. Finalmente, exploramos las diversas tradiciones teológicas que se
articulan en estos dos capítulos y sus posibles implicaciones para la interpretación
de este relato de conquista. El
relato de exploración en Números 13 La
orden de Dios y su implementación (13,1-16) Números
13,1-16 abarca la orden de Dios a Moisés y su implementación. El tema de la
exploración es algo nuevo cuya iniciativa viene de Dios a través de una orden
que Moisés luego transmitirá a las tribus. Es importante notar el verbo usado
para la acción de exploración que deben realizar los Israelitas, tur en
hebreo, no pertenece al vocabulario de conquista militar ni de espionaje. Se
trata de explorar en el sentido de visitar, observar, “reconocer”, como
traduce la Reina Valera. El sentido es ir a darse cuenta de lo que han
recibido como don. Es un verbo poco usado en el Pentateuco (14 veces), pero
su aparición se concentra en estos dos capítulos donde aparece 11 veces.[2] De eso
se trata la exploración: reconocer una tierra como un don. La mención de la
tierra de Canaán como “la que yo doy a los hijos de Israel” (13,2) aparece
aquí por primera vez en el libro.[3] Si un
lector o una lectora asidua revisa atentamente la lista de jefes tribales en
los versículos 4 a 15, se dará cuenta de que los nombres no coinciden con los
nombres de los censos en Números 1,5-15 y Números 7. Vemos que en el libro
hay varias listas y varias “memorias” vinculadas a los jefes tribales. Dos
nombres aparecen aquí por primera vez en el libro de Números: Caleb y Oseas. Se
puede destacar al “delegado” de Juda, Caleb, hijo de Jefoné (v.6), que
volverá a aparecer en este relato (13,22.28.30;14,24) y después en Nm 3
(2,12, Jos 14,6-15;15,13-19 y Jc 1,10-15. Los investigadores notan aquí la
presencia de una tradición calebita que atribuye a Caleb un papel importante
en la conquista de Canaán. Después de la conquista, Caleb recibe en herencia
el territorio alrededor de Hebrón (Jos 14,6-15).[4] Cabe
señalar que se presenta a Jefoné, padre de Caleb, como “cenezeo”, es decir,
que no es “originario” de Judá. Su clan proviene de una tribu edomita cuyo
antepasado es Esaú y no Jacob (Gn 36,11.15.42). En cierto modo es extranjero
al “pueblo de Israel” (pero ¿cómo y cuándo se puede definir quién forma parte
del pueblo?), y estos cenezeos aparecen como agregados a la tribu de Judá en
los relatos durante el periodo del desierto. En los censos de Nm 1,7;2,3 y
los textos donde se cita a los jefes tribales en 7,12 y 10,14, no es Caleb
quien representa a Judá sino Najsón, hijo de Aminadab. El otro
nombre que aparece por primera vez en Números es el que representa a la tribu
de Efraím: Oseas, hijo de Nún (v. 8). Moisés cambia su nombre de Oseas,
“salvación”, a Josué, “Dios salva” (13,16). Ambos nombres tienen la misma
raíz hebrea cuyo significado es salvar, liberar. La tradición del nombre
Oseas como el primer nombre de Josué pertenece a la memoria sacerdotal. En el
relato que sigue, aparecerán como protagonistas solo Caleb o Caleb junto con
Josué. La aparición conjunta de estos dos personajes nos permitirá
identificar una memoria sacerdotal. Las
instrucciones de Moisés y el relato de la exploración (13,17-24) En la
primera parte de esta sección, las instrucciones de Moisés (vv. 17-20),
destaca la repetición del primer verbo: “subir” (v.17). En otros contextos,
este verbo puede significar lanzar el ataque o asaltar (Jc 1,1). Sin embargo,
aquí se acompaña del verbo “ver” y de una serie de criterios con base en los
que evaluarán el país: si es bueno/malo, fértil/pobre, sus tipos de
habitaciones y si su pueblo fuerte/débil, pequeño/grande (v.20). La
materialización de la consigna “sean fuertes” será traer el fruto del país.
