|
|
|
|
|
|
Vida y Pensamiento Revista Teológica de la
Universidad Bíblica Latinoamericana Volumen 45, Número 2,
Diciembre-Junio, Año 2025 Pensar/interpretar la
biblia en la sociedad
contemporánea: Fundamentalismos, luchas
y resistencias |
|
|
|
Entrelazando
historias El
análisis narrativo y la antropología cultural
como cercanía vital Néstor
O. Míguez Investigador
independiente, Buenos Aires, Argentina pp. 187-204 |
|
|
|
Resumen: En este artículo
se analiza el fundamentalismo bíblico en el marco de una concepción de los
fundamentalismos como modelos epistemológicos culturalmente situados. Se
establecen sus vínculos con los desarrollos sociopolíticos del sistema-mundo
neoliberal. Se proponen herramientas de estudio vinculadas con el análisis
narrativo y la antropología cultural, y cómo esos mismos saberes pueden ser
significativos para su superación. Palabras clave: fundamentalismo,
configuración cultural, antropología cultural, análisis
narrativo, vida cotidiana. Abstract: This article
analyzes biblical fundamentalism within the framework of a conception of
fundamentalisms as culturally situated epistemological models. Its links are
established with the socio-political developments of the neoliberal world
system. Study tools linked to narrative analysis and cultural anthropology
are proposed, as well as how this same knowledge can be significant in
overcoming it. Keywords: fundamentalism,
cultural configuration, cultural anthropology, narrative analysis, daily
life. |
|
|
|
Néstor O. Míguez Entrelazando
historias El análisis narrativo
y la antropología cultural como
cercanía vital Ubicando nuestro tema[1] En
la dinámica de este Congreso, aparece como un factor repetidamente puesto en
consideración, y así ha sido en las ponencias de plenario, el tema del
fundamentalismo bíblico. Mi propósito en esta breve exposición es aclarar la
ubicación del fundamentalismo bíblico como un momento cultural e histórico,
como una ‘teología contextual’ propia de un sector y una determinada lucha
por la hegemonía en el campo religioso, pero que a su vez forma parte de la
búsqueda de control político y social en su conjunto. Ubicar
el fundamentalismo, entonces, no tanto como una corriente dogmática, que por
supuesto lo es también, sino como una actitud cultural, como parte de un
ethos determinado, estimulado por fuerzas políticas y de ninguna manera ajeno
a intereses económicos o de diversos sectores sociales. El fundamentalismo,
entonces, aparece como un dispositivo destinado a capturar subjetividades,
también en el campo popular, para reforzar e incorporar parte de las fuerzas
sociales a proyectos de control patriarcal y sistemas propios de la formación
económica dominante. Justamente,
por ser parte de un proyecto de dominación más amplio, las formas de lo que
llamamos fundamentalismo no resultan idénticas en los diversos contextos y
situaciones. Por eso la misma categoría de fundamentalismo merece ser
examinada a partir de cómo impactan y se asimilan sus postulados en los
distintos contextos a los que se les impone, o pretende imponérseles. En ese
sentido, no hay que suponer que el fundamentalismo es solamente un discurso
religioso, sino la forma religiosa que toman otras expresiones ideológicas.
Y, complementariamente, cómo diversos postulados políticos o económicos
adquieren formas que parecen propias de la dinámica de lo religioso. De allí
que encontramos fundamentalismos económicos (el ‘fundamentalismo de mercado’)
o políticos (como ciertos fundamentalismos de izquierda o anarquistas). Por
eso, es importante ver cómo actúa lo que llamamos fundamentalismo en la vida
cotidiana de las personas y los pueblos, cómo se encarna en las diversas
situaciones y contextos, cómo se vive y cómo se ‘relata’ por los distintos
actores sociales. Por eso es también importante cómo se genera y se difunde
según esos mismos intereses y alcances. Es lo que busco desarrollar en esta
exposición. Antecedentes El
movimiento que originalmente se llamó fundamentalismo surge como una reacción
a la aparición de los métodos histórico-críticos en la exégesis bíblica. Los
métodos histórico-críticos en el estudio de la Biblia, así como los
estructurales, han hecho su indudable aporte a las ciencias bíblicas. Han
permitido establecer mejor los textos, a discernir niveles de elaboración y
la circulación de sentido, así como las estructuras de superficie y
profundidad. Han traído consigo, también, sus supuestos epistemológicos y su
inserción cultural-ideológica. Por su complejidad no han estado al alcance de
la mayoría de los lectores de la Biblia, y sus resultados no siempre han sido
fáciles de comunicar y difundir, ya que de alguna manera ponen en cuestión lo
que se naturalizó como el ‘textus receptus’ y la lectura más llana del mismo. Los
aportes del análisis sociopolítico, por su parte, también han permitido una
lectura bíblica más pertinente. Han contribuido a situar los textos bíblicos
en su contexto, tanto al tiempo de su producción como al de su lectura.
