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Angel Eduardo Román-López Dollinger[1]
Aspectos históricos de la Teología Práctica
Introducción
Durante su historia como disciplina, la teología práctica ha tenido
que superar obstáculos teóricos, prácticos y metodológicos para poder validar
su estatus científico dentro y fuera de las ciencias teológicas.
Externamente, se ha enfrentado a la dificultad común de toda disciplina
teológica: el antagonismo tradicional entre el conocimiento científico y el
conocimiento religioso, en especial cuando la teología intenta aclarar qué es
lo que estudia, con qué método y con qué propósito lo hace. Internamente, el
mayor obstáculo ha sido tratar de definir cuál es su contribución a la
educación teológica superior y de qué forma sus aportes se diferencian de los
de otras disciplinas teológicas, como la sistemática, bíblica e histórica.
En la educación superior latinoamericana y caribeña, además de los
obstáculos anteriores, es común que la teología práctica enfrente otros dos
desafíos: 1) construir su identidad sin alejarse de su tradición
disciplinaria, 2) definir cuál es su vínculo con la teología de la
liberación. El primer desafío se relaciona con las áreas y contenidos de la
disciplina, e implica un diálogo disciplinario interno. El segundo desafío es
más complejo, pues requiere identificar si la teología de la liberación
sustituye a la teología práctica y, si no lo hace, aclarar sus diferencias y
aportes mutuos.
Ambos desafíos exigen generar un diálogo constructivo entre las
diferentes personas e instituciones que representan el quehacer teológico
latinoamericano y caribeño. Para iniciar ese diálogo, mi propuesta es hacerlo
a través de una revisión histórica de la formación, desarrollo y
consolidación de la teología práctica como disciplina científica de centros
de educación superior en el contexto europeo alemán. Esto puede ayudar a ver
como en un espejo hasta qué punto nuestra identidad disciplinaria depende de
la tradición académica europea y en qué medida podemos nos diferenciamos de
ella.
1. La teología práctica como
disciplina académica
Para analizar la teología práctica latinoamericana y caribeña desde
la perspectiva histórica, es conveniente hacerlo desde su función como
disciplina, con raíces europeas, y desde su relación con la acción cristiana.
Asimismo, hay que tener presente que en algunos contextos académicos es frecuente
usar el término teológia pastoral en lugar de
teología práctica. El uso de uno u otro término depende de la costumbre, el
estilo, la tendencia teológica o el contexto.[2]
Históricamente el término que ha prevalecido y que se emplea en este escrito
es el de teología práctica.
Desde su surgimiento como disciplina hace casi 250 años,[3]
la teología práctica ha evolucionado según las circunstancias
socio-eclesiales y los desafíos determinados por la reflexión teológica de
cada etapa en la que ha estado presente.[4]
Uno de esos desafíos ha sido la búsqueda constante por definir su identidad
disciplinaria frente a otras disciplinas teológicas, para lo cual ha
integrado algunas áreas específicas de estudio en sus programas
universitarios: pedagogía de la religión, homilética,
liturgia, pastoral social, misionología, psicología
pastoral y otras (cf. Mette 1998, 1). Aunque esas
áreas ayudan a tener una noción sobre el significado de teología práctica, dificilmente la definen, ya que funcionan según sus
propios criterios, objetivos y metodologías.
Tratar de definir la teología práctica es y ha sido una tarea muy
complicada, ya que cada momento histórico implica cambios de significados teológicos,
nuevas categorías teóricas del discurso científico, nuevos desafíos
eclesiales, sociales y religiosos en el mundo, constante secularización de la
sociedad (Mette 2000, 149s). Además, como Dietrich Rössler afirma, las
definiciones sobre la teología práctica siempre serán inconsistentes, pues se
centran en características específicas de la disciplina, lo cual limita sus
alcances y percepciones contextuales. Tomando en cuenta esta dificultad, Rössler propone una definición bidimensional de la
teología práctica: Es una disciplina sistemática de la teología que tiene
como objetivo conectar teóricamente los principios y prácticas de la
tradición cristiana con las experiencias científicas actuales, para
responsabilizarse por la configuración histórica de la iglesia en la realidad
social (1994, 3).
