Vida  y

Pensamiento

Revista Teológica de la Universidad Bíblica Latinoamericana

Volumen 45, Número 2, Diciembre-Junio, Año 2025

 

Pensar/interpretar la biblia en

la sociedad contemporánea:

Fundamentalismos, luchas y resistencias

 

 

 

 

 

 

Educación Teológica 5.0

Navegar derroteros del código on the Edge

 

Dan González-Ortega

Comunidad de Educación Teológica Latinoamericana y Caribeña,

Ciudad de México, México

 

pp. 235-258

 

 

 

Resumen: En la aurora 5.0, la inteligencia artificial (IA) irrumpe en Abya Yala y el Caribe como espejo que nos interroga y como encrucijada para una educación teológica contextual y de calidad. Este artículo se adentra en el “corazón del código” para discernir sus genealogías, ambivalencias y rumbos. Anclado en la memoria pionera de instituciones como la Universidad Bíblica Latinoamericana (UBL), propone una cartografía crítica: de un lado, los riesgos —el espectro de una teología automatizada, las sombras del sesgo algorítmico y el fantasma de una renovada “educación bancaria”—; del otro, horizontes de esperanza, donde la IA se revela aliada para afrontar problemas complejos, ampliar el acceso y cultivar aprendizajes significativos y públicos. El texto convoca a una praxis que, lejos de temer al algoritmo, lo someta a discernimiento y servicio; que trace el rumbo de la educación teológica con brújula ética y pastoral y la navegue con ternura en tiempos de silicio y código.

Palabras clave: Inteligencia artificial, educación teológica contextual, on the edge, pedagogía de la ternura, pensamiento complejo.

Abstract: At the dawn of 5.0, artificial intelligence (AI) emerges in Abya Yala and the Caribbean as both a mirror that interrogates us and a crossroads for contextual, high-quality theological education. This article ventures into the “heart of the code” to discern its genealogies, ambivalences, and trajectories. Grounded in the pioneering legacy of institutions such as the Latin American Biblical University (UBL), it offers a critical cartography: on the one hand, the risks—the spectre of automated theology, the shadows of algorithmic bias, and the ghost of a renewed “banking” model of education; on the other hand, horizons of hope, where AI becomes an ally in addressing complex problems, widening access, and cultivating meaningful, public learning. The essay calls for a praxis that, rather than fearing the algorithm, subjects it to discernment and service; a praxis that charts the course for theological education with an ethical and pastoral compass and navigates this terrain with tenderness through these times of silicon and code.

Keywords: Artificial intelligence, contextual theological education, on the edge, pedagogy of tenderness, complex thinking.

 

 

 

 

 

Dan González-Ortega

 

Educación Teológica 5.0

Navegar derroteros del código on the Edge

 

 

Introducción

 

Los robots no son personas.

Son mecánicamente más perfectos que nosotros,

tienen una asombrosa capacidad intelectual,

pero no tienen alma.

Harry Domin[1], 1920.

 

Vivimos un cambio de época: una bisagra de mareas empujada por el vértigo del silicio. Quienes habitamos este siglo hemos zarpado de lo analógico hacia lo digital en una travesía que no solo sustituyó instrumentos, sino que reconfiguró la quilla y el casco de nuestro pensamiento y comunidad. Hoy, con la irrupción de la inteligencia artificial (IA), la ruta se acelera hasta la marejada: una fuerza que promete remodelar conocimiento, creatividad e interacción humana en horizontes apenas entrevistos. Para quienes interpretamos textos sagrados y acompañamos comunidades de fe en Abya Yala y el Caribe, no se trata de un asunto meramente técnico, sino de un estrecho de paso profundamente hermenéutico, pastoral y pedagógico: exige cartas y derroteros, ajustar velas y gobernar el timón con brújula ética, para no encallar en arrecifes de simplificación ni perder de vista el faro del cuidado.

 

Ya no nos preguntamos si la IA impactará la exégesis bíblica o la educación teológica (ET), sino cómo ya agita las aguas y qué velas izar para responder. Navegamos hacia un horizonte donde un avatar puede predicar en una iglesia[2] y donde un algoritmo, con inquietante precisión, puede imitar los derroteros exegéticos de biblistas a quienes hemos tenido por faros de luz que nos guían[3]. Este horizonte nos exige salir de la rada del asombro y del abrigo del temor, y lanzarnos mar adentro en un discernimiento crítico y una apropiación creativa: trazar cartas, ajustar el timón y leer las corrientes para que la travesía esté guiada por la brújula del cuidado y la justicia.