Aplicado a la lectura popular de la Biblia en AL, ha sido una herramienta
útil para estimular una relectura situada y discernir los alcances sociales y
políticos de los mismos. Sin embargo, sus resultados no siempre han sido
consistentes, pues también han quedado marcados por los sesgos ideológicos de
los autores a los que hemos recurrido y las circunstancias y los paradigmas
científicos utilizados. Así, cuando se han usado metodologías funcionalistas,
los resultados no son compatibles con los que se obtuvieron cuando se
hicieron con teorías críticas. Incluso el mismo texto, según sea la
aproximación empleada, resultó en significados contradictorios.[2] Tanto
las hermenéuticas que han puesto su énfasis en el texto, como las que han
procurado alumbrar los contextos (que en muchos casos han incluido aportes
interdisciplinarios: lingüística, arqueología bíblica, historia social y
económica, antropología histórica, etc.) son necesarias para la
profundización de la lectura bíblica. Sin embargo, sus aportes han sido
fuertemente rechazados por las lecturas literalistas y fundamentalistas, o
por el dispensacionalismo, especialmente en el ámbito ‘evangelical’.
Ese rechazo está más emparentado con el debate teológico-ideológico y su
inserción sociopolítica, con los paradigmas epistemológicos en juego, que con
el estudio propio del texto bíblico, como lo demuestra la obra que originó el
llamado fundamentalismo.[3] Sin embargo, la extensión de esta categoría
demuestra que esa dinámica también afectó a otros espacios culturales. La
pregunta es realmente qué podemos incluir en este concepto y qué matices
diferenciales debemos destacar. Los
fundamentalismos En
primer lugar, planteo que tenemos que diferenciar modos y niveles de
fundamentalismo. Como expreso en el inicio de este artículo, dudo en
sostenerlo como una categoría que pueda abarcar fenómenos culturales y
sociales muy distintos. Si bien hay mecanismos psicológicos y actitudes que
pueden asimilarse, hay intereses y consecuencias muy distintas. ¿Es lo mismo,
responde a las mismas caracterizaciones, el ‘fundamentalismo de mercado’ de
un economista libertario, el fundamentalismo que puede expresar una creyente
pobre habitante de una ‘favela’ en Río de Janeiro, un combatiente islámico en
Afganistán, o un judío ortodoxo? ¿Impactan de la misma manera y persiguen
similares objetivos? ¿Tienen las mismas derivas sociopolíticas? Sus modos de
vida, sus posicionamientos y las motivaciones que los llevan a esas formas
extremas son muy distintos, y reunirlos en una misma categoría puede
llevarnos a una confusión y a una incomprensión de lo que realmente está en
juego en cada situación vital. Por
otro lado, las lecturas fundamentalistas también son lecturas contextuales, y
en muchos casos responden a los mismos modos de pensamiento que dicen
rechazar. Por cierto, sincretizan discursos hegemónicos y se incorporan a los
paradigmas dominantes en el terreno político y económico; aun cuando, en
algunos casos, ese fundamentalismo expresa, a la vez, una ambigua resistencia
a los mismos. Así, es posible ver cómo inciden en la vida cotidiana de los y
las creyentes y ocupan un lugar significativo en las construcciones
culturales también en el ámbito popular. Como
es fácil comprobar, estas proyecciones y modelos religiosos no están ajenos a
los intereses políticos y económicos propios de las configuraciones
culturales que se dan a partir del capitalismo financiero tardío, o como
algunos prefieren llamarlo, tecnofeudalismo, que
parecen caracterizar el sistema-mundo propio de las postrimerías del siglo XX
y primer cuarto del XXI[4]. Lo
que caracteriza esta forma de capitalismo/neofeudalismo
es, por un lado, el predominio del capital financiero y su capacidad de
direccionar la economía productiva según los intereses de los grupos
especulativos y de intermediación; y por el otro, su capacidad de apropiación
de las nuevas tecnologías y su incidencia en las comunicaciones, sus
dispositivos de ‘captura de la subjetividad’. De
allí su influencia en las configuraciones culturales populares, que puede
comprobarse por su cercanía a las fuerzas políticas de derecha y
ultraderecha. Esto incluye a ciertos grupos y ‘ministerios’ religiosos
fundamentalistas y su ahora declarado apoyo a figuras políticas de ese signo.
