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Nidia V. Fonseca R.[1]
Acompañamiento Pastoral
Introducción
De acuerdo con la experiencia y la reflexión
sistemática y académica realizada durante los procesos de acompañamiento a
personas, familias, comunidades de fe y estudiantes de teología durante más
de treinta y cinco años, y en especial en el contexto actual (año 2020),
caracterizado por la pandemia del Coronavirus y una crisis ambiental cuya
huella ecológica es 1.6 veces la biocapacidad de la
tierra, hemos aprendido a afrontar algunos de los desafíos que aquí
proponemos. Esperamos que las conceptualizaciones expuestas sean un pretexto
para dialogar y enriquecer este componente de la Teología Práctica y del
quehacer de la fe en los espacios donde se celebra la Palabra.
1. El
acompañamiento pastoral debe trabajar y desafiar, por lo menos, tres niveles
del desenvolvimiento humano: a) el subjetivo, b) el personal/comunitario y c)
el estructural/socio-histórico-coyuntural.
Estos tres niveles están presentes en todas las personas y grupos.
El subjetivo se presenta en el momento que la persona es desafiada por la
consecuencia de sus actos o por la consecuencia de terceros. Además de una
actitud de asombro, de incredulidad o de impacto, la acción inmediata por lo
general es la orar o rezar, es decir, acudir a Dios. Pero si analizamos la
forma como se dirige a Dios, es con la idea de que eso pase sin
consecuencias, que Dios mágicamente detenga las consecuencias de esa
situación, la cambie, la transforme o la elimine. Este proceso puede durar
cierto periodo de tiempo. La persona opta, de acuerdo con el impacto
ocasionado por el hecho ocurrido, en hacer promesas a Dios para no sufrir.
Esas promesas, por lo general, son de tal magnitud que la persona invierte
tiempo y recursos. Simultáneamente el problema está allí presente, pero no en
condición estática, sino que sigue su curso. Comprobar que el problema sigue
presente y que se está “agrandando”, provoca un desasosiego tal que la
persona no puede soportar el “silencio” de Dios. Entonces, la persona se
confronta con varias interrogantes: ¿por qué el problema sigue presente?,
¿Escucha Dios?, ¿Quién es Dios o por qué me o nos castiga así?, ¿Qué estamos
pagando con este sufrimiento? Son preguntas muy importantes y válidas. En el
texto bíblico encontramos interrogantes similares, sobre todo en los Salmos y
en los Evangelios. En este primer nivel, la persona está “solita” lidiando
con el problema y el afrontamiento del mismo.
Según como encuentre respuesta a sus interrogantes teológicas, la persona
dará un segundo paso para pasar al segundo nivel: buscar ayuda. Es aquí
cuando hablamos del Acompañamiento Pastoral Personal. La persona rompe el
“silencio”. Busca ayuda en la persona que considera líder o apta para que le
“entienda”. Aquí, el acompañamiento requiere de todo lo que luego
expondremos, pero lo que quiero destacar es que la persona que acompaña, debe
reconocer cómo se presentó el estado subjetivo para dar respuesta asertiva
desde la perspectiva teológica. Me refiero a que debe afrontar de manera
inmediata esa imagen de un Dios “silencioso, que abandona, impotente,
indiferente, castigador”; así como la imagen de ser humano como persona
castigada, pecadora, que debe pagar por sus actos o los de sus antepasados.
Si eso no se confronta, el acompañamiento puede ser poco útil. La persona
acude al Acompañamiento no solo por el problema, sino porque cree que sus
acciones teológicas fueron inadecuadas, insuficientes o inservibles.
Por otra parte, la persona acompañante debe hacer puente con el entorno
o contexto en el que la persona vive, y con lo que como sociedad heredamos de
la historia y de las gobernanzas, pues pueden estar incidiendo en el
problema. De hecho, ya sabemos que la cultura patriarcal incide en todo. Si
comprendemos bien el entorno en el que cotidianamente nos desenvolvemos, y si
las Comunidades de Fe gestan el Acompañamiento Pastoral Contextual y
Comunitario (nivel 3), pueden prever muchos “dolores” a las personas y pueden
responder a los desafíos personales sin que necesariamente se acuda al
Acompañamiento Personal.