 

Con estas reflexiones intentaré proponer la creación de una hoja de ruta para navegar esa complejidad. Partiendo de la premisa de que la tecnología, como una navaja, depende de la mano que la empuña[4], exploraremos los desafíos que la IA plantea a una ET que busca ser contextual, de calidad y fiel a los valores del evangelio. Lejos de adoptar una postura tecnofóbica o una aceptación ingenua, trataré de explorar un camino intermedio, un equilibrio entre crítica profética y esperanza creativa. Para ello, considero indispensable entrelazar tres cordones fundamentales para lograr una cuerda fuerte: la crítica a la colonialidad del saber; la brújula ética de la pedagogía de la ternura y la lucidez del pensamiento complejo.

 

Siguiendo una estructura académica, evoco un antecedente capital, reconociendo la trayectoria de la ET en nuestra región y su temprana apertura a las tecnologías. Luego, un acercamiento hermenéutico. Posteriormente, reflexiones preliminares de esta nueva coyuntura, ensayando tanto los riesgos de una automatización del pensamiento teológico como las prometedoras posibilidades de usar la IA para la resolución de problemas complejos y la construcción de aprendizajes significativos. Finalmente intentaremos tejer la comunicación de lo que es mi intuición, siempre provisional, intentando avizorar tierra con una invitación a la praxis continua: la tarea de navegar, con la porfiada ternura de la fe, una gramática de justicia y cuidado en el corazón mismo del algoritmo.

 

Bitácora de origen:

De la pluma al silicio, una trayectoria latinoamericana

 

La relación entre la ET en Abya Yala y la tecnología antecede a la IA. Es una singladura de adaptación, innovación y, con frecuencia, de audacia profética en mares de escasez. Mucho antes de que los algoritmos generativos alcanzaran el dominio público, nuestras instituciones ya trazaban nuevas cartas pedagógicas para responder a su propio contexto. En ese derrotero, la Universidad Bíblica Latinoamericana (UBL), en Costa Rica, se alzó como faro y proa: punta de lanza y comunidad visionaria que, con valentía, abrió puertos digitales y se convirtió una de las primeras entre las pertenecientes a la Asociación Latinoamericana de Instituciones de Educación Teológica (ALIET), a la Comunidad de Educación Teológica Ecuménica de América Latina y el Caribe (CETELA), y el Foro de Educación Teológica Ecuménica de América Latina y el Caribe (FETELAC) en implementar cursos de formación teológica 100 % en línea.

 

Este paso no fue un añadido tecnológico, sino una decisión pedagógica y misional de calado hondo. En un continente surcado por distancias inmensas y desigualdades profundas, la educación en línea sopló como viento franco de democratización del saber teológico: abrió derroteros para estudiantes en comunidades remotas, para pastoras y pastores en plena faena ministerial y para laicado con recursos limitados, sin obligarles a abandonar su mar de responsabilidades. La UBL comprendió temprano que el campus no debía ser un fortín amurallado, sino puerto abierto y red de cabotaje que extiende sus muelles móviles hasta donde la vida acontece, para servir a iglesias y comunidades a ritmo de sus mareas.

 

Sin embargo, esta apertura pionera se dio en medio de un mar más ancho y bravo para la ET en la región. Como advierte Nicolás Panotto, persiste una “matriz colonial” que opera como lastre en estructuras y discursos.[5] Ese peso se hace visible en diseños curriculares que, con demasiada frecuencia, responden más a tradiciones del Norte Global que a las urgencias de nuestro contexto; en la disyunción —todavía pertinaz— entre teoría y práctica[6]; y en la dificultad para un cabotaje fluido con otras disciplinas y saberes. La marejada que muchas instituciones tradicionales enfrentan —descenso de matrículas y límites estructurales— no es solo económica: es, sobre todo, una crisis de pertinencia[7], un llamado a replotear la carta, ajustar velas, enderezar el timón para no quedar a la deriva.

 

Es en este estuario, donde confluyen aguas de innovación y sedimentos coloniales, donde irrumpe la IA. No llega a una ribera vacía, sino a una corriente educativa con historia de innovación contextual (como la UBL) y, a la vez, con mareas de dominación aún persistentes. Por un lado, la experiencia previa con la educación en línea nos deja aprendizajes probados: sabemos que es posible adoptar nuevas herramientas sin sacrificar el rigor académico ni el acompañamiento pastoral. Por otro lado, los desafíos señalados por Panotto se agudizan. Si la IA se entrena, en su mayoría, con datos y cosmovisiones del Norte, ¿corremos el riesgo de profundizar la colonialidad del saber en lugar de superarla? Si la tecnología promete eficiencia, ¿no podría acentuar la deriva hacia una educación pragmática y funcional, en detrimento de una formación integral y crítica? Afinar la brújula ética y pedagógica será decisivo para que la travesía no repita viejas mareas de dominación.