Nuevamente vemos que el relato no nos ubica en un plano de una conquista sino
más bien en el de una visita “turística”, una evaluación agrícola. Se trata
de ver si el país es “bueno” (tov en hebreo), es decir, evaluarlo como
Dios evaluó su creación en Gn 1. Los
exploradores cumplen con la orden de Moisés: suben (dos veces, vv. 21.22) y
en Escol cortan un gran racimo de uva y otras frutas (v.23). La mención aquí
de los hijos de Anaq en Hebrón no se identifica como algo problemático
(v.23), pese a ser una tradición que en otros textos aparece en el contexto
de conquista y destrucción donde se resalta su gran tamaño (Dt 2,10-11; 9,2;
Jos 11,21;15,14). Esto cambia en el informe de los exploradores que sigue en
el relato de Números 13. Relatos
contradictorios de los exploradores (13,25-33) Los
hombres regresan después de cuarenta días y sus relatos reflejan dos
perspectivas encontradas, una negativa y una positiva. Un primer informe
colectivo (“nosotros”) emitido frente a Moisés, Aaron y toda la comunidad
(v.26, repetido dos veces) aporta en primera instancia una evaluación
bastante factual y positiva sobre el país como territorio, junto con la
entrega de los frutos que han traído, como imagen de un país donde “fluye
leche y miel” (v.27)[5]. Sin
embargo, sigue un “pero” a la hora de hablar de los habitantes y sus ciudades
fortificadas. Aquí se evoca a los hijos de Anaq y a una lista de pueblos que
se perfilan como una amenaza (v. 28-29). Este tipo de lista, un recurso
retórico que se encuentra en varios relatos,[6] no
designa siempre a pueblos reales, sino que funciona como un conjunto
estereotipado de pueblos enemigos. De hecho, algunos de los pueblos que
aparecen en las listas no se pueden identificar. Posterior
al primer informe, interviene Caleb (v.30) (sin Josué, lo que sugiere una
versión antigua). Caleb retoma el sentido de las instrucciones recibidas, es
decir, la orden de subir. Afirma, contra la postura de los demás
exploradores, que “podemos subir”. Empieza aquí a distinguirse la figura de
Caleb, que volverá en el capítulo 14 y que aparecerá en varios momentos
durante el proceso de entrada del pueblo de Israel a la tierra de Canaán. Los
hombres que subieron con él contestan, sin embargo: “no podemos subir” (v.
31) y aportan una versión mucho más negativa acerca del país explorado. Usan
dos elementos retóricos para desacreditar la tierra, sin aportar prueba o
justificación que las sustente. En primer lugar, recurriendo a la mitología,
mencionan a los gigantes y a los hijos de Anaq (nuevamente). Estos, gigantes,
nefilim (literalmente, los “caídos”), aparecen en Génesis 6,4 antes
del diluvio y, según Josué 11,21-22, serían destruidos durante la conquista.[7] El
segundo recurso retórico es la deshumanización del pueblo habitante de la
tierra, convertido en enemigo. Argumentan que los habitantes son como
monstruos y que el país “devora a sus habitantes”; es decir, que allí solo se
encuentran el hambre y la pobreza. La autocomparación con las langostas, con
su connotación de fragilidad y esterilidad, concluye la visión negativa del
país (v. 33). Las
protestas del pueblo y sus consecuencias en Números 14 El
capítulo 14 describe las reacciones de diversos grupos a los informes
presentados a raíz de la exploración de la tierra. Gran parte del capítulo,
hasta el v. 35, carece de acciones nuevas. Más bien se caracteriza por
discursos y diálogos de confrontación entre las diferentes formas de evaluar
la situación. Protestas
del pueblo, reacción de los líderes (v.1-10) Los
primeros tres versos se centran en la respuesta del pueblo, e insisten en el
aspecto colectivo: “toda la comunidad” (v.1), “todos los hijos de Israel”
(v.2), “toda la comunidad” (v.2). Esta comunidad toda se levanta (en el
sentido de rebelión,), grita (“da voces”) y llora toda la noche (v.1), en
protesta total y “murmura” (se queja) contra Moisés y Aaron. Las quejas del
pueblo, tema recurrente en el libro de Números[8],
aparecen nuevamente en los vv. 27-38. La reacción descrita aquí es de no
seguir adelante, de borrar la historia de la liberación de Egipto, del éxodo
y del camino en el desierto. Quieren volver a Egipto - opción que valoran
como tov, buena (v. 3) - con otro jefe, ya que entrar en este país
significa una muerte segura y violenta. ¡El pueblo no quiere entrar en la
tierra tan prometida! ¡Es un momento de crisis profunda! La
primera reacción de Moisés y Aaron a la intervención del pueblo es física y
simbólica[9]: “se
prostran sobre su rostro delante de la congregación” (v. 4). Seguidamente
interviene Caleb, esta vez con Josué. Luego de rasgarse las vestiduras, otro
gesto simbólico de duelo, toman la palabra para defender nuevamente una
visión positiva del país, como “muy muy bueno” (v. 7), con el mismo adjetivo tov.