En ese contexto cabría estudiar (y algunos ya lo están haciendo) cómo se
generan los dispositivos culturales para esta incidencia. Estos factores que
podemos marcar en el plano más amplio de los marcos ideológicos hegemónicos
afectan los espacios culturales más cotidianos con sus variantes y matices,
generando actitudes que responden a la problemática local. Por
eso, considero que el fundamentalismo, o los fundamentalismos, para ser
consecuente, no están vinculados con una ‘creencia’ religiosa o una
comprensión dogmática de alguna supuesta verdad inamovible, sino que son
modos de aprendizaje y construcciones epistemológicas complejas, vinculadas a
los modos de producción sociocultural, a momentos políticos y demográficos, a
constructos ideológicos, morales y paradigmas filosóficos, a ciertos ethos
civilizatorios epocales. Y que, por lo tanto,
para comprenderlos y poder diferenciarlos, hay que ver no su manifestación
superficial en sus afirmaciones y doctrinas, sino en el modo en que se
origina y se desarrolla en cada ambiente social y a qué circunstancias y
poderes responde. El
fundamentalismo que encuentro en un barrio periférico de una gran ciudad, en
las iglesias surgidas en las ‘villas’ de Buenos Aires, para hablar de mi
experiencia concreta, es muy distinto del que puedo encontrar en una
comunidad del pueblo Qom en el impenetrable Chaco en el norte argentino,
aunque ambos han sido evangelizados por la misma denominación. Y ambos, a su
vez, muy diferentes del discurso de esa misma tendencia en el aristocrático
barrio de Recoleta. Por eso es importante acudir a las ciencias sociales y
especialmente a la antropología cultural para poder conocer el ethos y
el pathos que dan lugar a la presencia, y en algunos casos a la
creciente influencia de las lecturas fundamentalistas y sus efectos en la cotidianeidad social y las relaciones sociales que se
generan. No puedo tratar de abarcar aquí toda la temática del fundamentalismo
en este sentido, ni soy yo el más erudito en estas cuestiones como para
hacerlo. Solo quiero destacar algunos factores que lo rodean. Fundamentalismo
bíblico En
este texto considero bajo esa denominación lo que resulta de un
posicionamiento dentro del cristianismo occidental. En cambio, los llamados
fundamentalismos islámicos, o el fundamentalismo sionista, o de otras
religiones, probablemente hay que asignarlos a otras circunstancias, que si
bien pueden tener algunos factores en común (como el impacto de la
globalización en las identidades culturales), se generan en configuraciones
culturales distintas. Ese
fundamentalismo bíblico afecta significativamente al ámbito evangélico en
nuestros países de América (incluyendo América del Norte), y se refleja
también en África y el este asiático. Se caracteriza especialmente por una
comprensión literalista del texto bíblico, sus
textos inspirados como inerrantes, y por ende, dogmatizados. Y ha logrado en
los últimos 50 años expandirse y afectar a iglesias y denominaciones que
originalmente no estaban influidas por esa tendencia. El fundamentalismo
católico es distinto, aunque en muchos casos responda a la misma lógica,
porque es más moralista y ritualista que el literalismo
bíblico. Vamos
a lo que es propio de este Congreso, el fundamentalismo en los estudios
bíblicos. En sus postulados y en sus personeros más destacados es una muestra
de ignorancia, sino simplemente de deshonestidad. Como se expuso en otra
ponencia de este congreso, hay un fundamentalismo culposo y un
fundamentalismo doloso. Para los seguidores ingenuos que quedan atrapados en
las redes de ciertas propuestas autoritarias y dispositivos de captura
religiosa, es un camino de alienación social y de sometimiento, que muchas
veces se proyecta a otros espacios de vida, moral, familiar y políticos. Pero
los supuestos eruditos que lo postulan para el campo bíblico, en su