Recuerdo una vez que un pastor me llamó para que le ayudara a
discernir el caso de una hermana. Me llamaba porque había participado en un
taller ofrecido por la UBL, y en el cual yo era la facilitadora. Estaba dirigido
a un grupo de líderes y lideresas en el cual había que analizar el contexto
de la comunidad de fe, las demandas que tenían de parte de la congregación y
la necesidad que tenían de integrar esas demandas a las situaciones sociales,
ya que muchas de las preocupaciones que oían estaban entrelazadas con la
situación del país, pero que necesitaban saber cómo hacer ese enlace en el
acompañamiento.
El problema de la hermana era que tenía sueños donde un espíritu,
que consideraba que era el diablo, le decía que matara a su marido. La
aparición de ese espíritu también la invitaba a visitar algunos lugares donde
se traficaba droga y la invitaba a pasar. A cambio, éste le daba dinero para
que resolviera sus necesidades. Después de conversar con el pastor y con la
hermana, nos dimos cuenta que el esposo estaba desempleado desde hacía varios
años, el hijo que estaba sosteniendo económicamente a la familia estaba muy
enfermo y temía que lo despidieran por las incapacidades recurrentes. El
equipo pastoral analizó la situación y optaron por emplear a la hermana para
la limpieza de las aulas, le otorgaron a su esposo un espacio para
desarrollar una pequeña empresa y así esperaban bajar el nivel de estrés de
la familia y que el hijo fuera poco a poco recuperándose. Sin embargo, pasado
poco tiempo de esos cambios, la hermana vuelve a tener la “visita” del
espíritu de nuevo con esas tentaciones y con otros episodios, relacionados
esta vez con situaciones sexuales.
La intervención que hicimos resultó muy interesante porque la
hermana decía que tenía muchos años de ser atormentada, que no era solamente
en periodos de “escasez económica”, que ella había hecho muchas promesas a
Dios, que todas las había cumplido y que no entendía por qué Dios no la
escuchaba. Entonces decidimos adentrarnos en esos sueños, para ello decidimos
trabajar con el texto del Evangelio de Marcos sobre las tentaciones de Jesús.
En su lectura nos dimos cuenta que ella, aunque leía el texto varias veces,
lo repetía de memoria y según se lo habían enseñado. Al preguntarle sobre el
texto, observamos que ella se equivocaba en los mismos versículos. Contestaba
con los errores aprendidos, hasta que un día al fin se dio cuenta que lo que
leía y creía, no estaba en el texto. Ahí pudimos entonces adentrarnos en sus
sueños y a ver quién era el “espíritu” de sus sueños.
Fue impresionante cuando ella empezó a recordar todo lo que había
sucedido en su niñez: debido a la pobreza de su mamá, deambularon por muchas
cuarterías, sufrió abusos sexuales de parte de algunos familiares,
explotación laboral, entre otras “calamidades”. En los lugares donde vivió
había tráfico ilegal de todo: licor, drogas, personas. La mamá intentó
salvarla muchas veces llevándola donde una tía, donde fue abusada sexualmente
por primos y tíos. ¿Por qué aparecían ahora sus sueños? Porque al quedar
cesante su marido, temía inconscientemente que sus hijos vivieran su
experiencia. Su mamá siempre le dijo que el responsable de sus sufrimientos fue
el padre que ella nunca conoció. Poco a poco fuimos revisando si su situación
era ajena a la realidad de pobreza que había en el país, si el abandono
paternal era una experiencia solamente de ella y su mamá, así como acerca de
los abusos sexuales y las explotaciones. Poco a poco fuimos construyendo su
historia de vida, conciliando las relaciones con su mamá, hasta llegar a
establecer un acompañamiento familiar. Revisamos la intervención empática del
pastor y de la Junta Directiva de la Iglesia.