 

Los antecedentes, por tanto, nos colocan en una tensión creativa de oleajes cruzados. La audacia de la UBL actúa como faro guía, recordándonos que lo nuevo no es enemigo, sino viento a favor. La crítica decolonial de Panotto opera como sonda y advertencia, exigiendo un discernimiento constante para que la adopción de la IA no derive en una colonización digital. En este derrotero —entre la memoria de quienes abrieron ruta y la conciencia de nuestros lastres— debemos pensar ahora los desafíos y horizontes de la exégesis y la pedagogía en la era de la IA, con brújula ética y timón firme, para arribar a puertos donde el conocimiento sirva a la justicia y al cuidado.

 

Derrotero: Una hermenéutica de la ternura para navegar el silicio

 

Para abordar un fenómeno tan multifacético como la IA, no basta un registro descriptivo ni un instrumentalismo técnico; necesitamos un marco de interpretación —una hermenéutica— crítico, ético y constructivo. Propongo un enfoque trialéctico que mantenga en tensión creativa tres pilares: el pensamiento decolonial, como sonda para leer las tramas de poder inscritas en la tecnología; la pedagogía de la ternura, como brújula ética que oriente la praxis y resguarde a las personas; y el pensamiento complejo, como carta de navegación para transitar la incertidumbre sin caer en reduccionismos. Con este trípode, el rumbo se traza con lucidez y cuidado, sin perder de vista el horizonte del bien común.

 

El pensamiento decolonial: La sospecha ante el código

 

El primer pilar de este enfoque trialéctico es la crítica decolonial, que convoca a una “sospecha epistemológica”[8]. Desde la obra de Aníbal Quijano y Walter Mignolo —y, en este campo, por la mediación de Nicolás Panotto— se sostiene que, más allá del final de los colonialismos formales, persiste la colonialidad del ser, del poder y del saber.[9] Esta última resulta decisiva para nuestro análisis: ilumina cómo ciertos modos de conocimiento —hegemónicamente occidentales, racionalistas y positivistas— se erigen como universales, deslegitimando y silenciando conocimientos-otros[10]. Ante el código, esta sospecha opera como sonda y compás: interroga las lógicas que naturalizan jerarquías y nos obliga a recartografiar el horizonte, para que ninguna voz ni memoria quede varada en la periferia.

 

Aplicar esta lente a la IA no es un capricho, sino un acto de responsabilidad pública: sonda y compás para cuidar el rumbo pedagógico y pastoral. Los grandes modelos de lenguaje que sostienen muchas herramientas actuales se entrenan con inmensos corpus tomados de internet. Esas aguas no son prístinas: arrastran sedimentos de sesgos, cosmovisiones y relaciones de poder de un mundo donde las voces del Norte Global son hegemónicas. Por eso nuestra propuesta exige preguntar: ¿qué teologías, qué valores y qué prejuicios quedan codificados en estos algoritmos? ¿Cómo una IA, entrenada con datos de baja contextualización cultural, puede interpretar con fidelidad textos bíblicos de alta contextualización, nacidos en un sistema social mediterráneo-oriental radicalmente distinto?

 

El pensamiento decolonial nos arma contra la falacia de la percepción inmaculada y nos recuerda que la IA, si no es pilotada y deconstruida críticamente, puede entrar en piloto automático como agente poderoso de etnocentrismo digital, reproduciendo las mismas lógicas coloniales que buscamos superar. La tarea, entonces, es mantener el rumbo: discernir corrientes, recalibrar la brújula y reescribir la carta para que ninguna orilla quede fuera del mapa.

 

La pedagogía de la ternura: el cuidado como brújula

 

Si la crítica decolonial nos indica qué interrogar, la pedagogía de la ternura nos señala cómo proceder. Inspirada en Alejandro Cussianovich, la ternura no es sentimentalismo, sino virtud política y postura relacional emancipadora[11]. Como opción ética y pedagógica, se opone a lógicas instrumentales, eficientistas y deshumanizantes, y devuelve al centro a la persona con su cuerpo, su historia y sus condiciones. Su punto de partida no es la abstracción del dato, sino el rostro concreto, encarnado y vulnerable de quien aprende. Desde ahí, el cuidado opera como brújula que orienta el itinerario educativo y regula el uso de tecnologías, para que toda decisión—de diseño, de acompañamiento, de evaluación—abra puertas de dignidad, reciprocidad y vida compartida.