Se puede notar aquí que la expresión en el v.9, “vosotros los comeréis
como pan” (literalmente “ellos serán como pan para vosotros”), contrasta con
la expresión de los exploradores en 13,32: “un país que devora a sus propios
habitantes”. Caleb y Josué argumentan que la conquista será tan fácil como
comer pan. Por lo tanto, exhortan a no rebelarse, a no temer a los habitantes
y a tener confianza: Dios está con nosotros, mientras que este país “ya no tiene
sombra” (v.9), es decir, carece de protección divina. Pero no logran
convencer a la comunidad, que quiere lapidarlos (v.10). Diálogo
entre Dios y Moisés (v. 11-25) Justo
en este punto hay una teofanía, Dios se aparece en el lugar de encuentro con
la presencia de Dios, el tabernáculo. Entonces da inicio un apasionado
diálogo entre Dios y Moisés. Dios dice, como el salmista, “¿hasta cuándo?”,
pero refiriéndose al pueblo (a exclusión de Moisés), a quienes amenaza de
muchas catástrofes. “Este” pueblo (14,11), que ya no es “mi” pueblo, y que
quiere volver a Egipto, morirá de la misma plaga que hirió al faraón: la
peste (v.12, cf. Ex 9,15), y será desheredado. Es decir que, si el pueblo
quiere borrar la memoria del Egipto, entonces se borrarán también las
promesas hechas a los patriarcas. Moisés
interviene en los versos 13-19 para tratar de salvar la situación, así como
lo hizo en Éxodo 34 después del incidente del becerro de oro. Argumenta que,
si Dios mata al pueblo ahora y no se lleva a cabo el proyecto de entrar en la
tierra, los egipcios, que han reconocido el poder de Dios, ya no van a creer
en él. Dios no puede perder así su fama internacional; debe defender su
honor. Hay que cumplir las promesas, no se pueden borrar u olvidar. Le
recuerda que es un Dios de amor y fidelidad que perdona. Entonces Dios acepta
perdonar, pero prohíbe a la primera generación entrar en el país, con la
excepción de Caleb (aquí de nuevo solo, sin Josué). Segundo
anuncio de castigo y comienzo de su ejecución (v.26-38) El
discurso de Dios se repite en los vv. 26-35, en este caso en presencia de
Moisés y Aaron. El castigo viene especificado: los de más de 20 años no
entrarán en la tierra y la comunidad permanecerá cuarenta años en el
desierto, un año por cada día de exploración. Como toda la comunidad murmuró
(14,1), toda esta comunidad malvada caerá en el desierto. Nuevamente se
menciona a Caleb como excepción, esta vez con Josué (v. 30). En los versos
36-28 se relata el inicio del cumplimiento del castigo: los diez exploradores
que habían acompañado a Josué y Caleb mueren de plaga inmediatamente por
haber descreditado la tierra y llevado al pueblo a la rebelión. Se reitera la
mención de Josué y Caleb como los únicos exploradores que quedan vivos. Aquí
se marca una distinción muy clara entre los grupos que han participado en el
relato; se separan los “pesimistas” del resto. Intento
de conquista y fracaso (v.39-45) La
última parte del capítulo 14 vuelve a la pregunta ¿subir o no subir? (vv.