De esta manera, podemos afirmar que el acompañamiento pastoral
genera encadenamientos procesuales en los tres niveles del desenvolvimiento
humano. Recordemos que el Acompañamiento es un quehacer personal y
comunitario. Es personal porque somos personas, en tanto individuos/as que se
deciden encontrar para juntas analizar la situación que produce sufrimiento e
insatisfacción. Es comunitario porque el objeto de estudio son las
vinculaciones humanas… Líderes y comunidad de fe se abren para acompañar a
las personas cargadas y agobiadas.
En ese abrirse convergen el don de la ciencia y la sabiduría y el
don del amor: la teología, el acompañamiento pastoral, las ciencias que sean
necesarias como auxiliares. ¿Para qué? El acompañamiento tiene como meta
alcanzar el cambio en los tres niveles: en el subjetivo para que pasemos de
los mandatos religiosos que presentan a Dios como mágico o castigador por un
Dios de amor, solidario, justo, perdonador hasta el infinito; en el personal
para ser capaces abrirnos para desaprender y volver a aprender, para generar
vínculos afectivos sanos, y para generar cambios sociales. Y en el social
(comunitario/contextual) pues si no apuntamos a transformar lo que en la
cultura y en la estructura social alimenta las conductas socioafectivas
dañinas no lograremos un cambio efectivo y estaremos acompañando a personas
que repiten una y otra vez conductas equivocadas porque la sociedad las
justifica o las incentiva. No importa el orden en el que se inicie el cambio
(subjetivo, personal o social) siempre se genera el “efecto mariposa”; es
decir, el cambio es subjetivo, personal y social.
Preguntas:
a) ¿Es posible un acompañamiento pastoral que
solo responda a la subjetividad de la persona?
b) ¿Por qué es importante llevar la dimensión
social cuando se acompaña a alguien?
2. El
acompañamiento pastoral requiere de una cosmo-visión
de vida y mundo que apele a la justicia y a la ternura
Generalmente los desafíos por los que la
persona busca el acompañamiento se caracterizan por el desamor, que puede ser
personal, comunitario o político. La globalización, la cultura patriarcal, el
consumismo, el adultocentrismo, la exclusión
social, por ejemplo, provocan que las personas den prioridad a lo que no es
prioritario, olvidando la calidad del vínculo afectivo. Por otra parte, los
valores del Reinado de Dios: el amor, la verdad, la comprensión, la opción
por las personas más vulnerables y la justicia, se hacen presentes pues son
el contraste del problema o desafío y saber concretarlos en el diálogo
“poroso” que el acompañante desarrolla es parte del arte del acompañamiento. El
acompañamiento pastoral, para que sea asertivo, reconoce, devela y trastoca
el entorno coyuntural y el entorno socio-histórico (que antecede) a la
persona acompañada. Las conductas del desamor (entre las cuales
podemos citar además la violencia de género, el empobrecimiento, las
exclusiones, los estigmas, entre otros),
generan conductas mediadas por la violencia, la indiferencia, la falta
de solidaridad, el irrespeto, que demandan trabajar la calidad del vínculo
afectivo, la libertad de elección, el empoderamiento, la resiliencia, la
concreción de la realización de los derechos humanos para todas y todos, para
que las personas sean capaces de salir adelante a pesar de… Por eso afirmamos
que el acompañamiento pastoral es un alto al dolor personal, comunitario,
estructural, histórico y coyuntural.