 

Esta pedagogía se vuelve el criterio fundamental para discernir el uso de la IA en nuestros espacios educativos. Allende que, si navega más rápido, debemos preguntarnos si acerca orillas: ¿sostiene la relacionalidad y el diálogo, o nos deja a la deriva del aislamiento? ¿Expande nuestra capacidad de amar y cuidar al prójimo y a la creación, o la atrofia? La pedagogía de la ternura nos apremia a someter cada algoritmo al juicio del amor: priorizar tecnologías que sirvan al encuentro, que permitan ver a cada estudiante en su totalidad y resistan la lógica de abstracción que invisibiliza a la persona tras la interfaz. Es la brújula que resguarda el timón y mantiene el rumbo hacia puertos de dignidad, reciprocidad y vida compartida.

 

El pensamiento complejo: navegar la incertidumbre

 

El pensamiento complejo —popularizado por Edgar Morin— nos ofrece un buen marco epistémico para sostener la tensión entre crítica y posibilidad. Morin recuerda que la realidad es un “tejido de interrelaciones”[12] y advierte contra el “pensamiento simplificador” que apisona la diversidad en oposiciones binarias[13]. Aplicado a nuestro tema, implica rechazar la falsa disyuntiva entre una tecnofobia que demoniza la IA y una tecnofilia que la idolatra. Pensar en clave compleja es admitir la incertidumbre como mar de fondo, entrelazar niveles (técnico, ético, pastoral, político), reconocer retroalimentaciones e inercias, y ensayar respuestas recursivas: decisiones que, como rutas ajustables, se corrigen a la luz de sus efectos. Así, la crítica no apaga la esperanza ni la posibilidad diluye la cautela; avanzan juntas, guiadas por el cuidado y la justicia.

 

Un marco informado por el pensamiento complejo reconoce la ambigüedad propia de la IA: puede operar como instrumento de control y, a la vez, abrir posibilidades de liberación; puede perpetuar sesgos y, al mismo tiempo, ayudarnos a desvelar misterios del pasado.[14] Esta brújula nos libera de la exigencia de respuestas definitivas y nos convoca a un discernimiento continuo: navegar la incertidumbre con un sano escepticismo fideísta; examinarlo todo, retener lo bueno y estar siempre dispuestos a corregir el rumbo. Así, mantenemos el equilibrio: reconocemos los riesgos éticos profundos de la IA sin cerrar la puerta a su potencial para enriquecer el aprendizaje y el servicio.

 

Con esta hoja de ruta, pues, propongo una praxis hermenéutica: un itinerario que parte de la sospecha decolonial —desenmascara el poder inscrito en el código—; se orienta por la ternura como criterio ético —prioriza el rostro humano—; y se sostiene en la sabiduría del pensamiento complejo —habita la complejidad sin rendirse a respuestas fáciles—. Desde este triple fundamento, procedo a examinar los desafíos y horizontes de la educación teológica en la era digital, con brújula ética y timón pastoral.

 

Navegar encrucijadas: Exégesis y pedagogía en la era de la IA

 

La aplicación de la praxis hermenéutica que propongo al fenómeno de la IA en la educación teológica revela un paisaje de tensiones vivas. No contemplo un horizonte monolítico de amenaza o promesa, sino un archipiélago de encrucijadas, canales donde cada ruta ofrece puertos de oportunidad y escollos reales. Este mapa exige brújula ética, sonda decolonial y cartas del pensamiento complejo para no confundir la marejada del asombro con el rumbo del discernimiento, ni el viento de la novedad con la dirección del cuidado.

 

A continuación, examinaré tres encrucijadas fundamentales —entre eficiencia y encuentro humano, entre acceso ampliado y dependencias tecnológicas, y entre contextualidad bíblica y automatización interpretativa—, con el propósito de trazar un derrotero que permita aprovechar los vientos a favor sin perder de vista el faro de la justicia y la dignidad.