Al asumir esa responsabilidad, la teología práctica se ubica más en
el plano de la praxis que en el de la teoría y es lo que la diferencia de
otras disciplinas teológicas. Ahora bien, esta comprensión de la teología
práctica es producto de un proceso histórico que vale la pena analizar.
2. Herencia europea
de la teología práctica
En la iglesia antigua y medieval no existía la teología práctica
como disciplina académica, pero ya en ese tiempo, con la constante
profesionalización del clero, se crearon las bases para que en el último
cuarto del siglo XIX se instituyera como disciplina teológica en
universidades católicas y protestantes de Europa, con el objetivo de formar
sacerdotes o pastores responsables del cuidado de las almas y bajo el
nombre de teología pastoral. Posteriormente la disciplina cambió su nombre
por el de teología práctica y se orientó a estudiar la práctica pastoral de
la iglesia (Rössler 1994, 134–42). Esta nueva
concepción prevaleció, con pocas variables, hasta la época conciliar. Con el
impulso del Concilio Vaticano II, especialmente a través de la constitución
pastoral Gaudium et spes
(1965), la teología práctica asumió un compromiso pastoral con la
sociedad moderna y, por ello, comienza a percibirse como una praxis de
liberación (Mette 2007, 12–22).
Para tener más claro todo este proceso de construcción y adaptación
de la teología práctica, se analizan a continuación las tres formas que le
permitieron constituirse en la disciplina actual y que ha influenciado las
instituciones de educación teológica de Latinoamérica y El Caribe.
3. La teología práctica
como ciencia sacerdotal
El inicio de la teología pastoral como ciencia teológica se da en la
parte alemana de Europa, en medio de pugnas entre iglesia y Estado (Vilanova 1992, III:273). Una parte del clero,
especialmente jesuita, luchaba por mantener la autonomía de la iglesia y por
no perder el derecho de impartir la educación teológica universitaria. Por su
parte, el Estado y sus representantes proponían que la educación teológica
fuera evaluada por el Estado. El 18 de octubre de 1774, la emperatriz María
Teresa de Austria promulgó un decreto, a través del cual encargó al abad
benedictino, Franz Stephan Rautenstrauch, elaborar
un proyecto para renovar los planes de estudio de la facultad de teología, lo
cual permitió que en 1777 apareciera la asignatura Teología Pastoral
como disciplina independiente, en idioma alemán y no en latín (Aigner 2002, 140).
Ese mismo año (1777) Rautenstrauch
implementó el curso práctico llamado Unterricht
von Pflichten des Pastoralamtes
(Instrucción sobre los deberes del ministerio pastoral), en el cual
propuso los tres deberes del pastor: enseñanza, administración de los
sacramentos y edificación de los fieles (Rogier, Sauvigny, y Hajjar 1984, 132s; Vilanova 1992, III:274s). De esa forma la educación
teológica pasó a ser responsabilidad del Estado (Floristán
1983, 21).
En el contexto protestante luterano, Friedrich Schleiermacher
consideró que la tarea de la teología debía ser completamente práctica y al
servicio del pastor para guiar las almas. Según esa premisa distinguió en la
teología tres disciplinas: teología filosófica, teología histórica y teología
práctica. Según este autor, por la función cognitiva bidimensional de la
teología práctica, ésta necesita emplear las otras dos disciplinas, pero como
toda teología cristiana, debe estar estrechamente ligada a la iglesia, de lo
contrario no puede ser teología cristiana (Dinkel
1995, 44s).