En otra ocasión, estaba conversando con una mujer que solicitó
acompañamiento ya que no entendía por qué una de sus hijas era tan severa con
ella y por qué buscaba trabajos que la alejaran de la casa. Construimos la
historia de vida familiar (ella y sus hijas), conforme fuimos trabajando me
llamaba la atención su relato plano, sin emociones, a pesar de que lo que
narraba era difícil. Optamos entonces por trabajar la historia de vida de su
familia (padres, hermanos y hermanas). Allí la narración cambió, ella al fin
lograba narrar su situación pasada con alguna emoción, pero se saltaba
periodos. Esos periodos estaban relacionados con la convivencia con su padre
biológico o con sus “padrastros” y con el padre de sus hijas y los
“padrastros” de éstas. Las narraciones caracterizadas por abusos sexuales y
maltratos tremendos eran de nuevo narradas en plano, sin emociones. Entonces
leímos algunos textos de la Biblia, donde las protagonistas eran mujeres; le
pedí que comparara esas narraciones con las personales. Se quebró
emocionalmente cuando le presté una relectura que había hecho una colega de
la UBL (Elisabeth Cook) sobre 2 Samuel, capítulos 11 y 13. Allí se rompieron
los secretos y hasta entonces pudimos comprender la lejanía, indiferencia y
molestia de su hija. Poco a poco se reconstruyeron los vínculos afectivos y
se pudo profundizar en los “por qués” de esos
secretos históricos, legendarios y actuales, deconstruyendo
la cultura patriarcal y la violencia de género.
Preguntas:
a) ¿Puede el acompañamiento solo, “tocar” la
ternura sin alterar la justicia?
b) ¿Es el acompañamiento pastoral un alto al
dolor?
3. El
acompañamiento pastoral visualiza los espacios posibles de acción y genera
los encadenamientos necesarios en los tres niveles estimulando alianzas y parti-cipaciones personales y grupales para recuperar el
sentido de convivencia
Quien acompaña asume que toda persona forma parte de... Por
tanto, comprende que el conflicto tiene dos lados: por una parte, el de la
persona que está en problemas o en crisis, por otra parte, el del sistema
social en el que la persona está inmersa y que está en conflicto con ella.
Esto quiere decir que el proceso de acompañamiento pastoral no puede
limitarse a una atención individualizada como ha sido tradicional. Y mucho
menos en el contexto actual, en el que la conectividad es parte consciente
del quehacer cotidiano de las personas y la sociedad. Por eso hay que revisar
el rol de la persona acompañante. Hay que revisar la calidad de esa
conectividad, pues la realidad está plagada de injusticias, indiferencias,
desamores; es decir, es una realidad caótica en lo social y en lo afectivo.
Desde la perspectiva de la fe, esto implica que en el caos hay
empezar por vislumbrar la luz, metafóricamente, no importa si la luz viene de
un cerillo que pronto se apaga, pero que cuando se enciende permite ver lo
que está alrededor, por donde identificar un pasillo, un trillo o un camino.
Ese caos ha venido caracterizando a personas que supuestamente son necesarias
y otras que “sobran”, unas de primera y otras de segunda clase, unas
legítimas y otras ilegítimas o invasoras. Esta situación nos exige
introducirnos en el quehacer de las personas de una y otra parte de la
división, no sin antes recordar que el ser humano es bio-psico-socio-espiritual (cuerpo, emociones, relaciones,
espíritu), y que todos estos componentes están íntimamente relacionados. Esto
exige analizar cómo interactúa la persona consigo misma y con los entornos
que esos elementos demandan, con el fin de alcanzar la armonía y equilibrio
de ellas mismas.
Es decir, las personas son linaje divino que deben superar todo tipo
de estereotipo impuesto por la cultura, pues desde la perspectiva de la fe,
todas las personas somos capaces de reconstruirnos, decodificando los
mandatos colonizadores que se nos han impuesto histórica y coyunturalmente.
Por tanto, el acompañamiento pastoral desarrolla la espiritualidad,
recupera los sueños de paz, genera nuevas prácticas de comportamiento,
fortalece las capacidades y habilidades para generar la convivencia humana en
justicia, equidad e igualdad. Por eso, el acompañamiento pastoral devela
los atascamientos colonizadores (culpa, pecado, castigo, imágenes de Dios)
que impiden la vida plena.