 

Automatización teológica: mareas de una nueva educación bancaria

 

El primer desafío navega en aguas insidiosas: que la IA, con su capacidad de procesar y sintetizar a velocidad sobrehumana, fomente una interpretación en superficie y se convierta en la versión más eficiente de la “educación bancaria”[15] jamás concebida. El término, acuñado por Paulo Freire, denuncia un modelo donde el educador “depone” contenidos en la mente pasiva de la persona que es “educada”[16]. La IA generativa, usada acríticamente, puede exacerbar esa lógica a un nivel inédito: cualquier estudiante pide un análisis del Shemá o un resumen de la teología paulina y, en segundos, recibe un texto coherente y bien estructurado, pero sin haber sondeado el fondo—la lectura lenta, la reflexión, la lucha con el texto y el diálogo comunitario. Es cabotaje veloz con viento en popa, sí, pero que arriesga la ruta formativa: mucho trayecto en la superficie, poca profundidad en el encuentro. La tarea es frenar la deriva y convertir la herramienta en ocasión de proceso, no en atajo.

 

Este atajo cognitivo amenaza el núcleo mismo de la exégesis y la teología. Como recuerda Paul Ricoeur, interpretar no es solo técnica, sino que “comprender es comprenderse ante el texto”.[17] Es un encuentro existencial que reclama discernimiento, sensibilidad pastoral y conciencia ética. Un algoritmo puede trazar patrones lingüísticos, pero no tiembla ante una palabra de fuego, no forcejea con un texto que resiste, no conoce la transformación que brota del encuentro con la Palabra. Parafraseando a Slavoj Žižek, los chatbots tienden a una conversación aséptica —un diálogo “descafeinado”[18]— que evita el conflicto y aplaca el riesgo. El “opresor algorítmico”, en ese sentido, no castiga el error: lo previene con tal eficacia que cancela el aprendizaje profundo y convierte la libertad en una bahía de calma chicha —confortable, sí, pero sin travesía ni horizonte.

 

La tarea pastoral y educativa no es demonizar la herramienta, sino cultivar una alfabetización digital con profunda reflexión teológica. Se trata de enseñar al estudiantado a tratar la IA no como oráculo que despacha respuestas, sino como interlocutora socrática que afina las preguntas. El rumbo es pasar de un uso pasivo —obsesionado con “la respuesta correcta”— a un uso activo y crítico: emplear la tecnología para cartografiar la complejidad del texto, contrastar interpretaciones y ensanchar el diálogo, con brújula ética y tiempo de lectura compartida. Porque la máquina puede cribar datos, pero el timón solo lo toma un corazón transformado por la gracia; así, la verdad que tejemos en red se puede volver también una red de ternura.

 

Sesgos algorítmicos y etnocentrismo digital: corrientes de fondo y desafío decolonial

 

La segunda encrucijada nos sitúa ante estructuras de poder invisibles codificadas en la IA. Estas herramientas nacen en sistemas sociales y, como tales, heredan sus sesgos. El riesgo de lo que Žižek llama “violencia sistémica” es aquí especialmente agudo: un algoritmo puede reproducir injusticias sin intención consciente de discriminar.[19] Desde una lente decolonial, esto encarna la colonialidad del saber[20]: la persistencia de una epistemología hegemónica que silencia o subordina conocimientos-otros. Para no quedar a merced de estas corrientes de fondo, hace falta sonda y brújula: reconocer los lastres históricos en los datos, interrogar los supuestos del diseño y mantener el timón ético firme para que la travesía no repita, con nueva interfaz, las viejas rutas de dominación.

 

Los grandes modelos de lenguaje han sido entrenados con datos que reflejan una abrumadora mayoría de perspectivas euroamericanas y de baja contextualización cultural. Esto plantea un desafío mayúsculo para la exégesis, que exige una profunda sensibilidad hacia el sistema social del antiguo Mediterráneo. La IA, por defecto, corre el riesgo de proyectar anacrónicamente categorías modernas sobre el texto antiguo, reforzando la idea errónea de que la exégesis es un mero análisis de palabras en lugar de una inmersión en un universo cultural ajeno.

 

Más allá de la exégesis, este sesgo amenaza con invisibilizar y devaluar las ricas tradiciones teológicas y pedagógicas de Abya Yala. Como advierte Nicolás Panotto, una de las manifestaciones de la matriz colonial en la ET ha sido la dependencia de tradiciones y temas que no responden al contexto religioso y social de nuestra región.[21] Una IA que no ha sido entrenada con la vasta producción de la teología de la liberación, las teologías indígenas, las teologías feministas latinoamericanas o el pensamiento afrocaribeño, tenderá a ofrecer respuestas que perpetúan el canon teológico del Norte Global, marginando nuestras propias voces y saberes.