A pesar que en la interpretación de Schleiermacher
la iglesia juega un rol importante, la teología práctica siguió centrada en
la formación del pastor o sacerdote, por ello se concibió como una ciencia
sacerdotal. Algunos rasgos particulares que le sirven para diferenciarla de
otras formas de acción pastoral son: es una especie de recetario práctico
para pastores, derivado de las normas canónicas; refleja la estrecha relación
Iglesia-Estado; su objetivo es formar buenos cristianos y ciudadanos
obedientes; es eminentemente clerical, pues el sacerdote o pastor representa
la religión y al Estado; es una disciplina nacionalista (Aigner
2002, 140; Floristán 1993, 100–103).
4. La teología práctica
como acción eclesial
Esta forma de concebir la teología práctica surgió a mediados del
siglo XIX bajo la influencia de la escuela de Tubinga y fue producto de una
corriente teológica que buscó vincular la teología pastoral a una
eclesiología más precisa e integral. En 1841 Anton
Graf publicó la obra Kritische Darstellung des gegenwärtigen Zustandes der praktischen Theologie (“Presentación crítica del estado actual de
la Teología Práctica”), a través de la cual construyó el marco eclesial de la
teología práctica. Graf propuso que la teología pastoral no debe centarse en el sacerdote y su ministerio, sino en la
acción de la iglesia en conjunto (1841). Según Graf, el objetivo de la
teología práctica, como disciplina, no se puede reducir a lo práctico, pues
lo práctico tiene relevancia solamente en cuanto sirve para la autoedificación de la iglesia a través de su estudio
científico, lo cual permitirá mejorar en el futuro la acción eclesial.
Sobre esta base, la comprensión de la teología práctica pasa por el
análisis de la iglesia desde tres perspectivas: su pasado, descrito por la
teología histórica y las ciencias bíblicas; su presente, estudiado por la
dogmática y moral; y su autoconstrucción en el futuro, tarea de la teología
práctica (Noemi 2008, 609). Desde entonces la
teología práctica pasó a ser una disciplina eclesial y escatológica. Graf
también propuso evitar caer en el extremo de un empirismo orientado solo a la
experiencia y práctica, o en el de una reflexión teológica puramente
especulativa (Aigner 2002, 143). Para enfatizar que
el sujeto de la acción pastoral es la iglesia y no solo el sacerdote o
pastor, Graf prefirió usar el nombre de teología práctica (Floristán 1993, 112).
Después de la segunda guerra mundial surgieron valiosos aportes que
fortalecieron la concepción de la teología práctica como acción eclesial. Sin
embargo, quien actualizó el pensamiento de Graf fue Karl Rahner,
al proponer que la teología pastoral, como él la denomina, debe reflexionar
sobre el Selbstvollzug der Kirche (“Autoconfiguración de la iglesia”) en su
presencia escatológica (Noemi 2008, 612). Según
este criterio, la tarea de la teología práctica debe ser eclesiológica, ya
que ella representa la comunidad socialmente legítima, donde la fe, la
esperanza y el amor hacen que la revelación escatológicamente perfecta de
Dios, que se autocomunica en Cristo, esté presente
como realidad y verdad para el mundo (Rahner 1964,
118). Para Rahner, la teología práctica es más que
una colección de normas e instrucciones prácticas para el trabajo pastoral
del sacerdote, pues toda la iglesia se constituye en sujeto de la acción
pastoral y no solo sus ministros, por ello la reflexión sobre la
autoconfiguración de la iglesia en la situación presente debe ser no solo la
base de la teología práctica, sino también un elemento inherente de la misma
teología (1964, 394s).
En resumen, los rasgos más importantes de la teología práctica como
acción eclesial son los siguientes: busca dar una identidad eclesial al
ministerio cristiano a través del estudio de la acción pastoral de la iglesia
y no tanto desde la dogmática y apologética; es una teología misionera y
testimonial que se preocupa por la vida humana en sentido corporativo
(eclesial), pero sin hacer referencia directa a la praxis transformadora de
la realidad (Floristán 1983, 23s).