simplificación intencional, ignoran las diferencias de géneros literarios, la
polisemia lingüística, los mundos referenciales y las asincronías
redaccionales. Pasan por alto las inconsistencias propias de las diversas
trayectorias bíblicas. También desconocen la propia historia del canon y
mucho más la conformación del mismo desde
tradiciones orales y actos performativos ritualizados. De esa manera
proyectan un modelo gnoseológico que acepta el arbitrio del poder y desconoce
la diversidad. Cuando
estudiamos las lecturas fundamentalistas en su contexto, vemos que son
nutridas por ciertos mandatos de los discursos seculares. James Barr, en su
libro sobre el fundamentalismo[5],
destaca cómo el literalismo bíblico es, en el
fondo, deudor de los mismos supuestos del modernismo que dice combatir. Es
propiamente un hijo de su tiempo, ya que surge en las postrimerías del siglo
XIX. Contrariamente a su pretensión de ser la ‘lectura apoyada en la
inspiración literal del texto’, ‘lo que siempre creyó la mayoría de los
cristianos’, es un producto de una construcción de discurso que depende de
una comprensión pragmático-positivista de los textos escriturísticos. Sin
embargo, se confronta con los resultados de la aplicación de la ciencia sin
percibir que ya ha cedido lo que podría ser su distinción básica, que es el
criterio de verdad. Pretende aplicar el criterio de verdad que toma del
positivismo a textos que responden a otros conceptos y criterios, a otros
paradigmas de verdad. Pero,
curiosamente (o no), también saludan alegremente a la postmodernidad y
adhieren a las premisas de la relatividad cultural, que también dicen
combatir. Es decir, anulan el debate racional y la posibilidad de una
investigación seria sobre factores históricos, ya que todo nace con ‘mi
opinión’ (en estos casos confundida con ‘mi fe’), propia de la era de la
posverdad. Por otro lado, mientras rechazan los resultados de las
investigaciones científicas en los terrenos históricos, geológicos y
astronómicos, pero también en muchos casos en los médicos y psicológicos, son
muy eficientes en aprovechar los avances tecnológicos, especialmente en el
terreno de las comunicaciones, para conquistar e influir en diversos sectores
poblacionales. En esto se comportan como y en convivencia con los modelos
ideopolíticos de otros actores de la derecha mundial. Por
otro lado, olvidan que la lectura alegórica fue dominante durante siglos, que
las interpretaciones doctrinales se han impuesto como ‘ortodoxia’ a partir de
conceptos filosóficos que respondían a las escuelas vigentes en esos
momentos, o que el arte ha interpretado y difundido el mensaje bíblico con
otros parámetros completamente distintos. Las cuestiones dogmáticas que
sostienen surgen de una lectura sesgada, completamente parcial e incompleta
del texto bíblico, un verdadero ‘canon dentro del canon’. Sin embargo, aun
cuando estas incongruencias quedan palmariamente demostradas, persisten en
sus posturas autoritarias. Esto nos señala que estas lecturas no dependen del
conocimiento de las Escrituras como fundamento de la fe (según su pretensión)
sino, como señala, de otros factores más cercanos a la dinámica cultural
secular que al ámbito de la tradición hermenéutica bíblica. Y los creyentes
simples que son llevados a esas lecturas responden a modelos culturales
fuertemente influidos por intereses políticos que justamente responden al
mismo esquema de arbitrio autoritario. Como
señalo, el fundamentalismo es un hijo ingrato del positivismo, que reniega de
sus progenitores aunque usa su herencia. Cuando lo ubicamos dentro de las
configuraciones culturales en las que se desarrolla, vemos cómo se conforma
con el concepto de ‘verdad’ que corresponde a un cientificismo racionalista
propio de la modernidad, y luego pretende contraponerlo con escritos
mito-poéticos que responden a paradigmas culturales completamente distintos.