 

El horizonte esperanzador, sin embargo, reside en la posibilidad de una descolonización intencional de la IA. Esto implica, por un lado, una pedagogía crítica que enseñe a detectar y deconstruir los sesgos inherentes a estas herramientas. Por otro lado, abre la puerta a proyectos que busquen crear o re-entrenar modelos de IA con corpus de datos que reflejen la diversidad de nuestro continente. Imaginemos una IA alimentada con las obras completas de Gustavo Gutiérrez, Elsa Tamez, Ivone Gebara y toda la riqueza de la producción de CETELA, CLAI y la Fraternidad Teológica Latinoamericana, además de las bibliotecas digitales de nuestras instituciones de educación teológica. Tal herramienta no solo sería un recurso de consulta, sino un acto de justicia epistémica, una forma de asegurar que nuestras voces tengan un lugar legítimo en la conversación global, contribuyendo a la construcción de lo que Panotto llama una “ecología de saberes teológicos”[22].

 

Mente extendida y aprendizaje significativo: vela abierta para crear

 

Esta tercera encrucijada me desplaza de la crítica a la construcción. Si esquivo la superficialidad y sondeo los sesgos, la pregunta es cómo integrar la IA de modo que potencie un aprendizaje verdaderamente significativo. La clave es un cambio de mirada: dejar de entenderla como competidora de la inteligencia humana y comenzar a verla como extensión de nuestras capacidades; no un barco rival, sino vela adicional que, bien orientada, ayuda a tomar mejor el viento del discernimiento.

 

El marco de la mente extendida, propuesto por Andy Clark y David Chalmers, sostiene que las herramientas externas pueden volverse parte de nuestros procesos cognitivos.[23] Así como un cuaderno puede funcionar como memoria externa para quien la necesita, una herramienta de IA puede operar como prolongación de la atención, la comparación y la exploración del estudiantado: un timón auxiliar para cartografiar textos, contrastar lecturas y abrir rutas de sentido. No se trata de ceder el mando, sino de co-navegar con brújula ética, manteniendo la agencia humana al centro del aprendizaje. Esta perspectiva es teológicamente coherente con una visión de la humanidad como “creada co-creadora[24], llamada a utilizar los potenciales latentes en la creación para participar en la obra de Dios. La tecnología, en este sentido, no es una amenaza a nuestra humanidad, sino una herramienta providencial que puede amplificar nuestra capacidad para resolver problemas complejos.

 

Esta visión abre un mar abierto para una pedagogía orientada a la resolución de problemas. En lugar de ejercicios abstractos, quienes educamos podemos diseñar proyectos donde el estudiantado use la IA como “mente extendida” para afrontar desafíos reales en sus comunidades. Por ejemplo: cierto grupo podría cartografiar con IA datos sobre inseguridad alimentaria en su barrio y trazar un rumbo diaconal más efectivo; otro podría emplear IA generativa para traducir la crisis ecológica en narrativas teológicas, propuestas visuales y exploraciones poéticas que convoquen a la acción.

 

En todos estos casos, la IA no sustituye el pensamiento crítico; lo potencia. Despeja la cubierta de tareas cognitivas de bajo nivel —acopio masivo, clasificación, síntesis mecánica— para concentrar la travesía en lo propiamente humano: interpretación, discernimiento ético, creatividad y colaboración. El aprendizaje deja de ser consumo de información para convertirse en praxis transformadora.

 

Así, la tecnología —encarnada en una comunidad de aprendizaje comprometida y guiada por la ternura— se acerca a lo que Rubem Alves, el gran narrador de historias, expresa a través de una metáfora: no es la solución, sino la “olla” (panela), la herramienta que, en manos de una comunidad que cocina con sabiduría y amor, ayuda a preparar el alimento de la justicia y la esperanza[25].

 

Conclusiones:

Navegando con ternura la educación

teológica en tiempos del código

 

Llego al final de esta travesía, no es el arribo a un puerto definitivo, sino a una bahía de recalada. La era de la IA abre una boca de mar donde las cartas conocidas ya no bastan: más que un mapa cerrado, la educación teológica requiere una brújula fiable. A lo largo de estas páginas he tratado de afinar esa brújula con tres instrumentos: la sonda de la sospecha decolonial para medir fondos y corrientes de poder; el sextante de la pedagogía de la ternura para tomar altura al rostro humano; y el astrolabio del pensamiento complejo para leer constelaciones sin reducir el cielo a dos estrellas.