40.42.44). Ya no es para hacer turismo; esta vez el pueblo quiere “subir
hacia el lugar del cual ha hablado Dios” y conquistar a los amalecitas y los
cananeos. Aquí surge un gran malentendido de parte del pueblo. Mientras que
ellos creen mostrar buena voluntad y entusiasmo por la promesa, la iniciativa
no cuenta con la aprobación de Dios y es un lamentable fracaso (v. 45). La
tierra no está a su disposición; querían entrar en ella con una batalla
relámpago, pero permanecerán fuera durante cuarenta años. Una
escritura con varios puntos de vista Números
13-14 es considerado un relato fundante para la memoria del pueblo y su
historia porque la historia se narra también al inicio del libro del
Deuteronomio en el solemne primer discurso de Moisés (Dt 1,22-46). La
diferencia en Deuteronomio 1 es que Moisés toma la decisión de ir a explorar
la tierra (v. 22-23, el verbo es distinto) a raíz de una sugerencia del
pueblo, sin la intervención de Dios. La tradición judía va a interrogar mucho
esta diferencia: ¿la decisión de entrar a explorar la tierra es una decisión
humana o divina? Pero incluso sin tener que ir a leer la versión del relato
en Deuteronomio, ya en los dos capítulos de Números podemos encontrar la
presencia de varias manos y varios puntos de vista. En
Números 13-14 se mezclan dos tradiciones principales. En primer lugar, hay un
relato antiguo en el que los exploradores solo atraviesan la zona del Neguev
alrededor de Hebrón (un lugar al que están vinculadas las tradiciones sobre
Caleb), es decir el sur de Canaán (v. 22). La tradición sacerdotal, sin
embargo, extiende la exploración a todo el país de Canaán, haciendo que los
exploradores lleguen hasta el norte y recorran todo el país durante cuarenta
días. El v.21 habla de un recorrido “desde el desierto de Zin hasta Rehob,
junto a la entrada de Hamat”, mencionando así un punto al sur del Mar Muerto
en la región de Qades, y Rehob y Hamat que se localizan cerca del monte
Hermón, al extremo norte de Palestina. A la
luz de lo observado, se puede pensar en una historia antigua que se enfoca en
la acción, con un vocabulario concreto: subir o no subir, explorar, llevar
frutas. En este relato Caleb y Josué destacan como protagonistas esenciales.
La insistencia particular en el papel de Caleb podría remitir a una antigua
tradición que narra cómo él tomó la ciudad de Hebrón (cf. Jc 1).[10] Los
escribas sacerdotales retoman esta historia antigua, pero le dan un colorido
teológico según sus criterios favoritos. Construyen una historia nacional
para toda la comunidad, extendiendo el recorrido de los exploradores a todo
el país e insisten en una lógica de separación. Para ellos, es importante
subrayar la distinción entre los que están incluidos en el pueblo y los
excluidos que no hacen la voluntad de Dios, menosprecian y desobedecen (14,
26-35). Finalmente,
podemos identificar un añadido con una teología post-deuteronomista. Después
de la crisis del exilio, surge una nueva perspectiva de interpretación de la
historia que va más allá del pecado y el juicio para plantear el tema del
perdón de Dios. Los textos pre-exílicos, en particular los que están
influenciados por la teología desarrollada en el Deuteronomio, insisten en la
necesaria obediencia del pueblo a su Dios para no provocar catástrofes. Pero
después de la catástrofe del exilio y la deportación, se hace necesario
retomar el perdón y proponer una visión de Dios como fiel y misericordioso,
más allá de la ruptura. Es un Dios que también puede cambiar de parecer y
modificar sus planes en nombre de la vida y de la misericordia. Conclusión:
una
invitación a reflexionar, no a conquistar tierra ajena Al
concluir la lectura de este relato sobre los primeros pasos en la tierra
“prometida”, podemos constatar que hay opiniones, como mínimo, divididas
sobre la necesidad de entrar en la tierra: el pueblo no quiere y preferiría
volver a Egipto con un nuevo jefe; los dos líderes entusiastas – de los
cuales el más destacado ni siquiera es “nativo” del pueblo – corren el riesgo
de ser lapidados; Dios mismo se pregunta si finalmente es una buena idea
entrar a la tierra y si no sería mejor cambiar de pueblo. Finalmente, el
primer intento de conquista es un lamentable fracaso. Estamos
leyendo un texto en el que se superponen tres lógicas diferentes expresadas
en los puntos de vista de los distintos personajes. Por lo tanto, nos
encontramos ante un pensamiento complejo que incita al lector y a la lectora
a evaluar los diferentes puntos de vista y sacar sus propias conclusiones.