En el contexto de la pandemia por el coronavirus, hemos visto muchos
anuncios de productos de limpieza en los cuales las mujeres limpian los
juguetes y los celulares de sus hijos y de su compañero, en el que colocan a
esos sujetos como bebés, donde ella es la que les limpia y les protege. En
esos anuncios, una vez más, las mujeres son las responsables de la vida de
sus familiares. Esos anuncios demuestran que la cultura patriarcal no se
negocia ni en tiempos de pandemia: las mujeres deben cumplir con su rol de
ama de casa, protectora, enfermera, cuidadora y si no cumple con esos roles,
queda atascada en la culpa, el pecado, castigo. Por otra parte, se supone que
la vida se conserva si “nos quedamos en casa” y bajo ese protocolo/slogan los
gobiernos actúan. Sin embargo, ¿quiénes exponen su vida para que otros se
queden en casa? Además del personal médico, paramédico, científicos, las
personas que laboran en mensajerías, como repartidores de comida, de
medicinas, de artículos de limpieza, vendedores ambulantes de productos
agrícolas, entre otros. Es decir, la gran masa que forma parte del empleo
informal y subempleo. Este grupo
genera una red de servicio que despierta admiración, agradecimiento y ternura
y a la vez exponen la inequidad y desigualdad estructural.
Por otra parte, hay personas que, gracias a sus recursos, pueden
generar entretenimiento y solidaridad para quienes “siempre han estado en
casa” por sus condiciones materiales límites, pero van generando una red de
ternura, de encuentro cara a cara con la desigualdad e injustica
estructurales.
Preguntas:
a) ¿Qué rol juega el sentido de la convivencia
en el desarrollo de la espiritualidad?
b) ¿La justicia, la equidad y la igualdad
tienen siempre que estar presentes en el proceso de reaprendizaje o
recomposición de la convivencia?
4. El
acompañamiento pastoral devela los mandatos religiosos y sociales que
sostienen los procesos de sufrimiento
Es interesante la contradicción que contiene esta afirmación. ¿Por qué debemos decodificar los mandatos
religiosos cuando se supone que estos contienen experiencias del encuentro
con Dios que son liberadoras?
En un curso que realicé en Ecuador y Perú, y luego en otro curso en
línea, desarrollado el año pasado (2019) para algunos países de la Región,
hice un pequeño escrito sobre Lenguaje religioso y violencia. En el mismo
escribí lo siguiente:
El lenguaje
religioso refleja paradójicamente la realidad de Dios pues Dios no puede ser
sometido, encasillado. Así, Dios se esconde en las realidades que no queremos
mirar ni nombrar. Nos dice Gustavo Gutiérrez que pensar el misterio de Dios
significa partir de su voluntad de autocomunicación.
Según la experiencia religiosa narrada bíblicamente Dios se comunica experiencialmente. Se despoja de sí para asumir la
realidad caótica, indecente, blasfema y se encarna en ella. Nos dice Gustavo
Gutiérrez también que “contemplación y práctica se alimentan mutuamente”
(Gutiérrez 1986, 17). Esta revelación paradójica, tiene preferencia por
quienes la sociedad y las comunidades de fe se niegan a reconocer, considerar
y escuchar. “Es el constante y consistente Dios que se revela ocultándose en
personas, grupos y situaciones de vulnerabilidad, o de situaciones
escandalosas e indecentes” (Orlov, 2011, 3). ¿Qué
pensar, qué hacer, cuando el lenguaje simbólico que representa la experiencia
religiosa se convierte en lenguaje violento? Cuando se habla y se narra la
experiencia religiosa desde el ejercicio del poder, con la adhesión forzada
de quienes son dominados en la misma realidad donde se experimentó la
experiencia religiosa; personas que no tienen más remedio que otorgar su
consentimiento a la arbitrariedad de la fuerza ejercida racionalmente
(Bourdieu, 1999b: 112)… En otras palabras, cuando al narrar la experiencia
religiosa no se altera el orden establecido en la realidad donde
supuestamente se experimentó la experiencia religiosa.