 

El desafío no es técnico, sino hondamente humano y espiritual. La tentación de la eficiencia sopla como viento de popa que promete velocidad y, sin embargo, puede dejarnos en calma chicha del encuentro: mucho avance aparente, poca travesía del corazón. La abstracción del dato deslumbra como falso faro y eclipsa el rostro; la respuesta automática acalla la pregunta que transforma. De ahí el doble riesgo: una educación bancaria más sutil y poderosa que nunca —conocimiento depositado sin viaje formativo— y una colonialidad del saber pulida con brillo digital, donde el algoritmo reitera rutas hegemónicas con otra interfaz.

 

Ante ese mar abierto, propongo compromisos concretos para ceñir el velamen y evitar la costa de sotavento:

 

a.     Co-diseño y rendición de cuentas: decidir usos de IA con comunidades reales de aprendizaje; incorporar auditorías contextuales, guías pastorales de impacto y responsabilidades claras ante sesgos y daños.

b.    Curaduría y contextualización de datos: priorizar corpus latinoamericano y multilingüe; documentar procedencias, glosarios y traducciones; impedir que el oleaje estadístico borre nuestras orillas.

c.     Prácticas formativas lentas: lectio atenta, diálogo comunitario y bitácoras de proceso que registren dudas, virajes y correcciones; evaluar el viaje además de la llegada.

d.    Competencias para navegar: elaboración de prompting ético, trazabilidad, verificación cruzada, explicabilidad mínima; saber tomar riesgos cuando arrecia la marejada tecnológica.

e.     Gobernanza del cuidado: políticas de datos en comunidades de fe, iglesias e instituciones de educación teológica, consentimiento informado, protección de personas vulnerables; la fuerza ética que mantiene el rumbo.

f.     Ecología de la esperanza: alinear diseño tecnológico con justicia social y cuidado de la creación; discernir impactos materiales (energía, residuos) y simbólicos (narrativas, imaginarios).

 

La IA puede ser viento en popa o huracán tormentoso. Bien aparejada, ensancha el aula y amplía el servicio; sin vigilancia amorosa, estrecha el mundo y empobrece la mirada. La apuesta es navegar con ternura indócil: someter la técnica al servicio de la justicia, dejar que el diseño aprenda del evangelio y colocar la inteligencia —humana y extendida— al timón de una esperanza concreta. Es imposible prometer mares en calma; pero propongo una marinería de cuidado y verdad, capaz de internarse en aguas abiertas sin perder de vista el faro del Reino que se anticipa con gestos concretos: que nadie quede fuera de la mesa, que ninguna historia se hunda sin nombre y que cada puerto que toquemos huela a pan compartido.

 

Frente a esta trayectoria, evitemos el rechazo y consideremos la reorientación. He tratado de argumentar que la IA, concebida como una extensión de nuestra mente y puesta al servicio de una vocación co-creadora, puede convertirse en una poderosa aliada. Puede ayudarnos a democratizar el conocimiento, a abordar problemas complejos y a liberar tiempo y energía para la tarea insustituible del acompañamiento pastoral, el diálogo comunitario, la creatividad en el quehacer teológico y el servicio encarnado (diaconía). Desde mi perspectiva, el camino por seguir no debe ser el de la prohibición, sino el del discernimiento; no el del miedo, sino el de la formación.

 

La tarea que tenemos por delante es inmensa y urgente. Requiere que nuestras instituciones, siguiendo el espíritu pionero de la UBL, no solo usen la tecnología, sino que la transformen en una oportunidad de servicio y diálogo. Exige que formemos a una nueva generación de estudiantes de teología, líderes, pastoras, pastores, teólogas y teólogos que no solo sean consumidores competentes de IA, sino co-creadores responsables y con ética, capaces de “llamar a las cosas por su nombre”[26] y de navegar todo algoritmo bajo la orientación de la brújula del evangelio.

 

Nuestra vocación en esta era digital no es la del ingeniero que optimiza un sistema, sino la de quien ajusta velas y sostiene el timón en un mar de silicio. Es la tarea de inscribir, en el lenguaje binario de la máquina, la gramática del evangelio: una gramática de la gracia que no calcula el mérito, una sintaxis de la misericordia que abraza a las personas excluidas. Se trata de enseñarle al algoritmo a detenerse ante el rostro, a reconocer en el píxel la huella de la Imago Dei, a amainar su oleaje de datos para escuchar el susurro de una pregunta, el balbuceo de una esperanza.

 

Porque la red que se nos apremia a tender no es para capturar la verdad, sino para acunar la vida; una red cuyos nudos no sean de fibra óptica, sino de manos entrelazadas, y cuyo único y definitivo aparejo sea el amor que se da sin medida. Que así sea.