Esto parece responder a una apología que busca resguardar un espacio de
autoridad eclesiástica que era cuestionado por las tendencias secularizantes del momento en el mundo nordatlántico del cual surge. Esto también se extiende
luego a los espacios misioneros en la expansión territorial de las colonias.
El fundamentalismo bíblico fue –sigue siendo— un instrumento de autoridad de
los misioneros, para modificar la realidad cultural y posicionamiento social
de los colonizados. Otro
elemento que quiero agregar a esta serie de paradojas del fundamentalismo es
el mensaje individualista y meritocrático con el que se presenta actualmente.
Esto es especialmente llamativo por provenir este fundamentalismo del ámbito
protestante ‘evangelical’, donde la doctrina de la
salvación por la fe es central. Y así, mientras en el terreno ‘espiritual’ se
rechaza la idea de una salvación por los méritos, esto parece ser el dogma a cumplir en el terreno social. Simplemente
adhieren a los postulados neoliberales sin preocuparse mínimamente por la
flagrante contradicción en la que se encuentran. Aparece una extraña
confusión entre quienes provienen y siguen sosteniendo un discurso inspirado
en el fundamentalismo y la inerracia y respaldan y
hasta se entroncan políticamente con las posturas neoliberales. Denostan la justicia social y hacen una idolatría del oro
desoyendo el mensaje profético del Antiguo Testamento y ponderan los méritos
como justificación del individualismo en flagrante oposición al evangelio de
Jesús o con las enseñanzas paulinas. Nadie que haya leído el Sermón del Monte
puede mínimamente defender al mismo tiempo una lectura bíblica literalista y el discurso llamado libertario, inspirado
en Hayek o Rothbard. No podemos dejar de mencionar cómo esto también es
propio de la llamada ‘teología de la prosperidad’, que ni es teología ni
asegura prosperidad. Para
poner una anécdota personal, recuerdo una discusión con un alumno que venía
de una postura fundamentalista, literalista. Le
pedí que leyera el Evangelio de Lucas 12:32-34: "No temáis, manada
pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el Reino. Vended lo que
poseéis y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los
cielos que no se agote, donde ladrón no llega ni polilla destruye, porque
donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (RV60). Le
pregunté si consideraba que ese era un mandamiento que había cumplido, o si
en su denominación lo cumplían. Obviamente su respuesta fue: ‘Bueno, esto hay
que ver… hay que ver qué quiso decir Jesús… Hay que interpretarlo… —¿Ah… esto
hay que interpretarlo, pero lo demás no? Otra
aproximación necesaria… Frente
a esto, exploramos dos caminos que pensamos que pueden ayudar a encontrar
salida a esta encrucijada: el análisis narrativo (junto al performativo) y
los aportes de la antropología social. Comencemos con esto último. Para
confrontar al fundamentalismo no alcanza con exhibir sus falacias, sino que
es necesario generar otras herramientas comunicacionales superadoras, que
pongan en cuestión los modos de recepción y construcción de certezas, que
disrumpan los dispositivos de captura en los que se instala. Y especialmente
en los sectores populares y en las comunidades de fe es preciso que se
acerquen a la cotidianeidad, que presenten una ‘cercanía vital’. Esto supone
una empatía con aquellos sectores a los que queremos alcanzar con el mensaje
liberador del evangelio. La
misma antropología nos acerca algunas ‘líneas de fuga’ en ese sentido al
describir los mundos vitales que se generan en esos constructos culturales.
Estos estudios, así como la práctica pastoral, nos permiten conocer cómo
funcionan las narrativas que organizan esos recorridos biográficos y también
su fragmentación. De allí que sugiero que el análisis narrativo, como
complemento de la etnografía, aplicado tanto al texto bíblico como a los
contextos de lectura, resulta productivo (y lo he comprobado en mi propia
práctica) como un espacio de apertura frente a los dispositivos de captura de
la subjetividad que usan las fuerzas políticas hegemónicas y el rasero
ideológico que anula las diversidades, como son los fundamentalismos. Es
que las historias de vida son el espacio necesario para ver cómo el impacto
de un cierto mensaje ‘reorganiza’ la biografía de las personas y las
comunidades. El mensaje es recibido siempre a partir de un escenario previo,
donde ya se encuentran los elementos que permiten comprenderlo y asimilarlo.