Se supone entonces, que las narraciones sagradas nos presentan a
Dios como aquel Ser Supremo, distinto de los otros dioses y celoso porque es
un Dios que ama su Creación y por eso opta por la vida de esta. Es una
narración que implica al ser humano en ese amor y opción. El camino de esa
opción es una ética del cuidado, de ahí los valores de su reinado: la vida,
el amor, la solidaridad, la equidad, la reciprocidad, la gratuidad. Entonces,
¿qué ha pasado con los mandatos religiosos que parecen haber sido
secuestrados para sostener los mandatos sociales están encasillados a una
cultura patriarcal y consumista? Cultura caracterizada por la jerarquización,
la subordinación, la explotación, el egoísmo, la indiferencia. De ahí que se hace necesario decodificar
los mandatos, pues en la vida cotidiana ambos se retroalimentan.
Frente a esta realidad, el Acompañamiento Pastoral Contextual y
Comunitario es muy necesario. Es el espacio para que en grupo se puedan
decodificar los mandatos, en especial aquellos que imponen un status quo
en detrimento de la vida y de los valores del reino. Uno de esos mandatos
tiene que ver con la sostenibilidad de instituciones como la familia, el
matrimonio. El acompañamiento comunitario permite también deliberar temas
teológicos, como por ejemplo el significado de los sacramentos y el objeto de
su existencia.
En el Acompañamiento Pastoral Comunitario es más fácil decodificar
la pobreza, comprender cómo y por qué hay una diversidad de familias que
están lejos del modelo nuclear compuesto de papá, mamá e hijos. Familias que
son bendición de Dios siempre que se priorice la vida y el afecto. También,
en el discernimiento colectivo se pueden analizar las vinculaciones
fracturadas, en donde el contacto se mueve en el péndulo que va del silencio
a la violencia, en donde la afectividad está colmada de temor, inseguridad,
abusos, maternidades tempranas, inestabilidad y desconfianza.
El Acompañamiento Pastoral Comunitario es el espacio para
desaprender y aprender el trabajo en equipo para planificar la sobrevivencia,
pasar a las relaciones de mutualidad, romper el silencio o transformarlo en
denuncia, pasar de la desconfianza a la confianza, pasar de la violencia al
cariño espontáneo, construir redes de solidaridad, redes de denuncia y de
recomposición de los espacios de convivencia combinados con espacios de
recreación colectiva no competitiva, pasar de ser comunidades de prejuicio a
comunidades organizadas para dotarse de servicios e infraestructura que les
permita cambiar los estilos de vida.
Además, en el Acompañamiento Pastoral Contextual y Comunitario es
posible aprender a releer las narraciones sagradas para convertirlas en
lecturas terapéuticas, movilizadoras y desafiantes para alcanzar la vida en
plenitud. El acompañamiento Pastoral
Contextual y Comunitario también permite revisar los rituales que las
comunidades de fe tienen para la celebración de los sacramentos. Tiene la
gran ventaja de que puede abrir las puertas y ventanas de las familias y
barrios sumidos muchas veces en un círculo vicioso marcado por la pelea, el
insulto, la indiferencia, sin que nadie se exponga por temor a represalias.
Facilita además el proceso de sanación, pues colectivamente se discierne y se
proponen procesos de cambio sin que nadie se sienta amenazado, humillado,
señalado y permite revisar los mandatos sin que nadie se sienta “sin piso
institucional” o vulnerable porque se “cuestiona las instituciones básicas de
la sociedad y de la iglesia”.
Preguntas:
a) ¿Hay realmente contradicción en la afirmación
de este punto?
b) ¿Podemos descolonizar las instituciones
básicas (familia, escuela, iglesia…) en el ejercicio del Acompañamiento
Pastoral Comunitario?
5. El
acompañamiento pastoral despierta la resiliencia personal y social
Resiliencia es la capacidad de resistir las adversidades.