 

De pronto me asaltó una idea terrible:

que aquellas máquinas tenían alma, un alma mecánica,

y que eran las propias máquinas las que me compadecían…

Esta idea me hizo temblar;

creí encontrarme ante la raza que ha de dominar la tierra deshumanizada.

Miguel de Unamuno[27]

Conmemoración de la Reforma protestante, 2025.

 

Bibliografía

 

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Žižek, Slavoj. Freedom: A Disease Without Cure. Penguin, 2023.

 

Žižek, Slavoj. Repetir Lenin. Trece tentativas sobre Lenin. Akal, 2004.

 

 

 

 

 

 

Dan González-Ortega es Doctor en Filosofía con concentración en Sagradas Escrituras (Antiguo Testamento) por el Seminario Mayor Conciliar (Barranquilla, Colombia) y Doctor en Filosofía (Ph. D.) con concentración en Sagradas Escrituras (Nuevo Testamento) por la Universidad Cristiana Logos (Jacksonville, Estados Unidos de Norteamérica).

 

Contacto: doctorado@cetela.org  

 

Artículo recibido: 25 de agosto de 2025.

Artículo aprobado: 20 de noviembre de 2025.

 

 

 



[1] Harry Domin es un personaje ficticio de la obra de Karel Capek, R.U.R. Robots Universales Rossum, trad. Consuelo Vázquez de Parga (Ediciones Minotauro, 2003), 32.

[2] Kirsten Grieshaber, “Misa creada con la inteligencia artificial de ChatGPT despierta gran interés en Alemania”, Internacional, Los Angeles Times en Español (Los Angeles), el 11 de junio de 2023, Digital Edición.

[3] Como ejemplo está el ejercicio realizado por quien escribe en el pleno del “III Congreso Internacional de Estudios Bíblicos: exégesis bíblica en la sociedad contemporánea. Conflictos, fundamentalismos y resistencias” el día jueves 26 de junio de 2025, el cual fue organizado por la Universidad Bíblica Latinoamericana, la Escuela Ecuménica de la Universidad Nacional de Costa Rica, el Centro de Estudios Bíblicos y Relaciones Judeo-Cristianas (CERJUC) y la Revista Bíblica Argentina.

[4] Rubem Alves, “Tecnologia é panela”, Jornal Zero, junio de 2011, 7.

[5] Descolonizar el saber teológico latinoamericano (CTE/CTM, 2018), 84.

[6] Ibid., 79.

[7] Ibid., 102.

[8] Ibid., 91.

[9] Cf. Nelson Maldonado-Torres, “Sobre la colonialidad del ser: contribuciones al desarrollo de un concepto”, en El giro decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global, ed. Santiago Castro-Gómez y Ramón Grosfoguel (Siglo del hombre, 2017), 127–68.

[10] Panotto, Descolonizar el saber teológico latinoamericano, 58.

[11] “La Pedagogía de la Ternura - Una lucha por la dignidad y la vida desde la acción educativa”, Diá-logos 9, núm. 16 (2015): 70.

[12] Introducción al pensamiento complejo (Gedisa, 1990), 68.

[13] Ibid.

[14] Mladen Popović, “Artificial Intelligence Identifies Scroll Scribes”, Biblical Archaeology Review: The Dead Sea Scrolls Past, Present, and Future, 2022, 77.

[15] Cf. Paulo Freire, Pedagogía del oprimido, 2.ª ed. (Siglo XXI, 2005), 75–101.

[16] Ibid., 75.

[17] Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II (Fondo de Cultura Económica, 2002), 53.

[18] Repetir Lenin. Trece tentativas sobre Lenin (Akal, 2004), 11 y 77–78.

[19] Freedom: A Disease Without Cure (Penguin, 2023), 100.

[20] Panotto, Descolonizar el saber teológico latinoamericano, 47.

[21] Ibid., 90.

[22] Ibid., 88.

[23] “The Extended Mind”, Analysis 58, núm. 1 (1998): 7–19.

[24] Philip Hefner, “The Greatest Challenge: The Created Co-Creator Creates a Co-Creator”, Science and Technology, Features, Lutheran Alliance for Faith, el 8 de mayo de 2022.

[25] Alves, “Tecnologia é panela”, 7.

[26] Martín Lutero, Disputatio Heidelbergae habita (Hermann Böhlau, 1883), 354.

[27] Miguel de Unamuno, “Mecanópolis”, Los Lunes de El Imparcial (Madrid), el 11 de agosto de 2013.