5. La teología práctica
como praxis de liberación
La comprensión de la teología práctica como praxis de liberación
surgió del Concilio Vaticano II, como producto del giro político de la
teología, donde la acción pastoral se centró en el binomio teoría-praxis. De
esta forma, la teología práctica pasó a constituirse en un instrumento de
formación académica orientado a la praxis humana de liberación y, con ello,
fomento el compromiso de la comunidad cristiana (iglesia) con los desafíos
del tiempo y el mundo actual. A la vez, este compromiso exigió de la teología
práctica y de la iglesia un conocimiento más eficaz de esa realidad (Vaticano
II 1965).[5]
A partir de entonces la teología práctica incorporó en su reflexión
la realidad política, las experiencias de las personas cristianas de base y
un lenguaje teológico crítico y científico. La teología práctica se
convirtió, entonces, en una acción pastoral comunitaria, pues ahora su
teología provenía de la comunidad eclesial de base (Floristán
1983, 25s).
Según Casiano Floristán, esta forma de
teología práctica tiene las siguientes cuatro características básicas:
-
Es acción, pues busca ser una
forma efectiva de actuar, orthopraxis, más
que una forma correcta de pensar (orthodoxia).
-
Es la actualización de la praxis de Jesús en sus diferentes
dimensiones solidarias: misión profética (martyría),
servicio y compromiso liberador (diakonía),
vida comunitaria (koinonía) y vida
sacramental (leiturgía).
-
Es teología práctica hecha por la iglesia
(institucional y popular), en solidaridad con las personas empobrecidas y
en el compromiso con la liberación-salvación del mundo.
-
Está al servicio del reino de Dios que anunció el
Jesús histórico, tanto en su dimensión histórica, como en su
expresión sacramental (1983, 26–36).
Lo planteado hasta aquí proporciona algunas ideas generales sobre el
desarrollo, características y ámbitos de la teología práctica herededa de Europa. Esta disciplina pasó por etapas
claras que marcaron su desarrollo y que influencian las teologías prácticas y
las acciones pastorales de otros contextos, como el latinoamericano y
caribeño.
Conclusión
En los apartados anteriores se presentó, en forma resumida, el
desarrollo histórico de la teología práctica en Europa, entendida como una
disciplina de instituciones teológicas de educación superior. Las fuentes de
referencia, así como los temas y reflexiones básicas que se abordaron son
solamente europeas. Esto se hizo a propósito, con el fin de tener un
referente histórico que permita ver, desde Latinoamérica y El Caribe, cuáles
de esos temas y reflexiones que todavía influyen en nuestras instituciones
académicas, cuáles ya no son pertinentes y cuáles necesitan integrarse.
Sin embargo, eso no significa que en nuestro contexto no existan
estudios que aborden los temas fundamentales de la teología práctica.[6]
Claro que los hay. Lo que quizá todavía hace falta es identificar cuáles de
esos estudios representan la identidad de una teología práctica propiamente
latinoamericana y caribeña. Por esa razón, considero que una forma de abordar
el escenario actual de la teología práctica en el contexto de la educación
teológica superior latinoamericana y caribeña, es precisamente a partir de su
historia como disciplina en esta región y de los aportes que ha hecho a la
teología, la sociedad y la iglesia, inclusive a la propia teología de la
liberación. Escribir conjuntamente esa historia es un desafío pendiente para
la teología práctica.
Desde mi perspectiva, la teología práctica es una disciplina en
construcción y, por esa razón, conocer y profundizar en el conocimiento de su
desarrollo histórico puede contribuir a identificar dónde se encuentra hoy,
hasta qué punto es pertinente metodológica y epistemológicamente, en qué
medida necesita actualizarse y qué personas o instituciones están llamadas a
construir su identidad local.
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Angel Eduardo Román-López Dollinger, teólogo suizo-guatemalteco y cooperante
ecuménico de la organización de cooperación para el desarrollo Misión 21.
Actualmente trabaja como docente en teología e investigador en la Universidad
Bíblica Latinoamericana de Costa Rica.
Correo electrónico: a.roman@ubl.ac.cr
Artículo recibido:
14 de mayo de 2020
Artículo aprobado:
18 de junio de 2020
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