Por eso el impacto que produce la ‘evangelización’ será distinto en las
diferentes culturas y producirá síncresis
distintas, y el ‘fundamentalismo’ tomará un rumbo diferencial de acuerdo con
esas construcciones sincréticas. Es que contra lo que creen y suponen los
misioneros, la ‘conversión’ no es desechar el modo y la creencia anterior,
sino una reorganización de los elementos preexistentes y su incidencia en el
relato biográfico. Mi propio trabajo entre el pueblo Qom me ha provisto de
mucho material en ese sentido. Y eso es lo que me ha permitido superar en
gran parte el dogmatismo fundamentalista que les inculcaron los primeros
misioneros. ‘Entrelazando
historias’ es el nombre que le he dado a una técnica y propuesta teológica
narrativa que retoma y entrelaza tanto las historias bíblicas como las
historias personales y mitos colectivos que hacen las configuraciones
culturales de las comunidades lectoras y sus conflictos y contradicciones.
Para abundar en este ejemplo, cuando estudiamos la historia de Abraham con
una comunidad Qom, pudimos ver que los primeros habitantes del monte
chaqueño, que llegaron por una migración que venía del sur siguiendo el cauce
de los ríos, eran contemporáneos de la formación del pueblo de Israel. Esa
posibilidad de ‘entrelazar historias’ y las conversaciones y preguntas que se
generaron permitieron leer los textos históricos del Antiguo Testamento con
una óptica que desarmó el argumento fundamentalista. No
es, por cierto, la única herramienta o solución a una problemática social
compleja que requiere de una pluralidad de enfoques. Lo que buscamos es poner
lado a lado una narrativa bíblica, destacando sus actores plurales, sus
situaciones vitales, sus dinámicas de fe, con las circunstancias y trasfondo
de la comunidad lectora, ver cómo se vinculan y diferencias, cómo se
entrelazan. Se hace así, además, una dinámica transcultural. Muestra la
presencia de actores y circunstancias históricas que van más allá de las
voluntades personales y que están insertas en las dinámicas culturales y
socioeconómicas que se configuran en consecuencia. Justamente,
las culturas no son homogéneas, y las brechas que permiten su transformación
liberadora quedan expuestas cuando se confrontan los relatos que las
sostienen. Al estudiar los relatos bíblicos donde se muestran las
contradicciones que estos mismos relatos exhiben, y los espacios de
transformación y esperanza que permiten, el lugar de una fe liberadora, y
ponerlos en sus espacios vitales junto a los espacios vitales de sus
lectores, hace de esos lectores gestores de su propia interpretación, y da lugar
a las diversidades contenidas en esa misma configuración cultural. Por
cierto, esto no es novedoso. La LPB en América Latina ya lo viene haciendo
desde la práctica de Ernesto Cardenal reflejada en “El evangelio en
Solentiname”. Lo que estoy sugiriendo es que el análisis narratológico como
tal, sea en sus vertientes estructurales tanto como pragmáticas, o lo que se
ha llamado la crítica retórica, o la “reader-response”
o la crítica narrativa generada en los mismos círculos bíblicos[6], o
la lectura del ‘lector rebelde’, nos ofrecen diversas herramientas para
adentrarnos en el texto bíblico y descubrir los matices y sutilezas, las
líneas de fuga y la amplitud polisémica de los textos, antes de su clausura
dogmática. Es una herramienta valiosa en el diálogo con las culturas
populares porque se nutre de las mismas dinámicas que las narrativas que han
conformado la mítica etiológica de los pueblos. Pero,
a mi entender, no basta con la exposición académica del relato, sus alcances
y naturaleza, sino que nos permite generar nuevos relatos situados,
entrelazarlos con los relatos de las vivencias cotidianas y los mundos
vitales de los receptores, que dejan de ser receptores para hacerse co-creadores de un nuevo relato circunstanciado. Son
formas de resistencia ideológica pero también de resignificación de la
memoria y anticipo de alternativas surgidas desde la fe. Mucho
más cuando se da lugar a la dimensión performativa. No olvidemos que todos
los relatos bíblicos, incluso los poemas en su lenguaje alegórico,
se conformaron en culturas mayormente orales y por lo tanto tienen un
trasfondo performativo antes de alcanzar la forma canónica de su actual
escritura. Incluso las cartas del Nuevo Testamento tienen como sustento un
relato fundante. De allí que toda reconstrucción narrativa supone también una
reconstrucción performativa. El ejemplo del bibliodrama
(que presentan Graciela Dibo y Larry Madrigal en
otra mesa de este Congreso) es una técnica que se basa en esta misma
comprensión, aunque haya surgido de otra experiencia. También lo es la
traducción de la Biblia a las lenguas de señas, que, como dice Elsa Tamez,
más que una traducción es una intersemiotización.[7] Yo
agregaría que es una trans (o re-) somatización, pues la narrativa tiene
lugar en los cuerpos. Así, las historias liberan fuerzas y potencias tanto
intelectuales como emotivas que pueden superar la captura fundamentalista y
acercarse a los mundos vitales, hacerse ‘cercanía vital’ del mensaje
liberador del evangelio. Bibliografía Barr, James. Fundamentalism.