Resistencia implica que las personas somos capaces de reinventarnos
positivamente a pesar de los traumas y de los obstáculos materiales. ¿Cómo
puede una persona que ha sido afectada psíquicamente por abusos sexuales, por
el maltrato, por el empobrecimiento desde la infancia, por ejemplo, ser
sensible, solidaria con otras y puede a la vez cuidarse a sí misma? El
secreto está en no ser invisible. Es decir, en que no haya sido invisible al
menos para una persona, aunque ese alguien no esté vinculado
consanguíneamente con ella. Quiere decir que, se necesita que otra persona o
institución le visibilice positivamente. En lenguaje teológico, quiere decir
que haya alguien que le respete y le quiera, para que su esperanza se
concrete. La ternura desarrolla en las personas la voluntad de afrontar
situaciones difíciles. En este sentido, es muy importante que las iglesias
organicen factores resilientes para que sean
portadoras de buenas noticias a las personas vulnerabilizadas
por condiciones familiares y /o sociales.
Hace algunos años atendimos a una familia compuesta de dos adultos
(papá y mamá) y dos hijos: una niña y un niño. Les estábamos preparando para
el bautismo. Cuando preguntamos a los padres la razón del nombre de la niña
hubo un silencio y luego la niña dijo que el nombre se lo pusieron en el
hospital porque la mamá no la quería. El acompañamiento fue muy importante,
sobre todo recrear en el bautismo la bendición de su nacimiento, el amor del
equipo de enfermeras que le pusieron el nombre y la sanidad de la relación
madre e hija y la adopción paterna. Esa niña es hoy una joven profesional y
madre; y según testimonia, gracias a ese ritual ella logró salir adelante, a
pesar de…
Preguntas:
a) ¿Cuáles son esos factores resilientes?
b) ¿El acompañamiento pastoral puede ser parte
de esos factores?
6.
El acompañamiento pastoral es un
atrevimiento para tener y acceder a la vida plena personal y colectiva
¿Qué contenido le daría a esta afirmación? El acompañamiento
pastoral es interdisciplinario (dialoga con diferentes áreas teológicas) y transdisciplinario (dialoga con otras ciencias como la
filosofía, la psicología, la bioética). Podríamos enumerar aquí algunas
disciplinas que le pueden acompañar: la teoría eco-sistémica, la teoría de
género, las teorías del desarrollo humano, la teoría de la resiliencia, la
teoría del desarrollo de la fe, entre otras. Por otra parte, dialoga con la
teología bíblica, la eclesiología, la misionología,
la historia de la iglesia, con las confesiones de fe y otras
espiritualidades. Y creo que seguirá
abierto a otras disciplinas en la medida que esté desafiado por las
condiciones humanas.
Bibliografía
Elkaim, Mony, Compilador. La terapia familiar en transformación.
Traducido del francés por Irene Agaff. Barcelona: Paidós, 1998.
Fonseca Rivera Nidia Victoria.
“Consejería Pastoral en Contextos de Pobreza Extrema”. Tesis de Maestría,
Universidad Bíblica Latinoamericana, 2006.
___________. Lenguaje religioso y
violencia. Conferencia dada en Guayaquil, Ecuador,
2011, Puno, Perú, 2017.
___________. Gestando nuevas relaciones.
San José: UBL, 2007.
___________. La relectura bíblica terapéutica en el
acompañamiento pastoral contextual y comunitario. Vida y Pensamiento, Vol. 33
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Weber Regina y Fonseca Nidia. “Dándole
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Melillo Aldo, Suárez Ojeda Elbio, Compiladores. Resiliencia: descubriendo las
propias fortalezas. Barcelona: Paidós, 2002.
¿Qué es la huella ecológica, cómo se
calcula? Acceso 20 de abril 2020. www.restauraciondeecosistemas.com›
que-es-huella-ec
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Nidia
V. Fonseca R., costarricense,
Docente pensionada de la UBL, Master en Teología Práctica y Pastora
Metodista.
Correo
electrónico: negomely@hotmail.es
Artículo recibido: 14 de mayo de 2020
Artículo aprobado: 18 de junio de 2020
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