Los textos bíblicos no cuentan “la historia”. Cuentan memorias de solidaridad
y testimonios de seres humanos que relatan su fe y sus andanzas en el
descubrimiento de un Dios que los espera siempre en otro lugar. Esos relatos
pueden alimentar nuestra imaginación, para bien o para mal: como
autojustificación que deshumaniza al otro o como un texto espejo que nos hace
cuestionar constantemente nuestras prácticas. Debemos replantearnos nuestra
relación con la Biblia para evitar leerla como un relato programático de lo
que vamos a hacer o debemos hacer. En
Números 13-14, nos enfrentamos al reto de imaginar una tierra prometida que
pueda seguir siendo eso, una tierra prometida para una nueva generación de
esperanza. Porque esta promesa sigue siendo promesa —nunca cumplida— de una
tierra que nunca podrá ser conquistada porque será dada, una tierra que no es
santa porque no es localizable. No hay un lugar “natural” para el pueblo de
Dios. El relato presenta una referencia ideal, pero una promesa puede
realizarse en cualquier lugar, ya que es la promesa de un encuentro. Esta
promesa no es un programa que hay que realizar, sino la espera de un Dios que
viene para toda la humanidad y de una bendición suspendida en la obra
inacabada de Dios en favor de la paz en el mundo. Nuestra identidad hay que
buscarla y descubrirla delante nuestro. Bibliografía Artus, Olivier. Études sur le livre des Nombres:
Récit, Histoire et Loi en Nb 13,1-20,13. Vandenhoeck &
Ruprecht, 1997. Nguyen, Dinh Anh Nhue. Numeri. Introduzione,
traduzione e commento. San Paolo, 2017. Corinne
Lanoir es Doctora en Teología por la Universidad de
Lausana (Lausana, Suiza). Contacto:
clanoir33@gmail.com Artículo recibido: 29 de agosto de 2025. Artículo aprobado: 14 de noviembre de 2025. |
|
[1] El
análisis que sigue se inspira en Olivier
Artus, Études sur le livre des Nombres: Recit, Histoire et Loi en Nb
13,1-20,13 (Vandenhoeck & Ruprecht, 1997).
[2] Nm 13,2.16.17.21.25.32;
14,6.7.34.36.38. Las demás ocurrencias en el Pentateuco son: Nm 10,33 para el
recorrido del arca, Nm 15,39 donde se habla de no seguir los deseos de su
corazón y Dt 1,33 para hablar de la presencia de Dios en camino con su pueblo
de día y de noche.
[3] Se encuentra también en
Nm 15,2; Lv 14,34; Dt 32,49 donde se añade que Dios da esta tierra como
herencia. Otra expresión menciona el don de la tierra donde Dios va a llevar (o
“hacer entrar”) a su pueblo: Nm 14,8;15,18; Lv 23,10; 25,2.
[4] Aunque en Jc 1,10-15, al
parecer, todavía tiene que conquistarlo.
[5] Esa imagen de una tierra
donde fluye leche y miel ya se encuentra en los textos de Ugarit al final del
segundo milenio y está ligada al Dios Baal, Dios de la tempestad y la lluvia
que trae fertilidad y abundancia en la tierra.
[6] Se aporta un elenco de
varios pueblos que habitan la tierra de Canaán al momento de la conquista en
Gn10,15-18; 15,19-21; Ex 3,8.17;13,5;17,8-16;23,23; Dt 7,1; 20,17; Jos 3,10 por
ejemplo. Aparecen muchas veces seis o siete pueblos. Ya los Asirios y los
Babilonios designaban a los habitantes de Asia Menor en general como “Hititas”
o “Amorreos”.
[7] Exceptuando los que
vivían en las ciudades filisteas de Gaza, Gat y Ashdod. Según 2 Sm 21,18-22
Goliat estaba emparentado con ellos y van a ser derrotados por David y sus
hombres.
[8] Se encuentra varias
veces este verbo en Ex 14,11;15,24;16,3;17,1-7; 32; Nm. 11,1-4; 12,1; 14,1-4;
16,3.14; 20,2-5; 21,5 que reaparece en toda la estadía en el desierto. La
primera vez que el pueblo murmura para expresar su miedo y su descontento es en
medio del acto fundamental de liberación, en el paso del mar en Ex 14,11-12:
“¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el
desierto? ¿Por qué nos has hecho esto? ¿Por qué nos has sacado de Egipto? 12 Ya
te lo decíamos cuando estábamos en Egipto: “Déjanos servir a los egipcios,
porque mejor nos es servir a los egipcios que morir en el desierto.”
[9] Este gesto se encuentra
en Nm 16,4.22;17,10;20,6; indica un momento de crisis grave donde hay que
humillarse, pedir perdón e interceder a Dios.
[10] Retomo aquí las propuestas de Artus, Études sur le livre des Nombres. Ver también Dinh Anh Nhue Nguyen, Numeri. Introduzione, traduzione e commento (San Paolo, 2017), 163. Nguyen propone leer la tradición sacerdotal en los vv. 13,1-17a.21.25-26.32-33; 14,1a.2-3.5-10.26-28, y una tradición más antigua en los vv. 13,17b-20.22-24.27-31; 14,1b.4.11-25.39-45.