2a ed. SCM Press, 1981. Deissmann, Adolf. Das Neue Testament
und die neuentdeckten Texte der hellenistisch-römischen Welt. Mohr,
1908. Durand, Cedric.
Tecnofeudalismo. Crítica de la economía
digital. La Cebra, 2021. Horsley,
Richard A. Sociología y el movimiento de Jesús. Crossroad,
1998. Jameson, Fredric. El posmodernismo o
la lógica cultural del capitalismo avanzado. Paidós, 1991. Judge, Edwin A. “The Early Christians as a Scholastic Community”.
Journal of Religious History 1, núm. 1
(1960): 4–15. https://doi.org/10.1111/j.1467-9809.1960.tb00010.x. Kaltmeier,
Olaf. Refeudalización: Desigualdad
social, economía y cultura política en América Latina en el temprano siglo
XXI. Bielefeld University Press,
2019. doi.org/10.14361/9783839445242. Lampe, Peter. Los primeros cristianos
en Roma. De Pablo a Valentín. Sígueme, 2023. Malherbe, Abraham J. Social aspects of early Christianity.
2a ed. Fortress Press, 1983. Meeks, Wayne A. Los primeros
cristianos urbanos. El mundo social del apóstol Pablo. Sígueme, 1988. Míguez, Néstor O. “Análisis narrativo”.
En Nuevas aproximaciones al texto bíblico. Métodos exegéticos y
hermenéutica en el siglo XXI, editado por Néstor O. Míguez. Ediciones La
Aurora, 2022. Míguez, Néstor O. “Crítica performativa”.
En Nuevas aproximaciones al texto bíblico. Métodos exegéticos y
hermenéutica en el siglo XXI, editado por Néstor O. Míguez. Ediciones La
Aurora, 2022. Tamez, Elsa, y Isela Trujillo. “El
diálogo intercultural en la interpretación de la Biblia. El caso de las
comunidades sordas, las lenguas de señas y su diálogo intersemiótico”.
En Nuevas aproximaciones al texto bíblico. Métodos exegéticos y
hermenéutica en el siglo XXI, editado por Néstor O. Míguez. Ediciones La
Aurora, 2022. Theissen, Gerd. Sociología del movimiento de Jesús. El
nacimiento del cristianismo primitivo. Sal Terrae, 1979. Torrey, Reuben A., James Orr, Benjamin B. Warfield, et al. The
Fundamentals. A Testimony to the Truth. Testimony Prublishig
Co., 1910. Varoufakis, Yanis. Tecnofeudalismo: El
sigiloso sucesor del capitalismo. Traducido por Marta
Valdivieso. Ariel, 2024. Néstor
O. Míguez es Doctor en Teología por el ISEDET
(Buenos Aires, Argentina) y Magíster en Antropología Social por FLACSO
(Buenos Aires, Argentina). Contacto:
nestormiguez@gmail.com Artículo recibido: 22 de agosto de 2025. Artículo aprobado: 10 de noviembre de 2025. |
|
[1] El presente artículo
está basado en mi intervención en el panel “Desafíos de la exégesis bíblica
latinoamericana: de la disputa teórica a la cercanía vital”, en el “III
Congreso Internacional de Estudios Bíblicos. Exégesis bíblica en la sociedad
contemporánea: conflictos, fundamentalismos y resistencias”, llevado a cabo
en San José de Costa Rica, 23-27 de junio de 2025.
[2] Por ejemplo ver, más
allá del continente latinoamericano, la contraposición en torno del contexto
social del ‘Jesús histórico’ entre Gerd Theissen, Sociología del movimiento de Jesús (Sal
Terrae, 1979) y Richard
A. Horsley, Sociología y el movimiento de Jesús (Crossroad, 1998). Mientras el autodenominado ‘nuevo consenso’ —véase, por ejemplo: Wayne A. Meeks, Los primeros
cristianos urbanos (Sígueme, 1988); Edwin A. Judge, “The Early Christians
as a Scholastic Community”, Journal of Religious History 1, núm. 1
(1960): 4–15; Abraham J. Malherbe, Social aspects of early Christianity,
2a ed. (Fortress
Press, 1983), et al.— busca ubicar al naciente cristianismo de la
gentilidad en una ‘clase media con aspiraciones’, otros autores, como el
clásico estudio de Adolf Deissmann, Das Neue Testament und die neuentdeckten Texte der
hellenistisch- römischen Welt (Mohr, 1908), ya lo
percibieron como un movimiento de esclavos, artesanos pobres y marginales
urbanos. Lo mismo propone P. Lampe en el estudio sobre el origen del
cristianismo romano: Los primeros cristianos en Roma. De Pablo a Valentín (Sígueme, 2023). En América
Latina Elsa Tamez, Pablo Richard y mis propios estudios, entre otros, seguimos
esta línea.
[3] The Fundamentals es
una colección de ensayos producidos por académicos en teología, mayormente
norteamericanos, publicado hacia 1910, donde se oponen a la alta crítica, al
uso de las ciencias seculares para la interpretación bíblica, a las teorías de
la evolución, al marxismo y al psicoanálisis, y en defensa del literalismo
bíblico, la inerrancia y las tradiciones doctrinales planteadas como
‘universales’, pero que en realidad surgieron del denominacionalismo
conservador que se dio en Norteamérica
en hacia la segunda mitad del siglo XIX. Los movimientos y afirmaciones
doctrinales que siguieron esa tendencia y esos escritos fueron, en
consecuencia, denominados ‘fundamentalismo’. Cf.
Reuben A.
Torrey et al., The Fundamentals. A Testimony to the Truth
(Testimony Prublishig Co., 1910).
[4] Ver, por ejemplo, Fredric Jameson, El posmodernismo
o la lógica cultural del capitalismo avanzado (Paidós, 1991); Cedric
Durand, Tecnofeudalismo. Crítica de la economía digital (La Cebra,
2021); Yanis Varoufakis, Tecnofeudalismo: El sigiloso sucesor del
capitalismo, trad. Marta Valdivieso (Ariel, 2024); Olaf Kaltmeier, Refeudalización:
Desigualdad social, economía y cultura política en América Latina en el
temprano siglo XXI (Bielefeld University Press, 2019).
[5]
Ver especialmente la segunda edición: James Barr, Fundamentalism, 2a ed. (SCM Press,
1981).
[6] Ver Néstor O. Míguez, “Análisis
narrativo”, en Nuevas aproximaciones al texto bíblico. Métodos exegéticos y
hermenéutica en el siglo XXI, ed. Néstor O. Míguez (Ediciones La Aurora,
2022); “Crítica performativa”, en Nuevas aproximaciones al texto bíblico.
Métodos exegéticos y hermenéutica en el siglo XXI, ed. Néstor O. Míguez
(Ediciones La Aurora, 2022).
[7] Ver Elsa Tamez y Isela Trujillo, “El diálogo intercultural en la interpretación de la Biblia. El caso de las comunidades sordas, las lenguas de señas y su diálogo intersemiótico”, en Nuevas aproximaciones al texto bíblico. Métodos exegéticos y hermenéutica en el siglo XXI, ed. Néstor O. Míguez (Ediciones La Aurora, 2022).